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LA MUJER EN LA FORMACIÓN DE LA FAMILIA

La mujer como miembro fundador de la familia, primera célula que forma la sociedad, tiene un papel importante en la creación, formación y mantenimiento de valores de las personas que la integran. Su sueño de tener hijos, su naturaleza de ser madre, se hace realidad; pero también es allí donde empieza su mayor responsabilidad con la sociedad. En la actualidad, el desarrollo tecnológico y social permiten a la mujer alternar diferentes papeles. Ser madre, esposa, ejecutiva, empleada y ama de casa, son funciones todas de la misma importancia, a las que ella imprime su sello inconfundible: el de mujer.

Su nobilísima función de madre no siempre es bien recompensada y sólo un día al año se recuerda, mientras ella mantiene unida física y moralmente a la familia, llevándola adelante, hora tras hora, todos los días, constituyéndose en el personaje central en la vida de los hijos, que les proporciona compañía, así como una pauta de valores.
Ser madre significa para la mujer una experiencia rica en sentimientos, pero también llena de conflictos. Vive los logros de sus hijos, y sus fracasos los siente como propios; y es que entre madre e hijo existe una comunicación única, que el sociólogo René Spitz ratifica en su teoría: La pareja humana del niño es la madre irremplazable .
La independencia de sus hijos empieza a vivirla cuando llega el primer día de ir al colegio, y una lágrima deja asomar, y junto con el padre debe enseñarles a valerse por sí mismos, dentro de ciertos parámetros culturales que la sociedad espera de un hombre, de una mujer; pero partiendo siempre de los pilares sólidos de amor y comprensión del hogar.
Con regaños y fuertes llamados de atención, ella primero moldea nuestro comportamiento, sin negar en ocasiones la oportunidad a la palmada que enseña que a los hermanos no hay que pegarles y a las plantas no maltratarlas. Pero cuando el niño va creciendo, la enseñanza de los principios morales ocupa ahora el lugar preferente y va sembrando la tradición de una familia. Es aquí cuando la mujer actual, a pesar de sus compromisos laborales, necesita distribuir sabiamente su tiempo para sus hijos que aunque a veces es poco es valioso por la calidad de la entrega. El sociólogo Harlow, en uno de sus estudios, lo confirma: El cuidado de la madre en la vida del hijo es favorable y estimulante no sólo en la infancia sino también en épocas posteriores .
Entrega las pautas de comportamiento para sus hijos y estimula el desarrollo de sus habilidades, para llevar una vida íntegra, basada en el respeto y la verdad, enseñándoles a afrontar la realidad con valor, sin escapar de ella por medios artificiales como la droga, el alcoholismo y otros vicios que llevan a la destrucción personal, familiar y social.
A cambio de todo su trabajo, las madres reciben quejas sobre sus hijos que no responden positivamente en su labor escolar o en los pequeños compromisos que la familia le ha impuesto, e incluso se ve en la necesidad de interceder en las discusiones entre padres e hijos, cuando empiezan a ser hombres.
La mujer es un miembro imprescindible en todo hogar, y su falta es tan significativa que existen muchos hogares que se han disuelto totalmente ante su ausencia.
Ama de casa o empleada, ejecutiva o no, la madre es el pilar sobre el que se levantan varias vidas, y de su incansable siembra, recoge los frutos en sus hijos que formarán otras familias, pero siempre en la mujer estará la responsabilidad de educar una familia. La importancia del papel de la mujer en la familia, el escritor Mclever lo sintetizó en un solo verso: El que educa a un hombre/ educa a un individuo, el que educa a una mujer/ educa a una familia.
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