Entre los incas había dos tipos de mujeres, las escogidas y las descartadas (estas eran las que se casaban con los hombres comunes). Las primeras se dividían a su vez en otras dos categorías, que eran las escogidas para ser vírgenes del Sol y las escogidas para ser mujeres del Inca o acllahuaci. Mientras las vírgenes del Sol vivían en un recinto especial en Cuzco, próximo al templo del Sol, las segundas lo hacían en numerosos establecimientos en las ciudades más importantes.
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Las vírgenes del Sol se dedicaban a tejer ropas finas de lana de vicuña para el Sol, encarnado en la tierra por el Inca. Las acllahuaci, en tanto, tenían distinta extracción social, muchas eran de sangre real o hijas de nobles y curacas, pero la mayor parte procedía del pueblo y eran mujeres de una belleza sobresaliente. Su morada, adornada con fuentes y jardines, era costeada por la hacienda del Inca, quien nombraba para su administración a un gobernador, a un mayordomo y a un despensero.
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