Este es el proceso médico por el que pasa una persona transexual

Es largo y difícil, pero necesario para todos aquello que no se identifican con el género asignado al nacer

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Solo en Estados Unidos, casi un millón y medio de personas en edad adulta se identifican como transgénero, según un informe de The Williams Institute. Es decir, no se sienten identificadas con el género asignado al nacer. Pero, como explica la organización Human Rights Campaign, esta identidad no es algo que surja de pronto con la mayoría de edad, sino que ocurre en todas las edades.

“Somos padres y madres, hermanos y hermanas, hijos e hijas. Somos compañeros de trabajo y vecinos. Somos niños de siete años y abuelos de 70. Somos una comunidad diversa, que representa a toda clase de razas y etnias”, explican.

Somos padres y madres, hermanos y hermanas, hijos e hijas”

Human Rights Campaign

Muchas de estas personas deciden -en algún momento de sus vidas- iniciar un proceso para cambiar de sexo y así conseguir un aspecto físico con el que se sienten identificados. Pero, ¿cuál es el proceso que deben seguir para ello?

El primer paso para cualquier hombre o mujer que se sienta del género es acudir a su médico de cabecera, donde le derivarán a la Unidad de Identidad de Género (UIG) del hospital público correspondiente a su comunidad autónoma, indica la Dra. María Serrano Velasco, ginecóloga del Hospital La Paz que trabaja junto a la Unidad de Identidad de Género (UIG) del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.

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“Los pacientes suelen pasar por un primer examen de evaluación psicológica para confirmar que se trata de un verdadero caso de transexualidad”, asegura la experta. “Una vez todo está claro, se les va acompañando y conduciendo durante todo el proceso, tanto a ellos como a sus familias”, explica.

Distintas fases

Después se inician una serie de fases: “la primera suele ser el tratamiento hormonal cruzado” . Las personas que son hombres y se sienten mujeres son tratadas con estrógenos y antiandrógenos y las que han nacido mujeres pero se sienten hombres con andrógenos. “Aquí ya se empiezan a experimentar una serie de cambios físicos”, explica Serrano Velasco.

Entonces, se inicia la segunda fase: el ‘test de vida real’, que dura dos años, en los que deben vivir con el género en el que se reconocen. “Suelen ser años duros porque aún no se sienten del todo completos, ya que la transición está a medias. Aunque estos cambios son reversibles, pueden tardar más o menos en revertir, si la persona decide echarse atrás”, afirma la ginecóloga.

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Transcurrido este período de adaptación y si aún desean seguir adelante, se pasa a la tercera fase, que es irreversible: la cirugía. En el caso de hombre biológico a mujer transexual, se hace la penectomía y también se retiran los testículos, de manera que se reconstruyen unos genitales femeninos internos (vaginoplastia) y externos (vulvoplastia), además de ponerse prótesis mamarias (mamoplastia de aumento).

La primera fase suele ser el tratamiento hormonal cruzado”

Por su parte, a las personas a las que al nacer se les asigna el género femenino, pero se identifican como hombres se les retira el útero (histerectomía) y los ovarios (anexectomía), además de extirpar el tejido glandular mamario (mastectomía).

También se lleva a cabo la faloplastia, que consiste en extraer un injerto de piel del brazo o del muslo para reconstruir un pene de unos 12 a 13 cm de longitud con capacidad de penetración gracias a una prótesis, a manos de los cirujanos plásticos. El clítoris lo suelen dejar en la base del pene.

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La reconstrucción a genitales femeninos está más conseguida que la faloplastia porque es más funcional, ya que reducen el glande para convertirlo en un clítoris, preservando los nervios y los vasos sanguíneos para que tengan sensibilidad”, señala Serrano Velasco.

Muchas personas eligen no pasar por la faloplastia: “Son pocos los que la reclaman. Aún no es demasiado efectiva a la hora de tener relaciones sexuales. Se ponen prótesis que también se utilizan en penes biológicos, incluso han probado a poner hueso, pero no termina de estar muy conseguido. Aún así, se están diseñando prótesis más adaptadas a un pene artificial”, continúa la experta.

La faloplastia aún no es demasiado efectiva a la hora de tener relaciones sexuales”

Otra técnica alternativa es la metaidoioplastia en la que -tras el tratamiento hormonal con andrógenos el clítoris puede haber crecido bastante- se reconstruye un microfalo o neopene de unos 3 a 6 centímetros de longitud por 1,5 a 2 centímetros de diámetro.

También hay otra serie de cirugías como la estética vaginal, el aumento de glúteos, la liposucción o diversas técnicas de feminización facial, ya que muchos hombres tienen una estructura ósea mayor y más pronunciada que no varía durante el tratamiento hormonal.

La edad de la persona importa

Este proceso solo se puede llevar a cabo en mayores de edad. Sin embargo, al llegar a la pubertad y al segundo estadio de la escala de Tanner (la que mide la maduración sexual) se puede iniciar un tratamiento que bloquea el desarrollo puberal. Este proceso también es reversible.

No obstante, la experta alerta de que este tipo de tratamientos han de darse “con mucha prudencia y cautela, ya que no se sabe si pueden producir efectos secundarios a largo plazo como, por ejemplo, una descalcificación de los huesos”.

“De los niños que entran en la Unidad con una disforia de género, hay un porcentaje bastante alto que no son casos de transexualidad. Por este motivo, no se puede empezar de forma muy agresiva ni hay que precipitarse”, explica Serrano Velasco.

Un camino difícil

Diego Neria, autor del libro El despiste de Dios y el primer transexual recibido en audiencia por el papa, relata cómo se reasignó a una edad madura: “Mi historia fue un poco más atípica porque no pasé por los dos años de transición hormonal, me hice directamente la mastectomía, ya que después de 40 años tenía todo clarísimo”.

“Solo quería sentirme a gusto, dejar de vendarme el pecho y usar ropa holgada para esconder mi cuerpo. Yo no conocía un espejo, era incapaz de mirarme, tampoco podía disfrutar de la playa aunque no hubiese nadie. No era por los demás, sino por mí mismo. Año y medio después de operarme, todos esos complejos desaparecieron. Fue una liberación absoluta”, cuenta Neria.

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Además asegura que nada más despertarse de la mastectomía comenzó a sentirse “él mismo”, a pesar de lo que implicaba el postoperatorio, las cicatrices o el corsé compresor, había merecido la pena. Eso sí, afirma que “todo el proceso lo hizo de forma privada y sin ningún tipo de subvención”.

La gente aún se está buscando la vida de forma privada porque todavía no está todo muy claro. Aquí, en Extremadura, no está cubierto todo el proceso. El tratamiento hormonal sí está cubierto, pero las cirugías -que son un dineral- no”, indica.

Era como vivir en una cárcel, aunque ahora puedo reconocerme, la transexualidad es “una libertad condicional”

Diego Neria

“Tuve que aplicarme un gel de testosterona durante un año entero, porque soy diabético y tenía que ir más despacio. No obstante, el tratamiento hormonal es para toda la vida. Aún así en mi caso era empezar el proceso y operarme o morirme. Era como vivir en una cárcel, aunque ahora puedo reconocerme, la transexualidad es “una libertad condicional”, continúa Neria.

También asegura lo duro que fue el proceso de adaptación social tanto en el entorno social general como, en especial, el laboral. Por ello aunque no se declara muy activista, colabora con diversas asociaciones para ayudar a quienes quieren iniciar la reasignación porque, según declara, “aún queda mucho por hacer”.

Aún queda mucho por hacer”

Diego Neria
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