NUBE

v. Cielo, Columna
Gen 9:13 mi arco he puesto en las n .. por señal
Exo 13:21 Jehová iba .. en una columna de n para
Exo 14:19 la columna de n que iba delante de ellos
Exo 16:10 la gloria de Jehová apareció en la n
Exo 24:18 entró Moisés en medio de la n, y subió
Exo 40:34; Num 9:15 una n cubrió el tabernáculo
Num 12:5 Jehová descendió en la columna de la n
Deu 31:15 la columna de n se puso sobre la puerta
1Ki 18:44 veo una pequeña n como la palma de
Neh 9:12 con columna de n los guiaste de día
Job 26:8 ata las aguas en sus n, y las n no
Job 37:11 regando .. llega a disipar la densa n, y
Psa 57:10 grande es .. y hasta las n tu verdad
Psa 65:11 con tus bienes, y tus n destilan grosura
Psa 78:14 los guio de día con n, y toda la noche
Psa 99:7 en columna de n hablaba con ellos
Psa 105:39 extendió una n por cubierta, y fuego
Psa 135:7 hace subir las n de los extremos de la
Pro 25:14 como n y vientos sin lluvia, así es el
Ecc 11:4 sembrará; y el que mira a las n, no segará
Isa 4:5 creará Jehová sobre .. n y oscuridad de día
Isa 45:8 rociad, cielos .. y las n destilen la justicia
Dan 7:13 con las n .. venía uno como un hijo de
Hos 6:4 la piedad vuestra es como n de la mañana
Mat 17:5; Mar 9:7; Luk 9:34 n de luz los cubrió
Mat 24:30; Mat 26:64; Mar 13:26; 14:62


