sábado, 28 de noviembre de 2015

Pulsiones: Fuente



Decíamos en otros apuntes que históricamente, encontramos en la teoría de Freud, dos etapas (Laplanche, 325):

a) 1905 (en Tres ensayos para una teoría sexual): 
- aquí Freud introduce la palabra Trieb, y  señala tres componentes de la pulsión: fuente, objeto y fin.

b) 1915 (en Pulsiones y sus destinos)
- Introduce Freud el cuarto componente de la pulsión, el empuje, y da una definición Según las traducciones, la expresión ’empuje’ también fue traducida como ‘presión’ o ‘perentoriedad’

Empuje

Factor cuantitativo variable que afecta a cada pulsión y que, en último análisis, explica la acción desencadenada para obtener la satisfacción; incluso cuando la satisfacción es pasiva (ser visto, ser pegado), la pulsión, en la medida que ejerce un ’empuje’, es activa (Laplanche, 114).

El empuje está relacionado con las excitaciones endógenas, no exógenas: de éstas últimas el organismo puede huir, pero de las endógenas (del empuje que ejerce la pulsión) no puede hacerlo (Laplanche, 115). 

El empuje es variable según la época de la vida. Por ejemplo, durante la pubertad el empuje pulsional es mayor.


Fuente

La fuente es de origen interno específico de cada pulsión determinada:
  • ya sea el lugar donde aparece la excitación (zona erógena, órgano, aparato), 
  • ya sea el proceso somático que se produciría en aquella parte del cuerpo y se percibiría como excitación (Laplanche, 167). 

La fuente es el status físico-químico del organismo a causa del cual un estímulo sensorial produce una excitación (FreudLas pulsiones y sus destinos).

Las excitaciones o estimulaciones endógenas son las fuentes de la pulsión. En este sentido interesa la definición de moción pulsional:

Moción pulsional: 

Término utilizado por Freud para designar la pulsión bajo su aspecto dinámico, es decir, en tanto que se actualiza y se especifica en una determinada estimulación interna (Laplanche, 226).


Ejemplos importantes de fuentes de la pulsión son las zonas erógenas y su excitación:

1) Zona erógena

Toda región del revestimiento cutáneo-mucoso susceptible de ser asiento de una excitación de tipo sexual. 
De un modo más específico, ciertas regiones que son funcionalmente el asiento de tal excitación: zona oral, zona anal, uretro-genital, pezón (Laplanche, 475). 
Otros ejemplos de fuente pulsional son la musculatura, para el caso de la pulsión de apoderamiento, el ojo para el caso de la ‘pulsión de ver’, etc. (Laplanche, 168,331). 
En cualquier caso, la fuente tiene siempre un carácter somático. Para que una zona del cuerpo funcione como zona erógena, debe tener erogeneidad:

Erogeneidad: Capacidad que posee toda región corporal de constituir la fuente de una excitación sexual, es decir, de comportarse como zona erógena (Laplanche, 120).
Según su fuente, las pulsiones pueden ser por ejemplo la pulsión oral y la pulsión anal.

Fin

El fin o meta pulsional es la actividad hacia la que empuja la pulsión y que conduce a una resolución de la tensión interna; esta actividad está sostenida y orientada por fantasías (Laplanche, 159). 

El fin de un instinto es su satisfacción, y para ser más precisos, el acto estrictamente específico de descarga que elimina el estado físico de excitación y origina, con ello, la satisfacción (Fenichel, 74).

Vemos así la relación entre fuente y fin: la excitación de la zona erógena (fuente) genera una tensión que debe ser descargada (fin).

La emoción que acompaña a la descarga de la pulsión se llama satisfacción (Rycroft, 104).

Asimismo, se llama motivo a aquello que impulsa a una persona hacia un fin o una meta (Rycroft, 78). 
Esta definición, muy general, puede referirse a factores externos (incentivos) o internos (pulsionales). En el contexto de la teoría de las pulsiones sólo nos interesan estos últimos.

Si el fin de una pulsión de autoconservación es un acción específica que elimina un estado de tensión producido por una necesidad, localizable en una zona del cuerpo (por ejemplo boca) y que exige una realización efectiva (por ej. comer), el fin de la pulsión sexual es más difícil de determinar, ya que halla su satisfacción en una función vital que le sirvió de soporte pero profundamente pervertida (separada del fin original) en relación a aquella función vital. En este desplazamiento se inserta una actividad fantaseadora que puede incluir elementos a menudo alejados del prototipo corporal (Laplanche, 161).

