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Una nueva visión de la silvicultura

G. Kuchelmeister y S. Braatz

Hasta hace poco, en la mayoría de los países desarrollados se atribuían a la silvicultura urbana ventajas generalmente estéticas; sin embargo, esta idea se está modificando, y hoy se da mayor atención a la utilidad para el medio ambiente y a los beneficios económicos cuantificables de árboles y espacios verdes. En los países en desarrollo, el apoyo gubernamental e internacional a la silvicultura urbana ha sido limitado, pero el vertiginoso crecimiento de la población y el consiguiente aumento de las necesidades de alimentos, combustible y abrigo exigen nuevas estrategias en las cuales la silvicultura tenga una función más importante en el suministro de dichos bienes y en el mejoramiento del medio urbano (FAO 1989, Kuchelmeister 1991, Olembo y De Rham 1987). El presente articulo trata de la evolución en la forma de concebir la silvicultura urbana; de la función que cumple la vegetación, en las áreas densamente pobladas y en sus zonas circundantes; y de las oportunidades y desafíos relacionados con su plantación, conservación y utilización. En el marco de este análisis se dedica una atención particular a los países en desarrollo.

Guido Kuchelmeister es un consultor independiente especializado en agrosilvicultura y silvicultura urbana. Reside en Illertissen, Alemania.

Susan Braatz es Oficial forestal de uso de tierras y agrosilvicultura del Departamento de Montes de la FAO, Roma.

Las ideas acerca de la función de la silvicultura han evolucionado considerablemente en los últimos dos o tres decenios; en efecto, en muchos países se había considerado durante largo tiempo que el principal objetivo de esta actividad consistía en proporcionar productos madereros para la industria, mientras que últimamente han llegado a incluirse entre sus finalidades la de suministrar ciertos productos para satisfacer las necesidades de la población rural y, más reciente, la de hacer frente a las dificultades ambientales del planeta. Han pasado a primer plano cuestiones como la «crisis de la leña», o la silvicultura social, y, en los últimos tiempos, la conservación de la diversidad biológica y la mitigación del cambio climático a nivel mundial. Pero por más que sus objetivos se hayan ampliado, a los ojos de la opinión pública la silvicultura sigue siendo una actividad rural.

Los árboles ocupan una parte importante del paisaje en el centro de Nairobi, Kenya

Hasta hace poco, los únicos que se encargaban de la plantación de árboles y la ordenación de los espacios verdes de las ciudades eran los departamentos municipales de parques, los urbanistas y los arquitectos paisajistas Los técnicos forestales participaban en la ordenación de los bosques situados en los alrededores de las ciudades, por ejemplo de Europa, pero no se ocupaban del bosque urbano propiamente dicho. De hecho, las revistas de arquitectura paisajista contienen una literatura mucho más rica que las de ingeniería forestal en materia de árboles de las ciudades.

Los técnicos forestales comenzaron a interesarse por la silvicultura urbana sólo en el decenio de 1960, y sigue siendo un tema poco importante para la opinión pública y la prensa internacional. Con pocas excepciones, los gobiernos nacionales no dedican al mismo suficiente atención, y no aportan a la silvicultura urbana un apoyo proporcional a sus posibilidades de contribuir a aliviar los problemas de las ciudades.

Se ha pronosticado que para el año 2000 la población de las zonas urbanas del mundo se incrementará en más de 750 millones de habitantes. Se prevé que para entonces la mitad de la población mundial residirá en las ciudades.

El crecimiento de la población urbana es más rápido en los países de bajos ingresos. En el año 2000 serán 66 las ciudades con una población superior a los cuatro millones de habitantes; de ellas, 50 estarán en los países en desarrollo. Ahora bien, el incremento demográfico está sobrepasando la capacidad de planificación de los gobiernos municipales de dichos países. La degradación del medio ambiente de las ciudades, zonas periurbanas e incluso zonas rurales de fácil acceso se debe a la expansión de poblaciones que pugnan por satisfacer sus necesidades de alimentos, energía y madera para la construcción.

Aunque en los países desarrollados las ciudades crecen a ritmo mucho más lento, en ellos las zonas urbanas y sus habitantes enfrentan otros graves problemas: deterioro de la calidad del aire, temperaturas atmosféricas más altas, aumento de los niveles de ruido, mayor tensión psicológica y menor identificación con la comunidad.

Por más que los conocimientos en materia de silvicultura urbana sean hoy mayores que hace un decenio, ésta debe considerarse aún como una disciplina en ciernes.

Desarrollo periurbano planificado y espontáneo en el Brasil. Nótese la diferencia en la densidad de población y en la cobertura arbórea. (a)

Desarrollo periurbano planificado y espontáneo en el Brasil. Nótese la diferencia en la densidad de población y en la cobertura arbórea. (b)

Son muchas las necesidades que se deberán satisfacer en este decenio y en adelante: cuantificar los beneficios que los árboles pueden ofrecer a los habitantes de las ciudades; lograr una mejor integración de la silvicultura en el ámbito de la planificación urbana; transformar la ecología de los bosques urbanos en un campo específico de competencia técnica; desarrollar conocimientos especializados acerca de la elección y manejo de las diversas especies arbóreas; adquirir una comprensión más profunda de la relación dinámica entre crecimiento de la población urbana y administración de los recursos forestales de las zonas urbanas, periurbanas y rurales; mejorar la estructura institucional y el marco jurídico para la silvicultura urbana; llegar a entender mejor la percepción y preferencias de la opinión pública en lo que concierne a la actividad forestal en las ciudades; y fomentar la participación de los ciudadanos en el cuidado de los árboles de los centros urbanos. Los ingenieros forestales y funcionarios municipales deben unir sus esfuerzos para determinar de qué manera y en qué medida están en condiciones de hacer frente a los desafíos mencionados.

Dos vistas de bosques urbanos en Yokohama, Japón: mejora estética del puerto comercial y áreas verdes con gran afluencia de público. (a)

Dos vistas de bosques urbanos en Yokohama, Japón: mejora estética del puerto comercial y áreas verdes con gran afluencia de público. (b)

Una definición de silvicultura urbana

La silvicultura urbana es una rama especializada de la silvicultura; tiene por finalidad el cultivo y la ordenación de árboles con miras a aprovechar la contribución actual y potencial que éstos pueden aportar al bienestar de la población urbana, tanto desde el punto de vista fisiológico como sociológico y económico. En su sentido más amplio, el concepto de silvicultura urbana se refiere a un sistema múltiple de ordenación que incluye las cuencas hidrográficas municipales, los hábitat de las especies animales silvestres, las oportunidades de esparcimiento al aire libre, el diseño del paisaje, la recuperación de desechos en el ámbito municipal, el cuidado de los árboles en general, y la producción de fibra de madera como materia prima.

Así pues, esta actividad representa una fusión entre la arboricultura, la horticultura ornamental y la ordenación forestal; además, tiene una relación estrecha con la arquitectura paisajista y la ordenación de parques, y se debe poner en practicar de manera concertada tanto con los profesionales de estas esferas como con los ingenieros urbanistas.

La silvicultura urbana incluye actividades que se realizan en el centro de la ciudad, en las zonas suburbanas y en las zonas marginales, periurbanas o de contacto con los terrenos agrícolas, y que pueden diferir considerablemente de una a otra de las zonas mencionadas. Por lo que concierne al centro de las ciudades, en la mayor parte de ellas la silvicultura ofrece posibilidades relativamente limitadas para realizar nuevos esfuerzos forestales. En este caso, la tarea principal consistirá en mantener o reponer los árboles plantados mucho tiempo atrás.

En las zonas suburbanas existe un margen mayor para la plantación de árboles, ya que la disponibilidad de tierras es mayor que en el centro de la ciudad. Es más probable que en ellas las tierras sean de propiedad privada que en la zona periurbana o marginal, y que la población se halle más asentada; por consiguiente, su interés directo por la protección y cuidado de los árboles será mayor.

La mayor presión sobre los recursos naturales se ejerce en la zona periurbana, es decir, en aquel sector de cualquier pueblo o ciudad donde termina la parte vieja y comienzan los nuevos distritos, allí donde la ciudad planificada cede el paso a asentamientos espontáneos. Es en estas zonas donde la tasa de crecimiento de la población es más alta y donde hay menos planificación por parte de los gobiernos municipales. Es aquí donde se establecen los nuevos inmigrantes que vienen del campo en los países en desarrollo, y también es ésta la zona donde la silvicultura urbana tiene mayores posibilidades de desarrollarse y de llegar a satisfacer las necesidades de la población urbana.

La ciudad y los árboles una retrospectivo histórica

La plantación de árboles en los asentamientos humanos y como parte integrante de la arquitectura paisajista no es una actividad reciente, en efecto. su origen se remonta a las antiguas civilizaciones de la China, Asia occidental y Grecia (Jellicoe, 1985). En ] ciudades de la antigüedad se desarrollaron considerablemente los parques, jardines y otros espacios verdes; la más antigua fue Babilonia, «la ciudad madre de los jardines», floreció hace más de 3 000 años. En la civilización asiria, y mucho más tarde en las culturas clásicas persa y griega que surgieron en el siglo V a.c., también existía una tradición análoga, que se basaba tanto en la necesidad de lugares de esparcimiento como en ciertas creencias culturales y religiosas. En Europa, en los siglos XVII y XVIII, la ordenación de los bosques municipales y de propiedad real respondía a las finalidades de la caza recreativa. Más tarde la minoría privilegiada desarrolló en muchas ciudades europeas, especialmente en Italia, Francia, Austria e Inglaterra, parques y jardines urbanos para el solaz de la visita. Posteriormente, la práctica de plantar vegetación para el esparcimiento urbano se difundió a las colonias de Africa y Asia. La colonización española introdujo en América Latina la idea del patio interior en las viviendas de la plaza pública en el centro de las ciudades. A lo largo de toda la historia, la plantación y ordenación de árboles y bosques se ha basado en valores estéticos y espirituales mucho más que en beneficios de tipo utilitario.

Los esfuerzos que deben realizarse en materia de silvicultura dependerán también de la ubicación de la ciudad. En las ciudades, la actividad forestal puede consistir en plantar árboles donde antes no los había, en mejorar la vegetación natural, o en racionalizar la expansión urbana en las zonas boscosas existentes.

Existen numerosas diferencias entre la ordenación de árboles en un medio urbano y la silvicultura rural «tradicional». En muchas ciudades es frecuente que los árboles constituyan un elemento secundario del paisaje urbano, especialmente en el centro de ellas. Por otra parte, las ciudades ofrecen condiciones poco favorables para el crecimiento de los árboles, e incluso cuando disponen de una vasta cubierta forestal en su zona céntrica y/o sectores suburbanos, la fragmentación de los espacios verdes dificulta la labor de ordenación. Los objetivos de la plantación de árboles, la ubicación y configuración de las plantaciones, y la ordenación de los árboles mismos no son iguales en las zonas urbanas que en las rurales. Las condiciones y exigencias socioeconómicas pueden ser sumamente diferentes entre ambas, y probablemente serán más variables en la ciudad que en el campo. Además, especialmente en los países en desarrollo, es ano limitada la disponibilidad de información técnica para la toma de decisiones en materia de ordenación forestal o de silvicultura urbana/periurbana (Kuchelmeister, 1991).

Una nueva imagen de la silvicultura urbana

La plantación de árboles en los asentamientos urbanos no constituye una novedad (véase el recuadro). Lo nuevo es que, en algunos lugares, los ingenieros forestales y los funcionarios municipales comienzan a tener en cuenta una gama más amplia de beneficios que pueden obtenerse de los árboles y los espacios verdes, y a intentar además una cuantificación de tales ventajas. En conferencias internacionales y nacionales (por ejemplo, el Congreso Forestal Mundial y las conferencias sobre silvicultura urbana patrocinadas por la American Forestry Association) se ha presentado un número cada vez mayor de artículos en los que se intenta modificar la imagen de la silvicultura urbana, que aparece no ya como una actividad destinada a minorías privilegiadas o al mero esparcimiento, sino como un sector capaz de proporcionar diversos bienes y servicios a una parte más vasta de la población urbana. La actividad forestal en el medio urbano se considera a la vez como un instrumento capaz de catalizar la participación comunitaria y como una actividad que depende de dicha participación. Por otra parte, representa una oportunidad para aplicar en las ciudades los principios de la ecología forestal: no se trata tanto de plantar árboles aislados, sino más bien de proceder a la ordenación del bosque urbano considerado como entidad ecológica.

Calle de Ciudad de México en que se ha modificado la rata para conservar un grande y viejo árbol de sombra

El valor de los bosques urbanos

La lista de los bienes y servicios que puede proporcionar la silvicultura urbana es impresionante. Los árboles y los espacios verdes ayudan a mantener frescas las ciudades y actúan como filtros naturales y como factores de absorción del ruido; además, mejoran el microclima y sirven para proteger y elevar la calidad de los recursos naturales: suelo, agua, vegetación y fauna. Los árboles contribuyen en medida considerable al atractivo estético de las ciudades, ayudando de tal modo a mantener la salud psíquica de sus habitantes. Pero más allá de las ventajas ecológicas y estéticas que ofrece, la silvicultura urbana tiene un papel que cumplir en cuanto a la satisfacción de las necesidades básicas de los sectores de escasos recursos, especialmente (aunque no exclusivamente) en los países en desarrollo.

Mejora de la calidad estética de las zonas urbanas

El valor estético y recreativo de los árboles, bosques y parques es el que los habitantes de las ciudades reconocen más directamente tanto en los países desarrollados como en el mundo en desarrollo. Los árboles satisfacen ciertas necesidades psicológicas, sociales y culturales de la población urbana (Dwyer, Schroeder y Gobster, 1991). Desde el punto de vista social juegan un papel muy importante al aliviar las tensiones y mejorar la salud psíquica de la población; la gente, sencillamente, se siente mejor cuando vive en zonas arboladas. Un estudio ha demostrado que los pacientes hospitalizados en habitaciones con vista a árboles se curaban más rápidamente y necesitaban tiempos de internación más breves (Ulrich, 1990). Cuando están bien elegidos y ubicados en el lugar apropiado, los árboles pueden ocultar la vista de panoramas indeseables con eficacia y asegurar la intimidad permitiendo, al mismo tiempo, la libre visión del resto del paisaje. Además, los parques ofrecen a la población oportunidades de esparcimiento de fácil acceso.

Un joven árbol lucha por sobrevivir en la «jungla de asfalto» en el centro de Bangkok; por otro lado, en una calle principal del centro, los árboles contribuyen a contrarrestar la contaminación. (a)

Un joven árbol lucha por sobrevivir en la «jungla de asfalto» en el centro de Bangkok; por otro lado, en una calle principal del centro, los árboles contribuyen a contrarrestar la contaminación. (b)

Mantenimiento ecológico

Como consecuencia del predominio del hormigón, el asfalto y el metal, así como de la concentración de los sistemas de transporte y las actividades industriales en las zonas urbanas y periurbanas, la temperatura media de éstas es más elevada (efecto «isla de calor»), el aire es más seco y a menudo está contaminado, la absorción del agua pluvial es menos eficiente y el ambiente suele ser más ruidoso que en un medio rural. La vegetación puede desempeñar algunas funciones benéficas ecológicamente.

Purificación del aire. Uno de los principales problemas de las zonas urbanas reside en la mala calidad del aire. Las plantas ayudan a eliminar de éste los agentes contaminantes, y lo hacen de tres maneras: absorción por las hojas o la superficie del suelo; depósito de partículas y aerosoles sobre la superficie de las hojas; y caída de partículas sobre el lado de la vegetación que se halla a favor del viento, debido a la deceleración del movimiento del aire. La investigación sobre la eliminación de contaminantes atmosféricos por parte de los árboles y plantas ha demostrado que la vegetación constituye un eficaz sumidero para dichos contaminantes. Los árboles desempeñan una muy eficaz función de absorción del dióxido de azufre, y Keller (1979) ha calculado que un cinturón arbóreo de protección reducía en un 85 por ciento el contenido de plomo del aire. Los árboles impiden el paso del polvo; se ha verificado que un cinturón arbóreo de 30 metros de ancho intercepta casi todo el polvo contenido en el aire. Además, a menudo los árboles ocultan los humos y olores desagradables, ya sea sustituyéndolos con aromas más placenteros o mediante un auténtico efecto de absorción. Asimismo, gracias a su mecanismo de evapotranspiración los árboles contribuyen a aumentar la humedad relativa del aire de los ambientes urbanos. El suelo por su parte absorbe eficazmente los contaminantes gaseosos, incluido el monóxido de carbono, el dióxido de azufre, los óxidos de nitrógeno, el ozono y los hidrocarburos.

Modificación de las temperaturas extremas. Los árboles, arbustos y otras formas de vegetación ayudan a regular las temperaturas extremas de los ambientes urbanos, modificando la radiación solar. La sombra de un árbol grande puede reducir la temperatura de un edificio tanto como 15 acondicionadores de aire de 4000 BTU (4 220 kJ) en un edificio similar que no disponga de sombra. El ahorro de energía que se obtiene plantando árboles alrededor de las viviendas oscila entre el 10 y el 50 por ciento para la refrigeración y entre el 4 y el 22 por ciento en el caso de la calefacción (NAA/ISA, 1991).

Reducción del ruido. A menudo se habla del ruido como de una forma invisible de contaminación; los niveles excesivos de ruido de la mayor parte de las grandes ciudades contribuyen a generar daños fisiológicos y psicológicos a la población. Los árboles pueden ayudar a mitigar tales daños tanto absorbiendo como refractando o dispersando ruidos como los producidos por el intenso tráfico de vehículos que caracteriza a las zonas urbanas.

Arboles en una calle de Praga, República Checa

Satisfacción de las necesidades básicas

Más allá de su valor estético y ecológico, los árboles pueden contribuir a satisfacer las necesidades de energía técnica y de alimentos de los habitantes de las zonas urbanas, y en particular, de los estratos más pobres de la sociedad.

Suministro de leña. Si bien en la mayor parte de las ciudades se dispone de fuentes energéticas «de alto nivel tecnológico» para el consumo doméstico e industrial (electricidad o productos petrolíferos como gasolio, querosén, gas, etc.), su precio relativamente alto las pone fuera del alcance de buena parte de la población urbana del mundo en desarrollo. Por consiguiente, la gente sigue dependiendo de la leña y del carbón para cubrir sus necesidades de energía térmica. Para satisfacer esta exigencia se recurre a menudo a la recolección sin control, que produce una degradación considerable en las zonas circundantes de muchos asentamientos urbanos de los países en desarrollo. Cuando las reservas «gratuitas» de leña se agotan, o a la gente le resulta demasiado difícil llegar a ellas, se desarrollan los mercados de leña. Pero incluso esta fuente de energía es relativamente cara; según los estudios realizados, para satisfacer las necesidades domésticas de energía térmica los grupos de bajos ingresos efectúan desembolsos equivalentes al 30 ó 40 por ciento de sus entradas totales. Por otra parte, en muchas zonas urbanas también existe una demanda considerable de materiales de construcción derivados de la madera: postes, ramas y hojas para techar las viviendas, etc. (Kuchelmeister, 1991; Ducchart, 1989).

Es necesario desarrollar diversas opciones de ordenación de los recursos forestales urbanos y periurbanos con vistas a la producción de leña y madera para la construcción (Munslow et al., 1988). Muchos de los intentos de establecer plantaciones en zonas periurbanas exclusivamente para la producción de leña han obtenido un éxito limitado; no se disponía de tierras suficientes como para satisfacer plenamente la demanda de leña, o bien los costos del establecimiento y administración de las plantaciones resultaban demasiado altos. La producción en pequeña escala de leña para el mercado no ha podido competir, desde el punto de vista económico, con otras opciones posibles de utilización de la tierra, como por ejemplo, la agricultura. Las opciones alternativas experimentadas en diversos países incluyen la ordenación de los bosques y tierras forestales existentes, las obras de plantación destinadas a enriquecer dichos bosques, y la promoción de sistemas agroforestales en las parcelas de los pequeños agricultores con miras a eliminar una parte de las necesidades de energía. Es necesario profundizar aún más el análisis para determinar cuál es el impacto de la urbanización sobre las regiones boscosas naturales que se hallan en las inmediaciones de las ciudades, en un radio cada vez más amplio alrededor de dichos centros urbanos, y a lo largo de las principales carreteras de acceso.

Producción de alimentos. La agricultura urbana es una práctica común en numerosas ciudades de Asia, América Latina y Africa (Yeung, 1987; Sanyal, 1985; Streiffeler, 1987; Ninez, 1985; Skinner, 1981). Lo que varía mucho de un sitio a otro es el sector de población y el número de personas que la practican, así como las formas específicas que asume esta actividad. Es más frecuente que se lleve a cabo en la zona urbana marginal y que quienes la realizan sean las familias de bajos ingresos, pero en algunos lugares, como por ejemplo en Africa y las islas del Pacífico, la agricultura urbana también está difundida dentro de las ciudades mismas. Si bien en muchos sitios tal actividad no se concentra en la producción de alimentos básicos, estos huertos, al producir hortalizas, fruta y condimentos, contribuyen a aumentar el valor nutricional y la variedad de la alimentación de la población urbana.

Los árboles frutales suelen ser un componente importante de los huertos domésticos urbanos. En algunos lugares se plantan árboles para ayudar a cubrir las necesidades de leña y forraje, e incluso proporcionar materias primas para ciertas labores artesanales. Es necesario efectuar un examen del papel de la agrosilvicultura en el mejoramiento de la productividad y en la diversificación de la producción. Es éste un campo que está destinado a adquirir una importancia mucho mayor en el futuro.

En numerosos países en desarrollo, especialmente en Africa y América Latina, aproximadamente la mitad de las familias de ingresos bajos y medios que se trasladarán a las ciudades estarán encabezadas por mujeres. La agrosilvicultura urbana no sólo será importante para la nutrición familiar, sino que está en condiciones de ofrecer una posible fuente de ingresos permitiendo, al mismo tiempo, que la mujer permanezca en el hogar.

Planificación

Considerando el multifacético potencial de los árboles y bosques urbanos, es necesario que se decida a cuál o cuáles de los beneficios mencionados debe acordarse atención prioritaria en un medio determinado, y de qué manera es posible obtener tales ventajas en condiciones sostenibles y viables desde el punto de vista económico.

Establecer prioridades y objetivos políticos

Las prioridades y objetivos políticos que se establezcan para la silvicultura urbana deben tener relación directa con las condiciones imperantes en la ciudad en cuestión. Aunque esta afirmación pueda parecer trivial, la experiencia pasada ha demostrado que la viabilidad a largo plazo de los esfuerzos forestales realizados en las ciudades (aunque lo mismo ocurre, en realidad, con los efectuados en zonas rurales) depende de que éstos sean apropiados (es decir, adecuados desde el punto de vista técnico y económico) para el contexto humano y geográfico en el que se efectúan. Hasta hace muy poco, casi todos los esfuerzos de silvicultura urbana llevados a cabo en países industrializados se concentraban en el mejoramiento estético. Vale la pena señalar que la mayor parte de ellos se realizó en un momento en el que los costos del establecimiento y mantenimiento de árboles en un medio urbano eran mucho más bajos que en la actualidad. De hecho, el simple costo económico constituye uno de los principales argumentos en contra de una actividad forestal que se concentre exclusivamente en el aspecto estético.

Los ejemplos más famosos de esfuerzos de silvicultura urbana realizados en los países en desarrollo también se concentraron en el mejoramiento estético. Si bien los costos de la mano de obra en muchos de estos países siguen siendo relativamente bajos, puede objetarse que los recursos empleados beneficiaron solamente a un segmento reducido de la población urbana y, en muchos casos, podrían haberse aprovechado mejor en el marco de una actividad forestal con fines múltiples.

Por lo tanto, es conveniente en general que quienes formulan políticas en materia de bosques urbanos traten de obtener la gama más amplia posible de beneficios potenciales (entre todos los enumerados antes) que sean apropiados para una determinada ciudad. Habría que dejar de lado los enfoques puramente ornamentales o decorativos y preferir aquellos que miran a proporcionar beneficios tanto funcionales como visuales. Tal como sugiere Bartenstein (1982), la silvicultura urbana no debería considerarse como un «servicio para el esparcimiento» sino más bien incluirse entre los «servicios esenciales», junto con otras funciones del ámbito de la salud y el bienestar social.

La combinación específica de objetivos dependerá de las circunstancias locales. Por ejemplo, en un centro urbano del árida Africa subsahariana la producción de leña en el cinturón verde periurbano puede constituir la prioridad principal, mientras que en otro situado en una isla del Pacífico meridional tal vez sea más importante promover el cultivo de árboles frutales en huertos domésticos. En una ciudad industrial de América del Norte o Europa es posible que la reducción de la contaminación atmosférica y de los trastornos causados por el ruido requieran una atención mayor.

El proceso de planificación

El proceso de planificación debe ser amplio, abarcando la totalidad de árboles, bosques y tierras potencialmente disponibles, de propiedad pública o privada. Si bien las autoridades municipales quizás no tengan un control directo sobre los árboles y bosques situados en todas las tierras, es necesario que todos ellos estén comprendidos en el plan de ordenación. Los elementos técnicos del proceso de planificación incluirán en general un inventario, la selección de especies y la plantación, mantenimiento, y tala y/o eliminación de ejemplares.

Por otra parte, dicho proceso de planificación diferirá considerablemente de un lugar a otro según la estructura de la zona urbana de que se trate. Tal como se ha indicado anteriormente, en las zonas urbanas más antiguas (que a menudo constituyen el centro histórico de la ciudad) las posibilidades de realizar nuevos esfuerzos de silvicultura pueden ser relativamente limitadas, y por tanto la planificación quizás se concentre en el mantenimiento de la vegetación que ya existe. Análogamente, en las zonas que se han urbanizado como consecuencia de una expansión espontánea, la planificación deberá insertarse en el contexto de las dificultades existentes. La silvicultura urbana ofrece su mayor potencial en las zonas específicamente designadas para el desarrollo o expansión de las ciudades; en éstas, la planificación debería constituir parte integrante del proceso general de toma de decisiones sobre el uso de la tierra.

Un elemento fundamental del proceso de planificación de la actividad forestal en el medio urbano (del mismo modo que en las zonas rurales) es la participación de la comunidad o población local. El aporte directo (mano de obra) o indirecto (impuestos) de los habitantes de las ciudades es esencial para el éxito de cualquier esfuerzo de silvicultura urbana. Por consiguiente, tanto los ingenieros forestales como los urbanistas deben asegurarse el apoyo de los ciudadanos como defensores de los bosques urbanos. El proceso de planificación debe fomentar la participación de la comunidad y promover la educación de los ciudadanos en lo que concierne a los valores de la silvicultura urbana y los beneficios que ésta ofrece. La participación de la población puede obtenerse básicamente en tres niveles: a través de su intervención en los órganos oficiales de planificación; mediante contactos con grupos de acción comunitaria; y en negociaciones con el sector privado.

Una vista de Dacca, Bangladesh. En las zonas periféricas no planificadas de la ciudad los árboles están casi totalmente ausentes

Otro factor determinante del proceso en cuestión es el aspecto financiero. Para que los esfuerzos de silvicultura urbana resulten fructíferos y viables a largo plazo, es necesario que produzcan beneficios cuantificables. Así pues, en el proceso de planificación deben identificarse y cuantificarse los costos y beneficios previstos de los esfuerzos que se proponen.

Dificultades y necesidad de mejoras

En las secciones anteriores se ha puesto de relieve el valor de la silvicultura urbana. Sin embargo, el camino hacia la plena realización de este potencial se ve obstaculizado por una serie de dificultades importantes. Y si bien no siempre sean eliminables, todas ellas deben ser incluidas en el examen.

Financiación insuficiente

La falta de una financiación adecuada constituye un obstáculo importante para la ordenación sistemática de los árboles y la promoción de programas de silvicultura urbana más eficaces. Además, es improbable que esta situación mejore, ya que los presupuestos municipales y nacionales siguen viéndose afectados por las dificultades económicas, la escalada inflacionaria y las situaciones de escasez de recursos. Por consiguiente, cada vez más, los esfuerzos de silvicultura urbana tendrán que demostrar que sus beneficios son superiores a los costos que comportan. Con ello adquiere particular importancia la necesidad de una investigación que permita cuantificar los resultados positivos de los esfuerzos de silvicultura urbana. No será aceptable afirmar simplemente que «los árboles reducen la radiación solar», «son capaces de absorber los contaminantes de la atmósfera» o «pueden aliviar las situaciones de escasez de combustible», sino que será indispensable que se disponga de datos específicos de costos y beneficios (NdR: véase el artículo de Nowak y McPherson. p. 39).

Asignación de una prioridad baja

Los responsables de la toma de decisiones (tanto a nivel nacional como internacional) han mostrado la tendencia a considerar la silvicultura urbana como una actividad poco prioritaria y que podía postergarse con más facilidad que otros programas. Esto se debe en parte al nivel insuficiente de enseñanza, información, conciencia y comprensión de los beneficios económicos, sociales y biológicos que los árboles ofrecen al medio ambiente urbano. Todavía hoy se tiende a considerar la silvicultura urbana como una cuestión de carácter estético, relacionada con las actividades de recreo y con el aspecto visual de la ciudad, o bien como una actividad de lujo que no merece un apoyo particular. Ahora bien, sin una voluntad política es imposible que se preste la debida atención a la silvicultura urbana y a la cabal realización de su potencial. La plena participación de las organizaciones de la población local constituye otro factor indispensable para que la silvicultura urbana pueda elevarse por encima del umbral crítico de prioridad.

Dispersión de responsabilidades

La responsabilidad de la ordenación de los árboles y bosques urbanos a menudo se halla repartida entre diversas estructuras administrativas, cuyas competencias se superponen o incluso entran en conflicto entre sí. Dado el inicial hincapié en los valores estéticos, las instituciones que con mayor frecuencia tienen la responsabilidad principal en este campo son los departamentos de parques y esparcimiento; no obstante, es posible que participen también organismos de obras públicas, empresas de servicios públicos, organismos de protección del medio ambiente, y departamentos nacionales de silvicultura y/o agricultura. Será necesario que los gobiernos designen un organismo principal y establezcan los necesarios vínculos intersectoriales, a fin de aprovechar de la mejor manera posible los escasos recursos financieros y humanos disponibles.

Falta de tierras

La escasa disponibilidad de tierras es una de las principales dificultades con que tropiezan los esfuerzos de silvicultura urbana. Los emplazamientos urbanos constituyen un medio complejo tanto desde el punto de vista de la disponibilidad de tierras apropiadas para la plantación como por lo que concierne a la propiedad y tenencia de las mismas. En algunos casos, por ejemplo en las zonas periurbanas que han crecido sin planificación y tienen una densidad demográfica muy alta, la falta de tierras puede constituir un obstáculo insalvable. En otros, la participación popular tal vez permita que recursos incluso escasos puedan aprovecharse con eficiencia.

Dificultades del medio ambiente

El medio ambiente urbano constituye en general un hábitat difícil para los árboles. Las tensiones que comporta reducen el vigor de numerosas especies arbóreas y aumentan su vulnerabilidad a las enfermedades y las plagas. Los árboles pueden sufrir a causa de los suelos pobres (endurecidos, con escasa materia orgánica y deficientes en nutrientes y humedad) y de la contaminación del aire y el agua, o bien ser objeto de actos de vandalismo (Beatty y Heckman, 1981). La selección de especies adquiere una importancia primordial para la superación de estas dificultades.

Falta de capacitación, extensión y comunicación

Las oportunidades de capacitación y enseñanza en materia de silvicultura urbana son escasas, especialmente en los países en desarrollo. Otro obstáculo consiste en la falta de material de instrucción apropiado. Con el aumento de las oportunidades en el ámbito de la silvicultura urbana como instrumento para el desarrollo, quienes se ocupan de la ordenación de la vegetación de las ciudades necesitarán adquirir nuevas competencias. Los ingenieros forestales tendrán que aprender a combinar el conocimiento de los árboles con una comprensión de cuestiones inherentes a la administración de las ciudades, así como a la sociedad y sus necesidades. Además de la formación necesaria para mejorar los conocimientos biológicos de los técnicos interesados, se necesitará una especialización en planificación ecológica del paisaje, extensión, comunicación y sociología y temas afines.

En términos generales, la actual actividad de extensión en silvicultura urbana es sumamente deficiente. Aún deben elaborarse unos enfoques prácticos que efectivamente permitan llegar a los ciudadanos y obtener su participación, especialmente en el caso de la población pobre (NdR: véase el artículo de Burch y Grove).

Si bien la creación de redes de intercambio ha demostrado ser un instrumento eficaz para la investigación y el desarrollo en muchos sectores, son sumamente limitadas las actividades formales de silvicultura urbana que se realizan a través de una red mundial o regional. Una red que funciona a nivel mundial es el Grupo de proyectos de la IUFRO (Unión Internacional de Instituciones de Investigación Forestal) sobre arboricultura y silvicultura urbana. Otra pequeña red de carácter informal, creada por el Forestry Support Program de los Estados Unidos con la finalidad de poner en contacto a personas de todo el mundo con preguntas en materia de silvicultura con personas de los Estados Unidos que puedan darles una respuesta, ha recibido un número cada vez mayor de solicitudes de participación. Global Relief, el programa de silvicultura urbana de la American Forestry Association, juega un papel importante en el intercambio de datos y en su difusión a través de una red de información, dentro de los Estados Unidos y, más recientemente, a nivel mundial. Si bien es posible que en otros países desarrollados existan organizaciones similares, este tipo de iniciativas es muy poco frecuente en los países en desarrollo.

Otros enfoques posibles para el intercambio de información incluyen: acuerdos entre los organismos de silvicultura urbana de dos ciudades, una de un país industrializado y la otra de un país en desarrollo; y programas especiales establecidos por organizaciones profesionales, en el marco de los cuales las autoridades, empresas o individuos que se ocupan de urbanismo pueden efectuar aportes a un fondo que permitiría subvencionar el costo del acopio y divulgación de información sobre el tema (O'Rourke,1990).

Conclusiones

En la mayor parte de los países (tanto desarrollados como en desarrollo), así como en los organismos de cooperación para el desarrollo, es aún frecuente considerar la silvicultura urbana como actividad orientada hacia fines estéticos, cuya realización es deseable pero no necesariamente esencial. No se acaba todavía de reconocer que la silvicultura urbana con fines múltiples es un instrumento potencialmente eficaz y eficiente desde el punto de vista económico para aliviar la pobreza así como mejorar las condiciones ambientales y el aspecto estético de las ciudades.

Particularmente en las ciudades de los países industrializados, aunque no exclusivamente en ellas, las ventajas potenciales de los árboles y los bosques como elementos capaces de reducir la contaminación, ya sea en forma directa o indirecta (mediante un aprovechamiento más eficaz de la energía para refrigeración o calefacción), exige que se dedique a este aspecto una cantidad considerablemente mayor de atención y de recursos. En los países en desarrollo, en vista del rápido proceso de urbanización, debería hacerse hincapié sobre todo en las posibilidades de la silvicultura urbana de proporcionar beneficios directos en forma de bienes y servicios, especialmente a la población urbana pobre.

Es necesario hacer todavía estudios más a fondo para poder cuantificar los beneficios de la actividad forestal en el medio urbano y periurbano, comprender la dinámica de la demanda y de los flujos de recursos de bosques y árboles entre las zonas rurales y urbanas, y desarrollar la base de conocimientos científicos de la silvicultura urbana. Se requieren cambios de carácter institucional y jurídico, así como la aplicación de los métodos participatorios que se están adoptando cada vez más frecuentemente en las actividades de desarrollo rural. Es evidente que mucho queda aún por hacer en cuanto al desarrollo de la silvicultura urbana como disciplina y como actividad. En términos generales, los árboles y bosques urbanos pueden y deben transformarse en una parte integrante de nuestros esfuerzos por mejorar la calidad de la vida de nuestras ciudades y convertirlas en lugares donde la gente pueda vivir y trabajar de manera más próspera, más sana, y más saludable desde el punto de vista ambiental.

Bibliografía

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