PLENITUD

v. Abundancia
Psa 24:1 de Jehová es la tierra y su p; el mundo
Joh 1:16 de su p tomamos todos, y gracia sobre
1Co 10:26 porque del Señor es la tierra y su p
Eph 1:23 la p de Aquel que todo lo llena en todo
Eph 3:19 que seáis llenos de toda la p de Dios
Eph 4:13 medida de la estatura de la p de Cristo
Col 1:19 agradó al .. que en él habitase toda p
Col 2:9 porque en él habita .. la p de la Deidad


Es la cualidad de estar lleno, completo, terminado. En los evangelios se utiliza el término perisseuo, con el sentido de †œtener abundancia† (†œY comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos…† [Mat 14:20]; †œ… porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza…† [Mar 12:44]). La idea de abundancia se expresa por la palabra plethos (†œ… sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados† [Stg 5:20]).

Para la idea de p. se usa la palabra pleroma tiene también esa connotación de †œlo que se llena†, o †œlo que llena†. Es traducida como †œremiendo† en Mat 9:16 y Mar 2:21 (†œNadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo†). Es también el concepto de lo completo (†œ… y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración?† [Rom 11:12]; †œ… hasta que haya entrado la p. de los gentiles† [Rom 11:25]). En el Señor Jesús †œhabita corporalmente toda la p. de la Deidad† (Col 2:9). Y de esa †œp. tomamos todos, y gracia sobre gracia† (Jua 1:16), por lo cual se nos dice: †œ… vosotros estáis completos en él† [Col 2:10]).
eruditos discuten mucho sobre el uso que hace Pablo del término pleroma. Se reconoce que el mismo pertenece al vocabulario que utilizaban los gnósticos, como puede verse en los documentos de †¢Nag-Hammadi. Se designaba así­ al conjunto de seres intermedios que, según el gnosticismo, obraba entre el universo y la Deidad. Se han hecho estudios que prueban la existencia de un gnosticismo incipiente ya en los dí­as de Pablo, lo cual parece haber motivado su carta a los Colosenses. Quizás por eso el apóstol tomó la palabra del vocabulario gnóstico o protognóstico. O quizás la aprendió en sus lecturas de cultura griega.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, DOCT

