OVEJAS Y CABRAS

(-> pastor, juicio, cordero, chivo). Mt25,31-45 compara el juicio final con la acción de un pastor que, al terminar el dí­a, separa ovejas y cabras (probata y eriphia). Su gesto es normal: llegada la noche, los pastores de rebaños mixtos suelen separar su ganado para ofrecer mejor refugio a las cabras, más sensibles al frí­o, y para que las ovejas pue dan descansar más tranquilas. El hecho en sí­ es claro; el problema está en el simbolismo. ¿Por qué ha escogido Mt el signo de las ovejas y las cabras? ¿Sólo porque el pastor suele separarlas al llegar la noche? ¿De dónde provienen sus sentidos simbólicos? (1) Ovejas y cabras. Probaton significa propiamente “oveja” y estrictamente hablando significa sólo “ovejas hembras”; pero puede tomar un sentido más general, de manera que, en un rebaño de probata, ovejas, puede haber también carneros; además, en algunos casos, un rebaño de probata puede incluir todo el ganado menor (ovejas y cabras). Por su parte, eriphos-eriphion tiende a significar cabra-cabras, aunque también puede aludir a los machos cabrí­os, como sucede generalmente en el Antiguo Testamento (cf. LXX Gn 37,31; 38,17.20). Mt 25,32 emplea el término positivo eriphos, mientras que Mt 25,33 emplea el diminutivo eriphia, que en principio significa “cabritocabritos” (las crí­as de las cabras). De todas formas, en el tiempo del Nuevo Testamento los dos términos tienden a ser equivalentes, de manera que los traductores vacilan: unos ponen “ovejas y cabras”, otros ovejas y machos cabrí­os (cf. Lagrange), y otros, en fin, ovejas y cabritos. Sea como fuere, en el primer caso (probata) parece que predominan las ovejas (hembras); en el segundo caso puede tratarse de machos de cabras (bucos, boques), pero también de cabras hembras (e incluso de machos cabrí­os y cameros). En este último caso, el pastor reunirí­a por un lado a las hembras (ovejas y cabras), para ordeñarlas, y pondrí­a aparte a los machos (cameros y machos cabrí­os), para que descansaran tranquilos a lo largo de la noche. Desde el punto de vista lexicográfico, esa traducción es posible, aunque resulta simbólicamente muy improbable, pues los rebaños de oriente constaban y constan sobre todo de animales (adultos) hembras; por eso, una separación de hembras-ovejas (que serí­an la gran mayorí­a) y de machoscarneros (poco numerosos, quizá uno o dos) no podrí­a servir de base simbólica para la división universal donde todo el ritmo de la escena quiere marcar el paralelismo de posibilidades de derecha e izquierda (de condenados y salvados).

(2) Sentido simbólico. Suelen aducirse varias pmebas para indicar que las ovejas representan el costado bueno (salvados) mientras que las cabras reflejan lo perverso (condenados). Se prefiere a las ovejas por blancas (inocencia), por dóciles, sumisas y porque parecen ser de más valor para los hombres. Por el contrario, las cabras aparecen como negras o rojizas, salvajes, desobedientes y sin tanto valor para los dueños y pastores. Pero esas razones no convencen del todo, pues habí­a también ovejas negras; además, debido a su mayor independencia, las cabras resultaban menos gravosas, pues no requerí­an tanto cuidado como las ovejas. Por otra parte, las ovejas no son más valiosas que las cabras; en cierto sentido, en las condiciones climáticas del oriente mediterráneo, sucedí­a más bien lo contrario. Por eso, la división entre las ovejas (derecha, salvados) y las cabras tiene que responder a razones simbólicas, como muestra el conjunto de la tradición bí­blica, donde las ovejas son signo de los buenos israelitas, que escuchan la voz de Dios y reciben salvación, mientras que las cabras o machos cabrí­os están asociados bastante estrechamente a la visión de lo diabólico.

