El “choro mareador”

 en Jorge Valencia Munguía

Jorge Valencia*

El “choro mareador” es un artificio lingüístico que se utiliza en situaciones comprometedoras con la finalidad de ocultar, a través de la verborrea, lo que se desconoce o no se quiere expresar debido a una mala intención. Se diferencia de la mentira en que nunca consigue el engaño. Por el contrario, en el “choro mareador” el interlocutor advierte la perversidad verbal.
El origen e inspirador de este recurso de pirotecnia es Cantinflas. A través de circunloquios surreales, juegos de palabras y albures, este personaje conseguía derrotar a sus oponentes dialógicos desde la confusión. Tal es el aporreo léxico de esta construcción, y tan eficaz su objetivo, que la Academia admite dentro del vocabulario hispánico el verbo “cantinflear”. Mario Moreno es el padre del silogismo sin antecedente ni conclusiones, el antilógico por antonomasia.
El “choro mareador” no llega a tanto. El paralelismo con el cantinfleo resulta apenas una aproximación sombría y deformada. No alcanza a (con)vencer a nadie.
Hay “choros mareadores” para toda ocasión. La filóloga y polígrafa Laura Atienza lo reconoció de manera jovial durante el divertimento de un día de escuela, donde propuso conformar un inventario suficiente de “choros” prediseñados que pudieran difundirse según gustos, necesidades y situaciones. De esta manera, podrían distribuirse al público interesado ahorrándole de entrada el esfuerzo de construirlo. Se propagarían por internet como un servicio a la comunidad mediante un catálogo de temas tan variados y extravagantes como complejos y apantalladores, con ilustraciones y recomendaciones mímicas.
Se calcula que los más requeridos podrían ser los pretextos para llegar temprano a un compromiso, en una sociedad que por naturaleza desdeña la puntualidad como una costumbre perniciosa. El porqué no se cuenta aún con la cédula profesional o para cuándo es la boda… Tres joyas cuya popularidad justificaría el esfuerzo.
Los políticos y los futbolistas son usuarios prototípicos del mencionado recurso. Referir la Biblia como el libro leído completo más recordado ante la pregunta del periodista, en medio de una feria bibliográfica, es un ejemplo bastante logrado de la concisión que puede alcanzar un “choro mareador” perfectamente utilizado. Parafraseando al poeta renacentista Baltasar Gracián, “el ‘choro’, si breve, dos veces ‘choro'”. Por el contrario, la charla ante los medios que ofrecen los jugadores después de la derrota, es un despilfarro de palabras y de minutos. Como el político aludido, bastaría que salieran a la “zona mixta”, pusieran cara de culpables y mencionaran dos o tres virtudes de Robben. Ya con eso.
El “choro mareador” no pretende demostrar sino zafarse entre una cortina de humo. Su autor busca que lo dejen en paz. Huir. Salir de la tensión. Evadirse.
Los maestros recurren constantemente al “choro mareador” cuando un alumno cuestiona algo cuya respuesta no viene escrita en el libro de texto. Sudan frío. Voltean al techo y recitan toda la lección como esperando el timbre del recreo o la convulsión repentina de alguien. A todos les queda claro que el maestro no sabe. Indulgentemente, los niños quedan en silencio; responden el ejercicio con el temor de hacerlo mal pero aún peor con la vergüenza de preguntar y exponer al maestro a una ignorancia que ya no quepa duda. El maestro con vocación llegará a casa y leerá a Antonio Alatorre. La mayoría esperará al día siguiente para tirarse un nuevo “choro”.
Los “choros” se reproducen y difunden con la particularidad de los seres vivos. Cuando uno muere, nacen dos. Hay más “choros mareadores” que personas en el mundo. Quién sabe… Podría ser que la vida también fuera un “choro” de Dios.

*Director académico del Colegio SuBiré. jvalenci@subire.mx

Comentarios
  • Nicandro Gabriel Tavares Córdova

    Muy bueno mi estimado académico Jorge Valencia, lo que sucede en nuestra política, siempre encabezados por nuestro señor Presidente, “el choro mareador” lo han convertido en su mejor herramienta de trabajo.
    Un abrazo y felicidades.

  • Laura Atienza

    Estimado Jorge.
    Ha sido un verdadero placer recordar viejos tiempo y también un honor haber trabajado bajo tu dirección. Espero que algún día se repita la experiencia (y que conste que no es “choro mareador”)
    Te mando un fuerte abrazo.
    Laura

  • Miguel

    El choro mareador lo utiliza la gente que busca alcanzar objetivos ocultos, generalmente con malas intenciones, y a veces perversas. Es marear a la persona con sus comentarios, buscando haberla creer sus mentiras bobas, que solo los bobos caen en sus trampas.

    Es una trampa planeada para embaucar a los idiotas. P.ej.: Las inoculaciones llamadas vacunas.

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