APOSTASIA

2Th 2:3 no vendrá sin que antes venga la a, y se


(gr., apostasí­a, un caer atrás, un retirarse, abandono). La Biblia contiene muchas advertencias en contra de la apostasí­a (2Th 2:3; Judas) al igual que ejemplos de la apostasí­a: Israel (Jos 22:22; 2Ch 29:19; Jer 2:19), Saúl (1Sa 15:11), Himeneo y Alejandro (1Ti 1:19-20) y Demas (2Ti 4:10). El escritor de la carta a los Hebreos declara que la apostasí­a es irrevocable (Heb 6:4-6; Heb 10:26), y Pablo la aplica escatológicamente a la venida de una era de gran rebelión en contra de Dios (2Th 2:3).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Defección, salirse).

Apóstata es el que abandona la verdadera fe cristiana. Hay advertencias muy serias en la Biblia contra los apóstatas.

– San Pablo “entregó a Satanás”, expulsó a Himeneo y Alejandro, 1Ti 1:9-20.

– En Heb 6:4-6 dice que los que cayeron en la apostasí­a es imposible que sean renovados otra vez a penitencia, porque han crucificado en sí­ mismos a Jesús.

– En 2Pe 2:21 dice que “mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia. “: – Jesús profetizó que al final de los tiempos habrí­a muchos falsos apóstoles, muchos apóstatas que enganarí­an a muchos, Mat 24:5, Mat 24:11, Mat 24:24.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Palabra que en griego es compuesta de apó (caer, alejarse de) y stasis (rebelión) y que se utilizaba para señalar una revuelta polí­tica o militar. Significa el acto de rechazar la fe o las doctrinas profesadas o creí­das, apartándose para adoptar otras. Los traductores de la Septuaginta adoptaron el término para expresar el apartamiento o la rebelión contra el Dios de Israel, como en Jos 22:22 : †œ… si fue por rebelión [apostasí­a] o por prevaricación contra Jehovᆝ. Aunque usando otras palabras en hebreo, los profetas denunciaron la a. de Israel. Ellos †œdejaron a Jehová … se volvieron atrás† (Isa 1:4; Jer 2:17). †œTentaron y enojaron al Dios Altí­simo, y no guardaron sus testimonios; sino que se volvieron … como arco engañoso† (Sal 78:56-58). El concepto de a. aparece, pues, en el AT, aunque con diferentes palabras, como cuando se dice: †œcualquier hombre … que se hubiere apartado de andar en pos de mí­, y hubiere puesto sus í­dolos en su corazón … yo Jehová le responderé…† (Eze 14:7).

El término viene a ser usado en Israel después del perí­odo de la helenización, cuando una parte de la sociedad judí­a se hizo partidaria de adoptar las costumbres griegas. En la literatura intertestamentaria se aplicó la palabra a. a los hechos de esa clase, especialmente cuando el intento de †¢Antí­oco Epí­fanes de †œimponer la a.† cambiando la fe y las costumbres israelitas por las helénicas. Desde esa época, abandonar la fe de Israel era †œapostatar†.
tiempos del NT los judí­os acusaban a Pablo de que enseñaba †œa todos los judí­os que están entre los gentiles a apostatar de Moisés† (Hch 21:21). Los cristianos siguieron con el uso judí­o del término. El mismo Pablo les recuerda a los tesalonicenses que el †¢anticristo †œno vendrá sin que antes venga la a.†, esto es, un perí­odo de total rebelión contra Dios encabezada por dicho †¢anticristo, †œel cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto† (2Te 2:3-4). La epí­stola a los Hebreos se refiere en forma especial al peligro que en determinadas circunstancias pueden tener los cristianos de apostatar de la fe. (Heb 2:1-3; Heb 3:12-19; Heb 6:1-9; Heb 10:26-39). †¢Herejí­a.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ESCA DOCT

ver, ANTICRISTO Significa “volverse atrás, recaer” (gr.). Pablo fue acusado de enseñar a los judí­os entre los gentiles a que apostataran de Moisés (Hch. 21:21). Pablo enseñaba la libertad de la ley por la muerte de Cristo, y esto, para un judí­o rabí­nico estricto, constituirí­a apostasí­a, olvidando la promesa del Nuevo Pacto dada por el profeta Jeremí­as (Jer. 31:31-34, etc.). Esta misma palabra se usa en Tesalonicenses (2 Ts. 2:3), donde se enseña que el dí­a del Señor no puede venir hasta que no venga “la apostasí­a” o abandono del cristianismo en relación con la manifestación del hombre de pecado. (Véase ANTICRISTO). Con respecto a apostasí­a individual, se trata en pasajes como Hebreos (He. 3:12; 10:26, 28), y en la Epí­stola de Judas. Hay también advertencias de que este tipo de apostasí­a se irá generalizando al ir finalizando la presente dispensación (1 Ti. 4:1-3). Una apostasí­a implica necesariamente una posición de la que se puede caer, una profesión hecha que se abandona de una manera deliberada. No se trata de un cristiano que caiga en algún pecado, sino de un abandono definido del cristianismo por parte de un profesante no convertido, que no ha experimentado la regeneración de la conversión. Las Escrituras no ofrecen ninguna esperanza para tal estado.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Literalmente significa separación o abandono de lo que se ha profesado o proclamado anteriormente. Especialmente se emplea el término aludiendo al abandono de la fe que se ha tenido. Es la significación común a los judí­os, mahometanos o cristianos.

De manera especial, en lenguaje cristiano, se habla de apostasí­a si el abandono de la fe se hace pública y explí­citamente, mereciendo el rechazo y la sanción de la comunidad cristiana.

Como tal es un pecado contra la virtud de religión y contra el deber de cultivar y conservar la fe verdadera.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. agnosticismo, Anticristo, ateí­smo, fe)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En religión, el apóstata es el que se separa de Dios. San Lucas nos habla de los que en el momento de la prueba se echan atrás, se apartan de Dios (Lc 8,13); Dios también los echa lejos de sí­ mismo, porque son agentes de maldad (Lc 13,27).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Del griego apostamai, indica de suyo una deserción de la propia misión o una renuncia al propio estado; es un ponerse fuera. A partir de Tomás de Aquino (5. Th. II-II, 12, 1), la teologí­a distingue tres tipos de apostasí­a; 1.

apostasí­a de la fe, cuando se renuncia a la fe cristiana después de haber recibido el bautismo; 2. apostasí­a de la religión, que tiene lugar después de haber hecho una profesión solemne; 3.

apostasí­a de la ordenación, cuando se abandonan las sagradas órdenes.

Sin embargo, en el lenguaje teológico común, con apostasí­a se hace referencia simplemente a la renuncia a la fe cristiana.

Las diversas épocas de la historia de la Iglesia han registrado la presencia de la apostasí­a. En 1 Jn 2,18-19 es ya posible ver una primera referencia de los tiempos apostólicos a la apostasí­a.

Sobre todo en los tiempos de persecución es fácil comprobar un uso frecuente de la apostasí­a por parte sobre todo de personas débiles que temí­an los dolores y las penas que se infligí­an a los cristianos. Sucedí­a entonces que algunos negaban públicamente la fe, pero no en privado. Según la culpa que hubieran cometido (quemar incienso a las divinidades = “turificados,; inmolar sacrificios a los í­dolos = ” sacrificados,), se les imponí­a una pena más o menos severa que, a lo largo de los siglos, dio origen a veces a formas cismáticas. Los apóstatas que volví­an a la fe eran llamados lapsi. Hasta el penúltimo Código de derecho canónico del 1917 (can. 1325) se encuentran penas contra los apóstatas.
R. Fisichella

Bibl.: Tomás de Aquino, 5. Th, II-II, q, 12.

a. ]. A. Beugnet, Apostasie, en DTC 112, ]60i-]6]2.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico

(gr. A·po·sta·sí­Â·a).
El término griego correspondiente se deriva del verbo a·fí­Â·ste·mi, que significa literalmente †œapartarse de†. La forma sustantiva tiene el sentido de †œdeserción, abandono o rebelión†. (Hch 21:21, nota.) En el griego clásico esta se usaba para referirse a la defección polí­tica, y es con este sentido con el que se emplea el verbo en el pasaje de Hechos 5:37 sobre Judas el galileo, que †œatrajo† (a·pé·ste·se, una forma de a·fí­Â·ste·mi) seguidores. La Versión de los Setenta, escrita en griego, usa el vocablo en Génesis 14:4 con referencia a tal tipo de rebelión. No obstante, en las Escrituras Griegas Cristianas se usa sobre todo con relación a la defección religiosa, es decir, a la renuncia o abandono de la verdadera causa, la adoración y servicio a Dios; en suma, una renuncia a lo que antes se profesaba y un abandono total de esos principios o de la fe. Los lí­deres religiosos de Jerusalén acusaron a Pablo de este tipo de apostasí­a de la ley mosaica.
Puede decirse con toda propiedad que el adversario de Dios fue el primer apóstata, según indica el nombre Satanás. El hizo que la primera pareja humana apostatara. (Gé 3:1-15; Jn 8:44.) Después del Diluvio, los hombres se desviaron de las palabras del Dios de Noé. (Gé 11:1-9.) Más tarde, se le hizo necesario a Job defenderse de la acusación de apostasí­a que le lanzaron sus tres supuestos consoladores. (Job 8:13; 15:34; 20:5.) En su defensa, mostró que Dios no concede audiencia a los apóstatas (Job 13:16), y que el estado de un apóstata a quien Dios †˜corta†™ es desesperanzado. (Job 27:8; compárese también con la declaración de Elihú en Job 34:30; 36:13.) En estos casos se usa el sustantivo hebreo ja·néf, que significa †œapartado de Dios†, es decir, apóstata. El verbo relacionado, ja·néf, significa †œestar apartado de la debida relación con Dios†, o †œcontaminar, llevar a la apostasí­a†. (Lexicon in Veteris Testamenti Libros, de L. Koehler y W. Baumgartner, Leiden, 1958, pág. 317.)

Apostasí­a en Israel. Los dos primeros mandamientos de la Ley condenaban toda apostasí­a. (Ex 20:3-6.) Antes de la entrada de los israelitas en la Tierra Prometida, se les advirtió del grave peligro de caer en la apostasí­a en el que se encontrarí­an si se casaban con los habitantes del paí­s. (Dt 7:3, 4.) Aun si fuese un pariente próximo o el cónyuge la persona que incitaba a otros a apostatar, habrí­a de ser ejecutado por haber †œhablado de sublevación contra Jehová el Dios de ustedes†. (Dt 13:1-15.) Las tribus de Rubén, Gad y Manasés se apresuraron a exculparse de la acusación de apostasí­a que se les imputó por haber edificado un altar. (Jos 22:21-29.)
Muchos de los reyes de Israel y de Judá siguieron un proceder apóstata. Por ejemplo: Saúl (1Sa 15:11; 28:6, 7), Jeroboán (1Re 12:28-32), Acab (1Re 16:30-33), Ocozí­as (1Re 22:51-53), Jehoram (2Cr 21:6-15), Acaz (2Cr 28:1-4) y Amón. (2Cr 33:22, 23.) Con el tiempo, los israelitas llegaron a ser una nación de apóstatas, porque el pueblo escuchaba a los sacerdotes y profetas apóstatas (Jer 23:11, 15), así­ como a otros hombres sin principios que, con palabras suaves y dichos falsos, los llevaron a practicar conducta relajada e inmoralidad, y a desertar de Jehová, †œla fuente de agua viva†. (Isa 10:6; 32:6, 7; Jer 3:1; 17:13.) Según Isaí­as 24:5, hasta la misma tierra llegó a estar †˜contaminada [ja·nefáh] bajo sus habitantes, porque habí­an pasado por alto las leyes, habí­an cambiado la disposición reglamentaria, habí­an quebrantado el pacto de duración indefinida†™. No habrí­a de concedérseles misericordia en la destrucción predicha. (Isa 9:17; 33:11-14; Sof 1:4-6.)

¿Qué caracterí­sticas singularizan a los apóstatas en contraste con los cristianos verdaderos?
El apóstol Pablo predijo en 2 Tesalonicenses 2:3 una apostasí­a entre los que profesaban ser cristianos. Mencionó especí­ficamente a ciertos apóstatas, como Himeneo, Alejandro y Fileto. (1Ti 1:19, 20; 2Ti 2:16-19.) Entre las diversas causas de la apostasí­a expuestas en las advertencias apostólicas se encuentran las siguientes: la falta de fe (Heb 3:12), la falta de aguante ante la persecución (Heb 10:32-39), el abandono de las normas morales correctas (2Pe 2:15-22), el hacer caso de †œpalabras fingidas† de falsos maestros y de †œexpresiones inspiradas que extraví­an† (2Pe 2:1-3; 1Ti 4:1-3; 2Ti 2:16-19; compárese con Pr 11:9) y el tratar de †œser declarados justos por medio de ley†. (Gál 5:2-4.) Aun profesando tener fe en la Palabra de Dios, puede que los apóstatas desatiendan su servicio a Dios al considerar de poca importancia la obra de predicar y enseñar que El encargó a los seguidores de Jesucristo. (Lu 6:46; Mt 24:14; 28:19, 20.) También puede que aleguen servir a Dios, pero rechacen a sus representantes, su organización visible, y comiencen a †˜golpear†™ a los que habí­an sido sus compañeros de fe, con el fin de obstaculizar su obra. (Jud 8, 11; Nú 16:19-21; Mt 24:45-51.) Los apóstatas por lo general procuran que otros les sigan. (Hch 20:30; 2Pe 2:1, 3.) Los que abandonan voluntariosamente la congregación cristiana se convierten en parte integrante del †œanticristo†. (1Jn 2:18, 19.) Como en el caso de los israelitas apóstatas, también se predice destrucción para los apóstatas de la congregación cristiana. (2Pe 2:1; Heb 6:4-8; véase COMPAí‘íAS.)
Durante el perí­odo de persecución que sufrió la congregación cristiana primitiva a manos del Imperio romano, a los que profesaban ser cristianos a veces se les inducí­a a negar su discipulado. A aquellos que accedí­an se les exigí­a que dieran prueba de su apostasí­a haciendo una ofrenda de incienso ante algún dios pagano o blasfemando abiertamente contra el nombre de Cristo.
Es evidente que hay una diferencia entre †˜caer†™ por debilidad y †˜caer†™ por haber apostatado. Este último †˜caer†™ implica una retirada drástica e intencional del sendero de la rectitud. (1Jn 3:4-8; 5:16, 17.) Cualquiera que sea su base aparente, intelectual, moral o espiritual, constituye una rebelión contra Dios y un rechazo de su Palabra de verdad. (2Te 2:3, 4; véase HOMBRE DEL DESAFUERO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

I. Evolución del concepto
La palabra apostasí­a significa en los clásicos simplemente “ponerse aparte”, “alejarse”, o “salirse de una alianza”, “rebelarse”. De ahí­ pasó a significar en la tradición judí­a el < abandono de la fe", el "apartamiento de Yahveh". En este sentido lo emplean, p, ej., Jos 22, 22; Jer 2, 19; 2 Par 29, 19. Cf. también Act 21, 21 y 2 Tes 2, 3, en que se imputa a Pablo que él ha rechazado la torá. Así­ se comprende fácilmente que el término se usara también para indicar la defección de la fe cristiana; p. ej., Tertuliano, habla de los judí­os como de apostatae fiii (De pud., 8: PL 2, 1047 ). De pud., 6 (PL 2, 1042) dice: dabas apostatae veniam, y De pud., 9 (PL 2, 1050) habla de omne apostatarum genus. En el mismo sentido se usa la palabra en Cipriano (Ep. 57, 3, 1: CSEL 3, 652): Eos qui vel apostataverunt et ad saeculum cui renuntiaverunt reversa gentiliter vivunt. Esta vino a ser luego la significación general, posiblemente por influjo de la apostarí­a de Juliano, llamado precisamente el "Apóstata" (cf. De riv. Dei v, 21: PL 41, 168; Ep. 105, 2, 10: PL 33, 400). Más adelante la palabra amplió su significación pasando a indicar también la defección de la vida religiosa o de las sagradas órdenes. En este sentido la hallamos, p. ej., en Tomás de Aquino (S.T. II-II q. 12 a. 1): "La a. entraña cierto alejamiento de Dios, que se verifica según los varios modos como el hombre se une con Dios. El hombre se une primeramente con Dios por la fe; segundo, por la debida y sumisa voluntad de obedecer a sus mandamientos; tercero, por ciertas obras de supererogación, como la vida religiosa o la sagrada ordenación." II. Concepto Para nosotros a. significa aquí­ el abandono de la fe por parte del bautizado, ora la rechace en su totalidad, ora niegue una determinada verdad esencial de fe (p. ej., la divinidad de Cristo). Propiamente la a. no implica el paso a otra fe o a otra concepción de la vida. Esto último puede constituir, en circunstancias, un agravante. No son apóstatas en el sentido auténtico los que no viven de acuerdo con las prescripciones de la doctrina cristiana. No hablamos, pues, aquí­ de la a. de la vida religiosa en el sentido canónico 0 de la defección de las órdenes sagradas. III. Castigo de la apostarí­a La a. fue considerada y castigada desde el principio como uno de los pecados más graves (lapsa). Las penas contra los apóstatas eran graví­simas. Ya en el concilio de Ancira del año 314 y en el de Nicea se desarrolló una amplia casuí­stica en torno a este concepto. Bajo Justiniano se impusieron también penas civiles, como la confiscación de los bienes, la incapacidad de hacer testamento, etcétera. Cf. p. ej. Cod. Just. 1, 7, que se titula precisamente de apostatas. Más tarde desaparecieron las penas civiles; las eclesiásticas continuaron, aunque experimentando frecuentes modificaciones. Entre los documentos mayores hemos de recordar: la bula In coena Dománi, de Clemente vil, del año 1724, en la cual la excomunión impuesta queda reservada al papa; la constitución Apostolicae sedas, de Pí­o ix, del 12 de octubre de 1869; y el CIC. De éste véase en particular el can. 2314: "El apóstata incurre ipso facto en excomunión; y si una vez amonestado no se convierte de nuevo, prí­vesele de todo oficio, dignidad o beneficio eclesiástico; la excomunión está reservada speciali modo a la sede apostólica.>
IV. Responsabilidad moral
El trato dado durante siglos al apóstata supone que la a. es gravemente culpable. Esta suposición se tuvo siempre por indiscutible. Sólo en el siglo pasado fue puesta en tela de juicio por un grupo de teólogos, sobre todo alemanes (así­, p. ej., B.G. Hermes, J. Frohschammer, A. Schmid). En opinión de estos teólogos hay que distinguir entre un aspecto objetivo y otro aspecto subjetivo. Objetivamente, el católico no puede tener nunca una causa justa para abandonar la fe, pero sí­ puede tenerla subjetivamente, pues es posible que él -aunque erróneamentellegue a convencerse con recto juicio subjetivo de que su fe carece de fundamento y, por tanto, no merece conservarse e incluso debe ser abandonada. Contra ellos sostuvieron otros pensadores (p. ej., A. Bauer, M.J. Scheeben, J. Kleutgen) que el católico nunca puede tener alguna causa subjetivamente justa para abandonar su fe; pues, si él cumple su deber y permanece consiguientemente en estado de gracia, Dios le preservará de semejante error.

En esta discusión se interpuso el concilio Vaticano i con sus decisiones: “Por eso, no es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa; porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa para cambiar o poner en duda esa misma fe” (Dz 1794 ).

De ahí­ que el Concilio proclame solemnemente: “Si alguno dijere que es igual la condición de los fieles y la de aquellos que todaví­a no han llegado a la única fe verdadera, de suerte que los católicos pueden tener causa justa de poner en duda, suspendido el asentimiento, la fe que ya han recibido bajo el magisterio de la Iglesia, hasta que terminen la demostración cientí­fica de la credibilidad y verdad de su fe, sea anatema” (Dz 1815).

