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Sobre la querella iconoclasta

La querella, crisis o lucha iconoclasta fue un conflicto teológico que sacudió el Imperio Bizantino entre los siglos VIII y XI, el cual se debió a la visión que se tenía sobre la veneración de las imágenes.

Este conflicto comenzó en el año 730, fecha en que el emperador bizantino León III el Isáurico proclamó un edicto en el que se prohibía la representación de la divinidad en imágenes, aunque el conflicto se estaba gestando desde antes.

Los escritos sugieren que esta proclama se debió a los reveses militares en la guerra contra los musulmanes y en la erupción del volcán Tera, los cuales serían vistos como señales de la ira de Dios por la idolatría de su pueblo.

Esta prohibición se haría canónica con su hijo, Constantino V, el cual convocó el Concilio de Hieria en el año 754, en el que se condenó el culto a las imágenes y se decretó la destrucción de las mismas y la persecución de los iconódulos.

La primera etapa del conflicto acabaría con Irene, la esposa del hijo de Constantino V, León IV. Irene, como iconódula, usó su influencia como regente para convocar el II Concilio de Nicea en el año 787, donde se revocaron los decretos del Concilio de Hieria y reestableció el culto a las imágenes, con forma devocional.

El asunto quedó pacificado escaso tiempo, hasta que resurge con León V el Armenio, quien convocó un Concilio en el año 815 en Santa Sofía, que de nuevo prohibió el uso de imágenes. Este resurgir estuvo motivado por las derrotas ante los búlgaros, que de nuevo hicieron creer al emperador que se trataba de un castigo divino por el uso de imágenes.

El conflicto acabaría nuevamente con una esposa viuda y regente, en este caso Teodora, esposa del emperador Teófilo, que al igual que hiciera Irene 56 años antes, convocó a los iconódulos en el año 843, restaurando definitivamente la veneración a las imágenes.

El origen teológico del conflicto

El cristianismo es, por sus orígenes, una religión anicónica, pues procede de la religión judía y por ello, considera que el uso de las imágenes divinas es idolatría. Así viene reflejado en el Antiguo Testamento, donde ésta prohibición es uno de los Diez Mandamientos:

No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

-Éxodo, 20: 4

Sin embargo, el cristianismo cuenta con una tradición iconódula procedente de su sustrato grecolatino, que hizo que se apostase desde fechas tempranas por el uso de las imágenes como instrumento de enseñanza de las doctrinas cristianas. Aprovechando la indefinición respecto al tema presente en el Nuevo Testamento, las imágenes proliferaron en el arte cristiano, aunque sería en el cristianismo oriental, ortodoxo o bizantino donde más se desarrollarían estas imágenes. El resto de religiones abrahámicas, el judaísmo primero y el Islam posteriormente, fueron siempre muy críticas con la adoración de las imágenes por parte de los cristianos.

Con el tiempo, tanto la rama ortodoxa como la católica sufrirían un conflicto interno respecto al uso de las imágenes, pero mientras el catolicismo llegaría a un consenso de forma más o menos pacífica (declarando que las imágenes son solamente representaciones usadas como apoyo para la veneración de las figuras divinas), en el Imperio Bizantino el conflicto sería mucho más intenso y turbulento.

Este conflicto tan intenso fue debido a que en Bizancio, la calidad y cantidad de los iconos fue muy superior, lo cual repercutió en su percepción por la sociedad. Así, se dieron casos en los que los padrinos en un bautismo eran dos iconos, o que cuando una persona enfermaba, se le daba de beber agua en la que se raspaba la pintura de un icono. Este tipo de prácticas hacían difícil de defender que el uso de las imágenes fuera meramente devocional, sino que se adoraba a la propia imagen.

Postura de los iconódulos

La postura de los iconódulos, o partidarios de la devoción a las imágenes, estaba encabezada por Juan Damasceno. Se apoyaba en tres puntos:

  1. Si Dios es creador, y el ser humano está hecho a su imagen y semejanza, entonces los humanos tienen en su naturaleza la creación de imágenes.
  2. Si Dios usó a Cristo para encarnarse, un santo o figura divina puede usar la imagen para encarnarse a su vez. Negar esto es negar la encarnación, que es la base de la doctrina de la Trinidad.
  3. Las imágenes no son creadas por el artista, sino que son elaboradas por inspiración divina, siendo el artista un mero vehículo de la divinidad.

Por supuesto, siempre matizando que la adoración se produce a lo representado por la imagen y no a la imagen en sí.

Postura de los iconoclastas

Los iconoclastas argumentaban que se estaba incurriendo en idolatría al adorar las imágenes, lo cual entraba en conflicto con los propios mandamientos de Dios. A eso se unía que representar a la divinidad con materia no solamente era imposible, sino un burla. Para poder hacerse una representación veraz, debería usarse parte de la naturaleza divina, lo cual era imposible.

Consecuencias

Este turbulento conflicto repercutió en la pérdida de gran cantidad de imágenes debido a la persecución, por lo que la gran mayoría de arte bizantino de los siglos VIII y IX e incluso épocas anteriores fue destruido.

También provocó el éxodo de numerosos artistas a Occidente, donde exportarían su arte, y serían decisivos en la génesis del arte románico.

Redactor: Jesús Sahuquillo Olivares

Bibliografía:

CORMACK, R., Writing in Gold, Byzantine Society and its Icons, 1985

KARLIN-HAYTER, P., History of Byzantium: Iconoclasm, , Oxford University Press, 2002.

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