Una breve reflexión epistemológica sobre la sociedad ideal aristotélica y la polis griega, según su obra política

A brief epistemological reflection on aristotelian ideal society and the greek polis, according to his work politics

Douglas Miguel Llanos Medina
Universidad Simón Bolívar, Venezuela
Rafael Enrique Martínez Bellorín
Universidad Simón Bolívar, Venezuela

Una breve reflexión epistemológica sobre la sociedad ideal aristotélica y la polis griega, según su obra política

Provincia, núm. 35, pp. 151-167, 2016

Universidad de los Andes

Recepción: 12 Marzo 2016

Aprobación: 24 Abril 2016

Resumen: Aristóteles es sin duda alguna uno de los grandes filósofos de la cultura occidental, cuya influencia está aún vigente en el pensamiento contemporáneo. Una de sus obras fundamentales es Política, donde se pueden encontrar ejemplos de sus fundamentos epistemológicos asociados a la sociedad y a la ciudad. En esta obra también se definen los parámetros para el buen funcionamiento de la ciudad ideal, con una estructura y tamaño finito a fin de garantizar su autosuficiencia y que todos en la comunidad puedan vivir bien. Desde esta perspectiva, en el presente trabajo se analiza y aborda el pensamiento aristotélico —a través de la epistemología—, el vínculo entre el orden social ideal griego y su espacio asociado, su visión de la ciudad ideal, así como la evolución histórica del concepto de infinitud del espacio aristotélico que siempre deviene en la noción de límite.

Palabras clave: Aristóteles, política, epistemología, ciudad, límite.

Abstract: Aristóteles es sin duda alguna uno de los grandes filósofos de la cultura occidental, cuya influencia está aún vigente en el pensamiento contemporáneo. Una de sus obras fundamentales es Política, donde se pueden encontrar ejemplos de sus fundamentos epistemológicos asociados a la sociedad y a la ciudad. En esta obra también se definen los parámetros para el buen funcionamiento de la ciudad ideal, con una estructura y tamaño finito a fin de garantizar su autosuficiencia y que todos en la comunidad puedan vivir bien. Desde esta perspectiva, en el presente trabajo se analiza y aborda el pensamiento aristotélico —a través de la epistemología—, el vínculo entre el orden social ideal griego y su espacio asociado, su visión de la ciudad ideal, así como la evolución histórica del concepto de infinitud del espacio aristotélico que siempre deviene en la noción de límite.

Keywords: Aristotle, Politics, epistemology, city, limit.

1. Introducción epistemológica de la sociedad ideal aristotélica

Aristóteles (Estagira 384 a. C.-Eubea 322 a. C.), científico y filósofo de la Antigua Grecia, ha sido una de las mentes cuyas ideas han ejercido gran influencia en la cultura occidental por más de dos milenios. Inicialmente fue discípulo de Platón en la Academia de Atenas y posteriormente construyó un sistema filosófico propio, desde el cual sometió a crítica la teoría de las ideas de su maestro. Entre sus muchos aportes teóricos, Aristóteles formuló la teoría de la generación espontánea, el principio de no contradicción, las nociones de categoría, sustancia, acto, potencia, etc. Muchas de sus ideas, que innovaron la filosofía en su momento, son parte del sentido común del hombre contemporáneo.

Política, su obra más reconocida, aglutina una cantidad de textos dedicados al estudio de la vida en sociedad y a la organización de la convivencia cívica. En estas reflexiones, el filósofo aborda un sinfín de temas con la profundidad y agudeza característicos del pensamiento aristotélico, por ejemplo, las estructuras básicas de la sociedad, en la que la ciudad representa el mayor logro, definiéndola como “una asociación de seres iguales, que aspiran en común conseguir una existencia dichosa y fácil”(Política, VII, 8, 1328a).

Asimismo, el filósofo concibe al hombre como un animal social, “politikón zoion”, que desarrolla sus fines en el seno de una comunidad, de la polis, como el ámbito autosuficiente de la cultura y la vida feliz. Aristóteles propone también en Política la teoría clásica de las formas de gobierno, la misma que muchos autores han asumido a lo largo de los siglos. Para el estagirita, como también se conoce a Aristóteles, Política no sólo es un estudio de los estados ideales en forma abstracta, sino más bien, un análisis del modo en que los ideales, las leyes, las costumbres y las propiedades se interrelacionan, ilustrándolos por medio de casos reales.

En cuanto a la estructura del gobierno ideal, Aristóteles toma partido por la democracia moderada, es decir, la república, con una equilibrada separación de los poderes y una constitución mixta. Señala además las características de participación de la ciudadanía en las tareas comunitarias y la importancia de la educación en virtud de lograr y mantener una vida libre y digna. El autor resalta los logros civilizadores de la polis griega, enfrentada a los riesgos de la revolución y confusión. García (2007:23) plantea que esta obra es la consecuencia lógica de la ética y la metafísica, a partir de un profundo análisis de la realidad histórica. Además, afirma que “La Política se desarrolla en un constante recurrir de lo general a lo particular, de lo teorizado según los principios abstractos, a las prácticas institucionalizadas y atestiguadas concretamente”.

En cuanto a las aproximaciones epistemológicas de Aristóteles a la definición de una ciudad ideal —también abordado por Platón en su obra Leyes— establece una estrecha relación entre estas ciudades y sus respectivas filosofías, expresada en las epistemologías que las fundamentan. La aproximación platónica, sustentada en el pensamiento deductivo y apriorístico, lleva a entender la ciudad y la política como entidades trascendentes; por su parte, la aristotélica, basada en la filosofía inductiva y empírica, lleva a concebirlas como entidades históricas (Goycoolea, 2005: 12).

Por su parte Miller (2012), al analizar la obra de Aristóteles, plantea que también se puede explicar la existencia de la ciudad-estado en términos de las cuatro causas. Es un tipo de comunidad (koinônia), es decir, una colección de piezas que tienen algunas funciones e intereses en común (Política II.1.1261a18, III.1.1275b20). Por lo tanto, se compone de las piezas que Aristóteles describe de varias maneras en diferentes contextos: los hogares o clases económicas (por ejemplo, los ricos y los pobres), o demes (es decir, las unidades políticas locales). Pero, en última instancia, la ciudad-estado se compone de ciudadanos individuales (III.1.1274a38-41), que junto con los recursos naturales son el “material” o “equipos” que conforman la ciudad-estado (VII.14.1325b38-41).

En resumen, la ciudad-estado es un compuesto hilomórfico (materiaforma) de una población en particular (los ciudadanos) en un territorio determinado (causa material) y una constitución (causa formal). La constitución en sí se forma por el legislador y se rige por los políticos, que son como artesanos (causa eficiente) y la constitución define el objetivo de la ciudad-estado (causa final, IV.1.1289a17-18).

Asimismo, Aristóteles sistematizó el conocimiento científico al incursionar en muchos de sus campos: metafísica, epistemología, física, biología, artes, lógica, astronomía, etc., y al visualizar siempre a la ciencia como conocimiento cierto por medio de causas. En el comienzo mismo del libro IV de Metafísica aparece formulada la conocida declaración enfática según la cual “hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto que algo que es y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen” (IV: 1003a21-22). Inmediatamente añade que tal ciencia “no se identifica con ninguna de las ciencias particulares, sino que posee el objeto de estudio más extenso y menos comprensible que pueda existir: el ser”.

Aristóteles plantea que ninguna de las ciencias particulares se ocupa “universalmente de lo que es”, sino que cada una de ellas secciona o acota una parcela de la realidad ocupándose de estudiar las propiedades pertenecientes a esa parcela previamente acotada (IV: 1003a23-26). Al respecto, Tierno (2008:1) plantea que la ciencia centrada en el estudio de la polis es la “ciencia política” (politiké epistéme) pues calza en un lugar determinado dentro de la división aristotélica del conocimiento que sistematiza la estructura general del saber.

Tomás de Aquino (2002:4), refiriéndose a la obra aristotélica Metafísica dice que el “ser” tiene dos acepciones: el ser clasificado en las diez categorías y el ser que equivale a la verdad de las proposiciones. Entonces plantea que la diferencia entre ambas es que la segunda denomina “ser” a todo aquello de lo que se puede afirmar algo, aun cuando no se trate de cosa real alguna; en cambio, la primera llama “ser” a aquello que tiene alguna realidad, de manera que ni la ceguera ni las privaciones ni las negaciones son seres.

De igual manera, Tomás de Aquino refiere que el término “esencia” no deriva de “ser” en su acepción secundaria, ya que se podría llamar “seres” a cosas que no tienen esencia, como las privaciones (2002:4). El término “esencia” se deriva de “ser” en su sentido primario. Y entonces comenta también lo que el científico musulmán Averroes plantea: “ser” en la primera acepción es la sustancia de la cosa y como el “ser” entendido así se divide en diez categorías, es necesario que la esencia sea lo que es común a todas las naturalezas y por las cuales los seres corresponden a las diversas especies; por ejemplo, la esencia del hombre es su humanidad.

Otra de las nociones que elabora Aristóteles es la virtud, indicando que realizar bien algo implica una excelencia propia o virtud (areté) (Tierno, 2010:3). Todo tiene una meta, entonces la virtud es cuando algo llega a ser de la mejor manera posible. Esta noción está vinculada al ser en potencia (principio desarrollado por el filósofo en Metafísica y Política) pues se logra la virtud cuando un ser logra su potencia en el mayor grado posible o de la mejor manera posible, y el camino para lograr la virtud es la educación (Política, VIII, 1, 1337a). Por ejemplo, que el magistrado cumpla escrupulosamente sus funciones representa una virtud (Política, III, 4, 1277a). De igual manera, la virtud del ciudadano consiste en ocuparse personal o colectivamente de los intereses de la comunidad (Política, III, 5, 1278b). A este respecto, Miller (1974:67) resalta lo planteado por Aristóteles referente a que la polis para poder considerarse tal, debe tomar en cuenta la virtud de sus ciudadanos, quienes deben llevar una vida buena y feliz.

Dentro de los aportes de Aristóteles a la epistemología, uno de los fundamentales es el concepto de categorías, siendo éste una de las nociones más abstractas y generales por las cuales las entidades son reconocidas, diferenciadas y clasificadas, y que desarrolló a la vez extensivamente en su obra Metafísica (Libro V). Mediante las categorías se pretende una clasificación jerárquica de las entidades del mundo. Entidades muy parecidas y con características comunes formarán una categoría, y a su vez varias categorías con características afines formarán una categoría superior.

Aristóteles fue quizá el primer filósofo en abordar el estudio sistemático de las categorías y escribir un libro sobre ellas. Su enfoque en líneas generales es materialista y concibe las categorías como reflejo de las propiedades generales de los fenómenos objetivos, es decir, observables. Entre las categorías que plantea Aristóteles están: substancia, cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, acción, pasión. En Política encontramos interminables ejemplos de clasificaciones que realiza Aristóteles a partir de las categorías, utilizadas para estudiar múltiples aspectos de la ciudad.

Por ejemplo, el autor desarrolla las cualidades y los beneficios de las ciudades en cuanto a su situación, entendida como acción y efecto de situar o situarse, o disposición de una cosa con respecto al lugar que ocupa, o bien como realidad que requiere de una respuesta; puede ser un problema que debe solucionarse, una elección entre dos alternativas o la simple necesidad de dar una respuesta verbal. También plantea la situación en el caso de la ciudad, determinada principalmente por su ubicación continental o marítima, recomendando tomar en cuenta estos aspectos fundamentales: la salubridad determinada por la orientación solar y la exposición a los vientos, las actividades de sus habitantes, la disponibilidad de fuentes de aguas (Política, VII, 11, 1330a/1330b).

Otro ejemplo de categorías es el referido a las plazas entendidas como lugar, siendo éste el espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo cualquiera; el lugar es lo referente a una porción del espacio (ubicado esto en la noción de exterioridad infinita) en la que puede estar un objeto o cuerpo. Aristóteles plantea plazas cívicas, vinculadas a las edificaciones gubernamentales, plazas sagradas vinculadas a los edificios dedicados a las deidades y plazas comerciales dedicadas al mercado y al intercambio comercial (Política, VII, 12, 1331a).

Como se puede observar, en Política no sólo se puede apreciar su aproximación epistemológica sobre la sociedad ideal aristotélica con una representación espacial específica —profundizando no sólo en su configuración interna—, sino también en su forma y delimitación, para lo cual sostiene que una polis ideal es aquélla con un tamaño adecuado y contenido, como se explicará a continuación.

2. La polis ideal aristotélica y la búsqueda de la felicidad

Leonardo Benévolo en su obra La captura del infinito (1994), plantea que durante el siglo V a. C. en el mundo griego coexistían numerosas visiones del mundo, tras las cuales era posible entrever el planteamiento unitario de la dimensión física limitada, propio del pensamiento neolítico. Es decir, debido a su probable preferencia por la luminosidad y transparencia del aire, que ofrece imágenes nítidas y contornos claramente definidos, los filósofos griegos piensan con agudeza y conciben con precisión. Por tanto, lo vago, lo oscuro, lo indefinible, repugna a su mente y es excluido de la mitología (Alfred y Maurice Croiset, en Mondolfo, 1952). En otras palabras, el repudio a lo infinito y sin límites, que después se transformará en un rechazo a lo desmesurado, hace necesario que todo sea limitado, bien definido y acotado, inclusive la misma ciudad.

No es sino hasta con Aristóteles y sus teorías de la situación y del lugar, cuando se pone fin a la especulación de la filosofía presocrática sobre el infinito y sus posibles representaciones. Además de que define el espacio como uno de los accidentes de los objetos concretos: “no es un receptáculo donde están los cuerpos, sino una propiedad de los cuerpos” (Benévolo, 1994:15). Es decir, para el filósofo de Estagira, el espacio está fuertemente relacionado con los cuerpos físicos o materiales, por tanto existe porque lo construido concurre y lo contiene, tomando la forma y dimensiones de su contenedor “creación de la humanidad en algunos casos”.

Tiempo después, las ideas de Aristóteles encontrarían en el filósofo alemán Gottfried Leibniz (1646-1716) la conceptualización de orden en las sucesiones, es decir, el orden de las coexistencias. Por tanto, el espacio es nuevamente considerado como lo contenido en los objetos, relacionado con las circunstancias del orden de las cosas que existen (Camacho, 1998). Simultáneamente, el físico y filósofo inglés Isaac Newton (1642- 1727) definiría el espacio como un receptáculo donde suceden los hechos. Es esta forma de percibir el espacio, al igual que el tiempo, una realidad que no depende de nosotros sino que es algo absoluto, con una estructura propia, que contiene y organiza el escenario.

Ahora bien, partiendo de este concepto del espacio como un receptáculo claramente definido y acotado, Aristóteles entendía a la ciudad como un espacio contenedor de ciudadanos, de animales racionales y políticos que necesitan cohabitar ordenadamente en sociedad con los demás. Al respecto, Aristóteles aborda de manera conceptual este posible vínculo entre el orden social ideal y su espacio asociado.

En Política, como se explica inicialmente, el filósofo no sólo intenta describir la polis griega ideal, sino definir una teoría general de las constituciones, comparando las virtudes y desventajas de los sistemas políticos conocidos para la época, ello a partir del análisis de los conceptos ciudad y ciudadanos. Una de las conclusiones más significativas de su análisis es el entendimiento que hace de la polis como una comunidad que se autorregula y autorganiza para lograr el bien común. Ideal que está sobre los individuos y es independiente de las características formales del espacio donde se desarrolla la comunidad (Goycoolea, 2005).

Según Aristóteles, la búsqueda de ese bien común significa alcanzar la autarquía, que en Grecia supone poseer lo necesario para lograr una vida feliz (Política, II, 1326b/1280b, en Goycoolea, 2005:7). Esta aspira ción de felicidad sólo puede lograrse en la polis, por ser la institución que posee el nivel de autosuficiencia necesario para alcanzarla. De esta forma, la ciudad, en su calidad de forma autárquica perfecta, representa el resultado o entelequia del proceso histórico y la realización de los objetivos naturales de la vida.

Sobre este aspecto, Tomás De Aquino explica en su obra póstuma Comentarios a la Política de Aristóteles (1225-1274), posteriormente concluida por su discípulo Pedro de Alvernia:

que la comunidad es una comunidad perfecta y lo prueba, dado que si la comunidad de todos los hombres ha de ordenarse a lo necesario para vivir, la comunidad perfecta será la que se ordene a que el hombre posea con suficiente lo necesario para vivir. Tal comunidad es la ciudad (De Aquino, 2001:45).

De esta manera, una ciudad bien ordenada es aquella en la cual se encuentra todo lo que baste a la vida humana.

Respecto al propósito de la ciudad, Aristóteles propone que es: “el vivir bien, y todo eso está orientado a ese fin. La ciudad es la asociación de familias y aldeas para una vida perfecta y autosuficiente. Y ésta es, como decimos, la vida feliz y bella” (Política, III, 10, 1281a). Esto implica, por tanto, que el fin de la comunidad sea realizar buenas acciones en su vida diaria para alcanzar la felicidad.

Ahora bien, puesto que “la ciudad es para participar en el vivir bien, que se compone de casas y diversas familias en razón de la vida perfecta y por sí suficiente”(De Aquino, 2001:225 y 226), Tomás de Aquino interpreta que para Aristóteles:

Al decir participar en el vivir bien se refiere a la causa formal. Al decir que se compone de casas se indica la causa material próxima. Al añadir de diversas familias se señalan las causas materiales remotas. Al poner en razón de la vida perfecta y por sí suficiente se refiere a la causa final (De Aquino, 2001:226)

Considerando que dentro de la ciudad existen y conviven diferentes categorías de comunidades, Aristóteles en su libro V expone: “Puesto que las ciudades están integradas por dos partidos, la gente pobre y los ricos, sobre todo hay que considerar básico el que ambos se sientan seguros a través del gobierno y que los unos no sufran daño alguno de los otros…“ (Política, V, 11, 1315b). Es decir, reconoce la necesidad de un gobierno que dirija justamente una ciudad integrada por diversas comunidades en la búsqueda de esa felicidad y autosuficiencia. Por otro lado, parte de esa autosuficiencia se basa en que haya bastantes beneficios para todos los ciudadanos, por tanto, como no conviene que haya excedencia de población, Aristóteles recomienda: “poner un límite a la procreación“ (Política, VII, 16, 1335b) y

fijar los niveles de natalidad que dé la propiedad, de modo que no se engendran hijos por encima de un cierto número… Desatenderse de esta cuestión, como acontece en la mayoría de las ciudades, va a ser necesariamente causa de pobreza para los ciudadanos, y la pobreza engendra la guerra civil y la delincuencia (Política, II, 6, 1265a).

De igual modo Aristóteles refiere: “En población y tamaño debe ser tan grande que sus habitantes puedan vivir holgadamente, con liberalidad y prudencia al mismo tiempo”(Política, VII, 4, 1327a), autosuficiencia que significa tener todo. Si por algún motivo se supera el límite de procreación y se tienen más hijos, “antes de que surjan los sentidos y la vida, se ha de provocar el aborto; pues la licitud y la no licitud estará determinada por los sentidos y la vida” (Política, VII, 16, 1335b). Quizá esto parezca algo extremo en la actualidad, pero hay que entender que en aquella época, ésta era su propuesta a fin de garantizar y conservar el tamaño ideal para la polis griega.

Asimismo, Tomás de Aquino interpreta que según Aristóteles, “debe contarse primero con una población de hombres en la ciudad como materia: quiénes, cuántos deben ser y cuáles según su disposición natural para la buena ordenación futura”. Segundo, “lo mismo en cuanto al territorio, su extensión y su cualidad según su disposición para la buena ordenación futura” (De Aquino, 2001:538). Es decir, para poder garantizar una ciudad ordenada debían establecerse parámetros, tanto en su tamaño poblacional como espacial.

Para Goycoolea Prado (2005) el grado de homogeneidad, autarquía y gobernabilidad propuesto por Aristóteles permitiría determinar que un asentamiento “independientemente de su densidad y tamaño” fuera categorizado como ciudad. Sin embargo, recalca que existe una magnitud mínima necesaria para cumplir con las funciones esenciales de la polis, como lo menciona Aristóteles: “una embarcación de un palmo no será en absoluto una nave ni tampoco una de dos estadios”. Un grupo humano demasiado pequeño no será autosuficiente y a uno muy grande le será difícil tener una constitución” (Política, VII, 4, 1326, en Goycoolea, 2005:10). Incluso respecto al tamaño ideal de una ciudad, Aristóteles agrega que sería responsabilidad de los legisladores “averiguar cuántas y de qué condición deben ser por naturaleza; y respecto al territorio, igualmente, de qué tamaño y cómo debe ser éste” (Política, VII, 4, 1326a). Antiguamente se pensó que feliz era la ciudad grande. Aunque algo hay de verdad en esta opinión, por ejemplo que la ciudad feliz será grande, no determinaron bien de qué modo la ciudad es grande y de qué modo es pequeña, ni definieron bien su magnitud. Decían que el tamaño de la ciudad debía delimitarse según la cantidad de ciudadanos sin determinación alguna, como si dijéramos que un ejército grande es aquel compuesto por muchos guerreros (De Aquino, 2001:539).

Ahora bien, ¿cuándo una ciudad puede ser considerada grande o pequeña? Aunque Aristóteles reconoce cierta dificultad para su definición, considera que determinar su tamaño ideal es fundamental para garantizar su buen funcionamiento. En principio, propone:

aun en el supuesto de que tuviéramos que decidirlo en función de la gente, no habrá que hacerlo guiándonos por cualquier clase de gente…, sino por cuántas personas forman parte de la ciudad y por todos estos elementos particulares con los que se constituye una ciudad; pues, una elevada cifra de éstos es indicio de gran ciudad, pero aquella de la que salen numerosos obreros y pocos hoplitas, no puede ser grande, ya que no es lo mismo una gran ciudad que muy poblada (Política, VII, 4, 1326b).

Asimismo, con base en experiencias previas, considera que “es difícil, tal vez imposible, que se rija con eficacia la ciudad demasiado populosa. En efecto, de las que al parecer se administran adecuadamente, no vemos ninguna que sea abierta en cuanto al número de población” (Política, VII, 4, 1326b). “...decimos que una ciudad grande es definidamente la que tiene tanta cantidad de partes por sí que puede regirse bien por las leyes y alcanzar la operación que le es propia” (De Aquino, 2001:541). Lo cual significa que para poder legislar adecuadamente una ciudad, es necesario que ésta tenga un tamaño limitado, ya que más allá de cierta cantidad sería una tarea que desbordaría la capacidad de legislar del ser humano. De esta forma, una vez más el filósofo hace hincapié en la necesidad de establecer un límite al crecimiento de la ciudad para evitar la tan temida sobrepoblación:

la belleza suele nacer dentro de cierta cantidad y tamaño, de donde una ciudad que a su tamaño asocie también ese límite indicado, será por fuerza la más hermosa. Pues sí, también hay cierta medida en el tamaño de una ciudad, lo mismo que en todos los demás seres, animales, plantas e instrumentos (Política, VII, 4, 1326b).

Sin profundizar en el concepto griego de la belleza, es evidente que para el filósofo, una ciudad feliz y bella es aquella que tiene límites, tanto en su tamaño de población como en su extensión. Por tanto, si la ciudad está formada

por excesivamente pocos, no será autosuficiente (y la ciudad es autosuficiente) y si por demasiados, en sus necesidades será autosuficiente como un pueblo, pero no como una ciudad, ya que difícilmente tendrá una constitución; pues, ¿quién se pondrá al frente de una multitud demasiado numerosa o quién será su heraldo sin una voz estentórea?... Y tal vez la que esté por encima de ésta en población sea una ciudad mayor, pero esto no se puede llevar al infinito … (Política, VII, 4, 1326b).

“De manera que el término menor de la ciudad se tome de la noción de suficiencia por sí y el mayor de la noción de buena ordenación...” (De Aquino, 2001:554). Es decir, Aristóteles recomienda que en cuanto al tamaño poblacional, éste sea el adecuado y finito para garantizar la autosuficiencia de la ciudad y que todos los ciudadanos puedan vivir bien y felices. Al respecto, Miller (1974:63) plantea que la gran popularidad de la polis y el estilo de vida griego en las poblaciones bárbaras en la era postaristotélica, se debe fundamentalmente al hecho de que otras comunidades no pudieron satisfacer el amplio rango de aspiraciones humanas de igual manera que la polis.

3. Consideraciones finales e (in)finitas

Habiendo realizado una revisión de tipo aproximativa a los principales conceptos y nociones de la epistemología aristotélica y constatando su aplicación en Política, podemos observar a Aristóteles como uno de los pensadores más prolíficos de todos los tiempos en Occidente, por su aporte para la fundación de la filosofía de las ciencias. Esta obra es un texto fundamental en las Ciencias Políticas, en ella realiza un profundo análisis del más maravilloso y complejo producto del quehacer humano que es la ciudad. Este estudio es realizado de la misma manera en la que se analizan los organismos vivos: clasificándolos taxonómicamente, realizando disecciones, separando y clasificando sistemas, analizando su funcionamiento y relaciones, estableciendo comparaciones y analogías, logrando llegar a conclusiones y diagnósticos para poder plantear soluciones y respuesta a los problemas. En esta obra son claramente reconocibles las nociones, los conceptos y las teorías desarrolladas por Aristóteles en el campo de la epistemología.

Asimismo, el ambiente filosófico griego fundó las bases del razonamiento, donde el origen de la idea y de la teoría como su fundamento permitió la formulación de una teoría plenamente racional de la polis, una organización ideal que resolvería las deficiencias de la ciudad natural o histórica creada a través de los años. En este sentido, Aristóteles entendía la ciudad como el espacio de vida de los ciudadanos y estableció que para lograr una ciudad ideal, ésta debería ser un espacio contenido, limitado, finito, pues de esta forma se garantizaría que fuera bella, virtuosa, autosuficiente, gobernable y controlable.

Por tanto, vale la pena preguntarnos: ¿Esta aún vigente este concepto de ciudad ideal? ¿Cómo limitar adecuadamente algo para evitar que crezca hasta el infinito? Recordemos que en la antigüedad Aristóteles propone que esto sea tarea de los legisladores, quienes fungen como los responsables de emitir juicios sobre lo que es justo y repartir las magistraturas de acuerdo con el mérito. Al respecto, establece que es necesario que ellos conozcan la forma de ser propia de los ciudadanos. Hecho que sólo ocurriría cuando el tamaño de la ciudad fuera suficiente como para que los legisladores conozcan a la mayoría de ellos. “Está claro, por tanto, que éste es el rasgo que mayor caracteriza a una ciudad: la mayor cantidad de población que permitiendo la autosuficiencia de vida, sea fácil de controlar. Así, pues, respecto a la magnitud de una ciudad, quede definida de esta forma” (Política, VII, 4, 1326b). Es decir, los dos elementos que permitirían limitar efectivamente a las ciudades son: la autosuficiencia y el control.

Con respecto al tamaño ideal de la ciudad, en términos de territorio o área, el filósofo recomienda que éste debe ser igualmente fácil de con trolar, legislar y defender (Política, VII, 4, p. 1327a). Espacialmente, estas ciudades estarían sólidamente amuralladas, no sólo para conservar su extensión superficial, sino también con fines defensivos y paisajísticos (Política, VII, 11, p. 1331a). Es un hecho que una de las características de las ciudades griegas son sus límites claramente definidos, representados por murallas, junto con su forma urbana compacta y “al menos aparentemente”su vida social integrada (Morris, 1984).

Para la definición de la naturaleza de la ciudad ideal, Aristóteles “haciendo una revisión de las ciudades griegas más importantes, así como de otras urbes de Europa y Asia” determina que ésta [ciudad ideal] debe ser un lugar: “…reflexivo y arrojado los que se dejen conducir dócilmente por el legislador hacia la virtud“ (Política, VII, 4, 1328b). Y justamente esta virtud ciudadana, tanto personal como colectiva, la que conllevaría a los legisladores a ocuparse de los intereses de su comunidad. Parece entonces que estas características sólo se pueden alcanzar si la ciudad es bella, feliz, delimitada y autosuficiente. Incluso más adelante sostiene que ser una buena ciudad ya no es cuestión de suerte, sino resultado de la ciencia y la resolución (Política, VII, 12, 1332b).

En cuanto a la ciudad como una entidad social única y espacialmente limitada, guarda mucha relación con lo planteado por su maestro Platón en sus Diálogos (428-348 a. C.). Pues ninguno de los dos ve posible la existencia de una organización política adecuada que permita a los ciudadanos tener una vida feliz, si la ciudad es un asentamiento ilimitado y desorganizado.

Platón, al igual que Aristóteles “quien advierte las nefastas consecuencias si la polis presenta un crecimiento demográfico y espacial descontrolado”, considera que la independencia socioeconómica corresponde a un espacio también unitario y autosuficiente, que no debe crecer demasiado ni importar nuevos habitantes en caso de que decrezca (Goycoolea, 2005).

Goycoolea Prado (2005) siguiendo la misma línea argumental de Rodolfo Mondolfo (1952), considera que es probable que esta necesidad de limitar social y espacialmente a la polis no se deba sólo a razones políticas y económicas, sino también a motivos conceptuales en cuanto a las dificultades del pensamiento griego para entender lo infinito y sus equivalentes.

Para los filósofos griegos de la antigüedad, como Aristóteles, sólo lo finito es cognoscible; lo infinito, lo ilimitado, lo informe son nociones ontológicamente incomprensibles, como prueba de esto, basta revisar las interminables discusiones sobre la cuadratura del círculo o las cantidades irracionales que amargaron la vida a los pitagóricos. Para los pensadores griegos, el bien y la belleza sólo se manifiestan en lo limitado, en lo numerable (Metafísica, XIII, 4, 1078 en Mondolfo, 1952). En consecuencia, la polis griega ideal debe ser un ente necesariamente limitado y contenido, donde “puesto que el universo griego es una esfera perfecta fuera de la cual nada existe” las únicas relaciones urbanas que tienen sentido son las internas.

Referencias

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