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Tim Berners-Lee, el hombre que inventó las clásicas tres W, se dedica a preservar la naturaleza democrática de la web. El británico tuvo su idea revolucionaria a los 34 años cuando trabajaba en el laboratorio suizo Cern, donde creó la primera página web.

ANIVERSARIO

El inventor de la web

Hace 25 años nació la primera página web. Tim Berners-Lee, el hombre que la ideó, redefinió la forma en que el mundo se comunica. Aunque muchos lo consideran el Gutenberg contemporáneo, nadie lo reconoce en la calle.

15 de marzo de 2014

El internet, tal y como lo conocemos hoy, nació de un concepto aparentemente obvio: para ahorrar tiempo y trabajo, es necesario intercambiar información de forma rápida, fácil y organizada. Esa fue la premisa de la que partió el científico británico Tim Berners-Lee para crear la World Wide Web en marzo de 1989. Como sucede con los grandes inventos, todo empezó con un borrador. En ese entonces Berners-Lee trabajaba en los laboratorios Cern de Suiza, donde a diario él y sus compañeros perdían mucho tiempo buscando los datos y conclusiones de experimentos anteriores y, por lo general, debían empezar de cero. En momentos en que el conocimiento avanzaba a pasos agigantados, era necesario encontrar una solución pronto.     

Internet –entendido como un sistema global de redes– funcionaba desde hacía 20 años. Es decir, ya existía la manera de que la información circulara entre máquinas conectadas sin importar su ubicación, pero no había un método efectivo de buscar y encontrar esos datos. En pocas palabras, la carretera estaba lista; solo faltaban los carros. Ese primer vehículo lo imaginó Berners-Lee: una manera de hacer la información en internet más accesible y universal. Su jefe de entonces calificó la propuesta de “vaga pero emocionante” y le dio luz verde para desarrollarla.

Se trataba de un sistema de distribución basado en el hipertexto, un concepto que ya existía hacía décadas –y que se refiere a documentos en los que algunos términos están vinculados dinámicamente a otros documentos–, pero que hasta entonces solo conectaba textos en un mismo computador. La genialidad de Berners-Lee fue utilizar el internet para darle universalidad al hipertexto. Aunque la idea inicial era solo facilitar el intercambio de información entre sus colegas, ya sospechaba el alcance de su idea: “Los problemas de pérdida de información serán particularmente severos en Cern, pero somos un modelo en miniatura de lo que sucederá en el resto del mundo dentro de unos años”. No podía estar más en lo cierto, y por eso hoy la web es la herramienta que conecta a millones de personas en todo el mundo.

Pero para que eso sucediera, primero debía existir internet. Después de años de investigación financiada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, en 1969 estuvo listo el primer IMP (lo que ahora se conoce como un router), que permitió conectar dos computadores de Arpanet en la distancia (uno en la Universidad de California, en Los Ángeles, y otro en el Instituto de Investigación de Stanford, a cientos de kilómetros). El primer mensaje que se envió entre ellos fue la palabra Login, que de hecho llegó incompleta (solo llegó log) porque el sistema colapsó. Más tarde Vinton Cerf y Robert Kahn crearon el TCP/IP, la tecnología que permitió a Arpanet conectarse con otras redes de computadores y ampliar su alcance.

Cuando estuvo listo el terreno, Berners-Lee inventó las ya clásicas tres W, que según ha dicho, pudieron ser otras letras muy diferentes. El científico consideró varios nombres para bautizar su idea, entre ellos Mine of Information y The Information Mine (ambos traducen como Mina de información) pero, según explicó: “La primera abreviatura (Moi) me pareció un poco egoísta y la segunda (TIM), mucho más egocéntrica”. Por eso se decidió por World Wide Web.

Los padres de Berners-Lee tuvieron una gran influencia en él. Ambos eran matemáticos y trabajaron juntos en el Ferranti Mark I, el primer computador comercial. “Aprendí a disfrutar de las matemáticas donde fuera que aparecieran, pues están en todos lados” dijo, y recordó que cuando fue a la Universidad de Oxford pensaba estudiar Matemáticas o Ingeniería, pero eligió Física: “Fue divertido y, de hecho, una gran preparación para crear el sistema global”.

Hoy, Berners-Lee es profesor de MIT y de varias otras universidades, dirige el World Wide Web Consortium y tiene una fundación del mismo nombre dedicada a asegurar el acceso gratuito a la web. Lo insólito es que no es famoso –nadie lo reconoce en la calle–, ni millonario. A diferencia de Mark Zuckerberg y los altos ejecutivos de Google, este científico solo está interesado en llevarle la web al mundo. Para él, enriquecerse por su invento va en contra de su naturaleza democrática: “Si la tecnología fuera patentada y estuviera bajo mi control, seguramente no habría despegado. La decisión de que la web fuera un sistema abierto era necesaria para que fuera universal”.

Pero sí ha recibido merecidos reconocimientos por su trabajo: la revista Time lo nombró una de las 100 personalidades más importantes del siglo XX, ganó el premio Príncipe de Asturias y el premio de Tecnología del Milenio, entre muchos otros, y la reina Isabel II lo nombró caballero y le concedió la Orden del Imperio Británico. Muchos han dicho que su aporte es equivalente al de Johannes Gutenberg, inventor de la imprenta moderna. Apenas lo justo para un hombre que definió cómo se comunica el mundo desde hace décadas y cómo lo hará en el futuro. En las palabras del propio Berners-Lee: “Como con cualquier joven de 25 años, el potencial de la web apenas está comenzando”.