BESTIA

v. Animal, Fiera, Ser [sust.]
Gen 37:20 y diremos: Alguna mala b lo devoró
Exo 22:19 cualquiera que cohabitare con b, morirá
Job 18:3 ¿por qué somos tenidos por b .. viles?
Psa 49:12 en honra; es semejante a las b que perecen
Psa 104:14 el hace producir el heno para las b
Psa 147:9 él da a la b su mantenimiento, y a los
Pro 12:10 el justo cuida de la vida de su b
Ecc 3:18 vean que ellos .. son semejantes a las b
Dan 4:25 con las b del campo será tu morada
Dan 7:3 y cuatro b grandes, diferentes la una de
1Co 15:39 otra carne la de las b, otra la de los
Tit 1:12 los cretenses .. malas b, glotones
Jam 3:7 toda naturaleza de b .. se doma y ha
2Pe 2:16 una muda b .. hablando con voz de
Rev 11:7 la b que sube del abismo hará guerra
Rev 13:1 vi subir del mar una b que tenía siete
Rev 13:11 vi otra b que subía de la tierra; y
Rev 15:2 habían alcanzado la victoria sobre la b
Rev 17:8 la b que has visto, era, y no es; y está
Rev 19:20 la b fue apresada, y con ella el falso


animal cuadrúpedo, de carga. Dios creó los animales, entre ellos las bestias, y la Escritura las distingue de las aves, los animales acuáticos, los reptiles y demás alimañas, Gn 1, 24-24 y 26. El término se usa para referirse a los animales salvajes, como cuando Yahvéh le dice a la serpiente del Paraí­so †œmaldita seas entre todas las bestias† Gn 3, 14; Lv 26, 6; Dt 7, 22; Jb 5, 23. Los profetas usan mucho la imagen de la b. salvaje, de las fieras, en sus oráculos, cuando anuncian el castigo divino, Is 13,21; 18, 6; Jr 7, 33; 15, 3; 16, 4; 19, 7; 34, 20; Ez 5, 17; 14, 15 y 21; 29, 5; 31, 13; 32, 4; 33, 27; Os 2, 14; 13, 8. Igualmente, para denominar de manera general a los animales domésticos, de carga, o los empleados para la guerra, como los elefantes y los caballos, Gn 34, 23; 36, 6; Nm 31, 11 y 47; 35, 3; 2 R 3, 9; 1 M 6, 35 y 43-45; Is 46, 1; Ap 18, 13.

En la literatura apocalí­ptica es recurrente el uso de la figura de la B. para significar a los enemigos de Dios, a las naciones paganas y a sus soberanos, como al emperador romano, en el Apocalipsis de San Juan. Daniel, mientras dormí­a, tuvo la visión de las cuatro bestias, Dn 7, 1-7: la primera, el león con alas de águila, el imperio de Babilonia; la segunda, un oso, el reino de los medos; la tercera, como un leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas, el reino de los persas; la cuarta, con dientes de hierro, tení­a diez cuernos, el imperio de Alejandro Magno, Dn 7, 23. En el Apocalipsis, la b. que surge del mar es el Imperio romano, enemigo de Cristo y de su pueblo, instigado por Satanás, el dragón, Ap 13, 1-10; también el emperador romano Ap 11, 7. La otra B. surge de la tierra, tiene dos cuernos de cordero, habla como una serpiente, es el falso profeta, anunciado por Cristo en Mt 24, 24, al servicio del Imperio romano, la b. que surgió del mar Mediterráneo, Ap 13, 11-17. Al final de los tiempos, Dios y su Mesí­as vencen a las bestias y al dragón y el consiguiente juicio a Satanás y a los poderes enemigos de Dios.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

ver ANIMALES

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Fuerza bruta opuesta a Dios).

– Dan. 7: León, oso, pantera, monstruo.

– Apocalipsis; Primera bestia.

13:1-10. Segunda bestia.

13:11-18.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Animal cuadrúpedo. Hay tres usos básicos en la Biblia para esta palabra. Uno se aplica en sentido general, a los animales tanto limpios como aquellos considerados inmundos. Otro se refiere a animales domésticos, especialmente aquellos que se utilizan para carga. Y también se usa el término para señalar a los animales salvajes. Las b. fueron creadas †œde la tierra† (Gen 2:19). Dios le dio señorí­o al hombre sobre las b. (Gen 1:24, Gen 1:26). Las b. no debí­an trabajar en el sábado (Exo 20:10). El ayuntamiento de hombre con una b. era castigado con la muerte ( †¢Bestialidad). Dios querí­a que su pueblo tuviese especial cuidado de los animales, especialmente las b. Si una de ellas se extraviaba, el que la encontraba debí­a devolverla a su dueño. Y si era encontrada caí­da bajo el peso de la carga, habí­a que ayudarla. Los terrenos debí­an dejarse descansar en el séptimo año, pues así­ †œde lo que quedare comerán las bestias del campo† (Exo 23:4-5, Exo 23:10-12).

El término es usado también en sentido figurado, especialmente en visiones proféticas en las cuales aparece un animal de caracterí­sticas fantásticas con una significación simbólica. Daniel ve †œcuatro b. grandes, diferentes la una de la otra† (Dan 7:3, Dan 7:17) que vienen a representar imperios, reyes y perí­odos históricos. Juan tiene varias visiones en las cuales aparecen dos b. con significaciones parecidas (Apo 11:7; Apo 13:1). †¢Animales de la Biblia.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, CUAD LEYE FAUN TIPO

vet, Aparte de su significado normal en castellano, esta palabra es en la Biblia sí­mbolo apocalí­ptico de fuerza bruta, sensual, lasciva, opuesta a Dios. En este sentido aparece en Dn. 7 y en Ap. 13:11-18. En su sentido literal se aplica a los cuadrúpedos. Según Gn. 1:25-28, fueron creadas en la misma etapa que el hombre, pero a éste le fue dado dominio sobre ellas, colocándolo en categorí­a distinta (1 Co. 15:44-46; Stg. 3:15). Se las considera dotadas de un alma fí­sica (o “vida”), residente en la sangre, por lo cual se prohibe comer sangre (Lv. 7:27; 17:10; Hch. 15:29). La principal riqueza de las tribus nómadas era el ganado, y los rebaños se mencionan con mucha frecuencia en la bestia (Dt. 32:14; 2 S. 17:29; 2 Cr. 7:5; Sal. 78:52; Is. 53:6; Jn. 10:1-8), haciéndoseles objeto de solí­citos cuidados (Nm. 32:16; Is. 53:16; Jer. 33:13). Para la carga se usaba el camello, para montura y labores de campo, el asno, y el caballo sólo para la guerra (Gn. 12:16; 2 S. 19:26; 2 R. 2:11; Jer. 12:5). La ley mosaica prohibí­a maltratar a las bestias (Ex. 23:4, 5, 12; Dt. 25:4), pero el buey que mataba a un hombre a cornadas era tratado como un criminal (Ex. 21:28). Entre las bestias salvajes se mencionan más el león, el oso, el leopardo, el zorro y la hiena o chacal. Algunos pueblos paganos representaban a sus dioses en figura animal, práctica condenada severamente por la ley y los profetas (Ex. 32; 1 R. 12:28; 13:2). La bestia emplea la figura de animales o bestias fantásticas como sí­mbolo de potencias históricas y espirituales (Nm. 21:8; Ez. 1; Dn. 7; Ap. 4).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

(-> profecí­a, dragón, seis-seis-seis). En sentido estricto, bestia (thérion) significa animal salvaje y feroz, con rasgos de monstruo (cf. Ap 6,8). Dn 7,5-11 LXX habí­a aplicado este nom bre a los imperios enemigos de Israel. El autor del Apocalipsis lo recrea, para evocar las dos figuras básicas de la perversión polí­tico-ideológica de la humanidad, hablando de su surgimiento (anticipado en Ap 11,7), de su lucha contra los fieles (14,2; 16,2.10), de sus relaciones con la Prostituta* (17,3-17) y de su destrucción por el Jinete de la palabra (19,19-20). La primera Bestia (con rasgos de león, oso y leopardo: Dn 7) es el mal poder polí­tico (Ap 13,1-10). La Segunda (el Falso profeta) es el engaño personalizado, la religión hecha mentira, para ruina de los hombres (13,11-18). Ambas provienen del Dragón* de Ap 12,1-5, que ha sido arrojado a la tierra, para plantear allí­ su batalla final.

(1) Primera Bestia. (1) Presentación. “Y vi subir del mar una Bestia que tení­a diez cuernos y siete cabezas, con una diadema en cada cuerno y un tí­tulo blasfemo en cada cabeza. La Bestia que vi se parecí­a a una pantera; tení­a patas como de oso y fauces como de león. El Dragón le dio su fuerza, su trono y su inmenso poder. Una de sus cabezas parecí­a haber sido herida de muerte, pero su herida mortal estaba ya curada. La tierra entera corrí­a fascinada tras la Bestia. Entonces adoraron al Dragón, porque habí­a dado su poder a la Bestia y adoraron también a la Bestia, diciendo: ¿Quién será como la Bestia y podrá luchar contra ella?” (Ap 13,1-4: cf. 13,110). Junto al mar primordial se ha colocado el Dragón* (Ap 12,18), para iniciar la lucha final, convocando a sus subordinados (bestias y prostituta). Por evocación mágica, llamada por el Dragón, sube de allí­ la gran Bestia. Recordemos que el mar, imagen del abismo, significa para los judí­os Occidente: desde la roca de Patmos se mira hacia Oriente la tierra de Asia (segunda Bestia: Ap 13,11), y hacia Occidente, el gran mar insondable que lleva hacia Roma (primera Bestia), (a) En un nivel, la Bestia es una visión literaria, elaborada con imágenes de profecí­a y poesí­a, tomadas de la Biblia israelita, (b) Pero en otro plano, desde la experiencia histórica de Juan, autor del Apocalipsis, la Bestia es el imperio que amenaza a los cristianos. Eso significa que ella tiene una incidencia muy concreta en la vida de los creyentes, (c) Muchos cristianos posteriores han identificado la bestia con los nuevos poderes de opresión sistema tizada (imperio otomano o soviético, americano o fascista). No es que Juan los cite, pero parece adelantar algunos de sus rasgos, pues él ha descubierto la perversión final de una historia que alcanza su maldad suprema al enfrentarse con Jesús y su Evangelio. Hasta ahora no existí­a el mal completo, la opresión total.

(2) Primera Bestia. (2) Rasgos principales. Habí­an existido máquinas sacrales destructoras, pero más pequeñas, como se decí­a en Dn 2 y 7 (con 1 Hen, 2 Bar y 4 Esd). Pues bien, el autor del Apocalipsis ha contemplado la Gran Bestia, de manera que su descripción se ha vuelto modelo de todas las descripciones y experiencias posteriores, (a) Tiene diez cuernos y siete cabezas… (Ap 13,1). Las cabezas simbolizan la totalidad mundana del mal (son siete), los cuernos son reyes, en signo que recuerda al Dragón (cf. Ap 12,3), aunque luego deba interpretarse, para aplicarlo a los emperadores que el autor ha conocido y que le parecen signo de la bestia (cf. 17,11-14). (b) Esta Bestia es todas las bestias (Ap 13,2). Cristo expresa (personaliza) todos los poderes y amores de Dios. De modo analógico y contrario, la Bestia de Roma encarna los falsos poderes antes difusos del Dragón (imperios de Dn 2-7), el mal que ha culminado ya y que se expresa como poder antidivino (Mt 6,24 par identifica a la mamona). Los Vivientes*, animales buenos, eran signo de Dios y de la vida (león, toro, hombre, águila: Ap 4,7). La Bestia, en cambio, es animal perverso, condensación suprema de todos los reinos bestiales de Dn 7 (pantera, oso, león: Ap 13,2). (c) Bestia herida, imitadora del Cordero (13,3). En tiempo de Nerón y sus inmediatos sucesores, envueltos en dura guerra civil (54-69 d.C.), pudo parecer que el imperio se acababa y muchos en oriente (no sólo en Judea y Jerusalén) se alegraron. Pero revivió, volvió a crecer más fuerte y hubo personas que interpretaron esa curación como señal divina, muestra de la eternidad de Roma. Juan la interpretó como signo demoní­aco: mala imitación de la muerte y pascua redentora del Cordero degollado. (d) Adoraron al Dragón: “¿Quién será como la Bestia y podrá luchar en contra de ella?” (Ap 13,4). El poder se quiere divinizar: Dragón y Bestia unidos, vinculados en dúo sacral, se vuel ven objeto y centro de la religión del imperio. Es evidente que en Roma y sus provincias hay otros movimientos religiosos, gentes que piensan de un modo distinto. Pero en conjunto, como totalidad social sagrada, Roma se ha hecho Iglesia y Estado de la Bestia, suscitando admiración por su poder perverso que Juan toma como destructivo. (e) Y se le dio tina boca que profiere arrogancias… (Ap 13,5-6; cf. Dn 7,8.20). Estas palabras comparan a la Bestia con Antí­oco, que fue a los ojos de Israel el gran tirano, que se elevó orgulloso, para morir luego impotente, castigado por el mismo Dios a quien habí­a despreciado. Ella, la Bestia a quien Satán concede su poder, es el verdadero enemigo de Dios, (f) También se le concedió luchar contra los santos y vencerlos… y le adorarán… (Ap 13,7-8). El Apocalipsis sigue actualizando los signos de Dn 7,21. Dios ha permitido que el Dragón actúe, concediendo a la Bestia su poder contra los santos e instaurando su reinado perverso sobre tribus, pueblos, lenguas y naciones. Ya están enfrentados, desde siempre y para siempre, los que adoran a la Bestia (mayorí­a pervertida) y los que están inscritos en el Libro* de la vida del Cordero, degollado desde el comienzo del cosmos. En este Libro del Cordero (cf. Ap 5,6), que el profeta ha comido para anunciar el juicio y salvación de Dios (cf. 10,1-11), sólo pueden inscribirse aquellos que no adoran a la Bestia.

(3) Segunda Bestia. (1) El falso profeta (Ap 13,11-18) (profecí­a*). El Apocalipsis unifica primero las bestias de Dn 7 (todas son una, que se expresa en este tiempo final, a través de Roma) y después las dualiza (la Bestia-Roma tiene dos rostros: uno más polí­tico, otro más religioso). El segundo rostro de la Bestia, que depende de la primera y está al servicio de ella, tiene rasgos de falso profeta: “Vi otra Bestia que surgí­a de la tierra: tení­a dos cuernos como de Cordero pero hablaba como Dragón. Ejercí­a todo el poder de la primera Bestia en favor de ella, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adorasen a la primera Bestia, aquella cuya herida mortal habí­a sido curada. Realizaba grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra, a la vista de los hombres. Seducí­a también a los habitantes de la tierra con los prodigios que se le habí­a otorgado realizar en favor de la primera Bestia, y los incitaba a levantar una estatua en honor de la Bestia que fue herida de espada y revivió” (Ap 13,11-14; cf. 11,11-18). La acción de la Bestia* del mar (= Occidente, Roma) culmina con esta Bestia de la tierra (religión que viene de oriente), a quien después se presenta como profeta* falso (cf. Ap 16,13; 19,20; 20,10). Dios se manifiesta por Jesús a los profetas verdaderos (cf. Ap 1,1-3; 10,7; 22,6-19), que dan testimonio dejándose matar por la primera Bestia (cf. 11,113). En contra de ellos eleva el Dragón a los profetas falsos, representados por la segunda Bestia, que será un sí­mbolo de los sacerdotes y/o filósofos de la primera Bestia, funcionarios y servidores de su principio de violencia. Ap 6,15 citaba a reyes, nobles, comandantes militares, ricos y poderosos de la tierra, que serví­an al poder supremo del mundo y ocultaban su rostro ante Dios y su Cordero. Todos se condensan ahora en esta Bestia, que es la falsa cultura al servicio del imperio. La primera Bestia (Bestia* del mar) era el Poder duro, con rasgos coactivos y militares. Esta segunda Bestia es la religión y/o cultura opresora al servicio de la primera.

(4) Segunda Bestia. (2) Rasgos principales. Nadie la habí­a descubierto ni descrito todaví­a con la precisión del Apocalipsis, (a) Tiene dos cuernos semejantes a un cordero… pero habla como Dragón (Ap 13,11-12). Actúa al servicio del Dragón, para que todos queden admirados de su fuerza y le rindan reverencia. Es inteligencia y palabra vendida a la Bestia, mentira hecha opresión sistematizada. Más que el poder de las armas y más que las posibles penurias económicas, al autor del Apocalipsis le preocupa esta Bestia, que es peligrosa porque pone su gran poder al servicio de la primera Bestia, (b) Y hace grandes señales… (13,13-15), como los profetas falsos, capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos (cf. Mc 13,22 par). Estamos en un mundo hecho feria de ilusiones y mercado de múltiples engaños. Entre ellos resalta nuestro texto dos signos que se oponen a los signos de los auténticos profetas (cf. Ap 11,5.11): Hará que baje fuego, posiblemente a través de trucos técnicos, encendiendo a distancia una llama, en un acto de culto oficial; hará que construyan estatuas de la primera Bestia, pero de tal forma que parezca que están vivas. En el culto imperial de Asia se alude a estatuas parlantes, capaces de emitir sonido cuando el aire las atraviesa. Estamos en un mundo dominado por el deseo de prodigios, de engaño pseudorreligiosos, de curiosidad sacral y credulidad supersticiosa. En el fondo de esos trucos, posiblemente marginales, destaca Juan el gran engaño: el culto imperial que destruye y esclaviza a los humanos. El Estado se ha convertido en principio de moral. Por eso, su religión es un engaño: fuego falso, palabra mentirosa.

(5) El signo de la Bestia: “Y hace que todos, grandes y pequeños, lleven la señal (de la Bestia) en su mano o en su frente, de manera que no pueden comprar ni vender si no la llevan…” (13,1617). Pasamos del plano sacral al económico, donde se expresa el último sentido del saber y de la ciencia, la más honda religión imperial. Quien no lleve el signo de la Bestia, quien no adore su poder, no puede comprar ni vender: queda expulsado del mundo comercial del imperio. Este era el problema discutido en los mensajes o cartas a las iglesias (Ap 2-3): en el fondo de la prostitución* y de los idolocitos* (pactar con el poder, comer de su comida) hay un problema económico. Todo el comercio está en manos de un imperio estructurado de forma sacral: sólo puede disfrutar la economí­a y cultura de Asia quien asuma los principios de sacralidad de Roma, defendidos por los filósofos y sacerdotes de la segunda Bestia. Para participar de la vida del Imperio, los cristianos tienen que aceptar la polí­tica imperial en sentido externo (orden cí­vico, intercambios económicos) e interno. Para Juan, el Evangelio implica una enmienda a la totalidad polí­tica de Roma. Otros grupos cristianos (los de Balaam* y Jezabel de Ap 2-3) entienden las cosas de manera distinta. El Apocalipsis, en cambio, sabe que es aquí­ donde se juega la fidelidad de los cristianos (cf. 13,10: quien al exilio al exilio, quien deba morir que muera).

(6) Identidad de la Bestia (seis-seisseis*, Roma). Hay dos bestias, pero la segunda depende de la primera y tiene un sentido más genérico. Por eso, al autor del Apocalipsis y a los investigadores posteriores les ha interesado la identidad de la primera Bestia, tema que sigue intrigando a muchos curio sos, e incluso creyentes, hasta el momento actual. Algunos piensan que en esa identificación está el secreto no sólo del Apocalipsis, sino de toda la Biblia e incluso de la historia humana, leí­da desde la perspectiva de la acción de Dios. “Las siete cabezas son siete montes sobre los que está sentada la mujer. Son también siete reyes, de los que cinco ya perecieron, uno existe todaví­a, el otro aún no ha llegado, pero cuando llegue ha de durar poco. En cuanto a la Bestia que era, pero ya no es: ella es el octavo rey, forma parte de los siete y marcha hacia la perdición. Los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido reino pero que compartirán el poder con la Bestia, como si fueran reyes, durante un breve espacio de tiempo. Estos tendrán un solo consejo, y darán su fuerza y su poder a la Bestia. Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero los vencerá” (Ap 17,9-11). Este es sin duda un texto cifrado que sirve para mostrar la identidad de la Bestia, que, de alguna manera, se identifica con el emperador y/o el Imperio de Roma. Ha de vincularse, sin duda, al número misterioso (6-6-6), que aquí­ parece estar relacionado con el tema de siete montes (= colinas) de Roma, que se aplican a sus emperadores, pero que no pueden llegar a ser siete (número de Dios) y permanecer así­ para siempre, en gesto de divinización, pues sólo Dios permanece. Cinco han pasado ya: son la historia imperial romana, vista desde el Apocalipsis. Está reinando el sexto emperador, que parece muy cruel, pero que no es el último, pues falta aún lo peor. El reinado del Séptimo será breve: no puede permanecer ni triunfar, porque Siete de verdad es Dios y el imperio sólo es un seis que se repite sin cesar, en giro de muerte (13,19). Vendrá un Octavo que no puede ser ya nuevo, pues no hay nada tras el falso siete, de manera que puede entenderse como reencarnación satánica de uno que ha sido ya satánico en el tiempo precedente. Pues bien, para establecer la identidad de la Bestia debemos contar a los emperadores romanos que van desde César o desde Augusto, hasta el momento en que escribe el autor, en los años de Nerón, Vespasiano, Tito o Domiciano, como indicaremos. Entre esos emperadores pueden incluirse o no incluirse Galba, Otón y Vitelio, pues sus reinados fue ron muy cortos y no estuvieron reconocidos por todos (los autores latinos del tiempo se dividen al respecto). Estas son las cuatro listas posibles, que incluyen, en cada caso, a seis emperadores, el último de los cuales serí­a el del tiempo del libro del Apocalipsis: (1) Primera lista: César (49-44 a.C.), Augusto (31 a.C.-14 d.C.), Tiberio (14-37), Calí­gula (37-41), Claudio (41-54), Nerón (54-68). (2) Segunda lista: Augusto (31 a.C.-14 d.C.), Tiberio (14-37), Calí­gula (37-41), Claudio (41-54), Nerón (54-68), Vespasiano (69-79). (3) Tercera lista: Nerón (54-68), Galba (68-69), Otón (69), Vitelio (69), Vespasiano (6979), Tito (79-81). (4) Cuarta lista: Nerón (54-68), Galba (68-69), Otón (69), Vespasiano (69-79), Tito (79-81), Domiciano (81-96). La primera empieza en César y acaba en Nerón, la segunda empieza en Augusto y acaba en Vespasiano; las dos últimas empiezan en Nerón y pueden acabar en Tito o Vespasiano, según se incluya o no a Vitelio como emperador. Junto a los emperadores (= cabezas) hay otros signos para interpretar el sentido del 6-6-6 de Ap 13,18, partiendo del número seis (que estarí­a vinculado al emperador del tiempo en que escribe Juan).

(7) El número de la Bestia. Un tema actual. También nosotros seguimos amenazados por la finitud del mundo y de los imperios (nunca llegarán al siete de Dios). Estamos a merced de la furia grande del Dragón, a quien queda poco tiempo (cf. Ap 12,12). La Bestia que venga como siete no podrá permanecer (sólo Dios es Siete). Tras ella, como a reencarnación de un mal emperador (a nuestro juicio Nerón: ¡siempre estamos bajo un Nerón!), volverá la gran Bestia: querrá retornar, resucitar como Jesús, para imponer su dominio sobre el mundo, pero no podrá, porque su tiempo es muerte que acaba. Desde esa perspectiva, leamos las listas de nuevo: Juan escribe desde su tiempo, destacando los signos escatológicos. El enfrentamiento de Bestia imperial y Cristo ha llegado al paroxismo o momento de no retorno: ante la inminencia del fin, desde la plenitud ya conseguida, habiendo descubierto la proximidad del abismo, puede escribir y escribe un libro de esperanza para sus cristianos, (a) No ha querido dar nombres concretos… Parece que, como en Ap 13,18, le sigue interesando sobre todo el simbo lismo de los números perfectos (siete) e imperfectos (seis…): nos hallamos siempre al final de un fatí­dico seis, en el lí­mite de un tiempo corto, enfrentados con la brevedad completa (un siete muy pequeño que no logra mantenerse) y amenazados por el pozo del abismo*, del que brota el octavo, que no es tal, puesto que es retoño de la muerte. Ese juego de números, esa experiencia de finitud inestable o muerte que retorna para perecer… viene a mostrarse como elemento constitutivo de nuestra dura y sangrienta historia humana, (b) Juan parece influido por el mito de un Nerón, figura bestial del pasado que vuelve para dominar la historia, pero sin lograrlo, porque en el pasado verdadero está Jesús, que se hace presente para culminar su camino y celebrar las bodas (Ap 21-22). La Bestia viene de un pasado de muerte, es reencarnación de lo más perverso de la historia: es un Nerón revivido incapaz de triunfar. Con Nerón hemos alcanzado la cota suma de maldad: no habrá nuevas y más altas perversiones sobre el mundo. Vuelve Nerón de la muerte y no podrá permanecer, porque es solamente violencia que acaba. Que confí­en los cristianos: nadie podrá torturarles más que Nerón y sobre Nerón está el Jesús Cordero, ya presente.

(8) La verdad del Apocalipsis. Externamente hablando, esa visión de Juan no se ha cumplido… La historia del imperio ha continuado, indiferente a sus cálculos… Nuevas opresiones, superiores a las antiguas de Nerón, han llegado sobre la Iglesia de Jesús y los humanos. La historia ha seguido y un dí­a los mismos obispos cristianos y los emperadores romanos terminaron dándose la mano y descubriendo intereses comunes en sus intereses (o tareas) particulares y en sus formas de mandar (servir) sobre la tierra. ¿Quiere decir eso que el Ap ha fallado? Evidentemente, en un sentido, el Ap ha fallado: parecí­a anunciar un fin inminente (tras el siguiente, breve, emperador) y no ha llegado (al menos como parecí­a anunciar): han seguido existiendo en Roma emperadores y después de algo más de dos siglos (el autor del Apocalipsis escribe hacia el 95 d.C.) ellos han pactado con la Iglesia (edicto de Milán y pactos sucesivos, al comienzo del siglo IV). Pero en medio de ese no cumplimiento (propio, en otro plano, de Jesús y Pa blo, con su espera inmediata de Reino), el Apocalipsis ha podido ofrecernos su experiencia superior, una visión más alta de la complejidad y riqueza de la historia cristiana. Este fallo o error de perspectiva de Juan le ha permitido expresar de modo insuperado el riesgo de ruptura y destrucción de nuestro mundo, abriendo, al mismo tiempo, un camino de esperanza. El Apocalipsis es uno de aquellos libros que más han acertado y siguen acertando: su modo de entender la opresión perversa de la polí­tica imperial y de pedir resistencia y fidelidad a los cristianos constituye uno de los más altos testimonios de clarividencia humana.

Cf. R. BAUCKHAM, The Climax of Propliecy: Studies on the Book of Revelation, Clark, Edimburgo 1992; A. Farrer, A Rebirth of Images. The making ofSt. John†™s Apocalypse, Beacon, Boston 1949: S. Giet, El Apocalipsis y la Historia, Taurus, Madrid 1960; X. PiKAZA, Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999; U. Vanni, El Apocalipsis. Hermenéutica, exégesis, teologí­a, Estudios Bí­blicos, Verbo Divino, Estella 2004; K. Wengst, Pax Romana and the Peace of Jesus Christ, SCM, Londres 1987.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

behema (hm;heB] , 929) “bestia; animal; animal doméstico; ganado; corcel; animal salvaje”. El vocablo tiene un cognado en arábigo. En todos los perí­odos del hebreo bí­blico encontramos behema unas 185 veces. En Exo 9:25 el término abarca hasta los “animales” más grandes, pues son todos los animales de Egipto: “Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así­ hombres como bestias”. Este mismo significado se resalta también en Gen 6:7 “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo”. En 1Ki 4:33 el vocablo behema pareciera excluir a las aves, los peces y los reptiles: “Asimismo [Salomón] disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles y sobre los peces”. El término puede referirse a todos los animales domésticos y animales exceptuando a los seres humanos: “Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie” (Gen 1:24 primer caso). Salmo 8.7 usa behema como paralelismo sinónimo a “bueyes” y “ovejas”, como si ambos fuesen incluidos: “Ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo”. Sin embargo, el vocablo puede referirse únicamente a ganado: “Su ganado, sus bienes y todas sus bestias serán nuestros” (Gen 34:23). Una acepción poco usual es cuando significa “cabalgadura” tal como un caballo o una mula: “Me levanté de noche, yo y unos pocos varones conmigo, y no declaré a hombre alguno lo que Dios habí­a puesto en mi corazón que hiciese en Jerusalén; ni habí­a cabalgadura conmigo, excepto la única en que yo cabalgaba” (Neh 2:12). Poquí­simas veces behema representa cualquier animal salvaje de cuatro patas o sin domesticar: “Y todos sus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante” (Deu 28:26).

