La timidez se puede considerar como una tendencia a quedarse más retraído o “más atrás” en las interacciones sociales, de forma más habitual con personas desconocidas. Según la Real Academia de la Lengua Española, el significado del adjetivo tímido es: “aquél que tiende a mostrarse temeroso, medroso, encogido y corto de ánimo” (RAE, 2017).
Timidez y vergüenza: ¿aspecto de personalidad o emoción?
La vergüenza (latín “verecundia”) es una emoción negativa vinculada a la vivencia consciente de algo humillante, degradante, deshonroso, ridículo o indecente en el propio comportamiento o en las circunstancias de una situación.
Mientras que la vergüenza se relaciona con las acciones y comportamientos que han podido ser observados por los demás (Colombo, 2005), la timidez está más ligada a un aspecto de la personalidad, a la autoimagen, a la forma de verse a uno mismo y al entorno.
¿Es timidez o introversión?
La introversión es una dimensión de personalidad que agrupa a personas tranquilas, reservadas, con tendencia a la introspección, retraídas y distantes en las relaciones sociales, cautelosas y con un elevado control emocional (Eysenck, 1944; Biederman et al., 1990).
Según algunos autores, la introversión puede constituir un factor de vulnerabilidad ante dificultades emotivo-relacionales, así como en el desarrollo de trastornos como la ansiedad social (Amies et al., 1983; Watson et al., 1988; Salaberria et al., 1998).
No obstante timidez e introversión se caracterizan por respuestas similares ante situaciones sociales novedosas, la introversión no se limita únicamente a estas situaciones, sino que tiene un carácter más estable y más independiente de la situación. Por otro lado, la timidez es una reacción social más específica, más limitada temporalmente y específicamente relacionada con ansiedad ante la evaluación, vergüenza, pensamientos negativos y reacciones fisiológicas.
Timidez, introversión y personalidad
Según Zimbardo (1977), una persona tímida es aquella que: 1) no teme a la interacción social, aunque manifiesta preferencia por la soledad; 2) tiene escasa confianza en sí mismo, pobres habilidades sociales y sentimientos de vergüenza que le llevan a evitar el contacto interpersonal; 3) manifiesta temores ante la posibilidad de no alcanzar sus expectativas sociales.
Según diferentes modelos teóricos, la timidez se puede considerar un extremo de una dimensión de la personalidad como la extroversión-introversión (Comrey, 1970; Eysenck, 1967, 1975), la afabilidad (Goldberg, 1981, 1990; Costa & McCrae, 1995; Barbaranelli et al., 1995; Saucier & Goldberg, 1996), la sociabilidad (Guilford & Zimmerman, 1976; Cattell et al. 1970).
Desde el punto de vista de la personalidad, la timidez se puede también considerar como un mecanismo de defensa (Zimbardo & Radl, 1981) adaptativo, cuando permite a la persona evaluar una situación desconocida, de manera cautelosa, para responder de la forma más adecuada posible. También puede relacionarse con el retraimiento, un mecanismo de defensa en el que la persona, al verse sobrepasada por la situación, se retrae en el mundo interior y en la imaginación (MacWilliams, 2011).
La timidez se puede dividir según su origen interno o externo (Buss ,1986). Cuando está relacionada con la autoobservación (self-concious shyness), se considera que el origen es interno. Cuando está ligada al temor a los otros (fearful shyness), se considera externa.
- En la timidez de origen interna se manifiesta menor activación fisiológica y los pensamientos se centran en la evaluación negativa de la situación, generando inhibición comportamental moderada.
- En la timidez relacionada con factores externos, se produce una elevada activación fisiológica, inhibición comportamental y preocupaciones relacionadas con el miedo a una evaluación negativa de los demás.
¿Cómo afrontar la timidez?
Tanto en los casos en que la timidez sea de origen externa (miedo a la evaluación) o interna (autoobservación), tenemos que identificar y comprender el rol del temor a la valoración negativa de los demás. Es decir, debemos discernir cuál es el origen de nuestras preocupaciones para poder enfrentarnos a ellas de forma eficaz.
Trabajar la autoestima y el autoconcepto, desarrollar habilidades sociales y herramientas para controlar la propia ansiedad e inseguridad pueden ayudar tanto a reducir nuestros temores como a manejarse en situaciones sociales. Con la progresiva gestión de los síntomas, lograremos sentirnos más cómodos en muchas situaciones sociales, experimentando sensaciones más placenteras en situaciones que, antes, considerábamos imposibles de afrontar.
En los casos en que nuestra timidez resulte extrema, o exista alguna sospecha de que pueda estar relacionada con una marcada ansiedad o fobia social, resultará fundamental consultar a un experto para una valoración profesional que oriente una psicoterapia adecuada.
Fobia social y timidez
La ansiedad social o fobia social se define como un trastorno caracterizado por “miedo o ansiedad intensa en una o más situaciones sociales en las que el individuo está expuesto al posible examen por parte de otras personas.” (APA, 2013).
Es importante distinguir entre ansiedad social y timidez, en tanto que los síntomas de fobia social se pueden interpretar como manifestaciones de una timidez extrema, descartando la necesidad de solicitar ayuda especializada (Cervera & Roca, 1998).
Esta distinción no es siempre sencilla, ya que la fobia social y la timidez poseen en común una serie de características fisiológicas y cognitivas (Turner, Beidel y Townsley, 1990). Por un lado, las personas que padecen fobia social experimentan intensos síntomas de ansiedad a nivel fisiológico. Estos síntomas pueden estar presentes también en las personas tímidas, aunque con menor intensidad.
A nivel cognitivo, el miedo a la evaluación negativa por parte de los demás constituye el principal elemento, tanto en la timidez como en la fobia social. En muchas ocasiones la diferencia entre una u otra depende de la intensidad de los síntomas y del grado de interferencia que estos producen en las relaciones y cotidianidad de la persona.
Además, la timidez tiene una prevalencia considerablemente más alta entre la población general que la fobia social (Zimbardo, 1977), la edad de inicio es distinta (alrededor de los 21 meses para la timidez y mitad de la adolescencia para la fobia social), pude variar en el curso (transitorio para la timidez y crónico/estable para la fobia social) y, en el grado en que aparecen las conductas de evitación (Turner et al. 1990; y Cervera et al. 1998).
En un estudio clásico, Marks y Gelder (1966) encontraron que más del 50% de las personas con fobia social informaban de conductas de timidez durante su infancia. En otro estudio, Turner (Turner et al. 1990), destacó que, aun estableciendo características comunes entre la fobia social y la timidez, esta última es más bien un precursor de la fobia social que una versión moderada de la misma.
En esta dirección algunos autores (Salaberría y Echeburúa, 1998) han planteado que la timidez podría constituir un factor temperamental de vulnerabilidad a la fobia social. Por otra parte, otros estudios (Stemberger et al. 1995), han subrayado una relación entre timidez y fobia social sólo cuando la fobia social es de tipo generalizado. Es decir que la fobia se extiende a distintos contextos sociales de la vida de la persona y no a uno en concreto. Si la fobia social es concreta o específica, no existiría esta relación directa con la timidez, sino que se consideran como factores determinantes las experiencias traumáticas (Ost y Hugdahl, 1981; Stemberger et al., 1995; Turner et al., 1996).
Referencias
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