SEIS, SEIS, SEIS

(-> números, Bestia). Los libros apocalí­pticos suelen contener números y nombres secretos, que sólo los iniciados conocen. El más importante de todos es el Número de la Bestia en el Apocalipsis: “Hizo también que todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen grabada una marca en la mano derecha o en la frente. Y sólo quien llevaba grabado el nombre de la bestia o la cifra de su nombre podí­a comprar o vender. Aquí­ se debe aplicar la sabidurí­a. Quien se sienta inteligente pruebe a descifrar el Número de la bestia, que es Número humano: seis, seis, seis” (Ap 13,16-18).

(1) El número ele la Bestia. Comprar V vender. La identidad de la Bestia y el posible sentido cifrado de su número (6-6-6) sigue siendo un tema apasionante de estudio y adivinación para exegetas y curiosos. Pero en su origen debí­a ser un número bastante fácil de entender para los cristianos de las siete* iglesias a las que va dirigido el Apocalipsis (cf. Ap 2-3). El conocimiento de ese número sirve para mantener el compromiso cristiano; no es objeto de erudición abstracta. Este número de la Bestia no puede aludir a una cualidad interior, o a un pecado espiritual, pues va asociado a comprar y vender, en ámbito social y económico; no alude tampoco a un acontecimiento o suceso imprevisible que no se puede evitar, relacionado con la magia o las apariciones astrales, sino que pertenece a la vida social y está relacionado con el dinero (comprar y vender), pues aquellos que no lleven la marca de la Bestia no pueden hacerlo (cf. Ap 13,17). Quizá el mismo dinero es signo de Satán (cf. Mt 6,24 par: la Mamona es Satán objetivado). Pero, en otro sentido, ese signo indica algo más que el dinero: es la marca completa de aquellos que se integran al sistema del imperio; una marca que debe oponerse al Sello del Dios vivo, de los 144. 000 combatientes de Israel (Ap 7,1-8). La segunda Bestia ofrece su marca a los privilegiados de la sociedad, para que puedan comprar y vender, para bien común del imperio (no de sus pobres y/o cristianos). En esa lí­nea ha de entenderse el 6-6-6, como número opuesto al de los sellados por el Cordero.

(2) Un número de muerte. El Imperio romano quiso presentarse como primera sociedad global, capaz de ofrecer cauces de comunicación entre tribus, pueblos, lenguas y naciones (cf. Ap 13,7). Aparecí­a así­ como milagro de convivencia, ámbito de paz para los hombres. No era una nación-Estado, sino el Estado-imperio donde caben todas las naciones, cada una con su propia identidad y diferencias. Este es el milagro, lo nunca conseguido sobre el mundo: revelación de Dios en la historia. Por eso, su Número y signo debí­a ser la eternidad. Pues bien, en contra de esa divinización resisten y protestan los cristianos, en contra de ella se eleva el Apocalipsis, mostrando a través de este Número que Roma acaba siendo un signo de impotencia y muerte. Los romanos se creí­an enviados por Dios (por los dioses) para fundar y expandir su orden divino sobre el mundo, de manera que ellos tení­an que ser 7-7-7 (lo divino). Pues bien, en contra de eso, ellos son 6-6-6, una simple criatura, sometida a la impotencia y a la muerte, un deseo ineficaz de ser Dios.

(3) Descifrar el Número. La cuestión de la identidad más concreta del Número* (666, 6-6-6), aplicado al nombre de algún emperador, resulta secundaria. Parece que en aquel tiempo podí­a interpretarse sin dificultad. Sin duda, su sentido está relacionado con la lista de reyes (emperadores) que, partiendo del modelo ofrecido por Dn 7,25-27, esbozará Ap 17,11-14. Se trata de un número que puede calcularse con métodos de gematrí­a, utilizada por judí­os y griegos: cada Número es una letra y viceversa, de manera que el conjunto puede descifrarse como código cifrado… El problema empieza cuando se quiere dividir 666 (o 606, según otros manuscritos) en posibles cifras inferiores, utilizando, el alfabeto griego o hebreo (arameo) para calcular la suma o sentido de conjunto. Las combinaciones y lecturas propuestas desde antiguo son variadas y no resultan concordantes. Las más significativas son: Titán Latino, Nerón César, Cayo (= Calí­gula) César… Pero ninguna ha logrado convencer a la comunidad de los sabios exegetas, lo cual significa que el secreto se ha perdido con el autor y los destinatarios o que se trata de un secreto poco importante, que puede aplicarse de diversas formas. Es muy posible que el autor del Apocalipsis haya querido dejar abierto el tema del sentido concreto del número. Sólo ha querido indicar que se trata de un signo y un Número que es puramente humano, finito. Recordemos: la plenitud es Cuatro (hay cuatro vivientes, vientos, elementos: Ap 4,8; 7,1; 20,28); la revelación escatológica es Siete* (hay siete espí­ritus, candelabros, astros): el número de prueba es tres y medio (mitad de siete) con sus equivalentes (42 meses, 1.260 dí­as). Pues bien, el número de la humanidad finita es un seis repetido, que nunca llega a Siete, que nunca puede alcanzar la plenitud. Roma no es Cuatro (no es el cosmos entero), ni es Siete (no es Dios). Roma es un simple seis repetido e impotente, que destruye^ a quienes se apoyan en su fuerza. Este es el número de aquellos que ponen su seguridad en el Imperio, entregándole su libertad humana y/o cristiana. Aquellos investigadores o curiosos que buscan con inmensa erudición el sentido más oculto de ese número lo pueden estar repitiendo a lo largo de toda su vida, sin darse cuenta de que pueden haber caí­do bajo el poder del 6-6-6, que es la impotencia y violencia de la finitud.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra