El oro en la economía mundial


José Luis López
11 de noviembre de 2019

El oro es uno de los metales más cotizados por la sociedad desde hace miles de años, siendo un material que en la actualidad no sólo tiene utilidad en la fabricación de objetos de uso “común”, como componentes de algunos celulares, sino también en joyería, así como mantenerse como depósito de valor o de la riqueza, pese a ya no ser el respaldo del dólar estadounidense, desde 1971 con la abolición del Patrón Oro.

Este mineral, descubierto del 3,000 al 2,600 A.C. aproximadamente, se caracteriza por ser un metal muy denso, blando, de color amarillo intenso, que no se oxida en condiciones normales, que cuenta con aplicaciones en la industria, principalmente electrónica, medicina y dental, pero su principal aplicación es en la joyería; por sus características, no es de fácil oxidación, dificultando la pérdida de valor por desgaste en cualquiera de sus aplicaciones, incluyendo los lingotes.

Su extracción se realiza prácticamente en todo el planeta, desde algunos cuerpos de agua hasta en minas, la mayoría de cuarzo o donde se encuentre mercurio, plata, silvanita y otros minerales, prefiriéndose la extracción en este segundo lugar, pese a que el porcentaje de oro extraído efectivamente en las minas no suela sobrepasar las dos cifras, si se tiene éxito, ya que en ríos o lagos sería aún menor el porcentaje y más costosa la extracción.

En cuanto a sus atribuciones económicas, se considera que el oro es un bien con diferentes clasificaciones, las cuales dependen de su enfoque y finalidad. De tal forma, se caracteriza por ser un bien económico, porque no todo el mundo puede acceder a ellos, un bien de inversión, porque puede servir para recibir un beneficio posterior, bien intermedio, dado que puede fungir como insumo en un proceso productivo, bien de lujo o superior, cuya demanda aumenta más rápido que los ingresos de los consumidores.

De esta manera, su gran cantidad de aplicaciones y la dificultad de su extracción implica que es un material escaso y, por tanto, costoso. En la teoría economía ortodoxa, el precio o valor de los bienes está relacionado directamente con su escasez, de modo que en tanto sea más difícil conseguirlo, adaptarlo y aplicarlo (siempre y cuando tenga utilidad intrínseca), será más caro.

Además, es uno de los pocos bienes que tiene valor por sí mismo (por su propia existencia), de modo que no se ve afectado por temas fluctuantes como la inflación, o el tipo de cambio de forma directa, pero sí por la ley de oferta y demanda.

El origen de esta atribución que lo separa del resto de los bienes es el acuerdo social de la humanidad, en el que la fetichización que tiene le otorga un estatus diferente al resto de los bienes, alejándolo de fenómenos que se pueden predecir con facilidad, como la inflación, siendo sometido únicamente por las fuerzas del mercado.

Por tanto, como sus aplicaciones se mantienen en crecimiento (aumento de la demanda), pero la renta de los usuarios no evoluciona de la misma forma (reafirmando que es un bien superior), existe escasez y su precio se eleva, por lo que un gran número de inversionistas recomienda invertir capital en este commodity, dada su alta rentabilidad.

La plataforma de mercados financieros, Investing.com, proporciona datos sobre la evolución del precio del oro, donde se aprecia que éste ha aumentado exponencialmente durante los últimos 20 años, pasando de $288.25 dólares por onza en diciembre de 1999 a un máximo histórico de 1,823.80 en agosto de 2011, teniendo una tendencia que oscila entre $1,200 y $1,470 por onza en los años posteriores.

Con base en la sensibilidad a fenómenos económicos en los años finales de la Segunda Guerra Mundial, en los Acuerdos de Bretton Woods (1944) se decidió optar por el patrón oro, donde este metal sería aceptado mundialmente como respaldo del dólar, facilitando que las naciones europeas pudieran intercambiar parte de su oro por dólares, lo que ayudaría a la recuperación económica por los daños de la guerra. Con el tiempo, en Estados Unidos surgieron problemas en la balanza de pagos e inflación, por lo que, tras diversas medidas de su gobierno, en 1971 el presidente Richard Nixon decidió revocar la convertibilidad entre oro y dólares, permitiendo que el resto de naciones satélite pudiera cambiar sus sistemas monetarios y operar bajo un sistema de dinero fiat, es decir, donde los gobiernos y los bancos comerciales pudieran emitir su propio dinero y crearlo prácticamente de la nada, terminando con una época de tipo de cambio fijo.

Con los años, tras vivir otras crisis financieras, incluyendo la de 2008, donde imperaron burbujas especulativas por el exceso de circulante en el mercado, creado a partir de la nada, algunos expertos han propuesto que se vuelva al patrón oro para darle un respaldo al dinero y evitar que surjan burbujas especulativas tan grandes como en el mercado inmobiliario de los años previos a 2008, así como disminuir la incidencia de la inflación, al aumentar el dinero por encima de la producción.

¿Realmente serviría? El oro también tiene un valor basado en el acuerdo social, al igual que el dinero fiat, lo que solucionaría esos problemas por un tiempo, pero en el largo plazo el nivel de crecimiento se estancaría y se vería la necesidad de aumentar los precios del oro, es decir, se incurriría en otras dificultades de naturaleza similar.


Investing.com

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