Nube (heb. ânân, âb, nâsî, shajaq; gr. nefél’, néfos, homí­jl’). En los paí­ses donde las lluvias son escasas, como en las tierras bí­blicas, se observan ansiosamente las nubes de lluvia. Los escritores bí­blicos las mencionan con frecuencia (Jdg 5:4; Job 26:8; 37:11; Psa 77:17; Ecc 11:3; etc.), y en forma notable en figuras de lenguaje (Pro 16:15; Isa 18:4; 25:5; Jud_12). Por ejemplo, su cualidad vaporosa se usa para ilustrar las vicisitudes de la vida (Job 30:15; Hos 6:4). Para Israel, durante la peregrinación por el desierto, la presencia de Dios fue señalada por la nube que se transformaba en columna de fuego de noche (Exo 13:21; etc.). En circunstancias especiales, su gloria llenó el templo como una nube (1Ki 8:10, 11; 2Ch 5:14; cf Eze 10:4). Nuevo Testamento. Colección de 27 escritos religiosos cortos que constituyen la 2ª parte, y la más breve, de las 2 grandes divisiones de la Biblia cristiana. El NT tiene menos de 1/3 del contenido del AT. Consiste de los 4 Evangelios, Hechos de los Apóstoles, una cantidad de cartas de Pablo, algunas epí­stolas generales y el Apocalipsis. Los Evangelios son libros de fe, o testimonio, que contienen las buenas noticias de la provisión de Dios para la salvación del hombre mediante Jesucristo. Hechos de los Apóstoles presentan un informe de los comienzos de la iglesia cristiana. Las cartas de Pablo fueron originalmente escritas a iglesias y personas especí­ficas para atender necesidades religiosas definidas, pero bajo la inspiración de Dios han tenido un valor permanente para los cristianos de todas las épocas. Lo mismo se puede decir de las epí­stolas generales de Pedro, Santiago, Juan y Judas. El libro del Apocalipsis, con su simbolismo, presenta la victoria final de Cristo y su reino sobre las fuerzas del mal. Estos libros, aunque fueron escritos en el s I d.C., han 848 tenido un mensaje para los cristianos de todos los siglos, y hoy hablan con fuerza especial. El nombre “Testamento” se deriva del lat. testamentum, que fue adoptado erróneamente en la versión Latina Antigua como traducción del gr. diathek’, empleado en la LXX como “pacto” (del heb. berîth). El germen de la idea de un pacto antiguo y uno nuevo -según la nomenclatura moderna- parece tomada de la referencia de Pablo, “cuando leen el pacto antiguo”, en 2Co 3:14 Hasta donde se sepa, el 1er escritor cristiano que usa la designación Novum Testamentum, “Nuevo Testamento”, fue Tertuliano (160-230 d.C.), pero su uso pronto se generalizó. La mayorí­a de los eruditos cristianos están de acuerdo en que la lengua original en que fue redactado el NT fue el griego. Sin embargo, para muchos de sus escritores este idioma era una lengua secundaria; así­, algunos pocos eruditos sostienen que los 4 Evangelios y parte de Hechos se escribieron originalmente en arameo, la lengua materna de Jesús y los apóstoles. Pero no sobrevivieron copias del NT en este idioma, y el sabor semí­tico que contienen estos libros se puede explicar, en parte por lo menos, por el trasfondo semí­tico de los escritores y por una imitación consciente, particularmente de parte de Lucas, del lenguaje de la LXX. Fue sin duda la providencia de Dios que hizo que los diversos libros del NT fueran redactados en griego, la lengua internacional de la época. La clase de griego en el que se escribió nuestro NT fue tema de considerable debate en el s XVII d.C. Algunos eruditos de esa época argumentaron que era el griego ático puro de la época clásica. Los hebraí­stas afirmaron que era hebreo-griego, una especie de jerga judeo-griega. Otros, que era una lengua especial del Espí­ritu Santo. Hoy sabemos que todos estos puntos de vista son incorrectos, y que el NT se escribió en griego popular, koiné (s I d.C.). Este griego común o helení­stico habí­a llegado a ser la lingua franca del mundo greco-romano y se usaba ampliamente aun en Palestina. Estaba basado en el ático popular tardí­o, pero con elementos derivados de otros dialectos griegos. La prueba para esto se encontró en el estudio de las inscripciones y los papiros griegos del perí­odo del NT. Los autógrafos, es decir, los documentos originales de puño y letra de los autores, han desaparecido. Probablemente fueron escritos en papiro, una sustancia frágil que no podí­a sobrevivir mucho tiempo en climas húmedos. De las copias de estos autógrafos sólo han sobrevivido unos pocos de los primeros 3 siglos. Antes de la imprenta, se hací­an laboriosamente a mano y se las llama “manuscritos” (del lat. manuscriptum, “escritos a mano”). Pero como no existen copistas perfectos, no hay 2 manuscritos que sean idénticos. Gradualmente, al pasar por sucesivas copias, diversos errores se deslizaron en el texto; sin embargo, ninguno es de naturaleza tan seria como para afectar alguna doctrina importante. Es la tarea del erudito moderno determinar, si es posible, cuál fue el texto original, auténtico, donde existen variantes. Esta es la ciencia de la crí­tica textual. Véase Escribir, Materiales para. El NT griego impreso más antiguo es el que se incorporó a la Polí­glota Complutense, cuya porción del NT fue impresa en 1514 pero no publicada hasta antes de 1522. La obra fue hecha en Alcalá (lat. Complutum), España, bajo la dirección del Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, que es más popularmente conocido como el Cardenal Cisneros. El 1er NT griego fue publicado el 1º de marzo de 1516 y editado por Desiderio Erasmo. Esta edición se basó en sólo unos pocos manuscritos del tiempo medieval, por lo que contení­a una forma tardí­a del texto griego. Sin embargo, revisado por él mismo y por Robert Stephanus, Beza y los hermanos Elzevir, llegó a ser el Textus Receptus, “texto recibido”, del NT griego hasta el s XIX d.C. Sobre él se basan las traducciones antiguas de la Europa moderna, como la de Lutero y la del Rey Jacobo (KJV). Desde entonces se han descubierto muchí­simas copias más tempranas del texto griego, por medio de las cuales podemos aproximarnos mucho más al texto de los autógrafos originales de lo que era posible en el s XVI d.C. Los papiros son los manuscritos griegos más antiguos. Entre ellos están el Papiro Chester Beatty: consiste en porciones de 3 códices (P45, P46, P47) que contienen partes de 15 libros del NT y datan del s III d.C. (fig 249). El manuscrito griego del NT más antiguo que existe hoy es el Papiro Rylands 457 (P52), un trocito (fig 293) que contiene partes de Joh 18:31-33, 37, 38, y que data de la 1ª mitad del s II d.C. En 1957 y 1958 el Prof. Ví­ctor Martí­n, de Ginebra, publicó un papiro recientemente descubierto del Evangelio de Juan que data aproximadamente del 200 d.C. (P66), también conocido como Bodmer II. El códice Bodmer VII-VIII, del s III, además de varios escritos no canónicos, contiene las copias más antiguas que se conocen de 2 epí­stolas de Pedro y Judas (P72); se publicaron en 1959. En un códice voluminoso del s VII, 849 Bodmer XVII, publicado en 1961, hay porciones de Hch., Stg., 1 y 2 P., 1, 2 y 3 Jn. y Jud. (P74). La copia más temprana que se conoce de Lc. y una de las más antiguas de Jn. están contenidas en el Bodmer XIV-XV, un códice de los ss II y III publicado en 1961 (P75). Los manuscritos unciales fueron escritos con letras mayúsculas, sin separación entre palabras, y generalmente sin acentos ni marcas para respirar. Los grandes unciales son todaví­a nuestra fuente básica para la reconstrucción del texto del NT. Sólo podemos mencionar aquí­ algunos de los más importantes. 1. Codex Vaticanus (B), de la 1ª mitad del s IV, es considerado por los eruditos como probablemente la copia de la Biblia relativamente completa más antigua y la más valiosa (fig 84). Ha estado en la Biblioteca del Vaticano, en Roma, desde antes de 1481. 2. Codex Sinaiticus (!), del s IV, es un manuscrito que Tischendorf descubrió en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí­ (1844-1859). Fue comprado por el gobierno británico a la Rusia soviética y transferido al Museo Británico en 1933. Contiene todo el NT (fig 85), la Epistola de Bernabé, más o menos 1/3 del Pastor de Hermas y más o menos la mitad del AT. 3. Codex Alexandrinus (A), de comienzos del s V, fue copiado en Egipto. En 1624 fue ofrecido como regalo al rey Jacobo I, de Inglaterra, por el patriarca de Constantinopla, pero en realidad no llegó al paí­s hasta 1627 como un obsequio para su sucesor Carlos I. Originalmente contuvo la Biblia entera (fig 86) y las 2 epí­stolas de Clemente, pero ha sufrido diversas mutilaciones, incluyendo la pérdida de la mayor parte del Evangelio de Mt. y mucho de 2 Co. 4. Codex Ephraemi (C), del s V, que ahora está en la Bibliotèque Nationale de Parí­s. Es un palimpsesto (un manuscrito vuelto a usar) del cual se borró el texto bí­blico y sobre el que se copiaron los sermones de Efraí­n, en siriaco. Sin embargo se alcanza a leer, en parte, el texto bí­blico. 5. Codex Bezae (D), de los ss V o VI, es un manuscrito bilingüe -griego y latí­n- que está en la Biblioteca de la Universidad de Cambridge. Contiene los Evangelios y Hechos en el curioso tipo occidental de texto. Además de estos documentos más importantes, están el manuscrito bilingüe del s VI de las epí­stolas de Pablo en el Codex Claromontanus (D2), con un tipo de texto occidental; los Evangelios de Freer, de Washington, D.C. (W); y el Codex Koridethianus (Q) de los Evangelios, probablemente del s IX. Los manuscritos cursivos datan desde c s IX. De ellos, el Minúsculo 33 se conoce como la “Reina de los cursivos”, y la Familia 1 (1-118-131-209) y la Familia 13 (13-69-124-346) han sido incluidos en el texto de Cesarea. Originalmente los libros de la Biblia no estaban divididos en capí­tulos y versí­culos. Las divisiones de los libros del NT en diversas secciones datan del s IV d.C. La presentación moderna en capí­tulos fue hecha a comienzos del s XIII por Stephen Langton, entonces de la Universidad de Parí­s, pero más tarde arzobispo de Canterbury. Las divisiones en versí­culos no se hicieron hasta la época de la imprenta. Ningún manuscrito griego las tiene. En 1551, Robert Stephanus, mientras viajaba a caballo desde Parí­s hasta Lyon, dividió su NT latino en 7.959 versí­culos. Su objetivo aparentemente era doble: a. Estaba preparando una concordancia del NT que finalmente publicó su hijo Henri en 1594, y para ello deseaba tener divisiones menores y así­ disponer de referencias rápidas. b. Tení­a la intención de publicar un NT con el griego en el centro y con la traducción latina de Erasmo de un lado, y la de Jerónimo del otro, con lo que la división en versí­culos permitirí­a una fácil comparación entre las palabras exactas. Henri Stephanus dice que su padre hizo el trabajo inter equitandam, “mientras cabalgaba”, lo que tal vez signifique durante los intervalos de su viaje. Si los versí­culos fueron divididos mientras montaba, algunas divisiones desafortunadas se deberí­an a algún movimiento del caballo que hizo poner la raya en el lugar equivocado. La 4ª edición del NT griego de Stephanus, que apareció en Ginebra en 1551, en 2 pequeños volúmenes, fue el 1º que señalaba la división en versí­culos. El NT en inglés más antiguo con esta caracterí­stica fue la traducción de William Whittingham, de 1557, publicada en Ginebra. El principio elemental del NT está contenido en la promesa de Jesús de que el Espí­ritu Santo vendrí­a para dar testimonio de él, para que los apóstoles pudieran recordar sus enseñanzas, para conducir a los creyentes a toda la verdad y para declarar cosas que habrí­an de venir (Joh 14:26; 15:26, 27; 16:12, 13). El Espí­ritu Santo darí­a testimonio de Cristo, pero Jesús dijo a sus apóstoles: “Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Joh 15:27). La larga y estrecha intimidad de los discí­pulos con él, los hizo testigos contables de la vida y las enseñanzas de Jesús, particularmente 850 cuando sus mentes se vitalizaban con el Espí­ritu para recordar y comprender sus palabras y obras. Según Hechos, una de las funciones especí­ficas de los Doce fue dar testimonio de Cristo y de su resurrección (Act 1:8, 21, 22; 2:32; 3:15; 4:33; 5:32; 10; 39-42; 13:30, 31). Nuez. Véase Nogal. Números, Libro de. Cuarto libro del Pentateuco, llamado en hebreo Bemidbar, “En el desierto”, vocablo que integra la frase inicial del texto hebreo. “Números” viene del latí­n Numeri, “Enumeración”, su nombre en la Vulgata, que a su vez traduce el tí­tulo de la LXX, Arithmóis. I. Autor. Como uno de los 5 libros del Pentateuco, ha sido atribuido tradicionalmente a Moisés. Números sigue la histórica narración hebrea en el desierto de Sinaí­ desde el 1er dí­a del 2º mes del 2º año del éxodo (Num 1:1), un mes después del informe de Exodo (que se cerró con la erección del tabernáculo; Exo 40:2, 16). El mes intermedio parece que fue dedicado a la inauguración de los cultos en el santuario, como los bosqueja Leví­tico. Números relata las experiencias de los hijos de Israel durante los restantes 38 años de peregrinación hasta el último campamento en los campos de Moab, frente a Jericó (Num 33:49, 50). II. Contenido. El libro se inicia con un censo del pueblo en Sinaí­, una descripción de la disposición del campamento y el orden de marcha (cps 1 y 2). La organización de los levitas y sus deberes durante la peregrinación se describen con detalles en los cps 3 y 4. Los cps 5 y 6 se ocupan de la exclusión del campamento de las personas impuras, de ciertas ofrendas y de las reglas del voto de los nazareos. La inauguración de los cultos del santuario (cps 7 y 8), y la celebración de la Pascua (9:1-14) son partes significativas de su información. La partida del monte Sinaí­ y el primer dí­a de camino se describen en los cps 9:15-10:36. El cp 11 relata la murmuración y la rebelión del pueblo en Tabera y en Kibrothataava. El cp 12 informa de la rebelión de Marí­a y Aarón contra Moisés, pero Dios lo justifica notablemente como lí­der de Israel. Luego relata que, al llegar a Cades-barnea, se enví­an 12 espí­as para explorar la tierra de Canaán como preparación para la invasión (cp 13), pero el informe desfavorable induce a la rebelión y a la decisión de regresar a Egipto (cp 14). Esta era la 10ª ocasión en que el pueblo se rebelaba, y Dios decidió que esa generación muriera en el desierto, por el que deambularon los siguientes 38 años. En el cp 15 se exponen diversas ofrendas y reglamentos. En los cps 16 y 17 se describe la rebelión dirigida por Coré y sus asociados contra el sacerdocio aarónico, y también el milagro del retoño de la vara de Aarón como afirmación de su liderazgo en su ministerio. Los cps 18 y 19 contienen reglas religiosas adicionales. Hacia el fin de los 40 años en el desierto, el pueblo abandona Cades-barnea, uno de sus principales lugares de campamento durante los 38 años. Rodean la tierra de Edom antes de entrar en Canaán desde el este. El cp 20 registra la insolencia de Edom al rehusar el permiso a Israel para cruzar por su territorio, y relata la muerte de Aarón. La liberación de la plaga de serpientes venenosas y la conquista del territorio al este del Jordán figuran en el cp 21. Después Israel acampa en las estepas de Moab, al este del Jordán; los cps 22-24 cuentan que Balac, rey de Moab, procura en vano, mediante Balaam, maldecir a Israel (pero, por medio de la inmoralidad y la idolatrí­a, tiene éxito en seducir a varios miles de israelitas; cp 25). Sigue el informe de un 2º censo, el cual muestra un leve descenso en la población (cp 26); se modifica la ley de la herencia (27:1-11) y Josué es designado sucesor de Moisés (vs 12-23). Los cps 28-31 contienen ciertos agregados a las leyes religiosas e informan de la derrota de Madián. El establecimiento de las 21/2 tribus al este del Jordán se registra en el cp 32. El cp 33:1-49 enumera los lugares donde acamparon desde Egipto hasta el Jordán. Luego informa de los arreglos finales para la ocupación de Canaán (cps 33 y 34), y para las ciudades leví­ticas y las de refugio (cp 35). El último capí­tulo (36) se ocupa del casamiento de la heredera que desea heredar la propiedad de su padre (véase CBA 1:837-840).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Pocas referencias bí­blicas sugieren que las nubes tengan algo que ver con las condiciones del tiempo, porque en Palestina el tiempo no es muy variado. Habí­a dos estaciones reconocidas: una lluviosa de octubre a abril, y una de sol desde mayo hasta septiembre. La mayorí­a de las referencias a las nubes en las Escrituras son metafóricas o figuradas. Simbolizan transitoriedad (Job 30:15; Hos 6:4), misterio (Job 3:5; Job 38:9; Psa 97:2), lo inaccesible (Job 20:6; Psa 147:8; Isa 14:14) y la presencia de Dios (Exo 19:9; Exo 24:16; Exo 34:5; Exo 40:36; Psa 78:14; Isa 19:1; Nah 1:3). Una nube apareció en la transfiguración de nuestro Señor (Mat 17:5) y en su ascensión (Act 1:9) y tiene un lugar en la predicción de su segunda venida (Mat 24:30; Mat 26:64).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

“Columna de nube y de fuego”, Exo 13:21-22, Exo 33:7-11.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

La Biblia habla de una época antiquí­sima cuando †œJehová Dios aún no habí­a hecho llover sobre la tierra … sino que subí­a de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra† (Gen 2:5-6). Después del †¢diluvio, sin embargo, Dios dice: †œMi arco he puesto en las n., el cual será por señal del pacto entre mí­ y la tierra† (Gen 9:13). En la Biblia las n. son utilizadas en distintas expresiones poéticas, como alusión a lo efí­mero de la vida y las glorias mundanas (†œComo la n. se desvanece y se va, así­ el que desciende al Seol no subirᆝ [Job 7:9; Job 30:15]). Elevar la cabeza hasta las nubes es una metáfora para señalar la altivez (Job 20:6). La altura de las n. también se usa para expresar excelsitud (†œ… tu fidelidad alcanza hasta las n.† [Sal 36:5]. Los falsos maestros son como †œn. sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos† (Jud 1:12).

Se entendí­a que era Dios quien enviaba las lluvias (†œEl atrae las gotas de las aguas, al transformarse el vapor en lluvia, la cual destilan las n.† [Job 36:27-28]). Pero este proceso era un misterio para los hombres (†œ¿Has conocido tú las diferencias de las nubes?† [Job 37:15-16]). Sin embargo, la observación de la presencia o ausencia de n. en el cielo permití­a hacer ciertas predicciones meteorológicas, aunque rudimentarias (†œCuando anochece, decí­s: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado† [Mat 16:1-4]).
Israel, los vientos que vienen del poniente, del mar, son los que traen lluvias. Por eso Elí­as, sobre la cumbre del monte Carmelo, dijo a su criado: †œSube ahora y mira hacia el mar†, para ver si vení­an n., hasta que vio una †œcomo la palma de la mano de un hombre, que sube del mar†. Luego vino †œuna gran lluvia† (1Re 18:41-46). Por eso decí­a el Señor Jesús: †œCuando veis la n. que sale del poniente, luego decí­s: agua viene; y así­ sucede† (Luc 12:54). Las n. pueden oscurecer el cielo (1Re 18:45). Se alaba como hermosa una †œmañana sin n.†, cuando brilla el sol (2Sa 23:4).
n. también se relaciona con manifestaciones de la presencia de Dios. Una nube cubrió el monte Sinaí­. †œY Jehová descendió en la nube, y estuvo allí­† con Moisés (Exo 34:5). Dios guió al pueblo de Israel por el desierto †œde dí­a con n. y toda la noche con resplandor de fuego† (Sal 78:14). El dí­a de la inauguración del †¢templo †œla n. llenó la casa de Jehovᆝ (1Re 8:10). La voz de Dios se escuchó †œdesde la n.† en el monte de la transfiguración (Mat 17:5). El Hijo del Hombre vendrá †œen las n. del cielo† (Mat 26:64; Mar 13:26; Luc 21:27; 1Te 4:17).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, ELEM

ver, LLUVIA

vet, Las nubes, portadoras de la humedad (2 S. 22:12; Jb. 26:8; 37:11; Ec. 11:3), vací­an su lluvia sobre la tierra (Jue. 5:4; Sal. 77:17). Una nube que apareciera por occidente era un anuncio de lluvia (1 R. 18:44; Lc. 12:54). Véase LLUVIA.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[011]

Masa vaporosa de agua que pueblo los firmamentos de toda la tierra, en diversas formas geográficas (cirros, nimbos, estratos). Pero también es un sí­mbolo de la presencia de la divinidad en la mayor parte de las religiones orientales.

Los israelitas, al salir de la cautividad de Egipto, llevaban la presencia de Dios en la nube que precedí­a su camino por el desierto (Ex. 13.22 y 14.20). Y temblaron ante Yaweh que se apareció en medio de una nube brillante en el Sinaí­ (Ex. 1.16; y Juec. 5.4; Ez. 1.4)

Por este motivo también las nubes estuvieron asociadas a las diversas manifestaciones divinas en la Biblia: Is. 19. 1; Salm. 104.3 2; Salm. 22. 12; Ecclo. 35. 16; Sof. 1.15. En estos y otros textos se advierte que lo cosmológico está muy asociado a lo religioso, como no podí­a ser por menos en una religión de cuyo oriental y llena de influencias babilónicas, persas y asirias.

Las nubes, como otros accidentes geográficos: astros, montes, vientos, valles, campos de cultivo, lluvia y tormentas, puede ayudar mucho a, en clave simbólica, a acercarse a los misterios religiosos y las enlaces entre los hombres y Dios.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

En el A. T. es un fenómeno atmosférico que suele acompañar las teofaní­as, las manifestaciones de Dios (Gén 9,13; Ex 13,21; 19,16-20; Jue 5,4; Job 38,1; Ez 1,4.28). En los evangelios es también un fenómeno unido a la manifestación velada de Dios: así­ en la transfiguración de Jesucristo (Mt 17,5; Mc 9,7; Lc 9,34-35) y en la venida escatológica del Hijo del hombre (Dan 7,13; Mt 24,30; 26,64; Mc 13,26; 14,62; Lc 21,27). ->transfiguración.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Acumulación de diminutas gotas de agua o partí­culas de hielo suspendidas en la atmósfera que forman una masa más o menos densa. El principal término hebreo para †œnube† es `a·nán, y la mayor parte de las veces que aparece se emplea en relación con la columna de †œnube† que guió a los israelitas por el desierto. (Ex 13:21.) Las expresiones †œcapa tenue de polvo†, †œnubes†, †œcielos nublados† y †œcielos† se traducen de formas derivadas de la palabra hebrea schá·jaq, que proviene de una raí­z cuyo significado es †œmachacar; moler; desgastar†. (Isa 40:15; Sl 36:5; Jer 51:9; Sl 89:37; Sl 18:42; Job 14:19.) Los términos griegos traducidos †œnube† son né·fos y ne·fé·le, si bien gnó·fos se traduce †œnube oscura†. (Heb 12:1; Mt 17:5; Heb 12:18.)
Desde mediados de junio hasta mediados de septiembre, en Israel el cielo suele estar despejado, con la excepción de algunas nubes de polvo debidas al viento caliente del E. procedente del desierto, que aparecen en especial hacia el final de la estación seca. Sobre todo en agosto, hay también nubes ocasionales del O. (cirroestratos), que no llevan lluvia, aunque son bien recibidas porque proporcionan algo de sombra y alivian un poco el calor. (Isa 25:5; compárese con Job 7:2.) En septiembre u octubre empiezan a aparecer con cierta frecuencia en el horizonte occidental nubes que se forman sobre el Mediterráneo, aunque muchas veces no comienza la estación lluviosa hasta mediados de octubre. Durante el verano, en algunas partes del paí­s se forma por las mañanas una neblina que se desvanece poco después de salir el Sol. (Os 6:4.)
Durante la estación lluviosa puede sobrevenir muy rápidamente una tempestad, que se inicia con una nubecilla en el O. (1Re 18:44, 45.) Las esperanzas del labrador aumentaban cuando se levantaba una nube en las partes occidentales. (Lu 12:54.) Sin embargo, el labrador que por fiarse de las variables nubes se retrajese de segar saldrí­a perdiendo. Este hecho se usa como amonestación para que los siervos de Dios sigan adelante con su obra en cualquier circunstancia. (Ec 11:4.)
La sabidurí­a y el poderí­o de Jehová Dios el Creador se manifiestan en el control que ejerce sobre las nubes. Dice que son †œjarros de agua† que se vuelcan y vací­an sus contenidos sobre la Tierra, y pregunta: †œ¿Quién puede, con exactitud, numerar las nubes con sabidurí­a?, o los jarros de agua del cielo… ¿quién los puede volcar?†. (Job 38:37.) También describe el proceso de evaporación y condensación, diciendo: †œEl atrae hacia arriba las gotas de agua; se filtran como lluvia para su neblina, de modo que las nubes destilan, gotean sobre la humanidad abundantemente. Realmente, ¿quién puede entender las capas de las nubes, los estallidos procedentes de su cabaña?†. (Job 36:27-29.)

Uso figurado. Jehová, a quien ningún hombre puede ver y seguir viviendo, simboliza su presencia por medio de una nube. En el monte Sinaí­, cuando se dio la Ley a Israel, una nube oscura cubrió la montaña; de esta nube salieron relámpagos y truenos, un fuerte sonido de trompeta y una voz fuerte. (Ex 19:16-19; 24:15; Heb 12:18, 19.) Jehová le dijo a Moisés que se apareció de esta manera con el fin de poder hablar con él y para que el pueblo lo oyera y pusiera fe en él como representante de Dios. (Ex 19:9.)
Además, Jehová envió un ángel en una nube como †œsu propio mensajero personal† para conducir a Israel fuera de Egipto y a través del desierto. (Isa 63:9.) Por medio del ángel, Jehová miró de manera representativa desde dentro de la nube para poner en confusión el campamento de los egipcios. (Ex 13:21, 22; 14:19, 24, 25.) Jehová también se valió de una nube para bautizar a la nación en Moisés; el pueblo tuvo a ambos lados las aguas contenidas del mar Rojo y sobre sus cabezas y a su retaguardia, una nube. Así­ †œfueron bautizados en Moisés por medio de la nube y del mar†, como dijo Pablo. (1Co 10:2; véase también Nú 14:14.)
Cuando se erigió el tabernáculo en el desierto, †˜una nube residí­a sobre él†™ y †œla gloria de Jehová llenó el tabernáculo†, de manera que Moisés no pudo entrar. (Ex 40:34, 35; compárese con 1Re 8:10-12; Rev 15:8.) Después, la nube se mantuvo sobre el Santí­simo, donde estaba el arca del pacto, y por la noche se tornaba en columna de fuego. Es probable que esta nube fuera visible desde cualquier parte del campamento y señalara su centro. Cuando se alzaba, Israel se preparaba para levantar el campamento. Cuando se trasladaba, el pueblo la seguí­a hasta el próximo campamento, aunque probablemente la ubicación exacta se escogí­a con la ayuda de Hobab, buen conocedor de la tierra, los lugares donde habí­a agua y otros factores necesarios para un campamento de esas proporciones. (Ex 40:34-38; Nú 10:29-32.)
Dentro del Santí­simo habí­a una nube muy brillante sobre el arca del pacto, la única luz que iluminaba aquel compartimiento. (Le 16:2.) En el hebreo postbí­blico se le dio el nombre de Shekinah. Cuando el sumo sacerdote entraba con la sangre de animales en el Santí­simo el Dí­a de Expiación, estaba de pie, simbólicamente, ante la presencia de Jehová. En otras ocasiones, cuando estaba de pie frente a la cortina, sin entrar en el Santí­simo, para presentar un asunto de importancia a Jehová en espera de su respuesta, se consideraba que estaba de pie ante Jehová. (Nú 27:21.)
La voz de Jehová se escuchó desde una nube brillante, cuando expresó que aprobaba a su Hijo unigénito, la misma nube cuya sombra cubrió a Jesús y a tres de sus apóstoles —Pedro, Santiago y Juan— en el monte de la transfiguración. (Mt 17:5.)
El registro bí­blico dice que cuando Jesús ascendió a los cielos, †œuna nube se lo llevó de la vista de ellos†. (Hch 1:9.) No se quiere decir que los discí­pulos vieran a Jesús alejarse sobre una nube, sino que la nube ocultó de su vista a Jesús. Este hecho ayuda a entender las palabras de Jesús en relación con el tiempo de su presencia, pues dijo: †œVerán al Hijo del hombre viniendo en una nube con poder y gran gloria†, y †œViene con las nubes, y todo ojo le verᆝ. (Lu 21:27; Mt 24:30; Rev 1:7.) En los casos anteriores, las nubes representaron una presencia invisible, que los observadores podí­an †œver† con su †œpercepción† mental. En este último caso se producirí­an acontecimientos que, al †œverlos†, permitirí­an a las personas observadoras percibir la presencia invisible de Cristo. (Véanse también Mt 24; Mr 13; Rev 14:14.)
Pese a todas las pruebas que identificaban a Jesús como el Mesí­as, los judí­os se negaron egoí­stamente a reconocerlo porque esperaban como prueba que cumpliese de modo literal la visión de Daniel 7:13, 14, en la que se muestra al Hijo del hombre que llega con las nubes del cielo ante la presencia del Anciano de Dí­as, Jehová, para recibir de sus manos el Reino. Es evidente que confundieron su presencia en el poder del Reino con su presencia fí­sica. Jesús les contestó que no se les darí­a esa señal. (Lu 11:29.)

