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29 agosto 2019

La Ruta de la Seda: la vía para el intercambio tecnológico que configuró el Mundo moderno

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Pese a lo que su evocador nombre sugiere, la conocida como Ruta de la Seda no era una ruta en la que se intercambiara principalmente  este tejido. Tampoco una única ruta o trayecto que cruzaba el continente asiático para unir el lejano Oriente con Occidente, sino una red de rutas de intercambio comercial, cultural y tecnológico ( y también de enfermedades)  que irradiaban desde Asia Central. Durante 1500 años permitieron conectar China con el Mediterráneo, jugando un papel decisivo en el tránsito a la Edad Moderna. 

BBVA-OpenMind-La ruta tecnológica de la seda-2-Ruta de la seda en el siglo I d.C. Fuente: Wikimedia
Ruta de la seda en el siglo I d.C. 
 Fuente: Wikimedia

Este entramado de caminos hundía sus raíces en la red de rutas que partían de Persia y que los emisarios recorrían al galope con mensajes por todo el imperio en el s IV a.C. No obstante, en su configuración definitiva, la Ruta de la Seda se abrió oficialmente en el 130 a. C., cuando el emperador chino envió a su embajador Zhang Quian en una misión diplomática que buscaba nuevos aliados. Además de con pactos, el embajador retornó con una nueva raza de caballos y con las sillas de montar y los estribos que usaban los guerreros de occidente. Este es el primer ejemplo de la principal función que cumplió la Ruta a lo largo de la historia: el intercambio de conocimientos y tecnologías.

La visión actual entre los historiadores es que por la Ruta de la Seda  —en servicio desde su apertura en el 130 a. C. hasta el s. XIV— viajaban, además de comerciantes, religiosos, artistas, fugitivos y bandidos; pero sobre todo, refugiados y poblaciones de emigrantes o desplazados. Se cree que fueron precisamente estos grupos de poblaciones migrantes los que llevaron consigo conocimientos, herramientas, cultura, productos o cultivos (y con ellos posiblemente nuevas técnicas y sistemas de irrigación). Fomentaron una “globalización” cultural y tecnológica que, literalmente, iba a cambiar el mundo.

La seda y la sericultura

En su vertiente mercantil, la Ruta de la Seda era una red de comercio de proximidad y a pequeña escala, con mercancías pasando de unos comerciantes a otros en los mercados y centros de intercambio que trufaban el trayecto. En uno y otro sentido circulaban alimentos y animales, especias, materiales, cerámica, artesanía, joyas y piedras preciosas. Y aunque su nombre sugiera lo contrario, la seda no era la principal mercancía. Es más, nunca recibió esta denominación durante los casi 1400 años que la Ruta de la Seda se mantuvo operativa. El nombre fue acuñado siglos después,  en 1877, por el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen, debido a que este era el producto más valorado y apreciado entre los nobles y dignatarios del Imperio Romano. 

BBVA-OpenMind-MAteria-Ruta seda 3-Damas de la corte preparando seda recién tejida. Fuente: Wikimedia
Damas de la corte preparando seda recién tejida.
Fuente: Wikimedia

La exclusividad y el absoluto secretismo que rodeaba a aquel exquisito tejido procedente del otro extremo del mundo sedujo a las altas esfera de Occidente. Y es que se trata de una de las fibras más antiguos conocidas y empleadas por la humanidad: el  descubrimiento de la seda y el origen de la sericicultura se remontan a la China del tercer milenio a.C.  Según la leyenda, la emperatriz Hsiu Ling Shi —esposa del “Emperador amarillo”— la descubrió accidentalmente mientras tomaba un té bajo una morera, cuando un capullo cayó en la taza y comenzó a desenmarañarse. La emperatriz quedó fascinada por aquellos hilos brillantes y descubrió que era el gusano Bombyx mori el que los producía para formar su crisálida. A raíz de dicho hallazgo, desarrolló la sericultura y en su empeño, se dice que inventó también el carrete y el telar. 

Sea o no cierta la leyenda, lo que sí es seguro es que las primeras referencias documentadas sobre la seda y su producción en China datan de esa época.  Y progresivamente, se fue extendiendo por Asia, para alcanzar más tarde el Mediterráneo europeo a través, precisamente, de la Ruta de la Seda. Aún así, China mantuvo durante siglos el monopolio del mercado, instaurando un absoluto secretismo sobre su procedencia y procesado. Hasta que en el s. VI d.C el imperio bizantino se hizo con el secreto, pasando a controlar dicho mercado en la cuenca mediterránea. Y tras la conquista de Persia por los árabes en el s. VII, la sericicultura se expandió definitivamente por Arabia, África y Al-Andalus.

Cuatro inventos para un nuevo mundo

La seda es un ejemplo de los productos que se expandieron por la Ruta de la Seda, y el telar un ejemplo de las tecnologías que se extendieron y colonizaron las regiones por las que discurría. Aunque ni mucho menos la más importante. La industria del vidrio y del cuero, y las armas y máquinas de guerra occidentales viajaron desde Occidente para ser introducidas en el Lejano Oriente. En tanto que Occidente se benefició de cuatro inventos procedentes de China que iban a perfilar el nuevo mundo (y su nuevo orden): el  papel y su manufactura; las técnicas de impresión, la pólvora y la brújula. 

Parece ser que la manufactura del papel fue inventada en China en torno al 104 d. C. por un oficial llamado Cai Lun, basada en el procesado y posterior prensado y secado de una mezcla de fibras vegetales y agua. A partir del s. VII, esta tecnología comenzaría su expansión a través del continente asiático, alcanzando Europa en el s.XII. 

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Algunos pasos del proceso la manufactura del papel
Fuente: Colección de reproducciones de xilografías de la dinastía Ming.

 

Por su parte, las técnicas de impresión mecánicas surgieron en China no más tarde del s. VI d.C. Las primeras se basaban en planchas de madera, en las que se grababan textos y que permitían una rápida reproducción en serie en telas y en papel. Y en el s. XI se desarrollaron modelos móviles que más tarde iban a inspirar la invención de la imprenta por Gutenberg. El acceso de ambas tecnologías a Europa en los s. XII y XIII conllevó un profundo cambio: facilitó la transmisión de información. Esto provocó un enorme desarrollo en la educación, el comercio, las comunicaciones y la cartografía; lo que aceleró de forma definitiva el tránsito de la oscura Edad Media al Renacimiento y a la Edad Moderna

Por su parte, la pólvora fue inventada en el s. IX, probablemente de forma accidental, por alquimistas o monjes chinos al “calentar juntos azufre, rejalgar (sulfuro de arsénico) y salitre (nitrato potásico) con miel; produciéndose humo y llamas que lo quemaron todo”, tal y como recoge un texto taoísta de esa época. No tardó en descubrirse que cuando dicha mezcla estaba en un recipiente se producía una violenta explosión debido a la sobrepresión generada por la gran cantidad de gas liberado. Desde China, el secreto del polvo explosivo se extendió por Asia y, finalmente, en el s. XIII llegó a Europa a través de la Ruta. En Occidente de inmediato encontró aplicación con fines militares permitiendo el desarrollo de una novedosa tecnología armamentística, fundamental en la posterior conquista del mundo por las potencias europeas.

La brújula y el fin de la Ruta

Y por último, la brújula o aguja magnética también fue inventada en China, probablemente en torno al s. II d.C, como instrumento (en un primer momento) para la geomancia o pronosticación. Y cuando los estudiosos chinos comprendieron el comportamiento y propiedades de la magnetita surgieron las primeras brújulas, entendidas como herramientas para la orientación. Consistían en pequeñas piedras imán o agujas magnetizadas suspendidas en el aire o en agua. 

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Foto de una brújula geomántica china del 1760, en el Museo Marítimo Nacional de Reino Unido.
Crédito: Victoria C

Con esta forma alcanzaron Europa en torno al s. XII, para posteriormente, en  el s.XIV y en la región italiana de Amalfi, alcanzar su configuración actual, con la aguja girando en una carcasa. Con ella, los marineros italianos pudieron contar con un instrumento que les permitía orientarse y alejarse de la costa, propiciando el auge del comercio marítimo y el consecuente florecimiento de las ciudades estado italianas.

 A finales del s. XV se consiguió superar la limitación de la variación magnética —la diferencia angular entre el polo norte geográfico y el magnético y que depende de la latitud— permitiendo las travesías oceánicas. Así, el Imperio otomano conquistó Bizancio, en el año 1453, y con ello cortó las comunicaciones y las rutas comerciales entre Oriente y Occidente —lo que supuso el fin de la legendaria Ruta.

La brújula jugó un papel decisivo en las grandes travesías oceánicas que impulsaron el establecimiento de nuevas rutas de comercio marítimas entre Europa y Asia y con ello la denominada “Era de los descubrimientos”, que marca el inicio de la Edad Moderna.

 

Miguel Barral

@migbarral

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