Según su fin, las pulsiones pueden ser:
la pulsión de ver, la pulsión de apoderamiento, etc. (Laplanche, 331), donde los fines son mirar y apoderarse. 
La denominación del tipo ‘pulsión de ver’ apunta al fin, y la denominación del tipo ‘pulsión oral’ apunta a la fuente, pero obviamente estas últimas tienen también su fin, por ejemplo succionar (Laplanche 159-160), así como la pulsión de ver tiene también su fuente (el ojo como zona erógena).

Ejemplos más fundamentales de fines pulsionales son los pares antitéticos actividad-pasividad, como por ejemplo mirar-ser mirado (para la pulsión escoptofílica o pulsión de ver).

Actividad - Pasividad

 Uno de los pares antitéticos fundamentales de la vida psíquica. Especifica determinados tipos de fines pulsionales. Desde un punto de vista genético, la oposición activo-pasivo figuraría en primer lugar con respecto a oposiciones ulteriores en las cuales viene a integrarse aquélla: fálico-castrado, masculino-femenino (Laplanche, 8).

Par antitético: Término frecuentemente utilizado por Freud para designar algunas grandes oposiciones básicas, ora al nivel de las manifestaciones psicológicas o psicopatológicas (por ejemplo: sadismo-masoquismo, voyeurismo-exhibicionismo), ora al nivel metapsicológico (por ejemplo pulsiones de vida-pulsiones de muerte) (Laplanche, 268).
Hasta aquí vimos que toda pulsión tiene un fin. Pero este fin no es inexorable. Las pulsiones pueden cambiar de fin, y damos aquí tres ejemplos típicos: la transformación en lo contrario, la pulsión coartada o inhibida en su fin, y la sublimación.

Transformación en lo contrario: Proceso en virtud del cual el fin de una pulsión se transforma en su contrario, al pasar de la actividad a la pasividad (Laplanche, 446). Es la conversión directa del amor en odio, y un ejemplo es la actitud con el objeto abandonante en la melancolía (Bodni, 118).

Por ejemplo pasar del sadismo (pegar) al masoquismo (ser pegado), o del voyeurismo (mirar) al exhibicionismo (ser mirado). La transformación en lo contrario es por lo general pasar de la actividad a la pasividad, pero no siempre es así (Rycroft, 116).

Coartado o inhibición en su fin: Califica una pulsión que, por efecto de obstáculos externos o internos, no alcanza su modo directo de satisfacción (o fin) y encuentra una satisfacción atenuada en actividades o relaciones que pueden considerarse como aproximaciones más o menos lejanas del primer fin (Laplanche, 54).

Bodni da un ejemplo: cuando el niño aprendió que el (otro) no es un carretel sino otro niño que va a contestar su violencia, puede defenderse de ello mediante la inhibición de la agresión (Bodni, 118). Sin embargo, los principales ejemplos de Freud tienen que ver con la inhibición de las pulsiones sexuales (véase más abajo).


Sublimación

 Se dice que una pulsión se sublima en la medida en que es derivada hacia un nuevo fin, no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados como la ciencia o el arte (Laplanche, 415). 

Implica esencialmente un cambio de fin, pero también un cambio de objeto (Laplanche, 160).

La sublimación está emparentada pero no es equivalente a la pulsión coartada o inhibida en su fin. Freud parece ver en la inhibición como un inicio de sublimación, pero se preocupó por distinguir ambas cosas: la pulsión inhibida no ha abandonado su fin sexual directo, pero resistencias internas le impiden alcanzarlo, con lo cual se contentan con aproximarse en cierta medida a la satisfacción, lo que explica por ejemplo los sentimientos de ternura, los lazos duraderos de amistad, o los lazos afectivos en el matrimonio, nacidos originalmente de la atracción sexual (Laplanche, 54).

El 4º componente de la pulsión es el objeto. Esta palabra puede designar dentro del psicoanálisis tres cosas: 
- como aquello que el sujeto percibe y conoce (lo que se ve en la segunda tópica, cuando se habla de las funciones del yo como percibir, etc.), 
- como aquello que se ama o se odia (que se ve en la teoría de la libido, donde al respecto se usa el adjetivo ‘objetal’), y finalmente 
- como correlato de la pulsión. Este último sentido es que aquí nos interesa.

Objeto

Como correlato de la pulsión, es aquello en lo cual y mediante lo cual la pulsión busca alcanzar su fin, es decir, cierto tipo de satisfacción. Puede tratarse de una persona o de un objeto parcial, de un objeto real o de un objeto fantaseado (Laplanche, 258). Objeto es aquello hacia lo cual se dirige una acción o un deseo, aquello que el sujeto exige con el fin de obtener satisfacción instintiva (Rycroft, 82).


