Opinión Nacional

Los privilegios de la burguesía

Ya uno no sabe si reírse o indignarse cada vez que algún representante oficial justifica la represión y los desmanes gubernamentales con la cantilena de que todo se debe a que la “burguesía” se resiste a perder sus privilegios frente a los avances de un gobierno que reivindica los derechos despojados a los pobres. Ahora que se nos ha participado democráticamente que ya no hay vuelta atrás, que “no hay reconciliación posible con la burguesía”, y por ende ninguna posibilidad de diálogo, palabra que de paso nunca ha existido en el léxico revolucionario bolivariano, la cuestión se vuelve más angustiosa. Resulta curioso que de un tiempo para acá el régimen haya dejado de denominar a los ciudadanos críticos al régimen como la “oligarquía”, para comenzar a llamarlos la “burguesía”. Es probable que el cambio de terminología se deba a que este último término se corresponde más con el reciente cambio de ideología adoptado, ya que el primero tiene unas connotaciones semánticas un tanto comprometedoras. En efecto, el término “oligarquía”, o gobierno de unos pocos, y por lo visto de cada vez menos, sería más adecuado para referirse a la actual arquitectura político-gubernamental, que para simbolizar a las clases poseedoras de los bienes de producción, empeñadas en perpetuar su papel de explotadores de las clases proletarias, de acuerdo con la tradicional interpretación marxista. Pero el fin de estas líneas no es adentrarse en los complicados vericuetos de la teoría marxista, que por cierto concebía al socialismo como una etapa de extrema abundancia de todo tipo de bienes y servicios, cosa que no vemos por ningún lado, como condición previa y necesaria a la instauración del comunismo, sino referirse a la pretendida pérdida de privilegios que según los voceros del gobierno significan sus políticas para la burguesía.

Sin embargo, por más que uno le de vueltas al asunto, no alcanza a dilucidar a qué exactamente se refieren cuando se habla de los privilegios de la burguesía. El DRAE define el término privilegio como la “exención de una obligación o ventaja exclusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia”. Y lo primero que se nos ocurre entonces es que en Venezuela nadie está exento de la obligación de vivir encerrado en su casa, literalmente preso, tras las rejas, como consecuencia de la desbocada y creciente inseguridad que campea a lo ancho y largo del país, mientras que los que sí parecen gozar de privilegios son los malhechores que mantienen en zozobra a su población, en especial a la de menores recursos económicos, no precisamente integrantes de la burguesía.

La verdad es que si de privilegios se trata, puede ser que rompamos varios récords mundiales. Es muy probable que tengamos el privilegio de vivir en el país con uno de los mayores índices de criminalidad e impunidad, con la segunda inflación más alta, tal vez con las ciudades más mugrientas, descuidadas y sucias, sin olvidar el de ser considerados como uno de los países más corruptos. Pero sobre todo, disfrutamos del dudoso privilegio de vivir en el que tal vez sea el único país del mundo donde oficialmente se descalifica la consecución de la excelencia y se enaltecen la chapucería y la mediocridad, y donde el fomento de la inseguridad jurídica y personal forma parte de los planes de gobierno. Estos son los privilegios que Venezuela entera, no solo su “burguesía”, estaría feliz de perder.

 

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