Introducción
Distintas habilidades cognitivas se han relacionado al exitoso desarrollo de la interacción social. Este fenómeno se explica por la existencia de mecanismos para seleccionar elementos ambientales que requieren de ciertas reacciones de los sujetos involucrados(1). Ambas nociones dan cuenta de la existencia de componentes tanto cognitivos como conductuales de la interacción social Incluso considerando que la cognición social y la conducta social han estado presentes en eventos relevantes de la historia de la neurología, como el caso de Phineas Gage, su importancia como una fuente independiente de deterioro cognitivo se ha relegado a niveles de atención comparativamente menores. La importancia de la valoración clínica de la cognición social ha sido recientemente reconocida mediante su inclusión en el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM-V, por sus siglas en inglés) donde este dominio es considerado como uno de los seis dominios neurocognitivos fundamentales (2,3). Este énfasis emerge de la experiencia en patologías ampliamente estudiadas. Por ejemplo, pacientes con esquizofrenia se excluyen sostenidamente de las actividades de relevancia social, como el trabajo y la interacción con la familia y los amigos (4). Lo anterior ha sido atribuido a un impedimento en la identificación de la inconveniencia de las propias acciones en un entorno social determinado o a una falla en la capacidad de atribuir adecuadamente intencionalidad a los sujetos con los que se interactúa. Estas habilidades están directamente relacionadas con la atrofia de la sustancia gris que corresponde a un fenómeno propio de la anatomía patológica de la enfermedad (5-9). Este ejemplo provee una idea inicial de de la interacción y dependencia entre los procesos cognitivos externa o internamente orientados.
Por otro lado, el compromiso del rendimiento social responde a un evento central en la patogenia y clínica del Trastorno del Espectro Autista. Su definición considera la presencia de un déficit persistente en la interacción social, comunicación y reciprocidad emocional, generando importantes dificultades en el desempeño social y laboral (2). La evidencia disponible sugiere que existiría un desacoplamiento entre distintas regiones cerebrales durante el desarrollo (10). Esto explicaría por qué los pacientes muestran menor rendimiento en pruebas de empatía (11), elemento clínico relevante con estrecha correlación con el compromiso funcional de las redes neuronales involucradas(12). Así también, cuadros clínicos específicos muestran un patrón identificado de compromiso de la cognición social relacionado con cambios estructurales y funcionales propios de cada enfermedad. Esta noción ha sido reforzada por la identificación de redes neuronales que han sido sistemáticamente involucradas en el funcionamiento de subsistemas teóricos de la cognición social (4).
Los ejemplos previamente señalados facilitan el establecimiento de una visión más didáctica de los componentes de la interacción social. En primer lugar, distinguimos que de este dominio participan fenómenos conductuales y cognitivos. La figura 1 muestra una representación esquemática de la cognición social, a pesar de que su naturaleza compleja y dinámica es ampliamente aceptada. En este artículo, por la factibilidad de las mediciones y dada la importancia de su compromiso en el funcionamiento de los individuos a nivel de la sociedad, nos enfocamos en los componentes cognitivos de la cognición social como son la Teoría de la Mente, la Percepción Social y la Empatía.
El objetivo del presente artículo es proveer una Mirada introductoria al concepto de la cognición social y sus subsistemas, también revisando evidencia relativa a sus correlatos neurales.
Cognición Social
Entendemos a la cognición social como la integración de procesos que permiten la interacción entre sujetos de la misma especie. Corresponde a una función esencial para la sobrevida de los sujetos y las especies. Depende del intercambio de señales sociales que permiten la obtención de información acerca de los otros sujetos involucrados y el aprendizaje acerca del entorno basado en estas señales. Partiendo desde fenómenos básicos como la atribución de intenciones, la cognición social permite la existencia de una realidad compartida entre las personas (13,14).
Para los modelos actuales, el cerebro humano opera como un Sistema de inferencia probabilística jerárquicamente organizado para anticipar de manera constante los posibles estímulos que recibirá e inferir las posibles causas subyacentes (15). En esta línea, el principal producto de la cognición social sería la generación de predicciones (top-down) con el objetivo de disminuir la diferencia entre las entradas predichas y las reales (16). Por ejemplo, una correcta interpretación de la expresión facial debería llevar a una precisa predicción de la respuesta de otros sujetos y a una adecuada preparación para la correcta respuesta.
En los modelos de enfermedad, la cognición social tiende a fallar, apareciendo de forma clínicamente evidente, alteraciones en los siguientes componentes: Deterioro de la Teoría de Mente o mentalización, disminución de la empatía o pobre percepción social (4). En los siguientes párrafos, analizaremos estos conceptos.
Teoría de la Mente
Para una socialización exitosa, necesitamos reconoces las experiencias e intenciones de otras personas como un factor independiente. Esta habilidad de representar la perspectiva psicológica de otros sujetos se ha denominado mentalización y requiere que los sujetos teoricen íntimamente respecto sobre los pensamientos de otros. Este fenómeno es conocido como Teoría de la Mente (TdM) (17). La tabla 1 provee un ejemplo de compromiso clínico de la teoría de la mente y cómo se evalúa este dominio.
Este concepto ha sido frecuentemente definido como la capacidad de inferir los estados mentales de los individuos, sus creencias o intenciones (4,18) y ha sido medido bajo diferentes aproximaciones experimentales como aquellas basadas en figuras, historias cortas y animaciones. Este dominio no debe ser considerado como una habilidad monolítica utilizada en ocasiones específicas, ya que la sola presencia de otro sujeto en escena ha mostrado desencadenar procesos neurales para computar sus posibles pensamientos o intenciones (19). Esta caracterización además reconoce la existencia de niveles primitivos de intersubjetividad que operan incluso a nivel perceptual o atencional (20).
Generalmente, las pruebas de TdM evalúan esta función desde dos diferentes ángulos, como son la “Toma de Perspectiva”, en que se requiere inferir el estado mental de otro sujeto, o bien desde la “Decodificación” en que el estado mental debe ser identificado como una expresión, por ejemplo, de los ojos (21).
Desde una perspectiva neuroanatómica, hay pruebas sólidas que respaldan la existencia de una red subyacente a estas funciones. La corteza prefrontal medial (mPFC) se ha asociado con el mecanismo iniciador de atribución de creencias y deseos (22) así como del procesamiento de información social o emocional relevante sobre otros temas (23). También participa en reflexiones posteriores y elaboraciones mentales complejas con respecto a estados mentales inferidos (24).
El Surco Temporal Superior (STS) también ha estado involucrado en la representación de acciones de otros (25). Se ha demostrado sistemáticamente por su activación durante la interpretación de acciones y la observación de animaciones sociales (26).
En la misma línea, Temporal-Parietal Junction (TPJ) se ha relacionado con la representación de pensamientos o creencias de otros sujetos pero no con otros estados mentales como sentimientos o sensaciones corporales (27,28). Esta noción ha recibido soporte adicional mediante el uso de tareas basadas en animación social o asociadas con inferencia de intenciones (26). Además, es importante reconocer que las funciones de ToM no pueden reducirse a un nivel de procesamiento único. Por ejemplo, mientras que TPJ se ha relacionado con la detección y el procesamiento explícitos de estados mentales, STS ha participado en el manejo implícito de esta información, siendo ambos componentes necesarios para las predicciones del comportamiento(29).
Estas distinciones conceptuales precisas, tan comúnmente utilizadas, podrían explicar parcialmente la amplia variabilidad de la evidencia disponible. Además, la superposición entre las funciones regionales debería implicar un mayor potencial del enfoque funcional y neurodinámico en lugar del localismo estructural.
La Figura 2 muestra una simplificación esquemática de cómo las variables cognitivas individuales influyen en la interpretación de la información social durante el proceso de TdM
Empatía
Se refiere a la generación de una respuesta emocional en el observador a situaciones que afectan a otros sujetos. Esto puede corresponder a la misma emoción, en cuyo caso, el fenómeno se conoce como Resonancia afectiva. Si la respuesta corresponde a otro sentimiento diferente, como enojo cuando se ve la humillación pública de una persona(4,30). Es un componente esencial de la experiencia emocional humana y la interacción social porque cuando se comprende un estado mental observado y se generan respuestas afectivas, pueden existir comportamientos prosociales y cooperativos(31).
Al estudiar este tipo de comportamiento, se ha demostrado la imitación de la postura corporal y los movimientos (Efecto Camaleón) al realizar una tarea de colaboración con un extraño, mejorando la calidad de la interacción. De hecho, se ha demostrado un efecto camaleón más fuerte en sujetos más empáticos(32). Se intuyó tempranamente, desde la definición del concepto por Theodore Lipps, que la “imitación interna” de las acciones tiene un papel relevante en la empatía (33).
Al buscar los correlatos neuronales de los procesos descritos anteriormente, estudios recientes han demostrado que el desempeño en tareas relacionadas con la conciencia de sentimientos y acciones propias y de otros está relacionado con la actividad de diferentes regiones del cerebro como las cortezas somatosensorial, insular, cingulada y visual(34), proporcionando una idea inicial de la amplia diversidad de recursos neuronales involucrados.
Adicionalmente, la amígdala tiene un papel importante en los procesos centrales involucrados en la empatía. Más allá de su relación con las respuestas emotivas, la memoria a largo plazo, la identificación del contenido afectivo de un estímulo y la percepción de la orientación de la mirada (31), es probable que ejerza una función neuromoduladora sistémica, ya que su activación precede a la participación de otras áreas durante la observación de caras expresivas (35). Dada la gran relevancia de esta región en la cognición social y la empatía, se ha estudiado su papel en las condiciones como trastorno del espectro autista, que muestran la activación compensatoria de áreas corticales no relacionadas durante el procesamiento de imágenes faciales (36), mientras que la actividad local de la amígdala durante Este tipo de tarea ha demostrado ser mayor (37). Teniendo en cuenta la evidencia, algunos autores han propuesto alteraciones del desarrollo de la amigdala como un sustrato neuroanatómico y funcional del deterioro socio-cognitivo en esos pacientes (38).
El Sistema de neuronas espejo (MNS, por sus siglas en inglés) es otro concepto comúnmente utilizado para comprender el mecanismo neural que subyace a la empatía. Este término surgió de la observación de ciertas neuronas en la Corteza Premotora del mono que se descargan al observar una acción realizada por otro animal o por el experimentador, correspondiente a la representación neural del comportamiento observado(39). Luego, en la conceptualización inicial, este sistema vincula la observación y la ejecución de actos motores (40), ero estudios adicionales que utilizan imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf) han demostrado que esas propiedades no están presentes exclusivamente en los sistemas visuales, sino también en las funciones auditivas y de lenguaje (41). Curiosamente, al observar a otras personas sometidas a dolor, se ha registrado la activación de la corteza insular y cingulada, pero esta activación está modulada por percepciones negativas sobre la persona afectada(42). Luego, una compleja combinación de factores determina la empatía como un proceso, y la actividad de diferentes regiones del cerebro participa en el desempeño de las tareas de empatía (43,44) proporcionando una explicación neurodinámica para la variabilidad del comportamiento.
La Figura 3 esquematiza el flujo de las pistas sociales a la inferencia del estado mental y la generación de una respuesta de emoción relacionada
Percepción Social
La Percepción Social se ha definido como la capacidad de percibir los estados mentales de otros basándose en señales del comportamiento(45) y se considera que procede a procesos más complejos que surgen más recientemente en el desarrollo humano (46). La percepción de las acciones expresivas de los movimientos es un elemento importante para la comprensión del entorno social (47) y modula el comportamiento humano. De hecho, la mera observación de una acción en otra persona desencadena una acción anticipada en el observador basada en la inferencia del deseo y las intenciones (48). La Tabla 1 proporciona un ejemplo de situaciones en las que se puede sospechar un compromiso de Percepción Social y un enfoque para su medición.
Durante mucho tiempo, el estudio de este concepto ha sido impulsado por el siguiente axioma: no podemos percibir directamente los estados mentales de otras personas y debemos ejecutar varias habilidades mentales para inferirlos (lectura de la mente). Pero recientemente, esta noción ha sido cuestionada por la teoría de la percepción social directa, que ha sido respaldada por modelos como la codificación predictiva bayesiana, lo que sugiere una inferencia probabilística que involucra diferentes niveles(15,16).
El papel de la amígdala ha despertado un interés particular dada su participación en la representación neuronal discreta de ciertas emociones(49). Cuando se requiere un procesamiento rápido(50), la vista está orientada a puntos faciales con relevancia social, como ojos (51,52). Entonces, esta región codifica la prominencia emocional de la información social(53). En la misma línea se ha demostrado que la corteza orbitofrontal participa en la percepción de recompensas asociada con pistas ambientales, participando en aspectos relevantes de la planificación y modulación del comportamiento en humanos y primates(54).
Por otro lado, el giro fusiforme incluye varias áreas involucradas particularmente en los aspectos visuales de la percepción social(55). Ciertas regiones están relacionadas con una respuesta selectiva a los estímulos corporales o faciales(56) que participan en procesos complejos como reconocimiento de identidad o intenciones(57). Sin embargo, la codificación de la información social no debe entenderse como un fenómeno estático y anatómicamente circunscrito. STS ha demostrado recibir aferencias auditivas y visuales para extraer y representar información socialmente relevante y dinámica(58,59).
En la misma línea, la perspectiva de las redes neuronales ha proporcionado información adicional sobre el papel del lóbulo límbico y otras estructuras subcorticales en las interpretaciones de las expresiones faciales. Un metaanálisis que consideró 105 artículos originales y 1600 sujetos concluyó que el procesamiento de caras con expresiones emocionales está relacionado con la activación de las cortezas visuales, límbicas, temporoparietales y prefrontales, y también con el putamen y la actividad cerebelosa. Mientras que el cerebelo y la corteza visual están involucrados en el procesamiento de todas las expresiones, la felicidad, el miedo y la tristeza reclutan a la amígdala y las expresiones de enojo y disgusto reclutan a la ínsula selectivamente(60). Una vez más, los datos mencionados proporcionan evidencia sobre la diversidad y complejidad de los recursos neuronales involucrados en la Percepción Social.
Desde la perspectiva de la enfermedad, la demencia frontal-temporal constituye un ejemplo bien estudiado. En esos pacientes, la detección y la categorización de las emociones se han relacionado con el volumen de materia gris en el lóbulo temporal anterior y el giro frontal frontal. Además, cuando se comparan con controles sanos, los pacientes muestran una conectividad funcional más alta entre las regiones de interés mencionadas(61), sugiriendo la existencia de cambios compensatorios funcionales.
La Figura 4 muestra la selección y categorización de la información ambiental como pasos críticos en la Percepción Social
Conclusiones
El estudio de la cognición social implica un desafío a nivel conceptual. En este artículo, hemos propuesto la cognición social como una integración de los procesos por los cuales los sujetos perciben señales sociales (Percepción social), infieren estados psicológicos de otras personas (Teoría de la mente) y finalmente generan respuestas emocionales para motivar y modular el comportamiento (empatía). . Incluso si esta esquematización puede ser mejorada conceptualmente, lo proponemos como un punto de partida para evaluar estas funciones cognitivas en poblaciones clínicas.
En esta revisión, hemos omitido intencionalmente una caracterización más profunda del comportamiento social para centrar la atención en aquellos dominios cuya evaluación clínica es más práctica, incluso reconociendo se debe realizar un esfuerzo adicional para proporcionar una descripción operativa del dominio conductual.
El creciente interés en establecer este dominio como un foco de investigación abre una gran cantidad de oportunidades para generar evidencia con respecto a patrones de enfermedades específicas tanto en relación con la historia natural como con la terapéutica.