PIEDRA

v. Peña, Roca
Gen 11:3 les sirvió el ladrillo en lugar de p, y el
Gen 28:18 levantó Jacob de mañana, y tomó la p
Deu 8:9 cuyas p son hierro, y de .. sacarás cobre
Deu 10:1 lábrate dos tablas de p como las primeras
Jos 4:6, 21 diciendo: ¿Qué significan estas p?
Jos 24:27 he aquí esta p nos servirá de testigo
1Sa 17:40 escogió cinco p lisas del arroyo, y las
1Sa 17:50 venció David al filisteo con honda y p
1Ki 7:10 el cimiento era de p costosas, p grandes
2Ch 1:15 acumuló el rey plata y oro .. como p
Job 14:19 las p se desgastan con el agua impetuosa
Job 22:24 tendrás .. como p de arroyos oro de Ofir
Job 28:3 p que hay en la oscuridad y en sombra
Psa 91:12 para que tu pie no tropiece en p
Psa 118:22 la p que desecharon los edificadores
Pro 3:15 más preciosa es que las p preciosas
Pro 8:11 mejor es la sabiduría que las p preciosas
Pro 27:3 pesada es la p, y la arena pesa; mas la
Pro 31:10 su estima sobrepasa .. las p preciosas
Isa 8:14 entonces él será .. por p para tropezar, y
Isa 28:16 yo he puesto en Sion .. una p, p probada
Isa 51:1 mirad a la p de donde fuisteis cortados
Isa 54:11 yo cimentaré tus p sobre carbunclo, y
Isa 62:10 quitad las p, alzad pendón a los pueblos
Jer 51:63 le atarás una p, y lo echarás en medio
Eze 11:19; 36:26


Piedra (heb. y aram. generalmente ‘eben ; gr. generalmente lí­thos; también se usan las heb. tsûr y sela, y la gr. pétra). En la antigüedad se usaban las piedras como material para edificar, y en los paí­ses donde la madera de construcción era escasa los artesanos de la 930 piedra eran de más valor que los carpinteros. Los monumentos, los templos, los altares. los edificios públicos y las casas particulares de las clases altas eran de ese material (Exo 20:25; Lev 14:40; 2Sa 18:17; 1Ki 5:17; 2Ki 22:6; 2Ch 16:6; etc.). Los constructores de Egipto desarrollaron la habilidad de levantar sus edificios sin mortero, bastándoles la fricción y el peso de las estructuras para lograr la cohesión. Sorprende a los ingenieros actuales cómo las enormes piedras que se ven en las ruinas de Egipto, Siria y Judea pudieron ser exactamente labradas y transportadas desde las carteras hasta los lugares de edificación (Mar 13:1). Un agricultor que comenzaba a trabajar un terreno que no habí­a sido cultivado antes primero tení­a que despedregarlo (Isa 5:2). Las piedras se usaban para levantar cercas para los viñeros (cf Pro 24:30, 31) y rediles para las ovejas, montí­culos o pilares para conmemorar eventos notables (Gen 28:18; 35:14; Jos 4:9; 1Sa 7:12) y como recordativos de un tratado o pacto (Gen 31:45-47). Además, se las empleaba para la construcción de acueductos, estanques y puentes, para tapar bocas de pozos (29:2), cubrir o señalar tumbas (Jos 7:26; 2Sa 18:17; Mat 27:60; Joh 11:38) y como hitos a lo largo de los caminos (cf Jer 31:21). Los paganos adoraban las piedras (Isa 37:19; Eze 20:32; etc.). Los meteoritos o aerolitos eran venerados en forma especial por haber caí­do del cielo. Las más comunes en Palestina eran la caliza y la arenisca. Las piedras fueron usadas en forma figurada para representar el corazón carnal (Eze 11:19), al pueblo de Dios (1Pe 2:5), a Cristo (Luk 20:17: 1 R 2:6-8; etc.) y simbólicamente para el reino de Dios (Dan 2:43-45). Véanse Palestina (IV); Piedras preciosas.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

griego y latí­n petra. Sustancia mineral dura y sólida. La p. desde los tiempos bí­blicos tení­a diferentes usos, como material de construcción, 1 R 5, 31; 7, 9-12; 2 R 12, 12; 22, 6; 1 Cro 22, 5. En las fortificaciones, como defensa, 2 Cro 16, 6; Jdt 1, 2; 1 M 5, 47; 10, 11. Se usaban las piedras corrientemente, en la vida diaria, para cerrar los pozos, Gn 29, 2; para tapar la entrada de un sepulcro, Mt 27, 60; como cabezal para descansar en el camino, Gn 28, 18. En la guerra se empleaban piedras como proyectiles, lanzadas con la honda, Jc 20, 16; 1 S 17, 40 y 49; cuando avanzaron las técnicas de guerra, se lanzaban las piedras con catapultas, 1 M 6, 51.

