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Utopìa y Praxis Latinoamericana

versión impresa ISSN 1315-5216

Utopìa y Praxis Latinoamericana v.11 n.34 Maracaibo sep. 2006

 

Sujeto moderno y naturaleza en el último Nietzsche 

Antonio PÉREZ-ESTÉVEZ 

Facultad de Humanidades y Educación, Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela 

RESUMEN

Desde sus primeros escritos, Nietzsche asumió una posición crítica hacia el sujeto moderno. Criticó su separación y enfrentamiento con la naturaleza y su soledad. En sus últimos escritos, profundizó su crítica. Tachó al sujeto moderno de heredero del hombre judío y cristiano, producido por el resentimiento y odio de la clase sacerdotal hacia la naturaleza y el cuerpo. La naturaleza lo es todo, para Nietzsche, y, fuera de ella, no existe nada. El idealismo, origen de toda negación y rechazo hacia todo lo natural y real, impregna todo el pensamiento occidental desde Platón, incluido el moderno de cuyo entorno nace el sujeto, reducido a pensamiento, a razón pura. De ahí que el sujeto moderno, como noúmeno o razón pura, sea, para Nietzsche, una idea ficticia transformada por obra de la mente humana en la máxima realidad de la modernidad. La naturaleza queda, de esa forma, despreciada y minimizada axiológica y onto-lógicamente. Su modelo de hombre será, por el contrario, aquél que diga sí a la naturaleza y a la vida, y acepte serenamente el amor fati o el destino.

Palabras clave: Nietzsche, sujeto, modernidad, naturaleza. 

Modern Beings and Nature in the Final Nietzsche 

ABSTRACT

From his early writings, Nietzsche took a critical position regarding modern beings. He criticized their loneliness, their separation and opposition to nature. In his final writings, he deepened his criticism. He accused modern man for being an heir to the idealism that infected Jewish and Christian thought, an idealism produced by resentment and hate of priests towards nature and body. Nature is all for Nietzsche, and outside of nature there is nothing. Idealism, the root of all negation and the rejection of everything that is natural and real, impregnates all western thought, from Plato on, including modern thought, in the environment of which the subject was born, reduced to thought and pure reason. That is why the modern subject, as noumenon or pure reason, is for Nietzsche, a fictitious idea transformed by the workings of the human mind into the maximum reality of modernity. Nature, in this manner, is depreciated and minimized axio-logically and ontologically. His model of man is, on the contrary, a being who says yes to nature and life, and serenely accepts fatal love or destiny.

Key words: Nietzsche. subject, modernity, nature. 

Recibido: 13-06-2006   Aceptado: 02-08-2006 

1. SUJETO MODERNO Y NATURALEZA 

Nietzsche, desde sus primeros escritos, toma con respecto al individuo humano y sujeto moderno una actitud de desconfianza y de crítica. Descubre desde su primera juventud el abismo que se ha producido entre el sujeto y el Uno primario o Naturaleza a la que el individuo humano no puede dejar de pertenecer. El sujeto ha colocado, en la Modernidad, a la Naturaleza enfrente y la ha llamado, en consecuencia, objeto (ob-iactum, Gegen-stand), es decir, lo que está arrojado enfrente o en contra. De esa forma, la Naturaleza se ha convertido en la enemiga del sujeto y también la enajenada y la esclavizada. El sujeto, en ese enfrentamiento, se ha aislado y roto todas la ataduras que lo ligan a la naturaleza. Es, dice Nietzsche, el hijo perdido de la Naturaleza y, a la vez, su avasallador y dominador1

El sujeto se ha convertido, en su empeño por negar la Naturaleza a la que pertenece, en razón pura, es decir, en una realidad abstracta o noúmeno metafísico que ha perdido y está privada de una firme y sagrada casa solariega. 

Ha roto sus raíces naturales y se ha convertido en un sujeto desarraigado, sin patria que sirva de fundamento a su vida. Desprecia el conocimiento unitario de los mitos primigenios de toda cultura e intenta saciar su soledad con las distintas ciencias analíticas que él mismo inventa y desarrolla, hurgando en las antigüedades más remotas2

Como remedio a este sujeto que se encuentra aislado de su madre, la naturaleza, propone al sujeto artista con el fin de rescatar la esencial relación y dependencia del individuo con respecto a la Voluntad cósmica o Naturaleza. El sujeto artista de Nietzsche conjuga la individualidad múltiple ensalzada en el arte apolíneo con la unidad radical de la Naturaleza en la que todo lo múltiple se pierde, defendida por el artista dionisiaco. De hecho, el individuo no es más que un ser fenoménico que viene a ser una de tantas manifestaciones del Uno primario o Naturaleza, que es Voluntad cósmica. Niega la pretendida substancialidad autónoma del sujeto moderno, y defiende su absoluta dependencia de la madre naturaleza. Quien intenta explicar el mundo sólo por la multiplicidad de los individuos que lo constituyen, tiene una visión parcial, incompleta y falsa. Detrás de los individuos, como raíz y madre de todos ellos, se encuentra la unidad de la Voluntad cósmica. Ejemplos de este sujeto artista nietzscheano son los protagonistas de las tragedias griegas de Esquilo y Sófocles. Eteocles, Prometeo, Agamenón, Clitemnestra o Edipo son la encarnación de la dualidad paradójica esencial del individuo: por un lado, la tendencia individualista del sujeto fenoménico a convertirse en una sustancia autónoma y libre, y, por el otro, su relación y dependencia absoluta de la Voluntad cósmica que mueve tanto las hojas de las plantas como la voluntad de los seres humanos. 

En realidad, Nietzsche no era el primero que denunciaba la soledad y aislamiento artificial del sujeto moderno y reclamaba el retorno a la unión con la Naturaleza. Lo habían hecho mucho antes Juan Jacobo Rousseau en pleno siglo de la Ilustración y, ya en el siglo XIX, todo el romanticismo artístico desde la literatura hasta Gesamtkunstwerk de Wagner. Rousseau en su Discurso sobre las Ciencias y las Artes (1749) había defendido que la degeneración del hombre iba a la par que el desarrollo de las ciencias y las artes. La razón última de esta degeneración la encuentra en que el hombre se había alejado paulatinamente de la naturaleza. Wagner, ya a mediados del siglo XIX, sostiene una nueva concepción de la ópera: en ella se utiliza el mito –Tannhäuser, Lohengrin, El anillo del Nibelungo, Parsifal– como nudo unitario en el que se fundirán todas las artes con la naturaleza, la música, la poesía, la danza, la arquitectura, la escultura y la pintura en un intento por retornar a la tragedia griega. Es la Gesamtkunstwerk, la obra de arte total. Antes, en el primer cuarto de siglo, los pensadores románticos alemanes como Novalis, Schelling, Fichte o Hegel defendieron el retorno del ser humano a la unidad con la naturaleza, en un esfuerzo por resolver la confrontación del sujeto con el objeto. Hölderlin explicaba que la estructura de la relación objeto-sujeto en la conciencia se fundamentaba en ´un todo, llamado ser, del que el sujeto y el objeto no son más que partes´. Y Schelling en su Naturphilosophie concebía la naturaleza como capacidad productora. El ser humano se encuentra dentro de la naturaleza pero manteniendo con el objeto una relación paradójica. Semejante a los dos polos contrapuestos de un imán que se necesitan mutuamente, la naturaleza objetiva y el ser humano se necesitan manteniendo esa tensión de oposición y enfrentamiento. En cuanto capacidad productora, la naturaleza no puede ser entendida como objeto, ya que es el sujeto de todos los predicados reales y posibles. Pero esa naturaleza productiva encierra ´una universal dualidad´ que consiste en una permanente confrontación del sujeto y el objeto, siempre fundamentada en una identidad que las une. La naturaleza se convierte, al decir de Schelling, en un sujeto absoluto productivo, cuyos predicados constituyen la naturaleza objetiva con la espontaneidad del sujeto pensante. La naturaleza, como sujeto absoluto productor, encierra, en su dualidad universal, tanto al sujeto pensante como al objeto pensado. 

Nietzsche, sin embargo, piensa que la manera de retornar a la naturaleza tanto de Rousseau o de Wagner, del que se aleja en un lento proceso existencial, como de los pensadores románticos alemanes, no era auténtica y sincera. Estaba tocada de hipocresía y falsedad, que la hacían inútil. En efecto, todos estaban infectados de idealismo, lo que, para Nietzsche, implicaba justamente la negación y el desprecio de lo natural. Por eso, denigrará de Rousseau llamándolo ´hombre moderno, idealista y canalla necesitado, dice, de la dignidad moral para soportar su propio aspect´3

Como idealista, Rousseau, se desprecia a sí mismo y, especialmente, su propio aspecto corporal. Su preocupación era la depravación moral del hombre y, para resolver ese problema, defendía la Providencia y necesitaba a Dios para maldecir la sociedad y la civilización4. A Wagner idealista y cristiano lo ataca Nietzsche en Der Fall Wagner (El caso Wagner) y, muy especialmente, en Nietzsche contra Wagner: son, dice en el prólogo, antípodas, wir sind Antipoden5. Esa misma raíz idealista, incluso más exagerada, será la causa del falso retorno al Uno de los Románticos alemanes Fichte, Schelling y Hegel. Para Nietzsche, sólo se salva de ese desastre romántico y de la cultura de la Revolución francesa, el genio de Goethe. En una lectura nietzscheana, Goethe se salva porque retorna a la naturaleza para unirse a ella de la manera elevada como lo hizo el Renacimiento. Ese retorno a la naturaleza como al Todo, lo lleva a combatir la separación entre la razón y la sensibilidad, entre el sentimiento y la voluntad, como venían haciendo los modernos, en concreto, Kant, a quien considera el antípoda de Goethe. Éste se plasma y se realiza a sí mismo como una parte del todo natural o cosmos en el que se asume con un fatalismo sereno y confiado. De ahí deduce que solo lo particular es abyecto, y que en el Todo se afirman y redimen todas las cosas6

II. EL SUJETO MODERNO: SUS CARACTERÍSTICAS 

En su última época (1888) Nietzsche continúa defendiendo, como premisa fundamental de su pensamiento, que el ser humano es naturaleza, die Natur die wir sind, y que la enfermedad del sujeto moderno consiste precisamente en haberse alejado de la naturaleza7. No existe la Naturaleza en un lado y, en el otro, el ser humano como sujeto, y ambos contrapuestos. El ser humano es naturaleza, forma parte de la naturaleza. La naturaleza lo es todo y fuera del todo no existe realmente nada8. El ser humano, por tanto, no puede situarse y existir fuera del todo o de la naturaleza. Y si la naturaleza lo es todo, y en ella se da solo la necesidad, el ser humano es también algo necesario, un trozo de necesidad. La fatalidad, el fatum nos rige y el libre albedrío o libertad de elegir es una simple ilusión. 

“Es imposible, dice Nietzsche, demostrar otro tipo distinto de realidad” 9. De ahí que no tenga sentido hablar de un mundo distinto y contrapuesto a este natural y sensible al que pertenecemos. No existe más que este mundo sensible y material del que formamos parte. Hablar de cualquier otro mundo imperceptible, además de que no tiene sentido, supone siempre rebajar el valor de éste, especialmente cuando se afirma que ese otro mundo imperceptible es mejor, y vivir en él entraña disfrutar de una vida mejor que aquella de la que disfrutamos en este mundo10. Inventar otro mundo eterno y verdadero y contraponerlo a este perecedero y falso, es la consecuencia de una mala y frustrante relación con el único mundo al que pertenecemos. Esta vida nuestra, igual que toda la vida que nos rodea, forma parte de la naturaleza y no existe otra vida distinta y mejor que ésta. Hablar de otra vida mejor e imperecedera implica rebajar y acusar a esta vida de algo malo y perverso11

Como consecuencia de esta doctrina unitaria, Nietzsche siente desprecio por el hombre moderno tal como lo entiende la Ilustración y, en concreto, tal como lo entiende Kant. Este sujeto moderno e ilustrado es el antípoda de su concepción dionisiaca de ser humano, encarnado en Goethe. Las características de este sujeto moderno las tomamos de la negación de las que Nietzsche atribuye a su hombre modélico encarnado en Goethe y se pueden resumir de la siguiente manera12

a. Ha roto la dependencia del todo natural y se ha enfrentado –como sujeto– a la Naturaleza convertida en objeto. 

b. Se desprende de la vida y de la muerte para convertirse, como espíritu o razón pura, en una entidad inmortal. 

c. Divide y separa la razón de la sensibilidad y la voluntad del sentimiento. 

d. Separado y enfrentado a la naturaleza, el ser humano se vuelve una sustancia autónoma, capaz de actuar a partir de un acto voluntario propio y en contra de la naturaleza. 

e. El sujeto humano, autónomo y contrapuesto a lo natural, está dotado de libertad para hacer su vida y hacer la historia. 

f. El individuo humano, en la modernidad, es el fin último de toda estructura socio-política, de manera que la familia, la sociedad y el estado deben estar en función de la realización libre de la persona humana. 

g. También la naturaleza ha de estar supeditada a los fines e intereses de los individuos humanos. 

Detengámonos un momento a explicar estas características. 

El sujeto moderno viene separándose de la naturaleza desde los tiempos lejanos de Sócrates y Platón. Pero desde Descartes y más tarde con Kant, el sujeto moderno se concibe como contraposición a objeto, a lo que está arrojado enfrente, tal como expresa la palabra objeto (ob-jactum). En Descartes el sujeto es pensamiento, origen de toda verdad universal y necesaria. El objeto, por el contrario, es reducido a extensión, a una realidad con tres dimensiones mensurables. En Kant el objeto queda reducido a fenómeno, a lo que se nos muestra o aparece. Pero este fenómeno es el producto de una organización formal del material caótico que afecta nuestros sentidos, producido por el sujeto a través de sus formas a priori de la sensibilidad y del entendimiento. La realidad fenoménica no posee consistencia óntica independiente del sujeto, el cuál es la causa formal productora de esa realidad fenoménica. No puede darse objeto sin sujeto. El sujeto se convierte en Razón pura, en sujeto trascendental, en noúmeno o ´cosa en sí´; por tanto, la única realidad con consistencia óntica propia, aunque no seamos capaces de percibirla. 

Ese sujeto moderno, reducido a pensamiento y a razón pura, se ha desvinculado de su realidad corpórea que tiene vida, es decir, que nace, crece y muere. Se ha convertido en algo que está más allá del tiempo y del espacio y más allá de la vida y de la muerte. Se ha convertido en espíritu o razón pura, en sujeto trascendental, es decir en una entidad desincorporada e inmortal. Este sujeto moderno se ha convertido en una idea universal e inmortal reconvertida, a su vez, en la verdadera realidad por obra del idealismo. El sujeto es la realidad auténtica y originaria. La realidad natural, sensible y corpórea que vive y muere, por el contrario, es menospreciada y reducida a fenómeno o una derivación del sujeto. 

Consecuencia de esa separación y enfrentamiento entre sujeto y objeto o naturaleza, en el ser humano se procede, en un proceso esquizofrénico, a separar el alma del cuerpo, la razón inteligible de la sensibilidad corpórea, la voluntad del sentimiento. Al alma, que, al decir de Nietzsche, es una idea ficticia sin referente a realidad alguna sensible, se le atribuyen unas facultades –razón, entendimiento y voluntad– por medio de las que actúa. La razón inteligible comprende y capta las verdades teóricas universales y necesarias mientras los sentidos captan solo lo particular sensible. La voluntad produce acciones voluntarias y libres mientras el sentimiento produce sensaciones –de miedo, de odio, de amor, de envidia– como respuesta a afecciones que recibimos de la realidad externa. En esta dualidad del sujeto moderno, prevalece la entidad inteligible –razón pura, voluntad, sujeto trascendental– sobre la corporalidad sensible. 

Separado y enfrentado a la naturaleza, el sujeto moderno se vuelve una sustancia autónoma. Puede actuar sin necesidad de recurrir a la naturaleza, que, en el ser humano, es su cuerpo sensible existiendo en un espacio y un tiempo concretos. Este sujeto trascendental puede producir un pensamiento puro o formal, universal y necesario, y querer una acción totalmente libre, desvinculada de cualquier sentimiento corpóreo. Sobre la base de una razón pura práctica (voluntad pura) construye Kant su moral del deber. La historia va a ser entendida como un progreso lento pero indetenible hacia una organización social en la que reine la moral como manifestación de la razón pura práctica. 

Es el individuo humano, en cuanto razón pura y sujeto trascendental, la finalidad de toda la historia y de toda estructura socio-política. La historia avanza, a través del progreso en las estructuras socio-políticas, hacia la realización plena del ser humano que consiste en su absoluta libertad como razón pura práctica. A esta concepción teleológica de la historia y del ser humano se opondrá Nietzsche, al afirmar que en la naturaleza o el todo que es, no se dan ni fines particulares ni fines universales. La finalidad es otra idea ficticia inventada por los idealistas que nada tiene que ver con la realidad natural. 

Para la Ilustración, incluso la naturaleza está supeditada a la realización del ser humano. La naturaleza ha de estar en función del individuo humano en su progreso hacia su plenitud como razón pura y sujeto trascendental. 

Contra este sujeto moderno, enfrentado a la realidad natural y aniquilador de la misma, levanta su voz Nietzsche. Si todo lo que existe es sólo lo encerrado en la naturaleza y percibido por los sentidos, el sujeto moderno, entendido como razón pura o sujeto trascendental, distinto y enfrentado a esa realidad natural, no existe realmente. Es una idea ficticia, inventada por la mente humana. El sujeto moderno –razón pura y sujeto trascendental– es una consecuencia de la capacidad que el sujeto tiene de producir ideas ficticias, sin referente alguno en la realidad, y convertirlas arbitrariamente en realidad suprema. El sujeto moderno es el heredero del idealismo, con raíces socrático-platónicas, pero popularizado y extendido primero por el Judaísmo y, más tarde, por su heredero el Cristianismo. Para Nietzsche, el ser humano es sólo y exclusivamente naturaleza o cuerpo sensible: naturaleza viviente, pensante y volente. Cualquier otra entidad que añadamos –alma, espíritu puro– es una idea ficticia inventada por nosotros sin referente alguno en la realidad. La concepción dual alma-cuerpo, con predominio del alma sobre el cuerpo, que ha atravesado la tradición occidental, desde Platón, y que ha servido para explicar la esencia del ser humano, no es una explicación válida y objetiva. Es una concepción idealista, que ha servido para consagrar una relación negativa del ser humano con la naturaleza o el todo. 

III. SUJETO MODERNO E IDEALISMO 

Hacia este ser humano, tal como lo ha entendido la Ilustración y, en concreto, su representante más insigne, Kant, Nietzsche siente un rechazo y un desprecio total. Textualmente dice: “Para no dejar ninguna duda sobre qué es lo que yo desprecio, sobre quién es al que yo desprecio: es al hombre de hoy, el hombre del que yo soy fatalmente contemporáneo. El hombre de hoy –yo me asfixio con su sucio aliento...”13

No solo es desprecio, lo que siente Nietzsche por el hombre moderno. Es también repugnancia y asfixia por tener fatalmente que convivir con él en una atmósfera tan sucia en la que se torna imposible respirar. Es además una actitud racional, profundamente meditada y razonada. 

El rechazo al sujeto moderno se debe a que lo considera una contradicción fisiológica consigo mismo. En efecto, el ser humano es, como ya hemos dicho, naturaleza y forma parte del todo natural; pero el hombre moderno pretende enfrentarse a la naturaleza y se declara un ser anti-natural, lo que encierra no solo una contradicción lógica sino, lo que es peor, una contradicción fisiológica14. Los instintos del hombre moderno –los instintos naturales y los artificiales o culturales– entran en conflicto unos contra otros, se obstruyen y se destruyen mutuamente. 

Si no existe más realidad que el todo de la naturaleza, cualquier otra entidad será una invención, una idea del ser humano. Por eso, para Nietzsche, toda apelación a una doble entidad distinta de esta real de la naturaleza, es idealismo. Otro mundo verdadero, otras entidades como alma, Dios, espíritu, razón pura, distintas y contrapuestas a la naturaleza, son invenciones e ideas producidas por la mente humana. Esta necesidad de inventar mundos y entidades distintas a la naturaleza, todo ese mundo de ficción tiene su raíz en el odio a lo natural (la realidad), es expresión de un profundo descontento con lo real... pero con esto queda aclarado todo. El sujeto moderno es, en este sentido, una entidad ficticia, ideal y anti-natural, producida por la mente y la cultura modernas. ¿Quién es el único que tiene motivos para evadirse, mediante una mentira, de la realidad? El que sufre a causa de ella. Pero sufrir a causa de la realidad, significa ser una realidad fracasada... 

La causa de todo ese conjunto de entidades ficticias es el odio a lo natural, a la realidad. Dios, el alma, el Yo, el espíritu puro y la razón pura, todo lo que se encuentra en el más allá, es el resultado de una relación de odio y de profundo descontento con todo lo real que es la naturaleza. Sólo el que sufre en su relación con lo real, el que siente displacer y se siente fracasado en su contacto con el mundo real, es el que tiene la necesidad de inventar otro mundo y otras entidades distintas y contrapuestas a la naturaleza, en las que recrearse plácidamente. Y una vez inventadas como ideas y asumidas éstas como auténticas realidades, la naturaleza y la vida, como parte de ella, se convierten en sombras o pseudo-realidades, en algo abyecto –verwerflich–, como bien dice Nietzsche, tal como sucede en todo idealismo que, en el fondo, es platonismo. Y en torno a estas entidades ficticias, el ser humano construye una serie de ciencias que se dedican a estudiar entidades ficticias o imaginarias como la teología –estudio de Dios–, la sicología racional –estudio del alma– o la misma filosofía en cuanto estudio del sujeto moderno.. 

La idea de ´Dios´ como el Ser perfecto, la suprema realidad, el ens realissimum, es la declaración suprema de hostilidad a la vida, a la naturaleza, a la voluntad de vida. Una vez inventada la idea de Dios, como la verdad y el valor supremos, la naturaleza aparece como lo despreciable. “Dios, fórmula de toda calumnia del más acá, de toda mentira del más allá! ¡En Dios, se diviniza la nada y se hace santa la voluntad de la nada!”15

La creencia en Dios significa entrar en el mundo mentiroso del más allá que es el mundo de la nada. Mentiroso por convertir en la suprema realidad lo que es simplemente una construcción imaginaria, una idea, la nada real. Con la idea de Dios, la nada queda divinizada y la voluntad de la nada sacralizada, es decir, entronizada como verdad suprema, para ser adorada. La realidad natural, por el contrario, queda despreciada y reducida a algo abyecto. 

Con el idealismo el centro axiológico y ontológico se desplaza a las ideas, a las entidades imaginarias –Dios, el alma, el Yo–, con el fin de relegar a un segundo plano a las únicas realidades que existen, a saber, la naturaleza, y la vida como parte de esa naturaleza. En el ser humano, la creencia en el alma y en su inmortalidad, como valores supremos, hace que se haya despreciado la vida, el cuerpo con sus instintos naturales. La propuesta de los humanistas idealistas la resume Nietzsche en pocas palabras: “Vivir de tal modo que ya no tenga sentido vivir, eso es lo que ahora se convierte en el ´sentido´ de la vida”16

Hablar de espíritus puros (Dios, los ángeles, el alma), como hace el Cristianismo, o de razón pura, como hace Kant, sin tener en cuenta el cuerpo, ´la envoltura mortal´, con su sistema nervioso y sus sentidos es, dice Nietzsche, pura estupidez, una enorme equivocación. Cuando se renuncia a explicar muchas de las acciones humanas por sus causas naturales para atribuirlas a estas entidades inventadas o fantasmas supersticiosos y darles un valor moral con su premio o con su castigo correspondiente, es simplemente dotar a los seres humanos de una falsa educación y acabar con el presupuesto de todo conocimiento verdadero. “Se ha cometido entonces el máximo crimen contra la humanidad”17

IV. EL SUJETO MODERNO, NEGADOR DE LA VIDA 

El ser humano forma parte del todo o naturaleza a través de su cuerpo viviente. Somos naturaleza viviente. En razón de que somos seres vivientes, la visión que tengamos de la vida condiciona nuestra creación de valores. Todos nuestros valores son la consecuencia de la actitud que tengamos hacia la vida. Nuestra moral anti-natural, afirma Nietzsche, responde a la óptica que a lo largo de siglos hemos tenido de la vida. Si aceptamos la vida y la abrazamos tal como se nos presenta, como instinto de crecimiento, de supervivencia, de acumulación de fuerza, de poder18, es decir, con todo lo positivo y negativo –dolor y placer– que le acompaña, tendremos una visión afirmativa de la vida. Si, por el contrario, sentimos recelo y reparo ante la vida, poseemos una débil voluntad de poder y le tememos e intentamos negarla, en ese caso, tendremos una visión negativa de la vida; es la decadencia y el ocaso. Cuando la idea ficticia de Dios pasa a ser el valor axiológico y ontológico supremo, el ens realissimum, la vida corporal y sensible –que es, para Nietzsche la única que existe– queda repudiada y debilitada. La vida como consecuencia de todo idealismo, es considerada sólo como vida decadente, enervada, cansada y condenada. Y la moral tradicional, consecuente con la idea de Dios, está fundamentada en la negación de la voluntad de vivir. En términos nietzscheanos: “Es el instinto mismo de decadencia que de sí mismo produce un imperativo; dice: ´¡sucumbe!´ –es el juicio del condenado”19

Dos son las visiones que podemos tener de la vida: o bien la consideramos como una realidad afirmativa y la aceptamos tal como es; o bien, la consideramos como algo negativo que tenemos que repudiar y negar. La primera visión hace de la vida el valor supremo y la acepta con toda su fuerza y vigor: es la vida ascendente que se esfuerza por obtener las condiciones óptimas para vivir. Si, por el contrario, quien juzga a la vida como algo negativo que hay que repudiar y negar, entra en el círculo de la decadencia, de las enfermedades crónicas que desvalorizan la vida y la hacen deleznable. 

La época moderna, con su modelo de ser humano, es un modelo de cultura decadente. Defiende y elige siempre la vida cómoda y placentera. Nuestras costumbres suaves son consecuencia de la decadencia del hombre o sujeto moderno. A esta actitud decadente ante la vida, la acompañan los sentimientos vindicativo y rencoroso como atributos de la debilidad. Y estos sentimientos de venganza y de rencor son la consecuencia del resentimiento, producido por la memoria de la mala relación del ser humano con su entorno físico-social. El recuerdo persistente de lo que nos molesta, dice Nietzsche, es una llaga purulenta y el resentimiento la enfermedad de los débiles20

La dureza de las costumbres, el reto o desafío ante las dificultades son, por el contrario, consecuencia de una vitalidad exuberante, dispuesta a ponerse en riesgo y derrocharla. La cultura de Roma, la mora española o el Renacimiento, son para Nietzsche, modelos de culturas ascendentes y afirmativas: Culturas que dicen sí a la vida, que asumen al pathos agresivo como un atributo de fuerza y mantienen con el entorno físico-social una relación de oposición y enfrentamiento, para probar constantemente la medida de su fuerza agresora21. Vida ascendente equivale a vida fuerte capaz de enfrentar y superar dificultades. De hecho, la vida fuerte busca enemigos y contrincantes poderosos que le ayuden a crecer, de manera semejante a como el filósofo guerrero reta y desafía los problemas. 

La vida ascendente tiene sus virtudes que la acompañan y la caracterizan y vicios que rechaza y desprecia. La vida ascendente va acompañada de la virtud del egoísmo, del amor por sí mismo que se muestra por la actitud agresiva del sujeto hacia todo lo que no es yo. Nada de compasión o amor hacia el otro decadente. La vida ascendente considera como vicios a evitar, además de la compasión o amor al prójimo, la venganza y el rencor como consecuencia del resentimiento. El resentimiento es la gran característica del débil. La persona que no tiene una relación positiva y de placer con su entorno físico y/o social, debido a que las cosas o las personas se nos acercan de una manera molesta, desarrolla una gran capacidad para recordar las acciones negativas que le afectan y que van dejando una especie de llaga purulenta en su conciencia. Efectos de esa llaga en la que se convierte el recuerdo de una mala acción o relación, son el rencor y el deseo de venganza hacia quienes suponemos que nos han afectado o nos pueden afectar. Pero el resentimiento, con sus compañeras el rencor y la venganza, a nadie perjudican más que al débil mismo. “Nada consume tan de prisa como los efectos del resentimiento....El resentimiento es lo propiamente prohibido al enfermo, su mal; por desgracia también su propensión más natural”22

Por el contrario, el hombre fuerte de vida ascendente olvida fácilmente cualquier desencuentro y logra superarlo con respuestas positivas como la de pedir un favor a quien le ha molestado. El predominio de experiencias positivas de quien disfruta de una vida ascendente, facilita el olvido de las pocas experiencias negativas que puede sufrir. El rencor y su hija la venganza no tienen cabida en su mente. Nietzsche confiesa que su filosofía: “Ha entablado batalla a los sentimientos de rencor y resentimiento, incluso en la doctrina del ´libre albedrío´; la lucha contra el Cristianismo es tan solo un aspecto particular de esta batalla... Tomarse a sí mismo como fatalidad, no querer ser ´de otra manera´ –he aquí, en situaciones semejantes, la magna ratio propiamente dicha”23

Su filosofía con la negación del libre albedrío y la aceptación de la fatalidad, el amor fati, hace que desechemos todo concepto de culpa y de pecado. Somos fatalmente lo que somos y no tenemos que arrepentirnos de ninguna acción ni tener el deseo de cambiar y ser de otra manera. Esa actitud de aceptar que todo pasa porque tiene que pasar, conduce a no buscar culpables ni pecadores. Al asumir que nuestro ser es como tiene que ser, hacemos que desaparezcan de nuestra conciencia también los sentimientos de rencor y de venganza. El cristianismo ahonda en el sentimiento de culpa y de pecado: el recuerdo de lo que hemos hecho mal hemos de tenerlo siempre ante los ojos para desarrollar un sentimiento de auto-desprecio, de odio y de venganza en contra de nosotros mismos, de arrepentimiento o deseo de ser de otra manera. 

La aceptación de la vida como valor supremo, supone aceptar como positivo todo lo que tiene relación con ella, a saber, el placer y el dolor que le hacen compañía. El sexo, tan despreciado y negado por el cristianismo y Schopenhauer, es el inicio de la vida y debe, por tanto, ser apreciado como algo positivo. De igual manera es signo de vida ascendente la actitud guerrera de quien está acostumbrado a entender la vida como tragedia, es decir, quien está acostumbrado a sufrir y busca el sufrimiento, propio o ajeno, como manifestación fundamental de la vida. Es el hombre heroico que ensalza su existencia con la tragedia y con la bebida de dulcísima crueldad24

El sujeto moderno, como producto de un idealismo crónico, se ha visto reducido, como ya hemos dicho, a pensamiento, razón pura o sujeto trascendental. La vida y la muerte, el espacio y el tiempo en los que se hace la vida han desaparecido de ese sujeto moderno. Siguiendo los cánones del idealismo, el sujeto moderno ha despreciado y rechazado la vida y se ha trasformado en un ser humano universal y eterno, desprendido de toda relación con la única realidad existente que es la realidad natural. Pero este rechazo y repugnancia por la vida y lo natural, es consecuencia de la mala relación que el ser humano, en la cultura occidental, ha venido teniendo con la naturaleza de la que forma parte. El ser humano moderno es, por tanto, la consecuencia de una vida enferma, débil y despreciable. El sujeto moderno, sin vida y sin muerte, sin dolor y sin placer, es un ser abyecto, ist verwerflich. 

V. EL SUJETO MODERNO HEREDERO DEL JUDAÍSMO Y DEL CRISTIANISMO 

El idealismo se inició, para el joven Nietzsche, con Sócrates y Platón. El mundo de los universales y de las ideas fue la primera manifestación del idealismo occidental. Con él el centro ontológico se trasladó del más acá al más allá. Pero quienes promovieron y popularizaron el Idealismo, fueron, primero, el pueblo judío y, más tarde, el Cristianismo. 

Los judíos, dice Nietzsche, falsificaron radicalmente la naturaleza, privándola de toda naturalidad, es decir, de toda realidad tanto del mundo interior como del mundo exterior. Volvieron al revés y de manera irreversible la religión, el culto, la moral, la historia, la sicología, convirtiendo estas cosas en la contradicción respecto a los valores naturales. Pero este hecho por el que volvieron al revés todo su ámbito cultural, no se dio desde el comienzo de la Historia de Israel. Desde el principio hasta la época de los Reyes, su Dios, Yahvé, era sólo el Dios de Israel y mantenían con Él una relación natural. Yahvé era la expresión del poder, de la alegría y de la esperanza, y de Él aguardaban la victoria, la salvación y todo lo que el pueblo judío necesitaba, especialmente la lluvia. Yahvé estaba vinculado a la conciencia de poder del pueblo judío. Pero cuando, a partir de la consolidación de la institución clerical con Moisés, el pueblo judío, en el destierro, se enfrentó a la amenaza de desaparecer como pueblo, y dejar de ser, decidió ser a costa de lo que fuera, abandonó su relación natural con Yahvé para, escondiéndose, falsear toda realidad, tanto la interior como la exterior25

La influencia del sacerdote en todas las religiones, ha sido tremenda. El sacerdote ´santifica´ todo lo que toca que son todos los acontecimientos importantes de la vida humana, lo que equivale a decir que los desnaturaliza. El nacimiento, el desarrollo, el matrimonio, la enfermedad, la muerte, la comida, todo es santificado por el sacerdote y, en consecuencia, desnaturalizado. Su valor natural, como momentos importantes en el proceso de la vida, es abandonado y se convierte en algo santificado, es decir, en algo cuyo valor no se encuentra en el acontecimiento natural mismo sino que deriva de esa entidad ficticia llamada Dios. El nacimiento, el crecimiento, el matrimonio, la muerte o la comida pierden su intrínseco valor natural y vital para adquirir el valor de lo sagrado, por la relación que dice con la entidad imaginaria de la Divinidad26

El sacerdote es, en términos nietzscheanos, un parásito santo que va chupando el valor que los acontecimientos naturales de la vida tienen en sí mismos, y busca una entidad imaginaria, Dios, que les otorgue un valor artificial: el valor de lo santo o lo sagrado. Valor de lo sagrado que se fundamenta en la obediencia ciega a todo lo que diga la Divinidad por boca de los sacerdotes con su premio correspondiente. La no obediencia es rebeldía a Dios y al sacerdote, y entraña culpa y castigo. En el destino de los individuos y de los pueblos manda la voluntad de Dios, que es, a la vez, la voluntad del sacerdote, castigando o premiando, según el grado de obediencia. En el reino de Dios, mandan, castigando y premiando, los sacerdotes27

El sacerdote ha transformado, falseándola, toda la historia humana –comenzando por la del pueblo judío, narrada en la Biblia– en historia sagrada o religiosa, contradiciendo toda tradición y toda realidad histórica. El criterio para juzgar todo acontecimiento humano radica en observar si responde a los mandatos de la voluntad divina, que coincide siempre con la voluntad del sacerdote. Si los acontecimientos responden a la obediencia de la voluntad de Dios, serán positivos por ser el premio a tal obediencia. Si, por el contrario, los acontecimientos no son consecuencia de la obediencia a Dios, serán considerados como negativos y como castigo de la Divinidad. Con la imposición de tal código, el sacerdote terminó construyendo su propio imperio, al que llamó ´el reino de Dios´, bajo el pretexto de obedecer los mandatos de la voluntad divina, los cuales, en el fondo, eran los suyos. Dios y la moral quedan absolutamente falseados, al ser utilizados como medios para construir el imperio del sacerdote28

Es necesario, para el sacerdote, la existencia del pecado como desobediencia a la voluntad de Dios, que es siempre la del sacerdote. A través del pecado el sacerdote ejerce su poder en las conciencias de todos los fieles, obligándolos a hacer penitencia por sus pecados. El sacerdote vive de los pecados, tiene necesidad de que se peque. De ahí que la tesis central de toda religión institucionalizada, como el judaísmo y el cristianismo, reza así: “Dios perdona a quien hace penitencia“lo que en lenguaje popular significa que Dios perdona a quien se somete al sacerdote”29

La otra religión atacada por Nietzsche, como promotora de valores de decadencia, es el Cristianismo. El fundador e inventor del Cristianismo sin Cristo fue Pablo de Tarso, el judío eterno por excelencia, el genio del odio, de la visión del odio, de la lógica implacable del odio. En el Cristianismo de Pablo se encarna el tipo humano contrario al de la ´buena nueva´30. Cristo aceptaba como única realidad, la vida interior; la realidad exterior era, al contrario, solamente un signo o símbolo de la interior. Su hombre es también un hombre interior en el que se encuentran la vida, la verdad y la luz como significando esa interioridad oculta. El mundo exterior, la naturaleza quedan reducidos a símbolos o signos de esa otra realidad interior31. Con Pablo, el instinto de odio y de venganza del Rabino penetró la nueva religión cristiana: borró el ayer, el anteayer del Cristianismo, inventó una historia del Cristianismo primitivo, y los utilizó en función de sus fines que no eran otros que el de erigirse como amo y señor de la comunidad. Le convenían sólo los conceptos, las doctrinas y los símbolos que sirvieran para tiranizar las masas y organizar la grey32. Para eso, falseó toda la historia de Israel presentándola como si todos los profetas hubiesen hablado del Redentor tal como él lo entendía. Falseó el Evangelio, sustituyendo la ´buena nueva´, que consistía en la ausencia en los Evangelios de los conceptos de culpa, de pecado, de castigo y de premio33 por la ´mala nueva´, el disangelio, en el que estos conceptos son fundamentales. Para Pablo era necesaria la fe en la resurrección de Cristo que recogía, divinizándola, la doctrina insolente y nihilista de la inmortalidad de la persona. De esa manera, retomaba de los judíos el odio a la realidad y a la vida. 

La Iglesia, siguiendo los pasos paulinos guiados por el odio y la venganza, habría más tarde de falsear la historia de la humanidad para considerarla como prehistoria del Cristianismo34. También Mahoma tomaría de Pablo su afán de poder, y establecería la tiranía de los sacerdotes, organizando su grey por medio de su fe en la inmortalidad, lo que supone también la doctrina del ´juicio final´35. El cristianismo, por tanto, se va a caracterizar, a semejanza de la sociedad sacerdotal judía, por el odio a la realidad y la aversión a todo lo que existe en el espacio y en el tiempo, a todo lo físico, a todo aquello que nos hace habitar en un mundo como si fuera nuestra casa, y por la creencia en lo inaprensible, en lo inconcebible que implica habitar únicamente en un mundo irreal, interior, verdadero y eterno, a saber, el reino de Dios que está dentro de nosotros36

El retorno a la realidad y al aprecio de la vida, como parte de esa realidad, obliga a Nietzsche a proponer una ley contra el Cristianismo sacerdotal que es válida también contra el Judaísmo y cuyo artículo primero reza textualmente de la siguiente manera: “viciosa es toda especie de contra-naturaleza. La especie más viciosa de hombre es el sacerdote: él enseña la contra-naturaleza. Contra el sacerdote no se tienen razones, se tiene el presidio”37

Los sacerdotes terminan explicando todo lo natural a partir de la voluntad de Dios y de la obediencia que todo lo creado, incluido el ser humano, debe a esa voluntad. La vida y la historia de los hombres y los acontecimientos naturales van a ser explicados, por los sacerdotes, mediante los conceptos de culpa, premio y castigo, columnas de todo el orden moral. El premio es la consecuencia de la obediencia a la voluntad divina; el castigo es la consecuencia de la desobediencia a la idea ficticia de la voluntad de Dios. La causalidad natural de causa-efecto y la objetividad quedan, de esa forma, relegadas y menospreciadas. La explicación de todo acontecimiento se busca, en las sociedades clericales, en fuerzas ocultas y misteriosas que responden a la voluntad de Dios. De ahí, el miedo que el sacerdote siente ante el peligro encerrado en la ciencia, al intentar explicar todo en base a los conceptos naturales de causa y efecto. La invención de ideas como Dios, los espíritus, las almas, pretenden dar una explicación anti-natural a todos los sucesos que se producen en la naturaleza. Al falsear los procesos naturales y al negar la explicación científica en base a los conceptos de causa y efecto, los sacerdotes borran y destruyen la base misma de todo conocimiento, la objetividad. De esa forma, se perpetra, para Nietzsche, el máximo crimen en contra de la humanidad38. De hecho, la ciencia se desarrolla a partir del momento en que, dejando a un lado las explicaciones religiosas metafísicas, se acepta la realidad, y el conocimiento sensible es el criterio único de verdad. El proceso que ha seguido la ciencia moderna se ha fundamentado en agudizar el conocimiento sensible a través de instrumentos –telescopios y microscopios– que lo hacen más preciso y profundo39. Lo demás no es ciencia sino monstruosidad. 

De esta tradición religiosa judeo-cristiana en la que el poder del sacerdote, movido por su odio a lo natural y a lo real, desnaturaliza todo suceso y toda la historia humana, y la convierte en sagrada, nace el concepto de sujeto moderno. La concepción de Dios como la anti-naturaleza, hace que el sacerdote vaya privando a todo suceso de su valor natural para asignarle un valor artificial y ficticio, derivado de su relación con Dios. El concepto de un ser humano que sea responsable de sus acciones ante la Divinidad, es necesario para que los sacerdotes establezcan su dominio sobre una sociedad. El sacerdote será el juez que decida cuáles son los mandatos de Dios, que coincidirán siempre con los suyos, y quién los obedece o desobedece. La obediencia conlleva el premio y la desobediencia el pecado y el castigo divinos. El sacerdote será el único intérprete de la voluntad divina y el único juez que evaluará todas las acciones de los hombres, es decir, toda la historia humana. De hecho, la historia humana se convertirá, por obra del sacerdote, en historia sagrada. El ser humano entendido como alma inmortal o espíritu puro y libre, responsable de todas sus acciones ante Dios, es fundamental para entender la doctrina de la Ilustración que reduce el ser humano a un noúmeno, razón pura o sujeto trascendental. La inmortalidad, con su carga de odio al cuerpo y a la vida, es decir, a la naturaleza y a la realidad, se traslada del hombre judeo-cristiano al sujeto moderno. Éste sujeto –a semejanza del hombre judeo-cristiano– es una entidad desincorporada, un espíritu puro, una realidad fantasmagórica totalmente separada y enfrentada con la naturaleza, elaborada por la mente humana y convertida en la entidad superior y dominante del ser humano. La autonomía del sujeto en su actuar, será una de sus características básicas y la manifestación evidente de su radical libertad. Tendrá su ámbito propio, el reino de la libertad, contrapuesto y sin contacto alguno con el ámbito de la necesidad natural, regido por los conceptos de causa y efecto. 

VI. CONCLUSIÓN 

Desde sus primeros escritos Nietzsche se nos presenta como un crítico radical del sujeto moderno y de la Modernidad. Su convicción de que la Naturaleza, el Uno primario es el todo y de que fuera de ese todo no existe nada, lo lleva a la conclusión que el sujeto moderno ha cometido el tremendo error de ubicarse fuera y enfrente de la Naturaleza y del Todo. Ya en Nacimiento de la Tragedia había afirmado que el ser humano moderno se había desligado de la naturaleza y, de esa forma, había perdido sus raíces y la casa solariega de donde provenía. El hombre moderno se había quedado prisionero de la soledad de su ser sujeto contrapuesto al ser objeto de lo natural. 

En esta última época, Nietzsche va a llegar más lejos. Va a decir que el sujeto moderno, tal como lo entiende la Ilustración y, especialmente Kant, es un sujeto ideal, o sea, una pseudo-realidad o una realidad ficticia. En efecto, el sujeto moderno kantiano ha quedado reducido a razón pura, a noúmeno, a sujeto trascendental, desvinculado totalmente del cuerpo y de toda realidad sensible. Si la Naturaleza abarca todo lo corporal perceptible por los sentidos, el sujeto moderno es una realidad anti-natural. Fuera de la naturaleza que es el Todo, no hay nada. Por eso, toda entidad extra-corpórea o extra-sensible no pertenecerá al ámbito del ser y de los entes, sino al ámbito de las ideas o de la producción ficticia de nuestra mente. La razón pura o sujeto trascendental, igual que Dios o el alma, son entidades ficticias, producidas por la mente humana sin referencia a entidad alguna existente. Realidades ficticias que, por otra parte, son convertidas por la mente en entidades onto-lógicamente más importantes que las realidades sensibles naturales. Mientras el alma, Dios o la razón pura son noúmenos o cosas en sí, las realidades sensibles naturales quedan minimizadas a fenómenos cuya consistencia óntica es una mezcla de lo que nos viene dado en la sensación –la materia– y de lo que el sujeto aporta –las formas a priori–. 

Esta huida de la realidad natural hacia la convicción de que el que mundo nouménico, ideado por el sujeto moderno, es el único ontológicamente consistente, es la consecuencia de un ser humano enfermo, esquizofrénico Convertido en sujeto trascendental, odia y enfrenta la naturaleza, de la que proviene y en la que existe, para reducirla a objeto fenoménico, mensurable y controlable. 

La sociedad de los humanos desde tiempos lejanos –al menos desde los tiempos de Sócrates y Platón– vienen considerando, como máximas realidades, ideas elaboradas por la mente humana. Dios, ens perfectissimum et realissimum, el ser más perfecto onto-lógicamente no es más, según Nietzsche, que una idea producida por la mente humana para contraponerla a la realidad natural con el objetivo de descalificarla y despreciarla. Si Dios es la realidad máxima, principio y causa de toda otra realidad, el mundo natural queda reducido a algo creado sin entidad y valor propio. Su entidad y valor deriva de esa otra realidad máxima llamada Dios que la ha producido o creado. Por eso, la producción de la idea de Dios –también del alma y del espíritu o razón pura– son intentos continuos por minusvalorar y despreciar la realidad sensible o Naturaleza. De hecho, Nietzsche explica la producción de dichas ideas –idealismo– y su conversión en realidades supremas, como el efecto de una mala relación de algunos seres humanos con su entorno natural o social. La manera de huir de esa mala relación con la naturaleza es produciendo otras entidades mentales a las que les asignamos una realidad ontológica suprema. De esa manera, restamos importancia y despreciamos las realidades naturales con las que no mantenemos una relación aceptablemente placentera. Todo idealismo es, para Nietzsche, una huída del mundo natural al que pertenecemos con el objetivo de negarlo y menospreciarlo tanto axiológica como onto-lógicamente. Ahora bien, el mundo natural o Naturaleza encierra desde sus orígenes la vida: naturaleza o física, natura o fusiV, derivan de los verbos nascor, natus, naturus en latín que significa nacer y fuw en griego que significa engendrar o hacer nacer. La naturaleza encierra en sí misma la vida, la cuál, como proceso cíclico eterno, encierra a su vez, el placer de la procreación y el sacrificio doloroso del parto y de la muerte. Por el placer de la procreación y por el dolor de la parturienta, se le abre la puerta al ser; por las sombras de la muerte, se abre la ventana al dejar de ser, al no-ser. La eternidad de la vida péndula incesantemente entre la aparición del ser y su desaparición en el no-ser. La vida entraña el incesante nacer, crecer, engendrar y morir. El idealismo, por su desprecio de todo lo natural, significa también el desprecio y la negación de la vida y de la muerte, con la carga de placer y dolor que conllevan. 

El Idealismo ha sido la doctrina predominante en la cultura occidental desde los viejos tiempos de Sócrates y Platón. Platón desarrolla el primer gran esfuerzo occidental por huir del mundo natural para reducirlo a una pseudo realidad de sombras o copias de las realidades auténticas que son las ideas. La realidad queda, con Platón, escindida en dos mundos o esferas: el mundo auténticamente real de las ideas universales, eternas e inmutables, y el mundo de las cosas sensibles y naturales reducido a un conjunto de sombras o copias de las ideas. Con esta realidad esquizofrénica escindida en dos mundos, uno verdadero y luminoso y otro falso y sombreado, tendrán que habérselas los seres humanos a través de los siglos. Los encargados de mantener esta doctrina de dualidad ontológica serán los estamentos sacerdotales de las dos principales religiones de occidente: el Judaísmo y el Cristianismo. 

Nietzsche achaca a la clase sacerdotal –judía y cristiana– la responsabilidad de haber utilizado la creencia en Dios para implantar su imperio sobre el resto de la sociedad y extender su odio a la naturaleza y a la vida. Los sacerdotes se encargarán de ir santificando todas las cosas que tocan, especialmente todos los principales momentos de la vida humana, personales o sociales, lo que entraña desposeerlos de todo valor intrínseco y propio, para dotarlos de un valor extraño y ajeno, derivado de la obediencia a la voluntad de Dios, que coincide siempre con la voluntad del sacerdote. El nacimiento, el matrimonio, la muerte pierden su valor intrínseco como momentos fundamentales del proceso vital de una persona, para convertirse en acontecimientos sagrados por su relación con la voluntad de Dios que deben ser santificados por el sacerdote, como Su representante en la sociedad. 

Nietzsche analiza con detenimiento las consecuencias de la mala relación de los sacerdotes con el entorno natural y social en el que viven. Esa mala relación nace de las malas experiencias con el entorno, que se van acumulando a lo largo de la vida de una persona. Cada una de esas malas experiencias es una afrenta a la que no respondemos inmediatamente con una reacción externa. Nos la tragamos interiormente y la recordamos de manera insistente. Esta asimilación interior de la afrenta va dejando una marca imborrable en la memoria personal, que se profundiza y se encona. De esa memoria indeleble surge el resentimiento acompañado del odio, del rencor y la venganza hacia la causa de esa afrenta, es decir, hacia el entorno natural. Para huir de ese mundo en el que nos sentimos maltratados, producimos otro ideal con las características contrarias, producimos a Dios, el alma, el espíritu puro como las sumas realidades y como contrapartida de este mundo que ahora se convierte en algo abyecto, verwerflich. El sacerdote –en el judaísmo y en el cristianismo– son trasportadores de odio y venganza hacia toda la realidad natural, que, para Nietzsche, es la única que existe. Pablo, fundador del Cristianismo sin Cristo, es tenido como “el más grande de todos los apóstoles de la venganza”40. Los sacerdotes han sido los portadores de una voluntad de poder que niega la vida y afirma sus fuerzas más reactivas. El judaísmo y el cristianismo han significado “el triunfo del débil en cuanto débil y la revolución y el triunfo de los esclavos en cuanto esclavos”41

Es cierto que el hombre de la Ilustración ha dejado a un lado a Dios y ha creado todo un pensamiento exclusivamente racional y antropocéntrico. Pero no ha dejado de ser idealista. El alma, como puro pensamiento o como razón pura, desligados totalmente de toda corporeidad, continúa siendo el corazón y el eje de la doctrina moderna. De hecho, lo corpóreo sensible es el elemento contaminante de todo pensamiento racional y de toda acción auténticamente libre. El sujeto moderno –pensamiento, razón pura, noúmeno– continúa volando en las esferas del mundo ideal, totalmente desvinculado de la Naturaleza, su casa solariega, de la que proviene y a la que pertenece. 

Nietzsche propone superar este hombre ilustrado o sujeto moderno. Para ello, es preciso retornar a la naturaleza y a la vida, que es voluntad de poder, encarnadas en nuestro propio cuerpo. Es preciso abrazarse a la tierra, ser hombres de la tierra y, por tanto, identificarse con el cuerpo propio. Somos solo naturaleza y somos solo cuerpo. Retornando a la naturaleza, recuperamos el Todo del que formamos parte indisoluble. El sujeto moderno, como entidad autónoma y libre, se presentaba como una entidad escindida: se había separado y enfrentado a la naturaleza o al todo en donde reina la causalidad necesaria. Y dentro del mismo ser humano, había escindido y separado la razón de la sensibilidad, el sentimiento de la voluntad. Hay que volver a concebir al ser humano como un todo, el cuál, a su vez, forma parte del todo natural. 

En el idealismo moderno, el reino de la libertad, en el que se desarrolla la moralidad o el deber-ser, pertenece a la razón pura, concebida como la causa de acciones puramente racionales sin mezcla alguna de la sensibilidad y del sentimiento de placer. Es preciso revisar el concepto mismo de libertad enraizado en la doctrina esquizofrénica de la composición de alma y cuerpo, de racionalidad contra instinto, como componentes del ser humano. Si el ser humano lo reducimos a solo cuerpo, como parte del todo natural, desaparece el concepto idealista de racionalidad pura y libertad para ser sustituido por el destino, entendido como la respuesta necesaria de cada ser humano –realidad corpórea y fisiológica compuesta de componentes físico-químicos– a todas las innumerables variables con las que se va encontrando a lo largo de su vida, v.g., el entorno geográfico en el que le toque vivir –clima, flora y fauna–, la dieta con la que alimente, etc. La vida del ser humano, que es voluntad de poder, ha de explicarse como el producto necesario de una cadena necesaria de causas y efectos naturales. “Mi fórmula para la grandeza del hombre reza amor fati, no querer que nada cambie ni hacia delante ni hacia atrás; en consecuencia, no solo no debemos evitarlo sino debemos soportarlo e, incluso, amarlo”42

Hemos de aceptar el destino propio y la necesidad de todo lo que sucede con un fatalismo sereno y confiado, a semejanza de lo que hizo Goethe. 

Dentro de esta doctrina de la aceptación del destino propio, lo puramente particular o individual, desvinculado del todo natural, no tiene cabida y debe ser concebido como lo único que es ruin y abyecto. Dentro del Todo, que es vida y voluntad de poder, todas las cosas –acontecimientos y acciones humanas– cobran sentido y se afirman como cadena de causas y efectos naturales. A esta doctrina –a la que Nietzsche concibe como la más elevada fe que pueda concebirse– la bautiza con el nombre de dionisiaca. 

Detrás del núcleo doctrinal nietzscheano se oculta una extraña y paradójica relación entre la naturaleza y la cultura. Si todo lo que existe es solo naturaleza y ésta es necesidad, la cultura, como acción humana, pertenece también a la naturaleza y es la respuesta necesaria del ser humano a los estímulos físicos del entorno. Esa es, en el fondo, la concepción nietzscheana de la cultura dionisiaca. Pero, en ese caso, es difícil contestar a numerosas preguntas. ¿cómo se explica la evolución de la cultura occidental y la producción del sujeto moderno como una realidad distinta y enfrentada a la naturaleza? ¿Es que la naturaleza del ser humano europeo lo ha conducido necesariamente a la formación del sujeto moderno, lo que entraña su propia destrucción? Es difícil concebir una naturaleza que se esfuerza necesariamente en alejarse de sí misma, enfrentarse a sí misma y auto-destruirse. ¿Cómo explicar la actitud anti-gregaria de Nietzsche, opuesta a la tradición europea de la Modernidad y al desarrollo del sujeto moderno, como realidades anti-naturales? ¿Es una respuesta necesaria a los estímulos físicos de su entorno natural? ¿Por qué esa oposición se produce en Nietzsche mientras la inmensa mayoría reacciona aceptando esa tradición subjetivista y anti-natural? ¿Tiene sentido apelar a la necesidad y a la fatalidad para explicar la doble posibilidad de que exista, por un lado, una cultura cuyo centro sea la vida ascendente, es decir, la voluntad de poder y, por el otro, una cultura cuya característica sea la decadencia y el nihilismo como resultado de una vida descendente, pobre y sin valores vitales? El sujeto moderno, tal como lo entiende Nietzsche, encierra en sí mismo una flagrante contradicción: en la medida en que ha sido reducido a razón pura o sujeto trascendental por la Ilustración es, para Nietzsche, una idea ficticia sin referencia a realidad alguna, pero, a la vez, se ha convertido en realidad poderosa capaz de enfrentarse, ayudado por las ciencias y la técnicas creadas por ese mismo sujeto, a la Naturaleza de la que proviene y a la que debería continuar perteneciendo. Si todo en la realidad es fatum y necesidad, sin posibilidad de que existan fines y deberes, ¿por qué la cultura de la modernidad con su protagonista, el sujeto moderno, ha de ser criticada y considerada como una monstruosidad decadente y nihilista? Para Nietzsche, no existen fines ni deber-ser; sin embargo, defiende la existencia de una cultura modélica, la dionisiaca –que dice sí a la vida y a la muerte, al placer y al dolor– hacia la que el ser humano debe tender para continuar siendo verdaderamente humano o, lo que es lo mismo, continuar siendo un ser natural con voluntad de poder. 

También en torno a la ciencia se encubre una actitud paradójica. Por un lado se le critica por su carácter analítico que lleva a explicar el todo por sus partes y que ha conducido al menosprecio de la comprensión unitaria del mito; por otro lado, se admira su objetividad al explicar todo suceso a partir de los principios necesarios de causa y efecto. El carácter analítico de la ciencia moderna ha creado la escisión del ser humano en sensibilidad y entendimiento, en voluntad e instinto, y la fisiología y medicina modernas lo ha desmembrado en partes deshaciendo toda comprensión unitaria y holística. Pero es precisamente por esa actitud analítica por la que se intenta explicar toda acción humana en base a la relación necesaria de los conceptos de causa y efecto.

Referencias Bibliograficas:

1. Nietzsche F (1972). Werke. Die Geburt der Tragödie. Giorgio Colli und Mazzino Montinari, Walter de Gruyter und Co., Berlin-New York, v. III1, 25.        [ Links ]

2. Nietzsche F (1969). Werke VI3. Götzen-Dämmerung. Giorgio Colli und Mazzino Montinari, Walter de Gruyter und Co., Berlin, 144, 48.        [ Links ]

3. Nietzsche F (1970): Obras Completas. Voluntad de Poder, Ediciones Prestigio, Buenos Aires, t- IV, libro I, 6 y 7, 425 y 427.        [ Links ]

4. Nietzsche F (1969): Werke VI3. Nietzsche contra Wagner, Ed. cit., 413.        [ Links ]

5. Nietzsche F (1969): Werke VI3. Der Antichrist, 167, 1.        [ Links ]

6. Nietzsche F (1969): Werke VI3. Ecce Homo, 270-271, 6.        [ Links ]

7. Deleuze G (1962): Nietzsche et la philosophie, París, 131.        [ Links ]

Notas:

1 NIETZSCHE, F. (1972): Werke. Die Geburt der Tragödie, Giorgio Colli und Mazzino Montinari, Walter de Gruyter und Co., Berlin-New York, v. III1, p. 25: “die entfremdete, feindliche oder unterjochte Natur feiert wieder ihr Versöhnungsfest mit ihrem verlorenen Sohne, dem Menschen. ” 

Ibid., p. 142: “Und nun steht der mythenlose Mensch, ewig hungernd, unter allen Vergangenheit und sucht grabend und wühlend Wurzeln, sei es dass er auch in den Entlegensten Altertümen nach ihn graben müsste… einen Kultur die keinen festen und heiligen Ursitz hat.” 

3 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen-Dämmerung, Giorgio Colli und Mazzino Montinari, Walter de Gruyter und Co., Berlin, p. 144, nº 48: “Aber Rousseau –wohin wollte der eigentlich zurück? Rousseau, dieser erste moderne Mensche, Idealist und canaille in Einer Person; der die moralische ´Würde´ nötig hatte, um seinem eignen Aspekt auszuhalten…” 

4 NIETZSCHE (1970): Obras Completas. Voluntad de Poder, Ediciones Prestigio, Buenos Aires, t- IV, libro I, nº 6 y 7, pp. 425 y 427. 

5 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Nietzsche contra Wagner, Ed. cit., p. 413. 

6 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen-Dammerung, Ed.cit., p. 145, nº 49: “Goethe…: ein gossartiger Versuch, das achtzehnte Jahrhundert zu überwinden durch eine Rückkehr zur Natur, durch ein Hin-aufkommen zur Natürlichkeit der Renaissance, eine Art Selbstüberwindung von Seiten dieses Jahrhunderts– Was er wollte, das war Totalität; er bekämpfte das Auseinander von Vernunft, Sinnlichkeit, Gefühl, Wille (in abschreckendster Scholastik durch Kant gepredigt, den Antipoden Goethe´s), er disciplinierte sich zur Ganzheit…Ein solcher freigewordner Geist steht mit einem freudigen und vertrauenden Fatalismus mitten im All, in Glauben, dass nur das Einzelne verwerflich ist, dass in Ganzen sich Alles erlüst und bejaht…” 

7 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 167, nº 1: “An dieser Modernität waren wir krank… Ein Gewitter war in unserer Luft, die Natur, die wir sind, verfinsterte sich…” 

8 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen Dämmerung, p. 90, nº 8: “Man ist notwendig, man ist ein Stück Verhängniss, man gehört zum Ganzen, man ist in Ganzen…. Es giebt Nichts ausser dem Ganzen!.” 

Ibid., p. 72, nº 6: “eine andere Art Realität ist absolut unnachweisbar.” 

10 Ibidem. p. 72, nº 6: “Von einer ´arderen´ Welt als dieser zu fabeln hat gar keinen Sinn, vorausgesetzt, dass nicht ein Instinkt der Verleumdung, Verkeinerung, Verdächtigung des Lebens in uns mächtig ist…” 

11 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 179, n º 15: “Nachdem erst der Begriff ´Natur´ als Gegenbegriff zu ´Gott´ erfunden war, musste ´natürlich´ das Wort sein für ´verwerflich´, –jene ganze Fiktions– Welt hat ihre Wurzel im Hass gegen das Natürliche (–die Wirklichkeit!–), sie ist der Ausdruck eines tiefen Missbehagens am Wirklichem.. Aber damit ist Alles erklärt. Wer allein hat Gründe sich wegzulügen aus der Wirklichkeit? Wer an ihr leidet. Aber an der Wirklichkeit leiden heisst eine verunglückte Wirklichkeit sein…” 

12 Ver texto de la nota 6. 

13 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 207, nº 38: “Und damit ich keinen Zweifel darüber lasse, was ich verachte, wen ich verachte: den Mensch von heute ist es, der Mensch, mit dem ich verhängnissvoll gleichzeitig bin. Der Mensch von heute –ich ersticke an seinem unreinen Atem…” 

14 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen Dämmerung, p. 137, nº 41: “In solchen Zeiten, wie heute, seinen Instinkten überlassen sein, ist ein Verhängniss mehr. Diese Instinkte wiederrsprechen, stören sich, zerstören sich unter einander; ich definirte das Moderne bereits als den physiologischen Selbst-Wiederspruch.” 

15 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 183, nº 18: “Gott die Formel für jede Verleumdung des ´dieseits´, für jede Lüge vom ´Jenseits´! In Gott das Nichts vergöttlicht, der Wille zum Nichts heilig gesprochen.” 

16 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 215, nº 43: “So zu leben, dass es keinen Sinn mehr hat zu leben, das wird jetzt zum ´Sinn´ des Lebens…” 

17 Ibid., p. 226, nº 49: “Wenn die natürlichen Folgen einer Tat nicht mehr natürlich sind, sonder durch Begriffs-Gespenster des Aberglaubens, durch ´Gott´, durch ´Geister´, durch ´Seelen´ bewirkt gedacht werden, als bloss ´moralische´ Konsequenzen, als Lohn, Strafe, Wink, Erziehungsmittel, so ist die Voraussetzung zur Erkenntniss zerstört, –so hat man das grösste Verbrechen an der Menschheit begangen.” 

18 Ibid., p. 170, nº 6: “Das Leben selbst gilt mir als Instinkt für Wachstum, für Dauer, für Häufung von Kräften, für Macht; wo der Wille zur Macht fehlt, giebt es Niedergang.” 

19 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen-Dämmerung, p. 80, nº 5: “Daraus folgt, dass auch jene Widernatur von Moral, welche Got als Gegenbegriff und Verurteilung des Leben fasst, nur ein Werturteil des Lebens ist –welches Lebens? Welcher Art von Leben?- Aber ich gab schon die Antwort: des niedergehenden, des geschwächten, des müden, des verurteilten Lebens. Moral, wie sie bischer verstanden worden ist –wie sie zuletzt noch von Schopenhauer formuliert wurde als Verneinung des Willens zum Leben´ –ist der decadence– Instinkt selbst, der aus sich einen Imperativ macht; sie sagt: ´geh zu Grunde !´– sie ist das Urteil Verurteilter.” 

20 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Ecce Homo, pp. 270-271, nº 6: “Mensch und Ding kommen zudringlich nahe, die Erlebnisse Treffen zu tief, die Erinnerung ist eine eiternde Wunde…das Ressentiment, aus der Schwäche geboren, Niemandem Schädlicher als dem Schwachen selbst…” 

21 Ibid., p. 272, nº 7: “Die Stärke des Angreifenden hat in der Gegnerschaft, die er nötig hat, eine Art Maass; jedes Wachstum verrät sich im Aufsuchen eines gebaltigeren Gegners –oder Problems; denn, ein Philosoph, der kriegerisch ist, fordert auch Probleme zum Zweikampf heraus.” 

22 Ibid., pp. 270-271, nº 6: “Und mit Nichts brennt man rascher ab, als mit den Ressentiments-Affekten...Das Ressentiment ist das Verbotene an sich für den Kranken – sein Böses; leider auch sein natürlichster Hang... Das Ressentiment, aus der Schwäche geboren, Niemandem schädlicher als dem Schwachen selbst...” 

23 Ibid., p. 271, nº 6: “meine Philosophie den Kampf mit den Rach –und Nachgefühlen bis in die Lehre vom ´freien Willen´ hinein aufgenommen hat –der Kampf mit dem Christentum ist nur ein Einzelfall daraus... Sich selbst wie ein Fatum nehmen, nicht sich ´anders´ wollen –das ist in solchen Zuständen die grosse Vernunft selbst.” 

24 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen-Dämmerung, p. 122, nº 24: “Vor der Tragödie feiert das Kriegerische in unserer Seele seine Saturnalien; wer Leid gewohnt ist, wer Leid aufsucht, der heroische Mensch preist mit der Tragödie sein Dasein, –Ihm allein kredenzt der Tragiker den Trunk dieser süssensten Grausamkeit.” 

25 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Der Antichrist, p. 189, nº 24: “Die Juden sind das merkwürdigste Volk der Weltgeschichte, weil sie, vor die Frage von Sein und Nichtsein gestellt, mit einer vollkommen unheimlichen Bewusstheit das Sein um jeden Preis vorgezoben haben: dieser Preis war die radikale Fälschung aller Natur, aller Natürlichkeit, aller Realität, der ganzen inneren Welt so gut als der äusseren.” 

26 Ibid., p. 194, nº 26: “Von nun an sind alle Dinge des Lebens so geordnet, dass der Priester überall unentbehrlich ist; in allen natürlichen Vorkommnissen des Lebens, bei der Geburt, der Ehe, der Krankheit, dem Tode, gar nicht vom Opfar (´der Mahlzeit´) zu reden, erscheint der heilige Parasit, um sie zu entnatürlichen: in seiner Sprache zu ´heiligen´...” 

27 Ibid., p. 193, nº 26: “... in den Schiksalen eines Volkes, eines Einzelnen sich der Wille Gottes als herrschend, das heisst als strafend und belohnend, je nach dem Grade des Gehorsams, beweist...der Priester missbraucht den Namen Gottes: er nennt einen Zustand der Dinge, in dem der Prester den Wert der Dinge bestimmt, ´das Reich Gottes´; er nennt die Mittel, vermöge deren ein socher Zustand erreicht oder aufrecht erhalten wird, ´dem Willen Gottes´...” 

28 Ibid., p. 192-193, nº 26: “Der Gottes begriff gefälscht; der Moralbegriff gefälscht... sie (die Priester) haben ihre eigne Vorlks-Vergangenheit mit einem Hohn ohne Gleichen gegen jede Überlieferung, gegen jede historische Realität ins Religiöse übersetzt, dass heisst, aus ihr einen stupiden Heils-Mechanismus von Schuld gegen Javeh und Strafe, von Frömmigkeit gegen Javeh und Lohn gemacht.” 

29 Ibid., p. 195, nº 26: Oberster Satz: “Got vergiebt dem, der Busse tut“ – auf deutch: der sich dem Priester unterwirft.” 

30 Ibid., p. 244, nº 58: “Paulus der Fleisch, der Genie-gewordne Tschandala-Hass gegen Rom, gegen ´die Welt´, der Jude, der ewige Jude par excellence…” 

31 Ibid., p. 202, nº 32: “Er (Christus) redet bloss vom Innersten: ´Leben´ oder Wahrheit oder ´Licht´ ist sein Wort für das Innerste, –alles Übrige, die ganze Realität, die ganze Natur, die Sprache selbst, har für ihn bloss den Wert eines Zeichens, eines Gleichnisses.” 

32 Ibid., p. 213-214, nº 42: “In Paulus verkörpert sich der Gegensatz-Typus zum ´frohen Botschafter´, das Genie im Hass, in der Vision des Hasses…Und noch einmal verübte der Priester-Instinkt des Juden das gleiche grosse Verbrechen an der Historie, er strich das Gestern, das Vorgestern des Christentums einfach durch, er erfand sich eine Geschichte des ersten Christentums. Mehr noch: er fälschte die Geschichte Israels nochmal um…. Sein Bedürfniss war die Macht; mit Paulus wollte nochmals der Priester zur Macht, er konnte nur Begriffe, Lehren, Symbole brauchen, mit denen man Massen tyrannisiert, Heerden bildet.” 

33 Ibid., p. 203, nº 33: “In der ganzen Psychologie des ´Evangelium´ fehlt der Begriff Schuld und Strafe; insgleichen der Begriff Lohn. Die ´Sünde´, jedwedes Distanza-Verhältniss zwischen Gott und Mensch ist Abseschafft...eben das ist die ´frohe Botschaft´.” 

34 Ibid., p. 214, nº 42: “Die Kirche fälschte später sogar die Geschichte der Menschheit zur Vorgeschichte des Christentums.” 

35 Ibid., pp. 214-215: “Was allein entlehnte später Muhamed dem Christentum? Die erfindung des Paulus, sein Mittel zur Priester-Tyrannie, zur Heerden-Bildung den Unsterblichkeits-Glauben –das heisst die Lehre vom ´Gericht´.” 

36 Ibid., p. 198, nº 29: “Man übersetze sich einen solchen physiologischen habitus in seine Letzte Logik –als Instinkt-Hass gegen jede Realität, als Flucht in´s ´Unfassliche´, in´s ´Unbegreifliche´, als Widerwille gegen jede Formel, jeden Zeit- und Raumbegriff, gegen Alles, was Fest., Sitte, Institution, Kirche ist, als Zu-Hause-sein in einer Welt, an die keine Art Realität mehr rührt, einer bloss noch ´inneren´ Welt, einer ´wahren´ Welt, einer ´ewigen´ Welt... ´Das Reich Gottes ist in euch´...” 

37 Ibid., p. 252: Erster Satz.- Lasterhaft ist jede Art Widernatur. Die lasterhafteste Art Mensch ist der Priester; er lehrt die Vidernatur. Gegen den Priester hat man nicht Gründe, man hat das Zuchthaus.” 

38 Ibid., p. 226, nº 49: “Der Priester kennt nur eine grosse Gefaher; das ist die Wissenshaft –der gesunde Begriff von Ursache und Wirkung….der Schuld und Strafbegriff, die ganze ´sittliche Werordnung´ ist erfunden gegen die Wissenschaft, gegen die ablösung des Menschen vom Priester…Wenn die natürlichen Folgen einer Tat nicht mehr ´natürlich´ sind, sonder durch Begriffs-Gespenter der Aberglaubens, durch ´Gott´, durch ´Geister´, durch ´Seelen´ bewirkt gedacht werden, als bloss ´moralische´ Konsequenzen, als Lohn, Strafe, Wink, Erziehungsmittel, so ist die Voraussetzung zur Erkenntniss zerstört, -so hat man das grösste Verbrechen an der Menschheit begangen.” 

39 NIETZSCHE (1969): Werke VI3. Götzen-Dämmerung, p. 70, nº 3: “Wir besitzen heute genau so weit Wissenschaft, als wir uns entschlossen haben, das Zeugnis der Sinne anzunehmen. Der Rest ist Missgeburt und Noch-nicht-Wissenschaft…” 

40 NIETZSCHE (1969): Werke. Der Antichrist, v.VI3, p. 233, nº 45. 

41 DELEUZE, G. (1962): Nietzsche et la philosophie, París, p. 131. 

42 NIETZSCHE (1969): Werke. Ecce homo, v. VI3, p. 295, nº 10: “meine Formel für die Grösse am Menschen ist amor fati: dass man Nichts anders haben will, vorwärts nicht, rückwärts nicht, in alle Ewigkeit nicht. Das Notwendige nicht bloss ertragen, noch weniger verhehlen…sondern es lieben.”