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Siempre hay una historia para contar

19 - diciembre - 2017

La chirimía y el diablo de Popayán

Estamos en diciembre y los turistas en Popayán se preguntan qué es y cuál es el origen de ese grupo musical que deambula con sus flautas y tambores por las calles de la Ciudad Blanca.

Por Marco Antonio Valencia Calle

Sin lugar a dudas, la chirimía es el estilo musical que representa al departamento del Cauca en el mundo, así como la carranga a los boyacenses y el vallenato a los costeños. Nada más típico, popular, carnavalesco, ancestral y propio del Cauca que la música de chirimía. Y por eso, es que en todo festejo, evento y acto cultural para representar a nuestra región a nivel nacional e internacional, hay presencia de chirimías. Con la chirimía marcamos territorio, hacemos la diferencia, aportamos a la cultura del mundo un sonido, un estilo, una forma y manera propia de vivir las alegrías y las penas.

Foto: davidbucheli.blogspot.com

La palabra chirimía viene del francés “chalemie”, palaba que señalaba a una flauta de caña, un instrumento antepasado del oboe, similar a la dulzaina, de uso común en Europa del silgo XII y traído a las colonias hispanas por Cristóbal Colón y sus tropas en el Siglo XV, y que luego indígenas y mestizos de Guatemala, México, Bolivia y Perú, así como campesinos del Cauca y el norte del Choco lo incorporaron a sus tradiciones. El instrumento, que reforzaba el sonido de la flauta, resultó muy difícil de interpretar, y finalmente se perdió entre los tejidos del tiempo, pero los grupos de amigos que se reunían alrededor del instrumento con flautas, guacharacas, tamboras y maracas terminó llamándose chirimía, y lo que hacían: música de chirimía. Decir chirimía es como decir banda musical, o conjunto instrumental.

En el Cauca hemos tenido conjuntos grandiosos e inolvidables, pero sin duda Aires de Pubenza, los Pubences, Los Caucanitos, Los Patojos, Alma Caucana, Los Gavilanes, Los Mastales, entre muchísimos otros, dieron y dan cátedra en una tradición que nos llena de orgullo e identidad, para alumbrar con su música tanto fiestas populares y paganas como religiosas.

El cuento dice que, un día de navidad, una chirimía del sur del Cauca, salió al mercado de Popayán, en busca de alegrar el ambiente y ganarse el pan con la baba en la flauta, y la gente se arremolinaba a su alrededor, pero nadie daba un peso. Al director del grupo se le ocurrió entonces, poner una ñapanga a recoger dinero, pero las cosas no salieron bien. Desesperado, se dijo sin querer queriendo, que vendería el alma al diablo si la musiquita le daba para comer ese día, y en eso se apareció el diablo bailando y recogiendo dinero entre los transeúntes. Y desde ese día, no hay chirimía sin diablo que recoja plata a raudales con su alegría de mojingo. Y se dice, que al diablo le gusta tanto la fiesta con flautas y tamboras, que se quedó a vivir en el Cauca y para invocarlo, solo basta tocar una chirimía. (Mi abuelo decía: Directorio político con chirimía y tamales de pipián, fijo que gana elecciones).

La gente que en navidad, semana santa, o cualquier día se encuentra con una chirimía caucana, nunca sabrá quien está detrás del disfraz, si es un bailarín o el propio diablo (belcebú, luzbel, satanás o lucifer, o como le quiera llamar, al inquieto amigo del carnaval).

Un día, por los años 75 del siglo pasado, una chirimía entró a la Facultad de Humanidades de la Universidad del Cauca, donde estudiaba el maestro Adolfo Torres, y sin saber cómo, Torres se convirtió en diablo y cogió a fuete al decano, el músico Tomás Illera para risa de todos. Veinticinco años más tarde, Torres era profesor en la misma facultad, y una noche de fiesta con chirimías en la universidad, el diablo se le paró enfrente y le inspiró una idea loca: hacerle un homenaje público a la chirimía y sin saber de dónde, ni cómo, meses más tarde terminó con un grupo de docentes instalando el Monumento a la Chirimía en la entrada sur de Popayán (Vía Panamericana, carrera 17 con calle 13). No hizo el diablo, la plata no le alcanzó, el patrocinador no quiso, y cuando quiso pagarlo de su bolsillo los obreros se negaron a argumentando que poner al diablo a la entrada de una ciudad tan rezandera como Popayán era un pecado mayúsculo.

Foto: www.panoramio.com

Cuenta la leyenda, que quienes van a visitar la escultura con interés, y le dan siete vueltas al monumento (por los siete chirimeros representados allí) pensando en un deseo desde el fondo de su corazón, sienten que “les suena la flauta”. Dicen que es obra del espíritu del diablo juguetón conceder deseos buenos a la gente buena, no sé, puede ser. Para más pruebas, el mismo maestro Adolfo Torres, me cuenta que ha dado las vueltas pertinentes pidiendo ganarse la lotería, y se la ha ganado tres veces, ¡sí, tres veces!, pero como es tan volado, como son los artistas, compra los billetes, los guarda, se olvida de ellos, y a los años le da por mirar, cuando ya no los pagan por vencimiento de términos.

Si usted quiere que “le suene la flauta” en algún emprendimiento, no dude. En el monumento de La Chirimia lo espera el diablo.

*Escritor.

Nota: El texto hace parte del libro inédito LEYENDAS EXTRAORDINARIAS DE POPAYAN, de próxima publicación.

Contenido Original: ProclamaDelCuaca.com