13. No Heredarán el Reino de Dios

13. No Heredarán el Reino de Dios

¿No dice la Biblia que si uno vive en pecado, no va a estar en el reino de Dios?

Hay tres pasajes en el Nuevo Testamento que dicen que los que viven en pecado no heredarán el reino de Dios. Muchas personas entienden estos pasajes como pruebas de que, aun si uno haya creído en Jesucristo como su Salvador, si regresa al mundo y vive en pecado, no estará en el reino de Dios. Pero esta perspectiva no solo va en contra de las afirmaciones de la Biblia y las promesas del Señor Jesús mismo en cuanto a la seguridad eterna, también está basada en una suposición en vez de en las palabras mismas de los pasajes.

En Gálatas 5.21, siguiendo una lista de las “obras de la carne,” el apóstol Pablo dijo a los gálatas, “acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” La suposición muy común es que “heredar” el reino y “entrar” en el reino son lo mismo. Pero en el uso natural del idioma, las dos palabras tienen sentidos muy diferentes. Por ejemplo, hay una gran diferencia entre decir que “yo entré en una casa” y que “yo heredé una casa.”

En la Biblia, heredar algo normalmente quiere decir recibirlo como posesión, y el contexto normalmente habla de recibir dicha cosa como recompensa. Por ejemplo, Jesús dijo en Mateo 5.5, “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” No es que solo los mansos van a estar en el nuevo mundo, porque la Biblia dice claramente que todos los que creen en Jesucristo tienen la vida eterna (Juan 6.47), y hay muchos creyentes que tienen problemas con orgullo en una forma u otra y que no son particularmente mansos. Pero los hijos de Dios que en este tiempo son mansos, recibirán en un sentido especial, posesión de la tierra durante el reino.

También es claro en la Biblia que, aunque la salvación es un regalo y no una recompensa (Romanos 6.23, Efesios 2.8-9), hay una herencia que sí es una recompensa. Por ejemplo, en Colosenses 3.24 Pablo dijo a los que eran siervos que debieron trabajar de corazón, como al Señor, “sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” Esta herencia no es un regalo, sino una recompensa para su fiel servicio “como al Señor.”

Entonces, si “heredar el reino de Dios” se refiere a una recompensa que concede a alguien el derecho de poseer el mundo, y si hay creyentes que no recibirán esta recompensa, ¿Qué será la diferencia entre uno que hereda el reino y el que no lo herede? Dice en Apocalipsis 2.26, “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones.” Dice también en 2 Timoteo 2.12, “Si sufrimos, también reinaremos con él.” Entonces, hay una recompensa, o una “herencia” de reinar con Cristo en su reino, que es reservada para los que le sirven fielmente durante esta vida. Hay creyentes que por no ser fieles a Cristo no recibirán el “galardón completo” (2 Juan 8) de reinar con Cristo. Estarán en el reino, pero no lo heredarán.

Los otros dos pasajes que hablan de los que no heredarán el reino son 1 Corintios 6.9-10 y Efesios 5.5. En el pasaje en 1 Corintios, el apóstol Pablo había acabado de decir que los corintios actuaban “injustamente.” La palabra en griego en versículo 8 que en la Reina Valera es traducida “cometéis el agravio,” es “adikeite,” que es el verbo relacionado a la palabra “injustos” (adikoi) en versículo 9. Entonces, estaban actuando como injustos, y tuvieron que entender que los injustos no heredarán el reino de Dios. Pablo queda claro en versículo 11 que los corintios habían sido lavados, santificados, y justificados. Entonces, en su posición ante Dios, eran santos, pero en su conducta actuaban como injustos y estuvieron en peligro de perder la herencia de reinar con Cristo.

El mismo apóstol Pablo escribió la carta de Efesios a los “santos” (Efesios 1.1) que habían sido bendecidos “con toda bendición espiritual” (Efesios 1.3). En capítulo 5, les recuerda que deben imitar a Dios como hijos amados (5.1) y que entre ellos, ni deben ser nombrados fornicación, inmundicia o avaricia, “como conviene a santos” (5.3). Una de las razones es porque “ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (5.5). Claro que los que no son salvos no tienen herencia en el reino de Dios, porque no estarán en el reino. Pero el punto para los creyentes en Éfeso fue que para recibir la herencia que Cristo les quiso dar, no debieron participar con los “hijos de desobediencia” (5.6-7), ni en las “obras infructuosas de las tinieblas” (5.11).

Los que han sido salvos por la gracia de Dios tienen la responsabilidad de glorificar a Dios en sus vidas y de no participar en los pecados del mundo. Siempre hay tentaciones y “todos ofendemos muchas veces” (Santiago 3.2), pero para los de sus hijos que le sirven fielmente, Dios tiene guardada la herencia de reinar con Cristo en la gloria de su reino. Esta verdad debe motivarnos a rechazar las tentaciones y servirle a nuestro Señor con gozo y con paciencia.