La guerra civil rusa: zaristas contra bolcheviques
La caída del zarismo desencadenó un conflicto armado. El nuevo gobierno bolchevique se enfrentó a monárquicos y liberales.
Desde el mismo momento del triunfo de la Revolución bolchevique en octubre de 1917, la inmensa geografía de Rusia se vio inmersa en un clima permanente de guerra que costó millones de víctimas. Las hostilidades se prolongaron hasta 1923, aunque con intensidad desigual, y el gobierno revolucionario tuvo que enfrentarse a los partidarios del antiguo régimen zarista o de una república liberal apoyados por fuerzas aliadas extranjeras, así como, simultáneamente, a Polonia y a revueltas locales promovidas por movimientos izquierdistas y separatistas que surgieron en medio del caos provocado por el hundimiento del zarismo.
La revolución había triunfado en el centro del viejo Imperio. Moscú, Petrogrado (así se llamaba San Petersburgo desde finales de 1914) y las zonas occidentales más industrializadas de Bielorrusia o de la cuenca del Volga, estaban bajo control bolchevique que, rápidamente y para asegurar el triunfo de la Revolución, tuvieron que claudicar ante los alemanes en marzo de 1918, firmando la paz de Brest-Litovsk y entregando extensos territorios.
Pero en las zonas más alejadas del centro, como en el oeste y sur de Ucrania y en el norte y el este de Rusia, el vacío de poder fue aprovechado por los contrarrevolucionarios para armarse y sublevarse contra el nuevo régimen. Con el viejo ejército zarista disuelto, León Trotski fue encargado –por orden de Lenin– de organizar el nuevo brazo armado del Estado que debía ser el Ejército Rojo, cuyo fin era combatir a los enemigos de la Revolución. El núcleo de las fuerzas revolucionarias fueron los voluntarios bolcheviques de la Guardia Roja, pero ante su escaso número fue preciso proceder a reclutar forzosamente a obreros y campesinos. La disciplina era férrea castigándose con el fusilamiento cualquier vacilación y, para cohesionar y motivar, se incorporaron comisarios políticos que debían politizar a la tropa y asegurar su fidelidad y entrega a la causa revolucionaria. También fueron reincorporados al Ejército Rojo muchos de los antiguos oficiales del zarismo, más de 30.000, que eran estrechamente vigilados por los comisarios. Dos años más tarde ya eran cinco millones los combatientes que formaban el ejército. Aparte de la gran capacidad organizativa de Trotski que viajaba a todos los puntos críticos a bordo de su tren blindado, destacaron en el ejército jóvenes militares como Mijaíl Tujachevski, que luchó en todos los frentes, así como Mijaíl Frunze, que basaron las operaciones militares en una gran movilidad y rapidez de desplazamiento de fuerzas, rompiendo los esquemas estáticos de la I Guerra Mundial.
En contraposición al ejército bolchevique estaba el llamado Ejército Blanco que, desde mayo de 1918, fue apoyado por hombres, armas y suministros de una decena de países, fundamentalmente de Gran Bretaña, Japón, EE UU, Polonia, Grecia y Francia, que sumaron un total de unos 175.000 efectivos. Las razones eran obvias: el pánico al contagio revolucionario que en todo el mundo se desató. A diferencia de los rojos, los blancos estaban encabezados por distintos generales zaristas que actuaban con excesiva ambición personal y rivalizaban entre sí, actuando autónomamente en distintos frentes. Eran todos contrarrevolucionarios, pero tenían distintos modelos políticos, si es que los tenían. Destacaron Alexander Kolchak, Antón Denikin, Larv Kornilov o Piotr Wrangler. Contaban con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa y de las fuerzas políticas y económicas derrocadas en octubre de 1917, pero carecían de proyecto homogéneo y de la disciplina necesaria.
Las primeras acciones de los soldados blancos se desarrollaron en el Sur, en la cuenca del Don, y en Siberia, logrando avanzar resueltamente hacia el centro del país en verano de 1918. Fue ese año en el que alcanzaron más éxitos, logrando conquistar Kazán en el este, Arcángel en el norte y casi todo el territorio al este de los Urales.
Más información sobre el tema en el artículo Blancos contra Rojos, escrito por Juan Carlos Losada. Aparece en el último monográfico de MUY HISTORIA, dedicado a dedicado a De Lenin a Putin. 100 años de la Revolución rusa.
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