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¿Chau a los corpiños con push-up?: las tucumanas tienen la palabra

Tendencia

Al compás de los nuevos tiempos, cada vez son más las mujeres que se resisten a utilizar aros de metal y tazas con relleno para cambiar la apariencia del busto. Los diseños cómodos, simples y sensuales ganan terreno en las vidrieras de las lencerías locales.

Una imagen icónica de la liberación femenina, en la década del 60.





Hay quienes dicen que las próximas generaciones considerarán al corpiño de la misma manera que en la actualidad consideramos al corsé: como una prenda opresora para las mujeres, que atenta contra toda comodidad. Sin embargo, la historia indica que siempre existe un periodo de transición que antecede a los grandes cambios, como el que estamos viviendo justo ahora, cuando las mujeres cada vez son más conscientes de la necesidad de aceptarse –y que las acepten- tal cual son, sin necesidad de responder a modelos impuestos de belleza

Imagen obtenida de Pinterest

En esta línea es que cada vez son más las tucumanas que le dicen ‘chau’ a los corpiños con relleno en todas sus versiones -con aro, sin aro, con push up o taza soft- que son capaces de aumentar dos o tres talles a fuerza de morir de calor o sufrir la embestida cruel del aro de metal cuando rompe la tela que lo recubre. Esos padecimientos cotidianos -como lo habrán sido seguramente las ballenas para nuestras predecesoras- pasan sutilmente desapercibidos hasta que aparecen nuevas propuestas liberadoras, en el más amplio sentido de la palabra, ya que revolear el push up en muchos casos supone aceptar con dignidad un talle 80.   

“Los bralettes tienen que ver con un estilo de vida”, sostiene Florencia Olmedo (28), comunicadora y apasionada del diseño textil. “Desde hace un tiempo hay una tendencia a crear prendas más libres y despojadas de estructuras, tanto en moldería como en la combinación de géneros y patrones”, ilustra. Ella, como tantas otras chicas, se animó a volver a los corpiños básicos para sentirse más cómoda a la hora de desarrollar sus actividades. 

Imagen obtenida de Pinterest

“Personalmente, dejé de usar relleno y arco porque noté que me hacía doler más la espalda y porque terminaron deformándome el busto. Ahora prefiero usar estilo deportivo con bretel fino y un talle menos para que me sostenga mejor y enderece mi postura. Cuando puedo -y me animo-, ni siquiera lo uso”, contó bajo la advertencia de que “todo es una cuestión de actitud”.

Lucía Sayago (29), en cambio, nunca hubiera usado push si no hubiera sido que durante mucho tiempo fue la única opción disponible en las lencerías. “La comodidad es el criterio que impera cuando elijo qué ponerme: desde una remera hasta los zapatos. La ropa interior no es una excepción, por eso elijo modelos de algodón o encaje, sin relleno ni aros de metal”, cuenta esta periodista y estudiante de Psicología Social que sueña con tirarlos por la ventana.  

Sobre su larga experiencia recorriendo los locales, sostuvo “me cuesta bastante encontrar corpiños simples porque las marcas dan por sobreentendido que en los talles chicos sí o sí es necesario el push- up”. Es que si bien se trata de una tendencia a nivel mundial (en las grandes capitales de la moda incluso hay un movimiento ‘anti-bra) el cambio está tardando en llegar a Tucumán.

Imagen obtenida de Pinterest

“Si me pongo un corpiño armado siento que es todo artificial; conozco mi cuerpo y sé que con relleno en las tazas se nota mucho la impostura, no me gusta”, dice entre risas porque sabe que tarde o temprano el hechizo se rompe y aparece el cuerpo real, ese que no responde a las medidas de la pasarela.

La realizadora audiovisual Ximena Díaz (25) es categórica al afirmar que “las chicas cada vez utilizamos menos el push-up porque nos hemos ido dando cuenta que no es necesario tener unas ‘súper tetas’. Eso no va más. Hay muchas otras cosas que priorizamos antes que vestirnos con una armadura”. La joven que representa a la generación de los 20 y pico añade que la información sobre los perjuicios de utilizar aros y rellenos de manera permanente está disponible al alcance de todos en Internet. “Esos aros son asesinos”, agrega con humor y celebra que en redes sociales como Instagram se imponga lo natural. 

“Ahora se usa mostrar el corpiño, de a poco las chicas se van relajando y está todo bien”, evaluó. Su idea fue complementada por Florencia, quien destacó que “si querés, podés ponerte un corpiño negro con una remera blanca o mostrarlo sin tapujos. Hay una clara necesidad de externalizar lo que antes se ocultaba. Estamos más despreocupadas del qué dirán y hasta más provocativas, no desde el sentido sexual, si no para exigir respuestas”. 

Imagen obtenida de Pinterest


Lo social de la moda

La moda es astuta a la hora de leer el clima de una época y al mismo tiempo, contribuir a generarlo. “Ahora es frecuente ver ‘outfits’ que 10 años atrás eran impensados. De a poco va ganando terreno la comodidad: no importa tanto estar a la moda sino amigarse con el propio cuerpo. ¿Tenés poco busto? Genial, podés ser influencer; ¿tenés pecas? Igual podés ser modelo; ¿sos relllenita? Ahora hay opciones de talles reales”, ejemplifica la comunicadora quien sostiene que esta tendencia aborrece las apariencias, lo artificial, lo plástico y le abre paso a lo genuino, lo natural y también a lo sensual en contraposición a lo sexual. 

“Es interesante pensar que el boom del push up es a fines de los '90 o principios del 2000, cuando se consideraba sexy tener ‘mucho de todo’. iMás de una dormía con corpiño! Por eso me imagino que este cambio prenderá mucho más en las nuevas generaciones, antes que en mujeres de 35 años en adelante que crecieron bajo la influencia de otros modelos. Hoy las adolescentes eligen otros referentes que en nada se parecen a las bailarinas de Showmatch”, puntualizó. Es que la moda es un discurso más de tantos que se nutre de los procesos políticos, económicos, sociales y culturales de una época. 

Imagen obtenida de Pinterest

Fijate que en los últimos años hubo un resurgimiento del feminismo que lleva como bandera la posibilidad de una mujer libre, con total derecho sobre su cuerpo. La ropa puede leerse también como un mensaje acerca de los tiempos corren”, analizó.  

En este sentido, la tendencia en fotografía es no usar filtros; en indumentaria, volver a los teñidos naturales, con procesos de costuras menos invasivos; en las redes sociales, cada vez son más las artistas que se animan a una foto sin maquillaje e incluso en la alimentación, se valora la producción orgánica, sin químicos ni conservantes.  

“Yo creo que nuestra generación fue bisagra, hubo un cambio de paradigma. Sin embargo, estos cambios tardan en llegar a Tucumán, de ahí que todavía no sea tan fácil encontrar corpiños que sigan esta tendencia en los negocios”, remarcó. 


Un acto de libertad

Eugenia Mercado cuenta con la experiencia de atender todos los días a mujeres que están a la búsqueda de su conjunto de ropa interior ideal. Su experiencia en el local ubicado en 25 de Mayo al 700 la lleva a afirmar que, efectivamente, desde mediados del año pasado cada vez son más las tucumanas que abandonan el push up para optar por los bralettes

“El corpiño pasó a ser una prenda más de vestir que le suma mucho a un ‘outfit. Los nuevos modelos vienen en algodón, lycra, tules, microtules y encaje que se adaptan a todas las edades. Sin embargo, quienes más los buscan son las chicas de 18 a 25 años”, detalló. 

Imagen obtenida de Pinterest

Eugenia desliza que la elección de la ropa interior es sumamente personal y no está necesariamente ligada a la cantidad de busto que busca la clienta sino a aquello que la haga sentir segura. Así están quienes con un talle 80 u 85 piden modelos simples y mujeres con implantes mamarios que se resisten a dejar la tasas a pesar de las indicaciones del médico. 

“Creo que esta nueva tendencia obedece a que las mujeres están más posicionadas en la sociedad. De pronto, sienten que no necesitan seguir ciertos patrones de belleza. Todas quieren verse bien pero sin llevar algo falso. Está bueno que se vaya imponiendo esta idea de que no tenemos que ser perfectas”, reflexionó la vendedora que muchas veces ejerce de terapeuta de sus clientas al momento de una elección.

Un dato a tener en cuenta es que, si bien los modelos armados tienen mucho más trabajo y material, los precios se equiparan con los bralettes. En el precio todo suma: la marca, el género, las perlitas, los ganchos, los moñitos y todos los diferenciales que el diseñador imaginó. 

Imagen obtenida de Pinterest

La experiencia de Emilia Herrera con su emprendimiento de venta de lencería a través de Instragram fue diferente. Quizá porque fue directo al nicho que utiliza esta red social para seguir el pulso de las tendencias. “Al principio comencé vendiendo conjuntos con taza soft y recién después comencé a incursionar con estos nuevos modelos, obviamente de a poquito porque no sabía qué tal me iba a ir”, relata esta joven que, a la luz del éxito que tuvo con su apuesta, quiere estudiar diseño de indumentaria para crear su propia marca. 

“Cuando empecé a traer estos modelos las chicas me los quitaban de las manos. Cada vez son más lindos, más sensuales para que se vean como un complemento de la ropa que llevás puesta. La idea es poder utilizar la camisa abierta o que se vean las tiritas en la espalda o en el cuello, hay mil variantes para usar tanto de día como de noche”, agregó. “Ahora prácticamente no traigo armados, salvo por encargo, porque mis clientas me dicen que no los soportan porque el aro se les incrusta cada dos por tres. Por eso, cuando toman la decisión, no depende de la edad, ni de si tienen mucho o poco busto, más bien lo toman como un acto de libertad”, concluyó.