El trasfondo histórico de esta declaración del Vaticano i fue la tesis de G. Hermes, según la cual el creyente, sobre todo el creyente culto, debe someter metódicamente su fe a la duda, hasta que pueda ver lo creí­do como cientí­ficamente cierto. Esta duda metódica respecto de la fe serí­a la misma en el católico que en el no católico.

Se podí­a esperar que las palabras del Concilio pusieran fin a la controversia, pero no fue así­.

La disputa renació precisamente acerca de la interpretación de las palabras iusta causa, repetidamente usadas por el Concilio.

En esta nueva controversia cabe distinguir claramente tres perí­odos. En el primero, que se inicia después del Vaticano I, los autores defienden en general una interpretación también subjetiva; en su opinión, las palabras del Concilio quieren decir que el católico no tiene nunca causa justa, ni siquiera subjetiva, para abandonar la fe, y no puede, por tanto, apostatar de ella sin perder la gracia. En el segundo perí­odo, iniciado sobre todo por Granderath y Vacant, se tiende a interpretar las palabras del Concilio en un sentido solamente objetivo, es decir, el concilio Vaticano i no se habrí­a pronunciado sobre la responsabilidad subjetiva del católico que pierde su fe.

El tercer perí­odo comienza con los trabajos de S. Harent, y en él prevalece de nuevo la interpretación también subjetiva.

Actualmente parece que la interpretación subjetiva está aceptada, aunque no faltan voces discordes. Las discusiones, sin embargo, no han terminado. Una tendencia (R. Aubert) pretende que las palabras del Concilio sólo se aplican a casos normales, quedando abierta la posibilidad de casos excepcionales en que aun un católico puede apartarse de su fe sin perder la gracia. En cambio, a juicio de A. Stolz, las palabras del Concilio han de tomarse en un sentido absoluto y universal, de modo que, según la doctrina conciliar, un católico en ningún caso y por ningún motivo puede abandonar su fe conservando la gracia.

Hemos de advertir que las disputas posteriores al Vaticano i giran sobre todo en torno a la interpretación de la mente conciliar, y no precisamente en torno a la cosa en sí­.

Por eso, en el caso de que se dé una respuesta negativa a la cuestión de la mente conciliar, no cabe concluir sin más que con ello también la cosa en sí­ ha quedado decidida negativamente. Pues no es lo mismo decir: El Concilio no afirmó que un católico nunca puede tener ningún motivo justo, ni siquiera subjetivamente justo, para abandonar su fe, que decir: En realidad, un católico puede tener, por lo menos en el plano subjetivo, un motivo válido para abandonar su fe y, por tanto, puede abandonarla sin cometer pecado.

V. Apostasí­a y libertad religiosa
Al tratar el tema de la a. hay que ponerlo en conexión con la problemática de la libertad religiosa. La proclamación de la libertad religiosa no se refiere a la libertad moral de conservar o abandonar la propia fe. Es evidente que la libertad religiosa proclamada por el concilio Vaticano II se mueve en el plano cí­vico y polí­tico y sólo atañe a las relaciones con los otros y con el poder público, en el sentido de que nadie puede ser forzado a practicar o dejar de practicar una religión determinada. De ahí­ que la Constitución sobre la Iglesia (cap. 2, art. 14) del Vaticano II contenga estas palabras: “Por lo cual no podrí­an salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, desdeñaran entrar o no quisieran permanecer en ella.” Mas hay que recalcar por otra parte que la cláusula del Vaticano I: “que han aceptado la fe bajo el magisterio eclesiástico”, ciertamente no se cumple en todo el que sociológicamente pertenece a la Iglesia, de suerte que no cabe pronunciar un claro juicio moral sobre ninguno de los hombres concretos que abandonan la Iglesia. Cf. también -> herejí­a.

Giovanni-Battista Guzzetti

K. Rahner (ed.), Sacramentum Mundi. Enciclopedia Teolσgica, Herder, Barcelona 1972

Fuente: Sacramentum Mundi Enciclopedia Teológica

Palabra que está ganando mucho interés. Se encuentra dos veces en el NT (Hch. 21:21). La palabra española es una simple trasliteración del griego apostasia, forma tardía de apostasis, que originalmente quería decir «abandonar una posta o estación en vida». Plutarco la usa para referirse a una revuelta política. En el AT se usa para señalar a una revuelta contra el Señor (Jos. 22:22). Antíoco Epífanes trató de ejecutar una apostasía desde el judaísmo al helenismo (1 Mac. 2:15).

Una versión inglesa traduce «deserción» en conexión con la revelación del hombre de pecado o Anticristo. En este sentido la idea es la de una deserción o revuelta religiosa. Cremer afirma que apostasía se usa en el sentido absoluto de «pasar a un estado de incredulidad», y de este modo se refiere a la disolución de la «unión con Dios que subsiste a través de la fe en Cristo». Arndt añade rebelión o abandono en el sentido religioso.

En cuanto a la naturaleza de la apostasía existen extensos artículos tanto en la JewEnc como en la CE que desarrollan una extensa doctrina de la apostasía. También se puede encontrar un extenso artículo en la EncSocSci (donde se debe ver Apostasy y Heresy).

En el NT, 2 Ts. 2:3 es parte de un pasaje profético de carácter apocalíptico. Esta «deserción» invita a conjeturar sobre quiénes y de qué. Los eventos parecen futuros y relacionados, entonces, con el Anticristo. La implicación es que los apóstatas darán la bienvenida al hombre de pecado.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; CE; Crem; James Denney, Thessalonians; ExpGT; EncSocSci; J.E. Frame, Thessalonians, ICC; HDAC; JewEnc; LSJ; MM.

Robert Winston Ross

CE Catholic Encyclopaedia

EncSocSci Encyclopaedia of the Social Sciences

Crem Cremer’s Biblico-Theological Lexicon of NT Greek

ExpGT The Expositors Greek Testament

ICC International Critical Commentary

HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church

JewEnc Jewish Encyclopaedia

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (49). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

En el gr. clásico apostasia es un término técnico para hacer referencia a la rebelión o la defección política. En la LXX se relaciona siempre con la rebelión contra Dios (Jos. 22.22; 2 Cr. 29.19), instigada originalmente por Satanás, el dragón apóstata de Job 26.13.

Hay dos casos del uso del término gr. en el NT. Hch. 21.21 relata que Pablo fue acusado maliciosamente de enseñar a los judíos a renegar de Moisés haciendo abandono de la circuncisión y de otras observancias tradicionales. 2 Ts. 2.3 describe la gran apostasía de la profecía, paralelamente a la manifestación del hombre de pecado, o antes (cf. Mt. 24.10–12). La alusión no es a la infidelidad política o religiosa de los judíos, sino que tiene sentido enteramente escatológico en carácter, y se refiere a “la catastrófica rebelión final contra la autoridad de Dios que en los escritos apocalípticos es señal del fin del mundo” (E. J. Bicknell; The First and Second Epistles to the Thessalonians, 1932, pp. 74). Puede considerarse como la contrapartida terrenal de la rebelión celestial en Ap. 12.7–9.

La apostasía es un peligro constante para la iglesia, y el NT contiene repetidas advertencias contra ella (cf. 1 Ti. 4.1–3; 2 Ts. 2.3; 2 P. 3.17). Se aclara su carácter: abandono de “la fe” (1 Ti. 4.1) y “[apartamiento] del Dios vivo” (He. 3.12). Aumenta en épocas de grandes pruebas (Mt. 24.9–10; Lc. 8.13) y la alientan los falsos maestros (Mt. 24.11; Gá. 2.4), que seducen a los creyentes apartándolos de la pureza de la Palabra con “otro evangelio” (Gá. 1.6–8; cf. 2 Ti. 4.3–4; 2 P. 2.1–2; Jud. 3–4). Se predica solemnemente la imposibilidad de la restauración cuando ha habido apostasía deliberada (He. 6.4–6; 10.26).

Bibliografía.K. Rahner, Sacramentum mundi, t(t). I. 1972.

NIDNTT 1, pp. 606–611; I. H. Marshall, Kept by the Power of God: A Study of Perseverance amd Falling Away, 1969.

A.S.W.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico