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Los millones de receptores que se encuentran en la mucosa olfatoria están colocados en lugares estratégicos. Los receptores se congregan en pequeños grupos que facilitan al cerebro a discernir los olores buenos de los malos, entre otras funciones. En vez de ser el cerebro quien procesa la información, son las neuronas nasales quienes procesan parte de la información, como si la nariz tuviera su propio cerebro

En la nariz del hombre hay 400 tipos de receptores olfativos diferentes que se organizan en función de una escala que coloca los más agradables en un extremo del epitelio y los más fétidos en el polo opuesto. La distribución de los receptores en el epitelio olfatorio no es al azar. Si olemos una rosa, por ejemplo, a pesar de que esta flor emite hasta 172 moléculas olorosas distintas, será un área concreta de nuestro epitelio nasal la que reaccionará específicamente a sus aromas dominantes y nos permitirá percibirlos. Esto revela que hay algo en el epitelio que se ajusta para recoger cierta información en determinadas zonas.

Los resultados confirman, además, que el hecho de que un individuo experimente un olor como agradable o desagradable depende en gran medida de su fisiología, y no de su psicología. Eso sí, Noam Sobel, coautor del trabajo, cree que el contexto cultural y la experimncia cultural pueden hacer que los receptores de la membrana se reorganicen a lo largo de la vida de una persona.

Los receptores del olfato están organizados de acuerdo con el placer o la repulsa que sentimos en relación a ciertos olores. Los receptores de los olores que detestamos tienden a permanecer agrupados, así como el de los olores que nos gustan. “La mejor organización que encontramos fue la de los receptores de los olores agradables”, La investigación muestra que los receptores no sólo se agrupan sino que se organizan en torno a un eje de olores agradables y desagradables.

Llos olores agradables están relacionados con las moléculas de lo que olemos. Las moléculas pequeñas y densas tienden a tener un olor repugnante y las moléculas grandes y menos densas tienden a tener un olor más agradable. Existe una relación entre el eje estructural principal y la sensación agradable”.

“Los recién nacidos tienen preferencia por determinados olores”, “Los ratones de laboratorio criados en cautiverio durante mil generaciones todavía tienen miedo al olor de los zorros”.

 

(Noam Sobel, Instituto Científico Weizmann en Rehovot, Israel
Estudio publicado en la revista "Nature Neuroscience").

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