DISCIPULO

v. Apóstol
Mat 5:1 subió .. y sentándose, vinieron a él sus d
Mat 9:14; Mar 2:18 ¿por qué .. tus d no ayunan?
Mat 10:1; Luk 9:1 llamando a sus doce d, les dio
Mat 10:24; Luk 6:40 el d no es más que su maestro
Mat 10:42 agua fría .. por cuanto es d .. no perderá
Mat 11:2 al oír Juan, en la .. le envió dos de sus d
Mat 14:26 los d, viéndole andar sobre el mar, se
Mat 16:13 preguntó a sus d: ¿Quién .. es el Hijo
Mat 17:16; Mar 9:18; Luk 9:40 lo he traído a tus d
Mat 19:25 sus d, oyendo esto, se asombraron en
Mat 21:1; Mar 11:2 vinieron .. Jesús envió dos d
Mat 22:16 le enviaron los d de ellos con los
Mat 24:3 los d se le acercaron aparte, diciendo
Mat 26:8 los d se enojaron, diciendo: ¿Para qué
Mat 26:56 todos los d, dejándole, huyeron
Mat 27:57; Joh 19:38 José .. había sido d de Jesús
Mat 27:64 que vengán sus d de noche, y lo hurten
Mat 28:7 id ..y decid a sus d que ha resucitado
Mat 28:19 id, y haced d a todas las naciones
Mar 2:23; Luk 6:1 sus d .. comenzaron a arrancar
Mat 4:34 aunque a sus d en .. les declaraba todo
Mat 6:41; v8:6


Discí­pulo (heb. talmîd; gr. math’tes). Persona que, como alumno o adherente, sigue las enseñanzas de otra, especialmente las de un maestro público (1Ch 25:8; Isa 8:16). En el NT el sustantivo (Mat 5:1; Mar 2:15; Luk 5:30; Act 6:1; etc.) se relaciona con el verbo manthání‡, “aprender”; de allí­ que signifique “aprendiz”, “alumno”, “adherente”. La palabra se usa especialmente para los discí­pulos de Jesús: para los Doce (Mat 10:1;11:1; etc.) y para los discí­pulos de Jesús en general (Luk 6:17; etc.). Véase Apóstol.

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

persona que sigue las enseñanzas de un maestro. Los seguidores de Juan el Bautista son llamados discí­pulos, en los Evangelios, Mt 9, 14. En el N. T., este tí­tulo se les da principalmente a los doce apóstoles, Mt 5, 1; 8, 23; 9, 10/14/36; 10, 1; 11, 1; 12, 1-2 y 49; 13, 10 y 36; 14, 19/22/26; 15, 2/12/23/32/33; 16, 5/13/20/21/24; 17, 6.

Esta acepción la encontramos a través de todo el N. T. El d. de Jesús es aquel llamado por él, Mc 3, 13-14; el que sigue el camino del Señor, Mt 16, 24; el que permanece unido al Maestro, Jn 15, 4-15; el verdadero d. de Jesús se conoce, ante todo, por el amor, Jn 13, 35. En los Hechos de los Apóstoles se llaman discí­pulos de Jesús a quienes creen en él y se bautizan, Hch 2, 41-47; 6, 1.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(gr., mathetes, aprendiz). El alumno de un maestro, como los discí­pulos de Juan el Bautista (Mat 9:14), los fariseos (Mat 22:16) y Moisés (Joh 9:28). Sin embargo, generalmente se refiere a los seguidores de Jesús: a los 12 apóstoles (p. ej., Mat 10:1; Mat 11:1) o los creyentes en general (Act 6:1-2, Act 6:7; Act 9:36). Los seguidores de Jesús no fueron llamados cristianos sino hasta la fundación de la iglesia de Antioquí­a (Act 11:26).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

Término que se usa para designar a una persona (aprendiz, alumno) que está aprendiendo de un maestro. No es muy utilizado en el AT. En los turnos que David estableció para los cantantes del santuario participaban †œlo mismo el maestro que el d.† (1Cr 25:8). Puede decirse que †œlos hijos de los profetas† eran d. de †¢Eliseo, pero no se les menciona con ese nombre (2Re 6:1). En los Evangelios y los Hchhos la palabra se usa más. En tiempos de Cristo se utilizaba para los seguidores de un rabí­ o maestro. Así­, los †¢fariseos tení­an sus d. (Mar 2:18). Lo mismo que †¢Juan el Bautista (Mat 11:2; Mar 2:18; Jua 1:35).

El Señor Jesús, aunque no oficialmente reconocido como †œmaestro de Israel†, era tenido por el pueblo como rabí­ (Jua 1:38, Jua 1:49; Jua 3:2, Jua 3:26). Sus seguidores más cercanos le daban ese tratamiento. Así­, vemos establecida la relación maestro-discí­pulo entre ellos (†œ… los d. le rogaban, diciendo: Rabí­, come† [Jua 4:31]). El Señor Jesús mismo aceptó que se le llamara †œMaestro† (Jua 13:13), pero hizo muy claro que aquellos que quisieran ser sus d. tení­an que reunir ciertas caracterí­sticas, incluidas en las siguientes declaraciones: sobre la entrega absoluta a él, †œNiéguese a sí­ mismo, y tome su cruz, y sí­game† (Mat 16:24; Mar 8:34); sobre la renuncia a todo, †œSi alguno viene a mí­, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida…. [si no] renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi d.† (Luc 14:26, Luc 14:33); sobre la obediencia absoluta a su palabra, †œSi vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis d.† (Jua 8:31); lo cual serí­a de mucha fructificación: †œSi permanecéis en mí­, y mis palabras permanecen en vosotros…. y seáis así­ mis d.† (Jua 15:7-8). Una de las caracterí­sticas es el amor: †œEn esto conocerán todos que sois mis d., si tuviereis amor los unos con los otros† (Jua 13:35).
primera comunidad cristiana se conocí­a a sí­ misma con el nombre de †œd.† (Hch 6:1-2, Hch 6:7; Hch 9:1, Hch 9:10, Hch 9:19, Hch 9:25-26, Hch 9:36). †œA los d. se les llamó cristianos por primera vez en Antioquí­a† (Hch 11:26). Posteriormente, y de manera especial en las epí­stolas, se usaron más los términos †œhermanos†, †œsantos†, †œfieles†, †œcreyentes†, etcétera.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, OFIC

vet, Aquel que sigue a un profeta, maestro, etc. es enseñado por él y es partidario de esta enseñanza (cfr. Is. 8:16; Mt. 10:24; Mr. 2:18). Así­ los doce apóstoles son llamados discí­pulos (Mt. 10:1), al igual que otro grupo más numeroso de partidarios de Jesús (Jn. 6:66; cfr. Lc. 10:1-12) El encargo de Mt. 18:19 dice literalmente: haced discí­pulos de todos los pueblos. En los Hechos, hasta 21:16, todos los adeptos (incluso mujeres) son llamados discí­pulos de Jesús. Muchas normas de los Evangelios que algunos creen que están pensadas solamente para algunos, son, en cambio, válidas para todos los cristianos (Jn. 13:35, por ejemplo).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[610]
Alumno o aprendiz que sigue las enseñanzas o la vida de un maestro. De manera especial, se alude con el concepto a los seguidores de Jesús, en su vida y posteriormente, dado el carácter de Maestro que el mismo se atribuyó ante sus Apóstoles. “Vosotros me llamáis maestro y decí­s bien porque lo soy.” (Jn. 13. 13. Y nada menos que 261 veces aparece el término “discí­pulo” (mazetes) en el Nuevo Testamento, de los cuales la mitad está empleando para denominar a sus seguidores

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

¿Quién es el discí­pulo, quién es el cristiano —hombre y mujer— que madura en un camino espiritual? Podemos contestar que es aquel que no pretende ir más allá de sus posibilidades, sino que hace cuanto puede con todo su ser, con originalidad, con entrega, con desinterés, identificándose con Jesús pero sin pensar demasiado en ello, ya que es el propio Señor quien lo arrastra en su vórtice espiritual. ¿Y quién es un mal discí­pulo? Aquel que no entiende estos valores, que los critica, que se inclina hacia gestos grandilocuentes y cosas rimbombantes. Son malos discí­pulos aquellos que no comprenden la importancia de los gestos sencillos, esas obras hermosas que ve el Padre celestial y que ven los hombres sensibles al encanto del aroma de las bienaventuranzas evangélicas, esas obras que alaban al Padre porque son genuinas, mientras que de todas las demás obras siempre cabe pensar que pueden tener una segunda intención, un motivo inconfesable. Las buenas obras de las bienaventuranzas son las obras cristianas sencillas, que no se ponen en evidencia.

Carlo Marí­a Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997

Fuente: Diccionario Espiritual

Aquel que es enseñado, aprendiz, alumno. La palabra hebrea (lim·múdh) con la que se alude a un discí­pulo se refiere básicamente a la persona que está en el proceso de aprender, que recibe enseñanza o que es adiestrada en una determinada disciplina. (Compárese con Isa 8:16, nota.) La palabra mal·mádh es una palabra afí­n que alude a la †œaguijada† que se emplea para dirigir el ganado. (Jue 3:31; compárese con Os 10:11.) Por otra parte, la voz griega ma·the·tes (discí­pulo) se usa en relación con la persona que centra la mente en algo concreto.
El término †œdiscí­pulos† se emplea en las Escrituras Griegas con referencia a los seguidores de Jesús, de Juan el Bautista, de los fariseos y de Moisés. (Mt 9:14; Lu 5:33; Jn 9:28.) Los primeros discí­pulos de Jesús procedí­an del grupo de seguidores de Juan el Bautista. (Jn 1:35-42.) El término se usó también en Mateo 10:1 y 11:1 con referencia a los doce hombres que Jesús escogió para que fuesen sus apóstoles, y en un sentido más amplio, para referirse a todos los que creyeron en la enseñanza de Jesús, pues hasta se habló de por lo menos uno que fue su discí­pulo en secreto. (Lu 6:17; Jn 19:38.) Sin embargo, en los evangelios por lo general se usa en relación con el grupo de seguidores más í­ntimos de Jesús, los que le acompañaron en sus viajes evangelizadores y a quienes enseñó e instruyó. Por lo tanto, la palabra aplica principalmente a todos aquellos que no solo creen, sino que siguen con atención la enseñanza de Cristo. A estos se les debe enseñar a †œobservar todas las cosas† que Jesús ha mandado. (Mt 28:19, 20.)
Jesús enseñaba a sus discí­pulos con el propósito de que llegasen a ser como él, predicadores y maestros de las buenas nuevas del Reino, por lo que dijo: †œEl alumno no es superior a su maestro, pero todo el que esté perfectamente instruido será como su maestro†. (Lu 6:40.) La historia posterior probó la eficacia de su enseñanza, pues sus discí­pulos continuaron en la obra que les habí­a enseñado e hicieron discí­pulos por todo el Imperio romano (Asia, Europa y ífrica) antes del final del primer siglo. Esta fue su obra principal, en armoní­a con el mandato de Jesucristo de Mateo 28:19, 20.
Las palabras de cierre del mandato de Jesús: †œY, ¡miren!, estoy con ustedes todos los dí­as hasta la conclusión del sistema de cosas†, expresan con claridad que los cristianos están obligados a hacer discí­pulos de gente de todas las naciones hasta este mismo dí­a. No hacen discí­pulos para sí­ mismos, los enseñados son discí­pulos de Jesucristo, pues siguen su enseñanza, no la de hombres. Por eso a los discí­pulos se les llamó cristianos por providencia divina. (Hch 11:26.) De manera semejante, Isaí­as también tuvo discí­pulos, pero no suyos. Eran discí­pulos que conocí­an la ley de Jehová y con quienes se hallaba el testimonio de esa ley. (Isa 8:16.)
Ser discí­pulo de Jesús no significa dedicarse a una vida contemplativa. Jesús no buscó su propia satisfacción, sino que siguió un derrotero que le enfrentó a la mayor oposición que el Diablo y sus agentes pudieron presentar. (Ro 15:3.) Jesús dijo que sus discí­pulos deberí­an amarle a él más que a sus familiares más allegados y que a sus propias almas, amar a sus hermanos cristianos y producir fruto espiritual. La persona que quiere ser discí­pulo de Cristo tiene que tomar su madero de tormento y seguir los pasos marcados por él. Para hacerlo, ha de †˜despedirse de todos sus bienes†™, y a cambio recibirá muchas más cosas valiosas, si bien con persecuciones, también con la promesa de la vida eterna venidera. (Lu 14:26, 27, 33; Jn 13:35; 15:8; Mr 10:29, 30; véase CRISTIANO.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

El que se pone voluntariamente bajo la dirección de un maestro y comparte sus ideas, es un discí­pulo. Esta palabra, casi ausente del AT, se emplea corrientemente en el judaí­smo tardí­o (heb. talmid), que lleva al término una tradición bí­blica; se lo halla igualmente en el NT (gr. machetes), pero con el sentido original que le da Jesús.

AT. 1. Discí­pulos de los profetas y de los sabios. De tiempo en tiempo se indica que un Eliseo se une a Elí­as (1Re 19,19ss) o que un grupo de fervientes discí­pulos rodea a Isaí­as, recibiendo en depósito su testimonio y su revelación (Is 8,16). Más habitualmente los sabios tienen discí­pulos, a los que llaman sus “hijos” (Prov 1,8.10; 2,1; 3,1) y a los que inculcan sus enseñanzas tradicionales. Pero ni los profetas ni los sabios hubieran osado suplantar con su *enseñanza la *palabra de Dios. En efecto, en ésta, y no en las tradiciones de maestro a discí­pulo, está fundada la alianza.

2. Discí­pulos de Dios. Puesto que la *palabra divina es la fuente de toda sabidurí­a, el ideal no es, por tanto, adherirse a un maestro humano, sino ser discí­pulo de Dios mismo. La *sabidurí­a divina personificada llama así­ a los hombres a *escucharla y a seguir sus lecciones (Prov 1,20ss; 8,4ss.32s). Finalmente, los oráculos escatológicos anuncian que en los últimos tiempos Dios mismo será el maestro de los corazones: no tendrán ya necesidad de maestros terrenales (Jer 31,31-34), sino que todos serán “discí­pulos de Yahveh” (Is 54,13). Al mismo siervo de Yahveh, si bien encargado de enseñar las prescripciones divinas (Is 42,1.4), se le despiertan los oí­dos cada mañana y se le da una lengua de discí­pulo (Is 50,4). El salmista, fiel a esta profecí­a, suplicará, pues, infatigablemente: “Señor, ¡enséñame!” (Sal 119,12.26s.33s ; 25,4-9…).

3. Maestros y discí­pulos en el judaí­smo. Al retorno del exilio, habiendo venido a ser la *ley objeto primero de la enseñanza, los maestros encargados de esta institución fundamental son llamados, “doctores de la ley”. Ahora bien, la autoridad de la palabra de Dios que comentan se añade poco a poco a su autoridad personal (Mt 23,2.16-22), sobre todo cuando transmiten la *tradición que ellos mismos habí­an recibido de sus maestros. El judaí­smo postbí­blico se organizará sobre la base de este talmud (“enseñanza”). En la época del NT recuerda Pablo que él mismo habí­a sido discí­pulo de Gamaliel (Act 22,3).

NT. 1. Discí­pulos de Jesús. Aparte algunas menciones de los discí­pulos de Moisés (Jn 9,28), del Bautista (p.e., Mc 2,18; Jn 1,35; Act 19,1ss) o de los fariseos (p.e.y, Mt 22,16), el NT reserva el nombre de discí­pulo a los que reconocen a Jesús por su maestro. Así­ en los evangelios se designa en primer lugar a los doce (Mt 10,1; 12,1…) y, más allá de este cí­rculo í­ntimo, al grupo que sigue a Jesús (Mt 8,21) y particularmente a los setenta y dos discí­pulos que en-ví­a Jesús en *misión (Lc 10,1). Estos discí­pulos fueron sin duda numerosos (Lc 6,17; 19,37; Jn 6,60), pero muchos se retiraron (Jn 6,66). Nadie puede pretender hacerse maestro : si debe “hacer discí­pulos” (Mt 28,19; Act 14,21s), no ha de ser por su cuenta, sino sólo para Cristo. Así­, poco a poco, a partir del cap. 6 del libro de los Hechos, la denominación de “discí­pulo” sin más se refiere a todo creyente, haya o no conocido a Jesús durante su vida terrena (Act 6,1s; 9,10-26…); los fieles son, pues, desde este punto de vista, asimila-dos a los mismos doce (Jn 2,11; 8, 31; 20,29).

Jesús, aunque aparentemente idéntico a los doctores judí­os de su tiempo, tení­a para con sus discí­pulos exigencias únicas.

a) Vocación. Lo que cuenta para venir a ser su discí­pulo no son las aptitudes intelectuales y ni siquiera morales; es un llamamiento, cuya iniciativa corresponde a Jesús (Mc 1,17-20; Jn 1,38-50), y a través de él al Padre, que “da” a Jesús sus discí­pulos (Jn 6,39; 10,29; 17,6.12).

b) Adhesión personal a Cristo. Para ser discí­pulo de Jesús no se requiere ser un hombre superior; en efecto, la relación que une al discí­pulo y al maestro no es exclusivamente y ni siquiera en primer lugar, de orden intelectual. El le dice: “¡Sí­gueme!” En los evangelios, el verbo *seguir expresa siempre la adhesión a la persona de Jesús (p.e., Mt 8,19…). Seguir a Jesús es romper con el pasado, con una ruptura total si se trata de discí­pulos privilegiados. Seguir a Jesús es calcar la propia conducta en la suya, escuchar sus lecciones y conformar la propia vida con la del Salvador (Mc 8,34s; 10,21 p. 42-45; Jn 12,26). A diferencia de los discí­pulos de los doctores judí­os, que una vez instruidos en la ley podí­an separarse de su maestro y enseñar a su vez, el discí­pulo de Jesús se ha ligado no a una doctrina, sino a una persona: no puede abandonar al que en adelante es para él más que padre y que madre (Mt 10,37; Lc 14,25s).

c) Destino y dignidad. El discí­pulo de Jesús es, por tanto, llamado a compartir el destino mismo delmaestro: llevar su cruz (Mc 8,34 p), beber su cáliz (Mc 10,38s), finalmente recibir de él el reino (Mt 19, 28s; Lc 22,28ss; Jn 14,3). Así­, des-de ahora, quienquiera que dé sencillamente un vaso de agua en calidad de discí­pulo, no perderá su recompensa (Mt 10,42 p); por el contrario, ¡qué gran falta es “escandalizar a uno solo de estos pequeñuelos!” (Mc 9,42 p).

3. Discí­pulos de Jesús y discí­pulos de Dios. Si a los discí­pulos de Jesús se los distingue así­ de los discí­pulos de los doctores judí­os, es que Dios mismo habla a los hombres a través de su Hijo. Los doctores no transmití­an sino tradiciones humanas, que a veces “anulaban la palabra de Dios” (Mc 7,1ss); Jesús es la sabidurí­a divina encarnada, que promete a sus discí­pulos el *reposo de sus almas (Mt 11,29). Cuando habla Jesús, se cumple la profecí­a del AT: se oye a Dios mismo, y así­ todos pueden ser “discí­pulos de Dios” (Jn 6,45).

-> Apóstol – Escuchar – Enseñar – Palabra – Sabidurí­a – Seguir – Tradición.

LEON-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de Teologí­a Bí­blica, Herder, Barcelona, 2001

Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas

El término castellano se deriva del latín discipulus, y significa «alumno o aprendiz», un equivalente exacto de la palabra griega mazētēs. Curiosamente, la LXX no contiene ejemplos del uso de mazētēs, aunque la raíz se encuentra en Is. 8:16 y 1 Cr. 25:8. En la literatura griega la palabra es común como una designación para uno que estudia bajo la guía de un filósofo. Ocasionalmente se encuentra en el sentido de aprendiz.

El interés principal se centra en su uso en los evangelios. Leemos de los discípulos de Moisés (Jn. 9:28) y de los de Juan el Bautista (Mr. 2:18). Los fariseos también los tenían (Mt. 22:16). A causa de la enseñanza inspirada de Jesús y de las obras de beneficencia muchas multitudes le seguían y se entregaban a sí mismos con diferentes grados de convicción y lealtad. Un uso amplio y restringido del término puede discernirse en los evangelios y se aprecia con claridad en conexión con la elección de los doce. El último grupo fue escogido de una gran compañía de discípulos y por virtud de esta selección llegaron a ser discípulos por excelencia (Lc. 6:12–18).

Los seguidores de Jesús aparecen como «sus discípulos» en los evangelios, preservándose así el genuino matiz de la descripción contemporánea. Ellos no habían estado con él un tiempo suficientemente largo como para hacer del término «los discípulos» algo que se explicara por sí mismo. En contraste, en el libro de Los Hechos la palabra prácticamente es usada sin necesitar una descripción posterior. Fue una descripción acertada de los adherentes al movimiento cristiano. De la lectura de Hch. 19:11ss., se deduce que un discípulo puede tener una limitada comprensión o realización de ciertas cosas. No se da ejemplo de la palabra en las epístolas.

A principios del siglo II, Ignacio usó el termino para sí mismo como el equivalente de un mártir. La muerte sería la prueba de su verdadero discipulado.

En resumen, discípulo puede significar: (1) un creyente, como en Hch. 11:26, (2) un aprendiz en la escuela de Cristo, (3) uno que está dispuesto a sacrificar su vida por sus creencias, como en Lc. 14:26, 27, 33, (4) uno que actúa para cumplir la máxima obligación del discipulado, es decir, hacer otros discípulos (Mt. 28:19).

BIBLIOGRAFÍA

Arndt; K.H. Rengstorf en TWNT; J.Y. Campbell en RTWB.

Everett F. Harrison

LXX Septuagint

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

RTWB Richardson’s Theological Word Book

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (185). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

Un discípulo (del lat. discipulus, ‘alumno, aprendiz’, que corresponde al gr. mathētēs, de manthanō, ‘aprender’) es básicamente el alumno de un maestro. El término heb. correspondiente limmûḏ no es muy común en el AT (Is. 8.16; 50.4; 54.13; cf. Jer. 13.23), pero en los escritos rabínicos el talmı̂ḏ (cf. 1 Cr. 25.8) es una figura muy familiar como alumno de un rabino, de quien aprendía el saber tradicional. En el mundo griego, de la misma manera, los filósofos estaban rodeados de sus alumnos. Dado que los alumnos a menudo adoptaban las enseñanzas características de sus maestros, la palabra llegó a significar adherente a una concepción particular en religión o filosofía.

El uso que le daban los judíos se ve en las referencias neotestamentarias a los discípulos de los fariseos (Mr. 2.18). Los judíos se consideraban, en última instancia, discípulos de Moisés (Jn. 9.28), ya que sus enseñanzas formaban la base de la instrucción rabínica. Los seguidores de Juan el Bautista eran conocidos como sus discípulos (Mr. 2.18; Jn. 1.35). Probablemente se aplicaba este término a sus seguidores más allegados. Practicaban la oración y el ayuno de acuerdo a sus instrucciones (Mr. 2.18; Lc. 11.1), y algunos de ellos le prestaron auxilio cuando estaba en la cárcel, y se ocuparon de su sepultura (Mt. 11.2–7; Mr. 6.29).

Aunque Jesús (así como Juan) no fue oficialmente reconocido como maestro (Jn. 7.14s), entre el pueblo era conocido como maestro o rabino (Mr. 9.5; 11.21; Jn. 3.2), y los que se asociaban con él eran conocidos como discípulos. El vocablo puede aplicarse a todos aquellos que aceptaban su mensaje (Mt. 5.1; Lc. 6.17; 19.37), pero también puede referirse más precisamente a aquellos que lo acompañaban en sus viajes (Mr. 6.45; Lc. 8.2s; 10.1) y especialmente a los doce apóstoles (Mr. 3.14). El discipulado se basaba en un llamamiento de Jesús (Mr. 1.16–20; 2.13s; Lc. 9.59–62; aun Lc. 9.57s presupone una invitación por parte de Jesús en términos generales). Comprendía la lealtad personal a él, expresada en otorgarle absoluta fidelidad, y en seguirlo en todo momento (Mr. 8.34–38; Lc. 14.26–33). En algunos casos, por lo menos, significaba literalmente el abandono del hogar, de compromisos comerciales, y de las posesiones (Mr. 10.21, 28), pero en todos los casos la disposición de poner en primer lugar las demandas de Jesús, sin calcular el costo, era la condición primordial. Semejante actitud sobrepasaba ampliamente la relación normal alumno-maestro, y dio un nuevo sentido a la palabra “discípulo”. La fe en Jesús y la fidelidad hacia él son las condiciones que han de determinar la suerte de los hombres en el juicio final (Lc. 12.8s).

Aquellos que se hicieron discípulos fueron enseñados por Jesús y designados como sus representantes para predicar su mensaje, expulsar demonios, y sanar enfermos (Mr. 3.14s). Aunque estas responsabilidades fueron asignadas en primer término a los Doce, no estaban limitadas a ellos (Mr. 5.19; 9.38–41; Lc. 10.1–16).

Según Lucas, los miembros de la iglesia primitiva eran conocidos como discípulos (Hch. 6.1s, y frecuentemente a partir de ese momento). Esto aclara que los discípulos terrenales de Jesús formaron el núcleo de la iglesia, y que el modelo de la relación entre Jesús y sus discípulos terrenales sirvió de pauta para la relación entre el Señor resucitado y los miembros de su iglesia. Sin embargo, el vocablo no aparece fuera de los evangelios y Hechos, y otros escritores neotestamentarios utilizaron una variedad de términos (creyentes, santos, hermanos) con el fin de expresar en forma más completa las características del discipulado después de la pascua.

Bibliografía. D. Bonhoeffer, El precio de la gracia, 1968; J. Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, 1977, t(t). I, pp. 239–269; E. F. Harrison, “Discípulo”, °DTB, pp. 172; K. H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, 1975, t(t). III, pp. 60–63, 70–78; H. C. Hahn, “Seguimiento”, °DTNT, t(t). IV, pp. 175–186.

K. H. Rengstorf, TDNT 4, pp. 415–460; E. Schweizer, Lordship and Discipleship, 1960; M. Hengel, Nachfolge und Charisma, Berlín, 1968; NIDNTT 1, pp. 480–494.

I.H.M.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Discípulos de Emaús, obra del artista plástico peruano Vicente López de Romaña JenkinsEste término se aplica comúnmente a uno que está aprendiendo cualquier arte o ciencia bajo la enseñanza de uno distinguido por sus logros. Aunque se deriva del latín discipulus, el nombre inglés tiene un significado algo más estrecho que su equivalente en latín: discípulo se opone a maestro, como estudiante a maestro, mientras que tanto discípulo como estudiante se incluyen en el latín discipulus. En las versiones en inglés del Antiguo Testamento, la palabra discípulo se produce sólo una vez (Is. 8,16), pero la idea que expresa se halla en varios otros pasajes, como, por ejemplo, cuando el escritor sagrado habla de los “hijos” de los profetas (2 Rey. 2,7); el mismo parece, asimismo, ser el significado del término niño e hijo en los libros sapienciales (por ejemplo, Prov. 4,1.10, etc. ). Mucho más frecuente es el uso en el Nuevo Testamento de la palabra discípulo en el sentido de pupilo, seguidor, uno que se mantiene en la palabra del Maestro (Jn. 8,31). Así se lee de los discípulos de Moisés (Jn. 9,28), de los fariseos (Mt. 22,16; Mc. 2,18; Lc. 5,33), de San Juan el Bautista (Mt. 9,14 y Lc. 7,18; Jn. 3,25). Estos, sin embargo, son sólo aplicaciones incidentales, pues la palabra se utiliza casi exclusivamente para referirse a los discípulos de Jesús.

En los cuatro Evangelios se aplica especialmente a los Apóstoles, a veces llamados “doce discípulos” (Mt. 10,1; 11,1; 20,17; 26,20; 28,16; al hacer referencia a eventos posteriores a la Pasión de Cristo, menciona sólo “once discípulos”), a veces simplemente llamados “los discípulos” (Mt. 14,19; 15,33.36; etc.). La expresión “sus discípulos” con frecuencia tiene el mismo significado. De vez en cuando los evangelistas le dan a la palabra un sentido más amplio y la convierten en sinónimo de creyente (Mt. 10,42; 27,57; Jn. 4,1; 9,27-28, etc.). Además del significado de “apóstol” y “creyente”, hay un tercero, que se encuentra en San Lucas, y quizás también en los otros evangelistas. San Lucas narra (6,13) que Jesús “llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos (a los que también llamó apóstoles)”. Los discípulos, en este contexto, no son las multitudes de creyentes que se reunieron en torno a Cristo, sino un pequeño grupo de sus seguidores. Normalmente se les identifica con los setenta y dos (setenta, de acuerdo con el texto griego aceptado, aunque algunos manuscritos griegos mencionan setenta y dos, al igual que la Vulgata) que se mencionan (Lc. 10,1) que fueron escogidos por Jesús.

Los nombres de estos discípulos se dan en varias listas (Cronicón Pascual, y Pseudo-Doroteo en Migne, PG, XCII, 521-524, 543-545, 1061 / 65), pero desafortunadamente estas listas son inútiles. Eusebio afirma positivamente que tal listado no existía en su tiempo, y menciona entre los discípulos sólo a Bernabé, Sóstenes, Cefas, Matías, Tadeo y Santiago «hermano del Señor” (Hist. Ecl., I.12). En los Hechos de los Apóstoles, el nombre discípulo se utiliza exclusivamente para designar a los conversos, los creyentes, tanto hombres como mujeres (6,1.2.7; 9,1, 10.10.19, etc., respecto a la connotación de esta última ver en particular, 9,36), incluso aquellos que estaban sólo imperfectamente instruidos, como los que halló San Pablo en Éfeso (Hch. 19,1-5).

Fuente: Souvay, Charles. “Disciple.” The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05029a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina. rc.

Fuente: Enciclopedia Católica