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La familia nuclear

 

Cinco características de las familias nucleares

 

Una familia nuclear se compone normalmente de un padre, madre y sus hijos, sean biológicos o adoptados. La familia nuclear ha sido tradicionalmente la unidad básica de la estructura de la familia más grande. Es desde la familia nuclear que se aprenden varios valores como el amor, la tolerancia y la convivencia. Sin embargo, las tasas crecientes de divorcio, los matrimonios retrasados y el parto retrasado continúan afectando a la prevalencia de la familia nuclear. Varios factores caracterizan a la familia nuclear.

 

 

Monógamo

 

En el seno de una familia nuclear está la unión entre una madre y un padre. Un matrimonio existente o una unión legal entre el padre y la madre es también un aspecto determinante de una familia nuclear. Además, el padre y la madre en una familia nuclear generalmente tienden a permanecer juntos bajo un mismo techo, a pesar de circunstancias como viajes ocasionales para el trabajo. Esto es diferente a una sola familia en la que el padre y la madre de un hijo permanecen por separado y no están dentro de un matrimonio existente o una unión legal.

 

 

Responsabilidades

 

Las responsabilidades de llevar una familia nuclear son exclusivamente del hombre y de la mujer de la casa. Algunas familias nucleares tienen a ambos padres trabajando fuera del hogar, otras trabajan fuera del hogar, mientras que la esposa se queda en casa y aún una pequeña minoría pide al hombre quedarse en casa mientras la mujer trabaja. Esto es contrario a las familias conjuntas o extendidas en las que otros miembros de la familia como los abuelos y las tías pueden tomar algunas responsabilidades en la familia.

 

 

Pequeño e íntimo

 

Las familias nucleares modernas son normalmente pequeñas en tamaño y tienden a ser íntimas. Sin embargo, existen algunas variaciones leves en que algunas familias tienen una madre, padre y muchos hijos biológicos o adoptivos. Estas también son familias nucleares, aunque no son el modelo de la familia moderna pequeña

 

 

Componente emocional

 

La familia nuclear produce la unidad emocional de la estructura familiar. Los niños desarrollan sus sentidos emocionales y cognitivos de la base de la familia nuclear, la madre y el padre. Es también dentro de la familia nuclear en la que el padre y la madre desarrollan la capacidad de manejar emociones como el miedo, el enojo y la decepción entre los dos y sus hijos. Este componente emocional entonces es continuada por los niños en su propia familia y el ciclo continúa.

 

 

 

Temporal

 

La familia nuclear es impermanente porque en algún momento los niños de esa familia dejan de vivir con sus padres. Estos niños se trasladan a crear sus propias familias y los fuertes vínculos entre su familia original y sus pro-creacionales (la familia en la que se casan y tienen hijos) tienden a erosionarse. Esto es diferente a la familia conjunta o extendida, que aumenta de tamaño cuando los hijos crecen y crean sus propias familias.

 

 

El Surgimiento de la familia nuclear en México

 

En el campo de estudios sobre la familia es común escuchar las críticas y los rechazos que se tiene respecto de la familia nuclear, es decir, del grupo de parentesco conformado por los padres y sus hijos dependientes. Se critica su visión biologista y patriarcalista acerca de la construcción de género, así como la desigualdad que se establece en sus relaciones interna. No obstante, a menudo cuando se habla de familia la referencia inmediata implícita es la familia nuclear. El estudio de ella, sin embargo, ha sido escaso y superficial. ¿Qué entendemos por familia nuclear? ¿Cómo y cuándo surgió? ¿La familia nuclear de la que nos han hablado los historiadores tiene las mismas connotaciones que la que observamos en la actualidad? Esta sección tiene como objetivo describir el proceso por el cual se ha dado el surgimiento de la familia nuclear moderna en México, tomando como referencia tres dimensiones analíticas: la estructura familiar, las relaciones familiares y las relaciones de parentela. Se propone que, a diferencia de lo que se ha planteado, la familia nuclear, como entramado de relaciones socioculturales, no surgió durante el periodo colonial sino hacia finales del siglo XIX. En la primera parte se presenta el marco analítico que servirá para reconstruir, en la segunda parte, los rasgos que asume durante el periodo colonial. Por razones de espacio, la descripción histórica se circunscribe específicamente al periodo colonial, y solamente se hacen algunas puntualizaciones sobre el siglo XIX en la consideración final.

 

 

 

 

La familia: tres dimensiones analíticas

 

Marzio Barbagli[1] ha señalado tres dimensiones bajo las cuales ha sido captada la realidad familiar en la literatura internacional o cómo ha sido entendido el término familia: la estructura familiar, las relaciones familiares y las relaciones de parentela. La primera comprende al grupo de personas que viven bajo el mismo techo, la amplitud y composición de este agregado de corresidentes, las reglas con las cuales éste se forma, se transforma y se divide. La segunda dimensión incluye las relaciones de autoridad y de afecto al interior de este grupo de corresidentes, los modos a través de los cuales éstos interactúan y se tratan, las emociones y los sentimientos que prueban el uno con el otro. La tercera se refiere a las relaciones existentes entre grupos distintos de corresidentes que tengan lazos de parentesco, la frecuencia con la cual éstos se ven, se ayudan, elaboran y persiguen estrategias comunes para acrecentar, o al menos para conservar, sus recursos económicos, su poder, su prestigio.

 

Estas dimensiones pueden ayudarnos a organizar el mapa cognitivo que se ha ido construyendo en distintos campos disciplinarios acerca de las formas de estructuración del parentesco y de la familia en nuestro país. Nos permite identificar los rasgos o aspectos que tocan las investigaciones y establecer un balance acerca de los conocimientos acumulados y las líneas de investigación que hace falta cubrir. Teniendo en cuenta estas tres dimensiones trataremos de reconstruir cómo se ha presentado el proceso de surgimiento de la familia nuclear en nuestro país. La definición de estas tres dimensiones ha sido el resultado de varios debates, en el plano internacional, en torno a la definición de familia y de las formas históricas que ha asumido. En estos debates se ha discutido también la relación que se establece entre estas tres dimensiones.

 

Para comprender la importancia que tienen estas tres dimensiones en el análisis actual es necesario describir cuál era el modelo dominante bajo el cual se construyó buena parte de la sociología de la familia, la forma que asumió el análisis de dichas dimensiones hasta los años sesenta del siglo XX y los cuestionamientos que recibió en la década de los setenta. El asunto de base puede resumirse en estos términos: al transitar de una sociedad simple a otra compleja, de formaciones histórico-sociales tradicionales a modernas y, por lo tanto, contemporáneas, la familia de ser extensa se volvía nuclear. En ese tránsito, la familia se modificó, tanto en su estructura como en sus relaciones y en sus funciones. Desde el punto de vista de las funciones, de una estructura polifuncional –unidad de producción y consumo, detentadora de los mecanismos de transmisión cultural de los valores y de las normas, de integración social de sus miembros, de socialización primaria y secundaria de las nuevas generaciones, de control de la propiedad y de satisfacción de las necesidades de los sujetos que cohabitan-, la familia perdió potencialidad en muchas de sus funciones que eran asumidas, entonces, por otras agencias externas a ella –la escuela, la fábrica, el mercado en sentido amplio, la Iglesia- y se caracterizó por una función eminentemente expresiva: estabilización de personalidad adulta y socialización primaria de los niños. El aumento de la división del trabajo, con el relativo proceso de especialización funcional de los subsistemas que componían el sistema social y la industrialización, constituyó el factor principal que influenció el cambio de la familia.

 

La tesis de la existencia de un proceso de progresiva simplificación de las estructuras familiares, que se presenta todavía en forma dominante en la sociología hasta los años sesenta, derivó de una instancia evolucionista que, a partir de pensadores del siglo XIX, permeó y condicionó también las reflexiones sociológicas del siglo pasado, creando una continuidad que vinculaba idealmente a Durkheim –quien formuló la “ley” de contracción progresiva de la familia-, con Parsons –quien sistematizó los procesos de cambio en las estructuras familiares en términos de nuclearización y de especialización funcional-.

 

Durkheim[2] rechazo una concepción de la familia en términos de grupo natural y la definió como una institución socialmente determinada. Consideraba a la familia nuclear conyugal como el punto de llegada de una evolución, en el curso de la cual dicha institución se contraía cuanto más se ampliaba el ámbito social con el cual el individuo estaba en relación inmediata. Del clan exógamo amorfo, que constituía la primera agrupación político doméstica, se pasó a la familia clan –uterina o masculina-, a la familia agnada no dividida, a la familia patriarcal romana, a la familia paterna germánica y a la familia conyugal –monogámica- moderna. Esta forma familiar era el resultado de la ley de contracción progresiva que resume y da cuenta de la evolución que ha influenciado a la institución familiar.

 

Parsons[3] concentro toda su reflexión en el contexto de clase media urbana americana, asumiendo como centro de análisis no tanto y no sólo a la familia, sino a la relación familia-movilidad social. En efecto, consideró a la familia nuclear –compuesta por los padres y los hijos dependientes-, aislada de la parentela particularmente “adecuada” para transmitir todo el sistema de valores de sociedad americana, centrada en lo que se puede definir como un filosofía del éxito, del logro social. Y este era así porque el resultado primario de la unidad familiar, bajo el perfil sociológico, consistía en la organización de la motivación individual. En específico, el valor de la integración con los parientes era un resultado que estaba negativamente correlacionado con la determinación de la lógica adquisitiva, con la ambición del éxito personal.

 

Sin embargo, y no obstante que abandonó posiciones valorativas pesimistas sobre la nuclearización de la familia, el estructural funcionalismo, cuyo exponente más representativo es sin duda Parsons, siguió en sus líneas fundamentales el pensamiento de Durkheim y se propuso evidencias la “leyes” orgánicas evolutivas de la familia moderna. En la sociedad moderna, la familia se desvincula de la parentela y tiende a reducirse siempre más a la familia nuclear, se caracteriza como grupo privado, pierde potencialidad desde un punto de vista funcional –conservando un número limitado de funciones, en particular, la estabilización de la personalidad adulta y la socialización primaria de los niños-, aunque la sociedad depende de estas funciones residuas de la familia de manera mucho más exclusiva que en las sociedades tradicionales. De ahí la centralidad y la importancia de la familia en la sociedad moderna y contemporánea: nuclearización no es sinónimo de pérdida de centralidad.

 

Nuclear se refiere al conjunto familiar, denota una característica dinámica, procesual: las formas familiares tienden a un lento proceso de simplificación; formas de cohabitación entre más núcleos conyugales, o bien núcleos que incluyen ascendientes, colaterales y/o descendientes disminuyen desde un punto de vista cuantitativo; pierden centralidad la lealtad y la dependencia parental porque no es dentro del grupo parental que el sujeto encuentra seguridad, apoyo, recursos para la satisfacción de muchas de sus necesidades. La familia nuclear, la familia conyugal se separa de la parentela, se individualiza respecto de ella y esto podemos advertirlo en los siguientes aspectos: a) desde el punto de vista espacial del asentamiento, la familia moderna es neolocal. En el momento en que se constituye va a vivir en una vivienda diferente de aquélla de las respectivas familias de origen de los cónyuges; b) desde el punto de vista material, es la inserción en el mercado de trabajo la que determina el nivel de recursos a disposición de la familia y ya no más la participación en un actividad común como el cultivo del mismo pedazo de tierra que da de comer a varios núcleos familiares; y c) desde el punto de vista relacional afectivo psicológico, la identidad, la seguridad del sujeto no tiene sus raíces en el reconocimiento en una comunidad adscriptiva –la parentela- a la cual se pertenece por nacimiento y no por elección.[4]

 

Pero el postulado sobre el surgimiento de la familia nuclear no sólo se refirió a la emergencia de un tipo de estructura particular. Un elemento que estaba implicado en esta concepción evolutiva es que la estructura nuclear supone un ordenamiento de las relaciones familiares que le corresponde, de tal forma que conforme se pasa a ese tipo de estructura se configuran ciertas relaciones familiares internas y una desvinculación con las de parentela. Es claro que el modelo suponía que las tres dimensiones que hemos señalado se encontraban en estrecha correspondencia. De ello derivó –como ha sostenido Barbagli[5]- que bastaba estudiar una de estas dimensiones para obtener también los resultados de las otras.

 

Asimismo, el estudio de estas tres dimensiones —estructura, relaciones internas y de parentela— no se ha presentado en forma equilibrada. Los análisis de Durkheim y de Parsons, por ejemplo, hacían referencia sobre todo a las dos primeras dimensiones. La disciplina desde la cual era estudiada también influyó en el énfasis que se le dio a una u otra dimensión, de tal forma que, en general, mientras los historiadores se centraban en la estructura, los sociólogos lo hacían en las relaciones familiares y comenzaban cada vez más a concentrarse en las relaciones de parentela[6].

 

El cuestionamiento de este modelo se dio desde distintas disciplinas. Desde la antropología, la crítica de Lévi-Strauss, por ejemplo, dio un golpe duro al modelo evolucionista. El estudio de König[7], desde la sociología, resaltó igualmente la importancia de la clase social y las formas familiares en la historia. Dentro del campo sociológico hay una serie de estudios que cuestionó la afirmación de que la familia moderna fuera nuclear y aislada de la parentela. En particular se puso en discusión que nuclearización y aislamiento de la parentela —desde el punto de vista de la cohabitación— significase rompimiento de los vínculos con ésta, superación total de la lealtad y dependencia de vínculos adscriptivos. Estos estudios se concentraron en el análisis de la tercera dimensión, es decir, en las relaciones de parentela. En esta línea se puede mencionar el debate entre Parsons y Litwak, el cual contrapone al concepto de familia nuclear el concepto de familia “extensa modificada”[8]. Asimismo, estudios como el de Sennett[9] y el de McLaughlin[10] mostraron la disfuncionalidad y la incapacidad de la familia nuclear “aislada” de afrontar el contexto urbano-industrial y la importancia en este sentido de las relaciones de parentela.

 

Muy rica y fecunda ha resultado la contribución arrojada por los estudios realizados en el campo de la historia y la demografía a la puntualización y a la revisión del paradigma evolucionista aplicados a los cambios de la familia. La contribución más importante proviene de Peter Laslett y del grupo de Cambridge en los inicios de los años setenta. Los estudios de Laslett se centraron en la dimensión de la estructura familiar. Al analizar las listas nominativas de cien comunidades inglesas entre 1574 y 1821, Laslett demostró que en Inglaterra la dimensión media del agregado doméstico —comprendidos los siervos— había permanecido constante — 4.75 miembros— desde el siglo XVI hasta finales del siglo XIX y que el número medio de corresidentes comenzó a descender progresivamente hasta alcanzar el valor medio de tres. Este agregado era sobre todo de tipo simple o nuclear, es decir, sólo compuesto por una pareja casada y sus hijos, o bien por un viudo o viuda con los hijos. Este resultado era producto de la difusión entre la población inglesa del modelo de residencia neolocal después de las nupcias. Con base en estos hallazgos sostuvo que la familia troncal —definida por Frédéric Le Play en la segunda mitad del siglo XIX como estructura patriarcal, típica de las formaciones histórico-sociales tradicionales, en la cual la herencia se dejaba a un solo hijo del patriarca— no había sido nunca una forma familiar relevante en la sociedad europea. Laslett concluyó que probablemente la forma de la familia nuclear había sido una de las características constantes del sistema familiar occidental[11]. La familia nuclear, entonces, había precedido por siglos a la industrialización.

 

Junto a los trabajos de Laslett y de la demografía histórica, resulta particularmente interesante la aportación que arrojó un filón de la historiografía. Autores como Philippe Ariés[12], Edward Shorter[13] y Lawrence Stone[14] enfrentaron el problema de la nuclearización de la familia no en términos de análisis de su estructura, sino en el nivel de una profundización del significado simbólico, cultural, que asume para el hombre el constituir una familia en el paso de la sociedad medieval a la moderna y contemporánea. Sus estudios pueden ser ubicados en la segunda dimensión señalada, esto es, en el análisis de las relaciones familiares.

 

Para estos autores, más allá y no obstante las características estructurales de la familia en las diversas realidades europeas, es posible recoger un elemento de fractura de tipo sociocultural, entre finales del siglo XVI y el inicio del XVII, el cual impactó en las relaciones familiares, modificando las relaciones de autoridad y afectivas entre los sexos y las generaciones; éstas fueron asumiendo lentamente un carácter más afectivo, de privacidad (“privacy”). Aquí vale la pena detenerse en la propuesta de Stone[15], quien sostenía que el surgimiento de la familia nuclear moderna debía ser remitido al periodo preindustrial.