Favor. Para los que agradan a Dios las †œnubes† tienen una connotación positiva. Proverbios 16:15 dice que la buena voluntad del rey es †œcomo la nube de lluvia primaveral†. El que las nubes puedan cubrir o esconder algo de la vista se usa como sí­mil de lo que Jehová hace con los pecados de su pueblo, borrando sus transgresiones †œtal como con una nube†. (Isa 44:22.) En cambio, obstruye el acceso como si fuera con una masa de nubes, a fin de que no pase la oración de los que son rebeldes. (Lam 3:44.)

Transitoriedad, inestabilidad. †œLas nubes de la mañana†, o neblina, que pronto desaparecen, se usan de manera metafórica para referirse a la bondad amorosa inconstante y breve de Efraí­n y Judá para con Dios, así­ como a la corta existencia de Efraí­n por haberse vuelto a la adoración falsa. (Os 6:4; 13:3.)
Por otra parte, el hombre que se jacta de dar pero que nunca lo hace, es tan decepcionante como una nube sin lluvia. (Pr 25:14.) A los que profesan ser cristianos pero viven en inmoralidad y corrompen y contaminan la congregación, se les asemeja, por su ávido interés en los deseos de la carne, a nubes inestables o neblinas agitadas por el viento. (Jud 12; véase NEBLINA.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

>anan (ºn:[; , 6051), “nube; niebla; nubarrón; humo”. Se encuentran cognados de esta palabra en arameo y arábigo. Los 87 casos del vocablo están esparcidos en todo el material veterotestamentario. Comúnmente el término significa una “masa nubosa”. >Anan se usa en particular para indicar la masa de “nubes” por cuyo medio la presencia de Dios insólitamente se manifestó: “Y Jehová iba delante de ellos de dí­a en una columna de nube, para guiarlos por el camino” (Exo 13:21 rva). En Exo 34:5, se usa solo >anan para hablar de esta presencia: “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí­ con él, proclamando el nombre de Jehová”. Cuando el arca del testimonio se llevó al Lugar Santí­simo, la nube llenó la casa de Jehová: “Y los sacerdotes no pudieron continuar sirviendo por causa de la nube, porque la gloria de Jehová habí­a llenado la casa de Jehová” (1Ki 8:10-11 rva). De esta manera la “nube” manifestó la presencia de la gloria de Dios. Asimismo, el salmista escribe que Dios está rodeado de “nube y oscuridad” (Psa 97:2); Dios se presenta como el que controla soberanamente la naturaleza. Esta descripción es un tanto paralela a la descripción en la mitologí­a ugarí­tica de Baal, señor de la tormenta y dios de la naturaleza. La “nube” es señal de la “protección divina” (Isa 4:5); es una barrera que esconde la plenitud de la santidad y gloria divina, a la vez que impide que el pecador se aproxime a Dios (Lam 3:44). Por tanto, es Dios y no los hombres, quien inicia y sostiene la relación entre El y los seres humanos. La primera vez que aparece >anan es en relación con la señal divina que El nunca más destruirí­a la tierra con un diluvio: “Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí­ y la tierra” (Gen 9:13). En otros pasajes, la nube simboliza la naturaleza transitoria de la lealtad (Hos 6:4) y existencia de Israel (13.3). En Isa 44:22, Dios dice que después del debido castigo El borrará, “como a nube tus rebeliones, y como a niebla tus pecados”. >Anan puede significar un “nubarrón” y se usa también para simbolizar una “fuerza invasora”: “Tú subirás; vendrás como una tempestad y serás como una nube que cubre la tierra, tú con todas tus tropas, y muchos pueblos contigo” (Eze 38:9 rva; cf. Jer 4:13). En Job 26:8 rva, se dice que el nubarrón es de Dios: “El encierra las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen a causa de ellas”. En varios pasajes, un denso nubarrón y las tinieblas que lo acompañan son sí­mbolos de “penumbra o tristeza” (Eze 30:18) y/o “juicio divino” (Eze 30:3). >Anan puede expresar el “humo” que asciende del incienso quemado: “Pondrá el incienso sobre el fuego delante de Jehová, y la nube de incienso cubrirá el propiciatorio que está sobre el testimonio; así­ no morirá” (Lev 16:13 rva). Esta “nube de humo” tal vez represente la protección que se interpone entre la presencia de Dios (que está encima del propiciatorio) y el hombre pecaminoso. Si es así­, quizás simbolice también la “gloria divina”. Por otro lado, muchos estudiosos opinan que la “nube de incienso” representa las oraciones del pueblo que se elevan a Dios.

