La Mujer gobernante en la época Prehispánica

“Un hombre que lee, o que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos, escapa incluso a lo humano.“ Marguerite Yourcenar

Resumen

El presente es un estudio histórico que pretende rescatar la posición social de la mujer en nuestra historia, particularmente en la época prehispánica en el cual su participación política lejos de ser pasiva, fue muy destacada. Pretendo a partir de esta investigación demostrar que somos producto de un pasado en donde la mujer ha sido protagonista de su tiempo, que la participación política no debe verse como algo inédito ni imposible de alcanzar, sino por el contrario durante un largo periodo de tiempo esto fue una realidad a pesar de que haya permanecido aparentemente oculta de la tradición popular.


Palabras clave: Hegemonia, Androcentrismo, Monogamia, Filiación, Clanes

Abstract

This is a landmark study that aims to rescue the social position of women in our history, particularly in the pre-Hispanic era in which political participation far from being passive, was very prominent. I intend from this research show that we are the product of a past where women have been featured in their time, that political participation should not be seen as something unprecedented or impossible to achieve, but rather over a long period of time this was a reality even though it has apparently remained hidden lore.


Keywords: Hegemony, Androcentrism, Monogamy, Affiliation, Clans



El mundo de hoy  busca un reacomodo de las relaciones de poder entre géneros a partir de los diferentes elementos que conforman nuestra  vida social y cultural. Es entonces la Historia un arma que nos puede dar bases para dignificar el papel de la mujer a partir de su presencia en sociedades de estadios temporales remotos. La mujer de hoy se encuentra presente en espacios  académicos, sociales y políticos que la tradición suponía propios únicamente de los varones, la voz de estas mujeres reclama el rescate que su presencia no es solo del momento actual sino que existe un empoderamiento de la mujeres en contextos históricos pasados, su análisis y difusión otorga argumentos para poder apuntalar su papel de líder en los distintos ámbitos.

La curiosidad, análisis y discusión académica que discurren sobre empoderamiento han aportado elementos respecto a la perspectiva androcéntrico de las sociedades en el pasado y en el presente.  Cultural e históricamente siempre se ha posicionado al hombre como eje de la sociedad, cabeza y guía en lo político, religioso económico y cultural; esto debemos concebirlo también como fruto de la tradición  ideológica occidental.  Con  esta perspectiva se han pretendido leer y construir modelos antropológicos para las sociedades prehispánicas, que han limitado, obscurecido y deformado el papel real que tuvo la mujer  en nuestras culturas ancestrales.

Actualmente numerosos estudios pretenden dar un giro y  evidenciar el importante papel  social, político y cultural de las mujeres, desentrañando una realidad histórica que no se había visto por la presencia de una fuerte carga ideológica androcéntrica.

Es decir, las mujeres en la historia representan un espacio más o menos importante en razón al modelo teórico académico que las mencione o bien que no las mencione. Con ello no pretendo decir que esta concepción de un mundo prehispánico machista sea totalmente errónea, lo cierto  es que la condición cultural social y política  de la mujer no era uniforme en todo el México prehispánico, pues mientras encontramos culturas que permitieron el acceso de las mujeres al poder económico y político, como la huasteca y la maya algunas otras se mantuvieron muy cerradas a la presencia femenina.

Una de estas teorías androcéntrica occidentales  considera que en nuestra cultura está muy  marcada la separación de lo femenino y lo masculino, que se evidencia con la desvalorización, menosprecio y sumisión de los que la mujer es víctima; condición que se replica en otras latitudes, por ello a inicios del siglo XIX  Frederick Engels en su libro el Origen de la Familia y la Propiedad Privada, define que en los inicios de la humanidad existía la promiscuidad y la propiedad común de bienes por el grupo; sin embargo la necesidad de restringir la procreación para involucrar al hombre en la protección y cuidado de los hijos trajo como consecuencia el establecimiento de la familia monogámica, a partir de entonces el hombre percibe que la mujer puede ser parte de su propiedad por medio del matrimonio (Engels; 1993). La mujer y sus hijos se vuelven dependientes y por ello “propiedad” del hombre, a decir del autor antes mencionado el matrimonio originó  la aparición de la propiedad privada y la formación de la familia como unidad económica de la sociedad, la cual estuvo no siempre estuvo caracterizada por el vencimiento de los derechos de la mujer (Engels, 1993).