vet, (gr. “plêrõma”). Aunque se traduce generalmente como “plenitud”, también se vierte como “cumplimiento”, “abundancia” y “plena restauración”. Derivado del verbo “pleroõ” (llenar), significa “aquello que es o ha sido llenado”, y también “aquello que llena algo o con lo que se llena algo”. De ahí­ su significado de “plenitud” o “cumplimiento”. Aparte de usos más o menos literales, como el del llenado de las doce cestas con sobras (Mr. 6:43; 8:20, lit. “la llenura, o plenitud de … canastas”), se usa: (a) de “la plenitud de los gentiles” que indica el cumplimiento del número de los gentiles en esta dispensación de la gracia (cfr. Ro. 11:25). (b) de la “plena restauración” (o “plenitud”) de Israel (Ro. 11:12), (c) del amor, que no es una mera parte a cumplir de la Ley, sino que es “la plenitud”, el cumplimiento total de las demandas de la Ley (Ro. 13:10), (d) de la plenitud o cumplimiento del tiempo (A) en la primera venida del Señor (Gá. 4:4) y (B) en la segunda venida del Señor cuando Cristo venga “en la dispensación del cumplimiento” (o “la plenitud”) de los tiempos, así­: esta expresión denota aquel lapso de tiempo con el que culmina un periodo anterior a él. (e) Se aplica a la Iglesia, cuerpo de Cristo, “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Ef. 1:23). Así­, la Iglesia es la plenitud de Cristo, aquello en lo que Cristo halla Su plenitud de propósito, el cumplimiento último de Sus deseos y propósitos. A su vez, el creyente tiene como destino ser “lleno de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19), unido a Cristo por el Espí­ritu como miembro de Su cuerpo, y llenado de todos los dones, riquezas y poder y amor de Dios consonantes con su unión con la Cabeza celestial, gozando de Su presencia, gracia y poder. En Cristo “habita toda la plenitud de la Deidad corporalmente” (cfr. F. Lacueva, “Nuevo Testamento interlineal griego-español”, loc. cit.), porque “en él tuvo a bien que toda la plenitud habitase” (Col. 1:19, cfr. F. Lacueva, op. cit, loc. cit). Esta plenitud significa la manifestación de la realidad plena de Dios en Cristo de una manera ilimitada, de Su identificación con El, morando en Cristo en todo Su poder y atributos, en toda Su naturaleza y ser. Toda la plenitud del ser y naturaleza de Dios habita constante y permanentemente en Cristo. No se puede hacer limitación alguna a esta realidad de que Dios está en Cristo, siendo así­ Cristo, de una manera plena y perfecta, la manifestación de Dios, el mismo Dios manifestado en toda Su plenitud y totalmente comunicado a Cristo, Dios hecho carne. Así­, Cristo es denominado “la imagen del Dios invisible”. En palabras de F. F. Bruce: “Llamar a Cristo la imagen de Dios es decir que en El el ser y la naturaleza de Dios han sido perfectamente manifestadas, que en El lo invisible se ha hecho visible.., ahora se ha concedido una revelación insuperable de Su “eterno poder y Deidad” (en Cristo). (The “Christ Hymn” of Colossians 1:15-20, Bibliotheca Sacra, abr.-jun. 1984, p. 101). Y esta plenitud de Cristo está en violento contraste con las doctrinas gnósticas, y otras, que pretendí­an que la plenitud estaba graduada en toda una serie de “eones” o de “emanaciones divinas” que cubrí­an la distancia entre un Dios totalmente espiritual y el hombre en su naturaleza corporal, en una secuencia cada vez más y más espiritual a través de la que tení­a que ascender en una larga cadena de mediación. En contraste con todo esto, Pablo insiste en la singularidad de la mediación de Cristo, con exclusión de cualquier otro pretendido mediador (cfr. 1 Ti. 2:5), y en el hecho de que toda la plenitud habita en El (Col. 1:19), siendo esta plenitud la de la Deidad (Col. 2:9).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

La palabra plenitud es sumamente apropiada para designar el poder salvador de Cristo, que recibió todo poder en el cielo y en la tierra; en efecto, tal palabra evoca la ‘perfección en la abundancia. Sin embargo, el vocablo griego subyacente (pleróma) ofrece mayor variedad de sentidos: significando primitivamente ya el contenido que llena un espacio, el mar (lPar 16,32) o la tierra (Sal 24,1; cf. lCor 10,26), ya lo que completa alguna cosa (Mt 9,16; Mc 2, 21; Col 1,24), puede igualmente de-signar el continente o bien la totalidad (Rom 11,12), la abundancia (Rom 15,29), el cumplimiento (Rom 13,10).

1. La plenitud de los tiempos. Así­ como para Isabel (Le 1,57) y Marí­a (Lc 2,6) “se cumplen” los dí­as en que deben dar a luz, así­ para la tierra se han “‘cumplido” los tiempos (Mc 1,15), y se pupede hablar de la plenitud de los ‘tiempos mesiánicos y escatológicos (Gál 4,4; Ef 1,10). Esta medida finalmente llena, que hace pensar en el contenido de un reloj de arena lleno, no corresponde a una madurez o a una perfección alcanzada por los hombres, sino a un tiempo fijado por Dios. Entonces Jesús “llena”, “cumple” las profecí­as.

2. La plenitud que habita en Cristo. A Dios plugo hacer habitar en Cristo resucitado toda la plenitud (Col 1,19). Para explicar esta expresión merecen indicarse, entre otras, dos interpretaciones. Según la primera, más estática, el pler5ma serí­a el universo lleno de la *presencia de Dios. En este caso habrí­a sido Pablo influenciado a la vez por el estoicismo vulgarizado y por el medio sapiencial; la sabidurí­a, en efecto, “llena el universo y mantiene unidas todas las cosas” (Sab 1,7). Según la otra interpretación, más dinámica, Pablo reflejarí­a otras imágenes de la literatura sapiencial: la sabidurí­a, como las aguas de los más grandes rí­os, corre caudalosamente, hasta los bordes, se desborda y se extiende. Más vasta que el mar, más grande que el abismo, llena al sabio, el cual, en un principio mero canal de derivación, es a su vez transformado en rí­o y en mar (Eclo 24,25-31; cf. Prov 8,12ss). Por otra parte, Dios hizo habitar en Israel la sabidurí­a (Erí­o 24,8-12). Ahora bien, precisamente en Cristo, en quien habita toda la plenitud (Col 1,19; 2,9) se hallan escondidos todos los tesoros de la sabidurí­a (Col 2,3). Estos tesoros no tienen nada que ver con riquezas acumuladas y codiciosamente conservadas, sino que, semejantes a aguas vivas que se derraman, son plenitud de ‘vida que se opone al vací­o de la muerte (Flp 2,7), ‘poder salvador sobreabundante que fluye del ‘nombre que está por encima de todo nombre (Flp 2,9). Esta sobreabundancia se transparenta por todas par-tes en las epí­stolas paulinas, especialmente en los pasajes más lí­ricos como Rom 5,15-21; 8,31-39; 11, 33-36; Flp 2,9ss; muy en particular brilla en el himno a los efesios, don-de el estilo inagotable se esfuerza por traducir la riqueza desbordante de la *gracia de que Dios nos ha colmado en su Hijo muy amado.

3. La Iglesia, plenitud de Cristo. En Cristo, perfectamente colmado de la omnipotencia divina (Col 1,19), se hallan los fieles asociados a su plenitud (Col 2,9) y, conociendo el amor de Cristo, se ven llenos de toda la plenitud de Dios (Ef 3,19). La santificación sobreabundante que reside corporalmente en Cristo (Col 2,9), se vuelca en la Iglesia, que es su *cuerpo. Este debe sin duda desarrollarse antes de llegar a la estatura de la plenitud de Cristo (Ef 4,13), pero desde ahora es esta plenitud (Ef 1, 23). Sólo él recibe este tí­tulo, aun cuando el universo entero está ya sometido a la omnipotencia de Cristo (cf. Ef 1,20ss; 4,10).

San Juan reasume en su prólogo esta doctrina en términos más sencillos: en su gloria el Hijo unigénito “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14) derrama sobre los hombres la abundancia inagotable de la benevolencia divina. “Sí­, de la plenitud de Cristo todos hemos recibido” (Jn 1,16).

-> Cumplir – Cuerpo de Cristo – Perfección – Tiempo.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

La palabra griega plēroma denota lo que llena, cumple o completa. En el griego clásico y helenista podría significar el contenido completo, o la suma total. Por ejemplo, se usa para la fuerza completa de una compañía militar, o de la dotación de un barco. Filón la aplica a la colección de animales en el arca de Noé; también describe a un alma como teniendo una carga completa de virtudes.

  1. Uso no teológico en el NT. De los diecisiete casos en que aparece plēroma en el NT, once no tienen un uso técnico; se pueden clasificar como sigue: la palabra se usa (a) para el remiendo puesto para parchar una vestidura rota (Mt. 9:16 = Mr. 2:21); (b) de los pedazos sobrantes que «llenaron» varios canastos después de la milagrosa alimentación de la multitud (Mr. 6:43; 8:20); (c) del contenido de la tierra, en una cita del Sal. 24:1 (LXX 23:1), y que representa al hebreo mәlôʾ (1 Co. 10:26); (d) de la suma total de los judíos y gentiles creyentes respectivamente (Ro. 11:12, 25); (e) del amor como el «cumplimiento» de la ley (Ro. 13:10); (f) de la «plenitud» de la bendición de Cristo que Pablo espera llevar a Roma (Ro. 15:29); (g) del cumplimiento de un determinado período de tiempo (Gá. 4:4).
  2. Uso teológico en el NT. Los seis casos restantes tienen las siguientes connotaciones: (a) La «plenitud» de Cristo (Jn. 1:16), es decir, los inagotables recursos de su gracia («gracia sobre gracia») de los cuales puede echar mano en forma gratuita su pueblo.

(b) «La plenitud de Cristo» (Ef. 4:13), es decir, esa madurez espiritual a que llegan los creyentes como miembros de su cuerpo.

(c) La «plenitud» de Dios (Ef. 3:19), es decir, la completa realización en los creyentes del propósito eterno hacia el cual está Dios obrando.

(d) La «plenitud» que, por el decreto de Dios, reside en Cristo (Col. 1:19), es decir, la «plenitud» de la divinidad que habita en él corporalmente (Col. 2:9). En Colosenses, Pablo refuta un gnosticismo incipiente que evidentemente usaba plēroma como palabra técnica que denotaba la plenitud de la naturaleza divina distribuida entre diversas emanaciones, intermediarios entre Dios y el mundo. Pablo insiste que Cristo, el único Mediador entre Dios y los hombres, encarna la plenitud de la divinidad, y además de ello, imparte su plenitud a su pueblo. Sin él, ellos son fragmentos incompletos; incorporados a él, participan de una vida común en la que él y ellos se complementan mutuamente del modo que la cabeza complementa el cuerpo y el cuerpo a la cabeza.

(e) Este último pensamiento probablemente subraya el uso de plēroma en Ef. 1:23 donde la iglesia, el cuerpo de Cristo, es llamada «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo»—o (como otros lo traducen) «el complemento de Aquel que está perpetuamente lleno» (con la plenitud de la divinidad). Sea que el verbo esté en voz media (llena) o pasiva (es llenado), «plenitud» está probablemente en aposición con «cuerpo». Otro punto de vista trata la frase «la cual es su cuerpo» como un paréntesis y toma «plenitud» en aposición con «lo» (= Cristo, en el v. 22), haciendo a Cristo la plēroma o «complemento del Padre». Así, según Charles John Vaughan, en Ef. 1:23, plēroma «parece muy probablemente referirse a Cristo—‘lo dio (= a Cristo) como la plenitud de Aquel que está lleno con (o en respecto de) todas las cosas’—o en voz media, ‘de Aquel que llena el universo con todas las cosas’. ‘La plenitud de Aquel’, es decir, la plenitud de Dios, es lo que se dice que Cristo es. Este punto de vista parece ser apoyado por Col. 1:18» (Derek D.W. Mowbray, C.J. Vaughan [1816–1897]: Bible Expositor, tesis para el doctorado en Filosofía, inédita, Universidad de Sheffield, 1958, Vol. II (Apéndice), p. 216). Acerca del mismo punto de vista, cf. A.E.N. Hitchcock, ExpT 22, 1910–11, p. 91; Charles F.D. Moule, ExpT 60, 1948–49, p. 53. Incluye una innecesaria dificultad en la interpretación del texto.

III. Uso gnóstico. En el valentinianismo plēroma denota la totalidad de los atributos divinos. Estos atributos se expresan mitológicamente como en treinta «aeones» emanados de Dios, pero distintos de él y del mundo material. Corresponden a la idea platónica; a veces cada aeón es llamado plēroma por el contraste que guardan con su defectuosa copia terrenal. Además, la contrapartida espiritual de un individuo se llama su plēroma; en este sentido, Heracleón dice acerca de Jn. 4:16 que se dijo a la mujer samaritana que fuera a buscar su plēroma. Cada uno de los aeones impartió su peculiar excelencia a Jesús, de modo que él apareció en la tierra como «la belleza perfecta y la estrella de la plēroma» (Ireneo, Contra las herejías i. 14.2). En el valentiniano Evangelio de Verdad, el Verbo viene de la plēroma que es su lugar de reposo.

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; G. Delling en TWNT; MM; J.B. Lightfoot, Colossians and Philemon, pp. 257ss.; J.A. Robinson, Ephesians, pp. 255ss.; C.A.A. Scott, Christianity according to St. Paul, pp. 266s.; F.C. Burkitt, Church and Gnosis, pp. 41ss.; E. Percy, Probleme der Kolosser und Epheserbriefe, pp. 76s.; P. Benoit, «Corps, tête et plérôme dans les Epitres de la Captivité», RB 63, (1956), pp. 5ss.; C.F.D. Moule, Colossians and Philemon, pp. 164ss.; E.K. Simpson y F.F. Bruce, Ephesians and Colossians, pp. 42ss., 206s., 232s.

Frederick Fyvie Bruce

LXX Septuagint

ExpT The Expository Times

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

RB Revue Biblique

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (475). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

La palabra gr. plērōma, trad. “plenitud”, tiene tres posibles connotaciones: “aquello que se llena”; “aquello que llena”, e. d. “completa; “aquello que se llena hasta adquirir carácter completo o de plenitud”.

La primera no parece tener aplicación en las Escrituras, pero las otras dos posibilidades son importantes para la interpretación de ciertos textos bíblicos cruciales. Para la segunda, podemos citar Sal. 24.1, LXX (= 1 Co. 10.26); Mt. 9.16; Mr. 6.43; 8.20. La referencia de Mt. puede significar “aquello que hace que algo esté lleno o completo”, dado que se refiere al remiendo que llena el agujero en una vestidura desgarrada.

Bajo el tercer significado debemos poner Ro. 11.25, “la plenitud [el número completo, la totalidad] de los gentiles”, y Ro. 15.29 la “abundancia [medida exacta] de la bendición del evangelio de Cristo”. Ro. 13.10 describe el amor como plērōma de la ley. Esto se ha entendido como “la suma total de las disposiciones y demandas de la ley”; pero es posible que el significado correcto sea “cumplimiento”. El amor, como el Señor Jesús, es el fin de la ley (Ro. 10.4; cf. Gá. 5.14; 6.2), porque la lleva a su plena realización y perfecto cumplimiento en el sentido de Mt. 5.17; 26.56; Mr. 1.15. Esta interpretación conduce a los vv. en los que el significado preciso de la palabra es tema de discusión. Es conveniente dividirlos en dos grupos.

1. Col. 1.19 y 2.9 han de tomarse juntos preferiblemente. Véase J. Ernst, Pleroma und Pleroma Christi, 1970. La exégesis del uso de plērōma en 2.9 es, indudablemente, “la plenitud de la divinidad, la totalidad de la deidad” que mora en Cristo; y este significado puede ser decisivo para determinar la interpretación correcta de Col. 1.19. La disyuntiva en este texto está en tomarlo como término cuasi técnico de la especulación gnóstica primitiva, que utilizaba la palabra plērōma para denotar la región habitada por “el número total” de seres intermediarios que se creía existían entre el Dios creador y el mundo creado; o en tomarlo en el sentido de “Dios en su plenitud”, “la totalidad de los atributos de Dios, su plena divinidad”, que aceptó morar en Cristo. Según el primer punto de vista, Pablo lucha con los maestros especulativos de Colosas, que reducían a Cristo a un miembro de la jerarquía celestial. El apóstol afirma, en su respuesta a estas enseñanzas, que Cristo es la plenitud de estos seres intermediarios. Están incluidos en él, porque él es el plērōma de todos ellos. Véase R. P. Martin, Colossians and Philemon, NCB 1974, pp. 59s, 79s.

Sin embargo, esta perspectiva, que entiende que Pablo y los herejes de Colosas usan un mismo término, aunque ha sido apoyado por muchos eruditos, entre ellos J. B. Lightfoot, E. F. Scott, y R. Bultmann (Theology of the New Testament, 2, trad. ing. 1955, pp. 149ss), es blanco de serias objeciones. Aparte de la falta de pruebas convincentes sobre un credo gnóstico primitivo en el ss. I, la consideración más obvia en contra de este razonamiento, propuesta por E. Percy, es que 1.19 y 2.9 no muestran el más mínimo indicio de polémica contra el uso que los supuestos maestros herejes estaban haciendo del término plērōma, y de todos modos es poco probable que Pablo hubiera adoptado de esa fuente un término tan importante. La sugerencia de J. A. T. Robinson (The Body, 1952, pp. 67), de que el apóstol deliberadamente adoptó este término, que conoció en círculos helenísticos, para uso apologético, no es aceptable.

Podemos aceptar, con C. F. D. Moule y C. Masson, el segundo punto de vista, e interpretar la voz plōrōma a la luz del AT, en el que el equivalente heb. es melō˒; según esta lectura, el término trasmitiría un pensamiento algo paralelo a la cristología del logos de Juan, e. d. en Cristo mora la suma total de los atributos divinos que se revelan y comunican a los hombres (Jn. 1.14, 16).

2. Algunos comentaristas consideran que en Efesios el término se aplica tanto a la iglesia como a Cristo; esto confirmaría lo expresado anteriormente de que plērōma no se emplea en ningún sentido “gnóstico” técnico. En Ef. 1.10 hay un sentido similar al de Mt. 5.17; Mr. 1.15; Ga. 4.4 con el pensamiento de que el plan preordenado por Dios está a punto de ser coosumado.

Ef. 1.22–23 puede interpretarse de varias maneras, enumeradas con admirable claridad por R. Yares, “A Re-examination of Eph. 1.23”, ExpT 83, 1971–72, pp. 146–151. El punto fundamental está en establecer si, por un lado, plērōma se refiere a la iglesia, que entonces debe tomarse en forma activa como lo que completa a Cristo, el que llena todas las cosas (en correspondencia con Ef. 4.10: así J. Dupont, Gnosis: la connaissance religieuse dans les épîtres de Saint Paul, 1949, pp. 424, n. 1), o en sentido pasivo, como lo que es llenado por Cristo; o si, por otr.o lado, debe entenderse que plērōma está en aposición a “lo” en el vv. 22, de modo que se aplique al Señor mismo como el que ha sido designado por Dios Padre como plenitud de la Deidad que llena todo en todos (como en 1 Co. 15.28). Esta última interpretación tiene la ventaja de armonizar con el resto de la epístola (4.10) y con la enseñanza de plērōma en Colosenses según hemos indicado anteriormente. Véase Moule para una defensa de este punto de vista, y F. C. Synge, que también entiende plērōma como referencia a Cristo.

Ef. 3.19 no requiere comentario alguno, excepto que confirrna la comprensión de plērōma como título cristológico. Este versículo ofrece otra manera de expresar la esperanza de “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (3.17); Ef. 4.12–13 ofrece la perspectiva de que todo el cuerpo de creyentes llegue a esa expriencia.

Otra interpretación considera más seriamente la voz del verbo (pasiva o media) en los textos primitivos. Cristo está siendo completado o se llena a sí mismo: pero ¿por quién o con quién? La respuesta a esta pregunta es que él recibe la plenitud, ya sea por los cristianos que, como miembros de su cuerpo “complementan” la Cabeza, y juntos forman el “Cristo total” (así A. Robinson, F. W. Beare); o con W. L. Knox, L. S. Thornton y J. A. T. Robinson, que proponen la traducción “aquello que llena él, quien siempre está siendo llenado (por Dios)”, de modo que el significado de toda la frase es que la iglesia está constantemente recibiendo de Cristo, su Cabeza, la plenitud total que Cristo recibe del Padre.

Bibliografía. G. Hendriksen, Efesios, 1984, pp. 110–116; id., Colosenses, Filemón, 1982, pp. 130–132; K. Staab, Cartas a los tesalonicenses; cartas de la cautividad; cartas pastorales, 1974; pp. 193–196; R. Schippers, “Plenitud, sobreabundancia”, °DTNT, t(t). III, pp. 367–379; F. F. Bruce, “Plenitud”, °DT, 1985, pp. 414–415; J. Schildenbereer, “Plenitud”, DVB, 1967, cols. 821–828.

C. F. D. Moule, The Epistles to the Colossians and to Philemon, CGT, 1957, apéndice IV: “A Note on Pleroma ”; id., “‘Fullness’ and ‘Fill’ in the New Testament”, SJT 4, 1951, pp, 79–86; F. Fowler, “Ephesians 1:23”, ExpT 76, 1964–5, pp. 294; J. A T. Robinson, The Body, 1952, pp. 65, n. 3. Véase tamb, J. B. Lightfoot, St Paul’s Epistles to the Colossians and to Philemon, 1897, pp. 255, 271; C. Masson, L’épître de S. Paul aux Colossiens, 1950; E. Percy, Die Probleme der Kolosser-und Epheser-briefe, 1946; E. F. Scott, The Epistles to the Colossianns, to Philemon, and to the Ephesians, 1930; F. C. Synge, The Epistle to the Ephesians, 1941; M. Barth, Ephesians, AB, 1974; T. Brandt et al., NIDNTT 1, pp. 728–744; G. Delling, TDNT 6, pp. 283–311.

R.P.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico