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Covid-19, ¿el primer cisne verde?

La pandemia que vivimos no entra en la dimensión del cambio climático pero sí en la de crisis ambientales, opina Juan Pablo Mayorga.
vie 10 abril 2020 11:59 PM

(Expansión) – Un cisne verde es “un evento con un potencial disruptivo extremo para las finanzas, que podría llevarnos a la próxima crisis financiera sistémica”, según la definición acuñada por un puñado de académicos en un libro publicado por el Banco de Pagos Internacionales (BPI) en febrero pasado.

Honestamente desconocía a este extraño animal hasta hace unos días, cuando Pablo Ramírez de Greenpeace México lo usó para comparar la actual crisis por Covid-19. De inmediato entendí que se trataba de una extrapolación del concepto del cisne negro al ámbito del medio ambiente. Pero, ¿qué es un cisne negro?

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Además de ser el título de una película magistral de Darren Aronofsky y protagonizada por Natalie Portman en 2010, el cisne negro ha sido desde tiempos de Aristóteles (pasando por Karl Popper) un sinónimo de rareza, construido sobre el entendido de que todos los cisnes son blancos.

Es algo así como un trébol de cuatro hojas, un unicornio o un elefante rosa, con la diferencia de que el cisne negro no es metáfora de nada lindo, sino del shock, el caos y la perturbación extrema.

El significado fatal del cisne negro quedó sellado con la publicación de un libro homónimo de Nassim Nicholas Taleb en 2007. En él, este teórico del riesgo y analista financiero usa esta figura para describir eventos extremos que cumplen tres condiciones: llegan por sorpresa, tienen un efecto extremo y sólo son entendidos (simplonamente) después de que han pasado.

El propósito del cisne negro es visibilizar fenómenos que, aunque muy improbables, ocurren y son catastróficos. Un ejemplo de esto, según el mismo Taleb, fueron los ataques del 9/11 en Estados Unidos.

Entonces el cisne verde, según la definición de Bolton, Despres y Pereira Da Silva para el BPI, es el equivalente del cisne negro ante los riesgos derivados del cambio climático, en particular los riesgos financieros que podrían ser mitigados o evitados mediante la acción coordinada de los bancos centrales, gobiernos e inversionistas privados. Sin embargo, como suele ocurrir con los términos pegajosos, su significado se empieza a desviar de su sentido original a medida que se populariza.

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Aunque el Covid-19 no es en estricto sentido un evento derivado del cambio climático, coincide con las tres condiciones para estos fenómenos de cisne verde: fue inesperado, con impactos mayores y sólo lo podremos explicar cuando haya terminado.

Además, en su explicación del cisne verde, el BPI hace énfasis en la pérdida de biodiversidad (un fenómeno que comparte causas con la actual pandemia de Covid-19) como parte de la degradación ambiental que se debe considerar al entender la estabilidad climática y financiera como bienes públicos interconectados.

En suma, la pandemia que vivimos no entra en la dimensión del cambio climático pero sí en la de crisis ambientales, y teniendo en cuenta los tres requisitos del fenómeno podríamos referirnos a él como un cisne verde. No obstante, estamos ante un debate en curso.

El propio Taleb, en una entrevista reciente para Bloomberg, descartó con toda firmeza que la actual pandemia y sus efectos financieros se trataran de un cisne negro por una sencilla razón: eran totalmente previsibles. “No hay excusa para que compañía y corporaciones no estuvieran preparados para esto. Y definitivamente no hay excusa para que los gobiernos no estén preparados”, indicó.

En su icónico libro de 2007, Taleb mismo advirtió del riesgo de una epidemia global: “A medida que viajamos más en este planeta, las epidemias serán más agudas, tendremos una población de gérmenes concentrada en pocos números y el asesino exitoso se esparcirá mucho más efectivamente”.

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Y no es que el hombre tenga una bola de cristal, contrario al carácter profético que tratan de endilgarle los comentaristas. Simplemente existe un cuerpo de investigación que nos ha advertido sobre nuevas epidemias desde hace décadas, a medida que los humanos seguimos invadiendo ecosistemas, fragmentando hábitats, reduciendo poblaciones silvestres y alterando las complejísimas interacciones entre especies animales (nosotros incluidos).

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Lo que indigna a Taleb de llamar cisne negro (o verde) a esta pandemia es que eso le permite a los responsables de todos los sectores y latitudes fingir sorpresa y disimular su responsabilidad ante algo que pendía sobre nosotros como espada de Damocles desde hace décadas. Yo no podría estar más de acuerdo.

A pesar de todo, insisto en llamar cisne verde a esta pandemia por dos razones. La primera es su gran potencial perturbador y su evidente relación con el ambiente según lo que sabemos hasta ahora: el virus salió de animales y ecosistemas intervenidos por el consumo humano en los mercados húmedos de Wuhan, China, y sus estragos harán necesario un rescate financiero global que ya hace pequeñecer al New Deal.

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Pero la otra razón es una simple necesidad narrativa. Desde La Tragedia de los Comunes, no hemos consolidado una imagen poderosa que nos advierta de los riesgos de nuestra alteración del ambiente. Y necesitamos una urgentemente, porque los próximos cisnes verdes (nacidos en el derretimiento de capas glaciales, el ascenso de los mares, la desertificación de tierras, la pérdida de suelo fértil, la contaminación del aire, la acidificación de los océanos o la perturbación de ciclos biogeoquímicos, por mencionar sólo algunos factores) serán mucho peores que lo que estamos viviendo en estos días.

Serán bestias con poderes del orden geológico y con un potencial de destrucción que ni siquiera cabe en nuestro entendimiento del riesgo. No se trata de temer a los cisnes verdes, sino de advertirlos y actuar a tiempo para, como diría Taleb, hacerlos grises desde la construcción de resiliencia o antifragilidad.

Nota del editor: Juan Mayorga es periodista especializado en asuntos ambientales, principalmente cambio climático, transición energética y desarrollo urbano sustentable. Es maestro en Public Management y GeoGovernance por la Universidad de Potsdam, Alemania, colaborador de medios nacionales e internacionales. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autor.

Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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