 

De acuerdo con Stone[16], la familia, en particular la inglesa, había pasado a través de tres diferentes tipos en tres épocas distintas: la “familia de linaje abierto”, formada entre 1450 y 1630, se caracterizaba porque sus miembros, en los estratos más altos, estaban sometidos a un fuerte control por parte de la parentela y de la comunidad, y porque las relaciones generacionales y conyugales eran distantes. Este distanciamiento dependía del modelo de matrimonio prevaleciente, basado no en la libre elección de los cónyuges, de la alta tasa de mortalidad que obstaculizaba el involucramiento afectivo por parte de los cónyuges, y del tipo de personalidad débilmente afectiva, producida por las formas en las cuales venían criados o educados los niños. No existía ningún sentido de la intimidad doméstica ni de necesidad; las relaciones interpersonales en el interior de la unidad conyugal entre marido y mujer como entre padres e hijos, eran más bien distantes, en parte por la omnipresente posibilidad de una muerte inminente, en parte debido a los modelos culturales que requerían del matrimonio arreglado, la subordinación de las mujeres, la negligencia en relación con los hijos, la costumbre de confiárselos a extraños en edad precoz y de imponerles una disciplina vejatoria. Las prácticas de la puericultura, la ausencia de una única figura materna, el hecho de que la voluntad, que era concebida como pecaminosa, viniese plegada con la fuerza bruta en edad precoz, creaban por norma en los adultos características psicológicas particulares: sospecha en las relaciones con el prójimo, disposición a la violencia, incapacidad de construir fuertes vínculos emotivos con cualquier otro individuo. De ello resultaba un tipo de familia cuyas características de distanciamiento psicológico y de diferencia correspondían a los valores y a la organización de fondo de la sociedad jerárquica, autoritaria e inquisitorialmente colectivista de la Inglaterra de inicios de la edad moderna[17].

 

La “familia nuclear patriarcal restringida”, formada entre 1550 y 1700, se caracterizaba por la decadencia de la parentela y de la comunidad, por el creciente peso de la unidad conyugal elemental y por el patriarcado, por el poder del varón marido-padre. La transición a este tipo de familia fue impulsada por la configuración del Estado moderno y favorecido por la reforma protestante. En efecto, a finales del siglo XVI y principios del XVII, el tipo anterior de familia fue modificado. Se fue perdiendo el sentido de pertenencia a un linaje, disminuía la importancia de la parentela y de la clientela, y contemporáneamente el Estado adquiría poder y se difundía el protestantismo. La consecuencia más importante fue la sustitución de la lealtad al linaje o al patrón por aquella al Estado. De ello resultó el debilitamiento de la red afectiva difusa de parientes y vecinos que había circundado y sostenido los vínculos inciertos de la estructura familiar, tendiendo a aislar al núcleo central. El proceso expuso al núcleo a tensiones que en muchos casos aún no estaba en grado de sostener, no obstante el continuo reforzamiento de su cohesión psicológica interna.

 

Por un fenómeno paradójico, si bien a finales del siglo XVI la institución de la familia asumía nuevas características de santidad y si bien los teólogos morales insistieron cada vez más en la importancia del amor conyugal y parental, en ese mismo periodo los tratados teóricos con pleno apoyo de la Iglesia y del Estado impulsaban relaciones de poder al interior de la familia más autoritarias y patriarcales. La propaganda a favor de este autoritarismo interno en la familia y su realidad efectiva, tan marcada entre las clases pudientes, se refería también a las relaciones prematrimoniales entre los jóvenes, rigurosamente limitadas y controladas por los padres, a las relaciones entre marido y esposa, en las cuales se fomentaba continuamente el principio de la obediencia de la esposa, y a las relaciones entre padres e hijos en las que se sostenía que el fin principal de la educación era aquel de plegar la voluntad del hijo. En las clases medias inferiores y en aquellas trabajadoras, la cooperación económica en la gestión de la actividad de la familia imponía en cierta medida compartir la responsabilidad para la sobrevivencia de ambos. Por otro lado, sin embargo, los hijos de la clase desposeída gozaban de mayor libertad de elección con respecto al matrimonio[18].

