OPINION

Los percebes se pegan al casco de mi barco: ¡una solución quiero!

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Los percebes que crecen sobre los casos de las embarcaciones son un problema importante para el transporte marítimo mundial. Desde hace años se han tratado de desarrollar nuevos métodos ambientalmente sostenibles para limitar la presencia de estas incrustaciones marinas.

Muchos tipos de vida se pueden acoplar a un casco por debajo de la línea de flotación, de los cuales los percebes son los integrantes más difíciles de eliminar. Los costes de estos pequeños polizones son sustanciales.

Según un estudio publicado por la revista Science, el sector del transporte marítimo de EE.UU. gasta más de 36.000 millones de dólares cada año en pinturas antiadherentes y en costes de combustible añadido para superar la resistencia inducida por el apego de vida marina en el casco (de un 30% a un 45% más de combustible). Y esa cifra no incluye el coste de "raspar" con regularidad el barco.

Lejos de disminuir el problema parece que irá en aumento con el calentamiento global. Según Science, si hace diez años los dueños que tenían sus barcos en el puerto deportivo raspaban sus embarcaciones sólo una vez cada 3 meses, ahora señala que necesitan realizar tareas de mantenimiento casi sobre una base mensual. Cuanto más caliente se pone el agua, más crecen los percebes y en capas más grandes.

Ahora científicos suecos de la Universidad de Gotemburgo parece que han encontrado un método definitivo para deshacerse de estos incómodos visitantes. El grupo de investigación del Departamento de Biología Celular y Molecular estudió la biología de los percebes en detalle y se centró en una etapa especialmente delicada en su ciclo de vida.

Los percebes nadan libremente en el océano, pero a medida que se acercan a la edad adulta, se adhieren a un sustrato para formar una concha. Luego se unen y forman grandes colonias en donde permanecen por el resto de su vida, generalmente de tres a cinco años. Las conchas de los percebes están hechas de una sustancia calcárea muy dura, similar a la piedra caliza.

Al parecer, cuando los inmaduros percebes adultos intentan penetrar a través del recubrimiento del casco con el fin de establecer un lugar fijo para crecer, son extremadamente sensibles a ciertas moléculas conocidas como “lactonas macrocíclicas”, unos compuestos derivados de la fermentación de hongos cuyo principal efecto es inducir una parálisis de los parásitos, al estimular la liberación de un neurotransmisor que impide la transmisión de impulsos nerviosos en las uniones musculares del parásito.

Esquema de un percebe roca.

Dicho de otra forma, los percebes cuando toman contacto con un recubrimiento tratado con estas lactonas se pegan; pero según van creciendo y alimentándose, su fuerza de unión se debilita y pierden el contacto. También tiene efectos sobre cierto tipos de algas pardas que se adhieren con fruición a los barcos.

El grupo investigador ha demostrado mediante ensayos de campo en las embarcaciones de recreo que la adición de las lactonas macrocíclicas a la pintura es plenamente efectivo, como demuestra esta fotografía, donde se puede diferenciar una zona tratada de una zona que se dejó como testigo.

Este descubrimiento sin duda sustituirá en eficacia a las formas alternativa que lleva años usándose para tener a raya a los percebes. Los percebes se pueden evitar mediante la aplicación de una pintura que contienen cobre o estaño, que es tóxico para ellos. Desgraciadamente, el cobre y el estaño son también tóxicos para la vida marina. Por eso uno de los métodos más populares consiste en añadir a la pintura guindillas picantes en polvo antes de embadurnar el barco.

Los chiles picantes contienen un elemento llamado capsaicinato de denatonio, un producto que combina la capsaicina y la lidocaina con el fin de evitar el crecimiento de percebes y que mezclado con la pintura marina impide que los animales se peguen, manteniendo así la superficie del casco limpia.

El capsaicinato se usa para la fabricación de gas lacrimógeno (gas pimienta) para defensa personal y es un compuesto sumamente repelente, además de no ser tóxico; de hecho es de las pocas cosas que han mantenido un poco alejados de los cascos a nuestros amigos (bueno, sólo de algunos) los percebes.

Fuente: Universidad de Gotemburgo

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