(3) Las ovejas. Unidas en rebaño, ellas son para el Antiguo Testamento un signo del pueblo israelita (2 Sm 24,17; Sal 76,21 LXX; Nm 27,17). Así­ lo muestra de un modo especial Sal 73,1, LXX: “¿Por qué… está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño (probata només mon)?”. Ez 34,31 asegura: “Vosotros… sois ovejas de mi rebaño, probata poinmion rnoti, y yo soy vuestro Dios”. La literatura rabí­nica y apocalí­ptica utiliza el mismo simbolismo, sobre todo en 1 Hen 89-90, donde se cuenta toda la historia de Israel partiendo de la imagen de las ovejas del rebaño de Dios. En esa perspectiva se mantiene el Nuevo Testamento y de manera especial el evangelio de Mt, que utiliza siempre probaton de un modo metafórico. Mt 12,11-12 podrí­a ser una excepción, pues habla del cuidado de un dueño que saca a su oveja del pozo donde ha caí­do en sábado. Pero aun en este caso la oveja es un signo del hombre enfermo o en peligro. En esa lí­nea simbólica, Mt afirma que las gentes que escuchan y acogen la palabra de Jesús son “como ovejas sin pastor” (Mt 9,36; cf. Ez 34,5). Sus discí­pulos reciben el encargo de acudir “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 10,6; 15,24). Pasando ya al plano eclesial, Mt compara al creyente en peligro con una oveja que se pierde y puede perecer (Mt 18,12). Por su parte, el misionero es como oveja en medio de lobos (Mt 10,16). Llega a tanto la fuerza de la comparación que se dice que los falsos discí­pulos son como “lobos con piel de oveja”, es decir, creyentes fingidos (Mt 7,15; cf. 26,31). Esta visión de Mt podrí­a ampliarse con otros pasajes del Nuevo Testamento (cf. Jn 10,1-17; Heb 13,30; 1 Pe 2,25). Todo eso permite suponer que las ovejas del juicio final (Mt 25,31-46) tienen un sentido metafórico: ellas constituyen el auténtico Israel, la nueva comunidad escatológica. Por eso reciben un lugar a la derecha del gran Rey, en ámbito de Reino.

(4) Las cabras. Por comparación con las ovejas, podemos suponer que también las cabras-cabritos de Mt 25,31-46 tienen un sentido metafórico y negativo. Así­ lo confirma el análisis del campo semántico de eriphos, tanto en la cultura griega como en el Antiguo Testamento y en los mitos de otros pueblos. La mitologí­a griega asocia la cabra con el sexo y la vida libertina, poniéndola en relación con el culto de Dionisos (Pan), de los sátiros y faunos. Pan, antiguo dios de los pastores, tiene cuerpo inferior de macho cabrí­o y un carácter que puede llamarse caprino: irascible, lascivo, retozón. Su figura ha impresionado a los poetas alejandrinos tardí­os, que le asocian a lo demoní­aco. El culto de Dionisos incluye sátiros o silenos, representados en forma de machos cabrí­os, dotados de un fuerte poder sexual, cercano al de Pan. Mirada en perspectiva griega, la figura de Pan y de los sátiros pudiera llamarse positiva, pues ellos simbolizan la fuerza vital de la pasión y la embriaguez del sexo. Pero un observador israelita o protocristiano destacarí­a los rasgos negativos de su culto, asociados a veces con lo diabólico. Un trasfondo en parte semejante puede hallarse en el Antiguo Testamento, donde una especie de demonios reciben el nombre de sa’ir, machos cabrí­os o cornudos: “No inmolarán sus ví­ctimas a los sátiros con los que se han prostituido” (Lv 17,17). Por otra parte, 2 Cr 11,15; Is 13,21 y 34,14 parecen evocar también una asociación ente machos cabrí­os y sátiros-demonios: la desolación de Babilonia o las naciones enemigas será tal que en medio de las minas brincarán varias especies de animales salvajes (dragones, cuervos) y demonios: Lñit (espí­ritu femenino) y los sa†™ir o sátiros velludos. Probablemente, esos “sátiros” se encuentran asociados con Azazel, a quien debe enviarse un chivo* o macho cabrí­o cada año (cf. Lv 16,7-10.20-23). Este último simbolismo tiene mucha importancia: aquí­ encontramos un macho cabrí­o cargado con los pecados del pueblo, simbolizando, por tanto, el aspecto maléfico de Israel, para ser enviado al desierto de Azazel, esto es, arrojado a la condena de un espí­ritu adverso o demoní­aco. De manera semejante, las cabras de Mt 25,32, significando el mundo pecador, son arrojadas o enviadas al fuego del diablo y de sus ángeles. Ciertamente, los términos empleados en ambos casos son distintos: el macho cabrí­o de Lv 16,7s aparece en los LXX como khí­maros, mientras que Mt 25,32 habla de eriphos. De todas formas, la asociación de la cabra, y sobre todo del macho cabrí­o, con lo demoní­aco depende de su figura animal y no de la palabra que se emplea al describirlo. Por otra parte, la relación entre el macho cabrí­o y los poderes mágico-demoní­acos constituye un dato anterior al Evangelio. Pudiera suponerse que la presencia del macho cabrí­o en el aquelarre y en otras representaciones semejantes depende de los sí­mbolos cristianos, ligadas a Mt 25,32. Sin embargo, la constancia de la figura y su aparición desde los tiempos prehistóricos nos hacen pensar en lo contrario. Estamos ante un tema precristiano, que Mt 25,31-46 se limita a recibir de su entorno cultural, dentro del Mediterráneo oriental.

Cf. J. Caro Baroja, Las brajas y su mundo, Alianza, Madrid 2003; G. Parrinder, La brujerí­a, Buenos Aires 1965, 54-55; X. Pikaza, Hermanos de Jesús y sen†™idores de los más pequeños. Mt 25,31-46, Sí­gueme, Salamanca 1984.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra