Tema Especial

“Al menos un puñado de gurises”. Una experiencia de reasentamiento de niños sirios en Uruguay

“A few kids at least” A Sirian children reaseatlmente experience in Uruguay

Pilar Uriarte
Universidad de la República, Uruguay
Natalia Montealegre
Universidad de la República, Uruguay

“Al menos un puñado de gurises”. Una experiencia de reasentamiento de niños sirios en Uruguay

Athenea Digital. Revista de Pensamiento e Investigación Social, vol. 18, núm. 1, pp. 91-112, 2018

Universitat Autònoma de Barcelona

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Recepción: 29 Junio 2017

Aprobación: 16 Diciembre 2017

Resumen: En este artículo abordamos el Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas (PRPSR) en Uruguay, implementado en cooperación con ACNUR en 2014, interrumpiéndose sobre finales del 2015, y que tuvo como principales destinatarios a niños víctimas de la catástrofe humanitaria en Siria. A lo largo del texto problematizamos cómo un sector de la población refugiada —definido en torno a la edad cronológica entendida como correlato de un momento específico y diferenciado del ciclo vital— se transforma en una categoría central en disputa. Focalizamos en la pugna entre los diferentes sentidos que se establecen para las categorías de niños y menores, las formas en que son reelaboradas en cada contexto y cómo están vinculadas a los procesos de asimilación proyectados. Proponemos que, por encima de los derechos humanos, lo que moviliza finalmente las acciones en torno al reasentamiento es un fuerte impulso nacionalista que refuerza una identidad nacional: la uruguaya.

Palabras clave: Niñez, Reasentamiento solidario, Uruguay, Siria.

Abstract: This article addresses the Resettlement of Syrian Refugees Program in Uruguay, implemented in cooperation with UNHCR from 2014 and interrupted in 2015, targeting children victims of the humanitarian catastrophe in Syria. Throughout the text, we discuss how a sector of the refugee population — defined around the chronological age understood as correlate of a specific and differentiated moment of the life cycle — becomes a central category in dispute. We focus on the struggle between the different senses that are established for the categories of children and minors, the ways in which they are re-elaborated in each context and how they are linked to the projected assimilation processes. We propose that, beyond human rights, what finally mobilizes the actions around resettlement is a strong nationalist impulse that reinforces a national identity: the Uruguayan one.

Keywords: Childhood, Resettlement, Uruguay, Syria.

Introducción1

El punto de partida de este trabajo es la iniciativa del gobierno uruguayo, o más precisamente del presidente José Mujica, para colaborar con la crisis humanitaria en Siria; situación que devino del conflicto armado que comenzó en 2011 y que se extendió hacia los países vecinos que, sobre fines de 2014, daban acogida a un número aproximado de tres millones de refugiados. En ese contexto, países como Jordania o el Líbano, encontraron sobrepasada su capacidad de respuesta a la hora de garantizar el acceso a servicios de salud, educación, trabajo e incluso a los medios básicos de supervivencia a las personas que atravesaba la frontera en busca de protección. Estas dificultades y el miedo a la importación del conflicto bélico al interior de los países receptores, generaron diversas manifestaciones de rechazo a la población refugiada.

Para ese momento, una de las mayores preocupaciones de la comunidad internacional con relación al conflicto en Siria (al menos a nivel de las declaraciones oficiales) era la situación de “niñas, niños y adolescentes”, imposibilitados de acceder a las condiciones mínimas para un desarrollo saludable. Los discursos públicos y otras acciones de la comunidad internacional respecto a la magnitud de la crisis humanitaria se centraron en “impedir” que se produjese el "fenómeno de generación perdida" (UNICEF, 2013). Entendiendo como tal la idea de toda una generación que, arrastrando las consecuencias de la guerra, llegaría a la vida adulta sin las herramientas necesarias para la reconstrucción de un proyecto de vida y de su contexto social.

El texto analiza el Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas2 (PRPSR) llevado adelante en Uruguay, y que estableció como principal destinatario a estos “niños” víctimas de la catástrofe humanitaria en Siria; acompañando en principio los lineamientos internacionales para las políticas de refugio.

La iniciativa tuvo lugar al mismo tiempo que una tendencia creciente en Europa de utilización de controles biométricos para limitar el acceso de las poblaciones desplazadas. Dispositivos en auge en el marco de la llamada “crisis de refugiados” y “oleadas de migraciones” que se sustentan en la incorporación de estas tecnologías para la gestión gubernamental de los cuerpos. Para el contexto latinoamericano, y específicamente para el caso de este plan piloto en el Uruguay, se acentúa la conformación de dispositivos de integración social y cultural de pequeños grupos (unidades familiares mayoritariamente integradas por niños). Proponemos que esta característica se vincula directamente con los procesos locales de constitución de los Estados nacionales y los procesos de conformación de ciudadanía. Para eso, tomamos como marco de referencia los desarrollos teóricos de Aníbal Quijano (2014) en torno a esos procesos socio-históricos para América Latina en un contexto de colonialidad.

La colonialidad implica la imposibilidad de pensar los Estados nacionales sin una reflexión sobre las jerarquías raciales y geopolíticas que estructuran la desigualdad y consolidan discursos en torno a ella para la construcción de elites nacionales. Seguimos con Rita Segato (2007) para señalar la necesidad de orientar el análisis hacia las particularidades específicas de cada Estado nacional, identificando el lugar que los flujos inmigratorios europeos de fines del s. XIX y comienzos del s. XX tuvieron en el Cono Sur y el papel que el sistema de educación pública jugó en la construcción de los ciudadanos, para el caso Uruguay, tomando los aportes de Lelio Guigou (2010).

A partir de esos aportes construimos un marco interpretativo para comprender cómo un sector de la población afectada por el conflicto en Siria, definido en torno a la edad cronológica, entendida como correlato de un momento específico y diferenciado del ciclo vital, se transforma en una categoría central para acciones llevadas adelante por un plan de reasentamiento en Uruguay y su centralidad en el debate a nivel nacional.

A lo largo del texto abordaremos analíticamente la pugna entre los diferentes sentidos que se establecen para las ideas de niñez vinculados a las ideas de pertenencia cultural e identidad nacional por parte de los diferentes actores, políticos, sociales y comunicacionales que intervienen en el proceso y, cómo estas estarían vinculadas a los procesos de asimilación proyectados para esta población. En análisis anteriores, hemos desarrollado las formas en que las expectativas proyectadas en torno a la población reasentada, y su no necesaria correspondencia con la realidad vivida por estas familias, dieron sustento a los argumentos esgrimidos para la interrupción del proceso de reasentamiento (Montealegre y Uriarte, 2017).

Tomando como base esa reflexión proponemos ver el lugar específico que la infancia ocupa en la conformación de la identidad nacional uruguaya, a través de la vinculación entre “los niños” y el sistema de educación pública en el proceso de construcción del Estado en el Uruguay3. Trabajaremos con el análisis de documento de prensa realizado en el período comprendido entre julio de 2014 y agosto de 2016. Se realizó un seguimiento sistemático de la cobertura de prensa sobre el tema en los principales medios nacionales. Los documentos presentados para el análisis fueron escogidos por tratarse de comunicaciones al público general que realizaran actores claves del escenario político nacional, durante el período analizado. Este trabajo de investigación en prensa forma parte de un diseño de investigación etnográfica mayor en el que se llevaron adelante entrevistas y observación participante —con tomadores de decisiones y responsables por la implementación del programa de reasentamiento—, reflejando el debate en torno a la iniciativa, las diversas evaluaciones y la toma de posiciones en torno a dicha iniciativa frente a la opinión pública.

País de migrantes para un mundo feliz: claves analíticas para la comprensión de la iniciativa

Para comprender la implementación del Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas es necesario considerar las particulares condiciones políticas en que es lanzado y las negociaciones que se realizan con el sistema de refugio a nivel internacional, encabezado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). El proceso se encuentra directamente vinculado con las características singulares de las corrientes migratorias en América Latina y Uruguay y su vínculo manifiesto con la construcción de identidades nacionales. Se trata de procesos políticos que conllevan alteridades históricamente constituidas en torno a matrices coloniales que privilegiaron la llegada de inmigración de origen europeo a los jóvenes Estados, favoreciendo oportunidades de integración y desarrollo con relación a la población originaria o descendientes de poblaciones esclavizadas. Siguiendo a Segato (2007) pensamos que se hace necesario ir más allá del reconocimiento de estas matrices coloniales presentes, resultando de importancia conocer y reconocer los desarrollos históricos y las configuraciones nacionales específicas en la forma en que identidades hegemónicas y alteridades subalternizadas se configuran en cada contexto, dando lugar a la singularidad. Proponemos que la iniciativa en torno al reasentamiento de personas de origen sirio afectadas por la crisis, y el énfasis dado a la población infantil, funcionó como un actualizador de esas matrices.

Es fundamental comprender que las estrategias de unificación implementadas por cada Estado nacional y las reacciones provocadas por esas estrategias resultaron en fracturas peculiares en las sociedades nacionales, y es desde estas fracturas peculiares que partieron, para cada caso, culturas distintivas, tradiciones reconocibles e identidades relevantes en el juego de intereses políticos. (Segato, 2007, p. 47)

Nos hacemos eco de esta provocación visto que los diversos sentidos desplegados en torno a los refugiados sirios en el marco de este Plan, y el lugar que estos ocuparían en el proceso de desarrollo nacional del presente, se vinculan con representaciones previas de la inmigración de fines del s. XIX y comienzos del s. XX al Uruguay y la región (Montealegre y Uriarte, 2017). En el Río de la Plata, Uruguay, Argentina y sur del Brasil, el establecimiento de un patrón normativo étnico-identitario calcado en la imagen del inmigrante europeo como constructor de la nación, tuvo un rol fundante. Esta presencia del inmigrante como la principal masa poblacional que vendría a constituir a las naciones se contrapone a otros contextos latinoamericanos en los cuales la presencia europea/criolla se constituye como la elite cuyo destino sería el de gobernar las masas de población originaria, indígena o campesina (Ribeiro, 1972). En el caso uruguayo, a pesar de que la necesidad de forjar políticas de Estado tendientes a la construcción de un pueblo correspondiente a la nación, las intervenciones no tendrán el énfasis discursivo en las cuestiones étnico/raciales presentes en la mayoría de los procesos de conformación nacional latinoamericanos4.

La mirada eurocentrista de la realidad social de América Latina, llevó a los intentos de construir “Estado-nación” según la experiencia europea, como homogeneización “étnica” o cultural de una población encerrada en las fronteras de un Estado. Eso planteó inmediatamente el así llamado “problema indígena” y, aunque innominado, el “problema negro”. (…) La “nación” que se sigue intentando inventar de ese modo, es una idea que en Europa casi llegó a ser posible en ciertos casos. (Quijano, 2014, p. 769)

En su trabajo Configuraciones histórico-culturales de los pueblos americanos (1972), Darcy Ribeiro toma al Uruguay como un ejemplo de pueblo trasplantado dentro de los cinco tipos de sociedades que describe. Representante de este tipo ideal, Uruguay estaría conformado por un contingente poblacional de origen europeo, que habría mantenido su macro-identidad cultural, lengua y características raciales al integrarse a un territorio nacional caracterizado por el despoblamiento. La tipología desarrollada por Ribeiro tuvo la finalidad de comprender las características específicas de los procesos históricos por los que atravesarían los países latinoamericanos en su camino al desarrollo (Ver Ribeiro, 1977). El problema es que funcionó y funciona hasta la actualidad como “llave” explicativa para comprender la forma en que Uruguay se piensa a sí mismo como un país marcado por la excepcionalidad y despegado del resto de América Latina. La idea de una sociedad fuertemente europeizada y, por ello mismo, ajena a la mayoría de los problemas del continente, fue y sigue siendo una fuerte inspiración al mismo tiempo que un proyecto siempre inacabado para pensar la identidad nacional.

Sin embargo, y a pesar del mote de “trasplantados”, los uruguayos acostumbramos a definirnos a nosotros mismos, como un crisol de razas, una conformación demográfica y cultural nueva y específica de este territorio. La construcción de un “nosotros”, que respondiera al mito del origen europeo, pero que pudiera exhibir características propias, fue necesaria para el establecimiento de una identidad nacional, proponiendo un tipo nacional (Vidart y Pi, 1969) en el que los componentes migratorios europeos se funden, dando lugar a una nueva identidad.

La metáfora de la amalgama, como el producto que genera la fusión de los componentes colocados en el crisol, caracterizada por la homogeneidad y la estabilidad, está fuertemente arraigada en los discursos colectivos sobre la identidad uruguaya. Los uruguayos habríamos descendido de los barcos, pero una vez en suelo nacional —dicen de diversas formas las narrativas hegemónicas sobre la identidad nacional— hemos podido constituir un nuevo país: pequeño, joven, moderno, pacífico, tolerante, laico, educado, extraordinariamente cívico, democrático e igualitario. En cierto sentido, podemos decir que más que un pedazo de Europa en suelo americano, como proponía Ribeiro, Uruguay busca presentarse al mundo como el más acabado de los proyectos modernos de Estado nacional de inspiración europea.

Como muchos análisis históricos y antropológicos señalan, la herramienta fundamental para la puesta en marcha del proyecto de construcción de un Estado-nación moderno (en el molde de una modernidad eurocentrada), con una identidad compartida por todos sus ciudadanos, fue la universalización de la escuela: pública, obligatoria y gratuita. Este proyecto común a todos los estados latinoamericanos, parecería, nuevamente, tener su versión más acabada en el territorio uruguayo5.

En la escuela, los niños se inscriben, a partir de un proceso de disciplinamiento, en una cultura transmitida y legitimada por el Estado: igualitarista, laica y republicana. Construida en oposición a posibles trazos étnicos, lingüísticos, religiosos o nacionales que los niños, idealmente imaginados como hijos de inmigrantes, pudieran arrastrar desde sus hogares (Ruggiano y Rodríguez, 2009). En ese proceso de educación y uniformización el uniforme escolar —túnica blanca y moña azul— ocupa un lugar fundamental: opaca los registros materiales de la desigualdad social al mismo tiempo que pone en relieve los necesarios hábitos de higiene y presentación personal que deben mantenerse para conservarlo.

Predominantemente blanco en el uniforme, predominantemente blanco en el registro racial de la población infantil reclutada en el sistema de educación pública. La meta del proyecto de construcción de los futuros ciudadanos uruguayos estaría en la homogeneización de una pauta cultural para la que es necesario borrar las trazas culturales pre-existentes.

Mucho menos atávica que la herencia étnico racial que portaban otras poblaciones latinoamericanas, la inmigración es vista como un aporte que permitiría la constitución del nuevo sujeto nacional para los contextos urbanos del Río de la Plata. Pero esto dependía casi exclusivamente del éxito del dispositivo escolar construido para la asimilación de la primera generación de uruguayos en cada familia de inmigrantes.

Si bien el mito de un Uruguay blanco y europeizado ha ido perdiendo capacidad explicativa en la medida en que otras realidades, de poblaciones y trayectorias diversas, emergen y pugnan por un lugar en las representaciones del “ser nacional” (Taks, 2006); investigaciones etnográficas muestran que, frente al ingreso de nuevas corrientes migratorias, el mito del crisol6 se actualiza, revitalizando los efectos de integración-expulsión (Uriarte y Ramil, 2017). La Escuela continúa siendo un dispositivo vigente para la integración de población no uruguaya en la medida en que ésta no presente marcadores raciales, étnicos o lingüísticos que delaten orígenes no europeos. Uruguay continúa pensándose y presentándose a sí mismo como una excepción en el contexto latinoamericano a través de un igualitarismo que subsume cualquier forma de diversidad o desigualdad (Guigou, 2010).

Un plan para los “gurises”: los niños en el centro de las argumentaciones

En sintonía con esa buscada excepcionalidad, la iniciativa de reasentamiento de población siria al Uruguay, tal como fue presentada por sus responsables desde el gobierno, buscaba convertirse en un modelo para la región, incentivando a otros países más ricos a comprometerse en el trabajo colectivo para la búsqueda de soluciones duraderas ante un desastre humanitario. Como fue señalado en la introducción, la principal preocupación de la comunidad internacional en ese momento refería a la situación de los más jóvenes: niños, niñas y adolescentes. Con ese foco de interés es que comienzan las iniciativas que derivarán luego en el Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas.

En mayo de 2014, el entonces presidente José Mujica lanza una convocatoria presentada como a medio camino entre su deseo personal de “ayudar a los gurises” y la iniciativa institucional de sentar precedentes para la constitución de un programa internacional de protección. También a medio camino, entre la institucionalidad y el voluntarismo, quedarán las interpretaciones dadas a la iniciativa, las evaluaciones de la experiencia y las justificativas para su clausura, en la medida que fue concretada.

El mundo internacional no hacía nada y decidí hacer un gesto a los efectos de propiciar una corriente para que los países grandes se hicieran cargo del asunto, al menos de los gurises (Mujica defendió la idea de traer refugiados sirios, 2014, párrafo 3).

Gurises es una expresión popular utilizada en el litoral argentino, Paraguay, sur de Brasil y Uruguay que significa niños. Proviene del guaraní ngiri: niño. En el contexto local, la palabra gurí en singular o gurises en plural es tomada como un marcador identitario del Uruguay en relación a otros contextos urbanos regionales. Al igual que las expresiones botija (de uso capitalino) o chiquilín, en oposición a los niños (término entendido como neutral) o chicos (comúnmente asociado al repertorio argentino bonaerense). La utilización del término gurises para la definición de la población destinataria de la iniciativa, implica un sentido de pertenencia y por lo tanto de responsabilidad en relación a los niños, niñas y adolescentes sirios que se buscaba “ayudar”.

Su utilización en este contexto por parte del primer mandatario no es casual; acorta las distancias y las diferencias geográficas históricas y culturales entre la población de origen sirio y la uruguaya. La idea de “ayudar a los gurises” proyecta sobre esta iniciativa un sentido diferente al de los postulados de la comunidad internacional. Desdibuja la categoría definida jurídicamente como prioritaria para las acciones de protección (menores de 18 años) condensándola únicamente en un segmento de quienes la integran. Así, una categoría construida en torno a lo cronológico que se presenta como neutral por su universalidad se desplaza, resignificándose, hacia una local, con un sentido específico dentro de la sociedad receptora desde, en y para la que se lanza este discurso.

Todos vemos televisión, y una de las cosas que impactan es la cantidad de gurises abandonados en campos de refugiados (…) ¿No podremos hacernos cargo como sociedad de recoger algunos puñados de esos gurises, que no significa coartar la libertar o tener hijos robados de dolor sino sencillamente una práctica familiar de la solidaridad? (Mujica, 2014, párrafo 1)

Desde esta idea inicial hasta su concreción prácticamente un año después y, posteriormente, durante las sucesivas etapas de su implementación, se produjo un intenso debate a nivel político y de la opinión pública. Varios tópicos atravesaron la discusión, pocos de ellos se vincularon con la adecuación o no de esta propuesta a las directivas internacionales referidas a la ayuda humanitaria. Entre otras, la necesidad de que los niños, niñas y adolescentes refugiados que sean desplazados de su contexto, lo hagan siempre en compañía de un adulto referente, apareció en estos momentos iniciales y durante las primeras etapas de la implementación como un dato colateral.

A nivel local, el debate giró en torno a la pertinencia de la iniciativa y a la pertenencia de esos niños. Detenernos en esta discusión —identificando sus ejes centrales— nos permite acceder a una serie de sentidos colectivos que informan las acciones y evaluaciones llevadas adelante en torno al plan de reasentamiento y que iluminan las concepciones de niñez, solidaridad internacional y ayuda humanitaria puestas en juego. Así como sentimientos nacionales, concepciones sobre valores y tradiciones de “los uruguayos”.

En torno a la pertinencia, las grandes preguntas pueden ser resumidas en el eje niñez nacional versus niñez siria: ¿por qué ayudar a niños sirios cuando hay tantos niños uruguayos con sus necesidades insatisfechas y sus derechos vulnerados?

Otro eje central observado en el análisis de las discusiones procesadas fue de orden moral. Muchas de las posiciones críticas, identificaban a Uruguay como un país construido en torno al civismo y la democracia, contraponían estas características al lugar de origen de los refugiados: ¿por qué un país pobre pero pacífico debería ayudar a un país desbordante de recursos naturales pero sumido en una crisis bélica? Allí se centraron los argumentos de la oposición al plan impulsado por el gobierno, construidos en torno a los limitados recursos económicos disponibles en el país. Sin embargo, el peso de la crisis humanitaria, y el apelo a los valores de acogida, solidaridad y refugio, postuladas desde los voceros del plan, “como lo mejor de las tradiciones del Uruguay”, junto a la rápida difusión y aceptación internacional de la idea, acabaron inclinando la balanza hacia la aceptación de la iniciativa por parte de la opinión pública.

Una gota en el océano de la desgracia del país árabe, pero un reto político para Uruguay, que trata de forjarse un lugar en la escena internacional y de abrirse de nuevo a lo que fueron sus orígenes, cuando llegaban a su territorio “los desesperados” del mundo en el s. XIX. Un giro de la historia también, ya que esta Nación, de 3,3 millones de habitantes, tendría casi 500.000 de sus ciudadanos en el exterior, con un flujo emigratorio de más de cinco décadas provocados inicialmente por la persecución política y la crisis económica generada por la dictadura cívico-militar en los años 70 y 80.

Así, el debate se desplazó a otro ámbito, centrándose en quién tendría la responsabilidad (y por lo tanto derecho) sobre los niños a ser protegidos, buscándose establecer un criterio de pertenencia. ¿De quién dependerían y qué haríamos con esos niños?

Se presentaron múltiples versiones. La primera supuso que podrían ser acogidos por el propio mandatario en la chacra presidencial y, en consecuencia, la gran mayoría de las coberturas de prensa a nivel internacional, giraron en torno al gesto solidario propuesto por Mujica al abrir las puertas de “su casa”.

El presidente de Uruguay Mujica sigue dando ejemplo y tomando acciones no solo para el bien de su País. Es el impulsor en promover la ayuda a las familias que escapan de las guerras y ya está trabajando con los representantes políticos de los distintos Países de Sudamérica para que reciban a otras familias en situación similar.(...) Según cuanto reportado por Yahoo News, cien niños sirios, huérfanos a causa de la guerra en su país, podrían encontrar refugio y “hogar” en la residencia de verano del Presidente uruguayo, “una casona situada en una finca frente a un río que está rodeada por onduladas praderas” (Veri Doldo, 2014, párrafo 1).

El bucólico cuadro construido a nivel internacional no fue tan rápidamente aceptado al interior del país por la oposición y algunos sectores de la opinión pública. Sin embargo, la posibilidad de volcar a esos niños al sistema de adopciones fue configurando una alternativa que se escuchó con fuerza en la prensa local ¿Podrían estos niños ser adoptados por matrimonios de jóvenes uruguayos deseosos de constituir una familia, pero impedidos biológicamente?

Verónica Alonso Montaño, senadora perteneciente al Partido Nacional, uno de los dos partidos tradicionales del país históricamente vinculado a la defensa de los rurales, actualmente opositora al partido de gobierno y con fuertes vínculos con los movimientos evangélicos —que, en el contexto político, nacional buscan acceder a representación parlamentaria vía alianzas con actores políticos tradicionales—, propone, en uno de los medios de prensa tradicionalmente asociados a los intereses de su partido, que los cien niños de Siria sean adoptados en Uruguay. Alonso que sigue atenta la situación, consideró que no le parece adecuado recibir familias con niños, si no que “se debe atender al eslabón más vulnerable”, aquellos niños que se encuentran prácticamente en una situación de orfandad, porque perdieron a sus padres o fueron abandonados. (Proponen adopción de niños sirios, 2014).

En este y en otros posicionamientos públicos en torno a temáticas referidas a la niñez, Alonso se erige como portavoz de la familia tradicional. Por medio de una carta pública la legisladora nacionalista condiciona su apoyo a la iniciativa al hecho de que los niños refugiados sean derivados a una familia que integrase el Registro Único de Aspirantes a la Adopción (INAU s/f)7.

Hay muchos niños refugiados, pero no creo que haya que traer a los que tienen familias. Nuestro propósito no es sacarlos de ninguna familia. Al contrario, en nuestro país hay muchas familias que hace años esperan la posibilidad de adoptar y conformar una familia y de esta manera le estaríamos dando a esos niños mucho más que sólo albergarlos en un lugar. (...) A los niños sirios que hoy están abandonados le estaríamos dando las posibilidades de tener una mamá y un papá (Proponen adopción de niños sirios, 2014, párrafos 6 y 7).

Menos preocupada por la imagen internacional del presidente, y más por trabajar en la construcción de un frente político de oposición identificado con valores fuertemente conservadores, la senadora abogó duramente por esta opción, en la cual, aparentemente lo útil y lo agradable se unirían, satisfaciendo las necesidades de las familias uruguayas de contar con niños adoptables y la necesidad de los niños de tener “más que un lugar de acogida”.

A pesar de la intensa discusión, la propuesta siguió los caminos formales, condicionada por la ley nacional y las convenciones internacionales y atendiendo a las normas de ACNUR para el tratamiento de los niños y niñas en situación de refugio. Estas normas que modularon el diagrama formal final del programa tienen como objetivo garantizar dos de los derechos fundamentales: a la identidad y el acceso a su cultura de origen. Tanto la legislatura nacional, como la normativa de protección internacional incluye normativamente —aunque no prescriptivamente en la práctica— que, en todos los casos, además de la propia seguridad física se garantice:

La ayuda básica y los mismos derechos que cualquier otro extranjero que sea residente legal (…) los derechos económicos y sociales se aplican a los refugiados al igual que a otros individuos: derecho a asistencia médica, derecho a trabajar para los adultos, y derecho a la escolarización para los niños (ACNUR, 2012a, p. 9)

Las ideas iniciales en torno a las condiciones para la recepción de niños víctimas de la guerra contrastan con la política de ACNUR respecto a las formas de trabajo con ellos —en tanto menores de 18 años— en la situación de refugio. Política que específicamente impide el reasentamiento de menores de forma aislada a los adultos de referencia de su contexto de origen. Al constatarse que se trataba de una condición ineludible, una segunda etapa de la discusión se centró en las características y la composición del grupo (en particular el componente adulto) que sería seleccionado para venir a nuestro país. Varios fueron los rumores hasta que finalmente las autoridades comunicaron que se tomó la decisión de reasentamiento de núcleos familiares numerosos en los que existiera al menos un hombre en edad productiva que permitiera la autonomía de los subsidios una vez finalizado el período de dos años previsto para el Plan.

Ante las diversas críticas, el mar de versiones y trascendidos de prensa y la curiosidad local e internacional, el presidente uruguayo intentó saldar la polémica explicando que su propuesta tenía dos motivaciones: la primera anclada en el humanitarismo —discurso central en el momento de hacer pública la iniciativa desde el estado de Derecho— y, la segunda, apelando al mito de origen:

Pensando en el país (...) este país creció cuando recibió inmigrantes jóvenes, porque la inmigración es creadora (...) tenemos fuerza de trabajo envejecida (...) en esa zona del mundo la gente tiene muchos hijos (Mujica, 2014, párrafo 7).

Los niños continúan en un lugar central de las argumentaciones, pero en diálogo con las críticas y, fundamentalmente, con los requisitos de ACNUR. En este nuevo escenario, que se distancia de la imagen de niños imaginados, se trata de un grupo heterogéneo de personas, varones y mujeres de diversas edades entre bebés y adultos jóvenes8. A partir de las negociaciones y reflejado la búsqueda de viabilidad de la iniciativa, el énfasis dado a las discusiones se desplaza al lugar que esos niños ocupan en el contexto familiar, y como esas familias podrán proyectar el futuro de sus hijos en Uruguay.

Las declaraciones de Mujica citadas arriba sintetizan la forma en la que son representados todos los integrantes de las familias sirias reasentadas en Uruguay: un poco como niños (menores tutelables y solubles en nuestra sociedad) y, otro poco, como réplica o simulacro del inmigrante ideal constructor de la nación uruguaya y su identidad, también incorporable en el crisol de razas. Entre los dos, tal como fue demostrado en un trabajo anterior (Montealegre y Uriarte, 2017), queda poco espacio para que entren en juego las concepciones de solidaridad internacional y garantía de derechos que sustentan la figura del refugio. Dejando espacio, sin embargo, para pensar a los niños como los hijos de aquellos inmigrantes primordiales, como futuros uruguayos que transmutan en tales al ser insertados en la escuela.

La llegada de las familias y sus primeros días: síntesis de sentidos múltiples en torno a la identidad nacional

Las iniciativas y críticas al programa de reasentamiento fueron entonces moduladas y formuladas en concordancia con las directivas del régimen internacional de refugio. Esa adecuación se procesó fundamentalmente en el criterio de selección de los beneficiarios; que ya no serían únicamente niños/menores, sino que se integrarían adultos referentes para acompañarlos. Sin embargo, esto no implicó, necesariamente, una modificación en el énfasis dado a los componentes que motivaron el apoyo público al programa; y fundamentalmente, en la forma en que este fue comunicado por diversas fuentes y difundido por los medios de comunicación.

Se diagramó un programa de reasentamiento para un grupo de ciento veinte personas de origen sirio en ese momento refugiadas en el Líbano. El criterio para la selección de las familias participantes supuso que deberían estar mayoritariamente integradas por menores de 18 años, edad que sería determinada a partir de la documentación aportada por ACNUR en la ficha de cada familia. A ellos se sumarían adultos de referencia, privilegiando lazos de consanguinidad en el parentesco. Las unidades básicas para las acciones desarrolladas por el plan de trabajo serían los núcleos familiares en los que, niños, niñas y adolescentes, estarían integrados desde el contexto de origen. Los niños, además, serían los principales beneficiarios del sistema educativo público, muchas veces señalado en prensa, y como ya fue referido en este texto, cómo el “constructor de la identidad nacional” y de las tan valoradas características de su pueblo: tolerancia, cultura cívica, posibilidad de transitar y resolver los conflictos por vías pacíficas.

Al mismo tiempo, cobró centralidad la idea de que este programa representaría una oportunidad única para los niños sirios (o por lo menos algunos de ellos) de encontrar un nuevo futuro. El pasaje de un entorno de “violencia y desamparo” a una tierra de “paz y porvenir” fue muchas veces enfatizado en las declaraciones de las autoridades. Simultáneamente, el carácter pionero y ejemplarizante de la iniciativa y la incorporación de voluntariado y diversas organizaciones e instituciones para su implementación, colaboró para que la idea del Uruguay como país solidario y de puertas abiertas fuera la tónica en prácticamente todas las coberturas de los medios.

En las semanas previas al traslado del primer grupo, durante el acontecimiento que supuso el arribo y el mes que le siguió, las noticias sobre las cinco familias reasentadas fueron cotidianas. Una vez en territorio uruguayo, el agradecimiento de estas familias a la iniciativa, al presidente y al país —pocas veces en boca de sus integrantes pero siempre interpretado en los ojos, las actitudes y las respuestas por parte de los cronistas de la experiencia— fue el argumento esgrimido para saldar la polémica en torno a la pertinencia de la iniciativa y la generosidad del gesto realizado.

Pasando por alto los protocolos de confidencialidad para personas refugiadas9 y para menores —al no mediar una autorización expresa respecto a la divulgación de información respecto al desarrollo de sus actividades personales y de sus identidades a través de la difusión de sus imágenes— (ACNUR, 2012b), la cobertura de prensa durante las primeras semanas se centró nuevamente en los niños y en el proceso de integración de éstos en diferentes instancias del “cotidiano” en el nuevo destino. Si, antes de llegar, la posibilidad de que tomaran mate10 o que conocieran a las estrellas del fútbol europeo originarias de nuestro país generaba los puntos fuertes de identificación, la imagen de los niños jugando al fútbol bajo una lluvia casi primaveral, comprobó las sospechas de que estos eran los que se esperaban.

Montevideo, 9 oct (EFE).- Los 42 refugiados sirios que llegaron hoy a Montevideo ya se encuentran instalados en el que será su hogar provisional durante varias semanas y los niños. "Ya están jugando al fútbol, creo que los chicos son los que más rápido se integran", dijo Mujica a la prensa al salir de la Casa San José de los Hermanos Maristas, ubicada en la periferia de Montevideo y en donde residirán los refugiados hasta que se aclimaten al país y puedan instalarse en las que serán sus viviendas definitivas. (Los refugiados sirios "ya están jugando al fútbol" en Uruguay, 2014, párrafo 1).

A la imagen de la lluvia siguieron los trámites para la obtención de la cédula de identidad11, o la integración a la Escuela, que tuvieron innúmeras repeticiones en televisión, prensa escrita y redes sociales. En todas ellas, al fondo y desenfocadas, se podía observar la imagen de mujeres con velo12 y un hombre con turbante, el único de los hombres del grupo que lo utilizaba. Lo que debía dejarse atrás se presentaba gráficamente a la opinión pública uruguaya ávida de información.

Estas coberturas, estuvieron siempre centradas en los “niños” (niñas y niños en edad escolar) y no en el total del grupo de menores de 18 años que integraban el objetivo del Programa. No haciéndose mención a la primera infancia o adolescencia. Si bien, como telespectadores supimos que durante el primer período de su estadías se integraron en los diversos niveles del sistema educativo —inicial, primaria y secundaria— tuvimos acceso de forma repetida y prácticamente exclusiva a imágenes de la bienvenida oficial que se realizó en la escuela primaria número 274 “Escuela Experimental de Malvín”, con participación de autoridades Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y del Directivo Central, máximo ámbito descentralizado de la educación pública en el país. En esa bienvenida, cada uno de los niños y niñas sirias en edad escolar recibieron el uniforme escolar oficial, compuesto por una túnica blanca y una moña azul. En cada caso, uno de sus compañeros o compañeras uruguayos les ayudó a colocárselas.

La escuela había sido preparada con carteles bilingües indicando salones, servicios sanitarios y palabras consideradas claves como “Bienvenidos” y “Paz”; todo acompañado de banderas de Siria y Uruguay. Poco tiempo después el CEIP editaría un video oficial dentro del ciclo nacional Escuela TV narrando la experiencia de integración de los niños sirios en la Escuela, donde se recogen las voces de autoridades, el equipo docente y de algunos niños uruguayos compañeros de clase. Entre imágenes de la mencionada bienvenida y algunos fragmentos de los primeros días de la rutina escolar, las voces de los niños sirios y de sus familias no parecen ser necesarias y, de hecho, no están presentes.

El argumento del video se puede resumir en tres bloques: el primero, la genuina intención de acogida del sistema educativo, que representa la intención de todo el país, en palabras del consejero Héctor Florit en el acto de bienvenida y de una maestra de la escuela:

Estamos todos totalmente emocionados porque sabemos la historia de estos niños, que tienen a veces más historia que una persona mayor, porque en tan poquitos años de edad han sufrido tanto y vienen no solamente de un campo de refugiados en donde pasaron no solamente necesidades económicas, sino lo peor es que vienen de un lugar en donde hay guerra. (CEIP, 2014)

Un segundo punto argumental del video es la demostración de que estos niños —a pesar de su país y su cultura de origen, a pesar de sus trayectorias signadas por el conflicto bélico en Siria y a pesar de las distancias lingüísticas— son, antes que nada, niños como cualquier otro niño. Así lo expresa la maestra encargada de hablar en el acto de bienvenida:

La escuela, y sobre todo los niños de allá y de acá, han podido demostrar al mundo algo maravilloso, que es la infinita y genuina capacidad de ser niños. Universales, sin fronteras, sin idiomas, sin barreras sociales, políticas ni económicas. Simplemente ser niños, con lenguajes universales: sonrisas, juegos, gestos. (CEIP, 2014)

Y, por último, la eficacia de la escuela como un dispositivo que puede hacer desaparecer las diferencias:

hoy nos pareció a todos que cuando se ponían una túnica, no los distinguíamos, ya eran uno más… ya no los distinguíamos. (CEIP, 2014)

En este video producido por el gobierno para dar visibilidad a las acciones en curso se muestra como objeto de atención y promoción del programa a los niños y niñas en edad escolar. Estos encarnan la referida idea de los niños culturalmente neutros y, por ende, similares entre sí y fácilmente incorporables al proyecto nacional. Las familias de las que ellos formaban parte y que necesariamente deberían acompañarlos, así como aquellos adolescentes que ya habrían pasado por procesos de socialización más largos en el lugar de origen y los bebés, aún dependientes de sus madres, casi no se presentan en la ventana pública del Plan. Frente a la opinión pública son presentados como un requisito accesorio, situados en un segundo plano de la iniciativa; actores de reparto que arrastrarían consigo, no solo la cultura y religión de origen, sino también, los traumas producidos por la violencia y la guerra. Este aspecto de la estrategia comunicacional no condice con las condiciones materiales previstas en la recepción de las familias reasentadas que contemplaban a cada una de las personas recibidas.

Tanto en las orientaciones en torno a los niños llevadas adelante por el Plan, como las directivas de ANCUR, operan en un primer nivel con una categoría que unifica y homogeniza a todos los sujetos comprendidos en un período vital. Sin embargo, a la hora de proyectar acciones sobre sujetos concretos, cultural, social e históricamente constituidos, estas perspectivas aparecen como diametralmente opuestas en su cometido final: para ACNUR el retorno al país de origen una vez finalizado el conflicto; para el gobierno y los responsables de la iniciativa local su asimilación como ciudadanos uruguayos.

Mientras que el plan dialoga con las expectativas locales en torno a esos niños, las directivas de ACNUR han buscado garantizar por diversos medios la continuidad de una pertenencia y posibilidad de revinculación con el Estado que, en el momento del refugio, no puede garantizar el cumplimiento de sus derechos13. Por lo tanto, las condiciones establecidas para que se desarrolle el reasentamiento resultan indisociables de un el vínculo directo con su “cultura” de origen y por tanto de sus lazos familiares y de referencia.

Así, los niños entendidos inicialmente como cuerpos biológicos se subsumen a un cuerpo social ajeno, remoto y en cierta manera, temible: el de la población siria, árabe, musulmana. Esa pertenencia cultural, entra en contradicción con las proyecciones en torno a los niños y al proyecto de asimilarlos al Uruguay, cuando sale del segundo plano y se encarna en vestimentas, prácticas religiosas y formas de organización doméstica ajenas a nuestra comprensión. El tránsito de niños a “gurises” es posible en la medida en que rápidamente se desprendan del contexto de origen, decidan ponerse la túnica blanca y la moña, y pasen a ser “uno más”.

El desfasaje entre lo propuesto en los inicios del Plan —en las versiones oficiales y sus críticas— y las directivas de ACNUR, a las que finalmente terminó adaptándose (aunque no necesariamente rediseñando sus lineamientos de acción) puede ser fácilmente interpretada como una contradicción o el fruto del desconocimiento y la falta de actualización de las autoridades locales en relación a las normativas de prevención y garantía de derechos para niños, niñas y adolescentes. Sin embargo, lo que proponemos a través de este análisis, es que más que un desajuste, existe una imposibilidad de articular dos formas de traducir el significado de niños en cada contexto de acción. Una vasta producción antropológica en torno a los cambios de paradigma en atención a la infancia, desde la protección y regulación a la garantía de derechos, nos advierte sobre los peligros de sobreponer analíticamente las concepciones jurídicas y directivas de acción —en general coherentemente argumentadas y atractivamente fundamentadas— a las realidades con las que trabajamos (Uriarte y Fonseca, 2009). En ese sentido, más que acusar a las autoridades e implementadores del Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas de no apropiarse o adecuarse a la normativa internacional, buscamos comprender cómo ésta entró en conflicto con los contextos en los que buscó aplicarse. Esos contextos son, siempre y necesariamente, contextos de reformulación, negociación y acción política (Inhetveen, 2006).

El desenlace: la irreductibilidad de los adultos culturales, en oposición a los niños universales

A esa intensa cobertura de prensa, que abarcó el período en que las familias estuvieron juntas en un centro de recepción, lo siguió un profundo silencio. Una vez establecidas en lo que se suponían sus residencias definitivas, el silencio solo se rompió con noticias dramáticas, acusaciones públicas respecto a supuestas situaciones de violencia familiar o no asistencia de niñas a los centros educativos, que fueron seguidas de noticias que planteaban diversos descontentos con la situación14. Para ese momento, los velos y turbantes que antes estaban en segundo plano y como un telón de fondo, comienzan a tomar protagonismo, y en el lugar de los niños, pasan a ocupar los titulares supuestas situaciones de inadecuación de sus familias de origen.

El punto de inflexión estará dado por la emergencia en la prensa de la constatación de que dentro de una de las instituciones educativas (Liceo No. 58) algunas jóvenes beneficiarias del Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas estaría asistiendo con velo. Comienza entonces un intenso debate que tiene como consigna “el velo en las escuelas”. Nuevamente encontramos un desfase entre el beneficiario ideal (“niños” con uniforme escolar) y los sujetos concretos.

Las portadoras del velo son menores de 18 años, pero a todas luces no son “niñas”, se trata de adolescentes o mujeres jóvenes. Ellas —al igual que los adolescentes varones reasentados— no concurren a la Escuela (educación primaria que habitualmente abarca entre los 5 y los 12 años) sino al Liceo (educación secundaria). Pero estos matices quedan subsumidos en la igualación de la definición jurídica que coloca a todas las personas menores de 18 años dentro de una categoría especial de protección de derechos, con otras formas de imaginar los ciclos de vida.

El expresidente del Uruguay, Julio María Sanguinetti15 se convirtió en uno de los protagonistas de esta polémica, atravesando la discusión con fuertes posturas oposicionistas al uso del velo en el marco del sistema de educación público. Afirmando que:

[El] velo transforma a la escuela en lugar de división (…) Sanguinetti (...) arremetió con la postura oficial, pronunciada por la directora del Consejo de Educación Inicial y Primaria, Irupé Buzzetti, quien manifestó que se debe aceptar el velo en el salón de clase. "La profesora Buzzetti se equivoca cuando dice que tenemos que respetar todas las tradiciones y creencias. Hay creencias que hieren el orden público y no se pueden aceptar. Es notorio en el mundo el fanatismo que difunde la mayoría de los cultos islámicos; sus tradiciones y creencias son inaceptables. ¿Vamos a aceptar lisa y llanamente que empiecen a perturbar la maravillosa construcción de nuestra escuela laica, base de nuestra república?", expresó el expresidente. (Sanguinetti: velo transforma a la escuela en lugar de división, 2015, párrafo 1).

A pesar de que las respuestas gubernamentales al debate sobre el uso del velo consignaron el respeto de las decisiones tomadas por las jóvenes en el marco de su contexto familiar, la idea de que esta prenda sería una pequeña demostración material de la permanencia de las pautas culturales de origen y del arraigo a un estilo de vida y unos valores “premodernos, patriacales y fundamentalmente violentos”, permeó el resto de las evaluaciones de la experiencia, incluyendo las oficiales16.

En el marco de los desencuentros producidos en la implementación del programa, pocas veces fue abordada la posibilidad de adecuación de sus lineamientos a las realidades de las familias que efectivamente llegaron. Una y otra vez se esgrime la imposibilidad de estas familias de adaptarse a un nosotros, la contraposición permite presentar una cohesión que reafirma la lógica igualitarista en términos de sumisa aceptación.

Hasta este momento la oposición pública y las críticas al Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas no habían incorporado la perspectiva de las personas reasentadas. La irrupción en el espacio público de estas familias de forma inesperada mediante una protesta en la Plaza Libertad (frente al Palacio de Gobierno) generó un espacio de enunciación con el que hasta ese momento no contaban. Se instalaron en el centro urbano y mediático, en pleno invierno capitalino, exigiendo mejoras en las condiciones otorgadas por el programa y, una de las familias, el retorno al Líbano17.

El debate se reabrió, esta vez signado por la incomprensión de las motivaciones que podrían llegar a impulsar a esas familias a retornar al “infierno” y las nuevas acusaciones, ahora de ingratitud hacia los uruguayos. No solo por haberlos rescatado de allí, sino por lo ofrecido, que al final de cuentas, superaba los montos de ayuda social para sus propios ciudadanos.

El enojo y la incomprensión producidos por esta protesta fueron derivando en una clave interpretativa que tomó la inadecuación cultural del grupo de reasentados como el factor determinante de toda la situación. Ya no eran “las familias” o “los niños” sino simplemente “los sirios” (adjetivados negativamente la mayoría de las veces). El poder de nominación del Estado (Bourdieu, 1997, p. 114) opera eliminando de los enunciados a aquellos que otrora fueron los beneficiarios centrales de esta política de protección —niños que estaban más allá de cualquier conflicto económico, religioso y político— ahora se transformaban en actores orientando sus decisiones con fines estratégicos. Las acusaciones devenidas en explicaciones que racializan la cultura (Stolcke, 2000) dejan de lado el contexto de origen para centrarse en una supuesta irreductibilidad de las características culturales.

La articulación entre las acusaciones anteriores y la manifestación pública que no reconoce el Plan como un don que debe ser aceptado y retribuido (Mauss, 1925/2009), sirven de base para re-presentarlos, ahora como pertenecientes a una cultura antagónica a la uruguaya. La peligrosidad atribuida, sumada a la “ingratitud”, poco a poco configuran la causa central de la clausura del Plan y de la decisión —no explícita— de no reasentar a las siete familias seleccionadas para la segunda etapa del Programa y que esperaban en el Líbano.

Reflexiones finales

Por encima del derecho al refugio y los derechos humanos, de los acuerdos de solidaridad internacional, e incluso por encima de los derechos de los niños como instrumentos de protección, lo que moviliza finalmente las acciones en torno a este plan de reasentamientos es un fuerte impulso nacionalista que refuerza una identidad a través de la proyección de los valores que actualizan el mito del crisol de razas y los valores republicanos sobre un otro necesitado de ayuda. En oposición a los niños, e incluso a las madres, se constituye también una categoría idealizada, pero negativamente valorada, asignada a los hombres, padres de familias. Ellos serán los “seres culturales” por excelencia, a quienes les serán atribuidas valoraciones negativas por ser los portadores del estigma asociado a la pertenencia al islam o al mundo árabe.

En el transcurso de la implementación del Programa de Reasentamiento de Personas Sirias Refugiadas los sentidos asignados a estas categorías se van modulando, articulando y cobrando fuerza en los diferentes momentos. El énfasis puesto por parte de diversos actores políticos en los niños y la idea del núcleo familiar al servicio de garantizar los derechos de ellos, logra, a pesar de las divergencias, sincronizar las diferentes concepciones, teniendo como elemento compartido la figura del niño.

A lo largo de este texto presentamos los sentidos de la ecuación niñez y refugio puestos en juego en una experiencia concreta de reasentamiento en América Latina. Estos dos elementos se combinaron para dar visibilidad a nivel internacional a una iniciativa oficial de pequeñísima escala en relación la dimensión de la crisis humanitaria que le da origen.

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Notas

1 Este trabajo fue realizado en el marco del Proyecto “Aportes para la comprensión de los procesos de refugio y reasentamiento de población Políticas de refugio, Estado y sociedad refugiada en el Uruguay contemporáneo” (FHCE-FPsico-FIC) financiado por la Comisión Sectorial de Investigación Científica de la Universidad de la República.
2 Denominación de la iniciativa según el documento interministerial firmado el 4 de septiembre de 2014, en el que se establece la creación de la comisión especial que hará posible la ejecución del plan y en el que se establecen las responsabilidades a nivel nacional para su concreción. (Di Palma y Montealegre, 2017)
3 Discriminamos la categoría niño/a de la de menor, que además de incorporar la figura del adolescente está asociada a sentidos menos valorados o peyorativos, vinculado fundamentalmente a estos últimos al conflicto con la ley y a la peligrosidad (da Silveira, 2004).
4 Sobre este punto ver “La cuestión del indio” en José Carlos Mariátegui (2007).
5 Para análisis del rol de la escuela pública en otro contexto nacional, a modo de ejemplo, ver Verónica Trpin (2004).
6 La doble acepción de la palabra crisol resulta elocuente, se trata de un recipiente de material refractario utilizado para fundir materias a temperaturas muy elevadas o de la cavidad en la parte inferior de los hornos que sirve para recibir el metal fundido.
7 Según la normativa uruguaya: “La adopción de niños, niñas y adolescentes es un instituto de excepción, que tiene como finalidad garantizar el derecho del niño, niña y adolescente a la vida familiar, ingresando en calidad de hijo, con todos los derechos de tal, a una nueva familia.” (Art. 137 del Código de la Niñez y la Adolescencia). Es una respuesta definitiva e irrevocable. Podrán ser adoptados quienes se encuentren en condiciones de adoptabilidad, contando para ello con la autorización judicial que habilita al Departamento de Adopciones a integrar al niño, niña a una familia seleccionada del Registro Único de Aspirantes a la Adopción (RUA). “El único órgano competente para la selección y asignación de familias adoptivas es el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay a través de Equipos Especializados en la materia”. (Art. 136 del Código de la Niñez y la Adolescencia)
8 Es importante señalar que el pasaje de la infancia a la juventud no está universalimente delimitado por el cumplimiento de los 18 años. Trayectorias migratorias, maternidad, paternidad, casamiento o capacidad para proveer en el hogar pueden ser en muchos contextos los elementos que simbolicen el pasaje a la adultez en el ciclo de vida (Uriarte, 2015).
9 Art. 35 de la Convención de 1951, Art. VIII de la Convención de la OUA.
10 Infusión realizada con yerba mate, Ilex Paraguayensis, característica en la región del cono sur y fuertemente asociada a la identidad uruguaya, tanto rural como urbana. Su ingesta se habría popularizado en el Líbano a partir del intercambio cultural propiciado por corrientes migratorias del siglo pasado (Naput, 2017).
11 Documento nacional que identifica a las personas físicas.
12 Hiyab.
13 El refugio en países de la región, cultural y geográficamente próximos al país de emisión es recomendado por ACNUR, ya que tiende a ofrecer mejores posibilidades de retorno y una fractura menor en la trayectoria de las personas o familias refugiadas. El reasentamiento solidario es comprendido como una alternativa para ofrecer estabilidad a los refugiados y compartir la sobrecarga económica y social que implica para los países fronterizos a un conflicto recibir grandes contingentes de población (Guglielmelli, 2012).
14 De forma similar a cómo operan las acusaciones de brujería analizadas por la antropología clásica, en este contexto las acusaciones de violencia física y simbólica, que en primera instancia se presentan como un modo de lidiar con la indeterminación son las que posibilitan reestablecer las condiciones de alteridad radical entre los ciudadanos uruguayos y “esos” sirios.
15 Integrante del Partido Colorado, Ministro de Cultura durante el período autoritario previo a la dictadura cívico militar, primer Presidente electo (1985) durante la posdictadura.
16 Este debate sobre el uso del velo u otros símbolos religiosos en el ámbito escolar y los espacios públicos se inserta en una discusión más amplia que tiene lugar entre diversos actores políticos, sociales y religiosos en torno a la laicidad, en el Uruguay hoy.
17 Esta manifestación pública coincidió con la declaración de intención del gobierno alemán respecto a la apertura de sus puertas para refugiados de origen sirio. Iniciativa que luego no fue llevada a la práctica.
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