Crisis en la Federación de Cafeteros: momento para decisiones cruciales.

Autor: Giovanny Cardona Montoya

La génesis de la crisis cafetería colombiana data de 1989: el final de Pacto Internacional del Café y el comienzo de un mercado regulado por la libre oferta y la libre demanda. Este artículo no es una apología al proteccionismo pero, para Colombia, todo comenzó con la ruptura de dicho Pacto.

El Pacto Cafetero, firmado y renovado en varias ocasiones por los miembros de la Organización Internacional del Café, OIC, aseguraba una oferta regulada y unos precios relativamente estables, lo que garantizaba abastecimiento para consumidores e ingresos para países exportadores. La razón por la que surgió este pacto es la crónica sobreoferta que ha caracterizado al mercado desde la década de 1930.

Sin embargo, más que la ruptura del Pacto, lo que realmente nos colocó en crisis fue la forma como nuestras instituciones enfrentaron el reto. Si bien es cierto que el precio cayó abruptamente en la última década del siglo pasado, la situación ha cambiado desde 2005. O sea, los precios mundiales se han recuperado; sin embargo, la importancia de Colombia en los mercados mundiales sigue a la baja.

El origen de nuestra crisis.

Por más de medio siglo, Colombia fue el segundo productor mundial del grano, su participación giraba alrededor del 15-16%, después de Brasil, primer caficultor del mundo. Con la caída del Pacto Cafetero, los precios internacionales se desplomaron y Colombia comenzó la curva descendente en la producción y en la participación en el mercado mundial.

La posición inicial de las instituciones colombianas fue la de pleno optimismo. Entre 1989 y 1992, el Fondo Nacional del Café sirvió de dique de contención para evitar que los agricultores sufrieran las consecuencias de la caída de los precios internacionales. Adicionalmente, existía una parroquial convicción de que los “suaves colombianos” tenían una valoración especial en el mercado y que, en consecuencia, seríamos ganadores con el libre mercado.

Sin embargo, la caída en los precios internacionales también se sintió en el mercado de “suaves” y los recursos del Fondo Nacional del Café “tocaron fondo”. Nuestros caficultores comenzaron a vivir una pobreza jamás conocida. Si bien es normal pensar que los pequeños campesinos son pobres en Colombia, lo que comenzó en la última década de 1990 con los caficultores, ha sido una tragedia.

Pero, si bien con la ruptura del Pacto Cafetero el mercado mundial cambió y alteró el orden existente por más de medio siglo, las consecuencias de lo que vivimos también encuentra su explicación en la forma como la dirigencia ha entendido el problema.

Un nuevo mercado, nuevos competidores.

Para empezar a entender la situación actual, hay que aclarar que el mercado mundial del grano se lo reparten casi en su totalidad, los suaves y las robustas. Los primeros son producidos por Colombia y los centroamericanos con participación de otros países de la región y del planeta. Las robustas eran fundamentalmente de países africanos y asiáticos.

Una segunda aclaración necesaria es que el mercado mundial es un oligopsonio con pocos compradores del grano que imponen las reglas (PyG, Nestlé, Jacobs, Dole, entre otros); a la vez que es un oligopolio, ya que estas firmas controlan gran parte de las ventas mundiales de café tostado, molido y envasado.

Las dos aclaraciones nos llevan a entender varios puntos relevantes:

–          El mercado mundial consume más robustas que arábicas (suaves). O sea, lo que más se comercializa es un café barato de menor calidad, y no el colombiano que goza de una “prima adicional” en el mercado;

–          Las grandes tostadoras no le venden a los consumidores finales, café de un origen determinado sino mezclas que combinan, en promedio, 70% de robustas y 30% de suave (arábicas);

–          Las mezclas representan la mayor parte del mercado mundial; los cafés gourmet –en los que trabajan diversos emprendedores colombianos, empezando por Juan Valdez- son sólo una pequeña parte de la torta.

