VESTIDO

lo que sirve para cubrir el cuerpo humano. El v. entre los hebreos no sufrió cambios muy notables desde la antigüedad hasta las épocas neotestamentarias. Los componentes del v. eran casi iguales entre el hombre y la mujer, una túnica interior con agujeros para los brazos, aunque algunas veces tení­a mangas, Gn 37, 3; las hijas ví­rgenes del rey usaban túnica con mangas, 2 S 13, 18-19; la túnica se ajustaba con un cinto, Jr 1, 17; Ez 23, 15; un manto exterior, con el que se podí­a envolver el cuerpo, 1 S 28, 14; 1 R 11, 29; se ataba sobre los hombros o se portaba suelto; unas sandalias, Ex 3, 5; las mujeres usaban, además, un velo, Gn 24, 65; 38, 14; Is 47, 2. Las prendas de vestir se confeccionaban de diferentes materiales, como el lino, el algodón, la lana, aunque estaba prohibido mezclar los materiales, como hilos de lana con lino, costumbre de los practicantes de la magia, Lv 19, 19; también se prohibí­a que la mujer usara el v. del hombre y éste, el de la mujer, Dt 22, 5.

Las vestiduras del sacerdote debí­an darle †œmajestad y esplendor† por lo que se empleaban materiales finos en su confección, lino, oro, piedras preciosas, bordados, y las prendas estaban cargadas de simbolismo, Ex 28. Igualmente, el v. de los reyes era lujoso, 1 Cro 15, 27.

Como señal de dolor de luto, se rasgaban las vestiduras, Gn 37, 29; se vestí­a el sayal, 2 S 3, 31; 1 R 21, 27; 2 R 19, 1; Esd 9, 3. El cambio de v. es figura para significar la necesidad de la conversión del hombre, revestirse de Jesucristo, Rm 13, 14; del hombre nuevo, Col 3, 10; Ef 4, 24. En el Apocalipsis, los elegidos llevarán vestidos blancos; y han blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero, Ap 7, 9 y 13-14. En las bodas del Cordero, la novia se ha engalanado y vestido de lino blanco, deslumbrante, Ap 19, 7; 21, 2; es decir, los nuevos desposorios de Jerusalén con su Dios, antes esposa infiel, vestida de prostituta, Ez 16, 15 ss; Os 2, 9 ss.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

Las Escrituras se refieren a hilar y tejer tela de pelo, lana, algodón, lino y finalmente seda (Gen 14:23; Gen 31:18-19; Gen 37:3; Gen 38:28; Job 7:6; Eze 16:10, Eze 16:13). El pueblo hebreo representaba el estado de su mente y sus emociones con ciertos tipos de tela y con tonos asombrosamente vivos de blanco, púrpura, escarlata, azul, amarillo y negro. Cuando estaban gozosos y listos para entrar en ocasiones festivas, vestí­an la ropa más brillante y cuando estaban de duelo o se humillaban, se vestí­an de cilicio, la tela de la cual se hací­an las bolsas, lo cual se consideraba el tipo más pobre de vestimenta (1Ki 20:31-32; Job 16:15; Isa 15:3; Jer 4:8; Jer 6:26; Lam 2:10; Eze 7:18; Dan 9:3; Joe 1:8).

Cuando el corazón estaba apesadumbrado por el dolor, se expresaban las emociones internas rasgando o rompiendo los vestidos (Mar 14:63; Act 11:14). Para confirmar un juramento o sellar un contrato, los hombres se quitaban el zapato y se lo daban al compañero (Rth 4:8).

Cuando Jonatán hizo un pacto con David, fue más allá y le dio su propia ropa (1Sa 18:3-4).

La ropa básica utilizada por los hombres de la época bí­blica parece haber consistido de la túnica interior, la túnica exterior, el cinto y la capa.

Además, habí­a protección para la cabeza y zapatos o sandalias. El cinto no sólo es un artí­culo de vestir pintoresco sino que también es posible que indique la posición y el oficio del que lo lleva. A veces se usa para significar poder y fuerza (2Sa 22:40; Isa 11:5; Jer 13:1; Eph 6:14).

El cinto de cuero medí­a de 5 a 15 cm. de ancho y era el tipo de cinto llevado por Elí­as (2Ki 1:8) y por Juan el Bautista (Mat 3:4).

El simlah, el vestido o manta grande, suelto y sin mangas, se usaba de dí­a y serví­a para envolverse de noche; por lo tanto no habí­a de tomarse como prenda a no ser que se devolviera para el anochecer (Exo 22:26).

