PUREZA

lo mismo que purificación, está asociada tanto al aspecto fí­sico como espiritual o moral. Eran comunes las abluciones antes de comer, así­ como brindarle agua parab lavarse al visitante. En la Ley mosaica existe una serie de normas sobre aquello que causaba impureza en las personas, en los objetos de uso diario, en los vestidos, en las casas, así­ como los ritos necesarios para restablecer el estado de p., como en el caso de impureza por animales inmundos, por enfermedades sexuales, por la la lepra, Lv 11; 12;13; 14.

Impureza se consideraba la idolatrí­a y por eso se habla en 2 Cro 34, 3-8, que el rey Josí­as de Judá †œempezó a purificar a Judá y Jerusalén de los altos, de los cipos, de las estatuas y de los í­dolos fundidos†. En tiempos de Jesús, la secta de los los fariseos era rigurosamente apegada a las formalidades de la pureza, y Jesús se enfrentó a ellos por esta razón y los trató de hipócritas, pues mientras guardaban las apariencias, los buenos modales, se olvidaban de la justicia, de la misericordia y de la caridad. criticaba estas prescripciones por lo que tení­an de meros ritos externos, Mc 7, 1-23. Los fariseos criticaron a los discí­pulos de Jesús por comer sin lavarse las manos, y les dijo: †œÂ¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!†; es decir, la impureza surge del corazón, no de violar normas de carácter externo: †œPorque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez†, Mc 7, 1-23.

En este cambio que trajo Jesús con respecto a las rigideces de la Ley dijo en las bienaventuranzas: †œBienaventurados los limpios de corazón, porque porque ellos verán a Dios†, Mt 5, 8.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver LIMPIO; Ver PURIFICACION

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Etim.: del latí­n †œpuritas,† limpio. Pureza es libertad de todo lo que debilita, impide o cambia la naturaleza de un ser o su actividad. Pureza de fe significa ausencia de error; pureza de intención es la exclusión de la propia voluntad a favor de la voluntad de Dios; pureza de conciencia es la ausencia de sentido de culpa; pureza en la moral se refiere generalmente a la virtud de la castidad, pero en términos mas amplios se refiere a una vida moral intachable.

La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una disciplina constante interior. Exige, ante todo, el asiduo recurso a Dios en la oración.

Fuente: Diccionario Apologético

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Literalmente significa limpieza. Tradicionalmente se aplica siempre el concepto a la perfecta continencia y a la guarda d la virtud de la castidad. Pero el concepto es mucho más sutil y filosófico, aludiendo con él a la naturaleza divina, la más purí­sima de las realidades.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. castidad)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En el comienzo de la historia de Israel, los hebreos formaban tribus o grupos de marginados sin identidad unitaria. Sólo la experiencia de fe en Yahvé les vincula como pueblo de la alianza, escogido por Dios. Lógicamente, la identidad israelita se define por la pertenencia al atn, esto es, al pueblo que Dios ha vinculado a través de una genealogí­a, de una Ley común, de un culto sagrado (templo) y de una Tierra (Palestina). En esa lí­nea, tras la pérdida de un tipo de identidad polí­tica, que culminará con la destrucción del templo y la expulsión de Palestina (entre el final del siglo I y el comienzo del II d.C.), partiendo ya del siglo II a.C., los judí­os han destacado su identidad como pueblo nacional, vinculados por unos signos sacrales, que expresan y mantienen su pureza frente a los restantes pueblos. En esa lí­nea, para reforzar su identidad, muchos de ellos, en general los más piadosos, han ritualizado su vida, cumpliendo no sólo las leyes que el Leví­tico establece para el conjunto de los israelitas, sino algunas que son propias de los sacerdotes en el templo. De esa forma han sacralizado toda su existencia en lí­nea de separación, distinguiendo lo puro de lo impuro, conforme a una exigencia del Código de la Santidad (Lv 17-25), explicitada después por otras leyes, como el Rollo del Templo de Qumrán. Impuro es lo que amenaza la vida y distinción del grupo, como muestran las normas sobre ciclos menstruales y sexualidad, con las emisiones seminales de los varones. Especialmente poderosa (sagrada e impura al mismo tiempo) es la sangre, tanto la que brota de una herida humana como la que mana de animales muertos, porque está vinculada al principio de la vida: así­ la parturienta queda impura y debe separarse por un tiempo de la relación normal con los demás, porque su parto ha estado relacionado con la sangre. Son impuras también muchas enfermedades que parecen contagiosas (lepra, peste) y de un modo especial los cadáveres. En esta lí­nea se sitúa lo demoní­aco, que domina a los humanos: los posesos aparecen rodeados de sacralidad invertida, manipulados por espí­ritus impuros que se apoderan de ellos. En este contexto de separaciones rituales, establecidas por la Ley escrita (Leví­tico) y sancionadas por la tradición (Ley oral de la Misná, siglo II-III d.C.), ha venido a introducir su novedad Jesús, reinterpretando de manera poderosa la voluntad de Dios y su acción salvadora. Su iglesia no será institución de purezas e impurezas, sino comunión de gratuidad y diálogo universal. De todas formas, el judaismo sabe que la distinción básica de la antropologí­a bí­blica es la que existe entre el bien y el mal (no entre lo puro y lo impuro), en la lí­nea de Gn 1, donde se dice que “todas las cosas creadas por Dios son tob”, es decir, buenas y/o puras. Para el Nuevo Testamento la pureza básica del hombre se identifica con la gracia que “justifica” (purifica en sentido total) a los pecadores.

Cf. E. EstEvez, El poder de una mujer creyente. Cuerpo, identidad y discipulado en Mc 5,24b-34. Un estudio desde las ciencias sociales, Verbo Divino, Estella 2003.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

La significación bíblica original era ceremonial. Debía obtenerse por medio de ciertas abluciones y purificaciones obligatorias para los fieles en la ejecución de sus deberes religiosos. Las purificaciones eran comunes a muchas otras religiones también, pero en ellas eran simplemente ceremoniales, y carecían de significación ética. En el caso de Israel, la mayor parte de las purificaciones ceremoniales tenían significado ético y sanitario. Aunque Gn. 35.2 y Ex. 19.14 indican que la idea general no se originó en la ley mosaica, resulta evidente que solamente con la recepción de la ley bajo Moisés fueron codificados y detallados estos reglamentos. En la enseñanza de los profetas, la significación pasó en gran medida de lo simplemente ceremonial a lo ético. En el NT la enseñanza de Cristo y el descenso del Espíritu llevaron el significado de la pureza a la esfera moral y espiritual.

En el sentido general común al NT, y a la literatura devocional del AT, la pureza indica un estado del corazón en el que hay una completa devoción a Dios. Así como se dice que el agua no adulterada es pura, y que el oro sin impurezas es oro puro, el corazón puro es el corazón no dividido, en el que no existe conflicto de lealtades ni intereses, ni mezcla de motivos, como tampoco hipocresía o falta de seguridad. Es una entrega completa manifestada hacia Dios. Probablemente este sea el sentido en que lo usó el Señor en las bienaventuranzas (Mt. 5.8). La recompensa del corazón no dividido es la visión de Dios. No puede tener visión de Dios el corazón impuro, debido a que está fuera de armonía con la naturaleza y el carácter de Dios. En otras enseñanzas de Cristo (véase Mr. 7.14–28) se transfiere el estado de impureza, y en consecuencia también el de pureza, enteramente del hombre exterior al interior. En este sentido podemos decir que la pureza es un estado del corazón completamente reservado a Dios, y libre de toda distracción mundana.

En el sentido especializado pureza adquirió el significado de libertad de toda contaminación sensual, particularmente en lo que se refiere a la vida sexual, aunque el NT no enseña que la actividad sexual sea contaminante en sí; y por cierto aclara que el comportamiento sexual manejado como corresponde no lo es (cf. He. 13.4). No obstante, el NT enseña la santidad del cuerpo como templo del Espíritu Santo (cf. 1 Co. 6.19s), e inculca el deber del autocontrol y la negación de uno mismo, aun hasta el extremo de la pérdida personal. En consecuencia, la pureza se convierte en espíritu de renuncia, como también de esa obediencia que lleva todo pensamiento, sentimiento, y acción a sujetarse a Cristo. Empieza par dentro y se extiende hacia afuera hasta abarcar toda la vida, limpiando así todos los centros vitales y regulando todos los movimientos del cuerpo y el espíritu.

Bibliografía. H. Baltensweiler, H. G. Link, J. Schattenmann, “Limpio”, °DTNT, t(t). II, pp. 447–453; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, t(t). I, pp. 121–125; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1975, t(t). III, pp. 480–488; J. B. Bauer, “Puro e impuro”, °DTB, 1967, cols. 870–874.

H. Baltensweiler et al., NIDNTT 3, pp. 100–108; F. Hauck, TDNT 1, pp. 122s; R. Meyer, F. Hauck, TDNT 3, pp. 413–431.

R.A.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico