SINAGOGA

v. Asamblea, Templo
Psa 74:8 han quemado todas las s de Dios en la
Mat 4:23; Mat 13:54 enseñando en las s de ellos
Mat 10:17 os entregarán .. en sus s os azotarán
Mat 12:9 pasando de allí, vino a la s de ellos
Mat 23:6; Mar 12:39; Luk 11:43; 20:46


Sinagoga (heb. môêd, “lugar de reunión” [Psa 74:8, única vez]; gr. sunagí‡gue, “lugar de asamblea, “congregación [asamblea]”). Lugar judí­o de adoración presidido por una comisión local de ancianos. Se cree que la sinagoga surgió durante el exilio babilónico, cuando el templo de Jerusalén estaba en ruinas. La tradición te atribuye su fundación al profeta Ezequiel. Algún tiempo después del regreso del cautiverio se establecieron en las ciudades de Judea, en Alejandrí­a. Antioquí­a de Siria, Roma y prácticamente en cada ciudad importante del Imperio Romano (Act 15:21). Para fundar una sinagoga se necesitaban 16 judí­os varones con el fin de constituir su comisión de ancianos o “dirigentes”. En Palestina habí­a tanto para los judí­os nativos como para los de la diáspora, quienes habí­an regresado a la tierra de sus antepasados. Por eso, en tiempos del NT habí­a en Jerusalén una sinagoga llamada “de los libertos” (6: 9), probablemente constituida por judí­os o sus descendientes que, en algún momento, fueron llevados cautivos por los romanos y que después habí­an sido puestos en libertad. Pablo encontró sinagogas judí­as no sólo en Corinto, Efeso y Tesalónica, sino en lugares más distantes como Salamina en la isla de Chipre, en Antioquí­a de Pisidia, en Iconio y Berea, en Grecia (figs 111, 134, 470). El templo y sus servicios estaban bajo el control de los sacerdotes; en cambio, la sinagoga era dirigida por laicos judí­os. Nunca se ofrecieron sacrificios en ella. Al principio, la sinagoga era principalmente un lugar destinado a la lectura y la exposición de la ley, pero con el tiempo se desarrolló un servicio religioso más complicado, y más tarde sirvió también de escuela y de tribunal para la administración de justicia de acuerdo con la ley de Moisés (Mar 13:9). En tiempos del NT habí­a muchos más judí­os que viví­an fuera de Palestina que en ella, y la sinagoga en cada comunidad judí­a serví­a para preservar la religión, la cultura y la conciencia racial del pueblo. Los asuntos de la sinagoga y de la comunidad a la que serví­a estaban bajo el control de una comisión de ancianos (Luk 7:3-5), a cuyo jefe la RVR le da el tí­tulo de “principal” (Mar 5:22; Luk 8:49; 13:14). Sus deberes consistí­an en proveer todo lo necesario para los servicios religiosos de la sinagoga, nombrar hombres capaces de entre la congregación para orar, y leer y exhortar. Habí­a otro funcionario de categorí­a inferior, al que se daba el nombre de jazzan, una especie de diácono, a quien se le confiaban deberes más humildes, como ser trasladar los rollos de la ley y los profetas desde su arca, volverlos a poner en ese lugar, y también para propinar castigos corporales a los que se condenara a esa pena. 1102 Existen ruinas de sinagogas, algunas construidas en los primeros siglos de la era cristiana, en diversos sitios de Palestina, especialmente en Tell Hfm, generalmente identificada con Capernaum (fig 111) y Corazí­n (fig 134). La inscripción más antigua de una sinagoga es la de Teodoto (fig 317), de la cual hay una traducción que aparece en un artí­culo de esta Diccionario bajo el encabezado “Libertos”. Se descubrió una sinagoga sumamente interesante durante las excavaciones de Dura Europos; es del siglo III d.C. y está bien conservada. Sus muros interiores estaban cubiertos con pinturas en colores de escenas del AT (figs 2, 153, 203, 360). Los restos del edificio fueron trasladados, y se lo reconstruyó en el Museo de Damasco. Algunas sinagogas ostentaban complicadas ornamentaciones con los sí­mbolos nacionales de Israel: rollos de hojas de vid, racimos de uvas, el candelabro con 7 brazos, un cordero pascual, la vasija con maná, y muchos otros objetos y escenas de las Escrituras del AT. En épocas posteriores ciertos elementos de origen pagano también hallaron cabida en su ornamentación. Su principal habitación contení­a una mesa de lectura, una silla para el encargado de la exhortación, y una caja o arca que contení­a los rollos de la ley y los profetas. Generalmente, habí­a bancos para los miembros más ricos de la congregación (Jam 2:2, 3); los que estaban más cerca del lector eran los “primeros asientos” (Mat 23:6). Las mujeres se sentaban en otro lugar, probablemente en la galerí­a. Se requerí­a la asistencia de los miembros tanto los sábados como los dí­as de fiesta. Mapa XIII, C-5. 470. Inscripción -“[Sina]goga de los hebr[eos]”- encontrada en Corinto. De acuerdo con nuestros conceptos, el servicio era largo. Una reunión tí­pica constaba de 5 partes, en el siguiente orden: 1. Recitación al uní­sono de la shema, una confesión de fe que se basaba principalmente en pasajes como Deu 6:4-9, 11:13-21 y Num 15:37-41 Antes y después de la shema, un miembro de la congregación estaba de pie junto al arca de la ley para ofrecer, en nombre de todos, una séptuple oración, cada parte de la cual confirmaba la congregación con un “Amén”. Entre las secciones 6ª y 7ª de la oración, los sacerdotes que estuvieran presentes ascendí­an a la plataforma del arca, levantaban las manos y pronunciaban al uní­sono la bendición aarónica (Lev 9: 22; Num 6: 23-27). 2. La pârâshâh, o lectura de la porción determinada de la ley para ese sábado. La reverencia requerí­a que el rollo que contení­a la Ley (los 5 libros de Moisés) se desenrollara detrás de un velo, fuera de la vista de los miembros de la congregación hasta el texto a leer. En tiempos del NT y después existí­a un ciclo regular de 3 años, en el que la Ley se leí­a por completo, de modo que habí­a una parte definida y predeterminada para cada sábado, dividida en 7 secciones de por lo menos 3 versí­culos cada una. Se le pedí­a a un miembro diferente de la congregación que leyera cada una de esas subdivisiones, y se consideraba un mérito y un privilegio participar en el servicio. Si alguien cometí­a la más mí­nima falta era reemplazado inmediatamente por alguna otra persona. Otro miembro traducí­a cada lectura al arameo, la lengua del común del pueblo, versí­culo por versí­culo, para evitar la posibilidad de que se confundiera la traducción con el texto verdadero de las Escrituras. 3. La haftârâh, o lectura de los profetas. Si bien el rollo de la Ley estaba adosado a 2 cilindros de madera, el de los profetas, que se consideraba menos sagrado, consistí­a en un solo cilindro y se lo podí­a desenrollar a la vista de la congregación. No hay evidencias de que se estableciera un cielo para la lectura de los profetas en tiempos de Cristo, aunque quizás así­ era. Es posible que el principal de la sinagoga le entregara el rollo a la persona elegida para la lectura, quien tal vez seleccionaba el pasaje que leerí­a (Luk 4:17). Más tarde, se escogí­a una porción definida de los profetas para acompañar a cada parte asignada de la Ley. A la persona encargada de la lectura de los profetas se la llamaba “el despedidor” o “el que despide”, porque esta lectura, junto con las observaciones y las exhortaciones que la acompañaban, constituí­a la parte final de la sección principal del servicio. 4. La derâshâh, o “investigación”, “estudio”, un sermón predicado por el lector de la porción de los profetas, o algún otro miembro de la congregación. Mientras los que leí­an la Ley y los profetas lo hací­an de pie, los que predicaban el sermón se sentaban en un asiento especial, cerca de la mesa de lectura, que se conocí­a como “la cátedra de Moisés” (Mat 23:2). Sus observaciones, por lo general, se basaban en la lectura de los profetas, pero también en la Ley. Por lo común se honraba a las visitas invitándolas a dar el sermón. Pablo a menudo aprovechó este 1103 privilegio para predicar el evangelio (véase Act 13:14-16; 14:1; 17:1, 2, 10, 11; 18:4; 19:8). 5. La bendición, que la pronunciaba un sacerdote, si habí­a alguno presente; en caso contrario, alguien elevaba una oración final. En algunas sinagogas se introdujo en el servicio el canto de salmos. Bib.: E. L. Sukenik, Ancient Synagogues in Palestine and Greece [Antiguas sinagogas de Palestina y Grecia] (Londres, 1934); Carl H. Kraeling y otros, The Synagogue [La sinagoga] en “The Excavations of Dura-Europos” [Las excavaciones de Dura-Europos]. Informe final VIII, Parte I (New Haven, 1956).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

griego sinagoge, asamblea; hebreo bet-hakenesset, casa de la asamblea. Con este término se nombra, entre los judí­os, tanto el edificio de reunión como a la comunidad allí­ congregada, tal como se emplea entre los cristianos el término iglesia. Las sinagogas son las casas para la oración comunal, la lectura y estudio de las Escrituras, la enseñanza le la Ley y punto de encuentro de la comunidad. Los judí­os centroeuropeos y orientales denominaban a las sinagogas, en yidish, shules, esto es, escuelas; algunos judí­os reformistas las llaman templos.

Sobre el lugar de origen y el tiempo en que surgieron las sinagogas no hay acuerdo y existen diferentes explicaciones. La vida religiosa de los judí­os giraba alrededor del Templo, pero la diáspora, la dispersión, seguramente les dio origen, por ejemplo, en Alejandrí­a existí­a una gran colonia judí­a, donde bien pudo tener origen la s. Pudieron haberse originado después de la deportación y durante la cautividad por largos años en Babilonia, donde los judí­os carecí­an del Templo, y se reuní­an para adorar a Dios, orar, mantener sus tradiciones, aunque no podí­an ofrecer sacrificios; ya para la época persa, se mencionan los escribas, como Esdras, que pudieron desarrollar el estudio de los textos sagrados. En la misma Palestina han podido nacer, como tradición de los antiguos sitios sagrados, que también serví­an de lugar de reunión para tratar asuntos civiles. Es posible que las sinagogas hayan existido paralelas al Templo, como lugares secundarios de lectura y estudio de las Escrituras, de oración, así­ como de formación de los niños y jóvenes, sin que llevara a cabo el rito de los sacrificios; es decir, no eran exclusivas de los sitios donde los judí­os no tení­an acceso al Templo, pues en la misma Jerusalén existí­an varias, en la época de Jesús.

Tras la destrucción del Templo por los romanos en el año 70 de nuestra era, la s. adquirió más importancia, así­ como por la dispersión cada vez mayor después de este acontecimiento.

En cuanto a los documentos históricos sobre la s. la mención más antigua, hasta ahora, una inscripción egipcia del siglo III a. C. En Palestina, una inscripción griega del siglo I a. C., en la que se puede leer: †œpara la lectura de la Ley la enseñanza de los mandamientos†. Por otra parte, las sinagogas más antiguas encontradas en Palestina, hasta el presente, son las de Masada y el Herodión, del siglo I de nuestra era, de antes de la destrucción del Templo.

Respecto a la construcción del edificio aunque no existí­a un patrón definido, las sinagogas tienen unos elementos comunes, como el arca en la que se encuentran los cinco libros de la Ley, la Torá, en la pared con dirección a Jerusalén. Se dice en las Escrituras que los deportados oraban orientados hacia Jerusalén, Dn 6, 11. Ante el arca hay siempre una llama encendida, ner tamid. Una mesa elevada, bimá, donde se lee la Ley. Un atril desde donde preside el servicio el rabino. Otro elemento común en las sinagogas es el candelabro de siete brazos, en hebreo llamado menorah.

Por los vestigios arqueológicos encontrados en Jerusalén en Roma, se puede inferir que los grupos judí­os de importancia se construí­an sus propias sinagogas. En el N. T. se alude a varias sinagogas. En ellas Jesús oró, leyó las escrituras, enseñó y llevó a cabo numerosos signos. Como en la s. de Cafarnaúm, Mc 1, 21; Lc 4, 31-37. En la de Nazaret, Mt 13, 53-58; Lc 4, 16; Mc 6, 2. En Galilea habí­a varias sinagogas, Mc 1, 39.

En la época apostólica se mencionan muchas sinagogas en ciudades fuera de Palestina, donde existí­an colonias judí­as, en la diáspora, en las cuales también predicaron los apóstoles, que por lo general eran los primeros sitios que visitaban, constituyéndose en puntos importantes para la fundación de nuevas iglesias, como en Damasco, Hch 9, 20; Chipre, Hch 13, 5; Antioquí­a de Pisidia, Hch 13, 14; Iconio, Hch 14, 1; Tesalónica, Hch 17, 1; en Berea, Hch 17, 10; Corinto, Hch 18, 4; Efeso, Hch 18, 19; 19, 8; Atenas, Hch 17, 17.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., synagoge, lugar de reunión). Institución judí­a para la lectura y exposición de las Sagradas Escrituras. Se originó tal vez tan tempranamente como durante el exilio babilónico. Para el tiempo del NT la sinagoga era una institución firmemente establecida entre los judí­os. En el primer siglo cristiano podí­an encontrarse sinagogas por todo el mundo helénico donde habí­a un número suficiente de judí­os como para sostener una. En grandes centros judí­os podí­an ser numerosas.

El propósito principal de la sinagoga no era el culto público, sino la instrucción en las Sagradas Escrituras. Con cuanta efectividad la sinagoga, juntamente con la escuela, cumplí­an este propósito puede verse
( 1 ) en la supervivencia del judaí­smo, especialmente durante la dispersión, a pesar de las presiones de las influencias paganas;
( 2 ) en la naturaleza completamente judí­a de Galilea en el primer siglo, cuando en la época de Simón Macabeo habí­a sido mayormente pagana; y
( 3 ) en el conocimiento de las Escrituras que el apóstol Pablo asumí­a en sus oyentes en las sinagogas helenistas.

Habí­a siempre por lo menos dos oficiales en las sinagogas, aun cuando en algunas de las sinagogas más grandes pudiera haber más. El principal de la sinagoga (heb., ro†™sh ha-keneseth; gr., archisynagogos) tení­a responsabilidad de
( 1 ) el edificio y la propiedad,
( 2 ) la supervisión general del culto público, incluyendo el mantenimiento del orden (comparar Luk 13:14),
( 3 ) la designación de personas para leer las Escrituras y orar y
( 4 ) la invitación a visitantes para dirigirse a la congregación (Act 13:15). Por lo general habí­a sólo un principal para cada sinagoga, pero algunas sinagogas tení­an más (Act 13:15).

El ministro o ayudante (heb., hazzan; gr., hyperetes, comparar Luk 4:20) era un oficial asalariado cuyo deber principal consistí­a en cuidar el edificio de la sinagoga y su mobiliario, en particular los rollos de la Escritura. Durante el culto era el hazzan quien traí­a el rollo de su cofre y lo entregaba al lector designado.

Al concluir la lectura él también lo volví­a a su lugar (Luk 4:20). Tení­a otros numerosos deberes que incluí­an enseñar a los niños a leer, la administración de los azotes y el hacer sonar tres veces la trompeta desde el techo de la sinagoga para anunciar el principio y el fin del sábado.

La congregación estaba separada, los hombres a un lado y las mujeres al otro.

Los miembros más prominentes tomaban los primeros asientos. El servicio comenzaba con el recitado de la confesión de fe judí­a, el Shema†™
(Deu 6:4-5). Esta era precedida y seguida por acciones de gracias, dos antes y una después del Shema†™ matutino, y dos antes y después del Shema†™ vespertino.

Después del Shema†™ vení­a la oración (Tefillah). El principal de la sinagoga podí­a pedir a cualquier varón adulto de la congregación que dijese la oración.

La persona que oraba generalmente estaba de pie ante el cofre de los rollos de las Escrituras. La forma más antigua de Tefillah consistí­a en una serie de atributos o peticiones, cada una concluyendo con la respuesta antifonal:
†œBendito eres Tú, Oh Señor.† La lección escritural que seguí­a al Tefillah podí­a ser leí­da por cualquier miembro de la congregación, aun por niños. La única excepción era en la fiesta de Purim, cuando no se permití­a a un menor leer el libro de Ester. Si habí­a sacerdotes o levitas presentes en el servicio de adoración se daba a ellos la precedencia. Los lectores en general estaban en pie cuando leí­an (comparar Luk 4:16).

Con anterioridad se establecí­an lecturas prescritas del Pentateuco para sábados especiales. Para otros sábados el lector mismo escogí­a el pasaje, pero más tarde todas las lecturas del Pentateuco llegaron a ser fijas. Habí­a secciones llamadas sedarim que se establecieron para completar la lectura del Pentateuco dentro de un tiempo señalado. Los judí­os babilónicos dividieron el Pentateuco en 154 secciones y así­ completaban su lectura en tres años, en tanto que los judí­os palestinos lo leí­an por completo una vez al año. Inmediatamente después de la lectura del Pentateuco seguí­a una lectura en los Profetas.

El sermón seguí­a a la lectura de los profetas (Mat 4:28; Mar 1:21; Mar 6:2; Luk 4:15; Luk 6:6; Luk 13:10; Joh 6:59; Joh 18:20; Act 13:15). El predicador por lo general lo hací­a sentado (Luk 4:20), pero el relato de Hechos presenta a Pablo en pie (Act 13:16). No habí­a una persona señalada para predicar. Cualquier adorador competente podí­a ser invitado por el principal para dar el sermón del dí­a (Luk 4:16-17; Act 13:15).

El culto en la sinagoga concluí­a con una bendición que debí­a ser pronunciada por un sacerdote y a la que la congregación respondí­a con un †œamén†. Si no habí­a un sacerdote presente la bendición era sustituida por una oración.

La forma de adoración de la sinagoga fue adoptada por la religión cristiana y la musulmana, y en sus lí­neas generales aún se encuentra hoy en lugares judí­os de culto.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Filón, Josefo y el Nuevo Testamento usan regularmente la palabra sinagoga para designar los lugares judí­os de adoración distintos del templo en Jerusalén. Los judí­os en el exilio y de la dispersión, privados del acceso al templo, se reuní­an para orar y estudiar las Escrituras. Tales reuniones, sin duda informales en el principio, se convirtieron en la institución de la sinagoga, la cual continuó como el punto focal de la vida judí­a, tanto en Palestina como en el exterior.
En el siglo I d. de J.C. , la mayorí­a de las ciudades y villas tení­an sinagogas (véanse Mt. 4:23; 9:25). En el dí­a sábado, Jesús regularmente asistí­a a la sinagoga de Nazaret (Lc. 4:16) y más tarde, en Capernaum (Lc. 4:3). Una sinagoga excavada en *Capernaum que data de los siglos II o III d. de J.C. , está construida probablemente en el sitio de la sinagoga en la cual Jesús ministró.
Las excavaciones arqueológicas han dado a luz los restos de cincuenta sinagogas en Palestina. La mayorí­a de ellas están en Galilea y datan de la época en que el grueso de la población judí­a se cambió a Galilea, desde fines del segundo siglo en adelante. Véase Capernaum, Dura Europa.
SINAI
La pení­nsula de Sinaí­ abarca un desierto estéril situado al sur del territorio-puente que conecta a Egipto con las tierras de la fértil media luna. El arroyo de Egipto o Wadi el-írish, que corre hacia el norte desde el desierto de Parán, marca el lí­mite geográfico entre Canaán y Egipto. El contacto entre las dos naciones fue continuo, porque la distancia entre las ciudades principales era relativamente corta. Kantara, en el delta oriental, está alrededor de 187 kms. de Rafia al sur de Canaán. El general romano Tito tardó cinco dí­as para llegar desde Silo, en Egipto, hasta Gaza.
Tres antiguos caminos atraviesan el territorio-puente entre Egipto y sus vecinos asiáticos. Rodeando el Mediterráneo está la Via Maris (†œla ví­a del mar†), la cual usaban los ejércitos de Egipto cuando hací­an campañas en Asia. La Escritura la llama, †œel camino de la tierra de los filisteos† (Ex. 13:17, 18), afirmando que los israelitas evadieron este camino bajo la dirección de Dios. Los otrora esclavos de faraón no estaban en condiciones de pelear en completa escala una guerra, la cual habrí­a sido inevitable si el éxodo hubiera seguido la ruta de la costa.
Al sur de la Via Maris estaba el †œcamino de Shur† (Gn. 16:7), el camino que Agar tomó cuando huyó de su dueña, Sara. Agar, una egipcia, estaba evidentemente en camino a su patria cuando un ángel la detuvo y le dijo que regresara al hogar de Abraham. Los egipcios edificaron una muralla en la frontera para dirigir el tráfico desde el Oriente. Siendo que la palabra †œShur† significa †œmuralla†, el camino parece haber terminado en un punto de inspección custodiado por las tropas egipcias. La terminal egipcia estaba en la región de la moderna Ismailia, en el canal de Suez. Al sur de Canaán se conectaba con caminos que conducí­an al norte de Beerseba, Hebrón y Jerusalén.
Una tercera ruta, conocida en tiempos modernos como el Darb el-Haj, †œel camino del peregrino†, corre a través de la pení­nsula sinaí­tica desde el comienzo del golfo de Suez hasta Ezióngeber (Elat) en la cabecera del golfo de Akaba. Estos dos golfos, que se extienden como las orejas de un conejo en dirección noroeste y nordeste desde el mar Rojo, sirven de lí­mite a la pení­nsula sinaí­tica.
El éxodo no llevó a Israel por ninguno de los caminos bien transitados y es difí­cil para los geógrafos modernos trazar la ruta del éxodo con cierta certidumbre. El punto de partida fue Ramesés en el Delta oriental (Nm. 33:5), identificado con el Per Rameses egipcio, la ciudad capital que Ramesés II edificó en o cerca del sitio de la antigua Tanis. Fue en esta región donde el patriarca Jacob se radicó algunos siglos antes (Gn. 47:11) cuando se la describió como †œlo mejor de la tierra†.
Se hicieron paradas en Sucot (Ex. 12:37), tkw egipcio en la parte oriental del wadi Tumilat, y en Etam †œal borde del desierto† (Ex. 13:20), un sitio que no ha sido identificado. Desde Etam ellos regresaron a Pi-Hahirot, el que debió haber sido el nombre de un canal que uní­a los lagos amargos con el Nilo. El campamento israelita estuvo †œjunto al mar al lado de Pi-Hahirot, al frente de Baal-zefón† (Ex. 14:9). Baal-zefón es un nombre semí­tico que significa †œBaal del norte†. En tiempos helénicos, un templo a Zeus Casio estuvo emplazado allí­. Cerca habí­a otro lugar que lleva un nombre semí­tico, Migdol, que significaba torre. Migdol era un nombre común para referirse a lugares, porque el mundo antiguo tení­a muchas torres de vigí­a. Se lee de una torre de Seti y una torre de Merneptah identificada con el moderno Tell el-Heir, a 8 kms. al norte de Zilu entre Qantara y Pelusium. Estaba en el sector norte de la antigua muralla de Egipto.
Israel abandonó Egipto †œpor el camino†¦ del mar Rojo† (Ex. 13:18); pero la ubicación exacta del cruce no se conoce. Aunque conocido tradicionalmente como el mar Rojo, el texto hebreo del Exodo es claro en indicar que este era el †œmar de juncos† que Israel cruzó para escapar de Egipto y de los ejércitos de faraón. El término describe adecuadamente la región de los lagos del norte del golfo de Suez que comprende los lagos amargos y el lago Timsah. El cruce debió haber tenido lugar al norte de la pení­nsula del Sinaí­, porque los israelitas se encontraron en el desierto de Shur después de cruzar el mar (Ex. 15:22). El desierto de Shur cubre el área al sur de la costa mediterránea, que se extiende desde el wadi el-Arish (el †œarroyo de Egipto†) hasta la lí­nea del moderno canal de Suez. Todas las rutas directas desde Egipto a Canaán pasaban a través del desierto de Shur.
Sin embargo, en lugar de tomar una de las rutas directas hacia el oriente, los israelitas se desviaron al sur hacia la pení­nsula del Sinaí­, tomando una ruta paralela al golfo de Suez. Fueron hechas breves paradas en Mara, donde las aguas amargas fueron endulzadas (Ex. 15:23-26) y en el oasis de Elim (Ex. 15:27) con sus doce fuentes y sesenta palmeras.
En el corazón de la pení­nsula sinaí­tica, al sur del desierto de Shur, está la región conocida como el desierto de Sin en el cual Dofca está ubicada (Nm. 33:12). Se piensa que Dofca estaba situada cerca de las famosas minas de cobre y turquesa, las cuales fueron operadas por el faraón desde los tiempos dinásticos primitivos. En el centro de la región minera estaba el famoso templo a la diosa Hator en Serabit el-Khadem. Cientos de inscripciones han sido identificadas en el templo y en las entradas de las minas. Aunque la mayorí­a de ellas están en caracteres jeroglí­ficos egipcios, aproximadamente cuarenta están en el así­ llamado alfabeto protosinaí­tico del siglo XV a. de J.C. Estas representan uno de los primeros intentos en desarrollar medios de escritura puramente alfabética.
La última parada antes del monte Sinaí­ fue en Refidim (Ex. 17:1), posiblemente el moderno wadi Refayid en la parte suroeste de la pení­nsula. Aquí­ Moisés golpeó la roca (Ex. 17:1-7) de la que brotaron las aguas y satisficieron las necesidades de su pueblo. Poco después los israelitas se encontraron con sus primeros enemigos, los amalecitas, y obtuvieron la victoria después de una difí­cil batalla (Ex. 17:8-16).
Desde el siglo IV d. de J.C. , la tradición ha situado el monte Sinaí­ en la parte sur de la pení­nsula sinaí­tica. Una leyenda afirma que Catalina de Alejandrí­a, después de su martirio, fue llevada por los ángeles a la cima de la montaña que ahora lleva su nombre. Un monasterio ha estado ubicado allí­ continuamente desde el siglo IV, aunque los cristianos han pasado a través de perí­odos de severa persecución. La conquista musulmana trajo consigo fuertes sentimientos anticristianos y se registraron masacres en el tiempo del monje Amonio (373 d. de J.C. ) y algunos años más tarde en los dí­as de San Nilo (390 d. de J.C. ). El presente monasterio de Santa Catalina, en la falda noroccidental de Jebel Musa (una montaña de 2.287 mts. de altura) fue fundado ca. 527 d. de J.C. , bajo el emperador Justiniano, quien lo estableció en el sitio donde Elena, la madre de Constantino, habí­a erigido un pequeño templo dos siglos antes.
Al llegar a Jebel Musa desde Serabit el-Khadem, el viajero entra a un amplio valle llamado er-Raha, tres kms. de largo y de, 5 a 1 km. de ancho. Este serí­a el lugar natural para el campamento de Israel (Ex. 19:1, 2; Nm. 33:15). Elevándose sobre la llanura hay 3 prominencias, Ras es-Safsaf hacia el noroeste, Jebel Musa hacia el sureste y aun más alto, Jebel Katarin que se levanta a 2.593 mts. hacia el suroeste. Mientras que Gebel Musa, que significa †œel monte de Moisés†, es la ubicación preferida, no se puede ser dogmático en relación con el Sinaí­ original. El historiador eclesiástico Eusebio prefiere otro sitio, Jebel Serbal, al oeste del Wadi Feiran y algunos eruditos descartan la pení­nsula del Sinaí­ enteramente, prefiriendo un sitio en el noroeste de Arabia o en la vecindad de Cades-barnea. Sin embargo, la parte sur de la pení­nsula sinaí­tica es favorecida, y Gebel Musa puede bien ser el verdadero monte Sinaí­, u Horeb, donde Moisés recibió la ley.
Después de acampar en el Sinaí­, los israelitas se movilizaron hacia el norte y entraron al desierto de Parán, el cual está limitado al oriente por la extensión del valle del Jordán-mar Muerto, conocido como el Araba y su extensión al sur, el golfo de Akaba. A este desierto de Parán huyeron Agar e Ismael después que fueron expulsados de la casa de Abraham (Gn. 21:21) y desde la misma región, Moisés envió hombres para explorar la tierra de Canaán (Nm. 10:12; 12:16). En el lí­mite norte del desierto de Parán, donde éste toca el desierto de Sin, está Cades-barnea (Nm. 10:1, 22). Cades-barnea, era evidentemente un antiguo lugar santo, conocido también por el nombre de En-Mizpa (†œfuente de juicio†) en el tiempo de Abraham (Gn. 14:7). En 1842, Rowlands descubrió una fuente con el nombre Ain Qudeis ca. 80 kms. al suroeste de Beer-seba y los eruditos han tenido la tendencia de identificarla con la Cades-barnea bí­blica. Sin embargo, la poca cantidad de agua que hay en el sitio es contraria a la identificación. Una ubicación más apropiada serí­a Ain Qudeirat, a 8 kms. al noroeste de Ain Qudeis, que tiene abundancia de agua y vegetación. Debió de haber sido en algún lugar en esta área general donde Israel acampó varias veces durante el perí­odo en que vagaron por el desierto (Nm. 13:26; 20:1; Dt. 1:19, 46). Aquí­ murió Marí­a y fue sepultada (Nm. 20:1) y Aarón fue sepultado en el cercano monte Hor (Nm. 20:22–29).
Cades-barnea bien pudo haber servido como una base para la invasión de Canaán, si los israelitas no hubieran creí­do el informe de la mayorí­a de los espí­as que expresaron temor de que serí­an dominados por el enemigo (Nm. 13:25-14:3). Fue hecho un intento de penetrar al sur de Canaán (Nm. 14:45); pero Israel sufrió una derrota a manos de los amalecitas y los cananeos. La generación que habí­a salido de Egipto no entró en la tierra prometida. La mayorí­a de los años de peregrinaje parecen haber sido pasados en la vecindad de Cades. Cuando llegó el momento para hacer un nuevo intento de entrar a la tierra de Canaán, la ruta directa del sur fue rechazada y las tribus cruzaron el Arabah y se desviaron evitando cruzar Edom (Nm. 21:4) mientras se preparaban para entrar desde el oriente a Canaán.

Fuente: Diccionario Bíblico Arqueológico

(lugar de asamblea).

Es una institución judí­a que comenzó en el destierro babilónico, cuando se quedaron sin e1 Templo: (Esd 8:15, Neh 8:2, Neh 9:1).

Se diferencia del “templo” en que en la sinagoga no hay altar, ni sacrificios, ni sacerdotes, sino solo rabinos: (maestros); y se entiende por “sinagoga” tanto el edificio, como la comunidad que se reúne. Ver “Sacrificio”.

Sus funciones eran de adoración, oración, instrucción de ninos y adultos. y un centro social donde todos se conocí­an, querí­an y ayudaban, y trataban los problemas que afectaban a la comunidad, además de ser el centro de las funciones religiosas, de circuncisión bodas, funerales. y eran también tribunales de justicia que tení­an la facultad de excomulgar, azotar y encarcelar. Jua 9:22, Jua 9:34, Jua 12:42, Jua 16:2, Mat 10:17, Luc 12:11, Hec 9:2, Hec 26:11.

El “servicio” consistí­a en oraciones: (especialmente el “Shema” de Deu 6:4-9), lectura de las Escrituras, pláticas y predicación. y cualquier miembro competente podí­a explicar o predicar la lectura del dí­a: (-23, Mat 6:5, Hec 13:5, Hec 13:15).

Jesús y los Apóstoles ensenaron en sinagogas, y Jesús curó en algunas de ellas, Mat 12:9-13, Luc 4:16, Mar 1:21-28, Jua 6:59, Jua 18:20, Hec 13:5, Hec 13:15, Hec 14:1, Hec 18:4.

Habí­a un dirigente, responsable del edificio y del culto; los miembros más prominentes ocupaban los primeros asientos; los hombres se sentaban a un costado y las mujeres al otro: (Mat 23:6 Hc,Mat 13:4, Mat 18:8, Mat 18:17, Stg 2:3).

Habí­a varias sinagogas en Jerusalén, Damasco y otras ciudades: (Hec 6:9, Hec 9:2, Hec 9:20, Hec 14:1, Hec 17:1, Hec 18:4). y cada “secta” tení­a la suya: (Hec 6:9).

La cristiandad: Hoy dí­a, muchos Protestantes tienen “sinagoga”, pero no “templo”: (no altar, ni sacrificio, ni sacerdote). los Católicos, tienen “templo”, pero en muchas iglesias no hay “sinagoga”, no hay “comunidad”, ¡ni siquiera conocen los nombres de quienes se sientan al lado!

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

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Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Aunque RV60 tradujo s. en el Sal 74:8 (†œHan quemado todas las s. de Dios en la tierra†), la traducción literal debe ser †œlugar de reunión†. Así­ aparece en la BJ. NBE dice †œlas asambleas de Dios†. Es evidente que la s. tuvo su origen después del exilio. Los historiadores han llegado a la conclusión de que debió surgir en Babilonia, entre los judí­os llevados allí­, quienes, desprovistos del †¢templo como lugar de culto, se reuní­an para estudiar la †¢Torá, probablemente los sábados. Algunos piensan que es probable que †œlos ancianos† que se mencionan en Eze 8:1; Eze 14:1 y 20:1 sean una referencia a los comienzos de la institución religiosa que es la s. Los que así­ opinan señalan a Eze 11:16 como otra posible alusión (†œ… con todo eso les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen†). Ni en Esdras ni en Nehemí­as encontramos ninguna mención de s. Tampoco en los profetas. Pero en la tradición judí­a se atribuye a Esdras la formulación de algunas oraciones que se usan hoy en los cultos judí­os.

A unos 26 km de Alejandrí­a, Egipto, fueron descubiertos los restos de una s. con una inscripción que dice que fue dedicada a Ptolomeo III, que gobernó del 246 al 221 a.C. Para los tiempos del NT, entonces, esta institución era ya algo antiguo y bien fundamentado en la cultura de Israel, así­ como en todo el Oriente Medio y en los territorios del Imperio Romano. Varios documentos judí­os señalan que en los dí­as de la destrucción de Jerusalén (70 d.C.), habí­a en la ciudad muchas s. (entre 394 y 480). En la antigua Roma se han encontrado restos de por lo menos trece s.
propósito de la s. era mayormente instructivo. Se reuní­an grupos pequeños para leer la †¢Torá y ser educados en ella. Las reuniones no eran explí­citamente con propósitos de adoración. †œLos principales de la s.† o ancianos (Mar 5:22) ejercí­an el gobierno de la s., pero los actos principales, como leer las Escrituras, orar o predicar, eran cosas en las cuales podí­an participar todos los miembros. La función del principal de la s. era velar por el orden de las reuniones, señalar quién debí­a leer la Torá, e invitar a los que tuvieran la capacidad de predicar. La persona que es llamada †œministro† en Luc 4:20 (†œY enrollando el libro, lo dio al ministro†), tení­a el deber de abrir y cerrar la s., sacar la Torá para su lectura y volverla a guardar después, así­ como ayudar al principal.
el NT se mencionan muchas s. El Señor Jesús participaba activamente en ellas (†œY enseñaba en las s. de ellos…. Vino a Nazaret, donde se habí­a criado; y en el dí­a de reposo entró en la s., conforme a su costumbre† [Luc 4:15-16]; †œY recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las s. de ellos y predicando el evangelio del reino…† [Mat 4:23]). El apóstol Pablo, en sus viajes de predicación, visitó muchas s. (Hch 9:20; Hch 13:14; Hch 14:1; etcétera). Los primeros cristianos judí­os continuaron participando en las reuniones de la s. hasta el año 90 d.C., cuando los principales de las s. decidieron que ninguno que profesara a Jesús podí­a ser miembro.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CONS

