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El judaísmo, la religión monoteísta más antigua

Sabado, 16 de abril de 2011 21:11

Por Cecilia Caminos 

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Por Cecilia Caminos 

BUENOS AIRES (dpa) - El judaísmo, la religión monoteísta más antigua, enfrenta hoy el desafío de preservar su cultura y su identidad entre sus más de 13 millones de seguidores que, aun diseminados en la diáspora por todo el mundo, viven su fe en una estrecha vinculación con Israel.

"El primer gran desafío del judaísmo es preservar su dimensión de civilización de cultura plural y diversa, que va más allá de la religión", señala a dpa el rabino Sergio Bergman. "Su unidad se da en la diversidad, hay un imaginario colectivo que los engloba a todos y nunca dejamos de mantener la discusión", sostiene.

El judaísmo "no es un dogma, es un pacto de práctica". "Estamos unidos en la fe y en la praxis, por eso somos cultura", afirma el rabino. Sus valores se asientan en el contenido de humanismo ético de la tradición judeo-cristiana y la figura del pacto que ya fuera reseñado en la Torá, que reúne a los primeros cinco libros del Antiguo Testamento.

Pero los retos por delante son varios más, según Bergman, en especial "evitar los fundamentalismos, de los cuales el judaísmo no está exento". "Se migra de la discusión a querer imponer su posición, y hay judíos extremistas, fundamentalistas y hasta racistas".

Por otra parte, se debe "avanzar en forjar la dimensión nacional del pueblo judío que el Estado de Israel tiene por delante". En Israel habitan unos cinco millones de judíos, y el resto está disperso en diversos países.

La diáspora marcó al judaísmo desde la Antigüedad, al punto de que pocos pueblos como el judío han vivido en su mayoría fuera de la tierra de sus ancestros donde se forjaron sus creencias.

Esto también forma parte central de su ser y su civilización de cultura. "Los judíos deben integrarse a las sociedades en las que habitan, pero sin asimilarse", considera Bergman. El objetivo es mantener la identidad y las tradiciones del judaísmo allí donde las migraciones, muchas de ellas forzadas, los hayan llevado.

La mayor comunidad judía fuera de Israel reside en Estados Unidos. También hay importantes comunidades judías en Francia, Gran Bretaña, Canadá y Argentina.

Según estimaciones de la Asociación de Mutuales Israelitas Argentinas (AMIA), en el país sudamericano viven entre 250.000 y 300.000 judíos, la mayor parte de ellos en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores.

"La comunidad judía se insertó en la sociedad argentina sin asimilarse. Es abierta y participativa, pero no ha perdido su identidad por los principios morales y religiosos de la Torá", detalla a dpa el secretario general de AMIA, Julio Schlosser.

"Es esencialmente sionista", asegura, al explicar las claves que permitieron al pueblo judío mantener su cultura a miles de kilómetros de distancia de Tierra Santa.

Sólo en la ciudad de Buenos Aires funcionan 25 escuelas judías, más otras 25 escuelas religiosas. Existen varios clubes para la comunidad judía, además cada templo cuenta con grupos juveniles donde niños y adolescentes forjan su sentido de pertenencia, guiados por los madrij, líderes jóvenes especialmente formados.

"Mi padre fue perseguido cuando era niño, durante la Segunda Guerra Mundial, por ser judío, marcado con la estrella de David. Creció luego en Argentina alejado de la religión porque sentía que era la causa de aquel padecimiento. Y me tocó a mí recuperar las tradiciones judías en nuestro hogar para mantener vivo el legado de nuestros antepasados", relata Marina, quien a sus 40 años "tomó la posta" que le dejaron sus abuelos.

Esta licenciada en marketing decidió que enviará a sus tres hijas a los grupos infantiles del templo judío donde ella se formó décadas atrás. "Pero jamás se me ocurrió mandarlas a una escuela judía porque siento que sería cerrarles el espectro. Quiero que crezcan en un ámbito plural", argumenta.

La comunidad judía argentina sufrió duros ataques con los atentados explosivos a la embajada de Israel en 1992 y la AMIA en 1994, que dejaron más de cien muertos y numerosos heridos. Desde entonces, cada escuela, templo o club judío está protegido por columnas de hormigón en las aceras, una marca indeleble de la protección contra el terrorismo.

"Los atentados afectaron en el cuerpo pero no en el alma. Más allá del dolor, la comunidad se reconstruyó sobre sus piedras y honra a sus víctimas", asegura el secretario general de la AMIA.

"Internamente hubo que doblegar el miedo, pero el miedo no nos venció. Estamos acá con más fuerza. El terrorismo no triunfó porque el espíritu sigue intacto", subraya Schlosser.

El rabino Bergman advierte que la humanidad y el planeta están "cerca de los límites". "El próximo desafío de la humanidad es entender que por distintos caminos todos decimos lo mismo. La diversidad es un puente para enriquecernos espiritualmente", sostiene el líder religioso.