 

El tercer tipo, la “familia nuclear doméstica cerrada” comenzó a surgir en las clases medias y superiores hacia 1620 y se consolidó progresivamente hasta 1800. Estuvo caracterizada por la persistente defensa de los confines de los cuales se había circundado la unidad familiar, así como por el progresivo decaimiento de la influencia ejercida sobre ella tanto por los vecinos, como también por la parentela. Ello indujo a atribuir mayor importancia a la cohesión interna de la familia, ya fuera porque disminuían los vínculos emotivos con los extraños o porque se debilitaban las presiones ejercitadas por grupos organizados externos. Por otro lado, sin embargo, se verificó una neta inversión de la precedente tendencia al patriarcado doméstico. Para el mantenimiento del orden social no eran necesarios ni el monarca absoluto ni el padre-patriarca. A partir de 1700 resulta evidente la afirmación, entre la burguesía y la aristocracia terrateniente, de un nuevo tipo de familia inspirado en el principio del individualismo afectivo, del cual Stone expone sus manifestaciones particulares. En primer lugar, la fuerza de los vínculos de parentela había disminuido y de ellos sólo sobrevivían aquéllos con los parientes más cercanos. En segundo término, la elección del cónyuge estaba determinada más por la libre elección que por la decisión de los padres y se fundaba tanto sobre un afecto recíproco durable, como también sobre el cálculo de una ganancia en dinero, prestigio o poder. Con excepción de los niveles más altos de la aristocracia, en los tratos nupciales las consideraciones financieras por la dote se volvieron factores menos decisivos y, en cambio, la perspectiva de la futura felicidad personal fundada en un afecto consolidado fue más importante. En consecuencia disminuyó el número de matrimonios con herederos, de matrimonios en el interior de las ramificaciones de la parentela, de los matrimonios de hombres jóvenes con mujeres notablemente más ancianas. En tercer lugar, disminuyó la autoridad de los maridos sobre las esposas y de los padres sobre los hijos, y todos los miembros de la unidad familiar obtuvieron, o pretendieron obtener, mayor autonomía. Se vieron los primeros signos hacia una tendencia respecto de una mayor igualdad entre los sexos sobre el plano legal y sobre aquel de la instrucción, y se tutelaron atentamente los derechos de cada hijo para obtener una parte de la herencia, aunque la primogenitura no perdió su importancia. Las familias de los profesionistas, de la alta burguesía y de la aristocracia terrateniente dirigieron su atención hacia los hijos, y algunas de ellas adoptaron posiciones pedagógicas notablemente permisivas. Entre los comerciantes y los bodegueros más ricos aumentaba el número de las esposas educadas para poseer las cualidades sociales de sus superiores, que desdeñaban participar activamente en la producción económica de la familia. Se ocupaban, en cambio, de dirigir a la servidumbre, de criar a los hijos y de una serie de actividades de entretenimiento cuyo fin era la promoción social, ya fuera que se tratase de pasatiempos como tomar el té del mediodía o las partidas de cartas, de obras de beneficencia, las visitas al teatro o a la biblioteca. Si bien la dependencia económica de estas mujeres hacia los maridos había aumentado, obtuvieron una posición de mayor relevancia, más poder de decisión en el seno de la familia y se ocuparon, en medida siempre mayor, de la lactancia y de la educación de los hijos.

 

La alta burguesía y la aristocracia terrateniente el siglo XVIII vieron, por lo tanto, la afirmación de un nuevo tipo de familia, con una función nueva y diferentes relaciones en su interior y con el exterior: una familia dotada de menos funciones prácticas, quizás, pero con un empeño emotivo y sexual mucho mayor. Era una familia volcada más hacia la relación conyugal que a la parentela y a la comunidad; ligada por el afecto o el hábito; más liberal en su interior, menos patriarcal y autoritaria; menos responsabilizada en relación con los marginales, de los cuales ahora se ocupaba la autoridad pública, pero más interesada en su bienestar; más emancipada en lo que se refiere al sexo, preferiblemente practicado en el interior del matrimonio, y menos reprimida; más interesada en los niños y en sus exigencias, y menos en los adultos; más privada y menos pública; y, en fin, más atenta y capaz de controlar la procreación y menos dispuesta a dejar estos asuntos en las manos del Señor. En suma, este tipo de familia se basó en el principio de la autonomía personal y se mantuvo unida por fuertes lazos afectivos.

 

Obviamente se trata de tendencias, no de datos absolutos —de acuerdo con Stone—. Por mucho tiempo sobrevivieron costumbres y valores más antiguos. La medida en que este nuevo modelo de familia fue adoptado varió enormemente de clase a clase y de familia a familia. Sus características fundamentales echaron raíces primero en la burguesía urbana y un poco más tarde se difundieron hasta las clases terratenientes. Muchos otros aspectos llegaron a los pobres sólo en el siglo XIX o incluso a inicios del XX. De ello resultó no tanto la sustitución de un tipo de familia por otro, sino la ampliación de la gama de posibilidades. Aumentaba la variedad de los tipos de familia, se enriquecía la reserva de alternativas culturales[19].

 

La “familia nuclear doméstica cerrada” era ya entonces una realidad antes de la industrialización y, por ello, era independiente de ésta. La formación de este tipo de familia se explica a partir del nacimiento del “individualismo afectivo”, es decir, de los profundos cambios provocados en el modo en que el individuo se consideraba a sí mismo en relación con la sociedad —la afirmación del individualismo— y en el modo en que se comportaba y sentía en su relación con otros seres —en particular respecto de la esposa y de los hijos, y respecto de los padres y parientes—. En otras palabras, la afirmación del afecto.

 

De acuerdo con Stone, se presentaron así los siguientes cambios en las relaciones familiares en el paso de la familia extensa tradicional a aquella nuclear moderna: a) la liberación del control que ejercían la comunidad y la parentela; b) el pasaje de un sistema de matrimonio combinado por los padres, basado en intereses económicos y sociales, a uno fundado en la elección de los cónyuges por medio de la atracción física y del amor; c) había también cambiado la relación entre los cónyuges, pasando de la frialdad y distancia entre ellos al calor afectivo, la intimidad y la pasión erótica; d) la relación entre padres e hijos había pasado de la indiferencia de los primeros hacia los segundos, al cuidado y afecto hacia estos últimos.

 

De las investigaciones que hemos presentado, centradas en el análisis de la estructura o de las relaciones familiares, deriva otro resultado relativo a la relación entre estas dimensiones, entre estructura y relaciones familiares. No se puede establecer un único parteaguas que explique el cambio en un acto único, de la estructura, de las relaciones familiares y de las de parentela. A pesar de que todavía quedan abiertas las incursiones en este campo, y que los tiempos y modalidades varían según cada país y región, existe un consenso al respecto. En efecto, en el caso de Inglaterra hemos visto que la estructura nuclear existía ya en el periodo preindustrial[20] y las relaciones familiares, en cambio, no cambiaron al mismo tiempo sino que tuvieron ritmos distintos[21].

 

Con base en estos cuestionamientos podemos concluir lo siguiente: 1) la industrialización, más que crear a la familia nuclear, contribuyó a su difusión entre estratos y clases sociales que presentaban otras formas organizativas, hasta el punto de transformarla en la forma familiar predominante de la sociedad moderna; 2) las tres dimensiones que he señalado no mantienen una relación unívoca entre sí, sino que es importante analizar el contenido de cada una de ellas y, a partir de esto, ver la relación que se establece. Una estructura nuclear puede contener diversas formas de relaciones familiares, una familia extensa puede tener unas fincadas en el individualismo afectivo, en la mentalidad de mercado o en el amor romántico. Por último es necesario también tener en cuenta la relación y el papel que desempeñan las relaciones de parentela.

 

Los cuestionamientos que recibió la tesis sobre el desarrollo de formas más extensas de familia a formas nucleares ligadas al desarrollo de la sociedad moderna industrial contribuyeron, en suma, a desligar la correspondencia unívoca que se establecía entre ellos. La relación que se establece entre ellas es compleja, por lo cual resulta necesario mantenerlas como dimensiones de análisis cuyo contenido debe ser precisado en cada caso. Sin embargo, dichos debates sirvieron de catalizador para el desarrollo de líneas de investigación que todavía hoy se mantienen abiertas. A partir de esas tres dimensiones podremos reconstruir, para el caso de México, cómo se ha presentado el surgimiento de la familia nuclear.

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