La autobiografía: Narrar la propia vida ¿De qué se trata?

La autobiografía: Narrar la propia vida ¿De qué se trata?

LA AUTOBIOGRAFÍA: NARRAR LA PROPIA VIDA ¿DE QUÉ SE TRATA?

Autora: Paula Delgado

La autobiografía es un relato que haces de tu propia vida en el que muestras elementos importantes de ella como tu nacimiento, experiencias personales significativas, logros, etc. En este prevalece la figura del “yo”, pues tú, como autor del texto, eres el protagonista de la historia que cuentas. Puedes adoptar diferentes modos de escribir tu autobiografía teniendo en cuenta tu intención. Por ejemplo, mostrar la alegría que experimentaste durante una época de tu vida o dar a conocer personas importantes en tu infancia. Así, y en correspondencia con lo anterior, uno de los propósitos de la autobiografía es que como autor desarrolles confianza al escribir.

Características de la autobiografía:

  • Generalmente está escrita en primera persona.
  • Es de orden narrativo centrándose en la vida del autor.
  • No siempre está regido por un orden cronológico de vida. Es decir, desde el nacimiento hasta el momento actual. Se puede empezar por eventos significativos que el narrador quiera resaltar al empezar su autobiografía y que no necesariamente sucedieron al comienzo de su vida.
  • Hay libertad en cuanto a su estructura y el lenguaje empleado.
  • No hay límite de extensión para relatarla.

Estructura de la autobiografía.

Estructura de la autobiografía. Como dijimos anteriormente, la autobiografía no maneja una estructura única o prestablecida para su elaboración. Sin embargo por tratarse de una narración, está regido por un momento introductorio, un desarrollo y un final donde deberás tener en cuenta:
  • Motivos importantes sobre tu vida.
  • Ambientación para acercarse al tema. Ten en cuenta aspectos que puedan despertar el interés de tus posibles lectores.
  • Selección de hechos o acontecimientos importantes de tu vida que quieras comentar.
  • Personajes importantes en torno a tu vida.
  • Aspiraciones y proyectos.

Pasos para escribir una autobiografía

Escribir tu autobiografía se puede tornar un poco complicado si no tienes en mente lo que quieres escribir y cómo lo vas a hacer. Por esto, es importante que realices un plan de escritura donde tengas en cuentan los siguientes aspectos:
 

Recomendaciones para que escribas tu autobiografía:


Cuenta aquellas historias que tu consideras serán interesantes para el público a quien va dirigida tu autobiografía y relátalas de tal forma que sean interesantes, divertidas o apasionantes.

Ejemplo de una autobiografía:


[Fragmento de Vivir para contarla, Gabriel García Márquez (2002). p. 3-5]

Mi madre me pidió que la acompañara a vender la casa. Había llegado a Barranquilla esa mañana desde el pueblo distante donde vivía la familia y no tenía la menor idea de cómo encontrarme. Preguntando por aquí y por allá entre los conocidos, le indicaron que me buscara en la librería Mundo o en los cafés vecinos, donde iba dos veces al día a conversar con mis amigos escritores. El que se lo dijo le advirtió: «Vaya con cuidado porque son locos de remate». Llego a las doce en punto. Se abrió paso con su andar ligero por entre las mesas de libros en exhibición, se me plantó enfrente, mirándome a los ojos con la sonrisa pícara de sus días mejores, y antes que yo pudiera reaccionar, me dijo:

—Soy tu madre.

Algo había cambiado en ella que me impidió reconocerla a primera vista. Tenía cuarenta y cinco años. Sumando sus once partos, había pasado casi diez años encinta y por lo menos otros tantos amamantando a sus hijos. Había encanecido por completo antes de tiempo, los ojos se le veían más grandes y atónitos detrás de sus primeros lentes bifocales, y guardaba un luto cerrado y serio por la muerte de su madre, pero conservaba todavía la belleza romana de su retrato de bodas, ahora dignificada por un aura otoñal. Antes de nada, aun antes de abrazarme, me dijo con su estilo ceremonial de costumbre:

—Vengo a pedirte el favor de que me acompañes a vender la casa.

No tuvo que decirme cuál, ni dónde, porque para nosotros sólo existía una en el mundo: la vieja casa de los abuelos en Aracataca, donde tuve la buena suerte de nacer y donde no volví a vivir después de los ocho años. Acababa de abandonar la facultad de derecho al cabo de seis semestres, dedicados más que nada a leer lo que me cayera en las manos y recitar de memoria la poesía irrepetible del Siglo de Oro español. Había leído ya, traducidos y en ediciones prestadas, todos los libros que me habrían bastado para aprender la técnica de novelar, y había publicado seis cuentos en suplementos de periódicos, que merecieron el entusiasmo de mis amigos y la atención de algunos críticos. Iba a cumplir veintitrés años el mes siguiente, era ya infractor del servicio militar y veterano de dos blenorragias, y me fumaba cada día, sin premoniciones, sesenta cigarrillos de tabaco bárbaro. Alternaba mis ocios entre Barranquilla y Cartagena de Indias, en la costa caribe de Colombia, sobreviviendo a cuerpo de rey con lo que me pagaban por mis notas diarias en El Heraldo, que era casi menos que nada, y dormía lo mejor acompañado posible donde me sorprendiera la noche. Como si no fuera bastante la incertidumbre sobre mis pretensiones y el caos de mi vida, un grupo de amigos inseparables nos disponíamos a publicar una revista temeraria y sin recursos que Alfonso Fuenmayor planeaba desde hacía tres años. ¿Qué más podía desear?

Más por escasez que por gusto me anticipé a la moda en veinte años: bigote silvestre, cabellos alborotados, pantalones de vaquero, camisas de flores equívocas y sandalias de peregrino. En la oscuridad de un cine, y sin saber que yo estaba cerca, una amiga de entonces le dijo a alguien: «El pobre Gabito es un caso perdido». De modo que cuando mi madre me pidió que fuera con ella a vender la casa no tuve ningún estorbo para decirle que sí. Ella me planteó que no tenía dinero bastante y por orgullo le dije que pagaba mis gastos.

En el periódico en que trabajaba no era posible resolverlo. Me pagaban tres pesos por nota diaria y cuatro por un editorial cuando faltaba alguno de los editorialistas de planta, pero apenas me alcanzaban. Traté de hacer un préstamo, pero el gerente me recordó que mi deuda original ascendía a más de cincuenta pesos. Esa tarde cometí un abuso del cual ninguno de mis amigos habría sido capaz. A la salida del café Colombia, junto a la librería, me emparejé con don Ramón Vinyes, el viejo maestro y librero catalán, y le pedí prestados diez pesos. Sólo tenía seis. 

Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de sólo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo. Ahora, con más de setenta y cinco años bien medidos, sé que fue la decisión más importante de cuantas tuve que tomar en mi carrera de escritor. Es decir: en toda mi vida.

REFERENCIAS

Fernández, M. (2010). Relato biográfico y auto subjetividad: Una construcción narrativa de la identidad personal. Facultad de humanidades. Escuela de Educación, Universidad de los Andes. Merida, Venezuela.

Ocaña, A. (2010). La escritura autobiográfica y su repercusión en el ámbito educativo: Josefina Aldecoa como ejemplo de autobiografía y docencia. Departamento de literatura española y teoría de la literatura. Facultad de filología. Universidad Nacional de educación a distancia.

Laguna, M. (1997). La escritura autobiográfica. Revista Lindaraja, Revista de estudios interdisciplinares.