El otro punto relevante es que mientras el café pasó de ser la principal fuente de divisas del país a un producto de segundo rango (menos del 10% frente al 50% del petróleo), las familias y regiones que siguen siendo dependientes del grano, no disminuyen. Adicionalmente, Colombia ha caído en el escalafón mundial, ya que Brasil, Vietnam e Indonesia han incrementado su producción y participación en el mercado.

Los nuevos retos

Con la renuncia del Gerente General de la Federación Nacional de Cafeteros se ha abierto el debate: ¿Qué política debemos aplicar para sacar adelante al sector? Antes que pensar en quién debe ser la cabeza del gremio, es necesario definir una nueva visión de futuro para el sector. Algunas de las ideas que se están ventilando son las siguientes:

–          Faltan estrategias para elevar la productividad del cultivo y de la cosecha del grano. Aunque los precios internacionales se han recuperado por factores ambientales (cambios en el clima y reducción de la frontera agrícola mundial), y algunos indicadores cambiarios como la actual devaluación benefician a los exportadores, la verdad es que nuestra caficultura es costosa si se le compara con los nuevos grandes competidores asiáticos.

–          La estrategia de posicionar cafés colombianos de alta calidad (gourmet) es coherente con un mundo centrado en la ventaja competitiva, pero es necesario revisar nuestra descendiente participación en el mercado de mezclas.

–          Colombia debe definir si va a permitir o no el cultivo de robustas. La renuncia a participar en este mercado es una de las explicaciones de por qué nos hallamos relegados en los mercados mundiales del grano.

–          La estrategia de cafés gourmet y de posicionamiento de marcas, como el caso de Juan Valdez, debe potenciarse. Como emprendimientos son un éxito, pero en términos macroeconómicos aún no se destacan en nuestra balanza comercial. Exportar con valor agregado es un propósito al que no se debe renunciar.

¡A crear el Cartel de los Caficultores!

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Esta última semana de noviembre de 2013, El Colombiano reseñó que Roberio Oliveira Silva, Director Ejecutivo de la Organización Internacional del Café, OIC, está vislumbrando la posibilidad de un nuevo Pacto Cafetero.

Sin embargo, no se trata de un acuerdo como los de vieja data -aquellos que rigieron el mercado entre la década de 1960 y el año 1989. No, el señor Oliveira hace referencia a un acuerdo entre países productores y las grandes firmas torrefactoras que procesan y comercializan la bebida en el mundo: Jacobs, Nestlé, PyG, entre otros.

¿Por qué puede ser viable y qué tan pertinente puede ser una decisión de esta envergadura? Para comprender este tema, es necesario conocer las particularidades del mercado mundial cafetero.

El mercado mundial del grano se caracteriza por una crónica sobreoferta: muchos países produciendo café, lo que genera excedentes que deben ser almacenados, generando altos costos financieros por el inventario de mercancía. De igual manera, la oferta del grano se halla dispersa por el mundo con una participación importante de naciones centroamericanas, africanas, asiáticas, Brasil y Colombia. En cambio la demanda del grano es oligopsónica, o sea, un pequeño grupo de multinacionales demanda la mayor parte del café verde que se comercializa en el mundo.

Adicionalmente, las multinacionales, a lo largo del siglo XX guiaron al consumidor final hacia las mezclas de granos, evitando que éstos prefieran el café de un país en particular. Ello menguó siempre la capacidad de negociación de los paises cultivadores. Por último, se distingue la existencia de diversas variedades de café, las cuales son reconocidas en el mercado mayorista: robustas y arábica son los más relevantes, teniendo la última una prima especial en el mercado, y siendo las robustas el grano de menor valor.

Desde la década de 1960 se firmaron pactos entre países productores y naciones consumidoras del grano. Con ello, los caficultores aseguraban unas cuotas de exportación, los importadores tenían un tranquilo abastecimiento, y el mercado se caracterizaba por tener precios sin mayores sobresaltos: si la cosecha caía, los productores liberaban sus inventarios, y si había una bonanza de producción, los stock se incrementaban.

Este tipo de acuerdos se rompe en 1989 y desde dicho año el mercado mundial del café se mueve al vaivén de la libre oferta y demanda. La mayor consecuencia de este hecho fue la caida en los precios mundiales del grano. Durante dos décadas, los cafeteros colombianos apenas han logrado sobrevivir a un mercado que no paga un precio justo por la mercancía que ofrecen. Los efectos han sido varios: reducción de frontera agrícola cafetera en países con grano de mayor valor y aparición de grandes competidores con cafés más baratos: Vietnám e Indonesia, principalmente. Igualmente, hay que reconocer como un hecho positivo el lento auge de algunos negocios más sofisticados relacionados con el café gourmet y productos con valor agregado en los países productores: tiendas Juan Valdez, confitería, repostería, artesanías, agroturismo, etc.

¿Qué puede explicar que las firmas multinacionales dueñas del gran mercado del grano estén dispuestas a firmar acuerdos que beneficien a los países productores? La primera hipótesis que se me ocurre es que “el mercado lo equilibra todo“. Después de comprar el grano a precios cercanos a sus costos de producción durante un cuarto de siglo, es muy probable que el mercado les esté enviando señales prospectivas: escasez absoluta de ciertas variedades en el mediano plazo -por la reducción de la frontera agrícola- e inminente crecimiento de las industrias nacionales de los países productores con variedades gourmet y nuevas marcas en los mercados.

En otras palabras, las grandes multinacionales pueden estar leyendo el futuro, el cual les depararía escasez de materia prima y aumento de la competencia de nuevas marcas y de granos especiales posicionados en los consumidores finales.

Habría que hacer estudios pero seguramente los bajos precios han hecho que los productores de suaves colombianos y otras variedades de arábica no renueven cafetales o, incluso, sustituyan cultivos (por cítricos, ganadería, turismo, etc.) y que, a la vez, los emprendedores en el mercado de cafés especiales y con valor agregado ya estén logrando un nivel de madurez que les permita consolidar en el largo plazo su presencia con marcas propias y productos de una sola variedad: suaves colombianos, por ejemplo.

Reflexión final:

El tema del café en Colombia es muy complejo, está relacionado no sólo con los precios internacioinales sino también con la tecnificación del campo, con la distribución de la tierra y con las vías de acceso, entre otros. Pero en el mercado mundial hay un hecho trascendental, el control que las multinacionales han ejercido durante casi un siglo ha menguado la capacidad de los países productores de obtener mejores resultados en la comercialización del grano.

En consecuencia, un nuevo pacto cafetero, en el marco de un contexto diferente al de 1989, puede ser una estrategia que ayude a aliviar los dolores de miles de familias campesinas que apenas logran sobrevivir en una industria históricamente tan importante para nuestro país. Sin embargo, me surge la duda de si deberíamos incursionar en un acuerdo con las multinacionales o es hora de que los países productores reconozcan intereses comunes y lleguen a un acuerdo que genere un CARTEL DE PRODUCTORES, el cual trate de tener una mayor incidencia en la definición del rumbo del mercado internacional cafetero.

El tema queda abierto…

 

 

 

Paro cafetero: respuesta a una crisis de más de 20 años.

En 1989 se rompieron las negociaciones entre productores y consumidores de café, quienes, en el marco de la Organización Internacional del Café -OIC-, se aprestaban a renovar el Pacto Cafetero que periódicamente se revisaba desde la década de 1960. Ahí comenzaron todas nuestras penurias: el precio del grano dejó de tener la estabilidad que ofrecía el Pacto y comenzó a moverse al vaivén de la oferta y la demanda.

El mercado internacional cafetero se caracteriza por la crónica sobreoferta. En general es mayor la cantidad de café que se cosecha al año que la que se consume. A pesar de los esfuerzos que se hacen en los países productores como Colombia por incrementar la demanda doméstica, aún se producen millones de sacos adicionales que alguien tiene que almacenar, con los consecuentes costos financieros que ello implica.

Colombia no entendió lo que sucedió en el año 1989, de un lado por la soberbia de nuestros directivos cafeteros al creer que el mercado mundial preferiría nuestros Suaves Colombianos por encima de las variedades Robustas y Arábigos de los africanos y los brasileños; del otro, porque el Fondo Nacional del Café -FNC- logró mantener precios de sustentación hasta 1993, cuando los recursos ahorrados en la época de “vacas gordas” comenzaron a agotarse. Sólo en ese año nuestros caficultores comenzaron a sentir las verdaderas consecuencias de la ruptura del Pacto Cafetero.

Y, aunque realmente los suaves colombianos tienen unos centavos adicionales con respecto al precio en Bolsa de las demás variedades, este “plus” no compensa las consecuencias de un mercado libre como el que tenemos desde hace más de 20 años: un precio recurrentemente bajo debido a la crónica sobreoferta y a la manipulación del mercado por parte de un pequeño grupo de multinacionales.

Si bien hoy la revaluación es una gran preocupación y el precio internacional del grano fluctúa entre US$1,70 y US$1,60 por libra, -cuando en 2011, la cotización de la libra de café en Nueva York promedió los US$2,53-, la verdad es que los precios bajos han sido la constante de las últimas dos décadas. Por ejemplo, los promedios observados en 2009 y 2010 fueron de US$1,25 y US$1,63 respectivamente.

Según el Banco de La República, luego de la ruptura del Pacto Cafetero en 1989, los suaves colombianos se vinieron en picada, colocándose por débajo del dólar por libra. A partir del año 93, los precios volvieron a subir hasta alcanzar los dos dólares en el año 1998 cuando comenzó la curva descendente que nos colocó, en los años 1999-2005 en los niveles más bajos de las últimas décadas: llegando incluso a bajar hasta 63 centavos de dólar por libra. Sólo en 2009 comienza el grano nuevamente a cotizarse sobre los 2 dólares.

En anteriores artículos hemos mostrado que la revaluación es una constante que nos persigue desde hace más de una década y, ahora, estamos evidenciando que los bajos precios del grano también son una tendencia histórica. A simple vista, los caficultores son víctimas de una crónica revaluación y de los bajos precios de un mercado sobreofertado. El paro de caficultores que vivimos en la primera semana de marzo de 2013 es el reclamo de miles de cultivadores que han aguardado con paciencia, durante dos décadas, a que el país tome medidas estructurales para resolverles su problema…pero esto no ha sucedido.

Variables a tener en cuenta para una estrategia de recuperación del sector cafetero:

1. Mercado oligopólico y oligopsónico. El comercio internacional de café se caracteriza, además de la sobreoferta, por una concentración oligopólica de compradores de commodities -café trillado- y de vendedores de productos al consumidor final -café tostado, molido, descafeinado, liofilizado, granulado, etc.- Empresas como PyG, Nestlé, Jacobs, y una decena más de multinacionales, controlan más de la mitad del negocio internacional del café.

2. La cadena de valor del mercado del café. Colombia se caracteriza por ser exportador de café en grano, con una muy pequeña participación en su industrialización  más allá de la trilla. Hay un gran potencial en el mercado de medicamentos -cafeina-, bebidas frías y calientes, confitería, perfumería, ocio -cafeterías-, entre otros. Con excepción de la marca Juan Valdéz, en el país no se evidencia una estrategia para participar de manera más activa en la cadena de agregación de valor del mercado internacional cafetero.

Para poner sólo un ejemplo, Starbucks, la empresa más grande de cafés del mundo, tiene más de 15 mil tiendas en casi 50 países y obtuvo en el tercer trimestre de 2012 utilidades por 360 millones de dólares. Mientras esta empresa tiene utilidades anuales que superan los mil millones de dólares, Colombia exporta alrededor de 2 mil millones, ello siempre y cuando el precio no continúe a la baja.

Todos los pronósticos indican que 2013 no será el año de la recuperación económica global, por lo tanto, Estados Unidos mantendrá su política agresiva para promover sus exportaciones -incluso devaluando el dólar- y China continuará con un crecimiento desacelerado, lo que se traducirá en bajos precios internacionales de commodities, incluido el café.

Pregunta: ¿pactar un precio de sustentación para caficultores es lo mejor que podemos hacer para sacar adelante la industria del grano?…

…Nos estamos comiendo las bonanzas de commodities y la transformación de aparato productivo colombiano aún no se evidencia.