Ejemplos ?
--¿Te vas ya? --Sí; adiós. Y me cogió una mano. --Oye... (continuó); si mañana hay, como se cree, una batalla, y nos encontramos en ella....
¡Aleluya!». Cogió la madre a su hijo, va con alma, y apretándolo contra un corazón que saltaba de miedo y de ilusión ardorosa, entró con él por los senderos del paisaje.
No quiero que pueda reprocharme no haberle coronado como a ti, a él, que en los discursos triunfa de todo el mundo, no sólo en una ocasión, como tú ayer, sino siempre. Cogió unas cintas, coronó a Sócrates, se dejó caer sobre el triclinio y después de acomodarse dijo: -¿Qué es esto, amigos míos?
Joseíto se incorporó, apoyándose en el brazo de su amigo. Uno de los enterradores cogió la tapadera de la caja y esperó. -¿Se cierra?
Justo en este momento, su cabeza chocó con el techo de la sala: en efecto, ahora medía más de dos metros. Cogió rápidamente la llavecita de oro y corrió hacia la puerta del jardín.
Le cogió en sus brazos y le ocultó en una profunda gruta, bajo las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo de densa arboleda.
La costurera, inmóvil, quizá ni escuchaba el murmullo sedoso y blando de las consoladoras frases. La señora, entonces, la cogió suavemente por un brazo, la arrinconó y le secreteó algo más personal y directo.
—¡Federico! —se cogió mi mujer a mi brazo. Pero la situación podía tornarse muy crítica si esperaba a que el animal entrara, y encendiendo la lámpara descolgué la escopeta.
Y diciendo esto, cogió el Niño de la Vitola a su amigo por el brazo, y ambos se dirigieron con paso rítmico y acompasado contoneo hacia el hondilón más famoso del barrio de Lagunillas.
Pero antes de que el patrón hubiérase desnudado, Antoñuelo el Gaviota, que había estado oyendo el diálogo, cogió uno de los cabos arrollados en la popa y, antes de que pudieran darse cuenta de su decisión sus compañeros, lanzóse rápido y decidido en el hirviente oleaje.
Mientras hablaba, la mujer cogió unas tenazas y atizó el fuego; y cuando vio que había bastantes carbones encendidos, dijo sin reflexionar: -He aquí un buen fuego, me gustaría tener un alna de morcilla para cenar, podríamos asarla fácilmente.
El duendecillo cogió el libro maravilloso que estaba sobre la mesa y, metiéndoselo en el gorro rojo lo sujetó convulsivamente con ambas manos: el más precioso tesoro de la casa estaba a salvo.