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Retablo

De la Enciclopedia Libre Universal en Español
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Retablo mayor de la catedral de Toledo (1497-1504).

Retablo viene del latín retro-tabulae (detrás de la mesa, es decir, situado en la parte de atrás de la mesa o altar).

Obra multidisciplinar (en ella trabajan arquitectos, carpinteros, pintores, entalladores, estofadores y doradores), que en las iglesias cubre el muro tras el altar. Puede estar hecho en madera, piedra o metal y decorado con pinturas o esculturas. La forma de los retablos varió a lo largo del tiempo siendo la más característica la formada por el banco o predela (a veces doble), las calles y entrecalles (divisiones verticales), los pisos o cuerpos (divisiones horizontales) y el ático. Para proteger el conjunto llevan dispuestos un guardapolvo o polsera (esta voz es utilizada en Aragón) enmarcado en saledizo. A veces el retablo llevaba dos grandes puertas sujetas por goznes en los extremos laterales. Las puertas se cerraban para protegerlo. Constituían por sí solas verdaderas obras de arte al estar pintadas y decoradas por dentro y por fuera.

Tuvo mucho predicamento en España desde el gótico donde se desarrolló gracias al desplazamiento del coro desde el presbiterio a la nave central, lo que liberó espacio. Destacan los de las catedrales de Toledo y Sevilla.

Fabricación

Se trata de un armazón de madera, anclado en el muro del ábside, donde se colocan las imágenes en forma de escultura o de pintura y el sagrario. Para llegar a la fabricación de un retablo tiene que intervenir en primer lugar un arquitecto o un ensamblador, cuya traza o dibujo será presentada a la persona o entidad que lo solicitó.

Evolución a través de los siglos

Los primeros retablos fueron portátiles en forma de dípticos o de simples láminas con algún relieve de imágenes o con pinturas. Se colocaban sobre los altares junto con la cruz y la arqueta de las reliquias. Conforme se fueron haciendo más grandes y más pesados se fueron fijando detrás del altar aunque sus dimensiones no llegaban a ser las que alcanzaron a partir del siglo XIV. El retablo tal y como lo conocemos hoy tiene su origen en la época del gótico.

Retablo gótico

Retablo de San Juan Bautista, de los talleres de Amberes (Bélgica), anterior a 1504. Está concebido en forma de políptico. Tiene tres calles, un banco o predela con pinturas en las alas de las puertas y escultura en el resto; un ático con la escena del bautismo de Jesús.
Hizo su aparición en el siglo XIV. Al principio formaban trípticos con tablas o con imágenes y tablas. Las imágenes se colocaban sobre peanas y todo el retablo estaba adornado con doseletes y cresterías.

Retablo renacentista

En el siglo XVI se tenía una gran admiración por los retablos existentes anteriores pertenecientes al estilo gótico o hispano-flamenco. Pero dado el cambio de mentalidad y la imposición de las nuevas modas renacentistas los retablos de nueva factura se hicieron ya con esta tendencia y muchos viejos retablos góticos fueron sustituidos por los renacentistas. El retablo se volvió imprescindible y adquirió tal importancia que las catedrales, conventos, iglesias y capillas particulares se poblaron con estas obras artísticas, algunas de dimensiones extraordinarias.

En el Renacimiento se tuvo preferencia por los retablos escultóricos frente a los pictóricos del periodo anterior, aunque en bastantes ocasiones se conjugaron ambas artes. Pintura y escultura necesitaban un soporte arquitectónico que serían los ensamblajes tallados al nuevo estilo en los que trabajaron una serie de escultores-entalladores dando forma al resultado final del retablo. Estos artistas fueron verdaderos profesionales que conocían muy bien su oficio y las nuevas tendencias y que en muchos casos quedaron en la sombra ante la intervención de los grandes genios.

En la primera mitad del siglo XVI, los retablos se adaptaron a las formas renacentistas del momento, con adornos de grutescos y mucha y variada ornamentación. A partir de 1558 y con el ejemplo del retablo de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra, se dio un cambio total hacia el romanismo. La arquitectura cambió considerablemente con una estructura mucho más clara una superposición de órdenes clásicos y una limpieza en la decoración.

