El temible tambor de Raijin

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Desde su humanización a través de los dioses del trueno hasta su uso idealizado en la literatura del siglo XIX, las tormentas eléctricas son una de las manifestaciones de la naturaleza que más pesadillas ha protagonizado. Si alguna vez ha caído un rayo cerca de donde os encontrabais, no os sorprenderá su posición destacada en el imaginario de muchas épocas.

TEXTO POR LUCÍA TRIVIÑO
ILUSTRADO POR ELIA AMADOR
ARTÍCULOS
MITOLOGÍA | TORMENTAS
22 de Octubre de 2015

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Antes de realizar un recorrido por la huella de este tipo de tormentas en el acervo cultural, recordemos: el rayo es la corriente eléctrica que descarga en tierra o entre las nubes (internube), mientras que el relámpago es la luz emitida por el mismo. El trueno es el sonido que provoca la descarga eléctrica. No profundizaremos aquí en tormentas de nieve o los tornados, que llevan asociados sus propios legados sociales.

¿Cómo se producen las tormentas eléctricas? Una masa de aire cálido asciende al ser este menos denso que el aire frío. Según se eleva su presión disminuye. La intensidad de una tormenta dependerá de la temperatura terrestre y de la variación de temperatura del aire entre distintas altitudes, a mayor gradiente de temperatura, mayor será el cumulonimbo (la nube) que se forme, es por ello que las tormentas eléctricas son más violentas en verano. El interior de la tormenta se polariza en dos cargas: en la base estaría la carga negativa y en la parte superior la positiva. En la superficie terrestre bajo la nube se induce una carga positiva, aunque la naturaleza de la tierra sea ligeramente negativa. Cuando las dos zonas de polaridad opuesta de la nube descargan entre sí se genera un relámpago internube; en cambio, si la zona positiva terrestre y la base negativa de la nube descargan, se produce un rayo nube-tierra. Es tal la energía y la violencia que tiene lugar en la descarga de un rayo que no es difícil imaginar por qué las antiguas poblaciones temían tanto estos fenómenos, baste como ejemplo que el verdadero grosor de un rayo no es mucho más grueso que un bolígrafo, y aun así puede vislumbrase a más de 30 kilómetros.

Peter Boyer – Thunderstorm. Año 2014. Fotografía captada en Pakistán.
Peter Boyer – Thunderstorm. Año 2014. Fotografía captada en Pakistán. Fuente: National Geographic

Cada vez se tiene mayor información sobre el funcionamiento de estos fenómenos meteorológicos pero, ¿cómo se interpretaban en la antigüedad? La humanización de la naturaleza ha sido un continuo durante la historia de nuestra especie pues se dotaba a los elementos naturales de variados simbolismos. Las tormentas siempre han acompañado a los dioses de mayor relevancia, presentados como deidades del trueno. La violencia de estos fenómenos se asociaba al poder del que gozaban estas figuras mitológicas cuya importancia se hacía más patente al relacionar el trueno y la tormenta a la lluvia, fundamental para la proliferación de los cultivos.

Es tal la energía y la violencia que tiene lugar en la descarga de un rayo que no es difícil imaginar por qué las antiguas poblaciones temían tanto estos fenómenos.

La figura del dios del trueno se encuentra repartida por la gran mayoría de las creencias del mundo, algunas ya extintas y otras aún vigentes. Estas deidades aparecen bajo forma masculina pues normalmente las deidades femeninas se asocian en mayor medida a la tierra y la fertilidad. Como cualquier figura divina, los dioses del trueno portan algún símbolo característico; en este caso encontramos repetida la acción de portar martillos, como el caso del Thor escandinavo, hachas, como Shango, el dios de los yorubas, rayos, como el Zeus griego, o ruedas, como el caso del dios céltico Taranis. De igual modo, no es extraño encontrar tambores, como el caso del dios del trueno japonés (Raijin), que al golpear el objeto emite las reverberaciones de este efecto meteorológico.

Tawaraya Sotatsu – Dios del viento y dios del trueno. Siglo XVII. Actualmente conservado en el Museo Nacional de Kyoto, Japón.
Tawaraya Sotatsu – Dios del viento y dios del trueno. Siglo XVII. Actualmente conservado en el Museo Nacional de Kyoto, Japón. Fuente: Wikimedia Commons

El trueno también se identifica con la rabia y la cólera divina, mostrando el carácter más vengativo de la divinidad. Un buen ejemplo de esta última casuística lo encontramos en el cristianismo, más concretamente en el dios del Antiguo Testamento más colérico e impredecible. Pero no en todas las culturas el trueno era imaginado con forma humana pues también encontramos ejemplos de su concepción animal; cabe destacar el ejemplo de la actual Siberia, donde se representa al trueno bajo la forma de un pájaro.

El trueno también se identifica con la rabia y la cólera divina.

Como hemos apuntado, en muchas ocasiones el dios del trueno no aparece en solitario pues es común verle asociado con divinidades de la lluvia y el viento. Estas provocan los vendavales a través del batir de sus partes del cuerpo, soplando por la boca o dejando escapar los vientos que guardan en un zurrón.

La imponencia de estas divinidades provocaba en los creyentes un profundo temor, pues se interpretaban como castigos del ente divino ante una acción ofensiva. Por tanto, ¿cómo se aplaca la cólera de un dios? Numerosas eran las maneras de contentar a estos gigantes del cielo, desde sacrificios de sangre hasta ofrendas alimenticias. Este último caso sigue siendo una realidad en las tierras de Mongolia pues aún se derrama leche en las estepas para implorar a los elementos protección ante las catástrofes. En algunas culturas el rayo no gozaba de buena reputación. En la parte norte de Bulgaria se producía el abandono de una casa alcanzada por un rayo y en Mongolia, el individuo alcanzado por uno debía ser purificado pasando entre dos fuegos.

Numerosas eran las maneras de contentar a estos gigantes del cielo, desde sacrificios de sangre hasta ofrendas alimenticias.

De igual manera, las tormentas y sus respectivos dioses tienen una especial relación con ciertas especies arbóreas. El roble y la encina son los árboles representativos de los dioses del trueno pues se supone que sus hondas raíces atraen a estos fenómenos meteorológicos. Buen ejemplo de ello lo encontramos en la mitología nórdico-germana, con Thor y el famoso roble de Donar talado por San Bonifacio, o la relación de Júpiter y Zeus, los dioses supremos de la mitología clásica, con los bosquecillos de robles. En el otro extremo encontramos la figura del laurel, al cual la sabiduría popular ha otorgado la virtud de repeler los rayos.

Aleksey Savrasov – Thunderstorm. Año 1856.
Aleksey Savrasov – Thunderstorm. Año 1856. Fuente: Wikiart

Respecto al simbolismo de los rayos y truenos, como ocurre con casi la totalidad de los elementos naturales, posee una doble faceta: benévola y nefasta. El rayo simboliza el poder fertilizante pues es un elemento que puede provocar la chispa de la vida, como bien ilustra la novela de Mary Shelley, Frankenstein o el Moderno Prometeo (1818).

El rayo simboliza el poder fertilizante pues es un elemento que puede provocar la chispa de la vida.

En conclusión, un fenómeno atmosférico habitual como las tormentas ha llegado a alcanzar  un simbolismo muy potente, pues personifican el poder supremo y son capaces de provocar el nacimiento de la vida. En el otro extremo encontramos la imagen sombría de las mismas, pues su condición de estado meteorológico adverso las posiciona como perfectos escenarios de pesadilla. 

BIBLIOGRAFÍA

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