¿Qué es un microensayo?

Concepto y ejemplos

Redactando un microensayo
Redactando un microensayo. GettyImages

 Definición: Un microensayo es, en esencia, un ensayo breve, directo, y claro. Pese a la brevedad, posee todas las características propias del género ensayístico.

¿Por qué el vocablo de microensayo? Sin definición en la RAE

El término microensayo no está registrado en el diccionario oficial de la Real academia española. Sin embargo, eso no implica que no se lo utilice. 

Partes de un microensayo

Consta de las tres partes básicas de todo texto, los cuales son:

Introducción. Es la parte donde se presenta el tema. El autor va delineando el enfoque que desarrollará a lo largo de su escrito. También en esta parte, es posible presentar la tesis o ideal principal del texto.

Cuerpo o contenido. Es la parte central donde se establecen los argumentos que sostiene el punto de vista del autor. 

Conclusión.

Características del microensayo

- Es un escrito libre y personal

- La voz propia del autor es lo fundamental

- Variedad temática. Puede versar sobre prácticamente cualquier tema o asunto 

-  La herramienta más importante en todo ensayo radica en los argumentos esgrimidos por el autor para sustentar su visto de punta sobre el tema que trata

- La extensión de un microensayo. Como es un texto breve, se recomienda no sobrepasar una sola página en su redacción

Los artículos de opinión como microensayos

Un artículo de opinión que se publica en un medio periodístico, ya sea en formato digital o impreso, puede ser denominado como un microensayo. Es un escrito, generalmente, no muy extenso, que explica la posición personal o los argumentos del periodista acerca de un tema de actualidad.

Ejemplos de microensayos

El revólver.

 La campaña, donde el hombre aislado no dispone de otra energía que la suya propia, exige el uso del revólver para relacionarse con los bandidos y con las fieras. Son allí oportunos igualmente los instintos primitivos que, como la crueldad y la astucia, encerramos todos en cantidad distinta, y envidiable también la finura puramente animal del oído y del olfato.
Cuando se formaron grandes centros, en que a la natural placidez de las costumbres se añadieron la cortesía inherente al juego social y el establecimiento de la policía y de los juzgados, se debió esperar que el revólver sería sólo indispensable a los viajeros, a los comisionistas, a los exploradores, a los miembros del ejército y de la marina y a los asesinos.
No resultó así. Cada cual lleva por nuestras calles cinco vidas ajenas en un bolsillo del pantalón. El estudiante, el empleado inofensivo no podrán comprarse un reloj, pero sí un revólver. Los jóvenes chic dejan en el guardarropa de los bailes su Smith al lado del clac. Señores maduros van con una artillería de maridos engañados o de conspiradores a leer al club su periódico preferido. Abogados, médicos y quizá ministros de Dios se arman cuidadosamente al salir de su casa. Se respira un ambiente trágico. Se codean héroes.
Mezclado familiarmente con la existencia diaria, el revólver es el remate de las disputas, un gesto casi legítimo, un argumento, y sirve para poner con balas los puntos sobre las íes.
Se le respeta tanto más cuanto que rara vez hiere a quien apunta. Su mérito consiste en que es torpe como la Providencia, y en que convierte una cuestión particular en un riesgo público. Este instrumento loco, dócil a la fugitiva presión de un dedo, es el que prefieren los impulsivos, el favorito de las mujeres y de los incapaces de dar una bofetada. Según se ha dicho profundamente, iguala a los adversarios. Entrega la fuerza, la salud y el equilibrio al espasmo histérico de un enclenque.
Tiene otras ventajas. Amenaza perpetua, mantiene el miedo entre los ciudadanos. La razón calla para que no la ametrallen. La calumnia, segura de no ser agredida, corre al aire libre. Las polémicas periodísticas se transforman en prudentes colecciones de insultos a distancia. El jurado se enternece con el revólver, y arregla benévolamente los casos desgraciados. Así se conserva una pacífica depresión moral.
Creo que hay disposiciones contra las armas de fuego. Pero el rigor de las leyes reside en su cumplimiento, y no en la letra. Los tribunales respetan el derecho de propiedad, que se confunde, por lo que atañe al revólver, con el derecho a que nos fusilen.

Rafael Barret. Wikisource