Los triglifos, las metopas, las cartelas, los atlantes, los niños recostados y los modillones sustituyeron a la profusión de grutescos de la etapa anterior y las columnas clásicas de fuste estriado sustituyeron a las abalaustradas, aunque en muchos casos se dio una supervivencia de ornamentación en el tercio bajo de estas nuevas columnas, a petición de los clientes, si bien el nuevo modelo de ornato ya no es el grutesco sino el rameado. Los retablos se llenaron además de frontones curvos y triangulares, demostrando el más puro clasicismo. Es importante destacar también la gran relevancia que cobró en esta segunda mitad (y como consecuencia del Concilio de Trento) el espacio destinado al Sagrario. Es un cuerpo muy especial dentro del conjunto del retablo, hasta el punto que en la mayoría de los casos se construye aparte e incluso es lo primero en realizarse y policromarse.

Disposición de un retablo renacentista

Retablo mayor renacentista de Francisco Giralte. Iglesia de Arrabal de Portillo (Valladolid).
Se da siempre una distribución de banco, calles y cuerpos. Pero dentro de esta división hay toda una gama de tipología y de adaptación de los espacios interiores. También depende del tamaño que se le quiera dar.

El primer espacio se ocupaba en ocasiones con el llamado sotabanco, que es un basamento de apoyo sobre el que se construye todo lo demás. Ese basamento podía llevar talla o pintura o nada. Sobre el basamento se colocaba el banco (o predela), también en horizontal, de una altura bastante menor al resto de los cuerpos. El banco o predela iba tallado y dividido en secciones, o bien adornado con tablas pictóricas.

Sobre el banco, las divisiones horizontales se llaman cuerpos, y las divisiones verticales se llaman calles. Esta distribución solía separarse con ayuda de frisos y columnas o columnillas, dejando espacios especialmente preparados para recibir las esculturas. El número de cuerpos es variable y el de calles también. Tampoco estaba reglamentada la conjunción de unos y otras, de manera que se podían dar múltiples resultados plásticos.

Sobre el último cuerpo se colocaba generalmente el ático, siempre o casi siempre ocupado por un Calvario. El ático es un coronamiento de menor anchura horizontal que el resto del retablo.

Las calles o divisiones verticales estaban destinadas por lo general a recibir ciclos temáticos de la Historia Sagrada. A veces entre estas calles había divisiones más estrechas que son las llamadas entrecalles. Era costumbre colocar en las entrecalles esculturas de bulto redondo representando a padres de la Iglesia, evangelistas, apóstoles o patriarcas.

A los lados del retablo a veces se añadían unas piezas verticales ricamente adornadas, llamadas guardapolvos. A partir de los años 30 del siglo XVI se fue añadiendo en cada extremo del retablo una columna de orden gigante que recibió el nombre de pulsera.[1]

Maestros entalladores

Era costumbre que la obra de un retablo se encargase a un entallador y que éste fuera el responsable de contratar a los escultores o pintores que lo rematarían con su trabajo artístico. En algunos casos puede verse cómo su labor arrastraba todavía un cierto goticismo de años anteriores. El número de escultores-entalladores es bastante extenso. Aunque no están catalogados como "genios" fueron muy buenos profesionales y sobre todo muy buenos en el trabajo en equipo. Entre todos ellos se puede distinguir a los siguientes: Giraldo de Flugo (seguidor de Alonso Berruguete), Alonso de Esquinas el Viejo, Pedro de Villadiego, Tomás Vázquez.

Fueron maestros muy considerados en este género Andrés de Nájera, Bartolomé Fernández, Guillén de Holanda, Pedro de Guadalupe y Juan de Badajoz el Viejo.

Retablo romanista

En la segunda etapa, con el Renacimiento romanista, cuando la obra imperante por excelencia era el retablo, los obispos fueron los principales mecenas y difusores: Diego de Sarmiento fue el promotor del retablo mayor de la catedral de Astorga (de Gaspar Becerra), Francisco Pacheco de Córdoba del retablo de la catedral de Burgos, Pedro de Lafuente (1578-1587), obispo de Pamplona, encargó a Juan de Ancheta un retablo para la iglesia de Moneo, de donde era oriundo, Antonio Zapata y Cisneros (1596-1600), también obispo de Pamplona, fue promotor y mecenas del retablo de la catedral de Pamplona (y del templete de plata para la procesión del Corpus), Juan de Muñatones, obispo de Segorbe patrocinó el retablo de Santa Casilda en Santa María de Briviesca (obra de Pedro López de Gámiz), que junto con el de Astorga supuso el lanzamiento y ejemplo a seguir del retablo romanista.

Los retablos de Navarra y sus autores

El autor Pierre Picart trabajó mucho en Navarra y de su taller salieron los retablos de Santa Catalina en Allo, de Irateña y de Alsasua.[2] En el retablo de la iglesia de San Juan de la ciudad de Estella (1563) hizo la estructura que resultó una gran obra arquitectónica. Las esculturas son de fray Juan de Beauves que se manifiesta aquí como un excelente tallista.[3] Beauves trabajó siempre en segundo plano, en contratos de otros escultores, y siempre pudo demostrar su calidad profesional, siendo un gran especialista en imágenes marianas. Dejó un buen trabajo en los retablos de Ochagavía (donde se aprecian las influencias francesas en la decoración), y de la parroquia de Lumbier (en colaboración con el entallador Pedro de Moret, maestro de Pamplona).

El gran retablo de la iglesia parroquial de Valtierra está ya en los límites del Renacimiento plateresco. Es una obra monumental con una estricta arquitectura en que se advierten el inicio de las formas clásicas del romanismo. La escultura fue realizada sucesivamente por cuatro escultores, comenzando por Juan Martínez de Salamanca en 1577; a su muerte continuó Blas de Arbizo a quien sucedieron Juan de Cambray y Lope de Larrea.

En el último cuarto del siglo XVI tiene lugar la propagación del romanismo. Navarra será quien lleve este estilo por tierras de La Rioja, Aragón, Burgos y País Vasco de la mano del escultor Juan de Ancheta. Años más tarde se introdujo en Navarra la tendencia clasicista implantada por las obras de El Escorial, por mediación del obispo Antonio Zapata que encargó la adaptación de la traza escurialense en el retablo de la catedral de Pamplona. A partir de esta obra los retablos de la escuela navarra se harán siguiendo esta composición de traza clasicista y escultura romanista.[4]

Periodo clasicista

El periodo clasicista se dio durante el primer tercio del siglo XVII. Fueron retablos especialmente arquitectónicos, con pisos articulados por órdenes arquitectónicas, calles con marcos, dinteles y frontispicios. En esta arquitectura se exponían las esculturas y las pinturas. Aumentó el número de cuerpos y de calles, como un casillero.

Periodo barroco

Retablo mayor de las Huelgas Reales de Valladolid. Trazas de Francisco de Praves; las esculturas y relieves son de Gregorio Fernández, que trabajó en ellas hacia 1613, y las pinturas, son de Tomás de Prado.
Comprende desde el segundo tercio del siglo XVII. En este segundo tercio se dio un abultamiento de la decoración. Ornamentación naturalista con vegetales, hojarascas, frutas, columnas salomónicas con manojo de espigas y racimos de uvas (alusivos ambos a la Eucaristía). El zócalo se hizo más alto. Aparece el orden gigante. Ejemplos:
  • Salamanca: retablo salomónico del Colegio Real de la Compañía.
  • Palencia: Retablos de San Fernando y de la Inmaculada (catedral).
  • Burgos: Retablo mayor y colaterales del Monasterio de las Huelgas.

Es el triunfo del barroco. Durante el último tercio de este siglo la ornamentación se hace abrumadora. Como consecuencia del culto eucarístico propugnado por el Concilio de Trento, el expositor de la custodia toma mayores dimensiones y resulta el punto principal del retablo. La estructura arquitectónica sigue dividiéndose en calles y pisos. Hace su aparición el estípite que ocupa el puesto de las columnas salomónicas. Ejemplos:

  • Segovia: Capilla sacramental de la catedral. El retablo de Churriguera muestra los estípites como soportes, empleados por primera vez en España.

Siglo XVIII

En la iglesia de san Francisquito, México.

Desaparece del todo la columna salomónica que es sustituida por el estípite. Abundancia de decoración y dorados. A final de este siglo va decayendo la construcción de retablos.


Referencias

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Bibliografía

  • Camón Aznar, José. La escultura y la rejería españolas del siglo XVI. Summa Artis. Historia general del arte. Vol. XVIII. Espasa Calpe, Madrid 1961.
  • Vélez Chaurri, José Javier. Becerra, Ancheta y la escultura romanista. Cuadernos de Arte Español. Edita Grupo 16. ISBN 84-7679-199-2

Notas

  1. No confundir con polsera, sinónimo de guardapolvo.
  2. Camón Aznar, José. La escultura y la rejería españolas del siglo XVI. Summa Artis
  3. Beauves trabajó en el taller de Pierres Picart en Salvatierra de Álava.
  4. La escultura renacentista en Navarra y su área de influencia, María Concepción García Gainza