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

1. therion (qhrivon, 2342) denota casi invariablemente una fiera salvaje. En Act 28:4 “bestia venenosa”, se usa de la ví­bora que se prendió de la mano de Pablo. Este vocablo acentúa el elemento bestial, aunque no está siempre presente la idea de un animal de presa. Una vez, en Heb 12:20, se usa de los animales en el campamento de Israel; esto es, de aquellos que estaban señalados para el sacrificio. Pero en la LXX therion no se usa nunca de animales sacrificiales; la palabra ktenos (véase más abajo) es la que se usa para los tales. Therion, en el sentido de fiera salvaje, se usa en el Apocalipsis de los dos potentados anticristianos que están destinados a controlar los asuntos de las naciones con un poder satánico en el perí­odo final de nuestra era presente (11.7; 13.1-8; 14.9,11; 15.2; 16.2, 10, 13; 17.3-17; 19.19-20; 20.4,10). 2. ktenos (kth`no”, 2934) denota primariamente algo poseí­do (el verbo relacionado con este término es ktaomai, y significa poseer); y de ahí­, propiedad en manadas y rebaños. En las Escrituras significa: (a) una bestia de carga, “cabalgadura” (Act 23:24); (b) bestias de todo tipo, aparte de los significados por therion (véase el párrafo anterior) (1Co 15:39; Rev 18:13); (c) animales para el sacrificio; este significado no se halla en el NT, pero es muy frecuente en la LXX.¶ 3. upozugion (uJpozuvgion, 5268), véase ASNO, Nº 2.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

Véase Anticristo.

Fuente: Diccionario de Teología

Si bien se usa bastante en las vss. modernas, la palabra “bestia” es prácticamente obsoleta actualmente como termino preciso. Viene del lat., y “animal”, que en general la reemplaza en la actualidad, también proviene del lat. La palabra bestia se sigue usando en la expresión bestia de carga” p. ej. De otro modo se la encuentra únicamente en obras literarias o con sentido figurado, e. d. una persona cruel o ruda es una bestia, y su comportamiento es bestial.

Dos palabras heb. se traducen generalmente “bestia”; behēma (col.) también se traduce *ganado: ḥayyâ se trad. “bestia” preferentemente, pero en algunos pasajes se trad. con una diversidad de palabras. be˓ı̂r se trad. generalmente “bestia”.

En algunos pasajes behēmâ y ḥayyâ son difíciles de diferenciar, como, por ejemplo, cuando en el mismo capítulo (Lv. 11) y en contextos muy similares se usan ambas palabras con referencia a animales limpios: vv. 2 “los animales (ḥayyâ) que comeréis”, pero vv. 39 “si algún animal (behēmâ) que tuviereis para comer”. En el vv. 47 ḥayyâ tiene un sentido más amplio, de modo que con frecuencia se traduce “seres vivientes”, pero esto se invierte en el vv. 2: “Estos son los animales (ḥayyâ) que comeréis de entre todos los animales (behe) que hay sobre la tierra”.

En el NT el gr. zōon se trad. “animal” en °vrv1 pero “seres vivientes” en °vrv2 en Ap. 4.6. Para ktēnos (animal doméstico, especialmente bestia de carga) y thērion (animal salvaje) °vrv2 usa las palabras “cabalgadura” (Hch. 23.24), “víbora” (Hch. 28.4–5), “bestia” (1 Co. 15.39), “cuadrúpedo” (Hch. 10.12), “bestia de carga” (Ap. 18.13, °vm), “fiera” (Ap. 6.8), mientras otras vss. retienen la palabra “bestia” en estos casos. °vrv2 distingue correctamente entre los cuatro seres vivientes, por una parte, y la bestia de Ap. 11.7 y todos los pasajes literales, por otra.

La palabra “animal” tiene dos usos actualmente. Estrictamente es cualquier ser viviente con sensación y movimientos voluntarios, e. d. el reino animal en contraste con el reino vegetal; más popularmente se refiere a los cuadrúpedos, y de ellos con frecuencia sólo a los mamíferos, en contraste con el hombre, las aves, etc. En el AT la palabra “animal” es traducción de diversos vocablos heb., mayormente con referencia a mamíferos, si bien falta uniformidad. En el NT la situación es similar, donde representa los vocablos gr. thērioe, tetrapous, ktēnos y zōon. (*Animales )

G.S.C.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico