GENTILES

hebreo goyim, griego ethne, gentes, naciones. Con este término, generalmente usado así­, en plural, se designa a las gentes o los no judí­os, que no pertenecí­an al pueblo elegido, a los incircuncisos. Se consideraban g. a los que no eran de la religión judí­a, por lo que existí­an leyes rigurosas a fin de no permitir la contaminación de los israelitas con la idolatrí­a y el paganismo de otras naciones, Jc 14, 3; 15, 18; 1 S 14, 6; 31, 4; 2 S 1, 20; 1 Cro 10, 4. En el Deuteronomio, se dice que no será admitido en la asamblea el bastardo, como se traduce el término hebreo mamzer, que según algunos exégetas, se refiere al descendiente de la unión matrimonial de israelita con extranjero; tampoco se admitirá ni el ammonita ni el moabita, Dt 23, 3-4; Esd 9, 10-12; Ne 10, 31; 13, 23-27; Ez 44, 7-9. El Salmista llama g., a Nabucodonosor, rey de Babilonia, a los caldeos, arameos, ammonitas y edomitas que profanaron el Templo y saquearon la ciudad de Jerusalén, en el año 587 a. C., Sal 79 (78), 1; el profeta Jeremí­as, en el libro de las Lamentaciones, los llama paganos, sinónimo en las Escrituras de g., Lm 1, 10. En el templo de Herodes, aún en los tiempos de Jesucristo, se leí­a una inscripción en griego, que identifica al gentil con el extranjero: †œNingún extranjero penetre en el interior de la balaustrada y del recinto que rodean el santuario. El que sea sorprendido, a nadie deberá acusar más que a sí­ mismo de la muerte que será su castigo†.

Cuando una mujer cananea pagana y, por tanto, gentil, se acercó a Jesús pidiéndole que curase a su hija endemoniada, le responde: †œNo he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel†, Mt 15, 24; y al encomendarles a los discí­pulos su misión en el mundo les dice †œNo toméis camino de los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos: dirigí­os más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel†, Mt 10, 5; es decir, que los judí­os deben recibir en primer lugar el ofrecimiento de la salvación, Mc 7, 27. Sin embargo, como los judí­os infieles rechazaron el llamado a la salvación, los g. ocuparán su lugar, †œy vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios†, Lc 13, 22-30. En los tiempos apostólicos, palabras parecidas les dice Pablo a los judí­os, que contradecí­an al Apóstol, cuando éste predicaba en la sinagoga, en Antioquí­a de Pisidia: †œEra necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os consideráis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los g.†, Hch 13, 44-46. Después de resucitar, Jesús se aparece a sus discí­pulos y les enví­a con esta misión universal, en la cual está el llamado a los g. a participar de la promesa: †œhaced discí­pulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espí­ritu Santo†, Mt 28, 19; Mc 16, 15-16; Lc 24, 47. Esto indica que los g. no estaban excluidos de la promesa, San Pablo los llama †œCoherederos, miembros del mismo cuerpo y partí­cipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio†, Ef 3, 9. Por la sangre de Cristo se ha llevado a cabo la reconciliación entre judí­os y g. y la de todos los hombres con el Padre: †œPorque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio†; por Cristo, †œunos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espí­ritu†, Ef 2, 11-22; es decir, todos los hombres por la fe en Cristo son hijos de Dios, los bautizados se han revestido de Cristo, ya no hay, por tanto, distinción alguna, ya no hay judí­os y gentiles, circuncisos e incircuncisos; si todos son de Cristo, son descendencia de Abraham, †œherederos según la promesa†, 1 Co 12, 13; Ga 3, 26-29; Col 3, 10-11.

A pesar del carácter universal del llamado de Jesús a participar de la promesa, inicialmente hecha al pueblo escogido, Israel, se presentaron en los primeros tiempos de la Iglesia dificultades y controversias entre los judeocristianos, circuncidados, y aquellos g., incircuncisos, que se convirtieron al cristianismo; estas diferencias alcanzaron, igualmente, a los apóstoles, Ga 2, 11-21. En Jerusalén los fieles encabezados por Santiago se mantienen dentro de la Ley judí­a, Hch 15, 1-5; 21, 17-25.

Los llamados †œhelenistas† con Esteban a la cabeza, piensan que no es necesario mantenerse dentro de antigua Ley. Estas diferencias con respecto a la Ley de Moisés y a la manera de acceder los g. a la salvación, originó la reunión de la asamblea Jerusalén, donde los apóstoles Pedro y Pablo, sobre todo éste último, hacen que se acoja su pensamiento de que sólo por la fe en Cristo se obtiene la salvación, con lo que los g. quedan liberados de las ataduras de las obligaciones mosaicas, de la impurezas legales, de la circuncisión. Pedro, en su discurso a la asamblea, dice de los g.: †œY Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espí­ritu Santo como a nosotros, pues purificó sus corazones con la fe†, Hch 15, 7-11; según le habí­a dicho a Pedro la voz del cielo en el éxtasis que tuvo en casa de un tal Simón, en Joppe: †œLo que Dios ha purificado no lo llames tú profano†, Hch 10, 15; y es que, posteriormente, el Espí­ritu Santo cayó sobre los que escuchaban la palabra de Pedro, g., en casa del centurión romano Cornelio, en Cesarea, y los mandó bautizar, sin más requisitos, siendo Cornelio el primer gentil en recibir el bautismo. En tal reunión dijo el apóstol Pedro sobre los g.: †œ¿Acaso puede alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espí­ritu Santo como nosotros?†, Hch 10, 44-48. La asamblea de Jerusalén concluyó sobre los g. convertidos a la fe en Jesús, no exigirles más cargas que el abstenerse de las carnes de los animales sacrificados por los g. a los í­dolos, y en tal sentido se escribió a las demás iglesias, Hch 15, 19-29.

San Pablo fue llamado †œApóstol de los g.† ya el Señor se lo dijo a Ananí­as cuando le ordenó ir a casa de Judas, en la calle Recta, en Damasco, en búsqueda de Saulo de Tarso, tras haber sido éste derribado del caballo por Dios, camino de esta ciudad: †œVete, pues éste me es un instrumento elegido para llevar mi nombre ante los g., los reyes y los hijos de Israel†, Hch 9, 15. En el discurso a los judí­os, en Jerusalén, Pablo recuerda los acontecimientos de su conversión y cómo Ananí­as le anunciaba de parte del Señor que le serí­a testigo ante todos los hombres de lo que habí­a visto y oí­do. Continúa Pablo diciendo como después, estando en el Templo de Jerusalén en oración, cayó en éxtasis y el Señor le dijo: †œMarcha, porque yo te enviaré lejos, a los g.†, Hch 22, 1-21; 26, 17. En la epí­stola a los Gálatas, Pablo cuenta cómo perseguí­a a los cristianos y cómo era su celo en guardar la Ley y tradiciones de sus padres, educado dentro del pensamiento fariseo, y cómo Dios lo separó desde el seno materno y le reveló a su Hijo para que lo anunciase ante los g., Ga 1, 16; 2, 2; †œA mí­, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los g. la insondable riqueza de Cristo†, Ef 3, 8. Esta misión entre los g. le fue encomendada oficialmente a Pablo por los apóstoles Santiago, Pedro y Juan, Ga 2, 7-9.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., goy, plural goyim, nación, pueblo). En español la palabra heb. aparece como gentiles, pueblo, paganos y nación. A veces goy se refiere a Israel (Gen 12:2; Deu 32:28; Jos 3:17; Jos 4:1; Jos 10:13; 2Sa 7:23; Isa 1:4; Zep 2:9). En el NT el gr. ethnos (gentiles) es una traducción de goy, mientras que laos corresponde al heb. †™am. Hellenes se traduce como gentiles o griegos.

En épocas de paz, se acordaba un tratamiento atento a los gentiles bajo la ley del AT (p. ej., Num 35:15; Deu 10:19; Deu 24:14-15; Eze 47:22). Los hombres de Israel frecuentemente se casaban con mujeres gentiles, de las cuales Rahab, Rut y Betsabé son ejemplos sobresalientes, pero la práctica fue mal vista después del regreso del exilio (Ezr 9:12; Ezr 10:2-44; Neh 10:30; Neh 13:23-31). La separación entre los judí­os y los gentiles se volvió más estricta, hasta que en el perí­odo del NT la hostilidad era total. La intensidad de este sentimiento variaba y cedí­a ante una bondad excepcional (Luk 7:4-5).

Aunque las enseñanzas de Jesús terminaron por unir a los judí­os y los gentiles (p. ej., Rom 1:16; 1Co 1:24; Gal 3:28; Eph 2:14; Col 3:11), Jesús limitó su ministerio a los judí­os, con raras excepciones (Mat 15:21-28; Mar 7:24-30; Joh 4:1-42; Joh 12:20-36). Mandó a sus discí­pulos que no fueran a los gentiles o los samaritanos (Mat 10:5). La misión de Jesús fue primero a Israel, lo suyo (Joh 1:11), el pueblo escogido de Dios.

En Hechos, los gentiles se volvieron cada vez más prominentes después del nombramiento de Pablo como apóstol a los gentiles (Act 9:15). Aun las epí­stolas dirigidas especí­ficamente a cristianos judí­os (Romanos 9—11; Hebreos; Santiago; 1 Pedro) también son relevantes para los gentiles.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Los no judí­os, Isa 11:10, Mar 10:33, Rom 1:13, Efe 2:11.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

ver, EXTRANJERO

vet, Todas las naciones que no eran de la raza israelita (Is. 49:6; Ro. 2:14; 3:29). Los judí­os eran el pueblo escogido de Dios; su elevada religión contrastaba de manera acusada con los falsos cultos de los gentiles. Habí­a rigurosas leyes para impedir la corrupción de las costumbres y de la verdadera religión, penando la promiscuidad con los idólatras. Ello indujo a los judí­os a menospreciar a los gentiles, y a ser injustos con ellos. Dios habí­a escogido a Israel para que fuera “luz de los gentiles” (Is. 49:1-6); tení­a también promesas para ellos (Is. 2:2-4; Am. 9:12; Zac. 9:7). Pedro, instruido por la visión en Jope, cruzó la barrera que separaba a los israelitas de los paganos, visitó a Cornelio el gentil, comiendo con él, lo que escandalizó mucho incluso a los judí­os cristianos (Hch. 10:28; 11:3). Cuando Pablo, desde la escalera de la torre Antonia, declaró que Dios le habí­a dado la comisión de predicar a los gentiles, los judí­os congregados en el patio del templo exigieron su muerte con gran clamor (Hch. 22:21, 22). Las iglesias primitivas estaban formadas principalmente por gentiles. El primer concilio de Jerusalén rechazó la imposición de la carga de las ordenanzas mosaicas a los cristianos provenientes de los gentiles (Hch. 15:1-29). (Véase EXTRANJERO).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]

Los no judí­os, en terminologí­a del Nuevo Testamento, que era la usual entre los miembros del pueblo elegido y que pasó también a los cristianos primitivos. Entre los judí­os tení­a carácter despectivo (los no elegidos). Los cristianos se dieron cuenta pronto de que era el campo de cultivo del mensaje cristiano, ya que los judí­os se resistí­an a la fe.

En el Antiguo Testamento se les denomina con el termino “goyim” (Gen. 2.5; Is. 8. 23; Sal. 2. 1). En la versión de los LXX, se traduce el término por (ethne) raza (1 Rey. 14.23; 2 Rey. 16.3) o también por (“laos”) pueblo (Ecclo. 46.7; Sab. 18.3).

En el Nuevo Testamento se asume el lenguaje judí­o como serie de conceptos iniciales. Son 168 veces las que aparece el término “ethnos” (naciones, razas, gentiles) en sentidos muy diversos: despectivos unas veces (gentiles y pecadores): “No charléis como los gentiles” (Mt. 6. 7) “Consideradlo como gentil y publicano” (Mt. 18.17); y descriptivos en otras ocasiones: “Iglesias de la gentilidad” (Rom. 16. 26), “Ministro para los gentiles” (Rom. 15.16), “Los gentiles serán pueblo elegido” (Hech. 15. 14).

Otros términos paralelos ayudan en el Nuevo Testamento a complementar la idea de la gentilidad: las 142 veces que se emplea la idea de “pueblo” (laos) o las pocas veces en que se habla con otras terminologí­as, como “demos” (pueblo) y “agoraios” (asamblea), son suficientes para interpretar los contenidos en sentido pluralista sin mitificar los vocablos referentes a esta idea. Los cristianos ya del siglo IV se sintieron gentiles en su mayor parte y se descubrieron herederos de una raza santa, la de los judí­os.

Ser gentil se fue mirando como una dignidad, tanto más creciente cuanto se fue incrementando el sentido despectivo del judí­o que, en los ámbitos cristianos, herederos de Roma y Grecia, fue mirado y escuchado como un insulto.

Desde el siglo IV los cristianos llamaron a los no convertidos “paganos” (de pagus, aldea), término aplicado a los habitantes rurales, más supersticiosos, idólatras, viciosos, no cristianos.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La palabra “gentiles” tiene en la Biblia un sentido fundamentalmente religioso. Con ella se comprende a todos los que no profesan la religión monoteí­sta. Los judí­os dieron el nombre de gentiles (heb. óyim) a los no judí­os. Ellos, los judí­os, son “el pueblo” (‘am), y los demás, que son los gentiles, son el “no pueblo” (lo’am). En el N. T., gentiles son todos los no cristianos a los que no ha llegado, o los que no han querido recibir, el mensaje evangélico (Mt 10,18). Y, aunque ya no existe la tajante discriminación que existí­a en el A. T., sin embargo se dice que hay que evitar el trato con los gentiles (Mt 10,5), y de ellos se sigue hablando en sentido peyorativo, (Mt 5,47; 6,7.32; 18,17; 20,19; 10,33; Lc 12,30; 18,32; 21,24). Pero Jesús ha venido a establecer un pueblo sin fronteras y sin discriminaciones, pues su mensaje se debe dirigir también a los gentiles (Mt 12,1 21; Lc 2,32). De hecho, Jesús alaba la conducta de los gentiles frente a él (Mt 8,10).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Véase NACIONES.

Fuente: Diccionario de la Biblia

A. NOMBRES 1. ethnos (e[qno”, 1484), de donde proceden términos castellanos como étnico, etnologí­a, etc.; denota, en primer lugar, una multitud o compañí­a de gente; luego, una multitud de personas de la misma naturaleza o género, una nación, un pueblo. Se usa en forma singular, de los judí­os (p.ej., Luk 7:5; 23.2; Joh 11:48,50-52); en plural, de las naciones (Heb. goiim) distintas de Israel (p.ej., Mat 4:15; Rom 3:29; 11.11; 15.10; Gl 2.8); en ocasiones se usa de convertidos procedentes de la gentilidad en contraposición a judí­os (p.ej., Rom 11:13; 16.4; Gl 2.12,14; Eph 3:1). Véanse GENTE. 2. hellen (ellhn, 1672) denotaba originalmente a los antiguos descendientes de la Hellas Tesálica; luego, a los griegos en contraste con los bárbaros (Rom 1:14). Vino a ser de aplicación a los gentiles de habla griega (p.ej., Gl 2.3; 3.28). Debido a que era la “lingua franca” del imperio romano, griego y gentil vinieron a ser términos más o menos sinónimos. Este término se traduce en la RVR siempre como “griego” excepto en Act 20:21; Rom 3:9; 1Co 1:23; 10.32, donde la iglesia local es distinguida tanto de judí­os como de gentiles. Véase GRIEGO. B. Adjetivo ethnikos (ejqniko`”, 1482) se usa como nombre, y se traduce como “gentiles” (Mat 5:47, TR dice: “publicanos”; 6.7; 18.17: “gentil”; 3 Joh_7 “gentiles”).¶ C. Adverbio ethnikos (ejqnikw`”, 1483), a la manera de los gentiles, al estilo de los gentiles. Se usa en Gl 2.14: “como los gentiles”.¶ Notas: (1) Para el término sinónimo laos, pueblo, véase PUEBLO. (2) Cuando, bajo el nuevo orden de cosas introducido por el evangelio, se dio a conocer el misterio de la iglesia, se usó frecuentemente el término ethnos en contraste con la iglesia local (1Co 5:1; 10.20; 12.2; 1Th 4:5; 1Pe 2:12).

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

La palabra hebrea gôyim designa a los pueblos que no son judíos traducida a veces «naciones» y generalmente «gentiles» en RV60, y que también se puede traducir «paganos». El «pueblo», ʿam, usualmente se limita a Israel. La LXX hace una distinción similar entre eznos y laos (Lc. 2:32). El siervo sufriente de Jehová incluye a ambos grupos en su misión de salvación (Is. 42:6; 49:6; 56:6–7).

Israel, como pueblo de Dios, desarrolló una exclusividad estricta de los otros pueblos en el tiempo de la restauración de la cautividad. Esta actitud ofendió mucho al mundo gentil, pero fue realmente una salvaguarda contra la influencia de las costumbres gentiles. El judío que entraba en una casa gentil o comía con él era considerado inmundo (Hch. 10:28; 11:3; Jn. 18:28). Sin embargo, los judíos hacían prosélitos (véase) de entre los gentiles y, en el templo, había un atrio para ellos. Una de las luchas más amargas de la iglesia primitiva fue sobre la inclusión de los gentiles convertidos al cristianismo. ¿Debían ser admitidos a través de las puertas del judaísmo, o podían entrar directamente en el redil? El veredicto de los apóstoles en conferencia con la iglesia de Jerusalén fue en favor de Pablo (Hch. 15:19). No se exigía rito alguno salvo la admonición de comer solamente alimentos limpios y la abstención de las impurezas morales.

El misterio de la incredulidad judaica y la admisión de los gentiles en la iglesia de Dios se trata en Romanos 9–11, donde se usa la figura de un olivo (cf. Jer. 11:16; Os. 14:6). Algunas de sus ramas han sido desgajadas por causa de la incredulidad. A la raíz fueron injertadas ramas del olivo silvestre. Este es un cuadro del judío y del gentil. El Dr. Ramsay ha mostrado que cuando un olivo dejaba de dar fruto, se injertaban a la cepa cortes del olivo silvestre. Los gentiles permanecían por la fe. No había lugar para la jactancia sino una obligación solemne de comunicar el evangelio a lo ancho del mundo, y especialmente a los judíos.

Pablo se llamaba a sí mismo apóstol a los gentiles (Ro. 11:13; Ef. 3:3; Hch. 22:21). Sin embargo, el día de la oportunidad gentil es limitado en el propósito de Dios (Lc. 21:24).

Richard E. Higginson

RV60 Reina-Valera, Revisión 1960

LXX Septuagint

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (276). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

(heb. gôyı̂m; gr. ethnē (o Hellēnes) por la Vg., gentiles). Originalmente se trataba de un término general para “naciones”, pero el uso le imprimió un sentido restringido. En el AT la afinidad de todas las naciones aparece destacada en la tradición de los descendientes de Noé (Gn. 10). En el pacto de Dios con Abraham sus descendientes se distinguen de otras naciones, pero no en un sentido estrecho y exclusivista (Gn. 12.2; 18.18; 22.18; 26.4). Israel tomó conciencia de que era una nación única y distinta de las otras por haber sido separada para Dios después del éxodo (Dt. 26.5) y del pacto del Sinaí (Ex. 19.6). A partir de entonces dicha dedicación fue factor determinante en todas sus relaciones con las otras naciones (Ex. 34.10; Lv. 18.24–25; Dt. 15.6).

Los israelitas se vieron continuamente tentados a comprometerse con la idolatría y la inmoralidad que practicaban las demás naciones (1 R. 14.24), por lo que atraían sobre sí el juicio de Dios (2 R. 17.7ss; Ez. 5.5ss). A su retorno del exilio, el peligro fue más insidioso a causa de la corrupción de los judíos que habían permanecido en Canaán (cf. Esd. 6.21). Esta continua lucha contra el peligro de contaminarse con las prácticas de sus vecinos les hizo adoptar una actitud tan dura y exclusivista para con las otras naciones que en la época de Cristo llamarle “entil” (ethnikos, Mt. 18.17) a un judío era tan oprobioso como decirle “publicano” (cobrador de impuestos). Por ello merecieron la censura de Tácito, quien dijo que “consideran al resto de la humanidad con todo el odio que se reserva a los enemigos” (Historias 5.5).

Sin embargo, los gentiles tuvieron su lugar en las profecías sobre el reino, simplemente como los vencidos que harían resaltar la gloria de Israel (Is. 60.5–6), o como quienes buscarían finalmente al Señor (Is. 11.10), y le ofrecerían culto (Mal. 1.11) cuando viniera el Mesías a ser Luz para ellos (Is. 42.6), y a traer salvación hasta los confines de la tierra (Is. 49.6). Basándose en esta tradición Simeón saludó el advenimiento de Jesús (Lc. 2.32), y Jesús comenzó su ministerio (Mt. 12.18, 21), y los mismos judíos se preguntaban si iría a los gentiles (Jn. 7.35). Aunque vacilante y sorprendida cuando se convirtió Cornelio (Hch. 10.45; 11.18), la iglesia aceptó rápidamente la igualdad de judíos y gentiles ante Dios (Ro. 1.16; Col. 3.11), revelando así todo el alcance del evangelio y la gloriosa esperanza que el mismo ofrece a todos (Gá. 2.14ss; Ap. 21.24; 22.2).

Bibliografía. H. Bietenhard, “Pueblo”, °DTNT, t(t). III, pp. 438–442; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985.

P.A.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

(Hebreo, Gôyîm; Griego, ethne, ethnikoi, Hellenes; Vulgata Gentes, Gentiles, Graeci).

Una palabra de origen latín que se emplea usualmente en el plural. En las versiones inglesas de ambos Testamentos designa colectivamente a las naciones distintas de los judíos. La base de esta distinción es que, como descendientes de Abraham, los judíos se consideraban a sí mismos, y de hecho lo eran antes de la venida de Cristo, el pueblo escogido de Dios. Debido a que las naciones no judías no adoraban al Dios verdadero y a menudo incurrían en prácticas inmorales, el término Gôyîm (gentiles) tiene a veces significado despectivo en las Sagradas Escrituras, en el Talmud, etc. Desde la difusión del cristianismo, la palabra gentiles designa, en fraseología teológica, a aquéllos que no son ni judíos ni cristianos. En los Estados Unidos, los mormones lo usan para designar a las personas que no pertenecen a su secta. Vea Prosélitos.

Bibliografía: (Se marca a los autores católicos con un asterisco) SCHURER, Historia del Pueblo Judío, segunda división, vol. I (Nueva York, 1891); SELBIE en HAST., Dicc. De la Biblia, s.v.; LESÊTRE* en Vig., Dicc de la Biblia, s.v. Gentiles; HIRSCH en Encicl. Judía, s.v. (Nueva York, 1903); BROWN, BRIGGS, Y DRIVER, Vocabulario Inglés y Hebreo, s.v. XXX (Nueva York, 1906); DÖLLINGER*, Los gentiles y los Judíos (tr. Londres 1906).

Fuente: Gigot, Francis. “Gentiles.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/06422a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina

Fuente: Enciclopedia Católica