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¿Cómo se llegó a la Segunda Guerra Mundial?

Del rearme secreto de la República de Weimar a la Alemania nazi

José Gabriel Paz

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La Segunda Guerra Mundial fue probablemente el mayor conflicto armado de la historia de la humanidad, donde entre 55 y 60 millones de personas fallecieron a consecuencia de las acciones bélicas que se sucedieron en sus 6 años de duración1. Sin embargo, para entender los orígenes del conflicto, se debe retroceder al final de la Primera Guerra Mundial, desde donde se irá desarrollando un hilo conductor en el que se van aportando los elementos políticos y militares que permitirán entender el proceso que desemboca en la llegada de Hitler al poder y comprender las etapas de la construcción de su letal máquina de guerra.

La derrota y desaparición del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial, tuvo como consecuencia el nacimiento de la República de Weimar, que constituyó un intermedio pretendidamente democrático entre el autoritarismo del Imperio y el totalitarismo del Tercer Reich.

La historia alemana de postguerra entre los años 1918 y 1933, se inicia con un gobierno de transición a cargo del socialdemócrata Friedrich Ebert, que como presidente tendría la difícil tarea de guiar el caótico país entre el 4 de febrero de 1919 hasta su muerte en febrero de 1925. Su principal tarea fue intentar lograr el equilibrio político de un país envuelto en un permanente estado de convulsión, bajo la amenaza en cierne de una guerra civil entre monárquicos, comunistas, socialdemócratas y nacionalistas, con frecuentes levantamientos y crímenes políticos, sumido en una inmensa crisis económica y social e hiperinflación.

Es en ese complejo entorno, donde se empieza a gestar el rearme secreto en violación a lo establecido por el Tratado de Versalles, y el tiempo en el que fueron apareciendo las primeras manifestaciones del movimiento nazi.

Imposiciones del Tratado de Versalles

A mediados de 1919, las potencias vencedoras, establecieron duras condiciones para el cese del estado de guerra mediante el Tratado de Versalles, en el que se estipularon gravosas medidas de reparación económica y acordaron la redistribución de territorios que conformaban el Imperio Alemán, surgiendo once nuevos Estados2.

Alemania debió entregar Alsacia y Lorena a Francia, Eupen y Malmedy a Bélgica, la Prusia polaca, la Alta Silesia y el corredor de acceso al Báltico a Polonia, Slesvig a Dinamarca, Memel a Lituania, debiendo reconocer la independencia del Danzig y entregar el territorio del Sarre a la Sociedad de las Naciones por 15 años. En las zonas con población alemana, se deberían realizar plebiscitos a fin de establecer si debían volver a integrarse a Alemania o quedar bajo el dominio de los países a los que alguna vez pertenecieron. También debió aceptar la ocupación por fuerzas interaliadas de los territorios Renania y todas sus colonias fueron distribuidas entre las potencias aliadas europeas.

El Tratado de Versalles, estableció estrictas restricciones a las fuerzas armadas alemanas. Su ejército no podía tener más de siete divisiones de infantería y tres de caballería, un total de 100 000 soldados, y un máximo de 4000 oficiales. La conscripción fue prohibida, y no se permitía el entrenamiento militar de los civiles dedicados a la protección de bosques, de aduanas o de otras instituciones oficiales.

El ejército alemán debía estar dedicado exclusivamente al mantenimiento del orden dentro de su territorio y al control de las fronteras. Se prohibió la construcción de aviones, artillería pesada, tanques, y la fabricación o importación de armas y gas venenoso, o la producción de materiales para la guerra química. Las fuerzas navales no podían tener más de 15 000 hombres y se hallaban limitadas a una dotación de seis acorazados, seis cruceros, seis destructores, y 12 torpederos, impidiéndose la producción o adquisición de submarinos.

Mapa de Europa en 1923. Un mapa con las fronteras posguerras en rojo sobre el mapa preguerra de Europa. Nota: este mapa no muestra el Estado Libre de Irlanda. (Dove, Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0)

La interdicción establecida no permitía al ejército alemán tener un Estado Mayor, aunque se creó como máximo elemento de conducción de las fuerzas armadas al «Truppendienstamt» (Oficina de Servicios para la Tropa), que estaba al mando del «Jefe de la Dirección del Ejército», aunque siguiendo la tradición militar imperial comúnmente se lo denominaba «Jefe de Estado Mayor».

El complejo proceso de desmovilización y adecuación de las fuerzas militares del desaparecido Imperio Alemán a lo establecido por el Tratado, pasó por un periodo de conversión en la etapa de la nueva República de Weimar, que fue cumplida provisoriamente por el «Übergangsheer» (Ejército Transitorio). La finalización de la tarea de restructuración se cumplió el 1 de enero de 1921 con la creación de las nuevas fuerzas armadas, la «Reichswehr» (Defensa Nacional), nombre que mantuvo hasta 1935, cuando cambia por «Wehrmacht» (Fuerza de Defensa)3.

Para garantizar el cumplimiento de las restricciones militares, el Tratado crea las «Comisiones Inter-Aliadas de Control» que actúan como representantes de los «Gobiernos de las Principales Potencias Aliadas y Asociadas»4. De las Comisiones participaba principalmente personal británico y francés pero su trabajo se vio afectado por la exigua colaboración del gobierno alemán, y la falta de unidad de criterio en sus miembros, puesto que mientras los franceses eran sumamente estrictos en la tarea de desarme, los británicos no tenían las mismas exigencias5. Las Comisiones funcionaron hasta 1926, cuando los aliados las sustituyeron por una conferencia de embajadores, y la tarea de control prácticamente dejó de realizarse.

La violación del Tratado de Versalles

La República de Weimar buscó eludir de todas maneras las imposiciones establecidas por los vencedores, y creó una encubierta fuerza militar bajo el máximo secreto. Esa tarea la llevó adelante el jefe del «Truppendienstamt» de la Reichswehr, general Hans von Seeckt, quien además de reformar profundamente la doctrina, táctica, organización y entrenamiento de las fuerzas armadas alemanas hasta llevarlas a alcanzar un alto nivel de aptitud, dispuso la creación de un ejército «paralelo» que era conocido como «Schwarze Reichswehr» (Ejército Negro) compuesto por unidades militares de voluntarios y reservistas, que le permitieron superar los límites impuestos por el Tratado de Versalles6. Con la autorización de Ebert, el 7 de Febrero de 1923, Von Seeckt acordó en secreto con el Ministro de Interior prusiano Carl Severing la creación de una guarnición «Arbeitskommandos» (Tropas de Trabajo) garantizando su presupuesto y logística, que en septiembre de 1923 ya contaba con entre 50 000 a 80 000 hombres7.

Junto al «Ejército Negro», coexistieron un conjunto de organizaciones civiles con capacidad de adiestramiento militar en aptitud para una eventual movilización. Algunas eran deportivas como las de tiro, esquí, equitación, paracaidismo, también las había técnicas como las dedicadas a la aviación, e incluso algunas aparentemente inocuas como las asociaciones patrióticas, las colombófilas o las organizaciones juveniles. Otras eran de veteranos de guerra, que llegaron a ser importantes formaciones autónomas paramilitares como las «Freikorps», —entre ellas la «Marinebrigade Ehrhardt», la «Eiserne Division», «Garde-Kavallerie-Schützendivision»—, o la organización «Der Stahlhelm» (Stahlhelm Bund der Frontsoldaten), que más tarde, algunas se convertirían en los primeros grupos de choque del régimen nazi.

Muchas actividades de entrenamiento militar fueron disimuladas en instituciones civiles, como el caso de la «Deutsche Verkehrsfliegerschule (DVS)» (Escuela Alemana de Transporte Aéreo) que formaba pilotos comerciales, y que en 1925 fue convertida en una estructura secreta militar, donde se entrenaron los pilotos de la futura Luftwaffe.

El general von Seeckt impulsó la idea de establecer un programa militar de formación y entrenamiento germano-soviético, y también promovió las conversaciones iniciales del plan de los dos países para acabar con Polonia. El 16 de abril de 1922, la República de Weimar y la Unión Soviética suscribieron el Tratado de Rapallo, el que a través de una cláusula secreta permitía a los alemanes el envío de misiones militares a la URSS, realizar ejercicios militares con el Ejército Rojo y el intercambio tecnológico e industrial8.

Bajo el disfraz de la realización de actividades civiles, se promovió el crecimiento de la capacidad de producción de armamento y el desarrollo tecnológico militar, lo que se realizó a través numerosas empresas como el caso de GEFU, un grupo industrial de capital «privado», que estableció factorías en la Unión Soviética para la producción de armas livianas y pesadas, municiones, tanques, aviones, material de artillería y gas venenoso9.

Así, en violación al Tratado de Versalles, el «ejército oculto» alemán contó en la Unión Soviética con numerosas instalaciones militares, plantas industriales y centros de entrenamiento, ámbitos donde pudo desarrollar y probar nuevas armas en secreto. Mientras que los oficiales soviéticos seleccionados por el mariscal Mikhail Tukhachevski fueron entrenados en academias alemanas, en la búsqueda de crear un ejército profesional y mejorar la capacidad de sus fuerzas armadas.

Diversos prototipos alemanes emergían de las fábricas de aviones instaladas en Samara y Saratow, —cerca de Moscú—, lo que a su vez se constituiría en la base de la industria aeronáutica soviética. En un aeródromo construido en Lipetsk, a orillas del río Voronezh, se instaló una unidad aérea especial llamada «Abteilung M» (Batallón M) donde se probaban los nuevos aviones, armas y equipo. Entre 1925 y 1933 se entrenaron numerosos oficiales como pilotos de combate y a su regreso a Alemania, para mantener su aptitud, ingresaban a la incipiente aerolínea Lufthansa, donde sus instructores eran los mejores pilotos de combate de la I Guerra Mundial, que habían sido contratados como pilotos civiles de la empresa.

En un artículo de la época, su autor expresaba con cierta ironía que algunos oficiales alemanes dejaban de figurar en las listas del ejército y al cabo de algunos años reaparecían con el distintivo de piloto aviador, y encuentra una respuesta a su duda al expresar: «¿Dónde han estado durante el tiempo de su eclipse?, habían estado en Rusia en el Ejército Rojo. Por eso dejaron de ser militares, porque siéndolo, según el Tratado de Versalles, no pueden marchar a ningún ejército extranjero, pero un civil es dueño de ir a donde le parece, y si en el Ejército Rojo lo admiten y le enseñan el funcionamiento de la aviación, de los tanques, de la artillería pesada, el Gobierno de los Soviets sabrá por qué lo hace»10.

Patrullas prohitlerianas llevan a cabo redadas para detener a consejeros municipales socialistas. Estas redadas eran un esfuerzo para tomar el poder durante el golpe de estado de la cervecería de 1923 en Múnich. (Foto: Bundesarchiv, Bild 146-2007-0003, Wikimedia Commons/CC-BY-SA 3.0; color agregado)

Cerca de la ciudad tártara de Kazan se instaló una fábrica de tanques, y entre 1926 y 1933 los prototipos desarrollados se destinaron a actividades de entrenamiento, poniéndose a prueba los fundamentos de las nuevas tácticas de guerra para unidades blindadas en ejercicios en los que participaban oficiales alemanes y soviéticos.

La industria química alemana se encontraba entre las avanzadas del mundo, sin embargo tenía prohibido fabricar insumos bélicos en su territorio, mientras que la Unión Soviética necesitaba de los técnicos alemanes para la reconstrucción de su infraestructura, y así por interés de ambos países las plantas químicas alemanas tuvieron un importante lugar en los planes de desarrollo soviéticos. La fábrica de armas químicas en Samara, que tuvo un importante centro de investigación experimental identificado en los planes secretos bajo el nombre de «Tomka», la que fue construida en su totalidad por los ingenieros de la Reichswehr.

En 1922, los astilleros alemanes Vulkan, Germaniawerft y Weser, fundaron en Holanda la compañía NV Ingenieurskantoor voor Scheepsbouw (más conocida como IvS), —que en realidad era una empresa ficticia de la Reichsmarine—, base de la construcción de la fuerza naval alemana y a cargo el programa de submarinos, contando con astilleros propios o contratados en Finlandia, España, Japón, entre otros países. Entre 1923 y 1935, a través del programa de cooperación con Finlandia, fabricaron submarinos y buques en astilleros finlandeses, y en 1927 se construyeron dos submarinos para Turquía, cuyo contrato incluyó el entrenamiento y la selección del personal.

El gasto militar era un indicio importante en el crecimiento armamentista alemán y los desvíos de fondos para organizar su ejército oculto. En 1924 era de 458 644 220 de Reichsmarks, pero en 1930 el presupuesto había ascendido a 693 777 150 Reichsmarks. Comparando con Francia, en 1930 gastaba en municiones 359 millones de Francos, mientras que Alemania en el mismo rubro, gastaba el equivalente a 471 millones de Francos (alrededor de 77 millones de Reichsmarks). Teniendo en cuenta que entre 1925 y 1930, Alemania tenía denunciadas ante las Comisiones Inter-Aliadas de Control 1926 ametralladoras, en realidad, con semejante presupuesto en esa época podía haber construido más de 20 000.

Adolf Hitler da un discurso ante el presidente del Reich alemán y la Iglesia de Guarnición. El día 21 de marzo de 1933 se celebra el Día de Potsdam para conmemorar al nuevo canciller del Reich, Adolf Hitler. (Foto: Georg Pahl; Bundesarchiv, Bild 102-16093, Wikimedia Commons/CC-BY-SA 3.0; color agregado)

Tal era el secreto en los gastos militares, que la Reichswehr era un coto cerrado en el que no penetraban las inquisidoras miradas de los miembros del Parlamento (Reichstag) aunque eran quienes votaban el presupuesto11. Las fuerzas armadas funcionaban autónomamente como un Estado dentro de otro Estado.

Durante el periodo de ocupación franco-belga del Ruhr ocurrida por el retraso del pago de las indemnizaciones de guerra por parte de Alemania —entre enero de 1923 y agosto de 1925—, las fuerzas del «Ejército Negro» realizaron operaciones de sabotaje y ataques, aunque el gobierno alemán negó toda relación con los incidentes. También, con el fin de mantener el secreto del rearme, se dedicaron junto a las Freikorps a eliminar a quienes se les atribuyó la calidad de traidores por ser supuestos informantes de las Comisiones de Control, realizándose juicios sumarios llamados «asesinatos feme», procedimiento que también se aplicó en las persecuciones políticas contra los disidentes.

El 16 de octubre de 1925 mediante el Tratado de Locarno, los países europeos vencedores de la I Guerra Mundial acordaron con los vencidos la reafirmación de las fronteras establecidas por el Tratado de Versalles. Francia, Alemania y Bélgica establecieron la desmilitarización y neutralidad de la zona de Renania. También se dispuso un sistema de arbitraje obligatorio para los conflictos a través de la intervención de la Sociedad de Naciones, y en 1926 Alemania fue admitida en dicha organización, reinsertándose en la comunidad internacional. En cierta forma, el Tratado fue un intento por mejorar las relaciones entre Alemania y Francia, que en lo inmediato fue eficaz, aunque no sería suficiente para contener los eventos desencadenados a partir de 1930.

Por su parte, con el fin de fortalecer la relación entre Alemania y la Unión Soviética, ambos países acordaron a través del Tratado de Berlín del 24 de abril de 1926, el mutuo compromiso a la neutralidad en caso del ataque por un tercero con una vigencia de cinco años, siendo renovado en 1931 y en 1933.

Hitler, canciller de Alemania

La depresión económica de 1929 desestabilizó más profundamente la complicada política alemana. Entre 1930 y 1933 el presidente Hindenburg designó sucesivamente a tres cancilleres: Heinrich Brüning, Franz von Papen, y Kurt von Schleicher, y mientras la crisis aumentaba, la figura de Hitler se fortalecía y se encaminaba a su ascenso al poder12. Las consecuencias de la inmensa crisis económica tuvieron efecto en el campo militar, y en el año 1930 para cubrir 9732 plazas de voluntarios solicitadas por el Reichsheer, se presentaron 120 000 aspirantes.

El 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg —a propuesta de von Papen—, designa a Hitler como canciller, y la llegada de los nazis al poder (Machtergreifung), trajo en sus seguidores fervorosas expectativas sobre la liberación de Alemania de las opresivas medidas que el Tratado de Versalles había impuesto, la recuperación de los territorios bajo el influjo del pangermanismo, y la restauración del honor alemán perdidos en la I Guerra Mundial.

A partir de aquí, se comenzó a marcar el dramático proceso de cambio que se avecinaba. La instauración del III Reich, producirá el veloz desencadenamiento de los hechos, que consolidará el poder político del partido nazi y acelerará el proceso de rearme secreto.

Así, el 3 de febrero, Hitler en una reunión secreta con sus generales, anunció el urgente plan para incrementar las fuerzas, donde el ejército debía ser triplicado, la próxima creación un Ministerio del Aire a cargo de Hermann Göring con la misión de construir 1000 aviones y la tarea de entrenar a los pilotos en clubes civiles de vuelo. También informó sobre la inmediata construcción de cuarteles, aeródromos, fortificaciones y otras instalaciones militares.

El edificio del Reichstag del Parlamento alemán en llamas. El Partido nazi provocó el incendio del edificio durante una operación de bandera falsa el 27 de febrero de 1933 y lo utilizó como pretexto para comenzar una campaña de terror contra comunistas y antifascistas. (Foto: National Archives, ARC Identifier: 535790, Local Identifier: 208-N-39835; color agregado)

El 4 de febrero, se dictó la «Ley para la Protección del Pueblo Alemán», por la que se restringió la libertad de prensa y se estableció la confiscación del material literario considerado peligroso. El 27 de febrero, se produjo el incendio del Reichstag, y al día siguiente Hitler puso a la firma de Hindenburg el «Decreto del Presidente del Reich para la Protección del Pueblo y del Estado». Por él las libertades individuales, eran suspendidas «hasta nuevo aviso», restringiendo los derechos a la libertad de expresión, de prensa, de asociación, de reunión y el secreto de las comunicaciones. Se autorizaban los registros de domicilios y confiscación de bienes privados sin orden judicial y se fijaban penas mayores a las establecidas por el Código Penal para los actos contrarios a la seguridad pública, implantando la pena de muerte para quienes causaren daños a bienes públicos o quienes «opusieran resistencia a las autoridades del Reich»13.

En los primeros días de su aplicación se ordenó la detención preventiva de miles de opositores, y el jefe de la Policía de Berlín, dispuso la prohibición de todas las publicaciones disidentes, e inmediatamente fueron instadas a dejar de circular.

El 26 de abril de 1933 se aprobó la ley de creación de la Gestapo, donde la policía política del régimen tenía por misión investigar y combatir las tendencias peligrosas para el Estado, con facultades para investigar los casos de traición, espionaje y sabotaje, y ataques contra el Estado y el partido nazi, con lo que se incrementó el apremio sobre los disidentes políticos, y la creciente persecución llevó a cerca de cincuenta mil alemanes al exilio.

El régimen nazi buscó todas las formas a su alcance para acallar la voz de los disidentes, y una de ellas fue disponer por decreto la expatriación de los opositores. Por la «Ausbürgerungsliste des Deutschen Reichs» del 25 de agosto de 1933 por primera vez fueron expatriadas treinta y tres personas que poseían vínculos con partidos y asociaciones socialdemócratas, pacifistas, socialistas y comunistas, y hasta marzo de 1945 había alcanzado a 39 000 personas14,15. Las consecuencias de la inclusión en la lista eran la perdida de la nacionalidad alemana, sus títulos académicos y la confiscación de sus bienes, siendo condenados a la apatridia y a la indigencia. Era la muerte civil de los disidentes, dictada por decreto del Reich16.

El 23 de octubre de 1933, Alemania se retiró de la Conferencia de Desarme y de la Sociedad de Naciones, como rechazo a la actitud de las potencias que se negaron a aceptar su reclamo, en el que pedía un trato en pie de igualdad con las demás naciones hegemónicas y a su derecho al rearme. Proponía que si le era impuesta la limitación en cuanto su rearme, las potencias deberían llevar a cabo un desarme similar al impuesto a Alemania con el Tratado de Versalles. Esta actitud de Alemania aun no sería tomada como una señal de alerta por Europa.

Entre 1933 y 1934, se empieza a desatar la persecución racial nazi con la atribución a los judíos de las causas de la debacle de la postguerra. Pero se convertiría en una política activa del régimen a partir de las llamadas leyes de Núremberg que con la aprobación de la «Ley para la Protección de la Sangre y el Honor alemanes» del 15 de septiembre de 1935, inicialmente se impedía el matrimonio entre alemanes y judíos, y más tarde se extendería a restricciones de sus derechos civiles y patrimoniales, alcanzando también a variados grupos étnicos, religiosos y raciales17,18.

La muerte de Hindenburg, el 2 de agosto de 1934, convirtió a Hitler en el dictador del Reich y comenzaron las advertencias sobre el proyecto belicista de expansión nazi, anticipando que su alarmante rumbo provocaría una guerra catastrófica y la consiguiente ruina total de Alemania.

El 16 de marzo de 1935, Hitler anunciaba la renuncia unilateral a las restricciones sobre capacidades militares establecidas por el Tratado de Versalles, así como da a conocer sus planes de fortalecimiento de las fuerzas armadas con la creación de la Wehrmacht, y su nueva fuerza terrestre (Heer), aérea (Luftwaffe) y naval (Kriegsmarine), el restablecimiento del servicio militar obligatorio y el plan de formación de 12 cuerpos de ejército y 36 divisiones. Este fue el punto de inflexión en el rearme alemán que en forma parcial dejaba de ser clandestino, y la «punta del iceberg» de la construcción de la principal herramienta del plan de agresión militar de Hitler.

¿Cómo actuaron las potencias europeas de ese tiempo frente al rearme de Alemania y el proyecto de Hitler?

Frente al anuncio de Hitler de iniciar su programa de rearme de marzo de 1935, los gobiernos de Gran Bretaña y Francia prefirieron mantener en una posición serena, cediendo en el campo diplomático ante la fingida postura moderada del canciller alemán. Restaron importancia a las posiciones beligerantes y a su vocación por el expansionismo de su «lebensraun» (espacio vital), que antes y después del acceso al poder, enunciaba a través de sus escritos o que expresaba en sus discursos. De la misma manera, Europa tampoco prestó atención a los grupos disidentes que venían denunciando insistentemente el peligro del rearme y las intenciones bélicas de Hitler.

Pocos días después del anuncio de Hitler, la agencia periodística United Press International distribuyó a la prensa mundial un artículo titulado «Lo que gastan varias naciones en defensa», donde se analizaban los presupuestos de defensa y los datos del potencial militar de diferentes países entre los años 1934-193519. En él se muestra que las fuerzas armadas alemanas tenían un bajo desarrollo comparado con otras potencias, pero no aparece expresada su enorme organización oculta, la que obviamente aún se mantenía secreta. Pero en realidad, el artículo no mostraba más que lo que las potencias de la época sabían.

Tabla. Lo que gastan varias naciones en defensa. (Fuente: La Vanguardia, «Lo que gastan varias naciones en defensa» 28 de abril de 1935)

En ese momento Francia era el único país con una fuerza militar capaz de enfrentar a Alemania, y discretamente optó por fortalecer su actitud defensiva, organizando la Línea Maginot a lo largo de la frontera franco-germana, con una concepción propia de los tiempos de la I Guerra Mundial, creyendo que los frentes estáticos serían un obstáculo imposible de transponer en el caso de un intento de agresión alemán. El 2 de julio de 1934 se crea como fuerza independiente «l’Armée de l’air» francesa, y recién un año después establecería su estructura operativa.

El Reino Unido había iniciado lentamente su rearme a partir de la salida de Alemania de la Sociedad de Naciones y de la Conferencia de Desarme de Ginebra en octubre de 1933. Sin embargo, el convenio naval germano-británico, del 18 de junio de 1935, había convencido al Reino Unido que esto evitaba una carrera armamentista, alejando las posibilidades de una nueva guerra. Por él se acordaba que la flota alemana no sobrepasaría el 35 % del tonelaje de la flota británica, proporción que era aplicable a todas las categorías de buques. Sólo los submarinos podían alcanzar el 45 %, y a partir de 1938, podían llegar al 100 %.

El desinterés por las actividades que encubrían aprestos militares, es expresada por Churchill al declarar en noviembre de 1935: «… esos preparativos, aunque asiduamente ocultados, fueron conocidos por los departamentos de inteligencia tanto de Francia como de Gran Bretaña. Pero en ninguno de estos gobiernos había un poder suficiente, para detener a Alemania o para intentar revisar los tratados…»20.

El 7 de marzo de 1936, la Wehrmacht con un escaso despliegue militar ocupó sin resistencia el territorio de Renania, violando los Tratados de Versalles y de Locarno. Esto fue trascendente para los planes del Reich puesto que era un área clave en el desarrollo industrial, por sus minas de carbón y de hierro, y donde estaban instaladas las principales siderúrgicas. Así Hitler se fortaleció en el campo interno por la recuperación territorial de una región interdicta desde la I Guerra Mundial, y ganó la consideración de los generales de la Wehrmacht, que habían sido recelosos a la hora de cumplir la orden, puesto que desconfiaban de las posibilidades de éxito ante una posible respuesta militar de los aliados, e incluso habían previsto una rápida retirada frente a la posibilidad de un contraataque francés.

Ante a la ocupación de Renania, el Reino Unido no tomó ninguna medida y Francia sólo enunció la formal denuncia de la violación a los Tratados, pero en ninguno de los dos países había ánimo de confrontación. Los británicos, pasaban por una crisis económica y lejos estaba la idea de comprometerse con una guerra. Por ello, continuaron con la superficial reorganización militar, llevada a cabo con la resistencia de políticos y de la opinión pública, y tan hostil era el ambiente que se había creado, que como lo describe el general británico Fuller, «… el pueblo británico estaba por completo narcotizado y si un gobierno británico hubiese propuesto un rearme, habría sido arrojado del poder…»21. Aunque la creación del «Industrial Intelligence Centre», para el monitoreo del rearme alemán, realizó estudios sobre las variables industriales, económicas, financieras, los recursos estratégicos, etc., pero alegando motivos puramente económicos, concluyó que era poco probable que Alemania decidiera embarcarse en una guerra en el corto tiempo, en la que no podría tener una buena perspectiva de ganar22.

El historiador Michael Howard percibe la falta de voluntad de considerar las referencias a la amenaza nazi en ese tiempo, cuando expresa «… por lo que al Reino Unido se refiere, donde una opinión pública castigada por la guerra se mostraba hostil a cualquier implicación europeísta, todos los partidos compartían una política liberal conciliadora con los alemanes y dispuesta a la conciliación en aras de la paz. Cuando llegó el momento, ningún Estado democrático estaba preparado para mantener las fuerzas armadas necesarias tanto para conservar un orden internacional basado en el equilibrio de poder, como para preservar el cumplimiento de la ley, bajo los auspicios de la Sociedad de las Naciones…»23.

Integrantes del Sturmabteilung (Destacamento de Choque) frente a miembros del Partido Democrático Social alemán que fueron detenidos en el campo de concentración en Oranienburg. Entre los prisioneros tomados en agosto de 1933 se encuentran (de izq. a der.): Ernst Heilmann, Friedrich Ebert, Alfred Braun, Heinrich Giesecke, Hans Flesch y Kurt Magnus. Sentimientos a favor de una masacre organizada contra los comunistas, demócratas sociales y otras facciones antifascistas fueron los primero efectos de la dictadura. (Foto: Bundesarchiv, Bild 183-R88978, Wikimedia Commons/CC-BY-SA 3.0; color agregado)

En Francia, la amenaza alemana aún estaba lejos de ser el único desafío que enfrentaba el gobierno, puesto que en ese momento se encontraba abstraído en los problemas del marco interno por la grave depresión económica y las profundas discrepancias ideológicas entre los sectores políticos. Si bien no iría a un conflicto sin el apoyo del Reino Unido, la ocupación de Renania produjo inquietud en el servicio de inteligencia de las fuerzas armadas (Deuxiéme Bureau).

Sin embargo, la inteligencia francesa fue desacertada en la información proporcionada e imprecisa en sus estimaciones sobre el potencial militar alemán, lo que afectó el proceso de toma de decisiones del gobierno e influyó en la formulación del programa de rearme del Ministerio de Defensa. Se estimó que los oficiales alemanes eran de escasa calidad, y no pudieron vincular la masiva fabricación de nuevas armas con la renovada doctrina de las fuerzas armadas alemanas, ni se percibió la transformación de su estrategia y táctica.

En cuanto a las actividades de la industria militar, la inteligencia calculó que la fabricación de material bélico superaba largamente las exigencias de la Wehrmacht, sin comprender el porqué de la exagerada producción, lo que hace evidente que aún no habían advertido la existencia del «ejército oculto»24. Informó que en caso de conflicto se vería afectada la importación del petróleo y caucho necesarios para el abastecimiento militar alemán lo que limitaría su operatividad, desconociendo que subsidiariamente la industria química alemana podía producir hidrocarburos a partir del proceso de hidrogenación del carbón, y que había desarrollado la producción de caucho sintético.

Tampoco fue valorada por Reino Unido y Francia la maniobra de Alemania en el campo diplomático, donde buscó un acercamiento a los países con afinidad ideológica. En la Guerra Civil Española proporcionó apoyo militar a Franco con la Legión Cóndor, poniendo en examen sus nuevas tácticas, armas y equipos en combate, a partir de la participación de elementos de la aviación, blindados y artillería alemana, sin queja alguna del Reino Unido y Francia. También alentó la suscripción de los acuerdos previos con los países que conformarían el Eje, estableciendo la alianza con Italia en octubre de 1936 y el 25 noviembre concertó el Pacto Anti-Comintern con Japón (más tarde se incorporará Italia), que buscaba restar influencia mundial al comunismo promovido por la Unión Soviética.

La ceguera política europea

Los políticos europeos de la época aun no veían la gravedad de la situación, y no eran pocos los británicos que tenían cierto grado de consideración hacia Hitler. El Primer Ministro británico Neville Chamberlain adoptó una condescendiente política en su relación con Alemania, que se la llamó de «apaciguamiento» (appeasement), por la que aceptaba las pretensiones expansionistas de Hitler, creyendo que con una actitud conciliadora lograría la paz europea. La política de «apaciguamiento» se basaba en la creencia que el comunismo y la Unión Soviética eran una amenaza mayor que el fascismo, e incluso el gobierno británico llegó a considerar que la Alemania de Hitler podría ser un aliado potencial en una futura lucha contra el comunismo.

Las consecuencias del «apaciguamiento» británico tuvo un importante efecto en el tratamiento de los aproximadamente 90 000 exilados que habían llegado huyendo del régimen nazi, y que el servicio de inteligencia interna (MI5) consideró que por haber caído en desgracia con el «aliado potencial» debían ser considerados sospechosos y vigilados, atribuyéndoseles la posibilidad de ser espías soviéticos por la única razón de su hostilidad al nazismo25.

En ese confuso contexto, Churchill había publicado numerosos artículos con elogios hacia el canciller alemán, como el caso de «Friendship with Germany» del 17 de septiembre de 1937, donde expresaba: «Uno puede tener aversión al sistema de Hitler y todavía admirar su logro patriótico. Si nuestro país fuera derrotado, espero que pudiéramos encontrar a un líder tan indomable para restaurar nuestro coraje y nos conduzca de nuevo a nuestro lugar entre las naciones…»26. En mayo de 1939, —a escasos meses de la II Guerra Mundial— ese artículo formaría parte del libro Step by step, en el que Churchill presenta una compilación de sus publicaciones producidas entre los años 1936 y 1939.

A las puertas de la catástrofe

La poca lucidez política europea fue aprovechada por Alemania y llevó adelante la anexión de Austria el 12 de marzo de 1938, ante la inacción de los gobiernos de Francia, el Reino Unido y la inoperante Sociedad de las Naciones.

Por inadmisible ingenuidad o por temor a la guerra, el 30 de septiembre de 1938, Chamberlain, el primer ministro francés Edouard Daladier, Benito Mussolini y Hitler firmaron el Pacto de Múnich, consintiendo la anexión alemana de los Sudetes en pos de la armonía regional. Checoslovaquia, a pesar de que perdería parte de su territorio, no participó de las negociaciones de Múnich, sin embargo aceptó lo acordado bajo la presión del Reino Unido y Francia, y en el mes de octubre los Sudetes eran ocupados por las fuerzas alemanas.

Pero después del Pacto de Múnich, el gobierno británico comenzó a tomar conciencia del problema, lo que se manifestó en algunas medidas que indicaban un acercamiento a la realidad. Inició su rearme, pasando de los métodos de producción de material de tiempos de paz a los de guerra, y tomo la decisión de movilizar su servicio de inteligencia de señales, el Goverment Code and Cipher School (GC&CS), debiendo ser alojados cientos de analistas, lingüistas y criptógrafos en construcciones temporales en Bletchley Park para trabajar urgentemente en la interceptación del tráfico inalámbrico alemán27.

La imprecisa información de la inteligencia francesa, la relegada posición geopolítica de Checoslovaquia, la falta de preparación económica y psicológica de Francia para enfrentar una nueva guerra, así como la insistencia británica, influyeron en la decisión de Daladier para la firma el Pacto de Múnich. Sólo después de que surgiera el sentimiento de humillación nacional por lo acordado en Múnich, la amenaza alemana comenzó a tener precedencia por sobre los problemas internos de Francia. Esta situación impulsa a Francia a la búsqueda de un acuerdo que le asegure la necesaria estabilidad con Alemania, y el 6 de diciembre de 1938, ambos países suscribieron un tratado de amistad, donde manifiestan que comparten la convicción de que las relaciones pacíficas y de buena vecindad, constituyen uno de los elementos más esenciales para la consolidación de la situación en Europa y en el mantenimiento de la paz general. Una vez más quedaría expresada la simulada vocación pacifista de Hitler.

Combinando diplomacia, disuasión y la presión de la población local adicta, el 15 de marzo de 1939 Hitler proclamó como protectorado alemán a las provincias checas de Moravia y Bohemia, ocupando esos territorios en violación al Pacto de Múnich, mientras que Eslovaquia se convirtió en un estado independiente aliado con Alemania, desapareciendo la ya desmembrada Checoeslovaquia, y esto sería la señal de alarma que convenció al Reino Unido de que la guerra era posible. Poco después, continuando con el plan expansionista de Hitler, el 23 de marzo de 1939 se produce la ocupación de Memel (Klaipėda) en Lituania y se inician los reclamos territoriales alemanes a Polonia, exigiendo el Danzig y el acceso por el «Corredor polaco» a Prusia Oriental.

En julio de 1939, la Wehrmacht había alcanzado en forma velada, el máximo grado de desarrollo al que pudo alcanzar en tiempo de paz. El Heer con 2 800 000 hombres, poseía seis Grupos de Ejército, cada uno con dieciocho Cuerpos de Ejército, y tres Divisiones respectivamente. A la fuerza terrestre se suman tres Divisiones de Infantería de Montaña, una Brigada de Caballería, cinco Divisiones Panzer, las unidades SS con 35 000 hombres y elementos de la reserva. La Luftwaffe con cerca de 300 000 hombres, tenía tres Grupos Aéreos, con tres Comandos Aéreos de cada uno, y que a su vez poseen a su cargo diez Regiones Aéreas dotadas con una flota de cerca de 4300 aviones de combate. La Kriegsmarine poseía alrededor de 250 000 efectivos, 6 acorazados, 12 cruceros ligeros, 21 destructores, 57 submarinos (U-Boot), 7 naves en proceso de construcción y otras unidades inferiores28.

Tropas de la campaña alemana contra Polonia marchan frente a Adolf Hitler mientras él las saluda. La invasión de Polonia comenzó el 1 de septiembre de 1939. (Foto: Bundesarchiv, Bild 183-S55480, Wikimedia Commons/CC-BY-SA 3.0; color agregado)

Los soviéticos, abstraídos en sus propias purgas y contradicciones ideológicas, acordaron con Alemania la no agresión, el apoyo mutuo, y consintieron la ocupación territorios de interés geopolítico para cada país, con la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov del 24 de agosto de 1939, y así, el camino a la guerra europea ya era inevitable. Inmediatamente, el 1 de septiembre, se produjo la invasión de Hitler a Polonia, lo que dejó sumidos en la consternación al Reino Unido y Francia, y ambos países se vieron en la obligación de declarar la guerra a Alemania el 3 de septiembre, dando inicio a la II Guerra Mundial. El ejército soviético, invadió Polonia el 17 de septiembre, ocupando la parte del territorio acordado en el pacto germano-soviético.

La rápida y paralizante campaña de Polonia, reveló el inmenso potencial militar que había desarrollado Alemania desde los tiempos de von Seeckt, su nueva doctrina y táctica, el empleo de los blindados y la aviación actuando coordinadamente como una sola fuerza, el grado de entrenamiento de sus unidades y su moderno armamento, quedando finalmente su potencial a la vista de todo el mundo.

Una vez que Alemania dio por finalizada la campaña de Polonia, quedó completa la recuperación de las antiguas fronteras previas a la I Guerra Mundial. Pero la guerra relámpago continuaría con Dinamarca, Noruega, la campaña de Luxemburgo, Holanda y Bélgica, que junto con la entrada de Italia en la guerra al lado de Alemania, produjo pánico en los aliados europeos. Poco después, el 14 de junio de 1940 caería Paris, y en julio se iniciaría la batalla de Inglaterra. Los constantes fracasos de franceses y británicos en esa etapa inicial de la guerra, llevaron a pensar que nada ni nadie detendrían las ambiciones de Hitler y su hasta entonces eficaz maquinaria bélica.

A modo de conclusión

El proceso político y militar iniciado en los tiempos de la República de Weimar, se orientó desde sus comienzos a fortalecer a Alemania para enfrentar una nueva guerra y por ello el programa de rearme fue sustancial para cumplir con ese objetivo. Finalmente los casi veinte años en los que se desarrolló el rearme, tuvo como beneficiario final a Hitler, quien lo capitalizó para su proyecto bélico.

La II Guerra Mundial tomó por sorpresa a muchos países europeos, principalmente por carencia de una inteligencia eficaz, pero en el nivel político no existió la voluntad considerar las actitudes de la Alemania nazi como amenaza, probablemente porque era más sencillo y menos comprometedor considerar como verdadero lo que expresaba el «pacífico discurso del gobierno alemán», que imaginar la posibilidad de una nueva guerra.

El temor a una nueva guerra, en lugar de servir para establecer criterios idóneos para evitarla, llevó a Francia y a Gran Bretaña a un estado de indiferencia que colaboró con la ceguera estratégica, lo que impidió pronosticar el rumbo trágico que tomaba la política alemana en los tiempos de entreguerras.

La letal ingenuidad y falta de previsión de las potencias europeas, terminó al enfrentarse a la realidad más temida, una nueva guerra.


Notas

  1. Cálculo aproximado de muertos que considera combatientes y población civil en todos los frentes en los que se desarrolló la contienda mundial.
  2. Tratado de Versalles del 28 de junio de 1919, ver en: http://avalon.law.yale.edu/subject_menus/versailles_menu.asp (Consultado el 10/02/2018).
  3. El «Reichswehr» tenía un componente terrestre el «Reichsheer», y otro naval, el «Reichsmarine».
  4. Así se refiere el Tratado de Versalles a los aliados vencedores en la I Guerra Mundial: Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, y otros países participantes.
  5. Gumbel, Emil Julius, «Disarmament and Clandestine Rearmament Under the Weimar Republic», en Inspection For Disarmament, Columbia University Press, 1958, págs. 203-219.
  6. La denominación «Schwarze Reichswehr» (Ejército Negro), era el nombre popular de la fuerza armada secreta. Dentro del Estado Mayor, el nombre de la estructura secreta era el de «Organisation Heinz».
  7. Vincent, C. Paul, «A historical dictionary of Germany’s Weimar Republic, 1918–1933», Greenwood Press, 1997, Pag. 36.
  8. Nicholls, Anthony James, «Weimar and the Rise of Hitler», Macmillan Education UK, 1968, pág. 81 y ss.
  9. Sigla «GEFU» en alemán corresponde a «Gesellschaft zur Förderung Gewerblicher Unternehmungen» o Corporación Empresaria de Promoción Industrial.
  10. Marín de Bernardo, Carlos, «Reformas militares de la post-guerra en Alemania» en Memorial de Ingenieros del Ejército, Año LXXXVI, N° VIII, Madrid, Agosto de 1931. pág. 266.
  11. Marín de Bernardo, Carlos, Op Cit. pág. 281-282.
  12. Friedrich Ebert, falleció el 28 de febrero de 1925, siendo sucedido por Paul von Hindenburg, quien ganó las elecciones presidenciales de abril de 1925, y fue reelegido en abril de 1932.
  13. La aplicación del Decreto era con efecto retroactivo, y esto permitió condenar a pena de muerte al supuesto causante del incendio del Reichstag, Marinus van der Lubbe, ejecutado el 10 de enero de 1934.
  14. Michael Hepp (Hrsg.): «Die Ausbürgerung deutscher Staatsangehöriger 1933–45 nach den im Reichsanzeiger veröffentlichten Listen». Expatriation lists as published in the «Reichsanzeiger» 1933–45. 3 Bände. Saur, München u. a. 1985–1988.
  15. Hasta la última lista de abril de 1945, se publicarían en el Boletín Oficial alemán 359 listas de expatriados.
  16. Preuss, Lawrence «International Law and Deprivation of Nationality», 23 Georgetown Law Journal (1935), 250 ff.
  17. Reichsgesetzblatt 1935, Part I, pág. 1145.
  18. A partir de noviembre de 1938, se iniciaría la persecución más frenética, llevándose a cabo las políticas de exterminio conocidas como la «solución final».
  19. La Vanguardia, «Lo que gastan varias naciones en defensa», Domingo 28 de abril de 1935, pág. 29.
  20. Churchill, Winston, «The Truth about Hitler» Strand Magazine, Nov 1935, pág. 14.
  21. Fuller, J.F.C, «La II Guerra Mundial», Círculo Militar, 1988, pág. 34.
  22. West, Nigel, «Historical Dictionary of British Intelligence», pág. 257.
  23. Howard, Michael, «La invención de la paz», Salvat Contemporánea, 2000, pág 90-91.
  24. Jackson, Peter, «France and the Nazi Menace. Intelligence and Policy Making 1933–1939», Oxford University Press, 2000, págs. 185-186.
  25. Brinson Charmian y Dove Richard, «A Matter of Intelligence – MI5 and the Surveillance of Anti-Nazi Refugees, 1933-50», Manchester University Press, 2014.
  26. Churchill, Winston, «Friendship with Germany» en «Evening Standard», 17 de septiembre de 1937.
  27. West, Nigel, «Historical Dictionary of British Intelligence», Scarecrow Press, First edition, 2005. pág. 59.
  28. Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial, «La guerra en cifras», Selecciones del Reader´s Digest, Tomo III, 1977, págs. 474-475.

José Gabriel Paz. Director del Instituto de Investigaciones en Geopolítica, Defensa y Seguridad de la Universidad del Salvador (Argentina), Director del Master en Defensa y Seguridad Hemisférica (USAL-CID, Washington DC) y del Master en Defensa y Seguridad Centroamericana (USAL-CDN, Honduras), Asesor del Center for Latin American Economy and Trade Studies del Chihlee Institute of Technology de la República China. Graduado del posgrado de Inteligencia Estratégica (ESG) Argentina.

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Cuarto Trimestre 2019