En el aspecto religioso la p. desempeña un papel fundamental. Yahvéh le entregó a Moisés, en el monte Sinaí­, dos piedras en las que estaba inscrito el decálogo, Ex 24, 12; 31, 18; 34, 1; Dt 4, 13; 5, 22. Las piedras serví­an de altar; pero no debí­an labrarse, sobre ellas se hací­an sacrificios, Ex 20, 25; Dt 27, 5-6; 1 S 6, 14-15; 14, 33; se erigí­an como estelas conmemorativas en la época patriarcal, Gn 28, 22; 35, 14; Ex 35, 20; Jos 4, 5; 1 S 7, 12; como testigo, Gn 31, 51-52; Jos 24, 26-27; sin embargo, las estelas fueron prohibidas en Ex 23, 24; Lv 26, 1; Dt 7, 5; 12, 3; 16, 22; Os 10, 1; Mi 5, 12, pues podí­an ser ocasión de idolatrí­a. Séfora, la mujer de Moisés, circuncidó a su hijo con un cuchillo de pedernal, Ex 4, 25; de igual manera Josué circuncidó a los israelitas con cuchillos de p., de pedernal, Jos 5, 2. Los pueblos paganos esculpí­an sus í­dolos en p., costumbre ésta que también penetró en el pueblo de Israel a pesar de la prohibición hecha en la Ley, Dt 4, 28; 28, 36; 29, 16; Is 37, 19; Jr 3, 9; Ez 20, 32; Ha 2, 19.

En cuanto a las piedras preciosas estas formaban parte de los ornamentos sacerdotales, el pectoral del juicio llevaba cuatro filas de tres piedras preciosas cada una, doce en total, correspondientes a los nombres de las doce tribus de Israel, Ex 28, 17-20; 39, 10-13. El profeta Ezequiel dice que, en el jardí­n de Edén, el manto del hombre estaba formado por toda clase de piedras preciosas, Ez 28, 13. En Palestina es muy raro encontrar piedras preciosas, de suerte que eran llevadas de otros sitios, como se dice en varios lugares, de Ammón, 2 S 12, 30; de Sabá, 1 R 10, 1-2; de Ofir, 1 R 10, 11; de Edom, Ez 27, 16; de Ramá, Ez 27, 22. En la Jerusalén mesiánica del Apocalipsis las murallas y sus pilares simbólicos estarán hechos de piedras preciosas, Ap 21, 18-20.

Metafóricamente figuradamente. Es un término muy usado en las Escrituras.

Para significar insensibilidad dureza de corazón, 1 S 25, 37; Ez 11, 19; 36, 26. La p. angular, que forma la esquina de un edificio, que se pone para unir dos paredes en ángulo, o la que es el punto de partida de una construcción, es mencionada en Sal 118 (117), 22; contra Samarí­a, dice Yahvéh que puso una p. angular en Sión, la de la nueva Jerusalén asentada sobre el derecho y la justicia, quien tenga fe en ella no vacilará, Is 28, 16. En el N. T., esta misma imagen de la p. angular, la p. fundamental, se aplica a Cristo, pues es el fundamento de nuestra fe y de nuestra salvación, Mt 21, 42; Hch 4, 11; Ef 2, 20; 1 Co 3, 11; 1 P 2, 4-8. Jesús al instituir su Iglesia nombra al apóstol Pedro como su jefe, y le dice: †œTú eres Pedro y sobre esta p. edificaré mi Iglesia†, Mt 16, 18; el término griego Pétros, de petra, en arameo Kefa, p., desde este episodio neotestamentario se usa como nombre propio. Pilato Poncio, procurador romano de Judea, Idumea y Samarí­a, del año 26 al 36 de nuestra era. Nada se sabe de la vida de este personaje antes de ser procurador de Judea. Flavio Josefo, historiador judí­o, lo pinta como administrador duro, que no entendió las convicciones religiosas de los judí­os ni su orgullo nacional. Fue criticado duramente como cruel y despiadado al defender los intereses romanos. Vitelio, que era gobernador en Siria, lo vigilaba y presionaba, por ser aquél amigo de los judí­os y los samaritanos. Cuando se presentó la rebelión de los galileos y los samaritanos, P. la sofocó de manera violenta y sangrienta, lo que le dio la oportunidad a Vitelio de acusarlo de mala administración. P. debió presentarse en Roma a dar cuenta de lo sucedido ante el emperador Tiberio, quien murió antes de la comparecencia de P. Después de esto, la vida de P. se diluye en la leyenda; según Eusebio de Cesarea, historiador de la Iglesia, se suicidó, siendo emperador Calí­gula.

Después de prender a Jesús y de condenarlo a muerte por blasfemia los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrí­n, lo llevaron al pretorio, ante el procurador P., Mt 27, 1-2; Mc 15, 1; Lc 23, 1; Jn 18, 28; pues Roma se reservaba el derecho de imponer la pena de muerte en sus provincias, y en este caso el procurador era la autoridad competente para confirmar la sentencia de muerte dictada por el Sanedrí­n, Jn 18, 31.

La intervención de P. en el juicio de Jesús tiene dos matices en Marcos se dice que P. preguntó a Jesús si era el rey de los Judí­os, a lo que respondió: †œSí­, tú lo dices†; el procurador siguió haciendo preguntas sobre las acusaciones de los judí­os, pero Jesús calló, dejando sorprendido a P. Por Pascua era costumbre soltar un reo, el que el pueblo pidiera, y la gente se acercó al pretorio para exigir lo que se solí­a conceder, sin pensar en Jesús. P., entonces, viendo que lo habí­an entregado por envidia, creyó que era la oportunidad de proponer el indulto de Jesús y quitarse de encima un caso fastidioso; pero los sumos sacerdotes le dañaron el plan, pues cuando preguntó si querí­an que soltara a Jesús, inmediatamente incitaron a la multitud para que pidiera la libertad de un delincuente, Barrabás. P., para complacer a la gente, soltó al delincuente y condenó a Jesús, Mc 15, 2-15. Según Mateo, P. comete el error de poner a la gente a escoger entre Barrabás y Jesús. También habla del mensaje que le hizo llegar su mujer a P., para que no se metiera con ese justo, pues habí­a sufrido mucho en sueños por su causa. P., que querí­a salvar a Jesús, en vista de que nada adelantaba, pues el pueblo pidió su crucifixión, se lavó las manos, declarándose inocente de esa sangre. El pueblo, entonces, aceptó la responsabilidad de la muerte que pidió, Mt 27, 11-26. Lucas dice que Pilato no encontró culpa laguna en Jesús para condenarlo a muerte, y al saber que era galileo lo remite al rey Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, ante quien Jesús guarda silencio. Devuelto a P., este insiste en que ni él ni Herodes han hallado culpa en Jesús, y que tras unos azotes lo soltarí­a. El pueblo gritó que soltaran a Barrabás. P. de nuevo habló, pensando salvar a Jesús, y aún por tercera vez, pero arreciaba la griterí­a pidiendo que Jesús fuera crucificado. P., al fin, accedió, Lc 23, 2 25. Juan presenta un episodio más largo, lo mismo el diálogo del procurador con Jesús. P. considera a Jesús libre de todo delito. Pero aquí­ se presenta la presión polí­tica de los judí­os, que le dicen que si suelta a Jesús, no es amigo del César; pues todo el que se hace rey se enfrenta al César. Estas narraciones evangélicas han causado polémica sobre el papel de P. en la muerte de Cristo, la Iglesia antigua tendí­a a cargar la mayor parte de la culpa a los judí­os, que se echan sobre sus cabezas la sangre de Jesús; otros han juzgado que P. actuó por intereses personales mezquinos, antepuestos a la convicción manifiesta de la inocencia de Jesús.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Cuando entraron en Canaán, los hebreos, que habí­an hecho ladrillos en Egipto (Exo 5:7), prontamente se volvieron a la abundante provisión de piedras, tanto de canteras como de lechos de corrientes de aguas.

Largas piedras chatas se usaban para cubrir los pozos (Gen 29:2-10), como puertas para las cuevas (Jos 10:18) y para cuevas-sepulcros (Mat 27:60). Las piedras también se usaban como señales (2Sa 20:8) y linderos (Deu 19:14; Deu 27:17; Jos 15:6; 1Ki 1:9; Pro 22:28). Grandes piedras fueron usadas en los cimientos del templo (1Ki 6:7). Las piedras se utilizaban para levantar altares y memoriales. Estos eran de varias clases: monumentos, tablas, columnas o piedras verticales y espacios circulares rodeados por rocas (Gen 28:18; Gen 31:45-46; Jos 4:1-9; Jos 8:29; Jos 24:26-28; 1Sa 7:5-12; 2Sa 18:17-18).

Los israelitas usaban armas de piedra con frecuencia (Exo 21:18; Num 35:17-23; 1Sa 17:40; 1Ch 12:2; 2Ch 26:14-15). Algunos crí­menes se castigaban con lapidación (Lev 20:2, Lev 20:27; Lev 24:23). Israel tení­a inclinación a adorar las piedras.

Entre otros males paganos, Isaí­as halló que se ofrecí­an libaciones a piedras de los rí­os (Isa 57:3-7). La ley prohibí­a semejante uso de las piedras (Lev 26:1).

Son frecuentes los usos figurados de la palabra piedra (Exo 15:5, Exo 15:16; 1Sa 25:37; Job 38:30; Eze 11:19). Dios tiene poder para cambiar corazones de piedra en corazones de carne (Mat 3:9).

Jesús le dio un nuevo nombre a Simón (Petros, una piedra pequeña) como una indicación del carácter que este Apóstol tendrí­a en dí­as venideros (Joh 1:42). Dios es la piedra de Israel (Gen 49:24; Dan 2:34). El reino mesiánico es una piedra que aplastará los reinos de los hombres (Dan 2:34; Mat 21:44). Jesucristo es la piedra que los edificadores rechazaron (Psa 118:22; Mat 21:42), la piedra angular de la nueva dispensación (Eph 2:20-22). Los creyentes son piedras vivas en el templo de Dios (1Pe 2:5-8).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

– Cristo es la “piedra angular” del edificio único de su Iglesia, Mat 21:42, Efe 2:20. y cada cristiano somos una “piedra viva” de ese único edificio, 1Pe 2:4-9.

– Jesús le cambió a Pedro su nombre de “Simón” por el de “Petrus”: (roca, piedra). y le dijo: “Sobre tí­, sobre esta “piedra” edificaré mi Iglesia. y te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares.”, Mat 16:1719.

– “Piedras preciosas”. Ver “Joyas”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Pedazo de una roca. Se construí­an con ella edificios, especialmente palacios y fortalezas (Gen 11:3; Lev 14:45). Una casa de p. labrada era sí­mbolo de riqueza (Amo 5:11). El †¢templo fue hecho de p. (1Re 5:17-18). Con una p. se tapaban las bocas de los pozos (Gen 29:2-3-4), de las cuevas (Jos 10:18) y de las tumbas (Mat 27:60). Se hací­an vasos (Exo 7:19) e í­dolos de p., ya fuera esculpida o pintada (Lev 26:1; Num 33:52; Deu 4:28; Jer 2:27).

Se levantaba un montón de p. para hacer un monumento o p. votivas, haciendo una libación sobre ellas, tal como hizo Jacob en Betel, (Gen 28:22), o cuando el pueblo cruzó el Jordán (Jos 4:9, Jos 4:20). Dios escribió los diez mandamientos en tablas de p. (Exo 34:4). Los altares debí­an ser de p. sin labrar (Exo 20:25; Deu 27:5-6). La palabra se utiliza a menudo en sentido figurado para expresar distintas ideas. El peso era una de ellas. Así­, los egipcios †œdescendieron a las profundidades como una p.† (Exo 15:5) y a Labán el corazón le †œquedó como una p.† (1Sa 25:37). También la idea de dureza. Dios quitará †œel corazón de p.† (Eze 36:26).
el †¢templo estaba construido con grandes y admirables piedras (Mar 13:1) se utiliza la figura para señalar que Cristo es la †œp. viva† y sus seguidores también. Con ellos se construye una †œcasa espiritual … para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios† (1Pe 2:4-5). En el sueño de Nabucodonosor una p., sí­mbolo de Cristo, destroza la estatua que simboliza a los imperios del mundo (Dan 2:34-45). †¢Roca.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CONS TIPO

ver, MESA, LUGARES ALTOS, PESAS Y MEDIDAS, JEROGLíFICOS, EGIPTO

vet, El suelo rocoso de Palestina exigí­a frecuentemente sacar las piedras de los campos antes de poderlos cultivar (Is. 5:2). En la guerra se destruí­an los campos y pozos de los enemigos echando piedras en ellos (2 R. 3:19, 25). Usos diversos de las piedras: (A) Construcción: en diques, muelles (Guerras 1:21, 6); fortificaciones (1 R. 15:22; Neh. 4:3); casas (Lv. 14:45; Am. 5:11); palacios (1 R. 7:1, 9); fortalezas, templos (1 R. 6:7); enlosados de patios, columnas (Est. 1:6). Bajo Herodes, y también en otras épocas, se pavimentaban las calles. De piedra se hací­an los acueductos, depósitos, puentes, paredes de protección para los viñedos (Pr. 24:30, 31). Las piedras de los altares (Ex. 20:25), de los muros y de los majanos conmemorativos no debí­an ser talladas (Gn. 31:46). Montones de piedras brutas eran las tumbas de las personas votadas al anatema (Jos. 7:26; 8:29; 2 S. 18:17). Esta forma de sepultura sigue siendo costumbre en Siria y Arabia, incluso si no se trata de criminales. Ciertos edificios precisaban de piedras serradas, talladas (1 P. 7:9-11), en ocasiones de gran tamaño; éste era el caso para la construcción de los muros del Templo (1 P. 7:10) y para el muelle de Cesarea, construido por Herodes (Guerras 1:21, 6). (B) Bloques aislados. Utilizados para tapar las cisternas, pozos, la entrada de las tumbas (Gn. 29:2; Mt. 27:60; Jn. 11:38), como mojones para las lindes de campos (Dt. 19:14) y, probablemente, a guisa de indicadores (Jer. 31:21). En la época romana se hallaban piedras militares a lo largo de las principales ví­as de comunicación; las habí­a entre Tiro y Sidón, entre Pella y Gerasa; algunas de ellas siguen estando en su sitio. Se levantaban piedras para recordar a ciertas personas o acontecimientos (Gn. 31:45; 35:14, 20; 2 S. 18:18). Se inscribí­an anales en ciertos de estos monumentos (véase MESA [ESTELA DE)). Con piedras se hací­an í­dolos (Lv. 26:1; Dt. 29:17; 2 R. 19:18; cfr. Is. 57:6). Ciertas piedras, casi siempre aerolitos, vinieron a ser sagradas para los paganos. En gr. recibí­an el nombre de “baituloi” y “baitulia”. Se pretendí­a que se podí­an mo

ver, hablar, y proteger a los hombres del mal. Su nombre gr., muy probablemente de origen semita, está emparentado con el término “beth’êl” e indica, posiblemente, que se consideraba que la piedra era la morada de un poder sobrenatural, espí­ritu o divinidad. Los semitas empleaban este término para designar las rudimentarias estelas erigidas allí­ donde se celebraba un culto (Dt. 12:3). (Véase LUGARES ALTOS.) Los israelitas erigí­an, en ocasiones, una piedra conmemorativa en el lugar en que Dios se les habí­a revelado (Gn. 28:18-22; 35:14; 1 S. 7:12; Is. 19:9), y le daban un nombre religioso a este lugar (Gn. 28:19; 35:7), o incluso a la piedra (1 S. 7:12). De la misma manera, daban en ocasiones a un altar uno de los nombres de Dios (Gn. 33:20; Ex. 17:15; cfr. Gn. 35:7). Sin embargo, los mismos pasajes muestran que no atribuí­an poder alguno ni a la piedra ni al altar, Constituí­an un simple recuerdo religioso; la adoración que ellos rendí­an a Dios era totalmente independiente de ello (Gn. 31:54; 35:1, 7; 1 S. 7:9). (C) Piedras para diversos usos: proyectiles de hondas y de catapultas (Jue. 20:16; 1 S. 17:40; 2 Cr. 26:15; Sab. 5:22; 1 Mac. 6:51); piedras que se tiraban en caso de lapidación. Se conseguí­an chispas a base de golpear piedras de pedernal, para encender fuego (2 Mac. 10:3). Unas piedras conformadas adecuadamente serví­an de cuchillos (Jos. 5:2). Los pesos se hací­an frecuentemente de piedras talladas (Dt. 25:13). (Véase PESAS Y MEDIDAS.) Las tablas de piedra, inscritas, se usaban a guisa de documentos (Ex. 24:12). Se guardaba agua en vasos de piedra (Ex. 7:19; Jn. 2:6). Los animales destinados a los holocaustos eran degollados sobre mesas de piedra (Ez. 40:42). Para moler grano y reducirlo a harina, se hací­a girar una piedra redonda de alrededor de 15 kg. de peso; también se molí­a el grano en medio de dos piedras superpuestas que serví­an de muelas (Dt. 24:6). La piedra, sí­mbolo de dureza, de insensibilidad (1 S. 25:37; Ez. 36:26), representa asimismo la fuerza moral (Jb. 6:12; 42:15). Los discí­pulos de Cristo son comparados con piedras vivas que forman un templo espiritual, del que Cristo es la piedra angular (Ef. 2:20-22; 1 P. 2:4-8).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Las casas deben ser edificadas sobre roca para que tengan firmeza y seguridad (Mt 7, 24-25; Lc 6, 48), lo que simboliza la firmeza de la fe; la semilla que cae entre rocas significa el hombre que no tiene raí­z, que es voluble e inconstante (Mt 13, 5, 20; Mc 4, 5. 16; Lc 8, 6.13). Pedro es la roca inquebrantable sobre la que Jesucristo edificará su Iglesia (Mt 16,18). Jesucristo es la piedra angular, es decir, la piedra fundamental, que une dos paredes contiguas, que sirve de trabazón y sostiene el edificio (Mt 21, 42; Mc 12, 10; Lc 20, 17. Fue rechazado por los hombres (Act 4, 11). A pesar de ello ha sido escogido por Dios para ser fundamento y cohesión del templo santo; el que tropiece en esta piedra, se destrozará (Mt 21, 44; Lc 20, 18. -> Pedro.

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Material duro y sólido, de composición quí­mica variada, utilizado ampliamente en la construcción. Su naturaleza duradera ha contribuido en gran manera a que los arqueólogos puedan conocer algunos detalles del pasado. Los egipcios, asirios y otras naciones erigieron templos, palacios, monumentos y otras estructuras de piedra. En muchas de estas construcciones hay representaciones pictóricas e inscripciones en las que se relatan acontecimientos, se representan victorias y costumbres, todo lo cual arroja luz sobre su historia y su vida cotidiana. Los hebreos utilizaban la piedra para construir edificios (Le 14:40, 41) y muros (Ne 4:3; Pr 24:31); para hacer altares (Ex 20:25), piedras de molino (Jue 9:53), vasijas de agua (Jn 2:6) y pesas (Pr 16:11); para cubrir pozos, cuevas y tumbas (Gé 29:8; Jos 10:18; Jn 11:38), así­ como para muchos otros propósitos. A diferencia de las naciones paganas, los hebreos no erigieron monumentos con representaciones en bajorrelieve, por lo que se sabe muy poco acerca de su apariencia, su manera de vestir, etc. No obstante, la Biblia suministra más detalles sobre la historia de Israel, su modo de vida y su personalidad que las inscripciones en piedra de otras naciones.
El arte de labrar la piedra estaba muy adelantado. (2Sa 5:11; 1Re 5:18.) Las piedras para el templo que Salomón edificó en Jerusalén se cortaron tan bien en la cantera, que encajaron exactamente unas con otras sin necesidad de labrarlas más en el lugar donde se construyó el templo. (1Re 6:7.)

Uso figurado. A los cristianos ungidos que están en la Tierra se les asemeja a un templo del que Jesucristo es la †œpiedra angular de fundamento†. (Véase PIEDRA ANGULAR.) Los seguidores de Cristo ungidos por espí­ritu †œcomo piedras vivas están siendo edificados en casa espiritual† sobre esta †œpiedra angular de fundamento†. Los lí­deres religiosos judí­os, en su función de †œedificadores† de la nación, rechazaron a Jesús como †œprincipal piedra angular† y tropezaron con ella debido a que eran desobedientes a la palabra de Dios. (Ef 2:19-22; 1Pe 2:4-8; Mt 21:42; Mr 12:10; Lu 20:17; Ro 9:32, 33.)
El reino de Dios se asemeja a una piedra †œcortada, no por manos†, que triturará y pondrá fin a todos los otros reinos, y subsistirá †œhasta tiempos indefinidos†. (Da 2:34, 44, 45.)
En Revelación 2:17 el glorificado Cristo Jesús hace la siguiente promesa con respecto al cristiano que venza: †œLe daré una piedrecita [†œpiedra†, NBE] blanca, y, sobre la piedrecita, un nombre nuevo escrito que nadie conoce salvo el que lo recibe†. El término †œpiedrecita† que aparece aquí­ traduce la palabra griega pse·fon. El apóstol Pablo utiliza esa palabra cuando habla de que él habí­a perseguido a los cristianos anteriormente, y dice: †œYo echaba mi voto [pse·fon; literalmente, †œpiedrecita (de votación)†] contra ellos†. (Hch 26:10.) En los tribunales de justicia se utilizaban piedrecitas para dictar sentencia o para expresar una opinión tanto de inocencia como de culpabilidad. Las piedrecitas blancas se empleaban para declarar inocente o absolver; las negras, para declarar culpable o condenar. Por lo tanto, la piedrecita blanca que recibe el que vence parece significar que Jesús lo juzga inocente, puro y limpio, y lo aprueba como discí­pulo suyo.
Véanse JOYAS Y PIEDRAS PRECIOSAS; MASA ROCOSA.

Fuente: Diccionario de la Biblia

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. lithos (livqo”, 3037), se utiliza: (I) literalmente, de: (a) las piedras del suelo (p.ej., Mat 4:3, 6; 7.9); (b) piedras sepulcrales (p.ej., Mat 27:60, 66); (c) piedras de construcción (p.ej., Mat 21:42); (d) una piedra de molino (Luk 17:2; cf. Rev 18:21; véase MOLINO); (e) las tablas de la Ley (2Co 3:7); (f) imágenes de í­dolos (Act 17:29); (g) los tesoros de la Babilonia comercial (Rev 18:12, 16); (II) metafóricamente: (a) de Cristo (Rom 9:33; 1Pe 2:4, 6, 8); (b) de creyentes (1Pe 2:5); (c) de edificación espiritual mediante la enseñanza de las Escrituras (1Co 3:12); (d) la ornamentación de los cimientos de la Jerusalén espiritual y celestial (Rev 21:19); (e) la ornamentación de la Babilonia religiosa (Rev 17:4, Rev 17:4); (III) en sentido figurado, de Cristo (Rev 4:3; 21.11, donde “fulgor” tiene el sentido de “luminar”, foster, véase LUMINAR). 2. lithinos (livqino”, 3035), adjetivo derivado de Nº 1, “de piedra”. Se utiliza en Joh 2:6; 2Co 3:3; Rev 9:20:¶ Notas: (1) En Joh 1:42 petros tiene el sentido de nombre propio, Pedro (RV: “piedra”); petros denota un trozo de roca, una piedra, en contraste a petra, una masa rocosa. Véase PEí‘A. (2) Para petra, traducido “piedra” en Luk 8:6, 13, en el sentido de masa subterránea de piedra, véase PEí‘A. (3) Para mulos y mulinos, “piedra de molino” y “de piedra de molino”, nombre y adjetivo, respectivamente, véase MOLINO, A y B, Nº 2. (4) Para akrogoniaios, “la piedra principal del ángulo”, véanse , Nº 2, PRINCIPAL. Para los verbos correspondientes, véase APEDREAR.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La piedra, a causa de su increí­ble abundancia en Palestina, se halla siempre presente en la mano y en la mente de los hebreos. Por otra parte, en la mentalidad primitiva y en la simbólica común a todos los hombres, la piedra, sólida, duradera y pesada, es signo de fuerza. Estos dos hechos reunidos explican el que la Biblia se sirviera de las imágenes proporcionadas por las piedras, bajo sus diversas formas, para aplicarlas al Mesí­as.

1. Las piedras sagradas y el altar de Cristo. El culto de las piedras sagradas, muy desarrollado en las religiones primitivas, fue prohibido en Israel. Sin embargo, bajo el influjo idolátrico de los pueblos vecinos, se cometen faltas, contra las que es necesario poner en guardia (Lev 26,1; Dt 16,22; Is 57,6). El uso de las piedras sagradas, sacado de su contexto idolátrico, subsiste` con un significado, no ya mágico, sino simbólico, y recibe su eficacia de un Dios trascendente. Así­, por ejemplo, Jacob en Betel erige una estela sagrada (Gén 28,16ss); así­ se plantan piedras que figuran a las doce tribus santificadas por la proximidad del altar (Ex 28, 10.21; 24,4); así­ con piedras no talladas se edifican *altares, mediante los cuales Dios toca y santifica a la tierra (Ex 20,25; cf. Mt 23,19).

Ahora bien, todas estas piedras sagradas, signos más o menos eficaces de la presencia divina, constituyen otras tantas figuras de Cristo, en quien Dios se hace presente en la tierra. Por alusión en el NT (cf. Heb 13,10; ICor 10,18), y más explí­citamente en los Padres de la Iglesia y en la liturgia, Cristo es identificado con el altar.

2. La piedra-memorial y la perennidad de la alianza. Aunque no siempre es muy clara la distinción entre la piedra sagrada y la piedra memorial, parece eer que sobre todo la idea de algo inmutable y duradero se asocia no sólo a las piedras levantadas para atestiguar un tratado (Gén 31,45-52), o para perpetuar el recuerdo de difuntos (Jos 8,29; 2Sa 18,17), pero sobre todo a las que conmemoran la alianza concluida entre Dios y su pueblo (Jos 4,7.20-24; 24,26), alianza cuya ley está inscrita en tablas de piedra (Ex 24,12). Pero lo que era signo de la perennidad de la Alianza se degradó en cierto modo al contacto con los israelitas de *corazón duro como la piedra (Ez 11,19), hasta convertirse en signo de esta dureza de corazón y de una frí­a exterioridad. Oponiéndose a este estado de cosas, la nueva ley es inscrita por el Espí­ritu (2Cor 3,3) en el interior del corazón de ‘carne, como lo predijeron Jeremí­as y Ezequiel (Jer 31,33; Ez 11,19; 36,26).

3. La roca del desierto y Cristo Salvador. En la roca del desierto, de la que hizo brotar agua Moisés, vio Pablo a Cristo que hace brotar de sí­ mismo el agua vivificadora de la salvación (lCor 10,4). Con esto no sólo enlazaba Pablo con las interpretaciones rabí­nicas que identificaban esta roca con Yahveh que acompañaba a su pueblo, sino prolongaba toda la tradición del AT. En efecto, los autores del AT no cesaron de recordar este milagro de Moisés (Sal 78,15; 105,41; Sab 11,4; etc.), porque con toda razón vieron allí­ en acción el poder misericordioso de Yahveh, capaz de sacar de una piedra seca, árida y sin vida, el aguafecunda y vivificadora; quizá también era para ellos esta roca la imagen de Yahveh que derrama sus bendiciones (cf. en el mismo sentido Ez 47,1-12; Zac 14,8; Ap 22,1). La comparación entre el agua de la roca y el *agua de’ la salvación que brota del costado de Cristo muerto, fue quizá sugerida por san Juan (Jn 19, 34; cf. 7.37); numerosos Padres de la Iglesia la propusieron explí­citamente.

4. Cristo, piedra angular, y los cristianos, piedras vivas. La salvación aportada por Cristo debe operarse a través de las pruebas y del fracaso aparente: “La piedra desechada por los que construí­an se ha convertido en la piedra angular”, anunciaba ya el Sal 118,22. Cristo, desechado por los suyos, como lo predijo en la parábola de los viñadores homicidas, se convierte en la piedra angular del *templo santo, que se *edifica en él (Mt 21,42 p; Act 4,11; lPe 2,4.7; Ef 2,20s). Los creyentes, apoyándose con fe en esta piedra inquebrantable (Is 28,16; Rom 9,33; ICor 3,11; lPe 2,6), como piedras vivas (1Pe 2, 5) son integrados en la construcción de la morada de Dios (Ef 2,21).

5. Cristo, piedra de escándalo y de destrucción. Con la revelación del amor y de la santidad de Dios obliga Cristo al hombre a escoger la luz o las tinieblas. Para los soberbios incrédulos se convierte en piedra de tropiezo (Is 8,14; Rom 9,33; IPe 2, 8), en roca o piedra de *escándalo. Y los enemigos de Cristo quedan finalmente destrozados; en efecto, la imagen de la piedra desechada, que viene a ser piedra angular, se prolonga por Lc 20,17s: “Todo el que cayere sobre esa piedra se quebrantará y aquel sobre quien ella cayere quedará aplastado.” Aquí­ se hace quizás alusión a la piedra de Dan 2,34-45, sí­mbolo del Mesí­as y de su reino, que triunfan de los poderes de este mundo: “De repente se desprendió una piedra, no lanzada por mano, e hirió a la estatua en los pies de hierro y barro, destrozándola… y la piedra que habí­a herido a la estatua se hizo una gran montaña que llenó toda la tierra” (Dan 2,34s).

6. Las piedras preciosas y la nueva Jerusalén. Signo espléndido de la transformación gloriosa que aguarda a la nueva Jerusalén: la ciudad santa será construida con piedras preciosas (Tob 13,16s; Ap 21,10-21).

-> Altar – Edificar – Roca – Escándalo.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

Véase Roca.

Fuente: Diccionario de Teología

Las principales palabras bíblicas son ˒eḇen en heb. y lithos y akrogōniaios (‘piedra angular’) en griego.

La palabra ordinaria “piedra” se utiliza en la Biblia con una variedad de referencias. Las piedras pequeñas servían muy convenientemente como armas (1 S. 17.40), que se usaban para atacar o aun para ajusticiar (Nm. 35.17; cf. Jn. 8.59; Hch. 7.58s); podían también ser usadas como pesas (Lv. 19.36, donde así se traduce ˒eḇen), y, una vez afiladas, como cuchillos (Ex. 4.25). Se utilizaban piedras más grandes para tapar pozos (Gn. 29.2), para cerrar las bocas de las cuevas (Jos. 10.18) y tumbas (Mt. 27.60), para servir de mojones (2 S. 20.8), como monumentos conmemorativos (Jos. 4.20ss), y como pilares o altares con alguna asociación específicamente religiosa (Gn. 28.18; Dt. 27.5). Las piedras también constituían, por supuesto, un importante material de construcción.

En la Biblia se usa el vocablo “piedra” en forma figurada, además de su uso en forma literal. En el NT se utiliza muy especialmente la imagen de la “piedra” para describir la persona de Jesús. Por ejemplo, en los evangelios sinópticos, a la parábola de la viña (Mr. 12.1–11 y paralelos) el Señor agrega la cita del Sal. 118.22, la que, obviamente, aplica a sí mismo (“la piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo”). Esto proporciona una importante clave para comprender cómo se veía a sí mismo Jesús. El significado de “piedra” o “cabeza de ángulo” (LXX, eis kefalēn gōnias) en este salmo es la “primera piedra” o “piedra de albardilla”, vale decir, la piedra cuidadosamente elegida y perfectamente terminada que completa el edificio (cf. Zac. 4.7). Es probable que aquí la referencia inmediata sea a Israel misma, rechazada por los hombres pero elegida por Dios. La verdadera significación del pasaje en el marco neotestamentario se hace perfectamente clara cuando observamos la referencia que hace Pedro a Jesús, cuando cita el Sal. 118.22 durante su discurso ante el concilio judío en Jerusalén (Hch. 4.11). Dios ha justificado a aquel a quien los judíos echaron fuera, y lo ha exaltado para ser cabeza de la nueva Israel. En la Epístola de Bernabé (6.4) estas palabras se citan directamente de la LXX (Sal. 118), y también se aplican a Cristo.

Las únicas menciones veterotestamentarias de la expresión “piedra angular” se encuentran en Job 38.6 (LXX lithos gōniaios) e Is. 28.16 (LXX ekrogōniaios); y ambas son figuradas (cf; Sal. 144.12). Pero a diferencia de “cabeza de ángulo”, la piedra a que se hace referencia aquí parecería ser más bien parte de los cimientos del edificio, la que sostiene su peso. Evidentemente este es el significado de akrogōniaios en 1 P. 2.6, donde el escritor cita el mismo pasaje de Is. 28.16. Cristo es ahora la piedra angular de la iglesia, cuya ubicación es la Sión celestial (cf. Ef. 2.20, donde se utiliza la misma palabra gr., y 1 Co. 3.11). En el vv. 7 del mismo pasaje, sin embargo, el escritor cita la misma referencia de los Salmos que hemos notado (118.22, del que se hace eco el vv. 4), donde encontramos la verdad complementaria de que Cristo es también cabeza de la iglesia, exaltado por Dios el Padre hasta esa posición vindicatoria. Esa exaltación, más aun, ha de ser compartida por los creyentes. El uso que hace el escritor del vocablo lithos en el vv. 8, con referencia a tropiezo, sugiere confusión de imágenes; aunque es posible, como señala J. Y. Campbell (TWBR, pp. 53), que una piedra colocada en la esquina del cimiento de un edificio pudiera también constituir piedra de tropiezo (cf. tamb. Ro. 9.32s). En el mismo pasaje (v. 4) se describe a Cristo como “piedra viva” (lithon zōnta), vivo, y dando vida a los que como creyentes son incorporados a él, e incluidos como lithoi zōntes en el edificio espiritual de su iglesia, con fines de adoración (v. 5) y testimonio (v. 9).

Bibliografía. W. Mundle, “Roca”, °DTNT, t(t). IV, pp. 116–119; A. S. van der Woude, “Roca”, °DTMAT, t(t). II, cols. 677–684; E. Earle Ellis, “Piedra angular”, °DT, 1985, pp. 412–413.

J. R. Harris, Testimonies, 1, 1916, pp. 26–32; S. H. Hooke, “The Corner-Stone of Scripture”, The Siege Perilous, 1956, pp. 235–249; F. F. Bruce, “The Corner Stone”, ExpT 84, 1972–3, pp. 231–235; J. Jeremias en TDNT 4, pp. 268–280; W. Mundle et al., NIDNTT 3, pp. 381–394.

S.S.S.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico