lunes, 18 de julio de 2016

LA PLENITUD DE LA REVELACIÓN




“Cuando llegó la plenitud de los tiempos,
Dios envió a su propio Hijo…”
(Ver Gal 4, 4)

Por puro amor, Dios se ha revelado y se entregado a la humanidad comunicándoles poco a poco su propio misterio con hechos y palabras. Hagamos un recuento de la historia de la salvación:

1. La Creación

Su primera manifestación amorosa fue la obra de la creación (ver Gn 1 - 2). Con nuestros primeros padres se revela como un amigo y aún después de su caída (Gn 3) hizo con ellos una alianza y los alienta con la esperanza de la salvación.

2. Los Patriarcas

Con Noé, Dios selló una alianza con todos los seres vivos (El arcoíris: Ver Gn 9, 16) que durará para siempre.

Luego, Dios elige a Abraham y renueva su Alianza con él y su descendencia (Gn 12 - ss), de la cual se formó un pueblo al que le reveló su ley por medio de Moisés (Ex 1 - 3).

3. Los Profetas

Por los Profetas Dios preparó al pueblo para recibir la salvación destinada a todos los hombres.

4. Jesucristo

Finalmente, llegamos a Jesucristo, en quien Dios se ha revelado plenamente, y en quien ha establecido la Nueva Alianza para siempre (Ver CEC 68 – 73).

Con la llegada de Jesús al mundo se han cumplido las promesas hechas por Dios en la historia: lo que San Pablo llama: “plenitud de los tiempos” (Ver Gal 4, 4 – 5), que no es otra cosa que “el misterio de la Encarnación del Verbo” (Ver TMA 1).

5. La Plenitud de la Revelación

Esta plenitud se realizó de manera definitiva cuando el Hijo de Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo para, como dice San Pablo, “reconciliar consigo todas las cosas” (Ver Col 1, 19; Ef 1, 10); así, con su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, signos y milagros, sobre todo con su muerte y resurrección, y con el envío del Espíritu de la verdad, llevó a su culmen toda la revelación: Dios está con nosotros para liberarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte, y para hacernos resucitar… ¡A una vida nueva! (Ver DV 4).

Jesucristo es, por tanto, el acontecimiento último donde “convergen” todos los demás acontecimientos de la historia de la salvación. Es la Palabra única, perfecta y definitiva del Padre (Ver Jn 1, 1 – ss).

Jesucristo supera toda expectativa, lo que la humanidad ha deseado siempre y lo que cada uno de los hombres podría esperar consciente e inconscientemente, pues por Él y para Él fueron creadas todas las cosas, y por quien también nosotros existimos, nos movemos, y somos (Ver 1 Cor 8, 6; Heb 1, 2; Jn 1, 3).

Esto quiere decir que la misma creación tiene su centro en Jesucristo (Cristocéntrica: Ver Col 1, 15 – 17); Él ilumina el lado oscuro y enigmático de la realidad del mundo, como el sufrimiento y la muerte (Ver GS 22); de esta manera, el cristiano puede descubrir en todas las obras de la creación huellas y vestigios que anticipan la realidad de Jesucristo (las así llamadas “semillas del Verbo”).

6. Las semillas del Verbo

No en vano los primeros Santos Padres de la Iglesia repiten continuamente que en la naturaleza y en la cultura se pueden descubrir estas “semillas del Logos o del Verbo”, y que en Jesucristo tendrán toda su plenitud. San Irineo dirá que Jesucristo es “cabeza y compendio de toda la realidad”, lo que quiere decir que no se puede comprender plenamente al mundo y al hombre sin Jesucristo…

7. Ya… pero todavía no

Esto nos lleva a la convicción de que no hay que esperar otra revelación: Ya la tenemos en nuestro Señor Jesucristo (Ver DV 4). Pero aunque la revelación está acabada, no está completamente explicada, corresponde a la fe cristiana ir comprendiendo gradualmente su contenido en el transcurso de los siglos.

Por eso nos acercamos con todo respeto al misterio de Cristo, nos comprometemos a estudiarlo, para tratar de comprenderlo mejor y aventajar en nuestra propia salvación.

8. Revelaciones privadas

Es cierto que a lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas incluso por la autoridad de la Iglesia.

Su finalidad no es la de “mejorar” o “corregir” la revelación de la que Cristo es la plenitud, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una etapa histórica de la Iglesia.

Es el caso de ciertas religiones no cristianas (como el Islam, que presenta ciertas similitudes con las otras dos religiones “monoteístas”, es decir, que creen en un único y verdadero Dios) y de ciertos grupos religiosos recientes que se fundan en semejantes revelaciones.

9. Conclusión

En pocas palabras: Cristo es la plenitud de la revelación. Él es el centro de la historia de la salvación, Él es la clave, es el fin de toda la historia humana (Ver DGC 98).

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