Profundizando un poco más esta propuesta y tratando de devalar su perspectiva androcéntrica es importante  destacar que desde su origen este modelo establece que los  linajes de las sociedades más desarrolladas se construyen con un marcado sesgo androcéntrico. Por ello es importante rescatar los primeros estudios evolucionistas que buscan establecer las relaciones de parentesco. McLennan por ejemplo, propone las etapas por las que se han definidos las estructuras del parentesco y los protocolos de las uniones y relaciones familiares de toda la sociedad humana. Esta premisa evolucionista consideraba como antes se menciona que en medio de la promiscuidad primitiva la única filiación segura era la materna lo que  dio lugar a un sistema en el que el parentesco sólo seguía la línea de las mujeres. La evolución buscó que el hombre se comprometiera en la protección de los hijos y exigió la exclusividad sexual para garantizar la filiación paterna y a partir de ello se pasaría al parentesco basado únicamente en el vínculo del varón. Finalmente entonces se impuso la monogamia y la determinación del parentesco a través de varones y mujeres.

Es en este momento es importante subrayar que la perspectiva evolucionista, afirma que los linajes de parentesco estructurados alrededor de la filiación materna han sido considerados como los más salvajes y primitivos.  De esta forma sobresale como más avanzados y evolucionados (con el peso ideológico que esto lleva) aquellos linajes determinados por  el patriarcado. Esta perspectiva evolucionista  (Fox,1980)propone  cuatro principios en donde se transparenta  su marcada predisposición androcentrista de los estudios de parentesco:

  • 1.- las mujeres engendran a los niños
  • 2.- los hombres fecundan a las mujeres
  • 3.- por lo general mandan los hombres
  • 4.- los parientes primarios no se casan entre sí.

Estos principios claramente evidencian el predominio del hombre sobre la mujer definiendo implícitamente la superioridad de los mismos. A pesar de la propuesta evolucionista es preciso distinguir que  una sociedad organizada en sistemas de linajes, puede estar estructurada  en base a linajes matrilineales, patrilineales o de doble descendencia, por lo tanto no podemos  pretender  ver a estas sociedades con  una sola posibilidad de  organización.

Los linajes o grupos de descendencia han sido considerados casi universales no obstante las ambigüedades, las erróneas interpretaciones del dato empírico y los errores metodológicos recurrentes (Gutiérrez, 2007). En un trabajo anterior ( Pool, 2003), analiza la construcción y aplicación del modelo de linajes en la arqueología maya. En esa obra demuestra con datos empíricos diversos que la utilización del modelo crea más confusiones que acertadas interpretaciones. En aquel modelo, la descendencia (consanguínea, social o simbólica) juega un papel central en la configuración de los grupos, el estatus de sus miembros y en la estructura política (véanse Dumont, 1975; Evans-Pritchard,1977; Schneider, 2002, entre otros).Un problema que se observa en la aplicación de este modelo, es que las sociedades son vistas de manera casi homogénea ya que las diferencias y particularidades son tratadas como excepciones a la regla. Siempre se trata de encasillarlas en alguno de los tres tipos clasificatorios. Desde que los estudios de parentesco condujeron a la construcción del modelo de linaje, a las mujeres se les dio un trato de inferioridad con respecto a los varones, quienes tradicionalmente han sido considerados como biológicamente más fuertes. Esta mayor importancia biológica del varón se extiende a lo social y cultural en los estudios estructuralistas y funcionalistas.

 Es entonces en los hogares donde se dio la división sexual del trabajo, otorgando espacios diferentes de desarrollo de acuerdo a las actividades productivas y reproductivas de cada sexo. Existiendo mecanismos de control y de subordinación del trabajo en función del género (Ramos; 1992).

La diferenciación sexual implica que la mujer por su función reproductiva permanezca en el hogar a cargo del cuidado y formación de los niños, mientras el hombre sale del hogar familiar para buscar alimentos. De ello surgen las relaciones de poder, pues el hombre toma ventaja por desempeñar actividades productivas, generando  riquezas  y satisfactores  para la familia, esto le permite situarse en un mayor estatus y dominio. Esta teoría  sugiere que la subordinación de poder de la mujer, explicada por una diferenciación entre las esferas de la actividad domestica y pública.  La esfera pública refiere al desarrollo de actividades extra domésticas, (política, industria, milicia) .La esfera privada refiere a los relativo al hogar y la familia.

Sociedad mexica

Tradicionalmente consideramos al pueblo mexica como un pueblo de guerreros, con dioses simbolizando la fuerza, el poder, la guerra; sin embargo omitimos que también se trata de un pueblo sensible, seducido por la naturaleza, la belleza y la sensualidad que representó a partir de poderosas diosas que eran reconocidas y veneradas a la par de sus contrapartes masculinas. De hecho en el mundo mexica la mujer humana o diosa representa  un misterio, lo incomprensible, aquello que escapa de la explicación rápida y práctica. Las Diosas femeninas eran consideradas  constructoras, protectoras, educadoras y bastión de la sociedad no podemos omitir que la figura de la madre en el mundo prehispánico jugó un papel determinante.

Importantes diosas como Xochiquetzal, Tonantzin, Coatlicue, Chicomecóatl y Teteoinan, Chalchiuhtlicue, Coyolxauhqui y Xilonen colman el panteón de dioses aztecas no  rivalizando con los dioses varones sino que complementando el equilibrio del universo con  lo que transparentaban la dualidad con la que se entiende su cultura.

La Coyolxauhqui representa a un personaje femenino desmembrado. El  mito azteca describe el nacimiento del dios Huitzilopochtli;  narra que el embarazo de la diosa madre Coatlicue, por unas plumas de colibrí que cayeron del cielo, enfureció a su hija Coyolxauhqui y a sus 400 hermanos, los Centzonhuitznahua (estrellas del cielo del sur), quienes decidieron matar a su progenitora.

Huitzilopochtli defendió a su madre de Coyolxauhqui, a la cual decapitó para después arrojarla del cerro de Coatepec. Este mito simboliza la lucha entre el Sol y la Luna. En ello reside la importancia del monolito de Coyolxauhqui —deidad lunar mexica—, descubierto en 1978 a los pies de la escalinata derecha del Templo Mayor de la antigua Tenochtitlán (Sosa, 2012).

Es controversial el papel de Tonantzin o Xilonen diosa del maíz pues durante la colonia se rescataron algunos de sus simbolismos en la figura de la Virgen de Guadalupe, su imagen representa a una joven doncella que cuida un campo sembrado de maíz.

Tosi la diosa abuela o diosa vieja era la encargada de instruir a las mujeres en el trabajo y cuidado del hogar pero también les daba los secretos de la coquetería y la seducción. La diosa abuela va a ser comparada en la religión católica con Santa Ana, por tal razón en todos los lugares donde tradicionalmente se le adoraba en la época prehispánica fueron sustituidos durante la colonia por iglesias dedicadas a la anciana madre de la virgen María.
Mictecacíhual o diosa de la muerte esposa de Mictlantecuhtli gobernante de Mictlán, “lugar de los muertos”, y tenía poder sobre las almas de los muertos.
Mictecacíhuatl se encargaba del noveno nivel del Mictlán, en el cual las almas desaparecían. Se le representaba constantemente trabajando en cooperación con su esposo y otras en conflicto. Su principal función era la protección de los huesos de los muertos.

Mujer y costumbres en el mundo Azteca

El mundo azteca consideraba a las mujeres  en un rol de dependencia respecto a los hombres,  de ello que su ámbito de desarrollo era el hogar y la crianza, por ello en el momento de su nacimiento el cordón umbilical era enterrado junto a la casa a diferencia de los varones cuyo cordón  era enterrado en el campo de batalla. Con esto quedaba sellado su destino del mundo doméstico para la mujer y el mundo público para los hombres.

En los distintos códices que se conservan de la época así como la cerámica y escultura dan cuenta de que las mujeres dependiendo de su linaje y oficio desempeñaban distintas acciones. Casi todas las mujeres hacían lo mismo, estaban en su casa, tanto las que pertenecían a la nobleza como al pueblo. Estas últimas  tenían una participación económica importante  pues intercambiaban  en el tianguis productos elaborados o cosechados por ellas mismas, además de animales.

Otras actividades que desarrollaban las mujeres eran como parteras, curanderas, astrólogas, las cuales eran muy respetadas y reconocidas dentro de la sociedad.

Una actividad respetada, con cierto prestigio  y bien vista por la comunidad era la prostitución; quizá uno de primeros oficios que adoptó la mujer. Las ahuianime  también llamadas alegradoras eran pagadas por el Estado y su función era acompañar  a los guerreros en el frente de batallas a efecto de evitar que violaran a las mujeres de los pueblos conquistados,  y aunque no se casaban mantenían una relación de respeto con el hombre, de tal manera que si eran víctimas de una ofensa, ésta se castigaba. Solo las mujeres que se dedicaban a esta actividad usaban sandalias,  todas las demás andaban descalzas. Por ello  los zapatos o cactlis eran una señal de las mujeres que ejercían la prostitución. Fray Bernardino de Sahagún las  describió  de la siguiente forma: “Se esmeran mucho en su cuidado personal, se bañan, se alisan el cabello, lo perfuman y lo adornan con flores. Sus huipiles son muy bonitos, están bordados y son de colores llamativos. Salen a ofrecer sus servicios en las encrucijadas y ahí están guiñando el ojo a los hombres mientras mastican su tzictli (chicle) y lo están tronando como si fueran castañuelas”.

El adulterio era castigado sin embargo no era considerado de la misma forma para hombres que para mujeres pues si un hombre casado tenía relaciones con una mujer soltera, no se consideraba un adultero, sin embargo la mujer soltera que tenía relaciones con un casado sí era juzgada como adultera y repudiada socialmente.

Respecto al arreglo personal que tenían las mujeres en el periodo prehispánico. “Las mujeres también cambiaban de moda como ahora, quizá no tan rápido, pero en las piezas arqueológicas se ven los cambios de estilos en cuanto a peinados y “maquillaje”(Merlo, 2013). Se reconocen en distintas figuras de cerámica una gran variedad de peinados, como trenzas, trenzas enrolladas en la cabeza, pelo suelto y rastas y sobre su maquillaje, se han encontrado estuches de barro con restos de pigmentos de origen vegetal y mineral, que indican que las mujeres pintaban su rostro. Así mismo, en el caso de figurillas con policromía, se constata que se maquillaban.

Cultura Maya
Linajes Mayas

En el periodo clásico de la cultura Maya es claro el predominio del hombre en las sucesiones políticas, en las reglas hereditarias y de estatus. Dominando su presencia en los contextos  políticos, religiosos y culturales. Sin embargo la dialéctica y dualidad entre los  géneros no presenta una importante diferencia. Cada individuo adquiere status dentro del grupo social tanto por filiación materna como paterna. Es decir aún que se trata de concebir a los mayas como una sociedad androcéntrica la posición de la mujer siempre se manifestarán con cierta importancia social en los grupos patrilineales, así como los varones en los grupos matrilineales. A lo sumo, en la literatura antropológica se hablará finalmente de tendencias hacia lo patri (masculino) o hacia lo matri (femenino).

Los arqueólogos que han profundizado en el estudio de esta cultura definen que sin duda las mujeres tenían la misma importancia que los hombres en la conformación de linajes, y que aún que no son muchos los casos pero las encontramos en cargos políticos relevantes. Se han encontrado inscripciones en las cuales algunos hombres de gobierno justifican su legitimidad en el poder y autoridad política en base a linajes de poder por línea femenina. La importancia femenina en estos casos parece que también fue simbólica. Si comparamos estas maneras de entender a las mujeres en los linajes mayas con los linajes de otras culturas, veremos prácticamente la misma realidad histórica (Curtis y Reade, 1995).

Mujeres gobernantes mayas

La manera de percibir a las mujeres en su rol político en un modelo amplio y flexible en relación con los varones y sin la rigidez de las reglas prescriptivas, nos la facilitan las inscripciones jeroglíficas. Según Benavides (2007) la información del pasado maya deriva fundamentalmente del análisis de imágenes e inscripciones jeroglíficas contenidas en diversos monolitos como estelas, dinteles, altares y tableros. De acuerdo a investigadoras e investigadores como Proskouriakoff(1994), Schele y Mathews (1991), Martin y Grube (2000), Krochock (2002),entre otras y otros, se sabe ahora que durante el periodo Clásico aparecieronen escena mujeres con roles políticos importantes. Algunas llegaron incluso atener poderes políticos casi absolutos. Otras, por ser esposas de gobernantes aparecen representadas con vestimentas ostentosas. El ser esposas también les daba estatus y rol político, ya que algunas de ellas jugaron el papel incluso de representantes de los gobiernos de sus esposos. Otras más, tuvieron importancia ritual, éstas aparecen representadas practicándose algún tipo de autosacrificio (como la señora Xoc de Yaxchilán, esposa de Escudo Jaguar). La importancia simbólica se manifiesta también cuando otras mujeres aparecen como referentes que legitiman la autoridad y el poder de ciertos gobernantes varones. En la actualidad, se ha registrado una gran cantidad de mujeres mayas ostentando poder político, tanto de facto como simbólico (véase Martin y Grube, 2000). De acuerdo a la información ofrecida por las estudiosas y los estudiosos de la epigrafía maya, podemos considerar en la esfera política a los siguientes grupos de mujeres:

Mujeres gobernantes

A este grupo pertenecen aquellas mujeres que con claridad son mencionadas en las inscripciones jeroglíficas y reflejadas en los contextos arqueológicos, ocupando el más alto rango de gobierno y de autoridad política. Nos referimos a aquellas mujeres a quienes los epigrafistas también denominan reinas. En este grupo podemos colocar a Une Balam de Tikal (siglo IV) y a la Señora de Tikal (siglo VI); a la Señora Yoh Ik Nal (finales del siglo VI) y laSeñora Sac Kuc (inicios del siglo VII), ambas de Palenque; la Señora RectorKatún y la Señora Huntan Ahk (siglo VII), ambas de Piedras Negras(Benavides, 2003). Sobre estas últimas es importante mencionar que según los epigrafistas, el nombre Ahk o tortuga, ha sido interpretado como un patronímico que otros gobernantes utilizaron (Benavides, 2003; Martin y Grube, 2000).Mención especial merece la Señora Seis Cielo de Dos Pilas quien se casó con el rector de Naranjo (fig. 3). Al parecer nunca fue investida como gobernante pero asumió el control de Naranjo en lo político, lo bélico y lo religioso. Las diferentes inscripciones así lo indican (Martin y Grube, 2000:74-75).Según estos autores (ibid .:123-125), durante el siglo VIII, Escudo Jaguar, rector de Yaxchilán muere y su lugar es ocupado por una de sus esposas. Esta mujer gobernó durante 10 años (742-752) con el fin de preparara su hijo, (Pájaro Jaguar IV), para ocupar el trono de esa entidad política.

Mujeres con poder simbólico

En este grupo podemos mencionar a una gran cantidad de mujeres que aparecen en las inscripciones epigráficas y representaciones iconográficas como madres o ancestros de gobernantes, esposas de dignatarios, hijas de gobernantes cuyos esposos (aunque de otros grupos) llegaron también a ejercer poder político. Son mujeres que nunca llegaron a ser gobernantes pero por formar parte de estas casas fueron reconocidas, respetadas y algunas de ellas veneradas. Sus nombres fueron utilizados en ciertos casos para legitimar gobiernos. Formando parte de este grupo, podemos mencionar, a la esposa de YaxKuk Mo, fundador de Copán; la Señora Batz Ek (siglo VI), reina-madre de Caracol, Belice; la Señora Viento Cráneo de Calakmul y esposa de Escudo Jaguar, rector de Yaxchilán. Respecto a este sitio, la abundante iconografía del lugar ilustra ampliamente la importancia de varias mujeres en la vida política (Benavides, 2003).Entre los siglos VII y VIII se mencionan a personajes como Señora Escudo, Señora Dios C (posible esposa de Escudo Jaguar), Señora Calavera, Señora Ix, Señora 6 Cauac (quizá esposa de Pájaro Jaguar) y Señora de Yaxchilán (idem ). En el dintel 24 se muestra a Escudo Jaguar (Itzamnaaj Balam II) frente a su esposa principal, Na K’abal Xook, cuando ella se autosacrifica pasandose una cuerda por la lengua ( idem ).En el norte de Yucatán, al final del Clásico Tardío, en Chichén Itzá semencionan a la Señora Ton Ahau y a la Señora Kayam-Kuk, abuela y madre de Kakupacal Kauil y K’inil Kopol. Aunque se considera a estos personajes como compartiendo el poder político, al parecer Kakupacal Kauil fue el verdadero señor sagrado de Chichén Itzá. Este personaje apeló al culto de sus antepasados y al de ciertos dioses en la dedicación de la estructura 4C1 o edificio principal de Las Monjas. En el dintel 3 se manifiesta el carácter dinástico del edificio principal de Las Monjas. En dicho dintel se asienta el nombre del bisabuelo materno de K’ak’-u-pakal que llevó por nombre Chak-bolon-pet. Asimismo, en los dinteles 7 y 1 se proclama la identidad del abuelo materno de K’ak -u-pakal, de nombre Ho-sabak Ahaw (Ho-sabak-tok’), y en el dintel 3 la identidad de su abuela materna, llamada Ix-Ton Ahaw (García,2001:417).Las inscripciones jeroglíficas en el Templo de las Monjas y en el Templo de los Tres Dinteles también mencionan a Ix K’ayam como madre de K’ak’-u-pakal y K’inil Kopol (véase  Krochock, 2002:152-170). Pero fue K’inil Kopol quien dedicó hacia el año 878 d.C. el Templo de los Tres Dinteles a sus progenitores, U-chok-wahab e Ix K’ayam (idem).

Si las lecturas epigráficas son ciertas, llama la atención, que K’inil Kopolhaya mencionado a sus ancestros inmediatos (padre y madre), mientras que K’ak-u-pakal, a su abuela y abuelo maternos y a su bisabuelo materno. De lo anterior podemos deducir que no había desigualdad en la representación de ancestros masculinos y femeninos para legitimar el poder.

Los ejemplos antes ofrecidos no son únicos. Existen otros ejemplos en otras ciudades mayas del Clásico donde de igual manera se hace referencia a mujeres con roles y estatus político. No podemos hablar de una desigualdad total entre hombres y mujeres, sobre todo porque no existen líneas rígidas de sucesión. Más bien vemos conductas estratégicas entre los géneros en el ejercicio del poder político y la manifestación simbólica para que este ejercicio sea socialmente reconocido. Pero no en todos los sitios mayas aparecen con la misma intensidad. Si bien de facto, las mujeres gobernantes son reducidas en comparación con los varones, su importancia simbólica estuvo a la par con los varones.

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[a] Profesor Investigador de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.


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