Según Platón existen dos mundos u órdenes del ser: el mundo sensible, de un lado, y el mundo de las ideas o mundo inteligible, del otro.

Consiguientemente plantea que hay dos principales modos de conocimiento, la doxa u opinión, y la episteme, el conocimiento propiamente dicho o “ciencia”.

Todo esto recuerda a Parménides quien también separaba el mundo sensible y la opinión, del ente único, inmutable, inmóvil, cognoscible mediante la razón.

Para Parménides se trata de la diferencia entre el ente y el no-ente, de manera que el mundo sensible equivalía a la nada, de la cual no puede haber conocimiento ninguno. En tanto que con Platón el problema está planteado de manera más matizada, en términos menos extremos.

Para Platón el mundo sensible no es para él pura nada, sino que tiene un ser intermedio, imperfecto; pero, de todos modos, algo de ser, no es el verdadero ser, inmutable, que corresponde a las ideas, sino que se trata de una mezcla de ser y no-ser, y por eso todo allí es imperfecto y está sometido al devenir.

Lo que tiene de ser, lo tiene en la medida en que copia o imita, siempre imperfectamente, a las ideas. De manera que entre el ser pleno, las ideas y el no ser absoluto, se intercala el mundo del devenir, el de las cosas sensibles, que son y no son, que participan, copian y dependen de las ideas.

Platón criticaba la doxa, pero, sobre todo, despreciaba a quienes hacían del falso conocimiento y de la apariencia de sabiduría un medio de lucro personal.

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