La mantilla Española, un privilegio de la cultura de España, pasaba de madres a hijas como tejido de gran valor. Es una variante y evolución del velo.

A principios del siglo XVII se extendió su uso, y evolucionó para convertirse en pieza ornamental del vestuario femenino, sustituyéndose el paño por los encajes.

En el siglo XIX se convirtió en toque distinguido de la mujer española, siendo la Reina Isabel II (1833-1868) muy aficionada al uso de tocados, encajes y diademas, quien populariza su uso.

Las damas cortesanas y altos estratos sociales comienzan a usar esta prenda en diversos actos sociales, lo que contribuye a darle un toque distinguido, tal como ha llegado hasta nuestros días.

En el siglo XX, la mantilla fue perdiendo popularidad salvo en algunas regiones como Madrid o Andalucía. Al principio, la Mantilla fue de bayeta o de paño, es la prenda típica de las majas.

Del pueblo pasa a las clases pudientes en la época fernandina, llegando a ser exhibida en grandes ceremonias y fiestas por damas de la aristocrática y de la emergente burguesía. El portar esta prenda hacía distinguir a la mujer española de la europea en su forma de vestir.

Fue la prenda más elegante del tipismo andaluz, recibiendo por parte de Gautier, Dumas y otros escritores y poetas del siglo XIX, grandes elogios.

Compañera inseparable de la Mantilla en los días de Semana Mayor, es la “Peineta” sobre todo la llamada de teja que Goya inmortalizó sobre las cabezas de sus famosas majas.

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