vet, (gr. “asamblea”, “lugar de reunión”). Edificio destinado especialmente a la lectura y enseñanza públicas de la Ley de Moisés y que serví­a asimismo de tribunal y escuela. Antes del cautiverio, el culto, en su forma más elevada, sólo se celebraba en el Templo de Jerusalén; pero la lectura pública de las Escrituras se hací­a también en otros lugares (Jer. 36:6, 10, 12-15), y las gentes se podí­an reunir en cualquier lugar alrededor de los profetas a fin de recibir sus enseñanzas. Estas reuniones no eran para ofrecer sacrificios, sino para el estudio de las Escrituras y la oración comunitaria. El término “sinagoga” no se encuentra en el AT. No obstante, en el Sal. 74:8 se menciona la destrucción del santuario y de “todos los lugares santos” o, más lit., “todos los lugares asignados (para el servicio) de Dios”. En la Reina-Valera se traduce injustificadamente por “sinagogas”. En el siglo I de la era cristiana se encuentran sinagogas en todos los lugares donde se hallaban los judí­os. Incluso las comunidades israelitas de ciudades poco importantes fuera de Israel las tení­an. Por ejemplo, Salamina, en Chipre (Hch. 13:5), Antioquí­a de Pisidia (Hch. 13:14), Iconio (Hch. 14:1), Berea (Hch. 17:10). Las sinagogas eran frecuentemente numerosas en las grandes ciudades, como Jerusalén (Hch. 6:9) y Alejandrí­a. Estas comunidades viví­an con independencia del Estado, y administraban sus asuntos religiosos y civiles por sí­ mismas, sometiéndose sin embargo a la legislación del paí­s (Ant. 19:5, 3). Un consejo de ancianos dirigí­a la sinagoga y la asociación religiosa que ella representaba (Lc. 7:3-5). La dirección del culto, el mantenimiento del orden y el cuidado de las cuestiones materiales incumbí­an a varias personas que eran: (a) El principal de la sinagoga (Hch. 18:8). Ciertas sinagogas tení­an varios principales (Mr. 5:22). El principal presidí­a sobre el servicio, autorizaba o designaba a aquellos que debí­an orar, leer las Escrituras, exhortar (Hch. 13:15), velaba por la observancia de las prescripciones judaicas (Lc. 13:14). Los servicios no estaban asegurados por la presencia de ministros permanentes, sino por simples particulares calificados para ello. Jesús leyó las Escrituras en la sinagoga de Nazaret (Lc. 4:16), y enseñaba con frecuencia en estos lugares de reunión (Mt. 4:23). En Antioquí­a de Pisidia, los principales de la sinagoga invitaron a Pablo y a Bernabé a dirigir unas palabras de exhortación a los fieles (Hch. 13:15). (b) Uno o más siervos se ocupaban de las tareas materiales. Llevaban el rollo sagrado al lector, y después lo volví­an a poner en su lugar (Lc. 4:20). Cuando el consejo de ancianos debí­a decretar un castigo corporal contra alguno de los miembros de la comunidad, los siervos lo infligí­an. (c) Habí­a también limosneros (cfr. Mt. 6:2), encargados de distribuir ayudas a los necesitados. (d) Se demandaba la presencia de diez varones, o más si era posible, que debí­an asistir a cada reunión de la sinagoga. Se reuní­an todos los sábados para el culto (Hch. 15:21), y también los dí­as segundo y quinto de la semana, para oí­r la lectura de una sección de la Ley. En el servicio del sábado, un miembro de la congregación estaba encargado de recitar las oraciones. La lectura de Dt. 6:4-9; 11:13-21; Nm. 15:37-41, y la recitación de 18 oraciones y bendiciones, o sólo de algunas de ellas, tomaba la mayor parte del servicio. Mientras se ofrecí­a la oración, los asistentes se poní­an en pie (Mt. 6:5; Mr. 11:25), y se uní­an finalmente a ella con un “amén” colectivo. Varios miembros de la congregación leí­an a turnos un corto pasaje de la Ley (Hch. 15:21). Esta lectura era precedida y seguida por acciones de gracias. A continuación, el mismo que al inicio del servicio habí­a ofrecido oración leí­a ahora una sección de los profetas. Esta misma persona, u otra, desarrollaba el pasaje acabado de leer, y daba exhortaciones en base a lo leí­do (Lc. 4:16-22; Hch. 13:15). El servicio concluí­a con la bendición, que era pronunciada por un sacerdote, si lo habí­a entre los asistentes. La congregación pronunciaba el amén final. Los judí­os daban a las sinagogas el nombre de “casa de reunión”. Todaví­a existen ruinas de estos edificios en Galilea: en Tell Hum, que pudiera ser el emplazamiento de Capernaum; en Irbid, en Kefr Bîr’im, en Nebartein, y en algunos otros lugares. Estos edificios, de forma rectangular, estaban orientados de sur a norte. La fachada meridional presentaba una gran puerta, flanqueada por dos puertas más pequeñas; cuatro hileras de columnas dividí­an el interior en cinco naves. En Tell Hum hay capiteles corintios. En Irbid las columnas son de estilo mixto, entre corintio y jónico. Los dinteles de los pórticos están frecuentemente adornados con hojas de vid y con racimos de uvas. En Nabartein hay un motivo esculpido que representa el candelabro de siete brazos, acompañado de una inscripción. En Kefr Bîr’im se adivina el cordero y la vasija de maná. En 1934, en el curso de unas excavaciones, se descubrió la sinagoga de Dura-Europus, en la ribera derecha del Eufrates, junto a la carretera de Alepo a Bagdad. Una inscripción indica una fecha del año 245 d.C. Esta sinagoga presenta unos frescos notables que ilustran escenas bí­blicas; allí­ se puede ver una de las fuentes de inspiración del arte cristiano primitivo. Mobiliario de las sinagogas: El púlpito del lector; un cofre o armario para los rollos sagrados; asientos, al menos para los ancianos y los ricos (Mt. 23:6; Stg. 2:2, 3). Los lugares de honor se encontraban cerca del armario que contení­a los rollos de las Escrituras, frente a la asamblea, donde los hombres estaban a un lado, y las mujeres a otro. Las sanciones decretadas por los principales de la sinagoga eran infligidas en el interior del edificio, posiblemente en una estancia separada (Mt. 10:17; Hch. 22:19). Recibe el nombre de “Gran Sinagoga” un consejo de 120 miembros, organizado, según se dice, por Nehemí­as, hacia el año 410 a.C. (Megilloth 17, 18). Esdras dirigió este consejo. Los profetas transmitieron la Ley de Moisés a esta Gran Sinagoga (Pirke Aboth 1:1). Simón el Justo, que murió alrededor del año 275 a.C., fue uno de sus últimos miembros. El sanedrí­n tomó el lugar de este consejo (Aboth 10:1). Después del retorno del cautiverio, el sanedrí­n reorganizó el culto, y reunió los libros canónicos. Esto es lo que afirma la tradición judí­a. Ni los apócrifos, ni Josefo, ni Filón mencionan la Gran Sinagoga. Tampoco las Escrituras. Por esta razón se ha objetado su existencia. Pero esta tradición no debe ser rechazada enteramente. Es bien posible que la Gran Sinagoga fuera una asamblea de escribas que decidiera tocante a cuestiones teológicas. Durante su existencia, que duró poco más de siglo y medio, el número total de sus miembros más eminentes llegó probablemente a 120. Los principales escribas, desde Esdras a Simón el Justo, formaron parte de este consejo.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[094]
Término griego, equivalente al hebreo de “beit kneset”, que significa lo mismo reunión familiar o asamblea judaica que lugar fí­sico de esa reunión. La reunión se hacia para orar y escuchar la palabra divina, tanto su lectura o proclamación como su comentario o explicación. Ambas cosas, edificio y reunión, se puso de moda en las comunidades judí­as de la diáspora probablemente entre los desterrados de Babilonia. Luego se mantuvo, incluso en Jerusalén después de la reconstrucción del Templo al regreso de la cautividad.

En tiempo Jesús habí­a sinagogas en las principales ciudades y aldeas de Galilea y hasta en Jerusalén habí­a sinagogas (la de los libertos, por ejemplo Hch. 6.9), en donde se encontraban los que procedí­an de la misma región o hablaban ya idiomas no hebreos ni arameos.

La sinagoga, después de la destrucción del segundo templo por las tropas de Tito, en los años 66 a 70, se convirtió en soporte del judaí­smo en Oriente y en Occidente a lo largo dos milenios, es decir hasta hoy.

En Europa central y oriental las sinagogas se llamaron también a edificaciones hechas con motivo de instruir, no sólo para orar. Se las denominó en siglo IV y V “shules” (en judaico “escuelas”).

El arte y la elegancia acompañaron a veces a las construcciones y asumieron diversas formas arquitectónicas. Pero siempre se coincidió en un edificio cuadrangular, con una vestí­bulo lateral para las mujeres y con un frontal elevado para los presidentes o los proclamadores del texto hebreo. En ese frontal se situó desde antiguo un arca o pequeño armario (el hekal) para guardar con honor los rollos de la Torá (el Pentateuco) y los textos de los Profetas. Fue usual orientar la pared de la presidencia hacia Jerusalén, con el fin de que los asistentes miraran hacia el sitio en el que debí­a estar su corazón, según una llamada perpetua o “ner tamid” del mismo Dios.

La mesa colocada ante el sitial del presidente (bimá) serví­a para sostener la Torá ante la congregación: Y un pequeño atril de lectura ayudaba a sostener el rollo seleccionado para cada asamblea de los sábados (del sabbath).

El candelabro de los siete brazos no solí­a faltar (menorá), como signo de la presencia del Dios único y de la iluminación que ofrecí­a a su fieles. Hecha centro de la vida religiosa, la sinagoga fue la base del judaí­smo durante dos milenios.

En la Diáspora de Babilonia fue la fuerza espiritual y social que mantuvo la conciencia de pueblo desterrado y en espera de poder regresar a la Patria. Es seguro que se extendió su uso por las diversas localidades en las que los judí­os se fueron dispersando bajo los babilonios primero y bajo los persas y los griegos después. Hay restos arqueológicos en Egipto de sinagogas del siglo III a. de C. Las más antiguas descubiertas en Palestina (las de Masada y Herodium) son del siglo I d. C. Pero las referencias literarias son abundantes desde el siglo I antes de Cristo. Flavio Josefo las da por existentes en todos los lugares donde vive el pueblo dispersado. La sinagoga cobró la primací­a cultural en todo el Oriente, cuando fue destruido el segundo templo en la guerra judaica del 66-70 y al ser dispersados los israelitas por todas las naciones.

La liturgia rabí­nica se centró en los primeros siglos de la Era cristiana en la plegaria, como culto los sábados y de las fiestas sobre todo pascuales, y en diversos servicios asistenciales que se organizaron en torno al edificio construido para las reuniones. Incluso en muchos lugares la sinagoga también sirvió como albergue de peregrinos judí­os y de recogidas de limosnas y del tributo religioso para Jerusalén, aunque Vespasiano prohibió recoger el que todo judí­o varón debí­a hacer llegar al Templo y lo transformó en un impuesto coactivo para Júpiter capitolino.

En el Nuevo Testamento se cita el término “sinagoga” unas 40 veces en los textos evangélicos y otras 30 en el resto de los libros sagrados. Unas veces se alude al lugar de reunión y otras veces se hace referencia a la reunión misma de las personas, identificándose ambos aspectos por regla general.

El mismo Jesús frecuentó la sinagoga los sábados y se presentó en ellas, Nazaret y Cafarnaum, como mensajero que tení­a algo que decir a los reunidos.

Episodios interesantes son la expulsión de un demonio en la Sinagoga de Cafarnaum (Mc. 1. 21-28), lo cual hizo que los presentes terminaran “impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados suyos”). En otra ocasión un hombre poseí­do por un espí­ritu inmundo interrumpió a gritos la enseñanza de Jesús (Mc. 1.23). “Estaba en aquella sinagoga un hombre poseí­do por un espí­ritu inmundo e inmediatamente empezó a gritar” De nuevo Jesús expulsó el mal espí­ritu y curó al poseso.

Tel vez el texto más impresionante relacionado con Jesús en la sinagoga sea el de su primera visita a Nazareth como profeta ante sus paisanos.

La terminación violenta de la escena, pues quisieron despeñarle por los barrancos del entorno, es significativa pues encierra el germen de la ruptura cristiana con la sinagoga judaica, aunque Jesús se les fue de las manos (Lc. 4. 16-28)

Jesús recorrí­a Galilea predicando en sus sinagogas (Mt. 4.23 y 9.35; Mt. 13. 54; Mc. 39.2; Lc. 6.6; 13.10-14) Y es probable que en los primeros tiempos de su paso por las aldeas y poblados, Jesús siguió trabajando para ganarse la vida, como lo habí­a hecho antes, y aprovechaba los sábados para anunciar su mensaje y hacer la mayor parte de sus signos sorprendentes que acreditaban su misión profética.

Los cristianos primero siguieron su estrecha relación con la sinagoga, como se advierte en los primeros tiempos de la predicación de Pablo. Hech. 20.2; 13.15; 14.1; 17. 1 y 10.2. Pero fue en Corinto y en Efeso donde Pablo rompió con la sinagoga (Hech. 17.2; 18. 4 y 19. 18) y donde se dio cuenta de que la Iglesia de Jesús debí­a ser ya otra cosa muy diferente.

Luego la Historia separó radicalmente a los judí­os y a los cristianos. Los judí­os siguieron aferrados a la raza y a la circuncisión. Los cristianos superaron las razas y la circuncisión y Pablo, el apóstol de los gentiles, se encargó de hacer un cristianismo propio y nuevo, basado en la fe y no en la carne, abierto al mundo y no cerrado en la raza, proyectado al futuro y no nostálgico del pasado.

(Ver Biblia y catequesis 5.1)

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(v. Hebraí­smo)

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

En un principio significa asamblea de personas, pero luego pasa a significar el lugar donde se celebra la asamblea. Las sinagogas judí­as seguramente empezaron a construirse en tiempos del destierro. El templo habí­a sido destruido y los judí­os necesitaban un lugar donde poder reunirse para orar y leer las Sagradas Escrituras. Las sinagogas eran de estructura rectangular, orientadas hacia Jerusalén, y generalmente con tres naves. Habí­a un jefe de sinagoga (Mc 5,35.38; Lc 8,40), que dirigí­a el culto y designaba el lector (Lc 13,14), asistido por un ministro, especie de sacristán, con la misión de pasar el rollo de la Sagrada Escritura al lector designado (Lc 4,20); de ejecutar la flagelación (Mt 10,17; 23,34) y de anunciar la festividad del sábado a son de trompeta. El texto sagrado, leí­do en voz alta, era ordinariamente comentado, para lo cual se solí­a invitar a algunos visitantes ilustres (Lc 4,16-22). El ser excluido de la sinagoga era una penalización grave (Jn 9,22). En tiempos de Jesucristo habí­a sinagogas por todas partes. —>instituciones.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

(-> judaismo). Palabra griega que significa “asamblea” (reunión) y que se aplica ya en la traducción de los LXX para indicar la comunidad o agrupación (hebreo: †˜edah) del pueblo de Israel, cuando sale de Egipto (cf. Ex 12,47; 16,1.9). Esa palabra se convierte después, ya a finales del Antiguo Testamento, en un nombre técnico que sirve para indicar las reuniones legales de los judí­os, sobre todo en la diáspora, como indica ya Dn LXX 14,41.52.60.

(1) Comunidad y lugar de reunión. La figura e institución de la sinagoga, como reunión de judí­os que se juntan para escuchar las Escrituras, orando, estudiando y resolviendo en común los problemas del grupo, resulta esencial en el judaismo posterior. Las sinagogas habí­an aparecido desde finales del siglo II a.C. y vinieron a convertirse pronto, ya en tiempos de Jesús, en la institución básica del judaismo, que de ahora en adelante no se define por el culto (por los sacrificios del templo de Jerusalén), sino por la asociación voluntaria de grupos que se reúnen para estudiar la Ley y consolidar sus ví­nculos como pueblo. En tiempos de Jesús y de la primera Iglesia, la palabra sinagoga se aplica de un modo preferente a un grupo de judí­os que se reúnen para estudiar y orar; pero también a aplica ya a la casa de reuniones donde se vinculaban y asociaban los judí­os, de un modo consecuente, en asambleas celebrativas, educativas y festivas, para desarrollar el culto de la palabra (escuchar los textos sagrados) y orar en común, recibiendo la instrucción de los escribas o encargados (cf. Mt 13,54; Lc 4,16; Jn 18,20). Este modelo de organización se extenderá y triunfará más tarde, definiendo la identidad del pueblo con el surgimiento del rabinato estricto (entre el siglo II y III d.C.). Nace así­ un judaismo presidido por letrados: ellos, los buenos estudiosos de la Ley, se han vuelto padres del pueblo que emerge y se consolida tras la caí­da del templo (70 d.C.), en contraste con el cristianismo, que recoge y expande la herencia mesiánica de Jesús (y del judaismo anterior). Gran parte del proceso de identificación cristiana se entiende en este contexto: los seguidores de Jesús se llamarán iglesia (no sinagoga), pero en principio ambas palabras son casi equivalentes; en Sant 2,2 la misma asamblea o Iglesia cristiana se llama sinagoga.

(2) Judaismo como federación de sinagogas (siglo I d.C. en adelante). Las sinagogas nacieron cuando todaví­a funcionaba el templo (siglos II-I a.C.), pero no cubrí­a ya todas las funciones religiosas del pueblo. Al principio, ellas fueron como un refuerzo o ayuda, junto al templo, que seguí­a siendo el centro del judaismo. Pues bien, desde la caí­da del templo (el año 70 d.C.) hasta la actuali dad, ellas han sido y siguen siendo el centro del judaismo, que se ha establecido como una federación de grupos o sinagogas. El templo de Jerusalén habí­a sido lugar e institución de culto sagrado. Las sinagogas, en cambio, son lugares de reunión donde se vinculan libremente grupos de judí­os, unidos por la Palabra de Dios y las tradiciones o leyes de los antepasados. Ese modelo de unidad sinagogal, preparado en siglos anteriores, habí­a madurado ya en tiempos de Jesús, que enseñaba y curaba en las sinagogas (cf. Mc 3,1; 5,2.36.38; Mt 13,54; Lc 13,10.14; Jn 18,20), pero que fue ajusticiado por las autoridades del templo. Las sinagogas fueron un lugar normal de expansión del Evangelio (cf. Hch 13,14; 17,10), pero el cristianismo posterior se estructuró como Iglesia* sagrada, mientras que el judaismo vino a convertirse, desde el II d.C., en federación de sinagogas laicales. Nunca habí­a surgido tal cosa: un pueblo que abandona las prácticas sacrales ordinarias del entorno, que no tiene templo ni Estado propio, pero que mantiene y desarrolla su diferencia social y religiosa en casas y asambleas especiales (sinagogas). Cayó el templo (el 70 d.C.), como habí­a caí­do la monarquí­a (587 a.C.), pero la identidad del judaismo se mantuvo y creció, porque estaba ya fundada sobre bases de vinculación sinagogal. De ahora en adelante la “casa” central de los judí­os no será el palacio de un rey, ni un cuartel militar, ni un templo para celebrar los sacrificios, sino las “sinagogas”, cada una de las cuales constituye un núcleo de relación humana, un centro de vida, aunque todas se vinculan entre sí­, formando una federación, un único pueblo que se establece sobre principios de recuerdo común y sobre proyectos de esperanza, porque Dios está con todos. Este modelo de organización se extenderá y triunfará de un modo universal, definiendo la identidad del judaismo, con el surgimiento del rabinato estrictamente dicho (entre el siglo II y III d.C.). Nace así­ un judaismo presidido por escribas*, buenos estudiosos de la Ley, que se han vuelto padres del pueblo que emerge y se consolida tras la caí­da del templo (70 d.C.), en contraste con el cristianismo, que recoge y expande su herencia rnesiánica hacia los gentiles.

Cf. E. SCHÜRER, Historia del pueblo judí­o en tiempos de Jesús (175 a.C.-135 d.C.) I-II, Cristiandad, Madrid 1985.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Las palabras ek·kle·sí­Â·a, que significa †œasamblea† o †œcongregación†, y sy·na·go·gue (juntamiento), se usan indistintamente en la Septuaginta griega. La palabra †œsinagoga† finalmente adquirió el significado del lugar o edificio donde se celebraba la asamblea. Sin embargo, no perdió completamente su significado original, pues la Gran Sinagoga no era un gran edificio, sino una asamblea de eruditos célebres, a los que se reconoce como los que pusieron en orden el canon de las Escrituras Hebreas para los judí­os palestinos. Se dice que tuvo su comienzo en los dí­as de Esdras o de Nehemí­as y que continuó hasta el tiempo del Gran Sanedrí­n, alrededor del siglo III a. E.C. Santiago utiliza la palabra en el sentido de una reunión cristiana o asamblea pública. (Snt 2:2.)
En Revelación 2:9 y 3:9, †œsinagoga† aplica a una asamblea dominada por Satanás. También leemos de la †œSinagoga de los Libertos†. (Hch 6:9; véase LIBERTO, HOMBRE LIBRE.)
No se sabe con exactitud cuándo empezaron a abrirse sinagogas, pero parece que fue durante el exilio de setenta años en Babilonia, cuando el templo no existí­a, o poco después del regreso del exilio, una vez que Esdras el sacerdote recalcó la necesidad de conocer la Ley.
En los dí­as de Jesucristo, todas las ciudades palestinas tení­an su propia sinagoga, y las ciudades más grandes tení­an más de una. En Jerusalén habí­a muchas. En las Escrituras hasta se menciona el caso de una sinagoga edificada por un oficial del ejército romano para el uso de una comunidad judí­a. (Lu 7:2, 5, 9.) Una de las mejores ruinas de sinagogas descubiertas se ha excavado en Tell Hum (Kefar Nahum), donde probablemente se hallaba la antigua Capernaum. En su origen el edificio tení­a dos plantas. Las fechas que los eruditos asignaron a esta sinagoga van desde finales del siglo II E.C. hasta principios del siglo V E.C. El edificio se construyó en el solar que ocupaba una sinagoga anterior, del siglo I E.C. Esta sinagoga anterior, que se ha excavado más recientemente, tení­a 24,2 m. de largo y 18,5 m. de ancho.
Algo que caracterizaba a las antiguas sinagogas era el almacén para los rollos de las Escrituras. Por cuestión de seguridad, la costumbre más antigua debió ser guardar los rollos fuera del edificio principal o en una habitación separada. Con el tiempo se guardaron en un arca portátil, o cofre, que se colocaba en su lugar durante el servicio religioso. En las sinagogas construidas posteriormente, el arca pasó a ser un elemento arquitectónico más, pues se construí­a dentro o sobre la pared. Junto al arca y frente a la congregación estaban los asientos de los oficiales que presidí­an la sinagoga y de los invitados distinguidos. (Mt 23:6.) La Ley se leí­a desde una tarima que tradicionalmente se encontraba en medio de la sinagoga. Alrededor de los tres lados habí­a bancos para el auditorio, posiblemente con una sección separada para las mujeres. Al parecer, la orientación del edificio era un asunto importante, pues se intentaba que los adoradores estuvieran en dirección a Jerusalén. (Compárese con Da 6:10.)

Programa de adoración. La sinagoga era un lugar de instrucción, no de sacrificio, ya que los sacrificios solo se hací­an en el templo. Parece ser que el culto que se realizaba en la sinagoga consistí­a en alabanza, oración, recitación y lectura de las Escrituras, comentario y exhortación o prédica. Para la alabanza se empleaban los Salmos. Aunque las oraciones se tomaban hasta cierto grado de las Escrituras, con el tiempo se hicieron largas y ritualistas, y a menudo se recitaban por pretexto u ostentación. (Mr 12:40; Lu 20:47.)
Un aspecto de la adoración realizada en la sinagoga era la recitación de la Shemá, o lo que equivalí­a a la confesión de fe judí­a. Recibí­a su nombre de la primera palabra del primer texto utilizado, †œEscucha [Schemá`], oh Israel: Jehová nuestro Dios es un solo Jehovᆝ. (Dt 6:4.) La parte más importante del servicio religioso era la lectura de la Torá, o Pentateuco, que se hací­a los lunes, jueves y todos los sábados. En muchas sinagogas la lectura de la Ley estaba programada para que se abarcase en el transcurso de un año, mientras que en otras abarcaba tres años. Debido a la importancia que se daba a la lectura de la Torá, el discí­pulo Santiago pudo decir a los miembros del cuerpo gobernante de Jerusalén: †œPorque desde tiempos antiguos Moisés ha tenido en ciudad tras ciudad quienes lo prediquen, porque es leí­do en voz alta en las sinagogas todos los sábados†. (Hch 15:21.) La Misná (Meguilá 4:1, 2) también habla de la práctica de leer perí­copas (pasajes) de los profetas, que recibí­an el nombre de las Haftarot, cada una con su comentario. Cuando Jesús entró en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, se le dio uno de los rollos que contení­an las Haftarot para que lo leyese, después de lo cual comentó sobre lo leí­do, como era la costumbre. (Lu 4:17-21.)
A la lectura y el comentario de la Torá y de las Haftarot les seguí­a la predicación o exhortación. Leemos que Jesús enseñó y predicó en las sinagogas por toda Galilea. De igual manera, Lucas registra que †œdespués de la lectura pública de la Ley y de los Profetas† se invitó a Pablo y Bernabé a que hablaran, a predicar. (Mt 4:23; Hch 13:15, 16.)

La predicación de Pablo. Después del Pentecostés de 33 E.C. y de la fundación de la congregación cristiana, los apóstoles, especialmente Pablo, predicaron mucho en las sinagogas. Cuando Pablo entraba en una ciudad, por lo general iba primero a la sinagoga y predicaba allí­, dando a los judí­os la primera oportunidad de escuchar las buenas nuevas del Reino, y después iba a los gentiles. En algunos casos pasó un tiempo considerable, pues predicó durante varios sábados en la sinagoga. En Efeso enseñó en la sinagoga por tres meses, y después que surgió oposición, se retiró con los discí­pulos que creí­an y utilizó la sala de conferencias de la escuela de Tirano durante unos dos años. (Hch 13:14; 17:1, 2, 10, 17; 18:4, 19; 19:8-10.)
Pablo no utilizaba las sinagogas judí­as como lugar de reunión para la congregación cristiana. Tampoco celebraba reuniones dominicales, porque utilizaba el dí­a de descanso judí­o, el sábado, para predicar a los judí­os, pues ese era su dí­a de reunión.

Similitudes cristianas. A los primeros cristianos judí­os no les resultó difí­cil conducir reuniones ordenadas y educativas para el estudio de la Biblia, pues tení­an el modelo básico de las sinagogas, cuya organización conocí­an bien. Se observan muchas similitudes. En la sinagoga judí­a, al igual que en la congregación cristiana, no habí­a ni un sacerdocio ni un clérigo a los que estuviese limitado el derecho de hablar. Cualquier judí­o devoto podí­a participar en la lectura y el comentario en la sinagoga. En la congregación cristiana todos tení­an que hacer declaración pública e incitar al amor y a las obras excelentes, pero de una manera ordenada. (Heb 10:23-25.) En la sinagoga judí­a las mujeres no enseñaban ni tení­an autoridad sobre los hombres; tampoco en la asamblea cristiana. El capí­tulo 14 de 1 Corintios da instrucciones para las reuniones de la congregación cristiana, y se puede ver que eran muy similares a las que regí­an en la sinagoga. (1Co 14:31-35; 1Ti 2:11, 12.)
Las sinagogas tení­an presidentes y superintendentes, como las congregaciones cristianas primitivas. (Mr 5:22; Lu 13:14; Hch 20:28; Ro 12:8.) Habí­a servidores o ayudantes, y los cristianos también los tení­an en su adoración. Además estaba el enviado o mensajero de la sinagoga. Aunque no hallamos un paralelo en el registro histórico de la congregación cristiana primitiva, una designación similar, †œángel†, aparece en los mensajes que Jesucristo envió a las siete congregaciones de Asia Menor. (Lu 4:20; 1Ti 3:8-10; Rev 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14.)
Entre otros aspectos en los que la sinagoga fue precursora de las asambleas cristianas están los siguientes: las sinagogas locales reconocí­an la autoridad del Sanedrí­n de Jerusalén, tal como las congregaciones cristianas reconocí­an la autoridad del cuerpo gobernante de Jerusalén, según muestra con claridad el capí­tulo 15 de Hechos. Ni en las sinagogas ni en las congregaciones cristianas se hací­an colectas, y, sin embargo, en ambas podí­an hacerse contribuciones para la asamblea, sus ministros y los pobres. (2Co 9:1-5.)
Ambas sirvieron también de tribunales. La sinagoga era el lugar donde se escuchaban y se resolví­an todos los casos menores que tení­an que ver con los judí­os; del mismo modo, el apóstol Pablo razona que los cristianos deberí­an permitir que los que fueran maduros en la congregación juzgaran los asuntos, más bien que ir a los tribunales del mundo para zanjar diferencias entre ellos. (1Co 6:1-3.) En las sinagogas se podí­an administrar azotes; una medida correspondiente en la congregación cristiana era la reprensión. Como en la sinagoga, la medida más severa que se podí­a tomar en la congregación cristiana contra alguien que profesara ser cristiano era la expulsión o excomunión. (1Co 5:1-8, 11-13; véanse CONGREGACIí“N; EXPULSIí“N.)
Jesús predijo que sus seguidores serí­an azotados en las sinagogas (Mt 10:17; 23:34; Mr 13:9), y que serí­an echados, expulsados de ellas. (Jn 16:2.) Algunos de los gobernantes judí­os creyeron en Jesús, pero no lo reconocieron públicamente por temor a ser expulsados de la congregación judí­a. (Jn 12:42.) Por dar testimonio de Jesús, los judí­os echaron fuera a un hombre a quien Jesús habí­a sanado de una ceguera congénita. (Jn 9:1, 34.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

sunagoge (sunagwghv, 4864), propiamente un traer juntos (sun, juntamente; ago, traer), denotaba: (a) reunión de cosas, colección, luego, de personas, una asamblea, de reuniones religiosas de los judí­os (p.ej., Act 9:2); una asamblea de judí­os cristianos (Jam 2:2 “congregación”, RV, RVR, LBA texto; VM y margen de LBA: “sinagoga”); una compañí­a dominada por el poder y actividad de Satanás (Rev 2:9; 3.9); (b) por metonimia, el edificio “donde tiene lugar la reunión” (p.ej., Mat 6:2; Mc 1.21). El origen de la sinagoga judí­a puede asignarse probablemente a la época del exilio babilónico. Careciendo de templo, los judí­os se reuní­an los sábados para oí­r la lectura de la ley, y esta práctica prosiguió en varios edificios después del retorno. Cf. Psa 74:8: Notas: (1) Para aposunagogos: “expulsado de la sinagoga”, véase EXPULSAR. (2) Para arquisunagogos: “principal de la sinagoga”, véase PRINCIPAL DE LA SINAGOGA. SINCERIDAD, SINCERAMENTE, SINCERO A. NOMBRE eilikrinia (o –eia) (ejilikriniva, 1505), relacionado con eilikrines (véase B, Nº 1), denota sinceridad, pureza. Se la describe metafóricamente en 1Co 5:8 como “panes sin levadura”, o, RV: “azimos”; en 2Co 1:12 “sinceridad de Dios”, donde se describe una cualidad poseí­da por Dios, y que tiene que caracterizar la conducta de los creyentes; en 2Co 2:17 se utiliza del recto ministerio de las Escrituras.¶ Notas: (1) Para 2Co 8:8, véase A, Nº 2. (2) En Eph 6:24 (RV), aftharsia, incorrupción, se traduce “sinceridad” (RVR: “inalterable”); véase . B. Adverbio agnos (aJgnw`”, 55), denota con motivos puros, siendo un vocablo derivado de los que se relacionan bajo PUREZA, PURO, A, Nº 1 y 2, y B, Nº 1. Se traduce “sinceramente” en Phi 1:16 (v. 17 en la VM, LBA).¶ Nota: Para “sinceramente” en Phi 2:20, véase VERDAD, D, Nº 3. C. Adjetivos 1. adolos (a[dolo”, 97), sin engaño (a, privativo, y dolos, véase ENGAí‘O, C, Nº 2), puro, no adulterado, con el sentido de “sincero”. Se utiliza metafóricamente de la enseñanza de la Palabra de Dios (1Pe 2:2). Se traduce “no adulterada” (RVR, RVR77, Besson); “pura” (LBA, NVI, VM); “sin engaño” (RV). Se utiliza en los papiros de semillas, grano, trigo, aceite, vino, etc.¶ 2. gnesios (gnhvsio”, 1103), veraz, genuino, sincero. Se utiliza en género neutro, con el artí­culo, como nombre, significando “sinceridad” (2Co 8:8), del amor. Véanse FIDELIDAD, FIEL, B, Nº 1, VERDADERO. 3. eilikrines (eijlikrinhv”, 1506), véase LIMPIO, B, Nº 2. 4. anupokritos (ajnupovkrito”, 505), de a, privativo, n, eufónico, y una forma adjetiva correspondiente a jupokrisis (véase , A, etc.), significa no fingido. Se traduce “sincero” (2Co 6:6; RV: “no fingido”). Véase FINGIDO, FINGIMIENTO, Nº 2.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El término sinagōgē designa la casa de oración judía. La tradición sugiere que las primeras sinagogas se establecieron durante el cautiverio babilónico. Por el desgarro que causó la destrucción del templo de Jerusalén en 587 a.C., el centro de la vida judía vino a ser las asambleas locales para el estudio de la Escritura y la oración. Sin duda que estas reuniones se llevaron a cabo primero en casas privadas (cf. Ez. 8:1; 20:1–3).

Después del decreto de Ciro, los exiliados volvieron a Jerusalén y reconstruyeron el templo. Con todo, la sinagoga continuó siendo institución del judaísmo palestino, y donde hubiera un grupo de judíos se edificó una sinagoga.

El culto más antiguo de la sinagoga incluía la oración y la lectura y explicación de una porción de la Escritura. Por el tiempo de la Mishna (2do y 3er siglos antes de Cristo), se elaboró un patrón de culto más desarrollado. Éste incluía cinco partes. (1) La šәmaʿ consistía en la lectura de Dt. 6:4–9; 11:13–21; Nm. 15:37–41. (2) La oración incluía «las dieciocho (bendiciones)». Para el texto de estas oraciones, véase E. Schuerer, The Jewish People in the Time of Jesus Christ, Div. II, Vol. II, pp. 85–87. (3) También se leía la ley (esto es, el Pentateuco). Se usaban varios ciclos de lectura. En Palestina la lectura de la porción hebrea era seguida por la traducción aramea, o Targum. (4) En la lectura de los profetas se elegían selecciones que explicaran e ilustraran la ley. (5) El sermón se desarrolló de la traducción y explicación de la lección escritural. En tiempos más antiguos parece que estuvo conectado con la lectura de los profetas. Formaba una parte del servicio de la tarde en el día de reposo. El predicador hablaba sentado desde un lugar elevado (Lc. 4:20). Se podía pedir a cualquier maestro competente que hablara (cf. Hch. 13:14).

La supervisión del servicio de la sinagoga se confiaba al «Rector de la Sinagoga» (archisunagōgos). El «ministro» (ḥazzān) repartía las Escrituras y una vez leída la lección, las quitaba.

Asociado con los servicios de la sinagoga estaba un tribunal conocido como el Sanedrín (véase). En las comunidades grandes el Sanedrín consistía en veintitrés «ancianos» (presbuteroi), en localidades más pequeñas, siete. Uno de estos ancianos era el «principal» (gerousiarchēs). En Palestina el Sanedrín representaba tanto el gobierno civil como religioso. Los castigos eran desde azotes, excomunicación, y, en casos extremos, la muerte. El Sanedrín de Jerusalén estaba asociado con el templo, y sirvió como la corte más alta de entre los judíos (cf. Hch. 9:2).

En el centro de las sinagogas había una plataforma donde se colocaba una linterna. El «arca» que contenía los rollos escritúrales era la parte principal del mobiliario. Asientos de madera rodeaban la plataforma. Los asientos de los principales estaban más cerca del arca.

En la antigua Capernaum se encontró una sinagoga de piedra caliza, la cual se fecha como siendo del tercer siglo d.C. En Dura Europo (Siria) se ha encontrado una sinagoga con elaborados murales que representan escenas del AT. Las sinagogas antiguas miraban hacia Jerusalén. Cuando era posible se construían en la parte más alta de la ciudad y cerca a alguna fuente de agua, la que se usaba para las abluciones ceremoniales.

La sinagoga probó ser un campo fructífero para el evangelismo de los antiguos misioneros cristianos, y su forma de culto influyó grandemente el culto cristiano.

BIBLIOGRAFÍA

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Charles F. Pfeiffer

BA Biblical Archaeologist

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (580). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

En el AT el vocablo “sinagoga” solamente aparece en el Sal. 74.8 (°vm “lugares de reunión”, °nbe “asambleas”), donde es traducción del heb. mô˓ēḏ. No es seguro que la referencia tenga la connotación actual. La LXX utiliza frecuentemente el término gr. synagōgē para la asamblea de Israel, y aparece 56 veces en el NT. El sentido básico es lugar de reunión, por lo que llegó a significar lugar de culto judío. El equivalente heb. del sustantivo gr. es kenēseṯ, reunión de cualquier tipo de personas o cosas con cualquier propósito. En las Escrituras se refiere a una reunión de individuos de una localidad para el culto o la acción en común (Lc. 12.11; 21.12). Posteriormente sirvió para hacer referencia al edificio en el cual se llevaban a cabo tales reuniones.

I. Su significación

No es posible sobrestimar la importancia de la sinagoga para el judaísmo. Más que ninguna otra institución la sinagoga le dio carácter a la fe judía. Allí el judaísmo aprendió su interpretación de la ley. Ez. 11.16, “con todo eso les seré por un pequeño santuario”, fue interpretado por las autoridades judías como que en la dispersión mundial Israel teodría la sinagoga como un santuario en miniatura para remplazar la pérdida del templo. A diferencia del templo había sinagogas en distintos puntos del país, y de este modo el pueblo se mantenía en contacto con sus líderes religiosos. A. Menes afirma que “en el día de reposo y los días sagrados la pérdida del templo y la ausencia de las solemnes celebraciones en torno a los sacrificios fueron profundamente sentidas por los exiliados … la sinagoga … sirvió como sustituto del templo. En la sinagoga no había altar, la oración y la lectura de la Torá ocuparon el lugar del sacrificio. Además, la casa de oración cumplía una importante función social … era punto de reunión y lugar de asambleas, donde podía congregarse el pueblo todas las veces que fuera necesario considerar asuntos importantes de la comunidad. La sinagoga fue la cuna de un tipo completamente nuevo de vida social y religiosa, y sirvió de base para la formación de una comunidad religiosa de alcance universal. Por primera vez se emancipó el monoteísmo judío, en la práctica religiosa, de los lazos con un lugar específicamente designado. Ahora Dios se acercaba al pueblo dondequiera que morase” (“The History of the Jews in Ancient Times”, The Jewish People, 1, pp. 78–152). Actualmente la sinagoga sigue siendo una de las instituciones dominantes del judaísmo y centro de la vida religiosa de la comunidad judía. El libro de Hechos indica el papel significativo que tuvo la sinagoga en la propagación de la nueva fe mesiánica.

II. Su origen

La Biblia no ofrece información concreta sobre el origen de la sinagoga. Lo mismo pasa con las fuentes extrabíblicas, porque los apócrifos no hacen referencia a esta institución. Los libros apócrifos ni siquiera mencionan el incendio de las sinagogas en el país durante las persecuciones de Antíoco Epífanes en el ss. II a.C. (aunque se ha visto una referencia a este hecho en Sal. 74.8). Antes del cautiverio babilónico el culto se centraba en el templo de Jerusalén. Durante el exilio, época en la que fue imposible mantener el culto en Jerusalén, apareció la sinagoga como lugar de oración y de instrucción en las Escrituras. Esa es la opinión general. R. W. Moss sostiene, sin embargo, que “el exilio no marca la primera etapa del origen de la sinagoga, sino una importante modificación de sus funciones; a partir de antonces el culto se convirtió en la principal ocupación, aunque de ninguna manera la única, y las funciones administrativas se interrumpieron por un tiempo” (“Synagogue” en DCG). De todos modos, es probable que Ez. 14.1 pueda servir de base para el origen de la institución: “Vinieron a mí algunos de los ancianos de Israel, y se sentaron delante de mí” (cf. Ez. 20.1). Levertoff afirma sin dudar: “Debe haber surgido durante el exilio babilónico” (“Synagogue” en ISBE).

III. Descripción general

En el ss. I d.C. había sinagogas en todos los lugares donde residían judíos. Cf. Hch. 13.5 (Salamina en Chipre); 13.14 (Antioquía en Pisidia); 14.1 (Iconio); 17.10 (Berea). Las grandes ciudades como Jerusalén y Alejandría tenían numerosas sinagogas. Según una leyenda había 394 sinagogas en Jerusalén cuando Tito destruyó la ciudad en 70 d.C.; otras fuentes estiman que había 480.

Los evangelios hablan de las sinagogas de Nazaret (Mt. 13.54; Lc. 4.16) y Capernaum (Mr. 1.21; Jn. 6.59) como lugares en los que ministró nuestro Señor. El apóstol Pablo las encontró en todos los lugares que visitó: Palestina, Asia menor y Grecia. Según el Talmud (Shabbath 11a), había que construir las sinagogas en terreno elevado o más alto que las casas que la circundaban. Los indicios arqueológicos confirman esta práctica en Palestina. Con toda probabilidad se construyeron las sinagogas según el modelo del templo de Jerusalén. A. Edersheim dice que la disposición interior “es, generalmente, la de dos columnatas dobles, que parecerían haber formado el cuerpo de la sinagoga, y las galerías al E y al O probablemente fueron utilizadas como pasillos. La distancia entre las columnas es muy pequeña, nunca mayor de 3 m” (The Life and Times of Jesus the Messiah, 1, pp. 435).

Había un arca portátil en la que se guardaban los rollos de la Ley y los Profetas (Mðgillah 3.1), arca que se encontraba frente a la entrada del edificio. Se llevaba el arca en procesión en los días de ayuno. Ante el arca y frente a los fieles se encontraban “las primeras sillas” (Mt. 23.6) para los líderes religiosos y las autoridades de la sinagoga. Se leía la ley desde una bēmâ o plataforma (Mðgillah 3.1). Se pueden ver ruinas de tales edificios en Tell Hum (probablemente el lugar donde se encontraba la antigua *Capernaum), Nebartim y otros sitios. Los restos muestran la influencia de un estilo grecorromano. Los ornamentos de las sinagogas eran hojas de parra, el candelabro de siete brazos, el cordero pascual y el recipiente del maná. Los asientos ubicados cerca del pupitre desde el cual se leía eran los más honorables (Mt. 23.6; Stg. 2.2–3). Maimónides dice que “ponían una plataforma en el medio del edificio, de modo que pudiera subir a ella el que leía la ley, o el que pronunciaba palabras de exhortación al pueblo, y que todos pudieran oírlo”. Los hombres se sentaban aparte de las mujeres.

La “gran sinagoga” de la tradición puede haber sido organizada por Nehemías alrededor del 400 a.C. Se dice que tenía 120 miembros (Pirqe Aboth 1.1), que se ocupaban de estudiar la ley de Moisés y trasmitirla. El sanedrín la sucedió (Aboth 10.1). Hay dudas sobre la existencia de esa gran sinagoga, porque los apócrifos, Josefo, y Filón no mencionan dicho cuerpo. Sin embargo, el silencio no es concluyente en cuanto a la existencia de dicho consejo.

IV. Propósito y prácticas

La sinagoga servía al triple propósito de ofrecer educación, culto y gobierno de la vida civil de la comunidad. Aunque estaba sujeta a la ley del país, la sinagoga tenía su propio gobierno (Jos., Ant. 19.291). La congregación estaba bajo el gobierno de ancianos que estaban autorizados a ejercer disciplina y castigar a los miembros. Para el castigo se empleaba el azote y la excomunión. El principal de la sinagoga era el que ejercía su gobierno (cf. Mr. 5.22; Hch. 13.15; 18.8). Supervisaba el servicio para controlar que se realizara de acuerdo con la tradición. El ministro o ayudante (Lc. 4.20) presentaba los rollos de las Escrituras para ser leídos, los colocaba de nuevo en el arca, azotaba a los miembros que hubieran cometido una ofensa, y enseñaba a leer a los niños. Peritz ha demostrado que “la función primaria de las asambleas de la sinagoga era la enseñanza de la ley al pueblo” (“Synagogue” en EBi). El encargado de los fondos de caridad los recibía de la sinagoga y los distribuía. Finalmente, se necesitaba un intérprete competente para parafrasear la Ley y los Profetas en la lengua vernácula, o sea el arameo.

Los que reunían las condiciones podían dirigir el culto (Cristo, Lc. 4.16; Mt. 4.23; Pablo, Hch. 13.15). El sábado era el día establecido para el culto público (Hch. 15.21). La Misná (Mðgillah 4.3) indica que el culto se dividía en cinco partes. Primero se leía el Shemu˓. Esta oración abarca Dt. 6.4–9; 11.13–21; Nm. 15.37–41. Luego se recitaban oraciones preparadas por la sinagoga, de las que las más antiguas y conocidas son las dieciocho peticiones y bendiciones.

La primera de las “dieciocho bendiciones” dice: “Bendito eres tú, Señor Dios nuestro, y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob; el grande, el poderoso y el terrible Dios, el supremo Dios que muestra misericordia y benevolencia, que creaste todas las cosas, que recuerdas todos los hechos piadosos de los patriarcas, y que con amor proveerás un redentor a los hijos de sus hijos por amor a tu nombre. ¡Oh Rey, Salvador y Escudo! Bendito eres tú, o Señor, escudo de Abraham.”

Otra oración dice: “Y a Jerusalén, tu ciudad, retornarás con misericordia, y vivirás en su medio, como has dicho. Y conviértela pronto en nuestros días, en edificio eterno, y el trono de David inmediatamente establecerás en medio de ella.”

El retorno de Israel a la tierra de sus padres, el retorno de la gloria Sekiná al templo y a la Jerusalén reconstruida, y el restablecimiento de la dinastía davídica son temas recurrentes en las oraciones.

A ellas seguía la lectura de la Ley. El Pentateuco, que actualmente se lee en las sinagogas en ciclos anuales, originalmente se cubría en tres años. A la lectura de la primera porción del canon del AT seguía una selección de los Profetas. En la época de Cristo todavía no se había fijado esta porción, sino que el lector podía elegir su propio pasaje (Lc. 4.16ss). La lectura de la Escritura constituía la parte central del culto. Se explicaba la porción de los Profetas y se hacía una exhortación tomándola como base. La bendición concluía el servicio. Adiciones posteriores fueron la traducción y exposición del pasaje de la Escritura que se había leído. Era necesario contar con diez hombres adultos para llevar a cabo el culto público en la sinagoga.

“Sinagoga llamada de los libertinos” o “libertos” (libertinoi, del lat. libertini, *“libertos”, °vm) es el nombre que se aplicó a los fieles de una sinagoga de Jerusalén que disputaron con Esteban (Hch. 6.9). Eran judíos capturados en la campaña de Pompeyo que posteriormente fueron liberados por sus amos, y en consecuencia se les acordó el privilegio de la ciudadanía romana.

En Ap. 2.9 y 3.9 se hace referencia a la “sinagoga de Satanás”. Como las citas son de carácter general, es imposible identificar precisamente a aquellos a quienes se refiere Juan. Aparentemente se trataba de un partido herético dentro de la naciente iglesia.

Bibliografía. N. Fuglister, “Estructuras de la eclesiología veterotestamentaria”, Mysterium salutis, 1969, vol. IV, t(t). I, pp. 30–105; J. Leipoldt, W. Grundmann, El mundo del Nuevo Testamreno, 1973, t(t). I, pp. 312–314; C. Guignebert, El mundo judío hacia los tiempos de Jesús, 1959, pp. 60–78; E. Schürer, Historia del pueblo judío en tiempos de Jesús, 1985, t(t). II, pp. 549–588.

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C.L.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Sinagoga. Lancucie

Contenido

  • 1 Nombre
  • 2 Origen
  • 3 Historia
  • 4 Organización
  • 5 Liturgia
  • 6 Edificio

Nombre

Lugar de asamblea de los judíos. El griego sunagogé, de donde proviene el latín synagoga, francés, synagogue, e inglés synagogue, significa una reunión, una asamblea; y es usado en los Setenta para traducir el hebreo ‘RH. La traducción aramea es KNSHA (cf. arábigo Kanîsah, una iglesia) con la cual está emparentada la nueva palabra hebrea KNST. MenorahEn el nuevo hebreo el lugar de reunión era llamado BYT, HKNST, casa de reunión, es decir oikos sunagoges. En el transcurso del tiempo, la palabra sola sinagoga pasó a significar no sólo la reunión, sino la casa de reunión, la enseñanza de ella y, en el sentido más amplio, el cuerpo político de los judíos. Este sentido amplio de la palabra sinagoga se ve en el uso que hace Juan de la palabra ‘aposunagogós, “ excomulgados” o “expulsados de la sinagoga “(cf. 9,22; 12,42; 16,2). Otro nombre griego de la sinagoga, usado por los judíos helenísticos, es proseuké, acortado por la analogía de sunagogé, de oikos proseukos, casa de oración (cf. Filón: “In Flacc.”, 6,7; “Ad Gaium”, § 20.23.43).

Esta frase está en la traducción de los Setenta de Isaías 56,7: “Mi casa será llamada casa de oración [BYT TPLCH] para todas las naciones.” La proseucha latinizada de Juvenal (Sat., III, 296) significa la casa de oración judía o sinagoga. Josefo (Antiq., XVI, VI, 2) cita un edicto de Augusto, en el que llama a la sinagoga sabbateíon, “la casa del Sabbath”.

Origen

Gran Sinagoga de Roma La oscuridad envuelve los primeros comienzos de la sinagoga. El Talmud de Jerusalén (en Éx. 18,20) la remonta a la época de Moisés; así también, la tradición de los judíos de Alejandría, de acuerdo con el testimonio de Filo Judeo, “De Vita Mosis” (III, 27) y Josefo, “Contra Apión”, (II, 17). Esta tradición rabínica no es confiable. Techo de la Gran Sinagoga
Fue probablemente durante el cautiverio en Babilonia que la sinagoga se convirtió en una característica nacional del culto hebreo. Lejos de su Templo, los judíos exiliados se reunían en casas de reunión locales para el culto público. Ruinas de la Sinagoga de CaparnaúmSe les prohibía ofrecer sacrificios; no así la oración en común. Cuanto más largo era su exilio del altar del sacrificio nacional, mayor era su necesidad de casas de oración; esta necesidad fue satisfecha por un número cada vez mayor de sinagogas, esparcidas por toda la tierra de exilio. Este sistema nacional de culto en la sinagoga fue traído desde Babilonia a Jerusalén. Que la sinagoga data de muchas generaciones antes de los tiempos apostólicos, está claro por la autoridad de Santiago: “Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores y es leído cada sábado en las sinagogas.” ( Hch. 15,21).

Historia

Desde el principio del cristianismo la sinagoga se encontraba en pleno poder de sus diversas funciones; el Nuevo Testamento habla de ella 55 veces. La palabra se usa para designar el cuerpo político de los judíos en doce ocasiones:

  • 2 veces en Mateo (10,17; 23,34);
  • 1 vez en Marcos (13,9);
  • 3 veces en Lc. (8,41; 12,11; 21,12);
  • 4 veces en los Hechos (6,9; 9,2; 22,19; 26,11): y
  • 2 veces en los escritos de Juan ( Apoc. 2,9; 3,9).

El significado más restringido de lugar de reunión aparece 43 veces en el Nuevo Testamento: * 7 en Mateo (4,23; 6,2.5; 9,35; 12,9; 13,54; 23,6);

  • 7 veces en Marcos (1,21.23.29.39; 3,1; 6,2; 12,39);
  • 12 veces en el de Lucas (4,15.16.20.28.33.38.44; 6,6; 7,5; 11,43; 13,10; 20,46);
  • 14 veces en los Hechos (9,20; 13.5.14.42; 14,1; 15,21; 17,1.10.17; 18,4.7.19.26; 19,8);
  • 2 veces en Juan (6,59; 18,20), y
  • 1 vez en Santiago (2,2).

[[Archivo: ]] Nuestro Señor enseñó en las sinagogas de Nazaret (Mt. 13,54; Mc. 6,2; Lc. 4,16), y en Cafarnaúm (Mc. 1,21; Lc. 7,5; Jn. 6,59). San Pablo predicó en las sinagogas de Damasco (Hch. 9.20), Salamina en Chipre (Hch. 13,5), Antioquía en Pisidia (Hch. 13,14), Iconio (14,1), Filipo (16,13), Tesalónica (17,1), Berea (17,10), Atenas (17,17), Corinto (18,4.7), y Éfeso (18,19). Es digno de notar que a pesar de su uso frecuente de la casa de reunión, San Pablo en su rígido antagonismo nunca se dignó a hacer mención de la sinagoga. Él designa el judaísmo por el término “circuncisión”, y no como lo hacen los evangelistas, por la palabra “sinagoga”. E incluso al hablar de los judíos como “la circuncisión”, San Pablo evita la palabra aceptada peritomé, “un corte alrededor”, una palabra empleada por Filón de Alejandría para el judaísmo y reservado por el apóstol para el cristianismo. El enemigo jurado de la “falsa circuncisión” toma una palabra griega corriente: katatome, “un corte hacia abajo”, y con la vigorosa estampa de su fantasía, sella sobre ello un significado totalmente nuevo y exclusivamente paulino —la falsa circuncisión del judaísmo.
En el momento de la destrucción de Jerusalén (año 70 d.C.) había en la ciudad 394 sinagogas, según el Talmud babilónico (Kethub. 105 a); 480, según el Talmud de Jerusalén (Megilla 73 D). Además de estas sinagogas para los judíos de Palestina, cada grupo de judíos helenísticos en Jerusalén tenía su propia sinagoga —los libertinos, los alejandrinos, cirenenses, los cilicios, etc. (Hch. 6,9). Josefo habla de la sinagoga que Agripa I erigió en Dora (Antiq. XIX, VI, 3), de la sinagoga cesárea que se rebeló contra Roma (Bell, Jud., II, XIV, 4), de la gran sinagoga de Tiberíades ( Vita, 54) y de la sinagoga de Antioquía de Siria a donde llevaron los vasos sagrados en la época de la guerra de los seléucidas (Bell. Jud., VII, III, 3). Filón es la autoridad para la existencia, durante el siglo I d.C., de muchas sinagogas en Alejandría (Leg. ad Gaium, 20), y de no pocas en Roma (ibid., 23). En el norte de Galilea, hay numerosas ruinas cuyo estilo de arquitectura e inscripciones son indicativas de sinagogas del siglo II y, quizás, del I d.C.

Los franciscanos están participando en la restauración de la sinagoga en ruinas de Tel Hum, el sitio de la antigua Cafarnaúm. Esta hermosa y colosal sinagoga fue probablemente en la que enseñó Jesús (Lc. 7,5). De las ruinas de sinagogas de Galilea, la de Kefr Bir’im es la más perfectamente conservada. Varias inscripciones en griego, recientemente descubiertas en el Bajo Egipto, hablan de sinagogas construidas allí en la época de los ptolomeos. Una losa de mármol, desenterrada en 1902 a unas veinte millas (32.18 kms.) de Alejandría, dice: “En honor del rey Ptolomeo y la reina Berenice, su hermana y esposa, y sus hijos, los judíos (dedicamos) este proseuché. Tanto el Talmud de Jerusalén como el babilónico mencionan numerosas sinagogas de Galilea que eran centros literarios rabínicos, y de influencia religiosa y política en Séforis, Tiberíades, Escitópolis, etc. La ley talmúdica obligaba a cada asentamiento judío a tener su propia sinagoga; los miembros de la comunidad podían obligarse entre sí a la construcción y el mantenimiento del mismo; y, de hecho, los miembros de la comunidad judía eran designados como “hijos de la sinagoga”. Para la historia posterior de la sinagoga, vea judaísmo, historia de los judíos.

La Gran Sinagoga es digna de mención especial, ya que la tradición judía le asigna el importante papel de la formación del Canon del Antiguo Testamento. Se dice que fue fundada por Esdras a mediados del siglo V a.C., y que ha sido un conjunto permanente y legislativo de dos y medio siglos. La Mishná (Pirke Aboth, I, 1) afirma que los profetas le transmitieron la Tora a los hombres de la Gran Sinagoga. “Aboth rabino Nathan” (un tratado post-talmúdico) parafrasea esta declaración con la inclusión de los últimos tres profetas en este conjunto: “Ageo, Zacarías y Malaquías recibieron [la Tora] de los profetas; y los hombres de la Gran Sinagoga la recibieron de Ageo, Zacarías y Malaquías.” Es imposible decir por cuánto tiempo este alegadamente autoritativo cuerpo tuvo el control de la religión de Israel. La cronología judía desde el Exilio hasta la conquista de Alejandro está lejos de ser clara. El rabino Jeremías (Jerus. Talmud, Berakot, 4d) dice que los ciento veinte ancianos componían este este cuerpo e instituyeron las oraciones y bendiciones del Kidush y habdalah. El Talmud, por el contrario (Peah, II, 6), le transmite la Tora desde los profetas a la Zugoth (Pares) sin la intervención de la Gran Sinagoga. Sea cual fuere la tradición judía de la Gran Sinagoga, la crítica histórica la ha excluido de la corte. Kuenen, en su trascendental monografía “Over die Mannen der groote synagoge” (Amsterdam, 1876), muestra que una sola reunión llegó a ser considerada como una institución permanente. Los levitas y el pueblo se reunían una vez y sólo una vez, probablemente con motivo de la alianza descrita por Nehemías (Neh. 8 – 10), y la importante asamblea se convirtió en el núcleo alrededor del cual se envolvieron las fábulas de la tradición judía posterior. Tal es la conclusión de W. R. Smith, “The Old Testament of the Jewish Church”, p. 169; Ryle, “Canon of the Old Testament”, p. 250; Buhl, “Canon and Text of the Old Testament”, p. 33; Driver, “Introduction to the Literature of the Old Testament”, 6ta. ed., p. 7.

Organización

Judicial

Los hijos “de la sinagoga” se regían por un consejo llamado bêth dîn, “casa de justicia”; o en griego: sunédrion “consejo” (transcrito SNHKRYN sanedrín), o en griego: boulé, “consejo”. Los miembros de este consejo eran veintitrés en las grandes ciudades, siete en las pequeñas; y eran llamados ‘árchontes, “gobernantes” ( Mt. 9,18.23 y Lc. 8,41), o presbúteroi, “ancianos” (Lc.7,3). Los “jefes de la sinagoga” tenían en ella el poder para castigar con la excomunión, los azotes y la muerte:

  • (a) La excomunión de la comunidad de la sinagoga era llamada herem; hebreo, CHRM; griego, ‘anáthema, (vea anatema). Ambas palabras, la hebrea y la griega, significan que un objeto es “sagrado” o “maldito” (cf. arábigo, hárîm, harén, un recinto sagrado para las mujeres de un hogar o la mezquita de una comunidad).
  • (b)La flagelación (hebreo: MNVT, cf. Makkoth, III, 12; griego, mastigón, cf. Mt. 10,17; 23,34; déro, cf. Mc. 13,9; Hch. 22,19) consistía de treinta y nueve azotes (Makkoth, III, 10; 2 Cor. 11,24) descargados el “siervo de la sinagoga”, hazzan, ’uperétes, para los delitos menores. Tres ancianos componían un tribunal competente para infligir la pena de flagelación. Es probable que sea a este tribunal menor al que Nuestro Señor se refiere: “Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal”, en griego, ’énochos ’éstai te krísei ( Mt. 5,22).
  • (c) El sanedrín imponía la pena de muerte en sesión plenaria de veintitrés ancianos (cf. Sanedrín I, 4). A tal sanción o a la de excomunión probablemente se debió haber referido Nuestro Señor con las palabras: “Y el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el sanedrín”, ’énochos ’éstai to sunedrío (Mt. 5,22).

Litúrgica

El “jefe de la sinagoga”, griego, archisunagogos (Mc. 5,22.35.36.38; Lc. 8,49; 13,14; Hch. 13,15; 18,8.17), rôsh hákkeneséth (Sota, VII, 7) presidía la sinagoga y sus servicios. Esta presidencia no impedía que los “hijos de la sinagoga” oficiaran libremente. Testigo de esto es la libertad con la que Nuestro Señor y San Pablo se pusieron de pie para explicar las Escrituras en las diversas sinagogas de Palestina y la Diáspora. El hazzan, “siervo”, entregaba los rollos a los lectores y enseñaba a los niños.

Liturgia

El servicio de la sinagoga constaba de cinco partes, a saber:

(1) El Shema’ se compone de Deut. 6,4-9; 11,13-21; Núm. 15,37-41 —dos bendiciones de apertura para la mañana y la tarde, una bendición de cierre para la mañana y dos para la tarde. Estas bendiciones son llamadas Shema’ por las palabras de apertura, el imperativo hebreo: SM’: “Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh”. Se desconoce el origen de la Shema’, como el de otras partes de la liturgia judía; pero indudablemente es pre-cristiano, pues ordena el uso de las filacterias o bandas frontales —bandas de oración usadas sobre el brazo y entre los ojos— durante la recitación del gran mandamiento del amor de Dios (cf. Deut. 6,8; 11,18). Estas filacterias (griego, phulaktéria) son llamadas en el Talmud “la oración que es para la mano”, hebreo, TPLH SL YK, y “la oración que es para la cabeza”, en hebreo, TMLH SL RAS. El uso de las dos bandas estaba en boga en la época cristiana ( Mt. 23,5; Josefo, “Ant.”, IV, VIII, 13).

(2) La oración es llamada “la decimoctava”, Shemónéh ‘esréh, (hebreo SMNH ‘SRH), debido a sus dieciocho bendiciones y peticiones. Hay dos recensiones: la babilónica, que es de uso común, y la palestina, que Schechter descubrió recientemente en un genizah de El Cairo (manuscritos-caja). Dalman (Worte Jesu, p. 304) considera que las peticiones 7, 10-14, son posteriores a la destrucción de Jerusalén (año 70 d.C.). La decimosegunda petición de la recensión palestina muestra que los cristianos eran mencionados en esta oración diaria de la sinagoga:

”Que los cristianos y herejes perezcan en un momento;
Que sean borrados del libro de la vida;
Que no sean inscritos con los justos. ”

La recensión babilónica omite el hebreo (NTSRYM) los cristianos. La oración del Señor está compuesta, de manera similar, de peticiones y alabanzas, pero en un espíritu muy diferente y no judío de amor a los enemigos.

(3) Tora: El Talmud de Jerusalén (Megilla, 75a) nos dice que la lectura de la Ley en el Sabbath, días de fiesta, novilunios y medios días de fiesta era de institución mosaica, y que Esdras inauguró la lectura de la Tora los lunes, jueves y sábados. Esta tradición talmúdica, aunque no muy fiable, apunta a una costumbre muy antigua. La Ley era dividida en cincuenta y cuatro secciones, sedarîm, que constituían una perícopa del Pentateuco para la lectura sabatina. Para los sábados especiales se asignaban lecturas especiales; se llamaban siete lectores al azar, y cada uno leía su parte.

(4) Los profetas: Paralela a la lectura de le perícopa de la Tora está la lectura de la perícopa de los profetas, o segunda parte del canon hebreo. Estas secciones se escogían con mira a ejemplificar o llevar a la mente la anterior lectura de la Ley. El nombre de la sección de los Profetas, haphtara (de Hiph’il del hebreo: PSR “despedir”), indica que al principio el servicio de la sinagoga aquí llegó a su fin.

(5) La lectura de la Escritura: Incluso en la época de Cristo, la exposición de la Escritura era parte de la liturgia de la sinagoga (Mt. 4,23, Mc. 1,21; 6,2). Cualquiera de los hermanos podía ser llamado a dar la “palabra de exhortación» (Hch. 13,15). La ordenanza talmúdica (Megilla, IV, 4) era que el methürgeman, intérprete, parafrasease la sección de la Tora un verso a la vez y la sección de los Profetas de uno a tres versos a la vez. Estas paráfrasis eran llamadas tárgûmîm; una larga exposición de una sección es un midrash. Anteriormente había un canto antifonal de uno u otro de los Salmos 105-107, 111-119, 116-118, 125, 136, 146-150. El chantre cantaba verso tras verso y el coro repetía el primer verso del Salmo. Al final él cantaba la doxología y llamaba al pueblo a cantar Amén, lo cual ellos hacían.

Edificio

Localización

En Palestina las sinagogas eran construidas dentro de la ciudad. En la diáspora escogían generalmente un lugar fuera de las puertas de la ciudad ya fuese a orillas del mar o de un río ( Hch. 16,13). El Tosephta (Megilla, IV, 22) ordena que la sinagoga esté en el lugar más alto de la ciudad y de cara hacia el este. Las ruinas de las sinagogas de Galilea no muestran el cumplimiento de esta ordenanza.

Estilo arquitectónico

No parece haber habido ningún estilo arquitectónico establecido para la sinagoga. Hasta años recientes, la sinagoga había sido construida en cualquier estilo en boga en el lugar y la época de construcción. La sinagoga en ruinas de Merom está en el dórico rígido. La de Kafr Bir’im está en una modificación greco-romana del corintio. El edificio es de forma cuadrangular. En la fachada principal hay tres puertas, cada una de las cuales tiene un arquitrabe sumamente ornamentado; sobre el centro del portal hay un arco romano cuidadosamente labrado. Posteriormente se construyeron sinagogas rusas en un estilo decididamente ruso. En Estrasburgo, Munich, Cassel, Hanover y en otros lugares las sinagogas muestran la influencia de diferentes estilos de las iglesias de esas ciudades. Naturalmente, el plan cruciforme no se sigue; se omiten los transeptos. Las sinagogas de Padua, Venecia, Livorno y otras ciudades italianas son de estilo renacentista. Desde la expulsión de los judíos de España, las formas moriscas han llegado a ser consideradas el rasgo distintivo de la arquitectura de la sinagoga. El Tránsito y Santa María la Blanca, ambas en Toledo, son dos de los mejores ejemplos de esta arquitectura morisca bajo la influencia judía.

Organización interior

El arca, (hebreo, arôn tébah) que contiene los rollos sagrados, estaba colocada en el extremo oriental frente a la entrada del edificio de planta rectangular. En el centro había una plataforma elevada (griego, bema; hebreo BYMH) y sobre ella el atril (en griego, analogeion; hebreo, ANLVGYN). Esta plataforma elevada también se llama “almenar”, una palabra corrompida del arábigo Al-minbar, la “silla”, el “púlpito”. Estos dos artículos son el mobiliario interior esencial de la sinagoga. Originalmente el Arca era sólo un nicho en la pared. Con el tiempo, al ser el artículo más digno, recibió el mayor interés en el arreglo decorativo. Hoy en día, se levanta en lo alto, se aborda por tres o más escalones y está cubierta por un dosel elaboradamente embellecido. El almenar también ha sido objeto de diversos adornos. Se aborda por escalones, a veces tiene asientos, tiene barandillas y en ocasiones está rodeado por una reja; alrededor o a ambos lados del mismo están los asientos para la congregación (en griego: klinter, hebreo: RTLQ). Los primeros asientos (griego: protokathedria (cf. Mt. 23,6; Mc. 12,39; Lc. 11,43 y 20,46) son los más cercanos el arca; están reservados para aquellos que son más elevados en rango (cf. Tosephta, Megilla, IV, 21). Las mujeres, al menos desde la Edad Media, se sientan en galerías a las que entran por escaleras desde el exterior. Anteriormente estas galerías eran muy altas, pero ahora son lo suficientemente bajas para mostrar tanto el Arca como el almenar.

Bibliografía: SCHÜRER, Gesch., II (3ra. ed., Leipzig, 1873), 427-64, tr. (Edimburgo, 1885-87); GRÄTZ, Gesch., IV-XI (Leipzig, 1863-88); ZUNZ, Gottesdienstliche Vorträge der Juden (Berlín, 1832); DALMAN, Synagogaler Gottesdienst, en HERZOG’s Real- Encyklopädie; ABRAHAMS, Jewish Life in the Middle Ages (Londres, 1896); LÖW, Der Synagogale Ritus in Monatschrift, 1884, IV, 1-71; KOHLER, Ueber die Ursprüngs u. Grundformen der synagogalen Liturgie in Monatschrift, 1893, XXXVII, 441-51.

Fuente: Drum, Walter. “Synagogue.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912.
http://www.newadvent.org/cathen/14379b.htm

Traducido por L H M.

Revisado por José Gálvez Krüger

Imágenes : Gentil colaboración de Elzbieta Kwapisz y Sitine Gil

[1] Hebraísmo de Iglesia: discurso de Juan Pablo II en la Sinagoga de Roma.

[2]Hebraísmo e Iglesia. Discurso de Benedicto XVI en la sinagoga de Roma.

[3] David.

Fuente: Enciclopedia Católica