"El Setiet" Boletín Informativo Nº 8

La siega

 

 LAS CUADRILLAS DE SEGADORES  

  • Con la introducción del regadío en el campo de Elche, a principio de siglo, los cultivos de cereales se extendieron en todas las fincas de nuestro término municipal, al tener asegurada la cosecha gracias a la disponibilidad de agua para riego. Por lo tanto, la demanda de mano de obra para la siega y recolección del trigo y otros cereales se incrementó notablemente. 
  •     Tradicionalmente, las cuadrillas de segadores provenían de la Mancha y poblaciones de la Vega Baja y Murcia, ya que los jornaleros autóctonos de la zona eran insuficientes para llevar a cabo enteramente el trabajo. En general, éstas se componían de cuatro o cinco miembros a la cabeza de los cuales estaba el mayoral, que era el encargado de tratar con el dueño de la finca en la que iban a desarrollar su trabajo. A menudo, se establecían lazos de amistad entre ambos, de manera que año tras año venían desde sus tierras de origen para trabajar en la misma finca durante al siega. 
     

  • El mayoral, en cuanto recibía el aviso del dueño de la finca donde solía empezar la temporada de siega, reunía su cuadrilla de segadores y se desplazaban con los medios de la época: a pie, en carro, en tren ... hasta su lugar de trabajo. Una vez allí, eran hospedados generalmente en los pajares o almacenes de la casa, lugar donde solían pernoctar abrigándose con una manta. Su equipaje era ligero. Se componía de un petate en el que llevaban la muda y los efectos personales. La mayor parte de ellos permanecían en el lugar durante toda la temporada, ya que, con frecuencia , después de trabajar en una finca pasaban a trabajar en otra cercana. Otras cuadrillas, cuyo lugar de procedencia era más cercano, a veces volvían a sus casas los fines de semana. 
  •     En lo referido al aseo personal y lavado de las mudas, eran ellos mismos los ue debían encargarse de tal tarea, aunque las mujeres de las casas, a menudo, solían ayudarles en este cometido. 
  •     La siega empezaba de manera inmediata. Por las mañanas se levantaban a la salida del sol, tomaban un desayuno ligero a base de algunos rollos hechos en casa y un trago de aguardiente, que tenía preparado el ama de la casa. Acto seguido, se marchaban al tajo y empezaban a segar. A las ocho, hora solar, el mayoral mandaba descansar y se almorzaba pan y companaje. Para beber disponían de una botija y un barrilito con vino, que se guardaban en un sombraje que hacían cerca del tajo. 
  •     Al mediodía, a las 12 hora solar, se paraba para comer. Si estaban cerca de la casa, la dueña les preparaba unas sopas de ajo, unas gachasmigas o, en ocasiones, un perol de arroz y conejo, que comían sentados en el suelo. Si estaban lejos, les llevaban la comida. Se hacía la siesta bajo cualquier sombra y a las tres y cuarto se ponían a segar hasta la puesta del sol. 
  •     Además de estos descansos, se hacían dos paradas por la mañana y otras dos por la tarde para fumar. Eran las llamadas fumaes, en las que se descansaba durante un cuarto de hora habitualmente. Se encendía un cigarrillo y se bebía un poco de aguardiente . Al mismo tiempo, se aprovechaba para afilar las hoces de filo, que eran las que llevaba la gente de Redován. Los de Abanilla utilizaban las hoces de dientes y, además, un delantal blanco que los distinguía. 
  •     Cada segador llevaba sus hoces, zoquetas para proteger los dedos de la mano izquierda del filo de la hoz al segar, y algunos dedales de cuero para resguardar el dedo índice que no estaba protegido por la zoqueta. 

    

SEGAR Y GARBEAR 

  • La siega se efectuaba alrededor del 6 u 8 de junio, momento en el que el trigo se encontraba en el estado perecto para ser segado. Para ello, los segadores utilizaban hoces de fil generalmente, aunque la forma de segado pudiera variar según la tradición y los medios disponibles en cada casa, pudiéndose utilizar desde la zoqueta hasta los dials o dises. 
  •     La forma de segar era a roamano, pues a puño, como en la cebada, era imposible. El trigo, tal y como se segaba, se ataba con la misma paja formando el llamado ataxillo. Éste se formaba cogiendo un puñado de cañas de la mayor talla, se sepaban por la mitad, cogiendo las espigas con la mano izquierda y torciéndolas, a fin de que éstas quedasen tendidas en el suelo y a un lado, de modo que la presión de la garba oprimiera las espigas. Seguidamente, la mies se segaba y se ataba a una mano, quedando todas las espigas a un lado. 
     

  roamano

  garba

 

  • Una vez terminada la tarea de la siega, se pasaba al cometido de recoger en garbas el trigo o la cebada cosechada. De este modo, para formar una garba se precisaban dos roamanos, que el segador había ido dejando sobre el suelo en montones.
  • Normalmente, la garba de cebada quedaba acostada sobre el suelo, mientras que el trigo se ponía en posición vertical, quedando la espiga bien hacia arriba bien hacia abajo, según el segador. El paso siguiente era formar los caballones que constaban de un número de 12 garbas -que iban anudadas con cebada o un cordel de esparto por la parte central- y amontonarlos, de modo que las espigas quedaban mirando hacia arriba. 
  •     Una vez se observa que la mies está seca, se empieza a segar. Los segadores se situaban de la siguiente forma: A la derecha el mayoral, quien ordenaba a qué hora se ponían a trabajar, cuando había que descansar o fumar. El espacio que debía ocupar cada segador o huita dependía de si el corte de trigo debía ser más o menos fuerte. Generalmente, el trigo se segaba a roamano y el espacio que ocupaba cada segador era de 1’50 a 2 metros. Los descansos eran dos por la mañana y dos por la tarde. La mayoría de las garbas se componían de 2 roamanos, es decir, de dos brazadas. Ésta se ataba con la msima paja, cojiendo un puñado de cañas de las más largas, separándolas por la mitad y torciéndolas. Se tendían en el suelo y encima se cruzaba el resto de la garba, quedando las espigas debajo oprimidas sobre la mies. Entonces, se cogían las dos mallas con las que habíamos formado el ataillo y, oprimiendo la garba sobre la rodilla, se trocían las mallas, pisándolas debajo. Así, quedaba la garba formada. Una vez segado y atado todo, se empieza a acabllonar, que consistía en formar grupos de 12 garbas, colocándolas de pie con las espigas hacia arriba. 
    Antonio López Brotons 
     

ESPIGAR 

  • La siega empezaba con las primeras luces del día. A esa hora, el fresco de la mañana hacía menos penoso el trabajo. También las plantas estaban húmedas por el rocío de la noche, lo que hacía que al cortar no se desprendiese ninguna espiga de su tallo. Hacia media mañana, cuando el sol empazaba a calentar la paja del sembrado se secaba y se volvía quebradiza. Esto producía que a cada golpe de la hoz alguna espiga se pudiese desprender y caer al suelo. Con la cebada, al ser de fibra más fina y débil que el trigo, ocurría en mayor porcentaje que en éste. 
  •     No solo al segar se caían las espigas, sino también al atar las garbas, al llevarlas para formar los caballones o al subirlas al carro para el transporte de la era. Todo ello dejaba en el bancal un resto de espigas perdidas que debían recuperarse. 
  •     El espigador o espigadora solían ser niños o bien mujeres. En las plantaciones pequeñas llevaban a cabo este trabajo la esposa del agricultor o los niños de la casa. En superficies mayores se contrataba personal, siendo la forma de pago diversa. Había veces que quien espigaba se quedaba con la mitad de lo recogido, mientras que en otros casos el amo era más generoso y el espigador se quedaba con todo lo recolectado. También podía ser hecho este trabajo por un módico estipendio. 
  •     Unas veces se espigaba detrás de los segadores, caso en el que había que repasar otra vez después de garbeado ya que, donde habían estado los caballones y cargado el carro, solían quedar espigas sueltas. Lo más práctico era esperar a que el bancal estuviese limpio de garbas para hacerlo. 
  •     La operación se realizaba del siguiente modo: Se cogía un cabasset de mitja barsella. Se ataban sus asas con una cuerda y se agarraba ésta con una mano, mientras que con la otra se iban recogiendo las espigas depositadas en el cabasset. De esta forma, se repasaba todo el bancal y, cuando el cabasset estaba lleno, se vaciaba en un saco o en una saria o sera. 
  •     Algunos añadían un sobrerrepaso. De este modo, después del espigado se llevaba a pacer un rebaño de ganado caprino o lanar al bancal. Tras el paso de estos, la posibilidad de que quedara alguna espiga era remota. 

 

 CARGAR UN CARRO 

  • Realizada la siega, los carros ya estaban preparados para transportar las garbas de trigo o cebada. En el centro de estos se situaba un tablero o unas bolsas sobre el que después se irían disponiendo las garbas. Los laterales iban equipados con unas estacas largas, que sobresalían aproximadamente un metro del varal, llamadas punteras, siendo las delanteras y traseras con frecuencia las más prolongadas. Éstas se extendían hacia abajo, clavándose en el espacio que hay entre las cadenas o cordeles que sujetan el tablero, en la prolongación de las varas. Las garbas se colocaban a lo largo del varal en el sentido de la marcha de tres en tres. A fin de igualarlas se tiraba del vensill y después se pisaban, quedando, de este modo, prietas y bien emparejadas. Las garbas se iban cruzando en cada piso que se añadía para darle trabazón y consistencia a la carga. Una vez sobrepasadas las punteras, se iba cerrando por los costados la carga, con objeto de que ésta no se desparramara al alcanzar una mayor altura por los costados debido a los bandazos que podía dar el carro. Al mismo tiempo, se iban colocando las pulseras que consistían en cuatro garbas de cebada, tres si eran de trigo, que se colocaban de forma vertical en los extremos de los varales y se ataban a la puntera, quedando las espigas, si éstas eran de trigo, hacia abajo. En la parte delantera del carro se colocaban cuatro garbas de forma vertical para aumentar la capacidad del carro una vez que este iba aumentando en volumen y altura. La primera de estas cuatro garbas se enganchaba con el ataillo, pasándolo por la puntera mayor para que resistiese más el peso de las garbas de arriba, mientras que las otras se sostenían enganchando el ataillo a las puntas de las garroteras que sobresalían del varal. Cuando la carga estaba completa, se cogía la soga, que se hallaba atada a una anilla que quedaba unida a la punta del varal, y se pasaba por debajo de los ataillos o vensills. La soga se tiraba por encima del carro y se pasaba por el varal o bien por una villorta que podía ir atada a este último. A continuación, se tiraba de la soga para apretar las garbas unas sobre otras hasta quedar bien apretadas. En suma eran cuatro las pulseras que sujetaban el carro en los baches y cuestas, de manera que se ganaban doce garbas más de trigo o dieciséis de cebada. 
  • EL USO DEL GANCHO Y DE LA VILLORTA : 

El uso del gancho y de la villorta, en los carros del campo dedicados al transporte de las garbas de cebada, trigo o leña de los saladares, era muy frecuente y necesaria, porque difícilmente se podía emparejar un carro sin llevar estos aperos. 

           gancho 

  villorta

 

El gancho y la villorta iban atadas al mismo cordel. Esta última era atada a una anilla que iba debajo de la "trava" delantera. La villorta se ataba a unos 2’75 metros de la "trava" delantera, donde estaba atado el cordel, y en la parte trasera iba otro gancho atado a una anilla que iba unido a la "trava" trasera. Una vez cargado el carro, y colocada la última fila de garbas o leña, se lanzaba el cordel hacia la parte superior centrando el hombre que iba arriba la villorta para dejarlo caer  posteriormente.  El hombre que estaba en tierra lo pasaba por el gancho trasero y, entonces, mandaba el resto del cordel arriba para que lo pasara por la villorta y lo devolviera atrás. El hombre del suelo lo recogía y tiraba. Cuando el hombre de abajo avisaba con un ¡ TIRA!, el que quedaba arriba cogía el cordel de la segunda pasada y tensaba la carga. Finalmente, la persona que estaba bajo tiraba con fuerza a fin de apretar lo máximo posible la carga para evitar que, si el viaje era largo, ésta se descompusiera. 

 

 LA GARBERA 

  • Llegados a la era, se empezaba a emparejar y formar la garbera. En primer lugar, se calculaba la cantidad de trigo o cebada que se había cosechado y se formaba la base, que consistía en colocar las garbas muy juntas formando un cuadro más largo que ancho, que tenía la forma de un rectángulo. De este modo, se iban poniendo las garbas sobre el suelo de la era, de manera que las que se iban colocando en la parte superior se iban derivando hacia el interior, con el fin de ir cerrando la garbera para que quedara protegida de las posibles lluvias. Las garbas quedaban dispuestas de forma paralela, recostándose unas junto a otras en la misma dirección. Las esquinas del rectángulo que se habían formado se pisaban ya desde el segundo nivel con otras garbas que se situaban de forma tranversal cruzando, de esta forma, las que quedaban por debajo, con objeto de que cerraran y dieran robustez al conjunto. 
     La garbera llegaba a alcanzar hasta unos dos metros de altura, por lo general, y siempre eran rematadas en forma de cúspide. 
     Juan Galiano "Broses"