Probablemente haya sido este largo vestido exterior el manto utilizado por Elí­as y Eliseo (2Ki 2:8-14). Era el vestido de pelo de camello utilizado por Juan el Bautista (Mat 3:4). Las borlas azules en el borde de los vestidos judí­os serví­an para recordarles que debí­an guardar todos los mandamientos y ser santos ante Dios (Num 15:38-40; Deu 22:12).

Se usa capa (Rth 3:9), manto (1Sa 24:4 ss.), orla (Exo 28:33) y borde (Psa 133:2) en referencia generalmente a vestidos para hombre, no para mujer.

La protección para la cabeza se usaba principalmente por el sol y como punto final de un conjunto completo. Variaba de tiempo en tiempo según la posición, el sexo y la nacionalidad. Sin embargo, en general habí­a tres tipos usados por los hombres hebreos y de las naciones vecinas: la gorra, el turbante y la manta.

Los zapatos eran de cuero blando, mientras que las sandalias eran de un cuero más duro y se llevaban para un uso más riguroso. En general se quitaban los zapatos en la puerta antes de entrar en la casa, al acercarse a Dios (Exo 3:5) y durante el duelo (2Sa 15:30). Se aseguraban los derechos a la propiedad cuando el vendedor se quitaba el zapato y se lo daba al comprador (Rth 4:7).

Vestido para las mujeres. La ley mosaica prohibí­a a ambos sexos llevar el mismo .tipo de ropa que el otro (Deu 22:5). Algunos artí­culos de vestir femeninos tení­an nombres y moldes básicos parecidos; sin embargo, siempre habí­a una diferencia suficiente en el repujado, el bordado y la costura para que se pudiera detectar fácilmente la diferencia entre los hombres y las mujeres.

Pedro sintió que era necesario advertir a las mujeres cristianas en contra de confiar en los peinados ostentosos con trenzas de cabello para hacerse hermosas (1Pe 3:3). En el AT hay unas cuantas referencias a pintarse los ojos para embellecerlos, pero siempre se habla de ello como algo ostentoso y algo vulgar, indigno de las buenas mujeres. Jezabel se pintaba los ojos (2Ki 9:30).

En tiempos antiguos las mujeres especialmente solí­an usar varios tipos de ornamentos. Los aros para las orejas y la nariz eran particularmente comunes.

Debido a su forma de gota, se les decí­an aretes a los aros para las orejas (Jdg 8:26; Isa 3:19). Los hombres también usaban tales aretes (Gen 35:4; Jdg 8:24). Los aros y las joyas para la nariz hací­an necesario agujereársela. Tanto hombres como mujeres llevaban anillos. Todos los israelitas antiguos usaban anillos (Gen 38:18). Con frecuencia se usaban anillos en los dedos del pie, así­ como ajorcas en los tobillos (Isa 3:18), brazaletes en los brazos y las muñecas (Gen 24:22; Eze 16:11).A partir de aprox. el siglo II a. de J.C. se esperaba que todos los judí­os varones usaran dos filacterias, una en la frente, llamada frontal, y la otra en el brazo izquierdo para todas las oraciones matutinas menos las de los dí­as de descanso y los festivales. Consistí­an de pequeñas bolsas de cuero con cuatro pasajes de las Escrituras del AT (Exo 13:1-10, Exo 13:11-16; Deu 6:4-9; Deu 11:13-21).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

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Son las formas de cubrir el cuerpo que siempre ha tenido los hombres desde que son racionales, en función del pudor que el ser inteligente siente ante la desnudez propia o ajena o de la necesidad que tiene de abrigo, higiene o expresión estética ante los demás.

Cuando los vestidos, al menos exteriores, responden a un signo de pertenencia a un cuerpo o función social se suele denominar uniformes, los cuales pueden ser de muchos tipos: militares, polí­ticos, académicos, religiosos, deportivos, etc. O bien pueden denotar el status social de quien lo lleva: esclavos, médicos, catedráticos, etc. o la identidad sexual de quien lo ostenta (femeninos, masculinos)

Incluso algunos rasgos de los vestidos indican determinadas situaciones testimoniales: el color que diferencia el duelo del que se halla en una ceremonia nupcial, la hechura que identifica al que se halla en una cárcel o conduce un vehí­culo determinado.

Hasta la indumentaria de los difuntos, la mortaja, significó también un deseo y una actitud determinada ante el difunto. Por eso los más despreciables, como eran los esclavos o los penados eran enterrados desnudos mientras que los reyes y poderosos iban ricamente ataviados a los sepulcros para regocijos de los expoliadores de los siglos posteriores.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

El sentimiento de pudor exige evitar la desnudez (Gén 3,7.21; Jn 21,7); la desnudez es también signo de estar abandonado (Lc 8,27). Una de las preocupaciones del cristiano es vestir al que lo ha menester (Mt 5,40; 25,35-43; Lc 3,11; 6,29). Ya en una lí­nea espiritual, no debe estar excesivamente preocupado por lo que ha de vestir (Mt 6,25.28; Lc 12,22-23) y tener fe en la Providencia (Mt 6,29.31). El vestido es indicador de lo que es la persona que lo lleva (Mt 3,4; 22,12; 27,31; 28,3; Mc 15,17; 16,5; Lc 15,22; 16,19; 23,11; Jn 19,2). Rasgarse las vestiduras es signo de luto y de dolor (Gén 37,24; 2 Sam 13,19; Mt 26,65).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

Véase INDUMENTARIA.

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. jimation (iJmavtion, 2440), prenda de vestir exterior, manto. Se echaba sobre el quiton (para lo cual véase ), p.ej., Mat 17:2; 27.31, 35. Véase MANTO, Nº 2, y también CAPA, ROPA, VESTIDURA. 2. jimatismos (iJmatismov”, 2441), en forma de palabra colectiva, denotando vestimenta, ropas. Se emplea generalmente de vestidos costosos o lujosos, la vestimenta de reyes o potentados, etc. Véase Luk 7:25 “vestidura preciosa”. Véase también Act 20:33 y 1Ti 2:9 “vestidos costosos”. Esta es la palabra empleada de la blanca y deslumbrante vestidura del Señor en el monte de la transfiguración (Luk 9:29 “vestido blanco y resplandeciente”). Se emplea también para designar su quiton, su vestidura interior (véase ), por la que los soldados echaron suertes (Joh 19:23, 24: “ropa”). También se traduce “ropa” en Mat 27:35: Véanse ROPA, VESTIDURA.¶ 3. enduma (e[nduma, 1742), relacionado con enduo (véase VESTIR, Nº 2), denota cualquier cosa puesta encima, un vestido de cualquier tipo. Se emplea de la vestimenta de los antiguos profetas, en prenda de su menosprecio por el esplendor terreno (1Ki 19:13; 2Ki 1:8; Zec 13:4). En el NT se emplea también de la vestimenta de Juan el Bautista (Mat 3:4); de vestidos en general (Mat 6:25, 28; Luk 12:23); metafóricamente, de vestidos de ovejas (Mat 7:15); de un vestido de boda (Mat 22:11,12), traducido en forma verbal en la RVR (VM, respectivamente: “que no traí­a vestido de boda” y “sin tener vestido de boda”); del vestido del ángel en el sepulcro del Señor después de su resurrección (28.3). Nota: El incidente del vestido de bodas, enduma, en Mat 22:11,12, indica que las personas de alta alcurnia mostraban su munimiciencia proveyendo a los invitados de vestiduras festivas. 4. esthes (ejsqhv”, 2066), y esthesis (e[sqhsi”, 2067), relacionados con jennumi, vestir, significan vestidura, ropa, sugiriendo generalmente las ropas ornamentadas y de buena calidad. El primer vocablo se encuentra en Luk 23:11 “ropa”; 24.4: “vestiduras”; Act 10:30 “vestido”; 12.21: “ropas” (RV: “ropa”); Jam 2:2, dos veces: “ropa” y “vestido” (RV: “vestidura”); v. 3: “ropa” (RV: “vestidura”). Esthesis se emplea en Act 1:10 “vestiduras” (RV: “vestidos”). Véanse ROPA, VESTIDURA.¶ 5. stole (stolhv, 4749), (castellano, estola), denota cualquier ropaje lujoso, una vestidura larga llegando a los pies o con cola detrás. Se emplea de las largas vestiduras que vestí­an los escribas, a fin de hacerse notar (Mc 12.38; Luk 20:46); de la ropa que llevaba el joven en el sepulcro del Señor (Mc 16.5); del “mejor vestido” o, más bien, del vestido principal, que fue sacado para el retornado hijo pródigo (Luk 15:22). Se emplea cinco veces en Apocalipsis, de los santos glorificados (6.11; 7.9,13,14; 22.14).¶ En la LXX se emplea de las santas vestiduras de los sacerdotes, p.ej., Exo 28:2; 29.21; 31.10. 6. peribolaion (peribovlaion, 4018), de peribalo, echar en torno, lit., aquello que es echado alrededor; era un velo o manto. Se emplea en 1 Cor 11.15, del cabello de una mujer, que le es dado como velo; en Heb 1:12, de la tierra y de los cielos, que el Señor envolverá “como un vestido” (VM, RVR77: “manto”). La otra palabra que aparece en este v. en los mss. más comúnmente aceptados (cf. LBA), es jimation: “Como un manto (peribolaion) los enrollarás; como una vestidura (jimation) serán mudados”.¶ Nota: Para quiton, traducido “vestido” en Mc 14.63 (RV; RVR: “vestidura”); “vestidos” (Luk 9:3, RV; RVR: “túnicas”), véase .

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

El vestido es, como el alimento y el techo, condición primordial de la existencia humana (Ecio 29,21); la bendición asegura pan y vestido (Dt 10,18; cf. Gén 28,20), el castigo, hambre y desnudez (Dt 28,48). El vestido protege contra las intemperies: no se debe guardar como prenda la capa del pobre cuando cae sobre él el frí­o de la noche (Ex 22,25). Aparte estos datos elementales, el simbolismo del vestido se orienta en una dirección doble. Por una parte significa un mundo ordenado por el creador, y por otra, la promesa de la gloria perdida en el paraí­so.

I. EL VESTIDO, REFLEJO DEL ORDEN DIVINO DEL MUNDO. El Creador, sustrayendo las cosas al caos original, asignó a cada una de ellas su puesto en un mundo ordenado. Así­ el vestido aparece como signo de la persona humana en su identidad y en su distinción.

1. Vestido y persona humana. En un primer estadio el vestido protege al cuerpo no sólo contra las intemperies, sino también contra las miradas que pudieran reducir a la persona a objeto de codicia, haciéndola volver al caos de la indistinción de que Dios la habí­a sacado. Así­ se funda la prohibición de “levantar el velo” que protege al grupo parental (Gén 9,20-27), uterino (Gén 34; 2Sa 3) y conyugal (Dt 22,13-24): la vida privada de cada uno está protegida por el vestido.

El vestido facilita igualmente la distinción de lós sexos y puede simbolizar sus relaciones. Hombre y mujer deben llevar vestidos distintos (Dt 22,5; cf. Lev 19,19). La mujer se vela el rostro por razones precisas, como en el encuentro prenupcial, especie de rito de consagración al que la ha escogido (Gén 24,65); responde al gesto del prometido que le comunica lo que tiene, “extendiendo sobre ella los pliegues de su manto” (Rut 3,9; cf. Dt 23,1): así­ no toma “posesión” de ella (cf. Rut 4,7; Dt 25,9; Sal 60,10), sino que confiere a la elegida la gloria de su propia persona.

El vestido refleja la vida en sociedad. Para cada célula de la comunidad es como el signo de una vida armoniosa que nace del trabajo en común (esquileo: lSa 25,4-8; tejedurí­a: Prov 31,10-31; Act 18,3; confección: Act 9,39). “de una sabia administración y de la ayuda mutua. Dar uno su manto es signo de fraternidad; Jonatás concluye así­ alianza con David (lSa 18,3s), pues el vestido hace con la persona una alianza única reconocida por los que se aman (Gén 37,33), por ejemplo, en el perfume que de él emana (Gén 27,15.27; Cant 4,11). El lujo ostentoso que acusa vergonzosamente la desproporción de los niveles de vida en lugar de tratar de ponerles reme-dio (Ecio 40,4; Sant 2,2) atrae las maldiciones de los profetas y de los apóstoles. Vestir a otro cuando está desnudo es un precepto vital que se impone en justicia (Ez 18,7) a la comunidad so pena de descomposición: es más que “calentar los miembros” (Job 31,20), es hacerle renacer a la vida común (Is 58,7), rehacer para él lo que Dios ha hecho para todos (Dt 10,11s), sacarlo del caos. Sin esta justicia la caridad está muerta (Sant 2,15). “Da, pues, hasta tu manto” (Mt 5,40), dice Cristo, significando con esto que hay que dar la propia persona al que lo pide.

2. Vestido y funciones humanas. No se lleva siempre el mismo vestido: hay que distinguir los tiempos de la vida, lo profano y lo sagrado, el trabajo y la fiesta. Si el trabajo puede exigir que se quite uno el vestido (Jn 21,7), existen, en cambio, toda clase de vestidos de fiesta.

Cambiar de vestido puede significar que uno pasa de lo profano a lo sagrado; así­ el pueblo en espera de la teofaní­a (Ex 19,10; Gén 35,2) o los sacerdotes a la entrada y a la salida del atrio interior (Ex 28,2s; Lev 16,4; Ez 44,17ss; Zac 3); así­ también cuando intervienen las categorí­as de lo puro y de lo impuro (Lev 13-15). En fin, el vestido caracteriza las grandes funciones en Israel. Entre los hábitos regios (1Re 22,30; Act 12,21), hay una túnica de púrpura con broche de oro (lMac 10,20. 62.64). Para confirmar la unción regia extiende el pueblo sus vestidos bajo los pies del rey (2Re 9,13; Mt 21,8) : ¡que él los cubra de gloria (cf. 2Sa 1,24)! El profeta lleva una zamarra por encima de un paño de cuero (Zac 13,4; Mt 3,4 p), semejante al manto que Elí­as extendió sobre Eliseo dándole la vocación profética (1 Re 19,19); transmitiendo es-te vestido se puede comunicar el carisma profético (2Re 2,13ss). El sumo sacerdote recibe también la in-vestidura “vistiendo los vestidos sagrados” (Lev 21,10); con estos vestidos simbólicos (Ex 28-29; Lev 16; Ez 44; Eclo 45,7-12) un “hombre irreprochable” puede “afrontar la cólera divina, el exterminador retrocede” (Sab 18,23ss; cf. lMac 3,49).

II. VESTIDO Y DESNUDEZ, SíMBOLOS ESPIRITUALES. El vestido es también signo de la condición espiritual del hombre. Esto lo muestra en compendio el relato del paraí­so y lo narra la historia sagrada.

1. En el paraí­so. Adán y Eva, después de abrí­rseles los ojos por el conocimiento prohibido, supieron que estaban desnudos (Gén 3,7); hasta entonces se sentí­an en armoní­a con el medio divino por una especie de gracia que revestí­a su persona como un vestido. En adelante su cuerpo entero, y no sólo su sexo, lleva la señal de que algo le falta delante de la presencia divina; un cinturón vegetal no’ basta para disimularlo; los pecadores se ocultan entre los árboles del huerto porque el pudor nace delante de la majestad divina : “Tuve miedo porque estaba desnudo.” Ya no llevan la marca que justifica el acercamiento familiar de Dios: han perdido el sentido de- su pertenencia al Señor y quedan sorprendidos de su desnudez como ante un espejo que no refleja ya la imagen de Dios.

Pero Dios no despide a los pecadores sin antes revestirlos él mismo con túnicas de piel (Gén 3,21). Esta vestidura no suprime el desamparo; es signo de que están llamados a la dignidad que han perdido. El vestido es ahora ya signo de una dualidad: afirma la dignidad del hombre caí­do y la posibilidad de revestirse de una gloria perdida.

2. La historia de la alianza se simboliza con frecuencia por medio del vestido que entonces significa la gloria perdida o prometida. Dios inaugura una comunicación í­ntima de su gloria: como un pastor, envuelve al niño hallado en el caos del desierto (Dt 32,10); como un rey, llena el templo con los pliegues de su manto (Is 6,1); como un esposo, extiende su manto sobre el pueblo (Ez 16,8ss) al que reviste no con pieles de animales, sino “con lino fino y seda”, como si lo hiciera sacerdote (cf. Ex 28,5.39.42). Yahveh le comunica su propio esplendor (Ez 16,13s); pero la esposa regia no se mantiene fiel. Ezequiel, apoyándose en las costumbres de los altos lugares idolátricos, prosigue la alegorí­a con crudeza, mostrando a la esposa que se exhibe desnuda a la vista de todos: “De sus vestidos hace altos lugares de ricos colores” y se prostituye a todo el que pasa (16,15ss; cf. Os 2,9ss). Siendo así­ que su vestido no hubiera debido gastarse, como en otro tiempo en la larga marcha por el desierto (Dt 8,4), vemos que envejece, que cae en jirones (Is 50,9), roí­do por la tiña y la polilla (51,8).

Sin embargo, el designio de Dios se realizará, contra corriente, sacando del mal el remedio. Por una parte convierte Yahveh a Israel en una tierra desnuda, cambiando en furor destructor la codicia de sus amantes (Ez 16,37; Jer 13,26), hasta que un *resto alcance por fin en el desamparo la gracia del retorno. Por otra parte, un *siervo “sin belleza y sin lustre” enviado por él va a curar a su pueblo de sus pasiones, humillándose hasta la muerte (Is 53,12); y Sión podrá ceñirse a la vez de sus demoledores y de sus reconstructores “como lo harí­a una prometida” (49, 17s). Entonces Yahveh, revestido de la *justicia como de coraza, de la venganza como de túnica, y envuelto en celos (59,17), va a ataviar a su *esposa con el manto de justicia (61,10).

3. Cristo, vestido de gloria. Para que Israel quede así­ ataviado es menester que Cristo, verdadero siervo, sea despojado de sus vestidos (Mt 27,35; Jn 19,23), entregado a la parodia de una investidura regia (Jn 19,2s…), convertido en un “hombre” distinto, privado de pertenencia legal. Pero este hombre es el Hijo de Dios cuya gloria es incorruptible. Ya en la transfiguración, en el resplandor de sus vestidos, se mostró gloriosa su carne (Mt 17,2), como también habí­a sido capaz de hacer que el poseso de Gerasa volviera a tomar sus vestidos (Mc 5,15; cf. Act 19,16). Después de la resurrección el Señor, como los ángeles que la anuncian (Mt 28,3 p), sólo guarda de los vestidos lo esencial: el resplandor, signo de su *gloria (Act 22,6-11; 10, 30; cf. 12,7); y sin embargo, los ojos todaví­a no bien abiertos de Marí­a de Magdala o de los peregrinos de Emaús no ven en un principio sino a un hortelano o un viajero (Jn 20, 15; Le 24,15s): es que ta gloria no se manifiesta sino a la fe plena. Para el creyente hace Cristo la ardiente guerra de la *ira revestido con un manto que lleva la inscripción: (rey de reyes y señor de los señores” (Ap 19,16).

4. El vestido de los elegidos. El orden de la creación se ha hecho ya perceptible a los ojos de la fe. En este orden divino. cuyos testigos son los *ángeles, dice Pablo (ICor 11, 10), Adán refleja la gloria de Dios a rostro descubierto (cf. 2Cor 3,18), como Cristo que es su cabeza (ICor 1I,3s); Eva, creada no ya idéntica. sino complemento de Adán (11,8s). debe llevar el signo de su dominio de sí­ misma en la subordinación. por el velo se niega a ofrecer su “gloria” (11,6.10.15) indistintamente al dominio de las miradas (11,5.13; cf. ITim 2,9.14); este velo señala la plena posesión de sí­ en la consagración, lo contrario de una enajenación. Pero esta gloria no se manifestará sino el dí­a de la resurrección.

En efecto, todo hombre está llamado a entrar en el movimiento de gloria inaugurado por Cristo. Si de un grano desnudo depositado en la tierra puede hacer Dios un cuerpo resplandeciente, también puede hacer del cuerpo de todo hombre un cuerpo incorruptible (ICor 15,37.42) y por encima del vestido corruptible puede revestir al hombre de un vestido incorruptible (2Cor 5,3ss). Ahora ya la humanidad sale de su desnudez, adquiere libertad, filiación, derecho a la herencia divina por el acto de “revestirse de Cristo)). Con los que se han despojado del hombre viejo y se han revestido del hombre nuevo (Col 3,10; Ef 4,24) por la fe y por el bautismo (Gál 3, 25ss), constituye Dios una comunidad perfecta y “una” en Cristo (3,28), animada por un principio ontológico nuevo, el Espí­ritu. Los miembros tienen que luchar, pero con “armas de luz” (Rom 13,12), y la desnudez misma no podrá separarlos de Cristo (Rom 8,35).

Los que triunfan “lavaron sus túnicas y !as blanquearon en la sangre del cordero” (Ap 7,14; 22,14). Ahora ya no puede fallar la esposa; a lo largo de la historia se ataví­a para las nupcias: “se le ha dado revestirse del lino de una blancura resplandeciente” (19,7s). Cuando enrolle Dios los cielos y la tierra como un tejido que ha hecho ya su servicio para remplazarlos por otros nuevos (Heb l,lls), y cuando hayan toma-do asiento los protagonistas del juicio con vestiduras *blancas en su mayorí­a, la nueva Jerusalén, ataviada como una desposada (Ap 21,2), irá por fin al encuentro del esposo. Entonces “la ciudad puede privarse del resplandor del sol y de la luna, la gloria de Dios la ha iluminado y el cordero le sirve de antorcha” (21, 23).

-> Blanco – Gloria.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas