Sobre la dependencia mundial del petróleo

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“TARDE O TEMPRANO SERÁ INEVITABLE UN CAMBIO DE SISTEMA ENERGÉTICO”
La sociedad en la que vivimos a día de hoy depende totalmente de los combustibles fósiles y sobre todo del petróleo. La posibilidad de acceso a un recurso barato y de gran poder energético ha permitido a la humanidad, y sobre todo a su parte más desarrollada, acelerar el crecimiento económico e incrementar el bienestar de la población como nunca había pasado en la historia. Este crecimiento ha permitido a los ciudadanos poder disfrutar de grandes comodidades, ya sea en forma de vehículos privados, productos, calor en el hogar o posibilidades de moverse alrededor del mundo.
A pesar de todos los beneficios que ha aportado a la ciudadanía mundial, el petróleo tiene dos grandes defectos. El primero es que como combustible fósil no es inagotable, ya que sus reservas terrestres son finitas y, por tanto, nadie con un mínimo de sentido común puede rebatir que eventualmente se acabará. El segundo es que, como todos los demás combustibles fósiles, no es inocuo. Su consumo significa un nivel de emisiones muy elevadas de dióxido de carbono y otros gases contaminantes. Emisiones que están acelerando el cambio climático de forma exponencial ocasionando innumerables catástrofes ecológicas y previsiones futuras aún más graves. A la vez, los productos derivados del petróleo tienen consecuencias negativas demostradas sobre la salud humana y animal, y la existencia de estos productos representa un problema grave y creciente de contaminación, ya que no son biodegradables.
Teniendo en cuenta la dependencia que tenemos del petróleo y las consecuencias ecológicas inexorables que provoca su consumo creciente es evidente que esto supone un desafío económico, social y político de una magnitud inmensa y sin precedentes en la historia reciente.
Los países exportadores de petróleo y las grandes empresas relacionadas con esta industria han disfrutado durante muchos años de lo que podríamos denominar la gallina de los huevos de oro. Esto, juntamente con la dependencia global del petróleo, ha hecho que el poder político y económico de este sector sea enorme y pueda influir en políticas y actitudes en todo el mundo. La geopolítica mundial ha girado alrededor de los recursos energéticos y muchos de los conflictos bélicos actuales y de la historia reciente tienen que ver con la necesidad de los países de asegurarse el suministro del preciado oro negro. Las tensiones internacionales creadas a raíz de las disputas geo-estratégicas han causado infinidad de tragedias humanitarias y violaciones de los derechos humanos en todo el mundo, pero sobre todo en los países más pobres y con yacimientos abundantes de petróleo.
Estos intereses económicos provenientes de la industria del petróleo chocan frontalmente con los intereses generales globales. La industria petrolífera parece no querer admitir la realidad tanto ecológica como de suministro a medio plazo. Con esta actitud está haciendo incurrir al resto de la humanidad y a las generaciones futuras en un riesgo muy elevado de no poder hacer frente a un cambio de sistema energético que tarde o temprano será inevitable. Cuanto más se retrase este cambio más difícil y traumático será para todos los países y ciudadanos hacer frente a todo lo que supone un cambio de paradigma energético.
El desafío al que nos enfrentamos, pues, tiene un fuerte componente revolucionario debido a que el sistema económico y político actual nos impide salir del círculo vicioso formado por unas costumbres de consumo irresponsable adquiridas por todos los ciudadanos, la aparente ignorancia global sobre el problema promocionada por los poderes económicos que se derivan del sector petrolífero y tolerada por los gobiernos, y la urgente necesidad de inversión en energías renovables y alternativas que la política actual, en muchos casos y de manera irresponsable, no sólo no lleva a cabo sino que legisla en contra, ya sea por incertidumbre o por intereses opacos relacionados con el sector energético.
¿Qué es y qué supone el pico del petróleo? ¿Son los ciudadanos capaces de responsabilizarse del consumo energético y hacerlo eficiente? ¿Pueden por ellos mismos y sin ayuda de los estados llegar a este punto? ¿Qué consecuencias tendría el fracaso a la hora de encarar el desafío expuesto? ¿Qué tipo de sistema energético nuevo sería posible? ¿Podría un sistema energético nuevo ayudar a la paz y estabilidad mundial?
Guillem Feixas
Licenciado en Economía por la Universidad Pompeu Fabra y especializado en Ética i Política