Objeto parcial

Tipo de objetos a los que apuntan las pulsiones parciales, sin que esto implique que se tome como objeto de amor a una persona en su conjunto. Se trata principalmente de partes del cuerpo, reales o fantasmáticas (pecho, heces, pene) y de sus equivalentes simbólicos. Incluso una persona puede identificarse o ser identificada con un objeto parcial). Si bien el término es específicamente kleiniano, Freud afirma su existencia y da variados ejemplos, sobre todo en “Sobre las transposiciones de las pulsiones y especialmente del erotismo anal” al hablar de las equivalencias y relaciones entre los diversos objetos parciales (niño= pene= heces= dinero= regalo) (Laplanche, 263).
Las pulsiones pueden mantenerse en el mismo objeto, o bien cambiar de objeto. Fenichel dice que los psicoanalistas saben cuán fácilmente intercambiables resultan ser los objetos y los fines (Fenichel, 74). En el caso donde las pulsiones se mantienen en el mismo objeto se habla de una constancia objetal, y en el caso de la variabilidad del objeto se habla de la vuelta hacia la propia persona, que es un ejemplo típico:

Constancia objetal

Capacidad para mantener una relación a largo plazo con un objeto específico, individual; o inversamente, la tendencia a rechazar sustitutos de un objeto familiar, esto es, un bebé que despliega ‘constancia objetal’ rechaza el cuidado material de cualquier otra persona que no sea su madre (Rycroft, 82).
Desde esta perspectiva, el objeto es más bien entendido como correlato del amor y el odio, pero si lo entendemos como correlato de la pulsión, hay que pensar más bien en una variabilidad del objeto especialmente en el caso de las pulsiones sexuales, pero también de las pulsiones de muerte, lo que nos remite al segundo concepto:


·        Vuelta hacia la propia persona: Proceso mediante el cual la pulsión reemplaza un objeto independiente por la propia persona (Laplanche, 456). Un sinónimo es Vuelta sobre sí mismoU(Rycroft, 120)
Este concepto parece usarse solamente para explicar el Masoquismo moral, el fenómeno que se observa con mayor claridad en las neurosis obsesivas, donde el paciente dirige su sadismo contra sí mismo (Rycroft, 120). 

En efecto, la vuelta sobre sí mismo consiste en la mutación del sadismo en masoquismo, de lo activo en pasivo como forma de procesar la pulsión. La descarga hostil se realiza a costa de ofrendar al Yo como objeto. 

Este mecanismo, Masoquismo secundario, se observa en numerosos cuadros narcisistas (Bodni, 118).

Cambiar de objeto y cambiar de fin son dos procesos inextricablemente unidos, como lo prueban los dos ejemplos principales: 
- el sadismo-masoquismo y 
-el voyeurismo-exhibicionismo. 
Por ejemplo, la vuelta del sadismo en masoquismo implica a la vez pasar de la actividad a la pasividad (cambio de fin), y también pasar de la otra a la propia persona (cambio de objeto (Laplanche, 446). De aquí que el pasaje del sadismo al masoquismo sea, al mismo tiempo y respectivamente, un ejemplo de transformación en lo contrario y de vuelta sobre la propia persona.


Cuatro eran los destinos que Freud había asignado en “Las pulsiones y sus destinos” (1915) a las pulsiones:

1.     la transformación en lo contrario, 
2.     la sublimación, 
3.     la vuelta hacia la propia persona y 
4.     la represión. 
Todos estos caminos deben ser entendidos como estratagemas para evitar que la pulsión alcance su fin original, lo que puede obtener cambiando de fin (típicamente en la transformación en lo contrario), cambiando de objeto (típicamente en la vuelta hacia la propia persona), o cambiando a la vez de fin y objeto (típicamente en la sublimación). Decimos ‘típicamente’ porque en mayor o menor medida casi todos los destinos pulsionales implican a la vez un cambio de fin y de objeto.

El destino del cual aún no hemos hablado es la represión, un mecanismo fundamental para la comprensión tanto de la salud como de la neurosis, y del cual Freud se ocupó extensamente. 

La idea de represión está vinculada con otros conceptos importantes, afecto y representación, en tanto entendamos por represión la separación del afecto de la representación.
Sugerimos al lector que, antes de leer la sección correspondiente a la teoría de la represión, aborde previamente el siguiente ítem sobre afecto y representación.


b) Afecto y representación

Tanto en el lenguaje cotidiano como en la psicología puramente descriptiva, por afecto entendemos una emoción o un sentimiento que experimentan las personas, placentero o displacentero. 

Freud tomó ‘afecto’ en este sentido, pero luego buscó explicarlo metapsicológicamente en base a la idea de ‘quantum de afecto’, por lo que ambos conceptos están indisolublemente unidos.

Afecto

Palabra tomada por el psicoanálisis de la terminología psicológica alemana y que designa todo estado afectivo, penoso o agradable, vago o preciso, ya se presente en forma de una descarga masiva, ya como una tonalidad general.

Según Freud, toda pulsión se manifiesta en los dos registros del afecto y la representación. El afecto es la expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsional y de sus variaciones (Laplanche, 11).

Quantum de afecto

Factor cuantitativo postulado como substrato del afecto vivido subjetivamente, para designar lo que permanece invariable en las diversas modificaciones de éste: desplazamiento, separable de la representación, transformaciones cualitativas (Laplanche, 348).

En ‘Proyecto de una psicología para neurólogos’, ya Freud utilizaba la letra “Q” para representar energía cuantificable.

 “Q” (que proviene de quantum=cantidad), fue concebida como una energía incorporada a las neuronas y capaz de pasar de una neurona a otra.

QUANTUM (Q) es el antecedente del concepto posterior freudiano de energía psíquica (Rycroft, 35-36) y, para lo que aquí nos interesa, de quantum de afecto o energía de la pulsión.

 El quantum de afecto es homologable a la pulsión, pero en tanto y en cuanto se ha desprendido o separado de la representación correspondiente, y encuentra una expresión adecuada a su cantidad en procesos que percibimos como afectos (FreudLA REPRESIóN1915).

 Conclusión:

 La pulsión se expresa en los registros de la representación y el afecto.

Cuando el afecto se separa de la representación, pasa a denominarse quantum de afecto (aspecto cuantitativo), el cual se manifiesta corporal o subjetivamente como afecto (aspecto cualitativo). O sea, una cierta cantidad de energía pulsional se desprende de la representación y tendrá diferentes destinos, adquirirá cualidades distintas, como por ejemplo transformarse en angustia, o en una parálisis histérica, etc.

Todos estos destinos son los afectos propiamente dichos, con lo cual vemos que se trata de un concepto amplio porque incluye modificaciones corporales (en la angustia también, pues se siente como opresión en la garganta).

Examinemos ahora el concepto de representación.


REPRESENTACION

 En el sentido clásico:

 Término utilizado clásicamente en filosofía y psicología para designar ‘lo que uno se representa, lo que forma el contenido concreto de un acto de pensamiento’ y ‘especialmente la reproducción de una percepción anterior’ (Laplanche, 367).

La ‘representación’ viene de ‘re-presentación’, es decir presentar algo de nuevo.

Cuando percibo a una persona hay una presentación de la persona, pero después me ha quedado cierta impresión o recuerdo de ella, que es la forma como me la presento de nuevo (o sea, es una re-presentación). 
Tal es el sentido que utiliza Rycroft cuando define representación como aquello que permite a la mente que se presente ante ella misma la imagen de algo que en realidad no está presente. Una ‘representación mental’ es una imagen relativamente permanente de algo que ha sido percibido previamente, y también designa el proceso por el cual se construyen tales imágenes (Rycroft, 102).

Esta idea de representación en el sentido clásico está relacionada directamente con el concepto de huella mnémica, el cual nos permitirá articular la primera con la idea de representación en el sentido psicoanalítico:

Huella mnémica:

Término utilizado por Freud, a lo largo de toda su obra, para designar la forma en que se inscriben los acontecimientos en la memoria. Las huellas mnémicas se depositan en diferentes sistemas; persisten de un modo permanente, pero sólo son reactivadas una vez catectizadas. (Laplanche, 177).

Freud no tomará esta idea en el sentido empirista, según el cual la huella mnémica sería una ‘débil impresión’ que guarda una relación de similitud con el objeto percibido (Laplanche, 368), sino en el sentido propiamente psicoanalítico, según el cual no interesa tanto la relación de la huella mnémica con el objeto sino las relaciones mutuas de esas huellas entre sí, formando sistemas de huellas mnémicas donde, en virtud de ciertas características (simultaneidad, causalidad, etc.), una huellas pueden asociarse a otras, siendo esto lo que permite por ejemplo la asociación libre en el análisis. Así, un cierto recuerdo puede ser reactualizado dentro de un determinado contexto asociativo (Laplanche, 178).

El hecho de afirmar que las huellas mnémicas constituyen sistemas, hizo que se comparara esa idea con el concepto de ‘significante’ en el sentido de De Saussure.

En sí, la idea clásica de representación es sencilla, pero Freud la desmenuzará, la diversificará y la vinculará con el quantum de afecto y el afecto en sí, con el fin de explicar el proceso de la represión. Una prueba de esta complejización del concepto original la tenemos en las diferentes ideas que registró Laplanche en relación al término en cuestión, como resultado de su lectura de Freud: representación-fin, representante-representativo, representante de la pulsión, representante psíquico, representación de cosa, representación de palabra. Incluso se habla también de representaciones inconscientes, representaciones patógenas (Laplanche, 368), representaciones compensatorias (Wyss, 93), y representaciones de objeto (Rycroft, 102)

Iremos definiendo todas estas ideas y relacionándolas entre sí para presentar un cuadro lo más sencillo, entendible y al mismo tiempo fiel al pensamiento freudiano tanto como nos sea posible.

Afortunadamente muchos de estos términos son a grandes rasgos sinónimos, como por ejemplo ‘representación de cosa’ y ‘representación de objeto’. 

También resultan ser prácticamente sinónimos los vocablos ‘representante de la pulsión’, ‘representante-representativo’ y ‘representante psíquico’: el mismo Laplanche reconoce que se trata del mismo concepto y que son términos intercambiables entre sí en la mayor parte de los textos freudianos (Laplanche, 372).

Tal vez la única diferencia significativa sea que a veces Freud utiliza ‘representante-representativo’ en un sentido más amplio, al incluir también al afecto (Laplanche, 371). En las traducciones de las obras de Freud que hizo Etcheverry, ‘representante-representativo’ aparece con el nombre de ‘delegado pulsional’.


Representación (en el sentido psicoanalítico):

Representación o grupo de representaciones a las cuales se fija la pulsión en el curso de la historia del sujeto, y por medio de las cuales se inscribe en el psiquismo. 

En este sentido Freud contrapone la representación al afecto, siguiendo cada uno de estos elementos, en los procesos psíquicos, un diferente destino.

Destacamos que, en el proceso de la represión, lo que se reprime no es la pulsión ni el afecto sino la representación (Laplanche, 378).

Destacamos que: dentro del sistema de representaciones, hay alguna o algunas de ellas que son especialmente importantes, que están privilegiadas en el sentido que ejercen una atracción sobre las demás, como por ejemplo la tarea a realizar en el caso de pensamientos conscientes, o el fantasma inconsciente en el caso de someterse el sujeto a la regla de la asociación libre. 

Cada una de estas representaciones privilegiadas reciben el nombre de Representación.

FIN (Laplanche, 370).

Relación entre representación en sentido psicoanalítico y huella mnémica: la representación recatectiza, reaviva la huella mnémica, que en sí misma no es más que la simple inscripción del acontecimiento (Laplanche, 369).

Completemos nuestra visión de las representaciones diciendo que éstas pueden ser de dos tipos: representaciones de cosa y representaciones de palabra.

Representación cosa - representación palabra:

Términos usados por Freud en sus textos metapsicológicos para distinguir dos tipos de representaciones, uno esencialmente visual que deriva de la cosa, y otro esencialmente acústico que deriva de la palabra. Esta distinción tiene para él un alcance metapsicológico, caracterizándose el sistema preconsciente-consciente por la ligazón de la representación de cosa a la representación de palabra correspondiente, a diferencia del sistema inconsciente, que sólo comprende representaciones de cosa (Laplanche, 369).

En la representación consciente coinciden cosa y palabra; en el inconsciente no sólo se separan una de la otra, sino que el inconsciente guarda exclusivamente las representaciones de cosa (Wyss, 94).

a) Las representaciones de cosa están en una relación más inmediata con la cosa, con el objeto percibido: en la ALUCINACION PRIMITIVA, la representación de cosa sería considerada por el niño como el equivalente del objeto percibido, y catectizada en ausencia de éste (Laplanche, 368).
Mientras no sea catectizada la representación no es tal, sino sólo una huella mnémica que incluso puede ser no sólo visual sino también táctil, sonora, cenestésica, etc. Además, cabe pensar que las primeras tentativas de un niño antes de poder hablar, para comprender una cosa -por ejemplo una pelota o una muñeca-, dejan impresiones en el inconsciente que preceden a la representación verbal o de palabra (Wyss, 94).
Con el advenimiento del lenguaje, la representación de cosa quedará ligada a la correspondiente representación de palabra en el sistema Preconciente, y sobre esta articulación entre ambas actuará la represión.

b) Respecto de las representaciones de palabra: una idea inconsciente es una representación del objeto mismo, de la cosa, mientras que una idea consciente ha incorporado a sí misma una imagen verbal, que fue aprendida de los otros (Rycroft, 91) ya que el lenguaje es un producto cultural. Enlazar representación de cosa con representación de cosa es, para dar un ejemplo muy simple, relacionar una pelota percibida visualmente (cosa) con el sonido o imagen acústica ‘pelota’ (palabra).
Dice Freud“la representación consciente engloba la representación de cosa más la representación palabra correspondiente” (Freud S., LO INCONSCIENTE1915).

Las representaciones de palabra se instalan mediante el proceso de VERBALIZACION, o sea el acto de poner nombre a las cosas o sus imágenes. Por ejemplo, contar un sueño es convertir el pensamiento del proceso primario del sueño en sí, en el pensamiento verbal del estado consciente.
Al respecto, Rycroft indica que el psicoanálisis constituye un intento de verbalizar lo que no es verbalizable ya que su tema básico, la actividad mental inconsciente, es intrínsecamente no verbal y es distorsionada, en consecuencia, por las formulaciones verbales (Rycroft, 118).
No obstante, la verbalización es condición sine qua nonpara la toma de conciencia (Laplanche, 369) y, por ende, para el proceso de la cura.
Tengamos presente por último, que las representaciones de cosa son significantes pre-verbales y están regidas por el proceso primario, mientras que las representaciones de palabra son significantes verbales, y están regidas por el proceso secundario.

c) Teoría de la represión


REPRESION

En sentido propio, es una operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. 

La represión se produce en aquellos casos en que la satisfacción de una pulsión (susceptible de procurar por sí misma placer) ofrecería el peligro de provocar displacer en virtud de otras exigencias.
La represión es particularmente manifiesta en la histeria, si bien desempeña también un papel importante en las restantes afecciones mentales, así como en la psicología normal. 

Puede considerarse como un proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el origen de la constitución del inconsciente como dominio separado del resto del psiquismo (Laplanche, 375). 

Hay otro sentido más vago de represión, en relación con la defensa, que examinaremos en una próxima entrega (“Formaciones patológicas del inconsciente“).

La represión es la que arrebata la suma de excitación a la representación, la que disocia la carga afectiva. Este proceso se realiza en el inconsciente o, la mayoría de las veces, en el preconsciente. La representación queda entonces ya sin carga afectiva o bien la recibe del inconsciente (Wyss, 92).

La operación de represión puede considerarse:

a) desde el punto de vista tópico: 

Si bien la represión se describe, en la primera teoría del aparato psíquico, como mantenimiento fuera de la conciencia, Freud no asimila la instancia represora a la conciencia. 

El modelo lo proporciona la censura. En la segunda tópica, la represión se considera como una operación defensiva del yo (parcialmente inconsciente)

b) desde el punto de vista económico, 

La represión supone un juego complejo de retiro de catexis, recatectización y contracatexis que afectan a los representantes de la pulsión.

c) desde el punto de vista dinámico

La cuestión principal es la de los motivos de la represión: cómo una pulsión cuya satisfacción, por definición, engendra placer, llega a suscitar un displacer que obliga a la represión (Laplanche, 379).

CENSURA

Función que tiende a impedir, a los deseos inconscientes y a las formaciones que de ellos derivan, el acceso al sistema preconsciente-consciente. La censura es una barrera permanente y selectiva entre el inconsciente, por un lado, y el sistema preconsciente-consciente por la otra, y se halla en consecuencia en el origen de la represión (Laplanche, 53).
También se suele hablar de una ‘segunda censura’, que Freud sitúa entre el consciente y el preconsciente (Laplanche, 422).


Antes de pasar a los tiempos de la represión, diferenciemos antes represión de supresión.

SUPRESION

En sentido amplio, operación psíquica que tiende a hacer desaparecer de la conciencia un contenido displacentero o inoportuno: idea, afecto, etc. En este sentido, la represión sería un tipo especial de supresión.
En sentido más estricto, designa ciertas operaciones del sentido anterior distintas de la represión:
a) ya sea por el carácter consciente de la operación y por el hecho de que el contenido suprimido se convierte en preconsciente y no en inconsciente;
b) ya sea, en el caso de la supresión de un afecto, porque éste no es traspuesto al inconsciente, sino inhibido, abolido (Laplanche, 422).
La supresión es entonces consciente, ocurre a nivel de la segunda censura. La represión en cambio ocurre a nivel de la ‘primera censura’, por lo que en esta última, tanto la instancia represora (el yo, etc.) como la misma operación y su resultado son inconscientes.
En cuanto a los afectos, éstos pueden suprimirse pero no reprimirse, pues estrictamente lo que se reprime es la representación ligada al mismo. Además de suprimirse, los afectos pueden transformarse en otro afecto, como veremos pronto (Laplanche, 422-423 y 372).

d) Tiempos de la represión

Sistematizaremos los tiempos de la represión siguiendo los planteos de Freud tal como aparecen en varios de sus artículos, pero sobretodo en ‘La Represión’ (1915), donde se describen tres tiempos:

1º tiempo: represión originaria, también llamada represión primaria, primordial, o primera represión.

2º tiempo: represión con posterioridad, llamada también represión secundaria, posterior, segunda represión o represión propiamente dicha.

3º tiempo: retorno de lo reprimido.


En general, cuando se habla de represión en la enseñanza de Freud, se alude a la represión con posterioridad. En lo que sigue habremos de distinguir explícitamente los dos tipos de represión, utilizando las denominaciones represión primaria y represión secundaria.

a) 1º tiempo: Este primer tiempo tiene lugar esencialmente en la primera infancia, durante la cual las pulsiones sexuales buscarán una descarga rápida e inmediata tal como lo exige el principio del placer. Al principio el niño tiene un cierto éxito, cuando puede descargar sus impulsos por medio de una realización alucinatoria. Este recurso sin embargo dura poco, ya que el niño comprueba que el objeto alucinado (por ejemplo el pecho) no es real. Sin embargo aún cuando el niño pueda encontrar un objeto externo por medio del cual satisfacer sus pulsiones, la inminencia de la descarga pulsional generará angustia (sea porque teme no encontrar el objeto satisfactor, según experiencias pasadas de frustración, sea porque hay una instancia moral).
Esta angustia es el estímulo detonante de la represión: al representante psíquico de la pulsión le es negado su acceso a la conciencia, y esto constituye la represión primaria.
Como vemos, el mecanismo básico de esta represión primaria es una contracarga (o contracatexis, o contrainvestidura), es decir a la fuerza de la pulsión se le opone otra fuerza, la fuerza represora primaria (contracarga).
Esta represión primaria no recae sobre la pulsión como tal, sino sobre sus signos, sus ‘representantes’ (ideas, imágenes, etc.), que no llegan a la conciencia y a los cuales queda fijada la pulsión. Se crea así un primer núcleo inconsciente que funciona como polo de atracción respecto de los elementos a reprimir. Estas representaciones inconscientes son lo que anteriormente habíamos calificado como representaciones de cosa.
La represión no recae tampoco sobre el afecto (ver Supresión). Sólo se reprimen los elementos representativos, los cuales van ligados a lo reprimido originario, ya porque provengan de éste, ya porque entren en conexión fortuita con él. La represión reserva a cada uno de ellos un destino diferente, ‘completamente individual’ según su grado de deformación, su distancia respecto al núcleo inconsciente o su valor afectivo.
Freud había caracterizado al inconsciente como un reservorio pulsional (el inconsciente que hunde sus raíces en lo biológico), y también como el conjunto de contenidos reprimidos.
Esto último es lo que aquí nos interesa especialmente por cuanto Freud intentará explicar la constitución del inconsciente por el proceso de la represión primaria (Laplanche, 433). En 1915Freud considera a las representaciones no sólo como los contenidos del inconsciente, sino como constitutivos de éste: en un solo y mismo acto, la represión primaria, la pulsión en lugar de descargarse se fija a una representación que ve rehusado su acceso a la conciencia, y se constituye el inconsciente.
Freud refiere al respecto que “así se produce una fijación y el representante perdura, a partir de este momento, en forma inalterable, quedando la pulsión ligada a él”. La fijación se encuentra entonces en el origen de la represión y puede considerársela incluso como el primer tiempo de la represión (Laplanche, 157).

Veamos entonces como define Laplanche la represión primaria u originaria:

REPRESION ORIGINARIA: Proceso hipotético descripto por Freud como primer tiempo de la operación de represión. Tiene por efecto la formación de un cierto número de representaciones inconscientes, o ‘reprimido originario’. Los núcleos inconscientes así constituidos contribuyen seguidamente a la represión propiamente dicha o represión con posterioridad, por la atracción que ejercen sobre los contenidos a reprimir, junto con la repulsión proveniente de las instancias superiores (Laplanche, 379).

b) 2º tiempo: La última parte de esta definición ya nos introduce en el segundo tiempo de la represión, donde tiene lugar la represión secundaria. Si la represión primaria ocurría en la primera infancia, la secundaria ocurrirá durante el resto de la vida en una forma permanente, sea en forma fallida o excesiva (dando lugar a la patología), sea en forma exitosa (como en las sublimaciones).
Lo esencial del 2º tiempo será lo siguiente: lo que fue reprimido en el primer tiempo tiende siempre a irrumpir de nuevo en la conciencia en forma de derivados, siendo sometidos entonces a una segunda represión o represión con posterioridad (Laplanche, 94), o represión secundaria.
Las representaciones de cosa son siempre inconscientes, y si tienden a hacerse preconscientes o conscientes lo harán bajo la forma de una representación de palabra. Larepresión secundaria actúa sobre estas representaciones separando o disociando de ellas el afecto, es decir, realizando una descatectización o desinvestidura de las representaciones de palabra.
En el 1º tiempo no es posible nombrar aquello que debe reprimirse pues no está constituido el lenguaje, pero en el segundo tiempo sí: el significante ‘representación de palabra’, que es verbal, representa lo que debe ser reprimido, representa aquello de lo cual debe separarse el afecto, porque es este afecto displacentero en última instancia el motivo y el fin de la represión.
Vemos así entonces que mientras el mecanismo central de la represión primaria es una contracarga o contrainvestidura, el mecanismo central de la represión secundaria es una desinvestidura, un retiro de catexis de la representación palabra.
Pero como la energía no se pierde sino que se transforma, debemos preguntarnos por último cuál o cuales serán los destinos de los quanta de afecto separados de su representación, y al respecto Freud plantea varios caminos posibles, calificables como los DESTINOS DEL AFECTO.
Estos posibles destinos son, entre los más significativos:
a) El quantum de afecto es desplazado a otra representación lo suficientemente alejada de la original como para no provocar angustia. Esta nueva representación no estará, sin embargo, totalmente desconectada de la reprimida, y habrá entre ambas lazos asociativos. Justamente durante el análisis, la interpretación lo que hace es recorrer estas vías asociativas en sentido inverso, o sea partiendo de la representación de palabra e intentando llegar por asociación libre hasta la original representación reprimida (cosa que en rigor no puede hacerse por ser esta un significante pre-verbal, es decir, innombrable, inefable).
Las asociaciones que va haciendo el paciente lo van llevando entonces hacia lo reprimido primordial (hacia lo reprimido en el primer tiempo) sin alcanzarlo nunca. El hecho que las asociaciones vayan llevando hacia lo reprimido nos muestra que las representaciones primordiales ejercen una especie de atracción sobre el resto de las representaciones, funcionando entonces como representaciones-fin.
El desplazamiento del afecto sobre otra representación se ve por ejemplo en las obsesiones (la escrupulosidad como reacción a los impulsos sádicos). En la neurosis obsesiva, refiere Laplanche (367), el quantum de afecto se ha desplazado desde la representación patógena ligada al acontecimiento traumatizante, a otra representación que el sujeto considera insignificante.
También vemos un similar mecanismo de desplazamiento en las fobias, donde una nueva representación, el caballo, recibe el afecto displacentero (angustia, miedo) de la original representación del padre, para referirnos al caso Juanito. El niño puede así en este caso soportar la presencia del padre sin angustia, angustia que además puede controlar mediante el recurso de evitar la presencia del caballo. El caballo funciona entonces, en palabras deWyss (92-94) como una representación compensatoria.
b) El quantum de afecto original se transforma en otro afecto, apareciendo por ejemplo como angustia (neurosis de angustia). Esto también se puede ver en las fobias, donde la angustia frente al objeto fobígeno es el afecto resultante.
Este, consciente, puede a su vez ser evitado mediante el recurso de la supresión (véase más arriba Supresión). También puede verse este segundo destino del quantum de afecto en la melancolía (Laplanche, 11-12).
c) El quantum de afecto puede también convertirse en energía somática, y la representación reprimida pasa a ser simbolizada mediante una zona o una actividad corporal (Laplanche, 368). Tal lo que ocurre en la histeria de conversión.
c) 3º tiempo: Los mecanismos represores no son 100 % eficaces, y siempre se producirá un RETORNO DE LO REPRIMIDO, como ocurre por ejemplo en los sueños, los síntomas, los actos fallidos y en general en lo que en psicoanálisis suelen llamarse las formaciones del inconsciente. El retorno de lo reprimido no equivale a la disolución de la represión. Como indica Fenichel (175), en realidad este retorno no es más que la involuntaria irrupción en el estado consciente de derivados inaceptables de los impulsos.






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