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. jomicle (oJmivclh, 3658), neblina, no tan espesa como nefos y nefele, nube. Aparece en 2Pe 2:17a: “brumas” (RVR77, traduciendo este vocablo según se encuentra en los mss. mas comúnmente aceptados; VM lo traduce “neblinas”); RV y RVR siguen TR, donde aparece nefelai, “nubes”, véase Nº 3.¶ 2. nefos (nevfo”, 3509), denota una masa nubosa informe cubriendo los cielos. De ahí­, metafóricamente, una densa multitud, una muchedumbre, “tan grande nube” (Heb 12:1).¶ 3. nefele (nefevlh, 3507), nube con una forma definida, o masas de nubes con una forma definida. Se usa, además de para denotar las nubes fí­sicas, (a) de la nube en el monte de la transfiguración (Mat 17:5); (b) de la nube que cubrió a Israel en el Mar Rojo (1Co 10:1-2); (c) de nubes vistas en las visiones apocalí­pticas (Rev 1:7; 10.1; 11.12; 14.14-16); (d) metafóricamente en 2Pe 2:17, de los obreros de maldad que allí­ se mencionan (TR), aunque en los mss. más comúnmente aceptados aparece Nº 1, “brumas” o “neblinas” (RVR77 y VM, respectivamente). En 1Th 4:17, las nubes a que se hace referencia en relación con el arrebatamiento de los santos son probablemente las nubes naturales, como también en el caso de aquellas que tienen relación con la Segunda Venida de Cristo a la tierra. Véase Mat 24:30; 26.64, y pasajes paralelos. Lo mismo en la ascensión (Act 1:9).

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Véase Gloria Y Shekinah.

Fuente: Diccionario de Teología

La regularidad de las estaciones en la zona del Mediterráneo concede un significado climático a la aparición de las nubes. Sin embargo, aparte de influir sobre el tiempo y el color del cielo al anochecer, existen pocas indicaciones de que los hebreos comprendieran las señales meteorológicas.

Las nubes se reconocían como indicación de humedad. Durante la estación de las lluvias en el semestre invernal, las corrientes de aire portadoras de lluvia se asocian con los cúmulos que se elevaban sobre el mar Mediterráneo: “la nube que sale del poniente” (Lc. 12.54). De ahí que el siervo de Elías dirigiera su mirada hacia el mar para captar la primera indicación de que habría de interrumpirse la sequía (1 R. 18.44). Hacia fines de la estación de lluvias en abril-mayo la “nube de lluvia tardía” (Pr. 16.15) describe el favor del rey, ya que provee la humedad indispensable para henchir las espigas de granos que están madurando. Se contrastan los altos cirros que no producen lluvia (Jud. 12), que atraen el aire del desierto desde el SE y el E, llamado siroco, asociados con las depresiones. Las nubes y el viento sin lluvia (Pr. 25.14), el “calor debajo de nube” (Is. 25.5), y subsiguientemente el “cielo … de bronce” (Dt. 28.23)describen en forma gráfica estas tormentas de polvo.

Las nubes arrastradas por las brisas del mar prontamente se disuelven cuando se encuentran con el aire caluroso y seco del interior. Así la “nube de la mañana” (Os. 6.4) es símbolo de las cosas transitorias, de la prosperidad humana (Job 30.15), y de la vida humana (Job 7.9). Es también un texto sobre la realidad del perdón divino (Is. 44.22).

La luminosidad usual del cielo palestino destaca el hecho de que las nubes tienen la particularidad de cubrir y oscurecer (Ez. 32.7), y la alegría de “una mañana sin nubes” (2 S. 23.4) se describe gráficamente. Así como la nube que esconde el sol, el favor divino o una súplica pueden ser interferidos (Lm. 2.1; 3.44). Job ora para que las nubes cubran el día de su nacimiento (Job 3.5).

Con frecuencia la nube significa toda la bóveda del cielo; cf. “mi arco en las nubes” (Gn. 9.14). Representa la esfera del conocimiento parcial y la gloria oculta donde Dios tiene un propósito misterioso en sus movimientos (Job 36.29; 37.16; 38.37; Sal. 78.23). Del mismo modo, una nube encierra la escena de la encarnación (Hch. 1.9), la transfiguración (Mt. 17.5; Mr. 9.7; Lc. 9.34), y las nubes anuncian el segundo advenimiento (Ap. 1.7). Para los israelitas la nube de la presencia de Dios estaba íntimamente relacionada con su simbolismo religioso (Ex. 13.21; 40.34; 1 R. 8.10).

Las nubes de Mr. 14.62, etc., bien pueden referirse a la ascensión más bien que a la parusía.

J.M.H.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico